Opinión
El que avisa no es traidor
Para muchos argentinos desvelados a las 4 y 25 horas del 17 de julio, el voto del vicepresidente Julio Cobos a favor de la oligarquía rural y exportadora pudo resultar una sorpresa. Incluso para militantes populares, que en aerosol estamparon, rabiosos, “Cobos traidor”.
Pero el que avisa no es traidor. Es más, como en este caso, resulta un fiel representante de las clases dominantes. Cobos había dado señales en el lock out agropecuario, cuando recibió a los representantes de esa maniobra ilegal personificados en tres gobernadores y el cardenal Jorge Bergoglio.
En realidad el vicepresidente lo había evidenciado mucho antes. Años atrás fue vocero de los sectores más reaccionarios de las Fuerzas Armadas para impedir que los liceos militares salieran de su jurisdicción para pasar al ministerio de Educación.
Lo que hizo ahora es un salto regresivo de esa condición de hombre cercano a la derecha y el establishment. Pero su currícula lo evidenciaba. Ahora lo suyo ya es prontuario, convertido en ícono de los productores sojeros, la derecha política y los grandes pulpos de la comunicación. Menudo problema tendrá ahora esa derecha a la hora de elegir candidato presidencial para 2011 o cabeza de alguna nueva maniobra destituyente antes de esa fecha. A la pitonisa del fin del mundo y al cartonero Báez de las privatizaciones les salió flor de competencia.
El campo nacional y popular ha sufrido una derrota parcial importante, aunque no estratégica, en la medida que sirva para trazar un correcto balance y preparar las batallas que vienen. Porque la lucha continúa. Esta es una larga lucha contra la oligarquía y los monopolios, y sus representantes políticos y mediáticos.
Fue derrota, y no victoria ni empate. Hay que admitirlo con franqueza.
Y aunque se pretenda que toda derrota es huérfana, en el sentido de que nadie se presenta con su ADN a reclamar la paternidad, hay que decir que la principal causa del fracaso del proyecto de las retenciones en el Senado fue el accionar del frente oligárquico. Fue tan unido y fuerte como pérfido, al punto de arrastrar a su rebaño a seudo progresistas como Claudio Lozano, lopezrreguistas seudo maoístas como Otto Vargas y trotskistas como Vilma Ripoll.
En orden de importancia siguen los serios errores del gobierno tanto en política como en la elección de los aliados. A Cobos lo eligieron los Kirchner, a Roberto Urquía ídem. Ahora es tarde para lamentos. Esta crítica no excluye la autocrítica de la izquierda y otras corrientes del movimiento popular, que a lo largo del cuatrimestre no movilizaron todo lo que debían, como si la contradicción planteada con la Sociedad Rural fuera en cierta medida ajena.
Hay que reagrupar a las fuerzas populares, para seguir ocupando las calles y luchando por pan, trabajo, democracia, soberanía y retenciones a las exportaciones, recuperando el núcleo antisojero de la resolución 125. Ahora hay que ir a la carga por una nueva ley democrática de radiodifusión para pegar en los flancos al ejército sojero acampado en Palermo.
Ese reagrupamiento popular supone más unidad y tolerancia entre todos los matices políticos e ideológicos de los que lucharon contra el lock out y la oligarquía. Es hora de avanzar hacia un frente antiimperialista, democrático y antifascista.
Eso supone, en simultáneo, deslindar campos con los traidores al servicio de los que cortaron por más de cien días las rutas. Se debe ser amplio con todos los compañeros de lucha, pero intransigentes con los que se camuflaron de “progres” y “de izquierda” para servir a los estancieros. “Que se rompa pero no se doble”, la vieja consigna de Leandro N. Alem, es una excelente orientación para sanear a las organizaciones políticas y sociales del campo popular.
Sergio Ortiz
Secretario General del Partido de la Liberación, integrante de Proyecto Sur.
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