A pesar de sus diferencias, Cristina tiene más acuerdos con Lula que con Chávez (Emilio Marín en diario La Arena 4/8)

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Sergio Ortiz

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Aug 5, 2008, 9:19:45 AM8/5/08
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editoriales

 

VISITAS DE LOS PRESIDENTES DE BRASIL Y VENEZUELA

A pesar de sus diferencias, Cristina tiene más acuerdos con Lula que con Chávez

 

Las visitas de Lula da Silva y Hugo Chávez a Buenos Aires, los seminarios y reuniones con Cristina Fernández, etc, han bosquejado lo que el bolivariano llamó “eje central del sur”. Aún así, hay diferencias entre estos socios.

EMILIO MARÍN

 

Ya en julio pasado, en la XXXV Cumbre del Mercosur en Tucumán, los mandatarios de Argentina, Brasil y Venezuela habían reforzado su diálogo trilateral. Sin desmedro por los otros dos socios, Paraguay y Uruguay, y de los invitados Chile, Bolivia, Perú y Colombia, aquel tridente era el de mayor peso sudamericano.

Los tres jefes de Estado se volvieron a ver en nuestro país. Lula vino secundado por una nutrida comitiva de más de 250 ejecutivos que se hicieron 350 al sumarse los que residen en Buenos Aires. Y junto con su colega argentina, compartió con aquellos y empresarios locales el seminario “Argentina Brasil: una alianza productiva clave”, en el Sheraton Hotel.

En esa cita de gente de negocios las conclusiones estuvieron a cargo de Juan Carlos Lascurain, por la Unión Industrial Argentina, ligado al grupo Techint, y Paulo Skaf, titular de la Federación Industrial del Estado de San Pablo (Fiesp).

Desde el ángulo del gobierno argentino, esa cita con los paulistas era clave para mostrar el sustento de los dichos de Cristina Fernández en la conferencia de prensa del sábado, cuando ponderó los anuncios de inversiones extranjeras en el país.

Era su interés y el de Lula mostrarse unidos ante el mundo, sobre todo luego de las desaveniencias que surgieron en la negociación de la semana pasada de la Ronda Doha en Ginebra. Allí el Palacio de Itamaraty tuvo una postura favorable a un arreglo con las grandes potencias, que el Palacio San Martín consideró desventajoso para Argentina y el Tercer Mundo. El gobierno de Lula jugó ese partido para el Primer Mundo, a pesar de sus palabras tranquilizadoras hacia Argentina en el Sheraton, cuando pidió tomar a los 180 millones de brasileños como un gran mercado de oportunidades.

Sin embargo, lo que muestran los números del comercio bilateral es que en julio pasado aumentó el déficit argentino pues hubo un rojo de 662 millones de dólares con el país vecino.

En rigor el desfasaje debe ser mucho peor, pues muchas exportaciones registradas como “argentinas”, proceden en realidad de empresas que se desnacionalizaron. Petrobras compró Pecom Energía en 2002; Camargo Correa se quedó con Loma Negra, JBS-Friboi adquirió el frigorífico Swift, Marfrig hizo otro tanto con Quickfood y Estancias del Sur, Belga Mineiro se instaló al mando de Acindar, y Bom Retiro esta semana se hizo de Curtiembres Yoma, entre tantas otros pases de mano favorables a los brasileños.

Entonces, cuando Lula invita a vender al mercado brasileño, también se está dirigiendo a sus connacionales que ya controlan muchas firmas argentinas (léase con comillas).

 

El nuevo Lula

Que el gobierno brasileño mantenga su participación en el Mercosur y afiance sus vínculos con su par argentino, es una buena señal política. Al fin de cuentas son gobiernos sudamericanos que comparten aquel bloque comercial, bien que con fisuras, y otros emprendimientos como la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur). Este ámbito regional está buscando poner en marcha su Consejo de Defensa, que se convino en Brasil hace unos meses y aún no se implementó. Tal organismo fue invocado por Cristina Fernández el sábado, luego que el cronista de Prensa Latina le inquiriera sobre la postura respecto a la relanzada IV Flota de Estados Unidos.

Entre las cosas positivas de Brasilia en política internacional es que no ha roto sus relaciones con Hugo Chávez, tantas veces vituperado por Washington. En su momento el paulista abogó por la reelección del bolivariano y se manifestó a favor de su ingreso al Mercosur, aunque la derecha brasileña aún mantiene trabada esa incorporación plena. Por eso ayer Chávez, al arribar a Buenos Aires, dijo: “estamos en concubinato, pero somos Mercosur”. Faltan los papeles, quiso decir y urgir.

