Para qué me ha hecho Dios

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Ivanovik Sudacok

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Mar 11, 2010, 3:36:08 PM3/11/10
to pertrechos

Para qué me ha hecho Dios

 

Por: Donizetti Barrios

 

Dios te trajo a este mundo no por un accidente, no por una falla en la computadora del cielo, sino porque en su voluntad Él quiso concederte la vida. Dios te formó con sus propias manos con propósitos claros.

 

Proverbios 16:4 dice: “El Señor lo ha creado todo con un propósito”.

El Salmo 119:73 señala: “Tú mismo me hiciste y me formaste. Y el Salmo 139: 13-16 refiere lo siguiente: “Tú fuiste quien formó todo mi cuerpo; tú me formaste en el vientre de mi madre. Te alabo porque estoy maravillado, porque es maravilloso lo que has hecho. ¡De hecho estoy bien convencido! No te fue oculto el desarrollo de mi cuerpo mientras yo era formado en lo secreto, mientras era formado en lo más profundo de la tierra. Tus ojos vieron mi cuerpo en formación; todo eso estaba escrito en tu libro. Habías señalado los días de mi vida.”

 

Y dentro de los propósitos por los cuales Dios te ha creado te podría mencionar algunos:

 

1.   Para la gloria de su nombre.

2.   Para conocerlo y confiar en él.

3.   Para servirle.

4.   Para vivir eternamente con él

5.   Y para reinar con él.

 

Y todo esto suena muy bonito, pero algo terrible ha sucedido. El pecado ha entrado en el mundo. Satanás ha tentado a Adán y Eva para que se rebelen contra Dios y ha tenido éxito en su plan.

Ahora el pecado ha entrado en el mundo. Y como consecuencia de ese pecado se ha creado un abismo de separación entre ese hombre pecador y Dios que es santo.

 

Pero las consecuencias no se quedan allí. Ahora a consecuencia del pecado el hombre ha dejado de ser eterno y la muerte ha entrado en el mundo, pues la paga del pecado es muerte. Y esa muerte la hay física y la hay espiritual, el ser humano ya no puede vivir con Dios, sino que ha pasado a un estado de condenación, ahora, después de la muerte física, vivirá eternamente separado de Dios en un lugar llamado el infierno, el cual ha sido creado para albergar a Satanás y sus ángeles.

 

Otra cosa terrible ha acontecido. El pecado de Adán y Eva es transmitido genéticamente a toda la raza humana. Ahora todos los seres humanos nacemos pecadores, tenemos la habilidad innata para pecar. Nosotros no somos pecadores por que pecamos, sino que pecamos porque somos pecadores.

 

Por eso David declara en el Salmo 51:5 “He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre.”

 

La situación es lamentable, pero Dios, que ama tanto al ser humano, por ese inmenso amor que tiene por él ha diseñado un plan. Ese plan es enviar a su hijo Jeshua, nombre hebreo que quiere decir Yhavhe salva. Aunque tú puedes decir Jehová Salva. Y si no hablas hebreo sino castellano en lugar de decir Jeshua puedes decir Jesús. Y si hablas inglés puedes decir Jesús.

 

En fin, Jesús viene a este mundo como el Salvador. ¿Y salvar de qué? De la condenación eterna, porque todos los seres humanos vamos camino al infierno, derechito para allá, pero por gracia, y a través de la fe en Jesús, el Mesías, en hebreo, o el Cristo, en griego, somos rescatados, somos perdonados, transformados en nuevos seres humanos, hechos Hijos de Dios, convertidos en parte de una nación santa, somos hechos linaje escogido, reyes y sacerdotes y adquirimos una morada en el cielo para vivir eternamente con Dios.

 

¿Y por qué Dios nos ha salvado de la condenación eterna? ¿Qué lo ha motivado? Su principal motivación ha sido la del amor. El amor de Dios ha sido tan grande que ha llegado a demostrarlo de forma inigualable. La declaración de Juan 3:16-17 en la Biblia es muy clara:

 

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios al Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por medio de Él”.

 

Pero el objetivo de Jesucristo no es únicamente llevarte al cielo algún día, no, ese no es el único motivo para haber venido a este mundo. Sí es el motivo más importante, porque es una razón para toda la eternidad, pero no es el único. Cristo también tiene razones temporales, no sólo eternales, sino propósitos para la vida de cada uno de nosotros mientras dure nuestro peregrinar por este planeta tierra en este traje de carne y hueso.

