Hola RedCatSur, mi nombre es María Angélica Feria, estudiante del Doctorado en Diseño, Arte y Ciencia (DAC) de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano.
Mi investigación explora las intersecciones entre diseño, arte y ciencia en la construcción de políticas públicas tecnológicas que reconozcan saberes comunitarios, memoria biocultural y prácticas territoriales, en el marco de lo que denomino gobernanza situada —un enfoque que entiende la toma de decisiones tecnológicas como un proceso contextual, relacional y afectivo, donde el conocimiento se negocia entre actores humanos y no humanos, en lugar de imponerse desde una lógica centralizada o universal.
Les comparto la charla #CátedraDAC | Diseño para el Bienestar, donde la profesora Angie Henríquez Martínez propone una comprensión del bienestar más allá del paradigma funcionalista de la salud. Su enfoque articula el diseño positivo, la experiencia emocional y la dimensión simbólica del cuidado:
🎥 https://www.youtube.com/watch?v=yZ_Ygka-7p4
A partir del minuto 34:14, Angie aborda una idea especialmente provocadora: el diseño como mediador entre ciencia y emoción, capaz de activar procesos de autocuidado y resiliencia mediante metáforas, analogías y experiencias multisensoriales. En su planteamiento, el diseño deja de ser una herramienta estética para convertirse en una tecnología de lo simbólico, una forma de ingeniería del contexto que puede modular el estrés, la ansiedad y la percepción del bienestar.
Esta perspectiva me llevó a preguntarme:
¿Qué sucede cuando el diseño, en su aspiración de “mejorar el bienestar”, define qué experiencias son válidas y cuáles se invisibilizan?
Si el diseño se convierte en un lenguaje de poder —que traduce, ordena y estetiza el sufrimiento—, ¿cómo asegurar que siga siendo un medio para ampliar la agencia humana y no para disciplinarla?
En América Latina, esta pregunta adquiere una densidad particular. La fragilidad del bienestar está atravesada por desigualdades estructurales, modelos extractivos de desarrollo y sistemas de salud fragmentados. Basta pensar en la precarización de los cuidados comunitarios durante la pandemia o en las políticas que desfinancian lo público en nombre de la eficiencia: allí el bienestar deja de ser derecho colectivo para convertirse en esfuerzo individual. Frente a ese panorama, el diseño del bienestar no puede reducirse a una estética del alivio, sino que debe operar como una práctica crítica que restituya agencia simbólica y política a las comunidades.
Me encantaría abrir el diálogo con ustedes:
👉 ¿Conocen experiencias en sus territorios donde el diseño del bienestar haya incorporado visiones locales, afectivas o comunitarias del cuidado —más allá de las métricas clínicas o psicológicas tradicionales?
Agradezco si pueden compartir referencias, metodologías o ejemplos donde el diseño haya funcionado como espacio de negociación cultural en torno al bienestar.
María Angélica Feria
Doctorado DAC, Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano
--
Has recibido este mensaje porque estás suscrito al grupo "redCATsur" de Grupos de Google.
Para cancelar la suscripción a este grupo y dejar de recibir sus mensajes, envía un correo electrónico a redcatsur+...@googlegroups.com.
Para ver este debate, visita https://groups.google.com/d/msgid/redcatsur/fbd66d0c-2877-4aa3-abcf-3570e566532dn%40googlegroups.com.