Empujar la creatividad
CULTURAPoetizar la existencia, crear el Ministerio de la Estética, construir el Museo de la Cultura Wayuu y caracterizar las ciudades por sus olores, algunas de las ideas.
Sábado 23 Octubre 2010
Una agencia para exportar la música
Colombia no solo debe ser consumidora.
Por Iván Benavides*
Las industrias creativas son las de mayor crecimiento en el mundo, pero para muchos en nuestro país, el arte es solo adorno y lo tratamos como 'Cenicienta'. El presupuesto del Ministerio de Cultura es 200 veces menor que el del Ministerio de Defensa.
Importantes promotores internacionales piensan que Colombia tiene una de las escenas musicales más efervescentes del planeta, pero nuestra presencia en circuitos internacionales es apenas comparable a la de Haití o Guadalupe, y lejana a la de países como Brasil, Cuba, Argentina o México. La escasa oferta de productos culturales en el exterior se debe más a esfuerzos aislados.
Yo propongo que se ponga en marcha una agencia público-privada para exportar la música y las artes. Un paso necesario para que nos globalicemos no solo como deudores, emigrantes y consumidores pasivos, sino como productores culturales dinámicos en diálogo abierto con el mundo.
*Músico y productor
El artista no debe mendigar
Más oportunidades y garantías para la cultura
Por Santiago Harper*
En el ámbito de la cultura colombiana son muchos los individuos que compiten y pocas, muy pocas, las oportunidades. En sus primeros años, el artista vive en el mercado informal y nunca puede cotizar para su seguridad social, está obligado a no enfermarse y sabe de antemano que tendrá que trabajar hasta el último de sus días. No tendrá pensión alguna. Sin embargo, él es la conciencia de la sociedad, es el que guarda su memoria colectiva y aporta de manera contundente a la construcción de la identidad.
La sociedad colombiana no se siente orgullosa de sus ancestros, porque no conoce su historia ni su cultura. El gobierno no financia ese aprendizaje: el presupuesto de la cultura es una vergüenza. Si la idea es que el artista, como gestor cultural, consiga a través de la empresa privada los medios para hacer su trabajo, el gobierno debería, al menos, producir una ley de la cultura que le permita al artista no mendigar a las compañías sus aportes financieros. Ese alto ejecutivo entendería entonces que el proyecto que apoya les sirve a todos: a la cultura, a la sociedad y a su compañía. El artista vive en una realidad hostil pero logra sobreponerse cuando alcanza la creación.
*Fotógrafo
No al 'todo vale'
Imaginemos una cultura de legalidad.
Por Omar Rincón*
Mi idea para un país mejor es poder romper con nuestra ética del aguante, la envidia y el todo vale. Nuestra filosofía del ser colombiano indica que "en Colombia muere más gente de envidia que de cáncer" (Cochise); que billete mata cabeza y por eso "es mejor ser rico que pobre" (Pambelé); que hay que resignarse porque "perder es ganar un poco" (Maturana); que el todo vale porque "a papaya puesta, papaya partida" (ética narco). ¡Hay que cambiar esto!
Mi idea para hacer un mejor país consiste en imaginar otra cultura, una en que hay que pensar siempre bien de otro colombiano, debemos creer que nuestro vecino es tan bueno, tan brillante, tan creativo como uno mismo se cree; una en que sepamos que el billete por el billete nos convierte en narcocultura; una en que busquemos ganar pero en ideas y convivencia y dejemos de perder libertad para ganar seguridad; una en la que la legalidad es mejor que el todo vale y el respeto mejor que la burla.
Mi idea para un país mejor es que el pensar le gane a la venganza, las ideas le ganen a la silicona y el respeto sea una moda nacional.
*Profesor asociado - Universidad de los Andes
El museo wayuu
Dar impulso al turismo cultural y ecológico en Uribia.
Por Adolfo Meisel Roca*
Al entrar a Uribia, La Guajira, la capital indígena de Colombia, se encuentra un gran espacio desolado donde se vende gasolina venezolana en tanques plásticos ('pimpinas'), hay un improvisado matadero de chivos y varias llanterías en torno a pequeñas chozas cubiertas con yotojoro.
