Google Groups no longer supports new Usenet posts or subscriptions. Historical content remains viewable.
Dismiss

(IVÁN): LA PRESENCIA DE DIOS ES POR SIEMPRE JESUCRISTO EN TI:

0 views
Skip to first unread message

valarezo

unread,
Oct 15, 2009, 10:15:00 AM10/15/09
to

Viernes, 09 de octubre, año 2009 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador – Iberoamérica


(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)

(Feliz día de la Independencia de Guayaquil, en éste mes de las
fiestas de octubre 2009, les deseamos de todo corazón a todas nuestras
familias guayaquileñas, dentro y fuera del territorio ecuatoriano.
¡Todos los ciudadanos nobles de toda la tierra están invitados
cordialmente a celebrar a Guayaquil en su mes de fiestas de octubre,
por lo tanto considérense ciudadanos nobles de todo Guayaquil también!
¡Bienvenidos!)

(Recordamos a Mercedes Sosa de Argentina. Lamentamos su partida
inesperada del lado de todos los que la conocían y apreciaban. Ella
goza de la presencia santísima de nuestro Padre celestial en el
paraíso, gracias a la gran obra salvadora que nuestro Señor Jesucristo
hizo por ella en su día y sobre los árboles cruzados de Adán y Eva, en
las afueras de Jerusalén, para derramar su sangre santa y redimir su
alma viviente para siempre, para nuestro Padre celestial. Nuestras
solemnes condolencias son para su familia, amistades y para toda
Argentina eterna. Que nuestro Padre celestial los bendiga a cada uno
de ustedes rica y abundantemente a cada hora del día, en el nombre
glorioso de su Hijo Jesucristo, concediéndoles las peticiones de sus
corazones, las cuales son las razones de sus riquezas, de sus alegrías
y de su paz sin fin. ¡Amén!)


LA PRESENCIA DE DIOS ES POR SIEMPRE JESUCRISTO EN TI:

Nuestro Padre celestial le aseguró a Moisés, diciéndole: Mi presencia
irá contigo a donde sea que tú vayas por el desierto con todo Israel,
camino a la tierra prometida: prometida inicialmente a Abraham, Isaac
y Jacobo, para que sus hijos la posean para la eternidad. (En verdad,
nuestro Padre celestial le aseguraba a Moisés que él jamás se
apartaría de él, ya que había creído en su corazón y confesado con sus
labios al Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacobo, su
Hijo amado, el Hijo de David, nuestro Salvador Jesucristo y Gran Rey
Mesías de todos los tiempos!)

Además, Moisés le respondió directamente a la promesa de protección
constante de nuestro Padre celestial, para con él y para con todo
Israel, diciéndole también: Sí tu presencia no va con nosotros,
entonces no nos saques de éste lugar jamás, por ninguna razón, porque
no queremos morir en las manos de tus enemigos de siempre. Y nuestro
Padre celestial le aseguró a Moisés y a todo Israel, señalándoles, mi
presencia ira con todos ustedes, sin duda alguna, sí tan sólo obedecen
a todo lo que les mande a hacer, sin que renieguen en nada en contra
de mí ni de mi ángel especial, el cual yo envié delante de ustedes por
el camino hacia Canaán. (Éste Ángel especial de nuestro Padre
celestial es el rey de Melquisedec o el mismo Hijo de David, el
Cristo, por ejemplo, porque sólo él podía abrir camino por el desierto
para todo Israel, así como había abierto el camino en tierra seca del
fondo del Mar rojo, para que caminasen por un camino virgen hacia la
tierra prometida.)

En verdad, Moisés le habló así a nuestro Padre celestial, pidiéndole
que su presencia siempre esté con él y los suyos, porque sabía
perfectamente de que con su presencia santísima él muy bien pudo
grandemente en contra del Faraón de Egipto y de sus nigromantes, para
derrotarlos en sus propias artimañas y así liberar a Israel de su
cautiverio mortal. Es decir, también que la presencia santísima de
nuestro Padre celestial, Moisés la había aprendido a saborear con su
corazón y con su espíritu humano, desde el día que se convirtió a
Jesucristo sobre el Sinaí, cuando Jesucristo mismo se le manifestó
como el árbol de la vida y como Dios de Abraham, de Isaac, de Jacobo y
de todo Israel.

Y, a partir de entonces, ésta presencia santísima, la cual había
cambiado su vida por completo en un momento de fe, jamás se aparto de
él ni aun hasta que encontró la victoria buscada por todo Israel en
contra de sus opresores, opresores por más de cuatro ciento treinta
años, para por fin empezar a servirle al Dios de sus antepasados. (Y
esto es de servirle a nuestro Padre celestial únicamente por su
Jesucristo, de otra manera no; nadie podrá jamás servirle a nuestro
Padre celestial lejos de su Hijo amado Jesucristo en la tierra o en el
paraíso, para siempre.) En verdad, ésta presencia santísima de nuestro
Padre celestial es una nube gloriosa que desciende del cielo, La
Shekinah, como de su morada secreta en las alturas del cielo más alto
del reino angelical, por lo cual, a veces se vuelve invisible o
visible, ya que muchas veces los siervos de Dios no la veían aun
cuando estaba en su derredor.

