
Beth Reinhard, Naftali Bendavid, Clara Ence Morse y Aaron Schaffer
El multimillonario neoyorquino John Catsimatidis lleva mucho tiempo involucrado en la política. Pero el año pasado, este magnate republicano del sector inmobiliario y petrolero donó más dinero que nunca: 2,4 millones de dólares, para apoyar a Donald Trump y a los republicanos en el Congreso, casi el doble de lo que había donado en 2016.
John Catsimatidis declaró que sentía una necesidad cada vez más urgente de intentar influir en el curso de la política estadounidense, dadas las importantes divergencias entre los dos partidos.
“Si eres multimillonario, quieres seguir siéndolo”, declaró John Catsimatidis, cuya fortuna neta se estima en 4500 millones de dólares. No se trata solo de su propia riqueza, dijo, y añadió: “Me preocupa Estados Unidos y nuestro estilo de vida”.
En una época marcada por profundas divisiones políticas y una acumulación masiva de riqueza por los estadounidenses más ricos, los multimillonarios están gastando sumas sin precedentes en la política estadounidense. Decenas de ellos han aumentado sus donaciones políticas en los últimos años, lo que ha llevado a un aumento récord de las donaciones de los ultrarricos en 2024. Según un análisis del Washington Post, desde 2000, las contribuciones políticas de los 100 estadounidenses más ricos para las elecciones federales se han multiplicado por casi 140, superando con creces el aumento de los costes de las campañas,.

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En 2000, las 100 personas más ricas del país donaron aproximadamente una cuarta parte del 1 % del coste total de las elecciones federales, según un análisis del Washington Post basado en datos de Open Secrets. En 2024, cubrieron alrededor del 7,5 %, a pesar de que el coste de estas elecciones se había disparado. En otras palabras, aproximadamente 1 de cada 13 dólares gastados en las elecciones nacionales del año pasado fue donado por un puñado de personas que se encuentran entre las más ricas del país.
Durante el último cuarto de siglo, los cambios políticos, jurídicos y económicos han remodelado la relación entre la riqueza y el poder político en Estados Unidos. Los economistas afirman que la riqueza está hoy más concentrada en la cima que en ningún otro momento desde la Edad de Oro (The Journal of Economic Inequality –2022– 20:255-264, estudio de Thomas Piketty, Grabriel Zucman y Emmanuel Saez). Las revoluciones tecnológicas y comerciales de las últimas décadas han creado una riqueza de una magnitud sin precedentes. La evolución de las normas en materia de remuneración de las y los directivos y las políticas de reducción de impuestos aplicadas por las administraciones republicanas y demócratas han contribuido a preservar estas fortunas. Y [o han hecho] mediante tres decisiones históricas, empezando por la de 2010 en el caso Citizens United vs. Federal Election Commission, los tribunales federales eliminaron las restricciones a la financiación de las campañas electorales establecidas tras el escándalo Watergate [1972-1974, que provocó la dimisión de Richard Nixon], allanando así el camino para las contribuciones ilimitadas de los donantes a las elecciones.
En consecuencia, los políticos de Estados Unidos dependen más que nunca de la generosidad de la clase multimillonaria, lo que confiere al 0,02 % de los estadounidenses una influencia extraordinaria sobre el éxito de los políticos y las políticas. Los politólogos y los observadores de la financiación de las campañas electorales también afirman que las colosales sumas gastadas aumentan los costes de las campañas y erosionan la confianza del público en la democracia estadounidense.
En la carrera por el Senado de Arizona en 2022, por ejemplo, el multimillonario y capitalista de riesgo Peter Thiel [que controla, entre otras cosas, Palantir] ayudó a un amigo y antiguo empleado, el novato en política Blake Masters, a ganar unas reñidas primarias republicanas contra el fiscal general saliente y un millonario que se autofinanciaba, inyectando 15 millones de dólares en un super PAC (Comité de Acción Política) que apoyaba su campaña. El asesor político de Masters, Chad Willems, recuerda haber visto el primer anuncio negativo financiado por un super PAC contra un rival.
