Hermano Fernando
unread,Dec 16, 2009, 11:22:28 AM12/16/09Sign in to reply to author
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to Derechos Espirituales del Creyente
Todo es asunto de Santidad
La Mujer Adúltera. Vamos a ampliar Mateo 7, no juzguéis.
El que esté limpio de pecado... Una interpretación para nuestros
tiempos.
Los ancianos de Israel aplicaron bien la Ley de Moisés sobre aquella
mujer adúltera. Fue escuchada en juicio, se recabaron los testimonios
de los acusadores y testigos; se le condenó a morir bajo las piedras
del pueblo –pero primero los ancianos tenían que tirar la primera
piedra-.
No era la primera vez que los ancianos de Israel hacían esto, ya
tenían experiencia en lapidar mujeres adulteras, lo singular de este
acontecimiento es que en esta ocasión Jesús estaba presente.
Jesús no criticó la Ley de Moisés ni defendió a la acusada, tampoco
acusó al pueblo de exceso de violencia. No luchó contra la cultura e
idiosincrasia de aquel pueblo. Seguramente que si lo hubiera hecho, el
pueblo tendría más de un argumento bien fundamentado.
Dirigiéndose a los ancianos, dijo: “El que esté limpio de pecado que
tire la primera piedra”.
¡Qué fue lo que impactó a aquella multitud enardecida que se quedó
paralizada! ¿Sería la presencia de Jesús, el significado de aquella
frase o la conciencia de los ancianos?
Fueron instantes de suspenso. ¿Cómo reaccionaría el pueblo a esta
intromisión, en medio de una ejecución? Jesús conocía al hombre de su
tiempo y su cultura; ellos reaccionaron exactamente como Jesús quería.
Había algo en ellos que les impedía actuar en contra de su propia
naturaleza. Fueron varios los factores que se conjugaron. Había algo
en aquel hombre, algo en aquella oración, algo en el conocimiento
innato de los ancianos de Israel. La apelación de Jesús surtió efecto.
Los ancianos, el pueblo, dejaron caer las piedras y se retiraron. ¿Por
qué?
Por unos instantes Jesús les hizo revivir los días de gloria y
experiencias que sus padres tuvieron en el desierto delante de la
presencia de Jehová su Dios. La santidad de Jehová que no admitía el
pecado en su pueblo escogido. En eso residía toda la Ley de Moisés,
que el pueblo estuviera a la altura de la Santidad de Dios.
La Ley se legisló precisamente sobre ese fundamento. Cuando el pueblo
se salía del precepto de santidad, la justicia perfecta de Dios se
aplicaba.
Por su mente pasaron las imágenes de juicio sobre los adoradores del
becerro de oro, sobre los hijos de Aarón, sobre María y tantos otros.
Para que esta justicia fuera perfecta y satisficiera a Dios, debía
aplicarse a través de la santidad sacerdotal (o cuando hubiere un
elemento de santidad).
El carácter de la Ley era para preservar al pueblo en santidad y
cualquier cosa, persona o acto que no lo fuera, sufría la justicia de
Dios a través de la Ley de Moisés. Este concepto se perfecciona en La
Iglesia de Jesucristo.
Cuando el pecado se presenta donde hay santidad, esa misma santidad
obra la Justicia de Dios. Recuerde a Ananías y Safira. Donde hay
santidad no se tolera el pecado; donde no la hay, muchos se sienten a
gusto y llenan los Cultos.
En el mundo hay pecado, allí no hay nada que lo condene porque no hay
santidad. Solo la moral humana, traducida en leyes. Que es la base de
la tolerancia humana, pero en La Iglesia de Jesucristo, la Justicia de
Dios es el catalizador para que ésta permanezca en Santidad.
El Espíritu Santo no fue enviado a morar en La Iglesia como un ornato,
ni en medio de la inmundicia y la tolerancia del pecado, ni
simplemente como guía y para validar y legitimar ministerios, si no
para que todo el pueblo sea santo. No como una realidad virtual, sino
verdadera.
La Iglesia no es una propiedad privada al servicio de ministerios, que
la manejan a su antojo; pero sí es la Institución de Dios sobre la
Tierra, por tanto es el interés de Dios el mantenerla en Santidad; y
para que los ancianos se atrevan a emitir un juicio, deben tener la
misma naturaleza santa de La Iglesia.
El que esté limpio de pecado...
En el caso de estos ancianos, no se daba esta característica. El
pueblo y los ancianos se habían alejado de Dios. Solo les quedaba su
forma religiosa y un templo vacío, sin el Arca de Dios. Y un montón de
vigas
Los juicios sin santidad son abominación a Dios. Sin la presencia de
Dios y su Santidad, todo es pecado todo es sucio, toda es podrida
llaga. ¿Cómo puede condenar un leproso a otro leproso? (Necesita
vestirse de fariseo) ¿Cómo puede guiar un ciego a otro ciego?
Sin Dios y su Santidad, la Ley de Moisés no tiene sentido (ni sus
juicios). Esta sería la base de la tolerancia humana. ¡Ni yo te
condeno! Esto es, no te juzgo.
La Ley de Moisés se hizo para servir al hombre, y los hombres la
usaron para oprimir y condenar al hombre. ¿Cómo se puede erigir en
juez el que tiene la viga en el ojo sobre aquel que tiene la paja?
Todo es asunto de santidad. El carácter de la Ley si no tiene como su
fin la santidad, se convierte en una opresión contra el hombre.
El hombre por el hombre. Se convierte en un mecanismo de control para
amedrentar y someter al hombre.
Hizo falta la presencia de Jesús el Hijo de Dios, para recordarle a
aquel pueblo el verdadero significado de la justicia y la
misericordia.
La santidad, obra la justicia de Dios sobre el pecado.
Pero cuando hay arrepentimiento, obra la misericordia de Dios; y se
aparta el juicio.
Era grande la autoridad de los ancianos apoyados en la Ley, pero
he allí, uno mayor. La santidad de Jesús sensibilizó a aquel pueblo.
¿Es usted mayor que aquellos ancianos?