Pero cuando era visible a los ojos de Moisés, entonces era visible
también a todos los hebreos por doquier, porque era la presencia
santísima de nuestro Padre celestial sobre todo lo alto de Israel,
para conversar con ellos y hablar de problemas comunes entre el
pueblo, solucionando así todas sus dificultades y hasta conflictos con
naciones extrañas, por ejemplo. Y es ésta presencia santísima, la cual
no solamente acompañó a Moisés y todo Israel por toda su trayectoria
por el desierto y hasta que por fin sus retoños entraron a la tierra
prometida, sino que también está aún entre nosotros, para seguir
haciendo su obra redentora entre todos sus hijos e hijas de todas las
familias de las naciones.

Además, ésta presencia santísima de nuestro Padre celestial nadie la
puede recibir jamás, sea quien sea la persona, sí primero no recibe en
su corazón y confiesa con sus labios el nombre sagrado de su Hijo
Jesucristo, así como lo hizo Abraham, Isaac, Jacobo y Moisés como
muchos más, por ejemplo, a través de las edades y hasta en nuestros
días. De ahí que, nuestro Señor Jesucristo le aseguraba a Moisés,
diciéndole: Sí verdaderamente me sirves para honrar y glorificar la
voluntad perfecta de nuestro Padre celestial sobre todos los
descendientes de Abraham, Isaac y de Jacobo, entonces yo y mi Padre
haremos morada en tu corazón, para jamás volvernos a separar de ti, en
este mundo ni en el venidero.

Entonces Moisés le creyó a Jesucristo en cada una de sus palabras
sobre todo lo alto del Sinaí, para que así la buena voluntad de
nuestro Padre celestial no solamente se haga realidad en su vida, para
bendición y salvación de su alma viviente, sino también para cada uno
de sus hermanos hebreos para siempre. Y cuando más creía Moisés a
Jesucristo en todas sus palabras que le revelo sobre el Sinaí y
después también, entonces la presencia santísima de nuestro Padre
celestial era cada vez más alta que antes, lo cual hacia que grandes
milagros, maravillas y prodigios en los cielos y en la tierra se
manifestaran grandemente y al instante.

Pues lo mismo sigue siendo verdad en nuestros días, para todo aquel
que crea en su corazón y así confiese de la misma manera que Abram,
Isaac, Jacobo, Moisés y muchos más confesaron al Señor Jesucristo,
invocando con sus labios su nombre salvador, para que los libre de los
males traicioneros de Satanás y de sus enemigos de siempre. Porque es
la simple fe, del corazón y la confesión a Jesucristo del hombre, de
la mujer, del niño y de la niña no sólo de Israel sino también de las
naciones hace que la presencia de nuestro Padre celestial llegué a sus
vidas con sus bendiciones de antaño, para enriquecer sus corazones,
sus cuerpos y su espíritu humano progresivamente.

Hoy en día, mucha gente sufre males terribles y hasta mueren agobiados
en ellos, porque Satanás no solamente los engaña como engaño a Adán y
Eva sobre todo lo alto del paraíso, sino que peor aún no saben que con
tan sólo creer en sus corazones e invocar con sus labios el nombre
salvador de Jesucristo, entonces son salvos. Es decir, que la misma
presencia de antaño de nuestro Padre celestial y de su Hijo Jesucristo
es una realidad en sus vidas inmediatamente, para llenar sus vidas de
luz, de la luz del reino angelical, como la del árbol de la vida, por
ejemplo, para librarlos de sus males y hasta aun de sus enfermedades
más terribles también.

En realidad, existen grandes poderes y autoridades sobrenaturales en
sólo creer con el corazón y confesar con los labios el nombre
santísimo de nuestro Señor Jesucristo, delante de la presencia santa
de nuestro Padre celestial, para que su presencia gloriosa sea haga
presente en nosotros y alrededor de nosotros cada día y para siempre
en la eternidad venidera. Además, nuestro Padre celestial nos entrega
su presencia santísima cada día, sin jamás escatimar nada de él, no
solamente porque nos ama grandemente, sino porque sabe perfectamente
que en cada uno de nosotros existe el potencial sobrenatural de amarle
a él, a través de la sangre viva y salvadora de su Hijo Jesucristo, en
la tierra y en el cielo, para siempre.

Y, por esta razón, Moisés jamás se atrevió a hacer nada en todos sus
empeños para cumplir la voluntad de nuestro Padre celestial en todo
Israel, sin la presencia santísima del Salvador de su vida, como lo
había recibido por vez primera sobre el Sinaí, por ejemplo, para
empezar con grandes poderes la liberación de Israel de su cautiverio
egipcio. Y esto era lo que Moisés les comunicaba cada vez que podía no
solamente a sus allegados próximos de cada día, sino también a todo el
pueblo en general, para que vuelvan a nacer no del espíritu de Adán y
Eva sino de Jesucristo, el Cordero de Dios que los sacó del cautiverio
egipcio para ser una nación eterna.

