Evangelio Diario Meditado

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Arcarius OSMTH Ve

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Aug 25, 2013, 1:25:24 PM8/25/13
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¡Entrad por la puerta estrecha!
Lucas 13, 22-30. Tiempo Ordinario. A nosotros nos gustaría recibir algún "adelanto" de los que se van a salvar y de los que se van a perder. 
Autor: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Lucas 13, 22-30


Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. «Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: "¡Señor, ábrenos!" Y os responderá: "No sé de dónde sois." Entonces empezaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas"; y os volverá a decir: "No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!" «Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. «Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».

Oración introductoria

Gracias, Jesús, por regalarme este momento de oración. Dame la gracia de dejar todo lo demás a un lado, mis preocupaciones, mis pendientes... porque en este momento de oración Tú eres lo más importante. Quiero escucharte profundamente para vivir conforme a tu Evangelio, esa puerta estrecha que me puede llevar a la felicidad por toda la eternidad.

Petición

Jesús, concédeme no buscar la ley del menor esfuerzo. Quiero entrar siempre por la puerta estrecha de la abnegación y del sacrificio.

Meditación del Papa

Durante su última subida a Jerusalén, uno le pregunta: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?". Y Jesús le responde: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán". ¿Qué significa esta "puerta estrecha"? ¿Por qué muchos no logran entrar por ella? ¿Acaso se trata de un paso reservado sólo a algunos elegidos? [...] El mensaje de Cristo va precisamente en la dirección opuesta: todos pueden entrar en la vida, pero para todos la puerta es "estrecha". No hay privilegiados. El paso a la vida eterna está abierto para todos, pero es "estrecho" porque es exigente, requiere esfuerzo, abnegación, mortificación del propio egoísmo. [...] Queridos hermanos y hermanas, si también nosotros queremos pasar por la puerta estrecha, debemos esforzarnos por ser pequeños, es decir, humildes de corazón como Jesús, como María, Madre suya y nuestra. Ella fue la primera que, siguiendo a su Hijo, recorrió el camino de la cruz y fue elevada a la gloria del cielo, como recordamos hace algunos días. El pueblo cristiano la invoca como Ianua caeli, Puerta del cielo. Pidámosle que, en nuestras opciones diarias, nos guíe por el camino que conduce a la "puerta del cielo" (Benedicto XVI, 26 de agosto de 2007).

Reflexión

El hombre es un ser curioso por naturaleza. Todos queremos saber más y más, y el horizonte de nuestros conocimientos es ilimitado. Recuerdo que, cuando iniciaba mis estudios de filosofía, hace ya muchos años, la primera cosa que me sorprendió fue escuchar que el origen de la filosofía era, precisamente, la curiosidad del hombre, su capacidad de admirarse y de preguntarse sobre el porqué de las cosas. El mismo vocablo "curiosidad" viene del latín, cur, y significa por qué.

Pero yo creo que nuestra curiosidad se agudiza aún más cuando se trata de algo que nos atañe en primera persona o que se refiere a la vida y a la gente que nos rodea. Nos encantaría saber, si nos fuera posible, qué nos deparará el futuro o cuál será el destino de nuestra existencia. 

Seguramente por esta misma tendencia de nuestra naturaleza, siempre ha estado tentado el hombre de recurrir a la astrología, a la magia y a las diversas artes adivinatorias, así como también al espiritismo y al contacto con el mundo de los muertos -supuesto o real- para tratar de conocer el propio futuro o la suerte ajena.