 

En Juan 10:10-11 Jesús dice: “El ladrón viene solamente para robar, matar y destruir; pero yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.”

 

Mientras que el ladrón, el diablo, viene a robarnos, matarnos y destruirnos, el propósito de Jesucristo es darnos vida, y vida abundante, aunque ello significó dar su vida por nosotros. Y esa vida abundante la es eternal y temporal. Repito, no se trata de únicamente de llevarnos al cielo algún día desconociendo nuestra vida terrenal presente.

 

Aunque la verdad es que hay muchas personas que tienen esa visión tan limitada del propósito de Dios para sus vidas. Son millones las personas que en diferentes partes del mundo se convirtieron al cristianismo y dejaron de ser útiles para los demás. Son seres tan súper espirituales que no sirven para nada aquí en la tierra. Son creyentes que desde que abrazaron la fe cristiana se la pasan sentados en la parada del transporte esperando que pase el autobús del rapto. Esos cristianos no han entendido que hay que vivir con el corazón en el cielo, pero con los pies en la tierra. Esos cristianos aún no conocen que hay tres propósitos de Dios para sus vidas en tanto que están con vida en esta nave espacial llamada planeta tierra.

 

Y para que quede muy claro que el único propósito de Dios para nuestras vidas no es llevarnos al cielo, aunque si es el más importante, pero no el único, quiero ponerles un ejemplo.

 

Imagínense que en esta iglesia me invitan a una campaña evangelística. Despliegan todo un trabajo publicitario a través de radio, televisión, medios impresos, Internet y correo directo. La noche de la celebración podemos apreciar que el 30% de la concurrencia es no cristiana, es decir, las personas que necesitábamos que vinieran a la reunión. Los que ya son cristianos nos ayudan a hacer montón en su mayoría, y una minoría nos apoya espiritual y organizacionalmente.

Esa única noche de predicación les comparto un sermón de treinta minutos que los deja impactados, indefensos bajo el poder del Espíritu Santo. Les invito a que levanten la mano y luego los hago pasar al frente. Les guío en la oración del penitente para que reciban a Jesucristo como su Señor y Salvador personal. Y después de que han hecho esa oración con toda la fe del mundo y con plena sinceridad, les pido que se queden allí, que no se muevan. Y después saco una ametralladora del púlpito y les disparo a todos. Los mato a todos. Pregunta, ¿a dónde se fueron sus espíritus?

 

Correcto, para el cielo. Ellos acaban de recibir la salvación por gracia, se han arrepentido genuinamente y con fe le han pedido a Jesucristo que los perdone y les dé la salvación. Jesucristo les ha dado la salvación y les ha preparado un lugar para ellos en el cielo. Yo se los envié de una vez al Señor, no les di la oportunidad de salir de la iglesia e irse a pecar. Se fueron santificados, de una vez.

 

Si la finalidad de presentarle a Jesucristo es únicamente llevarlos al cielo, pues yo lo hice bien, los mandé a todos al cielo. ¿Sabe cuál es el problema? Que a la salida de la reunión me va a estar esperando la policía para llevarme a la cárcel por asesinato.

 

Pero puedo variar el método y evitarme el problema con la policía. Les predico un hermoso sermón, los hago pasar al frente y les hago repetir la oración entregando sus vidas al Señor Jesucristo. Tan pronto hayan terminado de orar y sean salvos, les digo que no se muevan de allí, que voy a orar por ellos. Y hago una oración como esta:

 

“Padre, ahora mijmo, en el nombre de Jesús, yo te pido que a esta gente le venga ahora un infarto, un derrame cerebral, un paro respiratorio, pero llévatelos Señor, llévatelos ya mismo. Que ninguna salga con vida de aquí, y que si alguno se escapa con vida de esta reunión, que cuando atraviese la puerta de salida un camión lo apachurre y se vaya para el cielo esta misma noche. Te lo pido Padre”.

 

Te parecerá exagerada esta oración, ridícula o irrespetuosa, por lo cual pido perdón si alguien se ha sentido ofendido. Pero sí te digo algo, esta oración que no tiene nada de cristiana y que jamás será del agrado de Dios, no sólo es para es que nos riamos un poco, sino para que nuestro entendimiento sea golpeado, y de una forma tal que no se nos olvide el propósito instructivo de este ejemplo.

