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La experiencia de Desvío a la Raíz,
colectivo que desde hace quince años apuesta
por un intercambio saludable y justo, contra
la imposición del agro industrial. La lucha
por ser labradorxs (y no juntadorxs para el
agronegocio), y el reto de recuperar una
palabra robada: Agricultura. Entrevista a
Jeremías Chauque.
En el corazón frutillero de la provincia de
Santa Fe, a unos 35 kilómetros de la capital
provincial, se encuentra la localidad de
Desvío Arijón. Para el año 2006 el
agronegocio ya había irrumpido en la zona
con su lógica de acaparamiento, sembrando
transgénicos y fumigando agrotóxicos sobre
los campos y sobre la vida del pueblo. Las
consecuencias fueron las de siempre:
enfermedades relacionadas a la exposición
del veneno, precarización, pobreza y éxodo
campesino. Con empresarixs y políticxs
pregonando la necesidad de adaptarse al
progreso, hubo quienes en el pueblo
entendieron que el desvío tenía que
ser hacia otro lado: para pensar en el
futuro, la agricultura tenía que encontrarse
en lo profundo de la propia historia. “Nos
fuimos dando cuenta de que lo último que
se llevan en sus cosechas es nuestra
salud, porque la prioridad es eliminar
antes a su peor ‘maleza’: la memoria, la
cultura, la identidad. Tienen en claro que
un pueblo desheredado es un pueblo de
rodillas y sin capacidad de defenderse. Entonces
comprendimos que la única manera de
defendernos era rebrotando lo que fuimos,
lo que somos. Todas las ‘buenezas’
posibles: los saberes campesinos, la
palabra, la salud, semilla, los aromas,
colores, diversidad, abrazos y todo
aquello que nos fortalecía y fortalece
como sociedad”. El llamado al
pueblo no tardó en hacerse escuchar.
“Desvío a la Raíz, una manera de conjugar
el nombre del pueblo, Desvío Arijón, con
la urgencia de organizarnos y salir a
transitar el camino de regreso, el de la
memoria, a Avanzar retrocediendo.” El
proceso de cambio fue duro. Al salir a
responder contra el avance del modelo sobre
el pueblo comenzaron las persecuciones,
amenazas, causas penales y detenciones,y se
encontraron con más obstáculos que la simple
agresión de las fumigadoras, “porque el
engranaje de este modelo productivo
funciona con varios actores cómplices:
Estado, universidades, medios de prensa,
corporaciones… lo padecimos y lo vivimos
en carne propia”.
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