Sin embargo, este conocimiento es un misterio velado y vedado para el hombre. El poeta latino Horacio, aun siendo pagano, se atrevió a condenar esta pretensión en una de sus famosas odas: "Tu ne quaesieris, scire nefas, quem mihi quem tibi, finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios temptaris números" escribía a una de sus amigas en el libro primero de sus "Carmina". Traducido al castellano, sería mas o menos así:No pretendas tú, ¡oh Leucónoe!, conocer qué fin (destino) nos darán los dioses a ti y a mí, pues nos está vedado; ni lo intentes recurriendo a los cálculos de los astrólogos. Como sea, lo mejor es padecerlo, ya sea que Júpiter te conceda muchos inviernos o que éste sea el último... Mira, mientras hablamos, se nos escapa el ambicionado tiempo. Mejor, aprovecha bien el día presente y no seas demasiado crédula del mañana. Por supuesto que nuestro poeta hacía esta recomendación a su amiga Leucónoe desde su filosofía epicúrea: "Carpe diem!", le decía. "¡Aprovecha el presente día!". Bien entendido, es un sabio consejo, con tal que se eviten los abusos en los que con frecuencia caían los seguidores de la doctrina de Epicuro.

En el Evangelio de hoy encontramos el mismo tema. Pero con una visión totalmente cristiana. "Señor, ¿serán muchos los que se salven?" -preguntan los discípulos a nuestro Señor-. Aquí está la eterna curiosidad del hombre por la suerte propia y la ajena. Se trata, nada menos, del destino final y eterno que tocará a cada uno de nosotros. Es una pregunta ligada íntimamente al misterio de la predestinación, que siempre y en todas las épocas de la historia, tanto ha inquietado a filósofos, teólogos, pensadores, e incluso a la gente común y corriente.

"¿Serán pocos los que se salven?". A nosotros nos gustaría recibir algún "adelanto" de los que se van a salvar y de los que se van a perder.

Incluso muchas veces nos hemos preguntado, no con poca curiosidad, si algunos personajes de la historia que, a nuestro juicio, han sido pérfidos, se habrán salvado...

Pero Jesús no satisface la curiosidad de sus oyentes. A nadie le es permitido conocer el propio futuro ni el de los demás. Aparte de innecesario, resulta totalmente inútil preguntarlo. ¿Qué nos ganamos con ello? Lo mejor es conducir nuestra vida coherentemente, como Dios se espera de nosotros. Y la respuesta del Señor va, precisamente, en esta otra dirección: "Esforzaos, más bien -les dice- en entrar por la puerta estrecha". En vez de indagar, en vano, el propio destino, es mucho más sano y prudente tratar de vivir de una manera digna para hacernos merecedores, al final de nuestra existencia, de ese grandísimo bien que todos anhelamos alcanzar: la vida eterna y bienaventurada.

Pero nuestro Señor nos alerta y nos pone en guardia. Ciertamente, no todos se salvarán, por desgracia. "Muchos intentarán entrar -en el cielo, por supuesto- y no podrán". Entonces, los que se queden fuera, comenzarán a llamar a la puerta y a gritar: "¡Señor, ábrenos!". Es muy dramática la escena que Jesús pinta en este cuadro. Aquellos que supuestamente habían sido sus compañeros de viaje y sus amigos, le dirán: "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas". Era de esperarse que, como antiguos comensales de Jesús, Él los conocería y los recibiría con los brazos abiertos en la gloria. Pero no siempre sucede así. ¡Qué tragedia cuando, llenos de confusión, escuchen la sentencia de Cristo: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados"!

Para entrar en el cielo no basta haber comido y bebido a la mesa de Cristo, sino haber cumplido sus mandamientos. "No todo el que me dice Señor, Señor entrará en el Reino de los cielos -nos recuerda Jesús por boca de san Mateo- sino el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos". Cuánta sabiduría contiene el refrán popular, que reza: "obras son amores, que no buenas razones". Por eso, el consejo de Cristo: "¡Entrad por la puerta estrecha!".

La basílica de la Natividad, en Belén, tiene una puerta lateral, muy baja y pequeña. Las puertas principales se cerraron a cal y canto en los tiempos de las Cruzadas para evitar las profanaciones de los musulmanes, que irrumpían en la basílica armados y a caballo. Y así se dejó la puerta de ingreso, que quedó como un verdadero símbolo: el que quiera entrar a adorar al Niño Dios, tiene que agachar la cabeza e inclinarse, en señal de humildad y de abajamiento.


