
Viernes 10 de octubre de 2025. El jueves por la mañana, alrededor de la 1:30 de la madrugada, recibí una llamada telefónica de mi amigo Hekmat, un colega de la Casa de la Prensa que me dijo: “Según las filtraciones de las negociaciones de Sharm El-Sheikh, probablemente habrá un acuerdo entre Hamás e Israel en las próximas horas, y un alto el fuego”. Como tengo una mala conexión a Internet en Nusseirat, adonde tuve que desplazarme una vez más, especialmente por la noche, cuento mucho con Hekmat para obtener información, ya que está en una zona mejor cubierta. Siguió llamándome cada diez minutos. Alrededor de las 2 de la mañana, me dijo: “Aparentemente está aprobado”.
Experimenté una sensación extraña. Primero un alivio. Vi a Sabah, Walid y Ramzi dormir en sus colchones en el suelo, y me dije: “Dos años después, seguimos vivos”. Es una gran hazaña formar parte de las y los supervivientes de este genocidio. No pude evitar despertar a Sabah para decirle: "¡La guerra ha terminado!” Ella me respondió: "¡Deja de bromear!” No quería creerlo. Insistí: "¡Que sí, hay un acuerdo! Veremos más adelante los detalles, pero en lo inmediato, hay un alto el fuego”. Vi las lágrimas de alegría brillar en sus ojos. Un sentimiento de euforia, como cualquier persona que esperaba la muerte y que se entera de que finalmente seguirá viviendo.
La alegría se mezclaba con la prudencia
Por supuesto, cientos de miles de habitantes de Gaza han perdido a sus amigos, familiares, hijos, padres. Pero incluso con estas inmensas pérdidas, el hecho de mantenerse con vida, de escapar por ahora de la apisonadora israelí que nos empuja hacia el sur, es una gran hazaña para la población de Gaza. Intenté enviar mensajes a tantas personas como pude, a pesar de la mala conexión. Quería compartir la noticia. Todo el mundo lo esperaba, no solo en Gaza, sino en todo el mundo. Todas las personas que quieren justicia para el pueblo palestino.
No pude volver a dormirme, obviamente, y el día fue largo. Como sabía que iba a estar solicitado por muchos medios de comunicación, me fui a Deir El-Balah, donde se encuentra la Casa de la Prensa. Era la primera vez que volvía allí desde que volví a mi apartamento en la ciudad de Gaza.
Cogí un remolque de ganado, una carreta tirada por un coche en un estado penoso. Como hacía antes, tomé el pulso de la opinión escuchando las conversaciones de los viajeros que se amontonaban allí. Evidentemente, solo se hablaba del alto el fuego. La alegría se mezclaba con mucha prudencia. “Todavía no está hecho”, decía un pasajero. Los demás aprobaron. No olvidamos las malas experiencias. El alto el fuego de enero, ya concluido bajo la presión de Trump, fue violado unilateralmente por Netanyahu en marzo, y el genocidio se reanudó. Varios acuerdos entre Hamás y los israelíes han fracasado. Además, los bombardeos han tenido lugar cerca de donde vivo ahora, junto al corredor de Netzarim, a la entrada de Nusseirat.
Unos jóvenes decían que no querían volver al Norte de inmediato. “La última vez que lo intentamos, durante el último alto el fuego, nos bombardearon”. También había una señora que tuvo que abandonar su casa en la calle Al-Nafaq, en la ciudad de Gaza. Era profesora, su marido trabajaba en la UNRWA. Esperaba que el alto el fuego le permitiera volver a casa, “pero no sé si mi casa sigue en pie”. Su barrio, Cheikh Radwan, fue blanco de las enormes bombas rodantes, viejos vehículos blindados teledirigidos y llenos de explosivos. Intentó comprobarlo en imágenes de satélite, que se pueden consultar en la red, pero no pudo ver su casa, y no tiene más información. Espera el final de la guerra debido al agotamiento moral, pero también financiero. “Su marido gana 1.700 dólares en la UNRWA, un buen salario en Gaza, “pero solo cobramos la mitad, debido a los cambiadores”. El salario de su marido se paga en su cuenta en Ramala. Pero como ya he dicho, el dinero en efectivo es escaso aquí. Los bancos han cerrado y solo los “cambiadores”, en relación con los bancos de Ramallah, tienen efectivo. Se les transfiere una suma, y para pagar el efectivo cobran una comisión del 35 al 50%, según los períodos. A la profesora le gustaría encontrar un alojamiento para alquilar en Nusseirat, pero los propietarios piden pagar el alquiler en efectivo. La pareja tiene dificultades para comprar fruta para sus hijos y nietos. Así que maldice a los “especuladores de la guerra”.
Otra dimensión de tristeza
Otro pasajero del remolque, un joven comerciante, se sintió atacado y quiso defenderse. Vende productos de higiene, incluidos pañales para bebés. Últimamente, los hemos visto entrar por primera vez en mucho tiempo, pero a precios muy altos. Se quedó con una parte para su hija, a pesar del precio. Lamenta que cientos de miles de personas no puedan permitírselos.
“Pero no somos especuladores. Compramos la mercancía por transferencia bancaria, y también vendemos por transferencia bancaria. Hacer entrar la mercancía, cuando las terminales están abiertas, cuesta mucho dinero. Hay que pagar al mayorista y a los equipos de protección de camiones, de lo contrario son saqueados... Por eso la mercancía es cara. Tenía mejores beneficios antes de la guerra, cuando vendía a precios normales, porque tenía muchos clientes”.