 

¿Por qué Dios no nos lleva para el cielo tan pronto hacemos la oración de entrega a Jesucristo? ¿Por qué no nos evita tantos malos ratos en este mundo? ¿Por qué no nos ahorra tantos gastos de arriendo, comida, ropa, transportación, educación, diversión, seguros y tantos otros rubros? ¿Por qué el Señor nos deja con vida en esta tierra, por qué no nos quita la vida y ya, no más líos, derechitos para el cielo?

 

La respuesta es sencilla, porque aunque lo más importante es nuestra salvación del alma, la entrada al cielo, hay otros dos propósitos de Dios para nuestra vida, y esos dos propósitos se escriben con “ese” al igual que la salvación. Esos dos propósitos son la Santificación y el servicio. Es por eso que el título de esta conferencia es: “Póngale salsa al servicio”. ¿Y porqué salsa? Bueno, primeramente por que la palabra salsa es una sigla que he hecho con las palabras salvación y santificación. Salvación comienza con “sal”, y santificación comienza con “sa”. Entonces tomamos la sílaba “sal” y le agregamos “sa” y queda salsa, y como el tercer propósito es servicio, entonces le ponemos salsa al servicio. Además la salsa, bien sea en su acepción musical o gastronómica, nos habla de algo agradable, sabroso, rico. Y como el servicio cristiano debe tener esas connotaciones, pues qué mejor que expresar que le pongamos salsa al servicio, y de esta forma no sólo tener un recurso mnemotécnico para recordar el título y la tesis de esta conferencia, sino asociarlo con una música que es muy puertorriqueña y con una receta muy apetecida en la gastronomía.

 

Ya sabemos que el propósito principal de Jesucristo es la salvación de nuestra alma. El segundo propósito es la santificación y el tercer propósito es el servicio.

 

Esas son las tres “ESES” en tu vida cristiana:

 

·        Salvación

·        Santificación

·        Servicio

 

Salvación es lo que Cristo hizo por ti.

Santificación es lo que Cristo está haciendo en ti.

Y servicio es lo que Cristo hace a través de ti.

 

Cuando tú recibes a Jesucristo como Señor y Salvador inmediatamente te subes al autobús de la gracia, el cual tiene como destino EL CIELO.

 

Tan pronto te subes se te entrega en la puerta un certificado que dice: SALVACION.  Es por gracia, gratis, intransferible e irrevocable.

 

Ahora, es preciso que nunca te bajes de este autobús, y menos se te ocurra subirte al de al lado, al autobús de la ley, el cual nunca podrá llevarte al cielo.

Toma asiento en el lugar indicado para ti. Abróchate el cinturón de seguridad y enciende la luz que está encima, así vendrá el servicio de abordo que se llama Espíritu Santo y te ayudará en tu proceso de SANTIFICACION, el cual durará todo el trayecto hasta el cielo.

 

Y mientras estés de viaje, invita a otros a subirse a este autobús y ayuda a otros pasajeros en cuanto esté a tu alcance, esto se llama SERVICIO, y de él dependen los galardones que se te entreguen al arribar al cielo.

 

Recuerda, el certificado de SALVACION es gratis e instantáneo. La SANTIFICACION es un proceso que te tomará todo el viaje y deberá ser siempre asistido por el Espíritu Santo. El SERVICIO también te tomará todo el trayecto y además será premiado al arribar a tu destino, pues aunque recibiste la salvación por gracia, los galardones los recibirás por obras.

 

Hace un tiempo produje una promoción de radio para ilustrar este concepto de la salvación, la santificación y el servicio. Tal vez ustedes ya lo hayan escuchado muchas veces, pues está sonando hace buen tiempo en toda Ibero América. Este anuncio lo grabamos con Carolina Ansuini y dice así:

 

ANUNCIO RADIAL DEL AUTOBUS DE LA GRACIA

 

Muchos cristianos en el mundo se saben de memoria lo que dice la Biblia en Efesios 2:8-9

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”

Y este texto nos señala con claridad meridiana que la salvación es por gracia, que no depende las obras, sino que es un regalo inmerecido de parte de Dios y que se nos entrega por medio de la fe, la fe que nosotros ponemos en Jesucristo, el Hijo de Dios, el único en el cual hay salvación.

Lo que muchos no saben es lo que dice el versículo siguiente, el diez:

“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”

Aquí se nos explica que aunque nosotros no nos salvamos por hacer buenas obras, sí nos salvamos para hacer buenas obras. Las obras son el resultado, una consecuencia de la salvación. Es por ello que el apóstol Jacobo, o Santiago, dice en el 2:14, 18, 19, 20 

¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso puede tal fe salvarlo? Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. ¡Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras! ¿Tú crees que Dios es uno? Haces bien. También los demonios creen, ¡y tiemblan! ¿Mas quieres saber, oh hombre vano, que la fe sin obras es estéril?