Propósito

Entrar por la puerta estrecha significa, pues, que hemos de acercarnos a Dios por la senda del sacrificio, de la renuncia, la austeridad, la fe, la humildad, la sencillez y el desprendimiento. Si entramos por esta puerta, nuestro Señor nos acogerá con los brazos abiertos en las moradas eternas. Hagamos méritos, ya desde ahora, con nuestras buenas obras.

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Sor+ Edith Bohorquez
Priorato Templario de Venezuela

Twitter: @osmth_ve

"Non nobis, Domine, non nobis, Domine, non nobis, Sed nomine tuo da Gloriam"

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Aug 28, 2013, 1:54:58 PM8/28/13
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Maldiciones contra escribas y fariseos
Mateo 23, 13-22. Tiempo Ordinario. Jesús supo reprenderlos con palabras llenas de fuerza y verdad. 
Autor: Santiago Garza | Fuente: Catholic.net

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 23, 13-22 


En aquellos días, dijo Jesús: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! «¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: "Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!" ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: "Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado." ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él. 

Oración introductoria 

Qué triste pero real es constatar que hoy se sigue repitiendo la misma escena. Cuántas personas se alejan de la Iglesia por el pobre testimonio que damos. Ayúdame, Señor Jesús, a hacer esta oración para que mi corazón escuche y mi generosidad crezca a fin de poder responder a todas las luces de tu Espíritu Santo.

Petición 

Padre mío, aumenta mi fe para que pueda crecer mi amor al prójimo. 

Reflexión

Nosotros sabemos que la autenticidad de nuestra fidelidad al Evangelio se verifica también en base a la atención y a la solicitud concreta que nos esforzamos en manifestar hacia el prójimo, especialmente hacia los más débiles y marginados. Así, el servicio caritativo, que puede desarrollarse en una multiplicidad de formas, se convierte en una forma privilegiada de evangelización, a la luz de la enseñanza de Jesús, que considerará como hecho a si mismo cuando hayamos hecho a nuestros hermanos, especialmente al más "pequeño" y desatendido. Para que nuestro servicio no sea sólo acción filantrópica, aunque útil y con mérito, es necesario alimentarlo con la oración constante y la confianza en Dios. Es necesario armonizar nuestra mirada con la mirada de Cristo, nuestro corazón con su corazón. De esta manera, el apoyo amoroso, ofrecido a los demás se traduce en participación y en un compartir consciente de sus esperanzas y sus sufrimientos, haciendo visible, y diría que casi tangible, por una parte la misericordia infinita de Dios hacia cada ser humano, y por otra, nuestra fe en Él. Benedicto XVI, 3 de abril de 2009.

Reflexión apostólica

Una de las virtudes humanas más apreciadas por la mayoría de las personas es, sin duda, la coherencia de vida. En la misma vida de Jesús podemos ver un gran ejemplo de coherencia humana, pues Él actúa lo que predica. 

Siendo Jesús una persona humanamente bien formada, con principios y valores rectos, la actitud de los escribas y fariseos le parece de lo más reprochable. Es por eso que Jesús les reprime y recrimina. Jesús es consciente que ellos influyen mucho en los demás, ya que son los jefes de las sinagogas, y viendo que sus actitudes no son las más adecuadas, se decide a actuar para poner solución a la situación. Jesús es el buen pastor que cuida de sus ovejas y no las deja solas. Pueden parecer duras las palabras que les dirige, pero lo hace con dos intenciones: la primera es llegar a las conciencias de los escribas y fariseos para que recapaciten su forma de proceder; la segunda, para que las personas que lo escuchan sepan que él ha venido a traer la verdad.

Diálogo con Cristo

Señor Jesús, tú que supiste reprender a los escribas y fariseos con palabras llenas de fuerza y de verdad, danos la gracia de poder escucharte, pues quizá nos estás hablando y no lo hacemos. 

Propósito

Rezar un misterio del rosario para pedir de manera especial por todos aquellos que de algún modo son jefes y guías de los demás para que sean realmente personas coherentes y prudentes en sus comportamientos.