Y esto era de que todos tenían, sin hacer excepción de personas jamás,
que recibir en sus corazones y confesar con sus labios al salvador de
sus vidas, el cual habían conocido personalmente durante sus días de
cautiverio egipcio, para que caminen en paz y armonía absoluta con su
Dios y Fundador de sus vidas que está en el cielo. Porque la presencia
santísima del Hijo de David, el rey Melquisedec, siempre estuvo con
cada uno de ellos por sus cuatrocientos treinta años de cautiverio
egipcio, intercediendo por ellos a nuestro Padre celestial que está en
los cielo por su pronta liberación: por lo tanto, Jesucristo no fue
jamás un extraño para los hebreos antiguos, sino que era conocido de
ellos.

Efectivamente, los hebreos conocían al Señor Jesucristo como su sumo
sacerdote, porque era el rey Melquisedec entre ellos, siempre
intercediendo por sus necesidades personales en secreto ante el Padre
celestial, para que jamás les faltase ningún bien sino que
permaneciesen fuertes y saludables delante del SEÑOR para llevar acabo
su gran obra, la cual tenía planeado ejecutar entre ellos para la
eternidad. Es más, los hebreos, desde que entraron a vivir en la
tierra de Gosén no morían sino que seguían viviendo como eternos, para
convertirse en una gran nación aún mayor que Egipto y de las demás en
sus derredores, por ejemplo, y esto asusto al Faraón y a sus
funcionarios de ver de que sus gentes morían, pero los hebreos no.

Y los hebreos no morían porque nuestro Padre celestial los estaba
reuniendo al número justo de todos ellos que tenían que estar delante
de su presencia santa, para empezar a liberarlos de sus cautivos
egipcios, para así llevarlos en su día escogido a la tierra prometida.
A Canaán para que nazca entre ellos a quien por medio de él, el
Mesías, le podían servir fielmente cada día de sus vidas en la tierra
y así también en la nueva tierra santa de La Nueva Jerusalén perfecta
y gloriosa del cielo—porque de otra manera, no era posible para los
hebreos servirle a Él, sin su Jesucristo.

(Y hoy sabemos que los hebreos no morían en Egipto por los
cuatrocientos treinta años que vivieron en Gosén, porque hasta estos
días no se ha encontrado ningún cementerio suficientemente grande para
decir: aquí están enterrados los restos de los primeros hebreos; tal
cementerio hebreo no existe en Egipto, porque Jesucristo sanaba sus
males cada día, y no morían. Es decir, también que si los hebreos
obedecen inicialmente a nuestro Padre celestial por medio de su Hijo
Jesucristo, así como Moisés lo hizo sobre el Sinaí, entonces tampoco
hubiesen muerto en el desierto egipcio ni menos en Canaán, sino que
estuvieran vivos, hoy en día, con todos nosotros, porque Jesucristo
sana el alma, y la sana para siempre. Por ejemplo, Enoc jamás murió,
porque camino con Jesucristo, la presencia santa de Dios, y lo levanto
con él al cielo para la eternidad, génesis 5: 24.)

Entonces es ésta presencia santísima la cual Moisés buscó siempre de
nuestro Padre celestial, para que jamás le falten fuerzas en todo su
ser, para llevar paso a paso su gran obra gloriosa, milagrosa y
salvadora para con todo Israel, y así por fin no solo derrotar a las
naciones enemigas sino entrar, de prisa y corriendo, a la tierra
prometida. Porque era necesario para Moisés que Israel llegué a Canaán
lo antes posible, para empezar a trabajar en la gran obra que nuestro
Padre celestial tenía planeado llevar acabo en ella, para bien eterno
no sólo de Israel mismo sino de la humanidad entera también, para fin
del pecado y el comienzo de unos días mejores y sin fin para todos.

Y esto era de transportar milagrosamente a todo Israel a la nueva vida
eterna de la Nueva Jerusalén santa y gloriosa del cielo, pero sólo
“con un nacimiento santísimo del Gran Rey Mesías”, del vientre virgen
de una de las hijas de David, para que todos sean libres de la muerte
y vivan para siempre en su hogar eterno del cielo. Para que a los
nueve meses de embarazo de la hija de David, entonces nazca entre
ellos “el dador de la vida eterna”, el Hijo de David, con la única
carne santa y la sangre bendita de cada hombre, mujer, niño y niña no
sólo de Israel sino de las multitudes de naciones de toda la tierra
para la eternidad.

Para que todos regresen a su hogar natural del cielo, en donde nuestro
Padre celestial los abrazo y los beso con mucho amor eterno, después
de haberlos creado en su imagen y conforme a su semejanza celestial,
por ejemplo, para que vivan junto a él infinitamente. Y esto es, en
verdad, como en su misma presencia santísima de todos los tiempos, y
más no en la presencia terrible de sus enemigos de siempre, Satanás y
sus ángeles caídos, para que no sufran jamás ninguno de sus males ni
muchos menos caigan perdidos cruelmente, en las manos del ángel de la
muerte, en el más allá.