Desde que conozco La Guajira he pensado que en Uribia debería haber un gran Museo de la Cultura Wayuu y del Desierto, que cuente la historia de esta nación que nunca se dejó conquistar por los españoles, muestre su cultura y nos permita conocer mejor la vida del desierto en todas sus dimensiones. Este tipo de museos con tecnologías de última generación se han construido en otros lugares del mundo, como, por ejemplo, el Museo del Desierto en Saltillo, México.
Con el Museo de la Cultura Wayuu y del Desierto, el turismo cultural y ecológico ganaría mucho, ya que sería un sitio de visita obligado para quienes viajen hacia el Cabo de la Vela y la Alta Guajira. De esa manera, el museo serviría como catalizador para desarrollar una infraestructura turística en Uribia, donde se requerirían hoteles, restaurantes y almacenes de artesanías, entre otros. Pero sobre todo, el Museo de la Cultura Wayuu serviría para que todos los colombianos valoremos más nuestro pasado indígena y la variedad ecológica de nuestro país.
*Economista y columnista de El Espectador
Democratizar el libro
Se debe crear una política para bajar su costo.
Por Luis Fernando Afanador*
El libro, sin ninguna duda, es un instrumento esencial de la cultura y la democracia. Pero en Colombia, desafortunadamente, el libro siempre ha sido un objeto caro, elitista, lejano de las posibilidades de la gran mayoría de la población. Esta circunstancia explica los bajísimos índices de lectura que históricamente hemos tenido.
Salvo acciones puntuales, nunca ha existido una política gubernamental sostenida que garantice un acceso masivo al libro. En largas discusiones, un tanto bizantinas, hemos escuchado argumentos contrarios: quienes creen que el Estado debe asumir esa responsabilidad y quienes creen que no debe hacerlo. Una discusión de principios económicos y políticos de nunca acabar.
Mientras tanto, el libro sigue siendo costoso e inaccesible para la gran mayoría. ¿No podríamos pasar de las abstracciones a la realidad? ¿No podríamos encontrar una posición intermedia? El Estado puede aportar dinero, y las editoriales privadas, la edición y la distribución. Una alianza rentable: la producción de libros a gran escala garantiza su rentabilidad y en esa empresa mixta ganarían ambos. Se rompería así el círculo vicioso: los libros son caros porque se imprimen pocos ejemplares.
* Crítico literario
Más imaginación
Para ser un país diferenciador y con progreso.
Por Carlos Duque*
El arte, la cultura y la ciencia se han convertido en el factor diferencial de las naciones desarrolladas. Pero no me refiero a la expresión espontánea e individual que nace del genio particular de un artista o científico que logró, por circunstancias del destino, destacarse en su proyecto humano, como lo vemos con frecuencia en nuestro país.
Necesitamos muchos García Márquez, miles de Boteros, cantidades de Rodolfos Llinás, montones de Shakiras, millones de Williams Ospina. Para ello, tenemos que apostarle a un Estado inspirador del emprendimiento artístico, educador del talento, que apoye por igual el desarrollo de la empresa industrial, de servicios, de bienes de consumo o de producción artística.
Propongo una sociedad decidida a educar e inspirar desde la infancia el desarrollo de la imaginación y la creatividad de sus miembros hacia procesos de emprendimiento que consideren el arte como proyecto de vida productivo, a partir de políticas de Estado con modelos académicos y de financiación que estimulen la innovación y el talento artístico y científico.
*Fotógrafo
Poetizar la existencia
Educar para vivir con alegría.
Por Eduardo Escobar*
Aquí, donde todo merece ser reinventado, el buen gobierno debería propugnar por una educación que poetice la existencia. Todo lo demás se ennoblecería con una gran campaña nacional por la poesía. Es decir, para democratizar la alegría y darle sentido a las dificultades inevitables del vivir. Los escándalos de las 'chuzadas', los falsos positivos, las corruptelas de ministerio y Capitolio, para no hablar del asesino a sueldo, somatizan el fracaso de la poesía para nosotros. Y de la educación, que no se reduce a crear funcionarios sino hombres con la conciencia de que la vida merece ser vivida. Colombia está por educar. La vida que llevamos es la consecuencia de una pedagogía equivocada. El poeta nadaísta Eduardo Zalamea dijo: "Habrá policía mientras exista mala poesía".