La idea de Jacobo no es enfrentar la fe y las obras, no, su propósito es mostrar cómo se compaginan las dos. Jacobo explica que hay dos tipos de fe, una fe que es salvífica, que es fructífera, que es viva, y que es el resultado de la salvación en una persona. Y una fe que es estéril, que no es salvífica, que demuestra que no hay salvación en ella. Es el tipo de fe que tienen el diablo y sus ángeles, una fe que aunque acepta intelectualmente la existencia de Dios, no es fruto de una relación con él, de haber recibido su salvación.

Jacobo nos invita a que mostremos nuestra fe. La pregunta es: ¿Y la fe se puede ver? ¿No se supone que es algo abstracto, un concepto, una idea? Pues Jacobo nos enseña que la fe sí se puede ver. ¿Y cómo? A través de las obras. Una persona que es salva lo demuestra con sus obras, no con tener información teológica, o con la membresía en una religión, o con aceptar intelectualmente que Dios sí existe, sino con las obras que evidencian que en esa persona ya hay salvación, que Dios mora en su corazón.

Si a usted se le acerca un árbol de manzanas y le asevera y le jura que es un árbol de naranjas, no le discuta, no le pelee. Sencillamente espere que llegue la cosecha y mire qué tipo de fruto da. Si da manzanas es un manzano, no importa lo que el árbol le diga. Y si da naranjas, es un naranjo, no importa que su apariencia externa no lo evidencie o que usted no le vea como los naranjos tradicionales que conoce.

Los historiadores cuentan una anécdota muy interesante de Martín Lutero, el reformador alemán. Lutero, quien era un sacerdote católico, profesor de teología, fue quien promulgó el 31 de octubre de 1517 sus 95 tesis, hecho que dio origen al protestantismo. El estaba muy contento de haber traducido al alemán las epístolas de Pablo y de haber sustentado claramente que la salvación es por gracia, no por obras.

Pero cuando llega a la epístola de Jacobo, o la epístola de Santiago, que es la misma, y se encuentra con que el escritor defiende las obras y las pone a la altura de la fe en importancia, el doctor en teología Martín Lutero se sintió confundido, agobiado. Estuvo un buen tiempo meditando en el tema y llegó a la conclusión de que Jacobo estaba contradiciendo al apóstol Pablo y que por ello su escrito no debería de ser considerado. Acto seguido tomó su Biblia y arrancó de ella las páginas de la epístola de Jacobo.

Hoy en día hemos podido conciliar las dos tesis, la del apóstol Pablo y la de Jacobo. Pablo afirma que nos salvamos por gracia, poniendo nuestra fe en Jesucristo. Y Jacobo, que tal vez en su Biblia aparezca como Santiago, explica que hay una fe que sí sirve para salvarnos, y que es la que se ve a través de las obras, y que hay otra fe que no sirve para salvarnos, y que es aquella no da buenas obras, que no se ve.

No hay entonces ninguna contradicción, somos salvos no por obras, si no para buenas obras, obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Esa es una de las razones por las cuales cuando nos salvamos no nos morimos inmediatamente, porque Dios nos necesita para hacer las buenas obras que él ya tiene preparadas. Esas obras no las van a ejecutar ni los ángeles, ni los arcángeles, ni los querubines, no, las vamos a ejecutar aquellos que ya hemos sido salvados y que hemos sido llamados para servir al Señor. Dios no nos salva para dejarnos por allí quietitos, de adorno, no, Él nos salva para usarnos conforme a sus propósitos.

Ya habíamos visto las tres “eses” del cristiano: salvación, santificación y servicio. Yo creo que lo de la salvación ya se ha entendido. Ahora vemos rápidamente lo de la santificación para luego ocuparnos mayormente de la parte del servicio.

