1743 / 25 - La «Doctrina Monroe 2.0» de Trump. Dossier

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Dec 23, 2025, 3:05:25 PM (2 days ago) Dec 23
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RGE 1743 / 25

La «Doctrina Monroe 2.0» de Trump. Dossier

Jorge Heine / 

Michael Fox / 

Ted Snider 

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La «Doctrina Monroe 2.0» de Trump malinterpreta por completo América Latina

Jorge Heine

El «Corolario Trump» a la Doctrina Monroe, «una restauración sensata y potente del poder y las prioridades norteamericanosas, coherente con los intereses de seguridad de los Estados Unidos», que afirma que «el pueblo norteamericano —y no las naciones extranjeras ni las instituciones globalistas— siempre controlará su propio destino en nuestro hemisferio», constituye un componente clave de la Estrategia de Seguridad Nacional 2025 [National Security Strategy, NSS] publicada la semana pasada por la administración de Trump.

Situar al hemisferio occidental en el centro de la prioridad de la política exterior estadounidense supone un cambio significativo con respecto al «giro hacia Asia» iniciado en el primer mandato del presidente Obama.

En principio, es difícil poner objeciones a la idea de que, al retirarse de una agenda global demasiado ambiciosa, los Estados Unidos deban replantearse las prioridades de sus objetivos de política exterior. Por lo tanto, parece sensato volver a centrarse en las Américas. También supone un cambio considerable con respecto a la primera administración de Trump, en la que el presidente solo pisó Latinoamérica una vez, con motivo de la cumbre del G20 celebrada en Buenos Aires en 2018.

Tampoco hay duda de que la región, que todavía intenta recuperarse de la crisis de 2020, cuando sufrió la mayor recesión económica en 120 años (-6,6 %) de acuerdo con la CEPAL de la ONU, podría beneficiarse enormemente del aumento del comercio, la inversión y la cooperación financiera de Estados Unidos. Durante demasiado tiempo, la región ha experimentado un rendimiento inferior al esperado en términos de crecimiento económico. Necesita urgentemente el impulso que podría suponer una política norteamericana seria diseñada para fomentar su desarrollo.

Como muestra el nuevo libro del politólogo Francisco Urdinez, Economic Displacement: China and the End of US Primacy in Latin America (Desplazamiento económico: China y el fin de la primacía estadounidense en América Latina), parte del motivo por el que China ha logrado avances tan significativos en las Américas se debe a la reducción de la presencia norteamericana, especialmente en Sudamérica. Cualquier intento por revertir esta situación debería ser bienvenido.

Dicho esto, el propio término «Corolario Trump» de la Doctrina Monroe recuerda al «Corolario Roosevelt», acuñado por el presidente Theodore Roosevelt a principios del siglo XX para justificar lo que se conoció como la «diplomacia de las cañoneras» norteamericana. Esta última condujo a la invasión y ocupación por parte de los Estados Unidos de varios países de América Central y el Caribe, entre ellos Haití, la República Dominicana, Cuba y Nicaragua.

A medida que los Estados Unidos despliegan su mayor portaaviones, el USS Gerald Ford, y una importante flotilla de buques de guerra adicionales frente a las costas de Venezuela, hunden supuestos «barcos de drogas», matan a sus tripulaciones por acusaciones sin pruebas de contrabando y anuncia que pronto atacarán objetivos en territorio venezolano, se hace especialmente evidente esta asociación con el Corolario Roosevelt.

Gran parte de la atención en la NSS por la renovada adhesión de la administración a la Doctrina Monroe (que provoca una gran oposición en la región, por razones obvias) se ha centrado en su dimensión militar y exige «un reajuste de nuestra presencia militar para hacer frente a las amenazas urgentes en nuestro hemisferio, sobre todo las misiones identificadas en esta estrategia».

Sin embargo, la dimensión económica debería ser igualmente importante. Esto revela una comprensión lamentablemente errónea de la naturaleza de las economías latinoamericanas, de cómo interactúan con el resto del mundo y qué se debe hacer para fomentar el desarrollo de la región.