“Estaba encantado. Es una respuesta honesta”, declaró Chad Willems, aunque añadió que la derrota de Blake Masters frente al senador demócrata saliente, Mark Kelly, que contaba con importantes fondos, demuestra que el apoyo de un multimillonario no garantiza el éxito. «Las cosas se han vuelto mucho más caras, por lo que dependemos mucho más de la recaudación de fondos”.
La exrepresentante Cheri Bustos (Illinois, 2013-2023), que dirigió la campaña de los demócratas a la Cámara de Representantes durante el ciclo electoral de 2020, afirmó que el dinero de una persona –o su capacidad para recaudarlo– es un factor importante cuando los partidos buscan candidatos para cargos electivos.
“Una de las cosas que se examina durante el proceso de selección es la capacidad de recaudar fondos”, afirmó Cheri Bustos. “No se trata solo de ser capaz de financiarse a uno mismo, sino también de tener acceso a personas que puedan aportar contribuciones importantes. ¿Tienes ese tipo de contactos?”.
Las donaciones no son la única forma en que los ultrarricos ganan poder; siguiendo el ejemplo de Trump, algunos multimillonarios ponen su influencia financiera al servicio del cargo público. Al menos 44 de los 902 multimillonarios estadounidenses que figuran en la lista 2025 de la revista Forbes, o sus cónyuges, han sido elegidos o nombrados para cargos públicos a nivel federal o estatal en los últimos diez años, ya sea para puestos de alto nivel en el Gobierno o para puestos menos visibles en comités consultivos, según un estudio realizado por el Washington Post.
Esta poderosa camarilla incluye a Howard Lutnick, un antiguo banquero de negocios que ahora ocupa el cargo de secretario de Comercio de Trump; a JB Pritzker, heredero del imperio hotelero Hyatt, gobernador demócrata de Illinois [desde 2019]; y a Paul Atkins, presidente de la Comisión de Bolsa y Valores [desde 2025 y miembro de 2002 a 2008], casado con una heredera del sector de la construcción de tejados.
Según Forbes, los 902 multimillonarios estadounidenses poseen en conjunto más de 6,7 billones de dólares, la mayor fortuna jamás acumulada por los ultrarricos del país. Hace poco más de diez años, había la mitad de multimillonarios en Estados Unidos, con una fortuna total estimada en 2,6 billones de dólares, ajustada teniendo en cuenta la inflación. Elon Musk, que ya es el hombre más rico del mundo, ha obtenido recientemente una remuneración de un billón de dólares, acompañada de numerosas primas, que los accionistas de Tesla aprobaron [el 7 de noviembre] con el fin de mantenerlo en la empresa durante la próxima década.
En general, los multimillonarios se han unido al Partido Republicano de Trump. Más del 80 % del gasto de la campaña federal de los 100 estadounidenses más ricos en 2024 se destinó a los republicanos, según el Washington Post. El propio Trump recaudó 15 veces más fondos de los 100 estadounidenses más ricos en 2024 que en su primera campaña presidencial, en 2016. A modo de comparación, la demócrata Kamala Harris recaudó tres veces más fondos de los más ricos en 2024 que Hillary Clinton en 2016.

Evolución entre 2000 y 2024 del importe de las donaciones de los 100 más ricos
¿Qué ha cambiado? Los republicanos han considerado durante mucho tiempo Silicon Valley como un bastión del liberalismo en el sentido político [es decir, demócrata]. Pero en los últimos cinco años, muchos magnates de la tecnología se han rebelado contra las críticas y la regulación de su sector por parte de la administración Biden. El año pasado, muchos magnates de la tecnología apoyaron al Partido Republicano, al que consideraban más acorde con sus ideales, a menudo libertarios, y con los intereses económicos de sus empresas. Trump y su partido cortejaron activamente a los líderes influyentes del sector tecnológico, abrazando las criptomonedas y prometiendo limitar la regulación de la inteligencia artificial. Su vicepresidente, JD Vance, trabajó anteriormente como inversor de capital riesgo en San Francisco, donde entabló relaciones con Thiel, el antiguo director ejecutivo de Google, Eric Schmidt, y el inversor de capital riesgo [Andreessen Horowitz] Marc Andreessen [miembro del consejo de administración de Meta].