Y esto seria, sin duda alguna, como en el infierno o como
subsiguientemente en el lago de fuego, para su destrucción eterna de
sus corazones, de sus almas y de sus cuerpos, sin jamás volver a tener
la oportunidad de disfrutar grandemente: el gozo y la felicidad que
trae a la vida humana cada día la presencia santísima de nuestro Dios.
Entonces es ésta presencia santísima de nuestro Padre celestial, la
cual no sólo viene acompañada de Él propiamente, sino que también
viene cada día acompañada de sus ángeles fieles, como arcángeles,
querubines, serafines y demás seres muy santos del cielo, para que los
que le sirven a su Dios y Fundador de sus vidas no les falte ninguna
bendición jamás.

Porque, lo cierto es que, son los ángeles santísimos de nuestro Padre
celestial y de su Hijo Jesucristo, llenos de su Espíritu Santo y de su
palabra gloriosa, los que hacen que la voluntad santa y perfecta de
nuestro Padre celestial se lleve acabo a perfección, en el corazón de
sus hijos e hijas, en todos los lugares de la tierra. Hoy en día, la
presencia de los ángeles de nuestro Padre celestial y de su Hijo
Jesucristo es tan importante en nuestro diario vivir por toda la
tierra, para asistirnos en todo lo que emprendamos en nuestras vidas,
ya sea para nuestro bien o para el bien de los demás, pero siempre
para gloria y honra de nuestro Padre celestial.

Ángeles del cielo rodean nuestras vidas a cada hora del día, siempre
desplegando sus poderes sobrenaturales, porque la presencia de nuestro
Padre celestial y de su Hijo Jesucristo es real en cada uno de
nosotros, y esto es a pesar de la presencia terrible de Satanás y de
sus malvados de siempre, como en la antigüedad, por ejemplo. En otras
palabras, la presencia santísima de nuestro Padre celestial está llena
de bendiciones sin fin, para todos los que lo aman a Él a través de la
invocación del nombre glorioso y sumamente honrado de su Hijo
Jesucristo, para que por siempre no les falte ningún bien del cielo ni
de la tierra, en ningún momento de sus vidas.

Viviendo en la presencia sumamente gloriosa y rica de nuestro Padre
celestial cada día de nuestras vidas por toda la tierra, entonces
ningún fruto del árbol de la vida nos faltara jamás, para mantenernos
siempre fuertes, ricos, inteligentes y saludables delante de Él y de
sus huestes angelicales, para gloria y para honra infinita de su
nombre muy santo. Por ende, fue precisamente con ésta presencia
gloriosa, por la cual Moisés no solamente descendió del Sinaí,
convertido en un nuevo hombre para nuestro Padre celestial, gracias a
las palabras de amor infinito, del árbol de la vida, nuestro Salvador
Jesucristo, sino que fueron las mismas fuerzas más que suficiente para
liberar a Israel del yugo egipcio, eternamente y para siempre.

Llenó del Espíritu de vida y de salud eterna descendió del Sinaí
Moisés, porque nuestro Padre celestial lo había señalado, desde mucho
antes de la fundación del cielo y de la tierra, para que haga una gran
obra en su vida, pero sólo lleno del Espíritu del Gran Rey Mesías, el
Hijo de David, el Cristo, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Una gran obra
sobrenatural Moisés tenia que cumplir, por la cual los escogidos
creerían en ella, para gloria y para honra eterna de su nombre muy
santo en los cielos y por toda la tierra, y esto era de que tenia que
llevar a Israel a servirle a él, no por medio de ídolos egipcios, sino
por medio de su Jesucristo.

Por eso, nuestro Padre celestial escogió a su Hijo Jesucristo para que
sea nuestro Salvador eterno, no sólo para Israel sino también para
multitud de naciones, porque sólo él es el camino, la verdad y la vida
eterna de su presencia gloriosa en los cielos, en la tierra y así
también en La Nueva Jerusalén santa y perfecta del cielo. Por lo
tanto, Moisés vivía enamorado de ésta presencia gloriosa de nuestro
Padre celestial y de su Hijo Jesucristo, por la cual no se atrevía a
hacer nada jamás por Israel ni por el mismo, porque sabía muy bien en
su corazón de que sin ella estaba totalmente en oscuras y perdido
eternamente, en las manos crueles de sus enemigos.

Es decir, que Moisés sabia perfectamente que no podría no solamente
vivir en paz para con su Padre celestial y su Hijo Jesucristo ni por
un momento, sino que tampoco podía hacerle frente a nada ni a nadie
jamás, en la tierra ni mucho menos en el más allá, como en el paraíso
o como en el reino angelical, por ejemplo. Porque lo que le había
sucedió a Adán y Eva en el paraíso, Moisés lo entendía perfectamente
en su corazón, mucho más que todos sus sabios, por lo tanto, jamás se
atrevió hacer nada de nada por él mismo ni por Israel, sin la
presencia gloriosa y todopoderosa de su Dios y Padre celestial que
está en el cielo.

Entonces para Moisés la presencia de nuestro Padre celestial y de su
Hijo amado, en sí, era lo mayor de su vida en esos momentos históricos
y, hoy en día, lo mismo es verdad en el cielo eternamente y para
siempre, como en la nueva vida eterna de La Nueva Jerusalén santa y
gloriosa del nuevo reino angelical. Y es precisamente ésta misma
presencia gloriosa de nuestro Padre celestial y de su Hijo Jesucristo,
la cual Moisés conocía perfectamente y así también todo Israel en
aquellos días, es la que, hoy en día, desea entrar en tu vida, para
que ya no seas tinieblas como Adán o Satán, sino sólo luz como
Jesucristo y sus ángeles poderosos.