Nada refleja mejor esto que la última frase de la sección sobre el hemisferio occidental, que afirma que «debemos hacer todo lo posible por expulsar a las empresas extranjeras que construyen infraestructuras en la región». Aunque el documento destaca la importancia de contar con infraestructuras resilientes para la economía norteamericana, en lo que respecta a América Latina, hay una extraña línea argumental que apunta en la dirección opuesta, aparentemente decidida a frenar la expansión de las infraestructuras regionales si las construye una entidad extranjera.

En la era de una economía mundial globalizada e interdependiente, para una región alejada de los principales mercados del mundo, pocas cosas son tan importantes para su competitividad como una infraestructura pública adecuada, es decir, sus puertos, autopistas, túneles, puentes y ferrocarriles. Sin embargo, resulta que esta es también una de las mayores debilidades de la región.

Décadas de inversión insuficiente han dado lugar a un déficit actual de infraestructuras, el cual, según las estimaciones de la Economist Intelligence Unit, requiere una inversión de 250.000 millones de dólares al año entre 2024 y 2028 para subsanarlo. El resultado neto es que los costos de logística y transporte en América Latina alcanzan entre el 14 % y el 18 % por unidad de exportación, en contraste con el promedio de tan sólo el 8 % entre los países miembros de la OCDE.

Esto hace que las exportaciones latinoamericanas, tan vitales para las economías de la región, sean menos competitivas de lo que serían en otras circunstancias, y es una de las razones del bajo crecimiento y el relativo estancamiento de la región.

En este siglo, y especialmente desde 2010, las empresas constructoras chinas han comenzado a reducir este déficit, construyendo puertos, autopistas, ferrocarriles y metros en toda la región. Un ejemplo claro de ello es el puerto peruano de Chancay, el más moderno de la costa oeste de Sudamérica, construido por la empresa china COSCO con un coste de 1.300 millones de dólares e inaugurado por el presidente Xi en noviembre de 2024.

No cabe duda de que la referencia citada anteriormente en la NSS tiene por objeto impedir que las empresas chinas sigan actuando. Además, la NSS amplía esta noción más allá de las infraestructuras al afirmar que «negaremos a los competidores no hemisféricos la capacidad de posicionar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o de poseer o controlar activos estratégicamente vitales» (el énfasis es mío). Esto, por supuesto, podría significar cualquier cosa, desde presas y centrales eléctricas hasta recursos minerales clave, lo que obstaculizaría la inversión extranjera directa procedente de cualquier lugar fuera de América.

Este enfoque plantea varios problemas. En primer lugar, ignora el hecho de que la parte del mundo que más rápido crece y más dinámica es hoy en día Asia, y que China es la segunda economía más grande del mundo. Esto significa, por definición, que muchas zonas del mundo, incluida América Latina, han experimentado y van a experimentar un aumento de los flujos comerciales y de inversión con ella (China ya es el primer socio comercial de Sudamérica). Intentar detener esto es equivalente a intentar impedir que salga el sol.

En segundo lugar, ignora el hecho de que, desde hace décadas, las empresas constructoras estadounidenses se han abstenido de participar en licitaciones para proyectos de infraestructura en América Latina porque los consideran demasiado pequeños, o por otras razones. Es poco probable que esto cambie debido a la presión del Gobierno norteamericano. Hace unos años, un Gobierno colombiano conservador estaba dispuesto a adjudicar el contrato para la construcción del metro de Bogotá a una empresa estadounidense. Sin embargo, descubrió que no hay empresas norteamericanas que construyan metros. En 2019, adjudicó, por el contrario, la licitación a una empresa china.

Por otra parte, los costes de las empresas constructoras europeas suelen ser demasiado elevados, lo que las hace a menudo poco competitivas. No es de extrañar que las empresas chinas estén obteniendo buenos resultados y ganando licitaciones para muchos de los proyectos de infraestructura que tanto se necesitan.

Una de las razones por las que los latinoamericanos siguen emigrando a los Estados Unidos es el subdesarrollo de la región y la consiguiente falta de oportunidades económicas para su población. La idea de que la mejor manera de detener estos flujos migratorios consiste en bloquear los intentos de reducir el enorme déficit de infraestructura de la región y mantenerla así en una situación de subdesarrollo perpetuo constituye una propuesta insostenible.