Musk es el ejemplo más llamativo de este cambio. Contribuyó de manera significativa al aumento del gasto político en 2024, distribuyendo 294 millones de dólares para ayudar a que Trump y otros republicanos fueran elegidos en las elecciones federales y estatales. Decenas de otros multimillonarios del sector tecnológico o financiero se unieron a él, donando colectivamente unos 509 millones de dólares más a los republicanos que a los demócratas.
Se trata de un cambio espectacular con respecto a 2020, cuando los multimillonarios que habían hecho fortuna en el sector tecnológico o financiero donaron unos 186 millones de dólares más a los demócratas que a los republicanos.
El programa radical de Trump en materia de recortes fiscales y desregulación, así como la impresión de que los demócratas han abrazado la extrema izquierda [!], ha llevado a otros multimillonarios a alinearse más con los republicanos, dijo Marc Shuster, un abogado con sede en Miami que representa a multimillonarios y billonarios.
“Creen que la izquierda ha sido secuestrada por Zohran Mamdani”, dijo Marc Shuster, en referencia al recién elegido alcalde socialista demócrata de Nueva York. “Creo que han cambiado de opinión porque el Partido Demócrata, que antes defendía a la clase trabajadora, ahora está impregnado de la ideología de género”.
“La izquierda progresista del Partido Demócrata es un partido socialista”, declaró Thomas Peterffy, fundador de una empresa de corretaje electrónico y cuya fortuna neta asciende a 57 300 millones de dólares, desde una de sus residencias en Aspen, Colorado. “Las personas más ricas son empresarios, y se inclinan por Trump porque entienden que Trump es mucho mejor para una economía próspera”.
John Catsimatidis, un antiguo demócrata que copresenta un popular programa de radio al estilo de Fox News, declaró que no confiaba en los demócratas para gestionar la inmigración ilegal, la delincuencia o la economía.
“Trump toma decisiones sensatas, como lo haría un empresario en nombre de los Estados Unidos de América”, dijo John Catsimatidis durante una cena en el restaurante de carnes situado frente a la emisora de radio que compró hace cinco años por 12,5 millones de dólares. “El país estaba fuera de control”.
Cuando Trump se presentó por primera vez a las elecciones en 2016, se promocionó como alguien cuya fortuna personal lo hacía incorruptible, y prometió romper el poder de las élites de Washington y “drenar el pantano”. Diez años después, muchos estadounidenses, de todos los espectros políticos, dicen a los encuestadores que temen que el país se haya alejado de un equilibrio saludable entre el poder político y el poder económico, entre el voto y el dólar. Una encuesta del Washington Post-Ipsos publicada el 21 de noviembre, realizada en septiembre, reveló que la mayoría de los estadounidenses tienen una opinión negativa de los multimillonarios que gastan más dinero en las elecciones, y aproximadamente un tercio de ellos afirmaron que era “muy malo”.
El senador Bernie Sanders (independiente por Vermont), que lleva décadas alertando sobre la excesiva influencia de los muy ricos, ha encontrado este año un público receptivo, ya que unas 280 000 personas asistieron a sus mítines en la campaña “Fighting Oligarchy” (Lucha contra la oligarquía) en los estados rojos y azules.