Mientras haya mala poesía, los altos heliotropos, párrocos, banqueros y contratistas seguirán con sus latrocinios, y los vándalos seguirán rompiendo vidrieras por un gol de menos, incendiando edificios para celebrar el Día del Trabajo, matando policías en protesta contra el Fondo Monetario Internacional y pulverizando pueblos de indios, como si filosofaran.
*Poeta
Ciudades olorosas
Para crear referentes en los visitantes.
Por Armando Silva*
Propongo que las ciudades colombianas se caractericen por los olores que su propia naturaleza les da en flores y frutas. El espacio urbano se determina por coordenadas físicas y se recorre por referencias visuales o arquitectónicas. Pero a las ciudades imaginadas por sus habitantes (que yo mismo he estudiado) las piensan más bien en un urbanismo 'ageográfico', sobre percepciones provenientes de sentidos, no solo visuales, también de sabores, ruidos y olores. Este último, por su 'primariedad', puede ser el que más nos referencia recuerdos de agrado o rechazo.
Se pueden ejecutar dos acciones: árboles sembrados en avenidas emblemáticas para que la gente en su recorrido perciba sus olores naturales (jazmines en Bogotá, coco en Cartagena, caballero de la noche en Cali...) y con fragancias elaboradas con productos nativos, que se esparzan en aeropuertos y sitios públicos, a lo que se puede agregar aquellos carritos populares que venden aguas aromáticas (como hierbabuena).
El programa es realizable, tiene contenido ecológico, estético y cultural. Los olores ayudan a construir la imagen de una ciudad, lo que desata conductas ciudadanas.
*Semiólogo
Poner de moda el futuro
Al diseñar se debe pensar en el medio ambiete.
Por Catherine Villota*
En momentos de crisis, como los actuales, donde el ser humano se está repensando a sí mismo y su estilo de vida, es cuando se hace necesario buscar oportunidades creativas.
La moda sustentable o sostenible, también llamada moda ecológica, hace parte de la filosofía del diseño y de la tendencia creciente de elaborar productos bajo un criterio de sostenibilidad. Significa crear un sistema de producción y consumo que respete y promueva la protección al medio ambiente y la responsabilidad social.
Por ello, mi idea es crear en Colombia una conciencia eco más profunda, que le apueste a la moda sostenible, al trabajo justo y al uso responsable de materiales, sin que por ello sean rotulados como 'hippies sin estilo' o de pensamiento new wave que, por cierto, no está de moda serlo ni pensarlo.
Bajo esos criterios, mi idea es indagar en el diseño, en el ciclo de vida de las prendas de moda, los impactos ambientales, culturales y sociales que produce su fabricación y uso, así como crear Moda Sostenible hecha en Colombia, a través de una convocatoria-concurso donde diseñadores de moda, biólogos e ingenieros ambientales conciban ideas innovadoras y radicales que pongan en equilibrio la moda con la ecología, la sociedad y la cultura.
* Directora y editora de FashionRadicalsNews.com
Un nuevo discurso
Nose puede olvidar la labor de los antepasados.
Por Héctor Rincón*
Podría llamarse el nuevo discurso, la nueva historia, la nueva mirada para el intento de construir una nueva mentalidad desprovista de las taras que nos han dado por herencia. Hablo de hacer una campaña de alfabetización nacional, un programa de reeducación para combatir sin desmayo el malsano discurso que nos endosa la cicatriz de haber sido un país violento desde siempre y condenado para siempre a serlo. Una campaña sistemática para oponerse a ese discurso malintencionado que puja por la perpetuidad de los políticos que se venden como justicieros. A esa leyenda negra de una Colombia siempre ensangrentada hay que oponerle la historia, verdadera, de lo que hemos sido: un país construido por los zenúes que domesticaron las aguas; por campesinos que hicieron 4.000 kilómetros de caminos de piedra; por indígenas que fueron capaces de levantar los montículos de San José de Isnos y de construir las terrazas de la Sierra Nevada y los hipogeos de Tierradentro. Sí. Un discurso así, que dé cuenta de una Colombia bien habitada y laboriosa, construida con esmero y perdurabilidad por unos ciudadanos que no han tenido un lugar en la historia. Un nuevo discurso que podría llamarse el de la nueva esperanza.