En el nuevo siglo (a diferencia de 1823, cuando se proclamó originalmente la Doctrina Monroe), las naciones latinoamericanas han diversificado sus vínculos internacionales, interactúan con el mundo y se benefician de los consiguientes flujos comerciales, de inversión y de cooperación financiera procedentes de todo el planeta, como corresponde a una era de interdependencia. Es inútil intentar dar marcha atrás bloqueando los flujos de inversión de las llamadas «potencias extrahemisféricas». El tren ya ha partido.

Responsible Statecraft, 9 de diciembre de 2025

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La Doctrina Monroe 2.0 de Trump esboza sus intenciones imperiales para América Latina

Michael Fox

El miércoles 10 de diciembre, Donald Trump anunció que los Estados Unidos habían confiscado un petrolero en el Caribe que transportaba más de 1,6 millones de barriles de crudo venezolano.

«Un petrolero grande, muy grande, el más grande hasta ahora, y están sucediendo otras cosas», declaró Trump a la prensa.

La incautación no es más que la última medida de una larga serie de acciones militares norteamericanas en el Caribe y de crecientes amenazas de los Estados Unidos contra Venezuela y su presidente, Nicolás Maduro.

Trump afirma, sin pruebas, que Maduro es el líder de un grupo terrorista internacional que introduce drogas en los Estados Unidos. Ha afirmado que los días de Maduro están contados.

En los últimos tres meses, los Estados Unidos han atacado al menos 22 presuntas “embarcaciones de drogas” en el Caribe y el Pacífico, matando a más de 80 personas. La campaña es la primera acción letal unilateral  que el ejército norteamericano ha emprendido en América Latina desde la década de 1980.

Los Estados Unidos han acumulado ahora el mayor despliegue militar en el Caribe en decenas de años, incluyendo el buque de guerra más grande del mundo, el portaaviones norteamericano USS Gerald R. Ford. Quince mil soldados norteamericanos están estacionados en la región, listos para actuar.

En respuesta a la noticia de la incautación del petrolero, el senador demócrata Chris Coons declaró a NewsNation que le «preocupa profundamente que [Trump] nos esté llevando como sonámbulos a una guerra con Venezuela».

Hasta el Congreso se ha mostrado sorprendido por la forma en que la Administración ha llevado a cabo sus ataques contra las embarcaciones. Sin embargo, un nuevo documento ofrece información sobre el proceso de pensamiento que hay detrás de las amenazas y acciones de Trump en la región.

El 4 de diciembre, la Casa Blanca publicó un documento de 33 páginas titulado Estrategia de Seguridad Nacional [National Security Strategy. National Security Strategy – NSS]. En él se exponen los objetivos militares y las estrategias de política exterior de los Estados Unidos para el mundo.

«En todo lo que hacemos, ponemos a los Estados Unidos primero», se lee en la página 2. «Este documento es una hoja de ruta para garantizar que los Estados Unidos sigan siendo la nación más grande y exitosa de la historia de la humanidad».

La Estrategia de Seguridad Nacional condena la política exterior norteamericana desde el final de la Guerra Fría. Defiende la economía y el ejército de los Estados Unidos y afirma que este país «debe ser preeminente» en América y en todo el mundo. Si hay un principio general, es el concepto de «paz por medio de la fuerza».

«La fuerza es el mejor elemento disuasorio. Los países u otros actores que se sientan suficientemente disuadidos de amenazar los intereses norteamericanos no los amenazarán, se lee en el documento. «Los Estados Unidos deben mantener la economía más fuerte, desarrollar las tecnologías más avanzadas, reforzar la salud cultural de nuestra sociedad y contar con el ejército más capaz del mundo».

En primer plano se encuentra el hemisferio occidental. Es la primera región que se menciona en el documento; China no aparece hasta la página 23. La prioridad y el enfoque en las Américas marcan claramente un cambio en la atención de los Estados Unidos hacia otras partes del mundo.

Hay un detalle en el documento que destaca más que ningún otro: la referencia a un nuevo «Corolario Trump» a la Doctrina Monroe. Esto se menciona dos veces: primero se incluye entre los objetivos generales de la política y luego, de nuevo, en la sección sobre el hemisferio occidental.

El término «corolario» puede parecer una elección extraña para describir la postura de Trump en materia de política exterior, pero en realidad es un claro guiño histórico a un momento en el que la Doctrina Monroe se utilizó para justificar las acciones militares generalizadas de los Estados Unidos en la región.

