Reflexión en torno al seminario “Tecno Utopías, design, arquitectónico y realidad”
Un cordial saludo a todos desde Chile. Mi nombre es Juan Pablo Peña Contreras, soy diseñador con mención de comunicación visual y me encuentro realizando el doctorado en Diseño, Arte y Ciencia, en la universidad Jorge Tadeo Lozano. Hoy, al igual que varios de mis compañeros, quiero exponer una reflexión en torno a la presentación titulada: Tecno Utopías, design arquitectónico y realidad”, presentada por Paulo Eduardo Fonseca de Campos. En este caso, hago un paralelo entre lo expuesto por el profesor Fonseca, y mi investigación inicial en este primer semestre de doctorado.
Durante la presentación, el profesor Fonseca realiza una revisión histórica y libre de juicos, sobre el desarrollo tecnológico desde la primera guerra mundial, aproximadamente, hasta esta última década, partiendo por el movimiento futurista y su manifiesto, abordando temas como el impacto de la guerra y las crisis en el desarrollo tecnológico y repasando ideas de Zygmud Bauman, Salvo Zizek, Marc Augé, Francis Fukuyama, Le Corbusier, entre otros, para finalmente desembocar en el desarrollo de la cultura maker, incentivada por la proliferación de makerspaces o FabLabs, equipados con impresoras, impresoras 3d y router cnc, entre otros dispositivos tecnológicos que permiten la “democratización” de la producción digital de diseño, principalmente para la arquitectura.
En mi reflexión sobre lo expuesto por el profesor Fonseca, me llama profundamente la atención cómo el futurismo glorifica la violencia, especialmente la guerra, como lo que consideran expresiones artísticas. No es nuevo que las crisis, como las guerras, para bien o para mal permiten el desarrollo rápido de nuevas tecnologías, sin embargo, la visión futurista pareciera querer perpetuar dicha violencia y, en consecuencia, los problemas sociales que ello conlleva. Entonces me pregunto ¿Acaso todas las crisis deben ser violentas para permitir el desarrollo tecnológico? Personalmente no lo creo, sin embargo, si suelen presentar hechos lamentables y catastróficos. Es así como probablemente la gran crisis del último tiempo sea la reciente pandemia de covid-19, que no tiene nada que ver con la violencia de la guerra, al menos no en el discurso oficial. Sin embargo, hemos visto un rápido incremento en el desarrollo de tecnologías de comunicación e información. Cada vez es más fácil conectarnos con personas de todo el mundo, ya no solo a través de texto, sino en video en tiempo real y en alta definición. La inteligencia artificial se masificó repentinamente, a pesar de estar en desarrollo desde hace varias décadas, y los dispositivos electrónicos ya masificados, han tomado e integrado todos estos nuevos avances con la misma velocidad con que se han popularizado. Como planteaba Fukuyama, citado en la presentación del profesor Fonseca, “La capacidad de la tecnología para mejorar la vida humana depende estrictamente de un proceso moral paralelo al hombre. Sin este proceso, el poder de la tecnología se utilizará para el mal y el hombre estará peor que antes”.
Adicionalmente, el profesor Fonseca inicia su presentación, citando a Marc Augé:
“Con la tecnología llevamos el ‘no lugar’ encima con nosotros”
Además, nos habla de las narrativas del no
lugar indicando, entre otras cosas, que las tecnologías digitales están
despegadas del territorio, sin dialogar con los problemas locales y menos aún,
globales.
Por otra parte, mi propuesta inicial de investigación aborda el tema del nomadismo digital (Makimoto & Manners, 1997), caracterizado principalmente por profesionales jóvenes que, cansados del ajetreado y estresante ritmo de vida actual, buscan una vida con mayor contacto con la naturaleza, aprovechamiento del tiempo y otras oportunidades de trabajo. Así, se lanzan a explorar el mundo, en muchos casos, lejos de las grandes ciudades y trabajando en forma remota. Esto tiene importantes implicancias socioculturales y tecnológicas en el mediano y largo plazo, considerando un aumento exponencial de aproximadamente 40 millones de viajeros en la actualidad, a 1.000 millones que es esperan para el 2035 (Digital Nomads Observatory. 2020).
Las generaciones más jóvenes, que pasarán a formar parte de estos nuevos nómadas, son lo que llamamos nativos digitales, que ya viven inmersos en el uso de aplicaciones móviles, y videos juegos. Estos últimos, desde hace varios años, ya contemplan el desarrollo de mundos virtuales en que jugadores pueden explorar y viajar, al mismo tiempo que permanecen conectados en la red, con usuarios de todo el planeta.
Hoy en día, muchos viajeros manifiestan un sentimiento de pérdida de identidad, al sentirse desconectados de sus ciudades o países de origen, tras varios meses o años viajando, pero tampoco se sienten parte de los lugares que visitan, donde siguen siendo extranjeros de paso. Muchos de ellos registran y cuentan sus experiencias en plataformas digitales, en una suerte de nuevas pinturas rupestres, cambiando las antiguas cavernas, por las plataformas tecnológicas. Un ejemplo que aborda todas estas situaciones es el caso de la Familia Zapp, una pareja argentina que estuvo viajando alrededor del mundo durante 20 años, durante los cuales tuvieron 3 hijos, todos nacidos en diferentes países. Una de las dificultades que debieron superar fue el educar a los tres niños, para lo cual la madre fue capacitada por el ministerio de educación argentino para que ella misma se encargase de la formación escolar de los jóvenes, sin interrumpir el viaje.
Volviendo a lo expuesto por el profesor Fonseca, me cuestiono la visión del “no lugar” y su relación con la tecnología de Marc Augé, y me pregunto ¿Será posible generar “lugares” en el mundo digital/virtual, que posibiliten una interacción más profunda entre viajeros (y no viajeros)? ¿Podrían los viajeros desarrollar un sentido de pertenencia con estos mundos paralelos? Si hoy las IAs nos permiten “crear” imágenes, textos, videos, etc ¿Sera posible que con su ayuda modelemos nuestros propios mundos virtuales, sin depender de desarrolladores, para potenciar el sentido de pertenencia e identidad en el mundo virtual? ¿Realmente se democratiza la producción en este caso y en lo expuesto por el profesor Fonseca, si aún dependemos de contar con los dispositivos adecuados y una conexión a internet?
Creo que todas estas preguntas se vinculan mucho más con las “tecno utopías” que plantea el Posthumanismo, y que considero probables en el futuro cercano, como lo que ya vemos con el desarrollo del metaverso, los lentes de realidad aumentada “Meta Quest” de Meta o los “Vision Pro” de Apple, que ya integran el mundo “real” con el digital, aunque personalmente me generan sentimientos encontrados.
¿Qué opinan ustedes?
Muy buen día.
Me parece muy interesante lo planteado en tu texto anterior y me gustaría detenerme en esta necesidad de mantenerse conectados globalmente los nómades digitales.
Me provoca preguntarme qué tan democrático es esta visión. Algunos pueden conectarse a la web, lo que en la actualidad es requisito hasta para instalar una simple impresora.
¿Cómo podemos balancear el potencial democratizador de las tecnologías digitales con los desafíos de acceso y desigualdad que aún persisten, especialmente en el contexto del nomadismo digital y los nuevos “no lugares” que esta nueva dimensión nos plantea?
Saludos cordiales
Luis Piña Lobos