“La gente está muy, muy preocupada por la situación actual de nuestro país”, declaró Bernie Sanders en una entrevista. “Esto se debe a la comprensión instintiva de que vivimos en un país en el que la gente corriente tiene dificultades para alimentarse, pagar el alquiler, la asistencia sanitaria, las facturas de electricidad, la comida... mientras que personas como [Elon] Musk, Larry Ellison [que controla Oracle] y otros ganan miles de millones cada día”.
Las gélidas temperaturas obligaron a Donald Trump a celebrar su segunda ceremonia de investidura, el 20 de enero, en el interior, dejando a la intemperie, con frío, a decenas de miles de personas con entrada. Incluso algunos gobernadores y dignatarios extranjeros fueron relegados a zonas abarrotadas.
Pero al menos 17 multimillonarios, cuya fortuna combinada supera 1 billón de dólares, reclamaron los codiciados asientos en la rotonda del Capitolio , una concentración histórica de riqueza que parecía anunciar el advenimiento de una nueva clase de oligarcas estadounidenses, que acudieron a celebrar a un presidente conocido por recompensar públicamente a sus aliados y castigar a sus adversarios.
Los tres hombres más ricos del mundo –Musk, Jeff Bezos de Amazon (propietario del Washington Post) y Mark Zuckerberg de Meta– se sentaron junto a la familia Trump. El quinto hombre más rico del mundo, Bernard Arnault, director general de Louis Vuitton, estaba presente con su esposa y sus dos hijos. Varios otros multimillonarios estaban sentados cerca, entre ellos Tim Cook, director ejecutivo de Apple, Isaac Perlmutter, antiguo propietario de Marvel, y Rupert Murdoch, magnate de los medios de comunicación.
“Era tan llamativo y evidente que son los ricos los que dirigen el país”, declaró el antiguo ejecutivo de Wall Street Morris Pearl [que fue director del fondo de inversión BlackRock], presidente de Patriotic Millionaires, un grupo que aboga por el aumento de los impuestos a los ricos desde la administración Obama y que organizó en abril una conferencia titulada “Cómo derrotar a los oligarcas». «Antes, esto ocurría entre bastidores. ... En ese momento, se hizo tan evidente”.
Los multimillonarios no adquirieron su influencia en Washington de la noche a la mañana. El presidente Bill Clinton cortejó agresivamente a Wall Street y luego firmó un proyecto de ley de desregulación financiera radical y un acuerdo de libre comercio fuertemente respaldado por los estadounidenses ricos. El presidente George W. Bush también se apoyó fuertemente en donantes ricos y luego aprobó recortes de impuestos que beneficiaron a los ricos, así como el programa de rescate de activos tóxicos (Troubled Asset Relief Program, TARP) para rescatar a los grandes bancos. En 2008, Barack Obama se convirtió en el primer candidato a la presidencia de la era posterior al Watergate en rechazar la financiación pública de su campaña, optando por no someterse a los límites de gasto impuestos por el sistema y recaudando en su lugar sumas colosales de donantes privados.
El programa TARP de Bush y el plan de estímulo de Obama para combatir la Gran Recesión de 2008 desencadenaron una reacción populista que persiste aún hoy, allanando el camino para el discurso de Trump de que, a pesar de su riqueza, comparte la ira de los estadounidenses de a pie ante un sistema amañado. Sin embargo, bajo Trump, el primer presidente multimillonario, los ultrarricos se han instalado en los pasillos del Gobierno de forma más abierta que nunca.
El presidente ha nombrado a una docena de multimillonarios en su actual Administración y ha recurrido a Musk, su mayor donante, para supervisar los despidos masivos de funcionarios y funcionarias. El gabinete de Trump es el más rico de la historia de Estados Unidos, con un valor neto global de 7500 millones de dólares, según Forbes. Esto supone más del doble de los 3200 millones de dólares del primer gabinete de Trump y 64 veces la riqueza total del gabinete de Biden.