Hoy, los analistas creen que es este el rumbo por el que nos encaminamos de nuevo.

El corolario Roosevelt

Cuando el presidente norteamericano James Monroe pronunció su discurso sobre el estado de la Unión el 2 de diciembre de 1823, incluyó en él la formulación de una posición de política exterior que se conocería como Doctrina Monroe.

En esencia, la doctrina era un mensaje dirigido a los países europeos tras la independencia de la mayoría de los países de América: las potencias extranjeras no tenían derecho a interferir en la política de las nuevas naciones independientes del hemisferio occidental.

La «doctrina» la aplaudieron muchos líderes independentistas del hemisferio occidental, entre ellos Simón Bolivar.

Sólo que, para principios del siglo XX, Estados Unidos había ganado en importancia, poder y ambición. El «Corolario Roosevelt» de 1904 del presidente Theodore Roosevelt reinterpretó ampliamente la Doctrina Monroe, convirtiéndola esencialmente en una herramienta para justificar la intervención de los Estados Unidos en toda la región.

«Cualquier país cuyo pueblo se comporte adecuadamente puede contar con nuestra sincera amistad», afirmaba el Corolario Roosevelt. «Las malas prácticas crónicas o la impotencia que dan lugar a un debilitamiento general de los lazos de la sociedad civilizada pueden requerir, en América como en cualquier otro lugar, la intervención de alguna nación civilizada. Y en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe puede obligar a los Estados Unidos, aunque sea de mala gana, a ejercer el poder policial internacional en casos flagrantes de malas prácticas o impotencia».

Los Estados Unidos ejercerían precisamente ese poder policial: desplegaría marines, invadiría y ocuparía países, intervendría una y otra vez en todo el continente americano, con el pretexto de la estabilidad y la seguridad, mientras promovía los intereses norteamericanos.

«Lo que básicamente dice Teddy Roosevelt es que nuestro objetivo sigue siendo mantener alejados a los europeos. Pero para ello, vamos a ser proactivos. Vamos a ser unilaterales», afirma Alan McPherson, profesor de Historia Latinoamericana en la Universidad del Temple. «Vamos a ser una especie de policía de barrio. Y el barrio será nuestro vecindario. Será el Caribe».

«Vamos a patrullarlo, a andar con cuidado y a llevar un gran garrote», comenta McPherson. «Y vamos a mantener este género de poder policial internacional para mantener alejados a los extranjeros. Pero a veces hay que hacerlo con antelación».

En los años siguientes, los Estados Unidos invadirían y ocuparían la República Dominicana, Cuba, Nicaragua, Haití y muchos otros países, con el pretexto de la Doctrina Monroe.

Escribía Walter LaFeber, distinguido historiador de la política exterior norteamericana, que se llegó  «a un punto en que los marines norteamericanos se hicieron conocidos en la zona como «tropas del Departamento de Estado», porque siempre intervenían para proteger los intereses y la política del Departamento de Estado en el Caribe».

El corolario de Trump

El uso que hace Trump de la palabra «corolario» no es casual. Es una reafirmación directa del retorno a la Doctrina Monroe, según la cual los Estados Unidos ejercen su poder militar, político y económico para alcanzar sus objetivos en la región. Aunque esos objetivos aún pueden parecer poco claros, el corolario de Trump se lee como una velada amenaza contra los países que podrían no estar dispuestos a plegarse a los intereses norteamericanos.

«Afirmaremos y aplicaremos un «Corolario Trump» a la Doctrina Monroe», afirma el documento de la Estrategia de Seguridad Nacional. «Queremos garantizar que el hemisferio occidental siga siendo razonablemente estable y esté lo suficientemente bien gobernado como para prevenir y desalentar la migración masiva a los Estados Unidos; queremos un hemisferio cuyos gobiernos cooperen con nosotros contra los narcoterroristas, los cárteles y otras organizaciones criminales transnacionales; queremos un hemisferio que siga libre de incursiones extranjeras hostiles o de la propiedad de activos clave, y que apoye las cadenas de suministro cruciales; y queremos garantizar nuestro acceso continuo a lugares estratégicos clave».