* Periodista
Un conservatorio de nuestra cocina
Nuestros sabores son un rico legado histórico.
Por Humberto Palacio*
Colombia requiere un conservatorio dedicado a preservar, valorar, resignificar y proyectar nuestra cocina. Un espacio de gestión, permanente y mixto, que concentre entidades oficiales e instituciones privadas en cuyo interés específico se aborde la cocina colombiana por razones turísticas, socioculturales y de investigación.
Colombia necesita un escenario en el que los saberes y sabores que sustentan nuestra cocina sean valorados como un legado histórico, que debe apreciarse en la dimensión de patrimonio cultural intangible. Un conservatorio para salvaguardar nuestra memoria a través del reconocimiento inventariado de las propuestas culinarias regionales, de curadurías que permitan evidenciar expresiones relevantes de la cocina, de propuestas generadoras de escenarios para el intercambio cultural de las comidas.
El conservatorio deberá apostarle a diseñar 'rutas de sabores regionales', que, en conjunto y articuladas, conformen una 'ruta culinaria nacional', lo cual fortalecería las políticas culturales locales, para lograr consonancias con las directrices nacionales de turismo y cultura.
Idearse un país mejor exige poner en valor lo que ya tenemos: el patrimonio cultural intangible, instrumento cohesionador y mediador de nuestras identidades.
*Rector de la Colegiatura Colombiana
Políticas culturales
Hay que tener otra mirada de la diversidad.
Por Ángel Pera Escobar*
Como miembro de la comunidad afrocolombiana, mi ideal de armonía se desprende de las arduas relaciones interculturales entre los diversos colombianos; el imaginario popular persiste en una visión condescendiente de lo afro, hecha de mitos construidos por el pavor a la diferencia.
Mi idea comprende promover conceptos resultado de las garantías de la Constitución del 91, como la cátedra de estudios afrocolombianos, que estimulan un profundo intercambio de ideas, actitudes, visiones del mundo y otra miríada de identidades culturales.
Esta promoción utilizaría a las figuras públicas más reconocidas de la comunidad afro, en masivas campañas de socialización del concepto implicado en la cátedra, que incluyan actividad en medios y visitas de estos personajes a centros educativos y culturales de todo el país.
El impacto se reflejaría en el estímulo de nuevas políticas culturales de apreciación de los elementos que hacen a los colombianos lo que son.
*Antropólogo
El arte como lazo
La cultura y la educación son las mejores armas.
Por Omar Porras*
A mis 20 años encontré alas para salir de una jaula; para mí, en Colombia volar y soñar era imposible. Hoy, después de mucho andar volando por el mundo, estoy de regreso al lugar de donde nunca me fui. Mi experiencia de más de 20 años de carrera artística en Europa y Asia me ha demostrado que la cultura y la educación son las mejores herramientas para aprender a volar y soñar y también las mejores armas contra la ignorancia, la violencia y el olvido.
La fortuna me dice que Colombia necesita iniciativas creativas de cohesión, reparación y convivencia. Aspiro a que los colombianos velemos por que el Estado equilibre la balanza del presupuesto nacional y que la educación y la cultura dispongan de recursos equivalentes o superiores a los de la 'defensa'. Quiero reivindicar el rol de las prácticas artísticas en la construcción del tejido social. Debemos crear relaciones estrechas y perdurables entre los diferentes sectores de la sociedad, y el arte es el lazo. ¿Cómo hacerlo? Acercando la vida del Estado, de las empresas, de los colegios, de las universidades y de la ciudadanía en general al arte; dignificando y visibilizando nuestra gran diversidad de talentos; manifestándole al mundo nuestro potencial cultural.