Este otoño, Trump ha recibido con orgullo, al menos cuatro veces, a multimillonarios en la nueva y dorada Casa Blanca, codeándose con el cofundador de Google Sergey Brin [miembro del consejo de administración de Alphabet], el magnate del petróleo (Continental Resources) Harold Hamm y el gestor de fondos especulativos Bill Ackman. Los estadounidenses más ricos incluso contribuyen a financiar las prioridades de la administración: al menos diez multimillonarios o sus fundaciones familiares han contribuido a una organización sin ánimo de lucro para la construcción de un salón de baile de 300 millones de dólares que Trump añade a la Casa Blanca. Durante el reciente cierre del Gobierno (shutdown), el multimillonario Timothy Mellon habría donado 130 millones de dólares para ayudar a pagar los salarios de los soldados estadounidenses.
Al mismo tiempo, Trump ha defendido un programa de desregulación y reducción de impuestos que beneficia enormemente a los estadounidenses ricos. Bajo la dirección de Musk, el DOGE (que significa Departamento de Eficiencia Gubernamental) ha reducido considerablemente la regulación que controla –y exaspera– a los multimillonarios, así como sus actividades comerciales. El IRS (Internal Revenue Service) ha perdido miles de empleados, lo que, según los organismos de control, obstaculiza los esfuerzos para combatir el fraude fiscal, revirtiendo así la tendencia de expansión prevista por la administración Biden. La Oficina de Protección Financiera del Consumidor (Consumer Financial Protection Bureau), creada para garantizar que las instituciones financieras traten a sus clientes de forma justa, está agonizando. Y el principal logro legislativo de Trump, la Ley One Big Beautiful Bill, fijó tipos impositivos más bajos para las empresas y permitió a los hijos de los superricos heredar 15 millones de dólares libres de impuestos, al tiempo que redujo los programas de Medicaid que benefician a la gente pobre y anciana.
El poder político de los ultra ricos tiene sus límites. Varios multimillonarios, entre ellos Catsimatidis, se unieron para intentar detener a Mamdani, advirtiendo que su elección provocaría un cataclismo económico. Pero Zohran Mamdani ganó, hablando de la oposición de los multimillonarios como un signo de honor. “Podemos responder a la oligarquía y al autoritarismo con la fuerza que temen, y no con la calmna que buscan”, declaró en un apasionado discurso de victoria pronunciado este mes en Nueva York.
Algunos activistas y políticos de izquierda afirman que la creciente influencia de los ultrarricos está convirtiendo a Estados Unidos en una oligarquía. En su discurso de despedida en enero, el presidente Joe Biden advirtió que “se está formando una oligarquía en Estados Unidos, caracterizada por una riqueza, un poder y una influencia extremos”.
El significado de este término no siempre está claro cuando lo utilizan los liberales. La oligarquía, o el gobierno de una minoría, se asocia más a menudo con autocracias como la de Rusia, dirigida por el presidente Vladimir Putin y un pequeño grupo de allegados. En Estados Unidos, este término es adoptado por quienes afirman que los multimillonarios han alcanzado un nivel de poder que consideran incompatible con la democracia tradicional estadounidense.
“Los votantes son cada vez más conscientes del papel que desempeña la riqueza en el sistema político”, afirma Jeffrey Winters, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Northwestern, que ha estudiado a los oligarcas de todo el mundo. “Esto ha desplazado el debate de términos como donantes, contribuyentes y megadonantes hacia oligarcas y oligarquía”.
El discurso antimillonarios ha sido ampliamente adoptado por la corriente dominante del Partido Demócrata, y no solo por su ala izquierda. Cuando el Gobierno cerró sus puertas en octubre, el gobernador de California, Gavin Newsom, publicó un mensaje en el que decía: “Donald Trump quiere que paguen más por su atención médica para poder conceder una rebaja fiscal a sus amigos multimillonarios”. Abigail Spanberger, la gobernadora demócrata electa en Virginia, atacó el apoyo de su oponente a la política fiscal de Trump en un anuncio de campaña, afirmando: “Pagáis más para que los multimillonarios paguen menos”.