Arcarius OSMTH Ve

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Aug 31, 2013, 12:36:36 PM8/31/13
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Parábola de los talentos
Mateo 25, 14-30. Tiempo Ordinario. ¿Qué has hecho hoy? ¿Cuántas veces has dejado sin hacer lo que debías? 
Autor: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Mateo 25, 14-30


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado. Su señor le dijo: ¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegándose también el de los dos talentos dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado. Su señor le dijo: ¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegándose también el que había recibido un talento dijo: Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo. Mas su señor le respondió: Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. 

Oración introductoria

Señor, gracias por los talentos que me has dado. No permitas que la apatía o el desánimo me lleven a enterrarlos o a utilizarlos para mi beneficio personal. Ilumina mi oración, permite que me acerque a Ti con confianza y con un corazón sincero, para desprenderme de mi voluntad y unirme más a la tuya.

Petición

Padre, ayudanos a comprender que lo que se nos ha dado se multiplica dándolo. Es un tesoro que hemos recibido para gastarlo, invertirlo y compartirlo con todos.

Meditación del Papa

Al volver a casa, el amo pide cuentas a los servidores de lo que les había confiado y, mientras se complace con los dos primeros, se queda desilusionado con el tercero. Aquél servidor, en efecto, que mantuvo escondido el talento sin revalorizarlo, hizo mal sus cálculos: se comportó como si su amo ya no fuera a regresar, como si no hubiera un día en el que le pediría cuentas de su actuación. Con esta parábola, Jesús quiere enseñar a los discípulos a usar bien sus dones: Dios llama a cada hombre a la vida y le entrega talentos, confiándole al mismo tiempo una misión que cumplir. Sería de tontos pensar que estos dones se nos deben, así como renunciar a emplearlos sería menoscabar el fin de la propia existencia. Comentando esta página evangélica, san Gregorio Magno nota que a nadie el Señor le hace falta el don de su caridad, del amor. Escribe: "Por esto es necesario, hermanos míos, que pongáis todo cuidado en la custodia de la caridad, en toda acción que tengáis que realizar". (Benedicto XVI, 13 de noviembre de 2011). 

Reflexión

Los talentos no sólo representan las pertenencias materiales. Los talentos son también las cualidades que Dios nos ha dado a cada uno.

Vamos a reflexionar sobre las dos enseñanzas del evangelio de hoy. La primera alude al que recibió cinco monedas y a su compañero, que negoció con dos. Cada uno debe producir al máximo según lo que ha recibido de su señor. Por eso, en la parábola se felicita al que ha ganado dos talentos, porque ha obtenido unos frutos en proporción a lo que tenía. Su señor no le exige como al primero, ya que esperaba de él otro rendimiento.

Igualmente se aplica a nosotros, según las posibilidades reales de cada individuo. Hay personas que tienen gran influencia sobre los demás, otras son muy serviciales, otras, en cambio, son capaces de entregarse con heroísmo al cuidado de personas enfermas, los hay con una profesión, con un trabajo, con unos estudios, con una responsabilidad concreta en la sociedad...

Pero puede darse el caso del tercer siervo del evangelio: no produjo nada con su talento. A Cristo le duele enormemente esa actitud. Se encuentra ante alguien llamado a hacer un bien, aunque fuera pequeño, y resulta que no ha hecho nada. Eso es un pecado de omisión, que tanto daña al corazón de Cristo, porque es una manifestación de pereza, dejadez, falta de interés y desprecio a quien le ha regalado el talento.

Analiza tu jornada. ¿Qué has hecho hoy? ¿Qué cualidades han dado su fruto? ¿Cuántas veces has dejado sin hacer lo que debías?

Propósito

Señor, qué fácilmente olvido lo fugaz y lo temporal de esta vida. En vez de buscar multiplicar, en clave al amor a los demás, los numerosos talentos con los que has enriquecido mi vida, frecuentemente me dejo atrapar por el camino fácil de la comodidad o la ley del menor esfuerzo. Concédeme la gracia de saber reconocer y multiplicar los dones recibidos.