La santificación es un proceso a través del cual Dios me lleva en un proceso de maduración espiritual. Todo comienza con la salvación, un acto en el cual Dios, por amor, toma a una persona, que se deja tomar por Él, y le perdona sus pecados, le da el nuevo nacimiento espiritual y le regala la vida eterna en el cielo. Pero cuando ese acto se cumple, la persona que acaba de nacer otra vez engendrada por el Espíritu Santo, no queda perfecta de una vez y para siempre. La persona queda declarada como justificada, pero no es justa todavía en su esencia. Una cosa es que a uno lo declaren justo y otra es que uno sea hecho justo. Y en la salvación se nos declara justos, no culpables, aunque lo seamos, sencillamente porque se nos perdona lo malo que hemos hecho. Pero como en nosotros queda una tendencia hacia lo malo, que la Biblia llama carne, o viejo hombre, o concupiscencia, entonces Dios inicia en nosotros un proceso de santificación, de pureza, de desarrollar en nosotros el carácter de Cristo.

Es por ello que el apóstol Pedro declara en 1Pedro 2:2

“Desead como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis en la salvación”.

Hay otras versiones que dicen que crezcamos para la salvación, pero la traducción correcta de la expresión griega EIS SOTERIAN es “EN”, no PARA.

Nosotros no crecemos espiritualmente para ver si algún día nos salvamos, para ver si al final cumplimos con el puntaje requerido y pasamos al cielo. La salvación no depende de la calificación obtenida en el proceso de santificación. La salvación es el inicio del proceso de santificación, no el final. Nosotros crecemos EN la salvación, dentro de ese status de ciudadanos del cielo en pasantía por la tierra.

Y esa santificación nos tomará toda la vida, pues se trata no de ser perfectos, porque ningún ser humano lo es, ni lo ha alcanzado, sino de ser sometidos a un proceso de perfeccionamiento. Es decir, Dios no espera que tú ya seas perfecto, pero sí espera que estés en el proceso del perfeccionamiento.

La vida cristiana no es para envejecer, sino para madurar. A Dios no le importa si eres cristiano hace 20, 30 o 50 años, a Dios lo que le importa es qué tanto has madurado. Dios quiere saber qué tanto porcentaje hay de Donizetti Barrios dentro de mí y qué tanto porcentaje hay de Cristo en mí.

La meta final es que Donizetti Barrios desaparezca y en mí no quede sino la presencia dominante de Cristo. Mi yo debe morir definitivamente. Así lo entendió el apóstol Pablo cuando les dice a los Gálatas en el capítulo 2:20

“Y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, quien me amó, y se entregó a sí mismo por mí”.

Pablo entendía que el éxito de la vida cristiana era desaparecer él, era mantener crucificado su ego, si yo finito, y permitir que Cristo, a través de la persona del Espíritu Santo, tomara el control de su vida.

Y aunque él venía de una familia prominente y acaudalada de Tarso, aunque era judío de raza y de la tribu de Benjamín, aunque tenía la ciudadanía romana de nacimiento, aunque era un intelectual de la época que conocía los clásicos de la literatura y la filosofía griega, aunque hablaba y escribía por lo menos hebreo, arameo, griego y latín, aunque había sido de los alumnos más aventajados del famoso rabino Gamaliel, aunque gozaba de un buen testimonio moral, aunque era de los más celosos guardianes de su religión y sus tradiciones, y aunque le esperaba un excelente futuro dentro del judaísmo, con todo y eso, Pablo decidió morir a sí mismo y rendirse a Cristo.

Y así se lo expresaba a los Filipenses en el capítulo 3:7-8

“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, a ésas las he estimado como pérdida por amor a Cristo. Y ciertamente aun considero todas las cosas como pérdida por la superioridad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por el cual perdí todas las cosas, y las tengo por estiércol, para ganar a Cristo.”

Parafraseando al apóstol Pablo tendría que decir que Dios está trabajando en mi vida hasta el punto de que en mí prevalezca Cristo por encima de mí mismo. Cuando Dios me mire y vea en mí a Cristo y no a Donizetti, el podrá decir: “Terminé mi trabajo en este hombre”. Pero la verdad es que a la fecha no lo puede decir.

Dentro de mí hay mucho porcentaje de mí mismo en comparación con el porcentaje que se advierte en mí, de la presencia de Dios. En mí hay mucho de Barrios por el lado de mi padre y de Pulido por el lado de mi madre. Tengo mucho de mi cultura Colombia y de la ciudad de Cali. Estoy muy lleno de lo que me ha legado el colegio y la universidad. Tengo mucha influencia de los medios de comunicación a los que me he expuesto, de los libros que he consumido, de las música que he escuchado, de las conversaciones que he tenido, de la religión que me ha adoctrinado, de las personas con las que me he relacionado. Todavía en mi interior hay mucha presencia del profesor de comunicación social-periodismo, del locutor de radio y televisión, del aficionado al fútbol, del ser en que me he convertido durante tantos años. Pero Dios sigue trabajando en mi vida, cada día, siempre y cuando yo se lo permita y en la medida en que se lo permita. Filipenses 1:6 dice que el que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.