Los analistas afirman que en los últimos meses las acciones visibles de la administración de Trump respecto a América Latina —la incautación del petrolero, los ataques a embarcaciones, las amenazas de guerra con Venezuela, la intervención en las elecciones de Honduras, los aranceles a Brasil— encajan en esta categoría.

Alexander Aviña, profesor asociado de Historia Latinoamericana de la Universidad Estatal de Arizona, explica que, para él, la Estrategia de Seguridad Nacional es «una señal de que el equipo de Trump ha evaluado de forma realista que no pueden competir ni dominar militar o económicamente a China».

«Por lo tanto, la forma de enfrentarse a China es reducir el poder y el dominio de los Estados Unidos en las Américas. No hay más espacio ni tolerancia para un gobierno alternativo o ideas de gobernanza como las que representan quizás lugares como Venezuela o Brasil», donde los gobiernos de izquierda no están dispuestos a someterse a las exigencias de los Estados Unidos, declara Aviña a Truthout. En julio,  Trump anunció un arancel del  50 % sobre todos los productos brasileños, citando un juicio contra el aliado de Trump, el expresidente Jair Bolsonaro, por intentar llevar a cabo un golpe de Estado tras las elecciones brasileñas de 2022.

«Se trata simplemente del poder absoluto de los Estados Unidos», afirma Aviña.

En momentos de derrota o debilidad, los Estados Unidos han vuelto a centrar su atención en dominar el hemisferio. Así ocurrió tras la guerra de Vietnam. A principios de la década de 1980, Centroamérica era el principio objetivo de la política exterior norteamericana, que gastaba miles de millones de dólares al año en políticas intervencionistas en toda la región, respaldando a sanguinarios dictadores autoritarios y entrenando y apoyando a grupos paramilitares que luchaban contra los gobiernos de izquierda.

El aislacionismo, en el caso de los Estados Unidos, no significa realmente aislamiento. Significa que los Estados Unidos vuelven a centrar su atención en su propio hemisferio y redoblan sus esfuerzos en los países que desde hace tiempo consideran su patio trasero.

«Si pensamos históricamente en el momento del llamado aislacionismo norteamericano en América Latina», dice Aviña, «en realidad fue un período de constante intervención militar estadounidense con 34 invasiones», que se prolongó desde finales del siglo XIX hasta mediados de la década de 1930.

Al igual que el Corolario Roosevelt, el cual se utilizaría durante años, a partir de 1904, para justificar una intervención tras otra en toda la región, la nueva Estrategia de Seguridad Nacional es un medio para justificar las políticas, amenazas y ataques que Trump pueda desatar en toda la región.

«Va a llevar un tiempo digerirlo todo, pero es fácil pensar en esto como un retorno al imperialismo, una especie de neoimperialismo, en el que los Estados Unidos utilizan su fuerza militar para conseguir lo que quieren», ha declarado McPherson a Truthout. «La Estrategia de Seguridad Nacional que acaba de hacer pública la Administración Trump dice, en esencia, que vamos a utilizar nuestro ejército para sacar más provecho de América Latina».

Esto incluye los recursos naturales y los mercados. No es casualidad que Venezuela sea el principal objetivo de Trump. Venezuela es uno de los gobiernos de izquierda más antagónicos frente a los intereses norteamericanos en la región y el país con las mayores reservas probadas de petróleo del planeta, justo al otro lado del Caribe, frente a los Estados Unidos.

McPherson afirma que el objetivo del corolario se cifra más una intensificación del neoliberalismo que un simple retorno al pasado. «Lo que realmente se desprende de la Estrategia de Seguridad Nacional, al menos en lo que respecta a América Latina, es que la prioridad del Gobierno norteamericano son las empresas estadounidenses», afirmó McPherson. «Lo que este Gobierno está diciendo esencialmente es que los gobiernos son marionetas neoliberales de las empresas. Y por eso tenemos que aplicar esto a la política exterior».

Los aliados de Trump están entusiasmados con la idea de que las empresas norteamericanas vivan un momento de esplendor si se derriba al presidente venezolano, Nicolás Maduro. «Venezuela será, para las empresas petroleras norteamericanas, un festín», es lo que declaró María Salazar, la congresista republicana por Florida, Fox Business, en una entrevista a finales de noviembre, en la que pidió que los Estados Unidos aumentaran la presión para derrocar al presidente Maduro. «Este es el objetivo número uno de esta administración desde el punto de vista económico».

