Cibervivientes de la letra impresa

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Diógenes

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Aug 2, 2011, 6:10:04 PM8/2/11
to Red Leyendo Gozo
"Ni el libro es David, ni la computadora es Goliat" * A todos, estemos
más cerca o más lejos del nuevo "instrumental" técnico y de sus
lógicas digitales, nos envuelve la marea innovadora

por Milena Recio

Con los ojos irritados, la mano acoplada al mouse y la columna
contrahecha, permanecen cada día ante un mar de letras evanescentes en
la pantalla de la PC. No lo soportan más, pero no pueden evitarlo. Son
los migrantes digitales, quienes mantienen un pie en el tomo impreso y
otro, nostálgico, en las ruinas de la cultura que ellos rememoran
digna, ahora degradada a bits.

Piensan con terror en el futuro porque el presente ya señala el
infortunio. ¿Dónde se encontrará la belleza, el fino ademán, la
gracilidad de épocas pasadas con estos advenedizos que ahora se
conforman con escribir un "tkiero", sin más? ¿Cómo podrá la memoria
humana salvarse en los sótanos virtuales de enciclopedias apócrifas
donde cualquier hijo de vecino puede emplazar un saber
profano?

En la otra esquina aparecen los nativos. Recién llegados, completan el
cuadro. Nunca leerán más de veinte páginas, de nada. Ni siquiera le
pondrán atención al prospecto que acompaña al jarabe de la tos. Sus
ojos no ven, no miran; escanean. Su mente no lee, solo "recupera"
tipos, señales,
ambientes.

Encuentran sus pantallas y sus conexiones ubicuas por donde van. Esos
cuerpos juveniles simulan ser, y no al revés, las extensiones de
aquellos dispositivos electrónicos cada vez más portátiles que parecen
capaces de forjar la realidad. (Érase un hombre a un IPod pegado...).

Estos mozos e-letrados no tienen tiempo que perder. La pista arde, el
mercado atropella, el amor se diluye en abrazos de todo signo. Lo
mejor es jugar: sumergirse en la red, interactuar en un más allá
digital donde se encuentran todas las promesas resueltas con un solo
algoritmo: el del placer. Son optimistas, vienen del
futuro.

Ellos,
nosotros

Aunque ninguno de estos "tipos" existen en puridad, siguen siendo
construidos y utilizados --¡tantos años después!-- para denostar o
adular, indistintamente, los "impactos" de las tecnologías digitales
de información y comunicación en nuestro mundo. Cada una de estas
"criaturas" es frecuentada por las retóricas apologistas o detractoras
que han hecho de estas supuestas tecnoculturas polarizadas, su
trigo.

En realidad, habitamos sociedades en tránsito. A todos, estemos más
cerca o más lejos del nuevo "instrumental" técnico y de sus lógicas
digitales, nos envuelve la marea innovadora en las formas de recrear y
usar la cultura letrada. Y también en no poca medida, nos definen unos
guiones mentales con los que funcionamos y que le deben todavía más a
Gutenberg que a Tim Berners-Lee. Somos, eso sí, "cibervivientes", a
quienes ha tocado cohabitar con la pantalla como nuevo --no único ni
excluyente-- soporte
intelectual.

Los modelos de aprendizaje que tienen a la letra impresa y a la
escritura secuencial como su principal referente, no han desaparecido,
sino que se "contaminan" con la emergencia de literaturas
hipertextuales, y alcanzan también a los nativos digitales cuyas
formas de socialización y enculturización siguen siendo --allá quien lo
niegue-- principalmente analógicas y no
virtuales.

Es notable entonces que, como nos advierten algunos buenos sabios, en
el debate sobre los hábitos culturales y las "confrontaciones"
pantalla/libro, partimos casi siempre de incertidumbres, más que de
certezas. "Sabemos aún demasiado poco sobre la lectura tradicional, la
lectura en papel", nos dice Juan José Millán. "Y sin una visión clara
de qué ha sido hasta ahora leer, ¿cómo vamos a opinar sobre lo que
está suponiendo la nueva
lectura?"

Por otra parte, las prácticas de lecturas en los distintos soportes,
en última instancia, se presuponen. Alejandro Piscitelli lo explica
enCiberculturas 2.0:
En su convención narrativa, Borges nos pide imaginar un mundo de
multiplicidades a partir de un medio exclusivamente lineal (el libro).
Para los lectores de hipertextos la situación es exactamente al revés:
dado un texto que puede, en principio, remitir a cualquier cosa (como
esta arborescente reflexión que usted está leyendo) la tarea consiste
en ejercitar una "reducción" racional del campo de posibilidades.[1]

Los hipertextos y las pantallas señalan nuevos retos cognitivos y
estéticos, pero no pueden desligarse de la psyché propia de la
tecnología escritural cuyo corolario moderno es el libro industrial.

Lejos del empobrecimiento o la disolución que algunos malos exegetas
pretenden ver en los recientes derroteros de la cultura alfabetizada,
nos topamos hoy con procesos de lecto/escritura mucho más demandantes.
Las habilidades puestas en juego no se reducen a domesticar la
palabra; es imprescindible completar el ciclo estimulando las
competencias necesarias para aprender, comprender e interactuar. "Ni
el libro es David, ni la computadora es Goliat. Entreverados y
mutuamente potenciados, la tinta de Gutenberg y los bits de McLuhan
deberán aprender a convivir y a multiplicarse
creativamente".

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Notas:

1- Alejandro Piscitelli: Ciberculturas 2.0. En la era de las máquinas
inteligentes. Paidós, Buenos Aires, 2002. p.
130.

2- Ídem. pp. 141-142.
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