Así fueron las conversaciones en el remolque, entre protestas por la falta de todo y las tenues esperanzas de volver a la normalidad. Un grupo de jóvenes se preguntaba si sus primos seguirían vivos o si habrían muerto bajo los escombros. Permanecieron en la ciudad de Gaza a pesar de la reciente orden de evacuación. No hay noticias de ellos desde entonces. Los jóvenes esperaban el alto el fuego para ir a ver. “Y si están muertos, los enterraremos dignamente”. Así funciona la muerte en Gaza.
Se necesitará más que un alto el fuego para disipar la incertidumbre que nos ha roído durante dos años. La incertidumbre de los bombardeos, de los desplazamientos, del asedio, de tener algo para comer o no. Ya no podemos pensar ni tomar decisiones. Y luego, incluso si este alto el fuego es real, pasaremos a otra dimensión de tristeza.
Una segunda guerra a la que vamos a enfrentarnos
Gaza no va a curar las heridas, las va a reabrir. Volveremos a enterrar a nuestros muertos que están bajo los escombros, volveremos a ver nuestras casas que han sido destruidas con todos nuestros recuerdos, todos nuestros amigos, toda nuestra vida.
Nos vamos a enfrentar a una segunda guerra. Pero siempre con incertidumbre. Netanyahu podrá violar el alto el fuego o el acuerdo en cualquier momento. Cuando llegué a la oficina, hice varias intervenciones para radios y televisores. Me encontré con otros invitados, uno en Israel, otro en París, que decía que había que detener el terrorismo de Hamás, que todo esto era por culpa de Hamás, que todo había comenzado el 7 de octubre de 2023. Siempre lo mismo: cuando eres israelí, ves las cosas al revés. No ven que son los ocupantes, no ven que han arrebatado la tierra de los demás. No ven que siguen expandiéndose y tomando las tierras de los demás. No ven que están torturando a los demás, bombardeando a los demás. He hablado de genocidio, eso no ha gustado. Luego he añadido:
“Lo que queremos, los palestinos, es justicia. La justicia está definida por el derecho internacional. Las Naciones Unidas han dicho que se estaba produciendo un genocidio. La Corte Penal Internacional ha emitido una orden de detención contra Netanyahu por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad. Las resoluciones de la ONU dicen que los palestinos tienen derecho a la autodeterminación y a un Estado en las fronteras de 1967”.
Uno de los invitados respondió: “Este periodista que habla desde Gaza, habla del terrorismo de Estado de Israel, pero no habla del terrorismo de la Autoridad Palestina. No habla de la segunda Intifada”. Yo estaba un poco sorprendido. ¿Era ignorancia o ingenuidad?
¿Así que la víctima no tendría derecho a defenderse? ¿No deberíamos usar armas cuando estamos ocupados? ¿No deberíamos usar el derecho internacional? ¿Solo deberíamos callar y escuchar lo que dice el más fuerte? Si es ingenuidad, debería hablar con las víctimas para ver la realidad: que ellos son los ocupantes y nosotros los ocupados, que se están apoderando de nuestro territorio y que el mundo entero califica de ocupación la presencia israelí en los territorios palestinos. Que la mayoría de los países no reconocen la anexión de Jerusalén. En cuanto al “plan Trump”, su aplicación sigue siendo algo confuso.
Por ahora, todo lo que quiere la población palestina es que el genocidio se detenga de una vez por todas. No es algo seguro en absoluto. Temo la reacción de Trump ahora que no ha recibido el Premio Nobel de la Paz. Me temo que diga en esencia: “No obtuve mi premio, así que a fin de cuentas Netanyahu puede empezar de nuevo y llegar hasta el final”. Con este personaje, todo es posible. Y todo esto se suma a la incertidumbre.
Todo el mundo habla de los rehenes israelíes y de los dos mil prisioneros palestinos que van a ser liberados. Pero con demasiada frecuencia se olvida que hay decenas de miles de palestinos torturados y sometidos a condiciones de detención nunca vistas en las cárceles israelíes. Todo el mundo sabe lo que está pasando en la prisión de Sde Teiman, pero pocos medios de comunicación hablan de ello.
Por el momento, repito, es necesario que el genocidio se detenga y que el proyecto israelí de deportar a las y los palestinos de Gaza sea anulado. La población de Gaza se quedará en Gaza, en Palestina. Y siempre habrá una Palestina.
13/10/2025
https://orientxxi.info/dossiers-et-series/deux-ans-apres-on-est-toujours-vivants,8582
Traducción: Faustino Eguberri
Rami Abou Jamous escribe su diario para Orient XXI. Fundador de GazaPress, una oficina que proporcionaba ayuda y traducción a periodistas occidentales, tuvo que abandonar en octubre de 2023 su apartamento en la ciudad de Gaza con su esposa Sabah, los hijos de ésta y su hijo Walid, de tres años, bajo la amenaza del ejército israelí. Se refugiaron en Rafah, luego en Deir El-Balah y más tarde en Nusseirat. Un mes y medio después del anuncio del alto el fuego de enero de 2025, roto por Israel el 18 de marzo, Rami regresó a casa con su familia. Desde el 25 de septiembre de 2025, han tenido que volver a salir de la ciudad de Gaza hacia Nusseirat (redacción de OrientXXI)
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