En estos días, es bueno caminar en la presencia santísima de nuestro
Padre celestial, por medio de su Hijo Jesucristo, porque Satanás y sus
malvados de siempre cuando vean la luz de la presencia del Creador de
tu alma viviente, entonces recogen sus problemas, enfermedades y sus
muertes, y se van a sus lugares eternos del infierno, para no
molestarte más. Por eso, nuestro Padre celestial te llama cada día
fielmente, por medio de su Hijo Jesucristo, para que cambies la
presencia perdida de Satanás y de Adán en tu vida por su presencia
santísima, la cual vive en la misma vida y sangre gloriosa de su Hijo
Jesucristo, para que ya no mueras más, sino para que vivas
infinitamente.

Cambiar la presencia de Satanás y de sus malvados de siempre en tu
vida, por la presencia gloriosa de nuestro Padre celestial, por medio
del espíritu de fe y de la invocación gloriosa del nombre de su Hijo
Jesucristo, en verdad, no solamente es volver a vivir la vida
celestial, sino vivir por siempre lleno de milagros cada día.
Físicamente, Moisés jamás vivió, ni por un momento, en la tierra
prometida de Israel, pero sabia perfectamente que era una tierra para
vivirla fijamente, lleno de la presencia santísima de nuestro Padre
celestial y de su Hijo Jesucristo, en el corazón de cada uno de sus
habitantes, para que la gloria del reino angelical se riegue por todas
las naciones.

Nuestro Padre celestial deseaba hacer de Israel un paraíso terrenal
para gloria y honor infinito de su nombre santísimo, en la vida de
todas las naciones de la tierra, pero sólo con su Jesucristo, y lo
mismo sigue siendo verdad en estos días, porque nuestro Dios no cambia
jamás, aunque el hombre cambie hacia él por culpa de su ceguera
espiritual. Es decir, que ésta era la única manera por la cual nuestro
Padre celestial iba a arrebatarle no solamente el espíritu humano de
las garras de Satanás y de sus malvados de siempre, sino que salvaría
la tierra grandemente, convirtiéndola, empezando con Israel, en un
paraíso terrenal para siempre, llena de salud y de vida de su árbol
salvador para todos.

Puesto que, poderoso es nuestro Padre celestial no solamente para
salvar a Israel de su cautiverio egipcio, sino que también podía
perfectamente darles una tierra santa, en la cual él mismo iba a vivir
con ellos y con el resto de las naciones de toda la tierra, para
convertir el mundo entero en un paraíso celestial para la eternidad.
Ya que, al convertir nuestro Padre celestial al mundo entero en un
paraíso celestial, por medio de Israel y de su Jesucristo, entonces
Satanás ya no puede seguir viviendo entre tinieblas en toda la tierra,
sino que seria arrojado a su lugar eterno del infierno y del lago de
fuego, en donde debería estar desde su expulsión del cielo angelical.

Porque nuestro Padre celestial nos creó a cada uno de nosotros,
comenzando con Adán y luego Eva, para que vivamos juntos con él y
llenos por siempre del Espíritu Santo de su presencia gloriosa, la
cual sólo existe en el cielo y así también en la tierra y en La Nueva
Jerusalén celestial, por medio de su fruto de vida, ¡su Jesucristo!
Puesto que, ésta es la verdadera vida por la cual nuestro Padre
celestial creó inicialmente a Adán y luego a cada uno de sus
descendientes, comenzando con Eva, su esposa, por ejemplo, para que
todos ellos sean llenos de su presencia santísima: «al sólo comer y
beber del fruto de su árbol de la vida, su Hijo amado», ¡nuestro
Salvador Jesucristo!

Además, el comer y beber del árbol de la vida, para nuestro Padre
celestial, es cuando el hombre, la mujer, el niño y la niña confían
grandemente en sus corazones al invocar el nombre salvador de su Hijo
Jesucristo, quien está lleno del maná del cielo, el pan de la vida y
de la salud eterna, para Adán y sus retoños. Por esta razón, nuestro
Señor Jesucristo les habló abiertamente a los hebreos, cuando les
dijo: Coman y beban de mí, para que no mueran de sed ni de hambre
jamás, en esta vida ni en la venidera para siempre.

En la medida en que, todo aquel que come de mi carne, en verdad, está
comiendo verdadera comida, para no volver a tener hambre jamás en la
tierra ni en el más allá, para siempre. Así pues, todo aquel que bebe
de mi sangre, la copa de vida y de salud eterna del paraíso, no
volverá a tener sed jamás, en esta vida ni en la venidera, eternamente
y para siempre, porque mi sangre es verdadera bebida, como ríos de
agua viva que sobresaltan de sus entrañas, para vida eterna para
todos.