Un querido discípulo ha definido la santificación de la siguiente manera: “es un proceso continuo de docilidad al Espíritu Santo”.

Cada día Dios desea colonizar aquellas áreas de tu vida en las cuales estás tu sentado gobernando. Dios quiere tomar más de ti, pero para ello debes decirle a Dios: Señor toma más de mí. Por que si estás lleno de ti mismo, Dios no podrá darte más de él. Primero debes vaciarte de ti, para ser lleno de él.

La gran pelea que debes enfrentar todos los días es contra ti mismo, contra tu naturaleza pecaminosa.

Una promoción que tuve oportunidad de hacer para la radio lo dice de la siguiente manera.

PROMOCION

Quiero pedirle un favorcito a una de las personas que se encuentra aquí en la primera fila. Tengo la bondad usted por favor, sí, usted, tenga la amabilidad de subir aquí a la plataforma. Es un momentito nada más, es para que por favor me dé una pequeña ayuda en una ilustración. Por aquí, mirando para allá. ¿Cuál es su nombre, perdón?

PREGRABADO 1 CON SARY GARCIA

Hay un texto bíblico que tengo la seguridad que a usted no se le va a olvidar nunca, porque está en el libro número seis del Nuevo Testamento, en el capítulo seis y en el versículo seis. Acuérdese del libro seis, capítulo seis y versículo seis, por que el seis es el número que en la Biblia simboliza al hombre, la imperfección. Mientras que el siete es el número para Dios y simboliza la perfección, el seis lo es para el ser humano. Pues bien en el libro seis, capítulo seis, versículo seis dice lo siguiente, que es Romanos 6:6

“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el cuerpo del pecado fuera desactivado, a fin de que no sirvamos más al pecado.”

Hay otras traducciones que dicen: para que el cuerpo del pecado sea destruido”, mientras que en la Biblia Textual no dice destruido, sino desactivado.

Y cuando el Dr. Francisco Lacuela, quien también es el autor del interlineal griego-español de Libros CLIE, decidió con su equipo de eruditos traducir la palabra KATARGETE como desactivado, y no como destruido, lo hizo no sólo por una razón lingüística, sino también teológica, y es que cuando una persona se hace cristiana su vieja naturaleza pecadora no es destruida, no desaparece, sencillamente queda sin poder, sin gobierno, pero nunca desaparece.

Si nuestra naturaleza pecadora desapareciera de nuestra vida eso significa que ya seríamos perfectos, que nunca pecaríamos. Y por ende, nunca moriríamos, seríamos eternos, por cuanto el pecado ya no vive en nosotros. Pero la verdad no es así.

Cuando una persona no es cristiana su vida es manejada por su naturaleza pecadora, vive bajo la tiranía del pecado, lo que la Biblia llama carne. Carne no es lo mismo que cuerpo, carne es algo abstracto, es la naturaleza adánica, la tendencia hacia lo malo. La carne quiere usar nuestro cuerpo para sus propósitos malos, pero nuestro cuerpo debe ser guardado en integridad, puesto que es el templo del Espíritu Santo, como lo dice 1Corintios 3:16

Repito, la carne es naturaleza pecaminosa, es algo abstracto, es concupiscencia. El cuerpo es nuestro organismo físico, es algo material, son todos nuestros miembros: huesos, músculos, cabello, etc. No debe confundirse carne con cuerpo. En griego la palabra que se traduce como carne es SARK, y se refiere a algo malo, que no debe obedecerse en sus deseos ni cuidarse. En cambio SOMA es la palabra griega que se ha traducido como cuerpo y es algo santo, limpio, y debe cuidarse.

Si alguien te dice: “Yo soy cristiano hace treinta años”, dile: “Ni a Dios ni a mí nos interesa eso, lo que nos interesa no es que tanta antigüedad tienes, sino cuánto has madurado, cuánto reflejas de Cristo en tu vida, cuánto queda de ti mismo, dentro de ti mismo, y cuánto hay de Dios en ti.

Y te tengo una noticia:

Atención, última hora, en cielo no hay premios para los veteranos, sólo para los maduros. En el cielo no cuenta tu antigüedad en la vida cristiana, sino tu crecimiento espiritual, Dios quiere saber cuánto le amas, cuánto has muerto a ti mismo y cuánto has servido en su nombre. Atención, última hora.