«Es pura extracción», asevera Aviña. «Es como ese tuit de Elon Musk sobre cómo intervendremos en Bolivia para conseguir todo el litio que queramos cuando queramos».

Bolivia alberga una de las mayores reservas del planeta de litio, un ingrediente clave en las baterías de ion de litio, que alimentan los vehículos eléctricos fabricados por Tesla, la empresa de Elon Musk.

«¡Daremos un golpe de Estado contra quien queramos! Aceptémoslo», es lo que tuiteó Elon Musk en julio de 2020, tras el golpe de Estado de 2019 contra el presidente Evo Morales.

Atrás quedaron los pretextos norteamericanos de difundir la democracia, defender el bien de la humanidad o construir la civilización.

«Aparece este tipo [Trump] y dice: «No voy a perder el tiempo con eso. Se trata de puro revanchismo y poder. Y si no haces lo que te decimos, te lo haremos pagar»», comenta Aviña. «Creo que por eso resulta difícil definir qué es un corolario de Trump, aparte del «haz lo que te decimos»».

Hay otra forma en que algunos expertos ven la política exterior de Trump y la nueva Estrategia de Seguridad Nacional: un repudio del orden internacional liberal establecido tras la Segunda Guerra Mundial y un retorno a una idea del siglo XIX en torno a los centros de poder.

«Trump cree que estas grandes potencias [Rusia, China y Estados Unidos] tienen derecho a disfrutar de sus propias esferas de influencia», comenta a Truthout Rafael Ioris, profesor de Historia Latinoamericana de la Universidad de Denver. «Y en lo que respecta a los Estados Unidos, esa región es, por supuesto, el hemisferio occidental, lo que no augura nada bueno para América Latina».

«No es del todo sorprendente, dada la lógica de la extrema derecha, pero sí lo es en cierta medida porque no se ha visto realmente en el siglo XXI».

El profesor Alexander Aviña afirma que, en una escala del 1 al 10, le preocupa mucho la creciente posibilidad de una intervención directa de los Estados Unidos en América Latina.

«Estamos en un 7 u 8», declaró a Truthout. «Si bien se mira, los Estados Unidos no se han implicado tantas veces directamente de forma militar en Latinoamérica desde el final de la Segunda Guerra Mundial. República Dominicana en 1965. La invasión de Granada en 1983. Panamá, en 1989. Así que el hecho de que estemos donde estamos ahora... Es un momento realmente aterrador que esperamos poder evitar de alguna manera».

Truthout, 12 de diciembre de 2025

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La estrategia de Trump sobre Venezuela está plagada de dudas

Ted Snider

Según se ha informado, Donald Trump mantuvo una conversación telefónica sorpresa con el presidente venezolano Nicolás Maduro la semana pasada. Días después, el Departamento de Estado de los EE. UU. designó oficialmente como organización terrorista extranjera al Cártel de los Soles de Venezuela y, además, declaró que Maduro es el jefe de dicha organización terrorista extranjera.

Por lo tanto, dado que el Cártel de los Soles es «responsable de la violencia terrorista en todo nuestro hemisferio, así como del tráfico de drogas destinado a los Estados Unidos», la primera afirmación sitúa la guerra con Venezuela en el orden del día, y la segunda pone también un golpe de Estado contra Maduro.

Solo hay un problema: la administración Trump está teniendo dificultades para convencer a sus propias agencias y a sus socios internacionales más cercanos de cualquiera de las dos afirmaciones. Tampoco les ha convencido de que Venezuela sea un Estado «narcoterrorista», ni de que la solución de Trump al problema —bombardear pequeñas embarcaciones que supuestamente transportan fentanilo y otras drogas a los Estados Unidos— sea legal.

El problema de designar al Cártel de los Soles como organización terrorista es que no existe nada parecido al Cártel de los Soles tal y como lo describe la administración Trump. Como informa The New York Times, «el Cártel de los Soles no es una organización literal», sino «una figura retórica». Se trata de una referencia burlona, con tres décadas de antigüedad, a la insignia del sol que llevan los generales venezolanos y a los oficiales militares que se corrompieron con el dinero de la droga.