Y nuestro Señor Jesucristo les hablaba así a los hebreos, porque él
había sido enviado especialmente del Padre celestial para que les dé
de comer y de beber de él a cada uno de ellos, para vida y para salud
eterna. En vista de que, en el más allá, como en el paraíso con Adán y
Eva, por ejemplo, ó como en la misma Israel de estos días o de La
Nueva Jerusalén santa y gloriosa del cielo, se necesita comer de su
carne y beber de su sangre para seguir viviendo en eterna paz y
prosperidad celestial para siempre. Entonces Adán y Eva se morían de
hambre y de sed cada día, porque ya no podían comer ni beber nada en
el paraíso, consiguientemente, se estaban muriendo; pero antes que
muriesen nuestro Padre celestial tuvo misericordia de ellos y los puso
sobre la tierra, para que saciasen su sed y su hambre en las afueras
de Jerusalén, en Israel.

Además, en el comienzo de las cosas, Abram comió y bebió de las manos
de Melquisedec el pan y el vino de la Cena del SEÑOR, para que ya no
viva más para el pecado de Adán y Eva sino para nuestro Padre
celestial y su Hijo Jesucristo, eternamente y para siempre, y sólo así
vivir para naciones eternas. Por ello, Melquisedec hizo que Abram
comiese y bebiese de la mesa del SEÑOR en las afueras de Salem, la
antigua Jerusalén, en donde vivían ángeles e hijos de Dios, porque
todos tenían que comer y beber de la carne y de la sangre bendita del
Rey Mesías, y siempre fuera de Jerusalén, para reconciliación eterna
con su Creador celestial, ¡el Todopoderoso!

Y, desde entonces acá, todo hombre, mujer, niño o niña ya sea de
Israel o de las naciones, que creen en sus corazones y confiesan a
Jesucristo, Melquisedec, en verdad, están comiendo y bebiendo de la
Cena del SEÑOR, en las afueras de la única Jerusalén celestial, para
abandonar la vida pecadora, y vivir por siempre la verdadera vida
eterna. Y esto es de vivir diariamente llenos del Espíritu Santo del
amor y la gracia eterna de la vida santa del cielo, para enriquecer
sus corazones, sus almas y su espíritu humano grandemente, en la
tierra y en el paraíso, para que ya no sean más hijos del pecado sino
hijos de Dios y de la gracia inagotable de Jesucristo.

Por lo tanto, el que sufre cada día de su vida, desde el día en que
nació del vientre de su madre en el mundo, en verdad, no conoce la
vida aún, la cual nuestro Padre celestial le concedió en el mismo día
que lo formó con sus manos gloriosas en su imagen y conforme a su
semejanza celestial. Y el que vive sin la presencia santísima de
nuestro Padre celestial y de su Hijo Jesucristo, en verdad, está
viviendo ya en las maldiciones del mundo de los muertos, como en el
mismo infierno, porque todo aquel que vive en la presencia de Dios,
entonces ha escapado el mundo y su pecado mortal infinitamente, para
disfrutar grandemente del reino angelical.

Y esto es, a decir verdad, sólo hasta que crea en su corazón y
confiese con sus labios el nombre milagroso del dador de la vida
eterna del cielo, el Hijo de David, nuestro Salvador Jesucristo, para
que la presencia santísima de nuestro Padre celestial comience a vivir
en nosotros y alrededor de nosotros a la vez, para la eternidad. Y
sólo así cada uno de nosotros vivirá feliz y, a la vez, lejos de los
males de Satanás y de sus malvados de siempre, porque la presencia
santa de nuestro padre celestial y de su Hijo Jesucristo está llena de
poder y de autoridades sobrenaturales para todos nosotros vivir
alegres, felices, ricos y briosos en todo momento.

Sinceramente, poderes y autoridades sobrenaturales de nuestro Padre
celestial y de su Hijo Jesucristo, por las cuales ningún mal de
Satanás, ni de sus seguidores de toda la vida, podrá jamás prosperar
en contra de ninguno de nosotros, en la tierra ni menos en el paraíso
para siempre, para gloria y para honra de cada día de su nombre
infinitamente bendito. Porque sí nuestras vidas glorifican y honran
grandemente su nombre santísimo en nuestros corazones, por medio del
espíritu de fe del nombre y de la vida gloriosa de su Hijo Jesucristo,
entonces nuestro Padre celestial es feliz con cada uno de nosotros
delante de sus huestes angelicales, para que su presencia descienda
sobre nosotros sin cesar y con mucho amor eterno también.

Dado que, es amor eterno lo que cada uno de nosotros necesita, ya que
fuimos creados inicialmente en el corazón de nuestro Padre celestial y
de su Hijo Jesucristo, para nacer como seres humanos, listos para
alcanzar nuevas glorias y honras para su nombre santísimo en los
cielos y por toda la tierra, también; por eso, somos fruto de su amor
eterno infinitamente. Y sí somos fruto de su amor eterno entre él y su
Hijo Jesucristo, entonces necesitamos del Espíritu Santo de su amor
eterno que descienda sobre nosotros y entré en nuestras vidas cada
día, para vivir por siempre feliz, sirviéndole infatigablemente a él,
de igual modo como los ángeles en el cielo le sirven religiosa y
fielmente, por ejemplo.