De todas maneras, el ex tornero instalado en el Palacio del Planalto no es más el político de izquierda que presidía un partido de ese signo, el PT. Su giro hacia el centro comenzó en el primer mandato y fue notable en el segundo. Posiblemente ello explique que de pronto los grandes medios de su país y los del Norte silenciaron las estridentes denuncias por corrupción con que lo estigmatizaron años atrás.

Ahora, para ellos, Lula es un gran estadista. En 2007 se vió en al menos dos oportunidades con George Bush y acordó con la política estadounidense para producir biocombustibles. Esa fue la disonancia pública más aguda de Lula con su amigo Fidel Castro, temprano crítico de esa fabricación al que Estados Unidos destina el 30 por ciento de su producción total de maíz.

El acercamiento brasileño a las grandes potencias obviamente no se realiza en los términos tan poco decorosos de las “relaciones carnales” menemistas. Pero a veces es visible, como la semana pasada en Suiza, en la Ronda Doha de la Organización Mundial de Comercio. El canciller Celso Amorim acordó con la propuesta de EE UU y Europa. Según Fernando Krakowiak, de Página/12, “los países en vías de desarrollo se debían comprometer a rebajar sus aranceles un 54 por ciento en promedio en la mitad de los productos industriales que importan. A cambio, Estados Unidos reduciría su techo de subsidios a 14.500 millones de dólares anuales y la Unión Europea a 33.000 millones”.

El canciller Jorge Taiana se mantuvo en la oposición y la fuerza de China e India puso la masa crítica para que no se firmara ese mal acuerdo. La circunstancia debería ser tomada en cuenta por Cristina: Lula es un socio no del todo confiable. Sólo se puede creer en él hasta cierto punto. Cualquier duda la puede evacuar el Movimiento Sin Tierra, de frustradas expectativas agrarias.

 

Chávez es otra cosa

El presidente de Venezuela no mandó a empresas venezolanas a copar firmas argentinas sino que ayudó con más de 6.000 millones de dólares en compras de títulos del Estado argentino. También colaboró con un crédito para que Sancor no fuera una ubre succionada por Adecoagro, de Soros.

Por eso era lógico que Chávez no participara del seminario en el Sheraton. Apenas arribado a Aeroparque tuvo tiempo de apoyar la reestatización de Aerolíneas y hablar sobre sus propias estatizaciones en el cemento, la siderurgia, las telecomunicaciones y el petróleo.

La visión estratégica del venezolano está opuesta por el vértice a las concesiones y expectativas brasileñas, y en menor medida argentinas, en la Ronda de Doha y los acuerdos con la superpotencia y la Unión Europea.

Por eso, según el cable de Prensa Latina, apenas pisó tierra argentina, citó al caudillo oriental José Artigas: “no esperemos nada, sino de nosotros mismos". Se refería a la ronda de la OMC. "Los países ricos no van a hacer nada para cambiar el mundo, porque ellos se sienten dueños del mundo", agregó para que no quedaran dudas.

Es que el jefe de Estado que tiene su oficina en el Palacio de Miraflores está ubicado claramente en la izquierda del espectro latinoamericano. Fue confundador de la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) junto a Fidel Castro. Irá mañana con su colega argentina a un acto en Bolivia, que a despecho de la inauguración de un emprendimiento energético tendrá un alto voltaje político. El domingo 10 se vota por la continuidad o no de Evo Morales, y Venezuela está cien por ciento jugada a que siga ese presidente.

Cristina, como Lula, no está en la izquierda sino en el centro, en el “justo medio”, en la “tercera posición”, aunque fue deslizada un poco para aquel lado por el lock out agropecuario.

Como su visitante, la argentina busca apoyarse en un empresariado nacional donde equivocadamente ubica a Eduardo Eurnekian, Jorge Brito, Paolo Rocca, Franco Macri, Luis Pagani, Marcelo Midlin y otros por el estilo. El equívoco es que ese lote tiene asociación con el capital extranjero.

El símbolo del fracaso de esos acuerdos pergeñados por el kirchnerismo lo puede dar la participación en el seminario del Sheraton de Cristiano Rattazzi, presidente de Fiat. El ejecutivo elogió el certificado de “investment grade” dado por Moody’s, Standard and Poor’s, Fitch IBCA o Duff & Phelps a Brasil. Y pidió “una mayor apertura económica, lo que sirve para hacer países más ricos", en plena coincidencia no sólo con Lula y Amorim sino, lo que es más grave, con Pascal Lamy, el francés rector de la OMC.

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