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Sor+ Edith Bohorquez
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"Non nobis, Domine, non nobis, Domine, non nobis, Sed nomine tuo da Gloriam"iario Meditado

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Sep 1, 2013, 12:43:43 PM9/1/13
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¿Máscara o pavorreal?
Lucas 14,1. 7-14. Tiempo Ordinario. Nos encantan las apariencias, la fachada, que los demás hablen bien de nosotros y nos alaben. 
Autor: P. Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Lucas 14,1. 7-14


En aquel tiempo, entró Jesús un sábado en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: "Deja el sitio a éste", y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado. Dijo también al que le había invitado: Cuando hagas una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a los parientes , ni a los vecinos ricos, no sea que ellos, a su vez, te inviten y tengas ya tu recompensa. Cuando hagas una comida llama a los pobres, a los tullidos, a los cojos y a los ciegos, y tendrás la dicha de que no puedan pagarte, porque recibirás la recompensa en la resurreción de los justos. 

Oración introductoria

Dios mío, reconozco mi pobreza y mi nada, mi deseo de aparecer como un triunfalista ante los demás. Tú eres mi Padre y me conoces. Gracias por mostrarme en tu Evangelio la actitud que debo tener con los demás. Sin la ayuda del Espíritu Santo no puedo avanzar en mi peregrinaje espiritual. Concédeme hacer esta oración con un gran espíritu de sencillez, apoyándome sólo en tu gracia.

Petición

Jesús, haz mi corazón humilde, como el tuyo.

Meditación del Papa Francisco

Dar tiempo al tiempo es un consejo sabio también para nuestra vida, porque el tiempo es el mensajero de Dios. Dios nos salva en el tiempo y no en el momento. El Señor nos salva en la historia, en la historia personal de cada uno de nosotros. No hace como un hada con la varita mágica. El triunfalismo es una gran tentación de la vida cristiana, de la cual no se salvaron ni siquiera los apóstoles. El triunfalismo no es del Señor, que vivió humildemente. El Señor nos enseña que en la vida no es todo mágico, que el triunfalismo no es cristiano. En cambio hay una gracia que es necesario pedir, la perseverancia, perseverar en el camino del Señor, hasta el final, todos los días, porque en el camino se procede con dificultad, con trabajo, con tantas alegrías. Que el señor nos salve de las fantasías triunfalistas. Los invito a recorrer el camino de todos los días en la presencia de Dios. (S.S. Francisco, 13 de abril de 2013).

Reflexión

Sentado en su nueva oficina, un abogado recién graduado esperaba su primer cliente. Al escuchar que la puerta se abría, rápidamente levantó el teléfono para hacer creer que estaba muy ocupado. El visitante pudo escuchar al joven abogado decir: 

-"Manuel, volaré a Nueva York para ver si resuelvo el caso del cliente aquel. Parece que esto va a ser algo grande y más difícil de lo que pensábamos. También necesitamos traer al experto americano, Mr. Craig, para que nos dé su opinión sobre este asunto tan importante". Y, de pronto, interrumpió su presunta conversación con estas palabras:

-"Manuel, perdona, espera un momentito porque alguien acaba de llegar". Y cortó. 
Dirigiéndose entonces al hombre que acababa de entrar, preguntó el abogado: -"Bien, ¿en qué puedo ayudarle?". Con una gran sonrisa, entre pícara y maliciosa, el hombre contestó: -"Yo sólo he venido a instalar el servicio a su teléfono, señor".

¡Vaya chasco, amigo! Quiso ser como el pavorreal y se quedó "haciendo el oso". ¡Qué estúpida es la vanagloria y cuán necio el deseo de impresionar a los demás! Muchas gentes del mundo tratan de "apantallar" a sus semejantes con supuestas obras grandiosas y fingen ser lo que no son; se cubren el rostro con una máscara de catrín y pretenden pasar por gente "importante". Pero, en realidad, sólo se engañan a sí mismos y terminan haciendo el ridículo, como los comediantes o los actores de una pantomima. 