En una convención donde se encontraban reunidos un numeroso grupo de ministros cristianos ya veteranos y que ostentaban importantes cargos eclesiásticos, uno de los ancianos más respetados se levantó y dijo a los presentes con mucha sobriedad: “Después de escuchar esta conferencia sobre la madurez espiritual tengo que reconocer que antes me ufanaba de tener 40 años de experiencia ministerial, pero hoy debo reconocer que tal vez tenga un año experiencia y 39 de antigüedad. Un año de aprendizaje y maduración, y 39 repitiendo el primer año”.

Hay una promoción radial que nos habla de una historia similar:

PROMO ABUELO

Ya hemos hablado de Salvación y de santificación, ya tenemos la SALSA, ahora hablemos del servicio, de la tercera “ese”.

Les había mencionado que servicio es lo que Dios hace a través de mí. ¿Y cómo lo hace? Dios me da talentos, dones, un ministerio y recursos para hacer la obra específica que Él desea que yo haga.

Talentos son las capacidades o habilidades naturales que un ser humano recibe de parte de Dios para desarrollar una profesión, un arte, un oficio, un deporte o cualquier actividad. Los talentos pueden ser innatos o aprendidos, los da Dios, son para todos los seres humanos y se desarrollan con el estudio y la práctica. Ejemplo: tocar un instrumento, pintar, construir, manejar computadoras, jugar fútbol, etc.

Los dones espirituales, en griego la palabra CHARISMA, son las capacidades o habilidades sobrenaturales que el Espíritu Santo le da a un cristiano para sirva a otros en la iglesia de Jesucristo en el planeta tierra. Todo cristiano tiene por los menos dos dones o carismas, sea que lo sepa o que no lo sepa, sea que los haya activado o los tenga desactivados. Los dones los da Dios por gracia, son inmerecidos, irrevocables, operan 24 horas diarias dentro y fuera del templo y no dependen de la espiritualidad del que los posee, por lo cual no es un criterio válido para medir el testimonio de alguien.

Los ministerios, en griego la palabra DIAKONIA, son las diferentes áreas de servicio que Cristo le asigna a un cristiano para que ponga en ejercicio los dones y los talentos en beneficio de otras personas, sean cristianas o no.

Las operaciones, en griego la palabra ENERGEMATA, son las diferentes actividades en las que ha fluido el poder de Dios Padre cuando un cristiano pone en ejercicio los dones espirituales en el desarrollo de un ministerio específico.

1Corintios 12: 4, 5, 6 explica que hay diversidad de dones, pero que todos los da el Espíritu Santo. Que hay diversidad de ministerios, pero que todos los da el Señor Jesucristo. Y que hay diversidad de operaciones,  pero que todos los da Dios Padre. Es por tal razón que en el Nuevo Testamento todas las oraciones se hacían en el Espíritu Santo dirigidas a Dios Padre a través de Jesucristo. Y los milagros los hacía Dios Padre, a través del Espíritu Santo en el ministerio encomendado por Jesucristo, quien es la cabeza de la iglesia, el manejador, y quien es el más grande ejemplo de servicio.

Cuando un cristiano usa los dones que le dio el Espíritu Santo, ejerciendo el ministerio que le dio el Señor Jesucristo, allí se hacen presentes las operaciones de Dios Padre, su poder se hace manifiesto.

El uso eficiente de los talentos y recursos naturales le da el sello de profesionalismo a nuestro ministerio. El uso eficiente de los recursos espirituales, le da el sello de la unción. Y esa mezcla explosiva entre profesionalismo y unción  nos garantiza excelencia en el servicio.

Recuerden que al cielo vamos a entrar por gracia, pero los galardones que recibiremos ante el Tribunal de Cristo, serán por obras. Es por ello que si un cristiano, cualquiera que sea, no está sirviendo en algún ministerio, está perdiendo el tiempo, es un siervo negligente, ha enterrado su talento y por ello será reprendido por Dios. Cristiano que no sirve, no sirve. El motivo por el cual hoy estás con vida, es porque Dios te quiere usar. El motivo por el cual no has partido a la eternidad, no es porque haya un error en la computadora del cielo, sino porque Dios aún te está dando plazo para que te levantes y hagas lo que Dios ya preparó para ti. No esperes a ser perfecto, ni a tener una invitación, ni a querer empezar en grande, sencillamente levántate y haz lo que te venga a la mano. No permitas que lo que no puedes hacer, te impida hacer lo que sí puedes hacer.

