Sus Ministros que se resguardan tras de un llamamiento del Espíritu,
son los que le han fallado (la excepción hace la regla), y han puesto
a Su Pueblo en una situación crítica, vulnerable y con una cobertura
espiritual muy dudosa.
Esto ha alejado Su Presencia, Su Gloria, Su Espíritu, Su Santidad, Su
Justicia y Su Amor de La Iglesia de Jesucristo.
Los Dones del Espíritu están ausentes de Su Cuerpo; el Fruto del
Espíritu no se refleja en el Testimonio de La Familia de Dios al
Mundo; pues su Luz está estorbada porque no hay despabiladores que
limpien las mechas de su lámpara.
Su Iglesia se ha convertido en una multitud de células sin cohesión, y
su Evangelio no ha llegado al Pecador con la eficacia y contundencia
para que se dé el Nuevo Nacimiento que los integre por el Espíritu al
Cuerpo de Cristo.
Por eso, todo intento de oración, intercesión, de convocatorias y
ayunos no surten el efecto debido delante del Altísimo.
Es urgente que surja una sensibilidad en todo aquel que ostente el
titulo de siervo o ministro y haya un arrepentimiento, tanto
individual como en equipo; un arrepentimiento sincero, honesto, claro
y directo ante Dios, Su Iglesia y el Mundo, esto es lo que conmovería
los cielos; el que endosemos esta responsabilidad a los Creyentes es
esconder los pecados que se han cometido en la búsqueda de los fines
con medios no espirituales.