Es esto precisamente lo que Jesús nos pone hoy de manifiesto en el Evangelio. Nuestro Señor era un observador atento y perspicaz de las conductas de los hombres. Pero no sólo miraba las apariencias, sino que penetraba hasta los secretos más recónditos del corazón. Una vez fue invitado a comer en casa de uno de los principales fariseos. Y viendo cómo los invitados perdían los estribos y corrían hacia los primeros puestos, pisoteando no sólo las reglas de cortesía y los buenos modales, sino -más vulgarmente- también los pies ajenos, el Señor no deja pasar la oportunidad para instruir a sus discípulos y amonestar mansamente a los fariseos.

"Cuando te conviden a una boda -les dice Jesús- no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y luego venga el que te convidó a ti y al otro, y te diga: "Cédele el puesto a éste". Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto". Nuestro Señor sabía que los fariseos eran amantes de las reverencias y de las caravanas y que cuidaban su propia fama e imagen casi más que su vida misma. Eran hombres de apariencias. "Hipócritas -es decir, máscaras-, sepulcros blanqueados" les llamó en otra ocasión. Y es que Dios aborrece la mentira y el engaño.

Jesús mismo llamó al diablo "padre de la mentira". Y la vanagloria es ya, en sí misma, una forma de mentira sutil y perniciosa. Es tratar de aparentar lo que no se es y ser alabado por la belleza de la propia máscara que se lleva encima. 

Esopo, el gran fabulista griego, cuenta que en una ocasión una zorra -animal sumamente curioso y astuto por naturaleza- entró al taller de un orfebre y comenzó a observar, con gran maravilla, todas las obras de arte de su autor. De pronto, reparó en una máscara de teatro bellamente pintada, y la estuvo examinando cuidadosamente. Y, después de unos minutos, decepcionada, exclamó: "¡Oh, qué cabeza tan hermosa, pero no tiene cerebro!". Así son muchos hombres de nuestro tiempo que aparentan ser grandes e "importantes" a los ojos de los demás, pero que están vacíos por dentro. Como los fariseos.

Y es que el corazón del ser humano tiene una profunda enfermedad existencial. Nos encantan las apariencias, la fachada, el "pose" -como se dice-: que los demás hablen bien de nosotros, nos alaben y nos consideren grandes señores. También a nosotros nos acecha la eterna tentación, como a los fariseos del tiempo de Jesús, de ser tenidos en cuenta y apreciados por los demás para sentirnos realizados. Nos gusta impresionar para que la gente nos tenga sobre un pedestal. Y muchas veces nos contentamos con eso para creernos dichosos.

En el año 1807 ó 1808, Beethoven y Goethe se encontraron en Karlsbad, e hicieron un paseo en carroza juntos. Toda la gente, al verlos pasar por la calle, se inclinaban haciendo profundas reverencias. -"Es aburrido -dijo entonces Goethe- ser tan famoso. ¡Todos me saludan!". A lo cual, Beethoven respondió, no sin cierta picardía: -"No les haga caso, Excelencia. ¡A lo mejor me están saludando a mí!".

La vanagloria es, en efecto, una gloria "vana", falsa, postiza, caduca. Y, además, tremendamente subjetiva. Por eso es tan engañosa. Es obrar delante de los hombres, buscando el aplauso y el aprecio ajeno, y no a los ojos de Dios. Es rechazar la única gloria verdadera, que procede de Dios, y cambiarla por las plumas de un pavorreal. ¡Al menos Esaú cambió su primogenitura por un plato de lentejas, y le aprovecharon! Pero con la vanagloria, lo perdemos todo. No somos más porque los otros nos alaben, ni somos menos porque nos vituperen. Y, en última instancia, quien nos va a juzgar -y aprobar o condenar- al fin de nuestra vida es Dios y no los hombres. 

Propósito

Por eso, lo único que debe importarnos siempre es el juicio verdadero de Dios y de nuestra conciencia, y no la opinión ajena. ¡Hagamos siempre el bien sólo por Dios y por los demás, sin buscar la alabanza ni temer el vituperio! La gloria de Dios es nuestra mayor gloria.
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