Mark Cuban, el inversor multimillonario tejano más conocido por sus apariciones en el reality show “Shark Tank”, declaró que los demócratas deberían moderar su retórica condenatoria hacia los estadounidenses más ricos. “El Partido Demócrata de Biden ha dado la espalda a los empresarios prósperos, y eso se ha vuelto en su contra”, declaró Mark Cuban, cuya fortuna se estima en 5700 millones de dólares.
Sin embargo, Mark Cuban, que apoyó a Kamala Harris para la presidencia, pero declaró no haberle hecho donaciones, también afirmó que, en su opinión, no se debería permitir a los multimillonarios gastar cantidades ilimitadas en política. “O bien la calidad de tus ideas destaca, o bien compras influencia, y prefiero saber que son mis ideas las que cuentan y no el cheque que he firmado”, dijo Mark Cuban, que se describe a sí mismo como independiente. “La gente intenta comprar poder, eso es evidente”.
Algunos republicanos destacados han comenzado a cuestionar los vínculos de su partido con los multimillonarios, en particular con los magnates de la tecnología, a quienes acusan de reprimir las voces conservadoras y de exponer a los niños a contenidos peligrosos en Internet. Cuando varios líderes del sector tecnológico cenaron en la Casa Blanca en septiembre, Stephen K. Bannon, exasesor de Trump y influyente presentador de un programa de debate del movimiento MAGA, se enfureció.
“Solo piensan en ellos”, declaró en su podcast War Room. “Y el día que tropecemos, el día que tropecemos, ellos estarán al otro lado”w.
El senador Josh Hawley (republicano por Misuri) declaró en una entrevista que el Partido Republicano no siempre había respondido adecuadamente a las preocupaciones de la clase trabajadora, aunque añadió que Trump estaba llevando al partido en la dirección correcta.
“Un partido conservador digno de ese nombre es un partido de los trabajadores”. Quiero decir, que es eso lo que debe ser”, declaró Josh Hawley. “¿Qué intentas preservar? Intentas preservar tu casa, tu familia, tu trabajo... En este momento, los trabajadores están realmente siendo atacados”.
Pero dada la creciente influencia de los multimillonarios en la política estadounidense, a los políticos les resulta mucho más fácil denunciarlos que escapar de su influencia.
James Talarico, representante demócrata por el estado de Texas y seminarista presbiteriano, lanzó en septiembre una campaña para el Senado estadounidense utilizando un lenguaje explícitamente cristiano para criticar a los multimillonarios, difundiendo un llamativo anuncio en el que instaba a la gente a “volcar las mesas”, al igual que Jesús expulsó a los prestamistas del templo de Jerusalén.
“Probablemente no haya una directriz más importante en las enseñanzas y el ministerio de Jesús que la preocupación por los pobres y la crítica de la riqueza extrema”, declaró James Talarico en una entrevista. “Nuestra fe reconoce que la acumulación de recursos no solo es perjudicial para tus vecinos, sino también para tu propia salud espiritual y tu bienestar”.
Sin embargo, James Talarico aceptó decenas de miles de dólares en fondos de campaña de un comité de acción política (PAC) favorable al juego, respaldado por Miriam Adelson [propietaria de 32 100 millones de dólares], magnate de los casinos y importante donante republicana. Defendió la aceptación de estas donaciones afirmando que apoyaba la legalización del juego para aumentar los ingresos fiscales para las escuelas públicas.
“No es que nunca me sentaré con un multimillonario o que nunca trabajaré con un multimillonario en un tema”, declaró James Talarico. “Lo único que digo es que debemos cambiar el sistema para que estos multimillonarios tengan mucha menos influencia en nuestro sistema político”.
21/11/2025
Washington Post. Traducido del francés: A l’Encontre
Traducción: viento sur
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