Las profecías no se cumplen deseando buenas cosas, es necesario
respaldarlas con integridad y abandonar nuestras prácticas inmorales.
Lo mejor que puede hacer un Ministro en vez de "profetizar", es
dirigirse a los hijos de Dios que él en su misericordia los puso bajo
su cuidado, y decirles que este año que se vislumbra dejará todo lo
impuro y que empezará a predicar el Evangelio y orar; a discipular en
una comunión extensiva de la que él tenga con Jesucristo.
A predicar un evangelio no solamente de "gracia", sino también en
verdad, en santidad, en justicia y unidad.
Que ya no llamará rateros a los hijos de Dios.