«No existe nada semejante a una reunión de la junta directiva del “Cártel de los Soles”. No existe tal cosa. La organización no existe como tal», es lo que declaró Phil Gunson, analista senior del International Crisis Group, al diario The Times.

Además, Jeremy McDermott, cofundador de InSight Crime, un grupo de expertos que se centra en la delincuencia y la seguridad en América Latina, afirmó: «El Cártel de los Soles se convirtió en una expresión genérica para referirse al narcotráfico integrado en el Estado, pero no se trata de una organización integrada: la mano izquierda no sabe lo que hace la derecha. No es en absoluto una organización per se», afirma, y añade: «Si vas a ir a la guerra, el lenguaje importa».

Además, los analistas de inteligencia no están de acuerdo en que Maduro sea «jefe» de ningún cartel, y mucho menos de uno que no existe.

Un memorándum de “sentido de la comunidad”  del 26 de febrero sobre otra organización designada como terrorista por Trump, la banda criminal Tren de Aragua (TDA), en el que se recopilaban las conclusiones de las 18 agencias de la comunidad de inteligencia norteamericana bajo la Oficina del Director de Inteligencia Nacional, concluía que el TdA «no actuaba bajo las órdenes de la administración de Maduro y que, por el contrario, ambas partes se mostraban hostiles entre sí».

Al parecer, según el Times, la oficina del Director de Inteligencia Nacional pidió a un analista de inteligencia de alto rango que “reconsiderase” el análisis de febrero y ofreciera una nueva evaluación. El nuevo memorándum, con fecha del 7 de abril, «confirmaba la valoración original de la comunidad de inteligencia» y seguía contradiciendo la afirmación de la administración sobre Maduro, concluyendo que «el régimen de Maduro probablemente no tiene una política de cooperación con el TdA y no está dirigiendo los movimientos y operaciones del TdA en los Estados Unidos».

La comunidad de inteligencia mantuvo en ese memorándum que «no ha observado que el régimen dirija el TdA». En cambio, el memorándum concluye que «los servicios de inteligencia, militares y policiales venezolanos consideran al TdA como una amenaza para la seguridad y actúan contra ella de manera que es muy improbable que ambas partes cooperen de forma estratégica o coherente».

Sin embargo, el nuevo memorándum añadía una visión más matizada de la posición del FBI, que estaba de acuerdo con la evaluación, pero discrepaba al afirmar que algunos elementos del Gobierno venezolano ayudan a facilitar la migración de los miembros de la banda TdA a los Estados Unidos y los utilizan como representantes para promover los objetivos del régimen.

Semanas después del segundo informe, se despidió a Michael Collins, presidente en funciones del Consejo Nacional de Inteligencia, y a Maria Langan-Riekhof, su adjunta. La Oficina del Director de Inteligencia Nacional ha negado que tuviera nada que ver con los memorandos y solo ha dicho que «la directora (Tulsi Gabbard) está trabajando junto al presidente Trump para poner fin a la instrumentalización y politización de la comunidad de inteligencia». Sin embargo, una persona familiarizada con la situación declaró a Reuters que «está claro que Collins fue despedido simplemente por hacer su trabajo».

Los Estados Unidos no ha tenido más éxito a la hora de convencer a sus socios de que Venezuela sea siquiera una fuente significativa de fentanilo u otras drogas que entran en Estados Unidos.

Funcionarios norteamericanos actuales y anteriores afirman que la mayoría de los barcos interceptados por el ejército estadounidense se encontraban en el paso entre Venezuela y Trinidad y Tobago, un paso que no se utiliza para transportar fentanilo ni otras drogas a los Estados Unidos. La marihuana predomina, con el 80 % de las drogas que circulan por ese paso, y la mayor parte del resto es cocaína. Y esas drogas no se dirigen a los Estados Unidos, sino a África Occidental y Europa.

Según la Administración para el Control de Drogas de los Estados Unidos, el 90 % de la cocaína que transita hacia Estados Unidos entra por México, no por Venezuela. Y Venezuela no es una fuente de fentanilo. El Informe Mundial sobre las Drogas 2025 de la UNODC evalúa que Venezuela «ha consolidado su condición de territorio libre del cultivo de hoja de coca, cannabis y cultivos similares» y que «solo el 5 % de las drogas colombianas transitan por Venezuela».