Efesios 2:10 dice que has sido hecho en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduvieses en ellas. Es el momento de orar para que Dios te muestre cuáles son esas obras que debes acometer hoy mismo. Pero haz lo que Dio quiere que hagas, no lo que tú quieres hacer.

Hay personas que usan la oración para darle órdenes a Dios. Esperan que Dios les ponga el sello de aprobación a todo lo que ellos sueñan, desean y piden. La oración es para que Dios me dé sus sueños, deseos y órdenes. La oración no es para informarle a Dios mi voluntad, sino para que Dios me informe su voluntad.

La expresión de Mateo 16:19  “Y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en el cielo” les ha dado la impresión a millones de cristianos en el mundo de que hemos recibido un cheque en blanco de parte de Dios y que nuestras decisiones personales va a ser avaladas por Dios Padre. Muchos se dedican a atar y a desatar cantidades de cosas como si Dios estuviera en el cielo, expectante, con Cristo a su lado y rodeado de ángeles, arcángeles y querubines, y diciéndoles: atención muchachos, si este cristiano ata, todo el mundo acá arriba tiene que atar. Y si este cristiano desata, todo mundo a desatar.

No, eso no es lo que la Biblia enseña. La expresión griega ESTAI DEDEMENON, ESTAI LELUMENON, debe ser traducida del griego al castellano: “Y todo lo que ates en la tierra, habrá sido atado en los cielos; y todo lo que desates en la tierra, habrá sido desatado en los cielos.

El Dr. Lacuela y sus eruditos bíblicos explican el por qué se debe traducir así en una nota de pie de página de la Biblia Textual: La peculiar construcción griega estai dedemenon… estai lelumenon, tiene una relación sintáctica en el castellano que procura significar en su origen el resultado de un acontecimiento pasado.

En otras palabras, cuando Pedro, que es a quien le está hablando Jesús en este texto, ataba algo en la tierra, era porque previamente Dios ya la había atado en el cielo. Y cuando Pedro desataba algo en la tierra, era porque Dios ya la había desatado con anticipación en el cielo. Es decir, Pedro y todos los apóstoles en el Nuevo Testamento sólo ataban y desataban lo que Dios ya había atado o desatado. Nunca los apóstoles le predicaron, o sanaron, o resucitaron, o les hicieron un milagro a quienes ellos quisieron, sino a quienes Dios quiso. Es más, Pedro tuvo que predicarle a Cornelio, a un centurión romano con el que él no se quería juntar, como lo relata Hechos 10. Y a Pablo Dios no le dejó predicar ni en Asia ni en Bitinia, como lo consigna Hechos 16:6-7

Dios nos ha salvado para que nosotros le sirvamos a Él, no para que nosotros nos sirvamos de Él.

Quiero pedirle otro favorcito a la dama que hace unos minutos nos ayudó sacándome una etiqueta del saco. Usted, por favor, tenga la amabilidad de subir nuevamente aquí a la plataforma. Perdón que le moleste nuevamente.

PREGRABADO 2 CON SARY GARCIA

 

ENTRADA PARA ELIDAD

Cuando ya lleva mucho tiempo hablando se le seca un poquito, ¿verdad? Bueno, para esos casos yo acostumbro a usar unos dulces que llevo aquí en el bolsillo…

La enseñanza que pretendo dejarles con esta ilustración es que por muy pisoteados que hayan sido, por muy lastimados, por muy criticados, por muy dañados que se encuentren, lo más valioso de ustedes está dentro de ustedes mismos. Ustedes tienen un inmenso valor, y aunque nadie lo pueda ver, Dios sí lo puede ver. Levántense, arrepiéntanse de lo malo que han hecho. Pidan perdón a Dios y a otras personas si fuere necesario. Perdonen a otros y perdónense ustedes mismos. Echen los rencores y las amarguras del alma. Olvídense de los fracasos. No hagan de sus fracasos unos sepultureros, sino unos maestros. Lo importante no es qué tan bajo han caído, sino a dónde van a rebotar y cuál será la altura de ese  rebote. No hagas de tus fracasos un monumento, sino un momento. No los pongas en una silla mecedora, sino en un trampolín. Empieza de nuevo, con más ganas, con más experiencia. Dios está contigo, y si Dios está contigo, ¿quién contra ti? Y tú trabajo nunca es en vano, Dios la valora y tiene una maravillosa recompensa para ti.

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