* Director de teatro
Nuevas fiestas
Cambios para reflexionar sobre la historia.
Por Daniel García Peña*
Pese a que la Constitución de 1991 estableció el Estado laico, de los 19 días de fiesta que tiene Colombia, solo seis son de carácter cívico y 13 son religiosos. Algunos, como la Semana Santa y la Navidad, son parte central de nuestra cultura nacional. Pero la mayoría ni se sabe por qué hay puente.
Propongo eliminar los festivos de San José, Ascensión de Jesús, Corpus Cristi, Sagrado Corazón, San Pedro y San Pablo, Asunción de la Virgen, Todos los Santos e Inmaculada Concepción, y reemplazarlos así: el 8 de marzo, Día de la Mujer; 9 de abril, Día de la Memoria; 22 de abril, Día de la Tierra; 4 de julio, Día de la Constitución; 24 de julio, Natalicio de Simón Bolívar; 5 de septiembre (el 5-0), Día del Deporte; 21 de septiembre, Día de la Paz; y 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos.
Pequeños cambios simbólicos pueden tener repercusiones grandes. Un país mejor se construye al recuperar el descanso para reflexionar sobre su historia, reafirmar sus valores y celebrar sus identidades colectivas.
* Historiador
Cambiar por dentro
Es fundamental crear sentido de pertenencia.
Por Camilo Pradilla Núñez*
Como publicista y como ciudadano de un país al que quiero profundamente, haría una gran campaña, que comience con un programa de comunicación interna, que sensibilice a todos los ciudadanos del rol que cumplen dentro de la sociedad, que los comprometa y los invite a actuar, a tomar partido, a sentirse orgullosos de su país.
Es hora de trabajar por una Colombia positiva, por una Colombia de gente buena, de gente con valores, que respire amor por su país, que se preocupe por hacer las cosas bien y por construir, desde su óptica personal, una Colombia mejor. Si lográramos que todos los colombianos replicaran estas conductas en su vida diaria, en el día a día de las pequeñas cosas, lograríamos la Colombia que todos soñamos.
Si vivimos haciéndole mala imagen a Colombia, ¿cómo pretendemos que el resto del mundo vea todo lo bueno que tenemos?
Cambiemos por dentro... Y una vez interiorizada y ejecutada esta campaña, lograremos vender a Colombia al mundo, porque solo cuando uno cree en el producto que tiene, se lo puede vender a los demás.
Todos construimos la imagen de Colombia. Hecho en Colombia debe ser motivo de orgullo.
*Publicista y creativo
El Ministerio de la Estética
Trabajaría por el buen aspecto de los negocios.
Por Andrés Ospina*
Sin incurrir en ambiciones faraónicas ni en las clásicas reestructuraciones y fusiones propias de quien pretende dar un vuelco abrupto a nuestra institucionalidad, creo que la existencia de una nueva cartera le haría mucho bien a nuestro país.
Me refiero a la posible instauración de un Ministerio de la Estética. Una entidad sólida y ética, dedicada en esencia a velar por la armonía y el buen aspecto de todo cuanto nos rodea.
Encargada de que los avisos de peluquerías, salsamentarias, restaurantes de baja estopa y tiendas de barrio se convirtieran en elementos decoradores y no en permanentes afrentas a los órganos de sensación, auspiciados por marcas de refrescos carbonatados o de cervezas.
Tal entidad velaría por la pluralidad y la diversidad en términos de opciones de consumo cultural, evitando así el duopolio de la cultura vallenatera o tropipopera, la proliferación de almuerzos ejecutivos mal elaborados y el exceso de piezas publicitarias y vallas de deplorable apariencia, para las que por lo general se utiliza como fuente la aborrecible Comic Sans.
También preservaría las edificaciones confortables de buen gusto, y a su vez penalizaría a quienes las demuelan para erigir sobre sus ruinas aparcaderos o monstruosas unidades de vivienda multifamiliar. Los niveles de agresividad en nuestros ciudadanos cambiarían.
El bienestar de nuestras gentes aumentaría, y de seguro el turismo se vería beneficiado con esta ostensible mejora.