Además, cuando somos llenos de la presencia santa de nuestro Padre
celestial y de su Jesucristo, entonces somos llenos del Espíritu Santo
del amor que nunca muere en lo más profundo de nuestros corazones,
para que millares de milagros comiencen a tomar lugar en nuestras
vidas a cada hora del día, y así vivir por siempre felices con nuestro
Hacedor. Porque es la misma presencia santa de nuestro Padre celestial
y de su Hijo Jesucristo, la cual Abram conoció en el fondo de su
corazón para comenzar no solamente a ser feliz delante de Dios y de
sus descendientes, por sus millares, sino para que las promesas
divinas se hagan realidad en su vida una a una en toda la tierra.

Hoy en día, es precisamente ésta felicidad eterna entre nuestro Padre
celestial y su Hijo Jesucristo, la que viene a ti religiosamente, sí
tan sólo aceptas en tu corazón y confiesas con tus labios su nombre
bendito y salvador, el cual nuestro Padre celestial nos suple para que
seamos liberados de la vida pecadora, para vivir por siempre felices
cada día. En verdad, ésta presencia santa de nuestro Padre celestial y
de su Hijo Jesucristo te pertenece a ti, así como te pertenece
infinitamente su imagen y su semejanza celestial y con sus privilegios
celestiales además, en las cuales fuiste creado en sus manos santas en
el reino angelical, para que vivas feliz por siempre delante de él y
de sus ángeles fieles.

Y sólo el pecado, de no haber creído en tu corazón y confesado de que
el Señor Jesucristo es su Hijo legitimo, en efecto, es lo único que te
mantiene alejado de tu Creador personal y de su presencia gloriosa,
manifestada grandemente en tu vida por su Hijo amado y por su Espíritu
Santo, para que vivas libre de Satanás infinitamente. Porque la verdad
es que vivir sin Satanás en este mundo, en donde vivimos, ya es vivir
una vida gloriosa, como en el paraíso ó como y en La Nueva Jerusalén
perfecta y grandiosa del cielo, en donde nuestro Padre celestial con
su Hijo Jesucristo, rodeado de sus ángeles, te espera llenó de su amor
eterno, por el cual fuiste creado inicialmente.

Por lo tanto, es la misma presencia santísima la cual Abraham, Isaac,
Jacobo, Moisés y en fin muchos millares más de familias y personas
individuales a través de los siglos, que recibieron y conocieron en
sus corazones, confesando con sus labios su nombre santo y salvador,
hoy en día, es la misma felicidad antigua de tu vida entera, sin duda
alguna. En otras palabras, no hay otra felicidad posible para Adán ni
tampoco para ti, como su retoño directo de él y del paraíso, para que
comas y bebas del fruto viviente: la carne santa y la sangre redentora
de la copa de vino, llena de vida y de salud eterna para tu corazón,
alma, cuerpo y espíritu humano, para la eternidad.

Porque nuestro Padre celestial y su Jesucristo no cambian jamás, ellos
son los mismos de siempre, gracias a la presencia constante del
Espíritu Santo en nuestras vidas, por su nombre bendito y por su
palabra viva, para que escapemos las tinieblas a la luz más brillante
que el sol, ¡el cielo, en donde vimos la luz de Jesucristo, por vez
primera! Por lo tanto, puedes muy bien confiar en nuestro Padre
celestial, de que él mismo llenara de su presencia santísima toda su
imagen y su semejanza celestial en ti, en los tuyos y hasta en tus
amigos también, en todos los lugares de la tierra, si tan sólo crees
en tu corazón y confiesas a su Hijo Jesucristo con tus labios.

Entonces está en ti, de que seas lleno de la presencia santísima de
nuestro Padre celestial, por medio de su Hijo Jesucristo, para que su
Espíritu Santo te llene de todas las grandes y pequeñas bendiciones
que les has venido pidiendo a través de los tiempos y hasta estos
días, si sólo confías en él, para toda tu felicidad infinita. Que Dios
te bendiga rica y abundantemente, en su Jesucristo y en su Espíritu
Santísimo, hoy y por siempre, ¡amen!

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre celestial y de su Jesucristo
es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre celestial, de todo corazón, en el
nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman, Señor. Nuestras
almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras almas te rinden gloria y
honra a tu nombre y obra santa y sobrenatural, en la tierra y en el
cielo, también, para siempre, Padre celestial, en el nombre de tu Hijo
amado, nuestro Señor Jesucristo.

LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad día y noche,
(Deuteronomio 27: 15-26):

“‘¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o una imagen de
fundición, obra de mano de tallador (lo cual es transgresión a la Ley
perfecta de nuestro Padre celestial), y la tenga en un lugar secreto!’
Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que le reste importancia a su padre o a su madre!’ Y
todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad de su
prójimo!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que desvié al ciego de su camino!’ Y todo el pueblo
dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del huérfano y de
la viuda!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre, porque
descubre la desnudes de su padre!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier animal!’ Y todo
el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su padre o hija
de su madre!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que se acueste con su suegra!’ Y todo el pueblo dirá:
‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que a escondidas y a traición hiera de muerte a su
semejante, sin causa alguna!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente, sin causa
alguna!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley, poniéndolas por
obra en su diario vivir en la tierra!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo a la
verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo eterno, para que la
omnipotencia de Dios no obre en tu vida, de acuerdo a la voluntad
perfecta del Padre celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto
tiene un fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos termine,
cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los ídolos
con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando día y noche entre
las llamas ardientes del fuego del infierno, por haber desobedecido a
la Ley viviente de Dios. En verdad, el fin de todos estos males está
aquí contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en
Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas los
males, enfermedades y los tormentos eternos de la presencia terrible
de los ídolos y de sus huestes de espíritus infernales en tu vida y en
la vida de cada uno de los tuyos también, para la eternidad del nuevo
reino de Dios. Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en
día honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus
ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra, cada
palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de bendición
terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad, cada señorío, cada
majestad, cada poder, cada decoro, y cada vida humana y celestial con
todas de sus muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y
de la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y de su
Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de las
naciones!

SÓLO ÉSTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en tu
corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en abundancia, en la
tierra y en el cielo para siempre. Y te ha venido diciendo así, desde
los días de la antigüedad, desde los lugares muy altos y santos del
reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: “No tendrás otros dioses delante de mí”.

SEGUNO MANDAMIENTO: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo
que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas
debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás
culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios celoso que castigo la
maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la
cuarta generación de los que me aborrecen. Pero muestro misericordia
por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos”.

TERCER MANDAMIENTO: “No tomarás en vano el nombre de Jehová tu Dios,
porque Él no dará por inocente al que tome su nombre en vano”.

CUARTO MANDAMIENTO: “Acuérdate del día del sábado para santificarlo.
Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día será
sábado para Jehová tu Dios. No harás en ese día obra alguna, ni tú, ni
tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el
forastero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová
hizo los cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del sábado y
lo santificó”.

QUINTO MANDAMIENTO: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días
se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te da”.

SEXTO MANDAMIENTO: “No cometerás homicidio”.

SEPTIMO MANDAMIENTO: “No cometerás adulterio”.

OCTAVO MANDAMIENTO: “No robarás”.

NOVENO MANDAMIENTO: “No darás falso testimonio en contra de tu
prójimo”.

DECIMO MANDAMIENTO: “No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su
buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo”.

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos estos
males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno de los tuyos,
también. Hazlo así y sin más demora alguna, por amor a la Ley santa de
Dios, en la vida de cada uno de los tuyos. Porque ciertamente ellos
desean ser libres de sus ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú
no lo veas así, en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los
tuyos, también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde los días
de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas, en el día de hoy.
Y Dios no desea continuar viendo estos males en sus vidas, sino que
sólo Él desea ver vida y vida en abundancia, en cada nación y en cada
una de sus muchas familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y digamos
juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de la presencia
santa del Padre celestial, nuestro Dios y salvador de todas nuestras
almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la memoria de
tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo amado. Venga tu
reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la
tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras
deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos
metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque sí perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial
también os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la VERDAD, y
la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO, sino es POR MÍ”.
Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA TI Y LOS
TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de éste MUNDO y
su MUERTE.

Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al tercer
día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que entré en tu
vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁS TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ DECIRLE AL
SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di: Dios mío, soy un
pecador y necesito tu perdón. Creo que Jesucristo ha derramado su
SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi pecado. Estoy dispuesto a dejar mi
pecado. Invito a Cristo a venir a mi corazón y a mi vida, como mi
SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No _____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Sí tu respuesta fue Sí, entonces esto es solo el principio de una
nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con Dios,
orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate en AGUA y en El
ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y sirve con otros cristianos en
un Templo donde Cristo es predicado y la Biblia es la suprema
autoridad. Habla de Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del evangelio de
Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender más de Jesús y de su
palabra sagrada, la Biblia. Libros cristianos están disponibles en
gran cantidad en diferentes temas, en tu librería cristiana inmediata
a tu barrio, entonces visita a las librerías cristianas con
frecuencia, para ver que clase de libros están a tu disposición, para
que te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti, para que
te goces en la verdad del Padre celestial y de su Hijo amado y así
comiences a crecer en Él, desde el día de hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la paz de
Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras oraciones. Porque ésta es
la tierra, desde donde Dios lanzo hacia todos los continentes de la
tierra: todas nuestras bendiciones y salvación eterna de nuestras
almas vivientes. Y nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: “Vivan
tranquilos los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén”. Por causa de mis hermanos y
de mis amigos, diré yo: “Haya paz en ti, siempre Jerusalén”. Por causa
de la casa de Jehová nuestro Dios, en el cielo y en la tierra:
imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el Espíritu de
Dios a toda la humanidad, diciéndole y asegurándole: - Qué todo lo que
respira, alabe el nombre de Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso!
Y esto es, de toda letra, de toda palabra, de todo instrumento y de
todo corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y loor
al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas, como antes y
como siempre, para la eternidad.


http://www.supercadenacristiana.com/listen/player-wm.asp?playertype=wm%20%20///


http://www.unored.com/streams/radiovisioncristiana.asx


http://radioalerta.com

0 new messages