Hasta la fecha, se han producido al menos veinte ataques contra embarcaciones que supuestamente transportaban drogas, y 80 personas han sido asesinadas sin haber sido acusadas ni juzgadas. Existen serias preocupaciones internas sobre la legalidad de esos ataques. Hegseth se encuentra en una situación delicada esta semana por si ordenó o no un segundo ataque letal contra una embarcación, en el que murieron los supervivientes.

El 16 de octubre, el almirante Alvin Holsey, jefe del Comando Sur de Estados Unidos, que supervisa todas las operaciones en América Central y del Sur, anunció que dimitía en medio de informes sobre «tensiones políticas reales en relación con Venezuela» entre el almirante y el secretario de Defensa, Pete Hegseth. Funcionarios estadounidenses actuales y antiguos afirman que Holsey «había expresado su preocupación por la misión y los ataques a las supuestas embarcaciones narcotraficantes».

El Washington Post informa de que la Administración Trump «ha ignorado o eludido repetidamente a los abogados del Gobierno que cuestionaban la legalidad de esta política provocadora». Al igual que los militares y los funcionarios de inteligencia, muchos abogados y funcionarios preocupados «abandonaron el Gobierno o fueron reasignados o destituidos».

Muchos de los principales aliados de Estados Unidos ya no están convencidos. El Reino Unido ha dejado de compartir información de inteligencia con los Estados Unidos sobre las embarcaciones sospechosas de tráfico de drogas frente a las costas de Venezuela, pues cree que los ataques «violan el Derecho internacional». El Reino Unido es uno de los aliados más cercanos de Estados Unidos y uno de sus socios más importantes en el intercambio de datos de inteligencia. Cuenta con muchos activos de inteligencia en el Caribe.

Y el Reino Unido no es el único aliado cercano que ha tomado medidas al respecto. Canadá, que tradicionalmente ha ayudado a los Estados Unidos a interceptar a los narcotraficantes en el Caribe, también ha notificado a los Estados Unidos que no quiere que su inteligencia se utilice para ayudar a localizar embarcaciones para ataques mortales. Canadá afirma que el intercambio de datos de inteligencia en la región es «independiente y distinto» de estos ataques y que Canadá «no participa» en los ataques norteamericanos contra buques venezolanos.

Jean-Noël Barrot, ministro de Asuntos Exteriores de Francia, también ha dicho que Francia está preocupada porque los ataques «violan el Derecho internacional». Y las autoridades neerlandesas habían restringido ya anteriormente el intercambio de datos de inteligencia con los Estados Unidos por temor a que la «politización de la información de inteligencia» pudiera utilizarse para «violar los derechos humanos».

Colombia también ha dejado de compartir información de inteligencia también ha dejado de compartir información de inteligencia con Estados Unidos «porque estaríamos colaborando con un crimen contra la humanidad».

Si no se puede convencer a otras naciones —ni a tu propia gente— del derecho a utilizar la fuerza militar, tal vez sea un error utilizarla. Parece que Trump tiene mucho más que hacer para poder persuadir.

Responsible Statecraft, 5 de diciembre de 2025

 
es investigador no residente del Quincy Institute y fue profesor investigador en la Pardee School of Global Studies de la Universidad de Boston. Estudió en las universidades de Chile (Santiago), York (Inglaterra) y Stanford (California), ha sido ministro del gobierno chileno y embajador en China, India y Sudáfrica. Es coautor de un libro reciente, “The Non-Aligned World: Striking Out in an Era of Great Power Competition” (Polity Press, 2025).
 
periodista especializado en Latinoamérica, fue director de NACLA Report on the Americas y elabora podcasts como Panamerican Dispatch, Under the Shadow (sobre las intervenciones norteamericanas en la región), Brazil on Fire y Stories of Resistance.
 
columnista habitual sobre política exterior e historia de los Estados Unidos en Antiwar.com y The Libertarian Institute, colabora frecuentemente con Responsible Statecraft y otros medios.
Fuente:
Responsible Statecraft, 5 y 9 de diciembre de 2025; Truthout, 12 de diciembre de 2025


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