Temo -no obstante- que algo tan imposible de deteriorar, como la estética misma, terminara por verse burocratizado, que es lo que siempre termina por ocurrir con este tipo de iniciativas.
*Músico
No más 'vivos que coman del bobo'
Hay que respetar las reglas y normas sociales.
Por Hernán Zajec*
Algo que yo quisiera cambiarle al país es 'la cultura del atajo', o el 'vivismo' (si se le pudiera llamar así a eso de 'el vivo come del bobo'), que es, en mi opinión, un mal que aqueja al país a todo nivel, sin importar raza, clase social o nivel educativo. Pareciera que fuera más un asunto genético que uno de educación, ya que está presente en todo lo que va desde lo cotidiano (por ejemplo, cuando aparece un 'vivo' en una cola o en el tráfico), lo económico (como los bancos que cobran por servicios que son gratis en los bancos del mundo entero), en lo militar (los 'falsos positivos', que deberían llamarse 'verdaderos negativos'), etcétera.
Hay ejemplos para cualquier actividad. Y me parece que en el fondo es generador primario de mucha conducta violenta, agresividad y desigualdad.
Mi idea es hacer campañas educativas que muestren que cuando todos queremos ser 'vivos' terminamos todos siendo 'bobos', para dirigirlas principalmente a niños y hacer algo por futuras generaciones, porque no se me ocurre cómo controlarlo en adultos. De pronto leyes y reglas más drásticas para castigar tanto 'vivo'. El gran problema es que los que hacen las leyes resultan ser los más 'vivos' de todos, desgraciadamente.
* Productor de El siguiente programa y de El profesor Súper O.
Volver a fundar cada pueblo en Colombia
Para sentir pasión y volver a sentir la vida.
Por Lorenzo Castro Jaramillo*
En Colombia, país de ciudades, la mayoría de sus habitantes son urbanos. Algunas ciudades se fundaron hace 500 años y otras surgieron desde la informalidad. Es posible fundar sobre lo fundado, invadir lo invadido, construir sobre lo construido con arquitectura de calidad. Las ciudades son máquinas de proximidad, que si no revisan constantemente su calidad física, generan distancias de todo tipo.
Volver a fundar con visión de futuro. Para incluir, para que todos se apropien y gocen de las ciudades por su alta calidad urbana. Refundar con el fin de generar el ambiente propicio para sentir pasión por vivir en la ciudad.
La propuesta consiste en escoger en cada pueblo y ciudad del país un lugar para volver a fundar la vida; plazas cuyos paramentos estén conformados por bibliotecas, teatros, centros culturales, cafés, institutos de artes visuales, música, artes escénicas y cocina.
Un lugar que se convierta en un condensador urbano, en donde edificios y plaza se alimenten el uno del otro, por el uso intenso y permanente de los ciudadanos. Un lugar donde se funde la contemporaneidad y el futuro con la proyección de la tradición.
*Arquitecto
Centro de Estudios Urbanísticos y Ambientales
Valorar la democracia
No es perfecta, pero sí sólida, como pocos la tienen.
Por David Bushnell*
Una celebración como el Bicentenario es ocasión propicia para ensalzar los hechos de los próceres, lo que es justo con tal de no caer en mero patriotismo. En Colombia, cuya gente tiene una excepcional capacidad de autocrítica, seguramente hay además lamentaciones amargas por los muchos estragos, como la violencia política (que estalló casi en seguida en 1810), que han ensombrecido la vida independiente.
Pero vale la pena apreciar los verdaderos hechos positivos, como una historia de elecciones como mecanismo para poner y renovar gobernantes, que también se remonta a sus orígenes y no tiene igual en América Latina ni otras muchas partes del mundo.
Al igual que en otras partes, no han sido siempre de una corrección total, pero, a diferencia de otras, casi nunca se han suspendido, y en este año bicentenario, por una feliz casualidad, se presentó la oportunidad de celebrar y practicar este logro de la independencia y rasgo de colombianidad participando entusiasta y conscientemente en todas las vueltas que hubo de una campaña fascinante.
*Historiador norteamericano
Gimena Sanchez-Garzoli
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