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El Jurista

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Aug 27, 2005, 1:08:48 PM8/27/05
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Este documento nos da una idea bastante completa del Budismo

Las tres características de la existencia según el budismo

Las enseñanzas sobre las tres características de la existencia son una herramienta budista muy potente que nos ayuda a ver la realidad tal como es y a deshacernos de un montón de confusión, la fuente última de nuestra angustia existencial y del sufrimiento innecesario. Estas enseñanzas nacieron desde la observación profunda del Buda y nos piden que las investiguemos por nosotros mismos; somos nosotros quienes debemos comprobar su validez mediante nuestra práctica y nuestra experiencia.
   De manera sencilla, podemos decir que las tres características de la existencia son el cambio (impermanencia), la condicionalidad (vacuidad) y la falta de satisfacción profunda (dukkha). Investigemos, por ejemplo, el caso del limonero que hemos plantado en nuestro jardín. La primera característica, la impermanencia, nos dice que el limonero se encuentra en constante cambio. ¿No es verdad?, ¿no podemos ver todos cómo crece, cómo cambia el color de sus hojas, cómo unas veces tiene limones y otras, no? Todas las cosas siguen el mismo patrón. Elijamos la cosa que elijamos, si la observamos con profundidad, veremos que es impermanente, que se encuentra en constante cambio. De hecho, el mismo concepto de «cosa» no es un concepto muy adecuado ni inteligente. Habitualmente tendemos a cosificar la vida. «Esto es un limonero, aquello un peral, y está claro que son bien distintos a esa nube que corre por el cielo», pero ¿es esto cierto? Sería mejor que aprendiéramos a ver el mundo en términos de «procesos» en vez de en cosas. Los procesos están vivos, no permanecen iguales durante dos momentos consecutivos. Nuestro amigo ha cambiado respecto al año pasado, nuestro amigo es un proceso vivo, un proceso que no tendrá la mismas características ahora que dentro de cino o de diez años.
   Esto nos lleva a la segunda característica de la existencia: la condicionalidad. Los procesos, como el limonero o nuestro amigo, son como son debido a innumerables condiciones. El limonero será de una u otra forma dependiendo de la luz solar que reciba, del agua con que se nutra, de la calidad de la tierra donde hunde sus raíces…; con nuestro amigo sucede lo mismo, en cada momento de su existencia será de un modo u otro dependiendo de lo que coma y beba, de las personas con que se relacione, de las lecturas con que se nutra y de un sin fin de condiciones más. Lo que llamamos cosas no son cosas estáticas, sino procesos vivos, y estos procesos no son como son porque sí, sino que dependen para su existencia del resto del universo.
   La enseñanza sobre la tercera y última característica de la existencia nos dice que los procesos no nos pueden aportar una satisfacción verdadera y eterna. La felicidad que obtenemos de estos procesos: un coche nuevo, un trabajo, una pareja… se trata, en sí misma, de otro proceso vivo relacionado con el resto de los procesos que componen el universo; esta felicidad que nace de los procesos también está sujeta al cambio y, más tarde o más temprano, terminará por desaparecer. Por ejemplo, si nos sentimos felices por un limón que ha aparecido en el limonero, deberíamos saber que esa felicidad no se trata de la paz interior verdadera, pues tan pronto como ese limón se transforme en otra cosa, dejaremos de sentir la felicidad que acompañaba a su aparición. También, si nos sentimos felices porque a nuestro amigo le gusta la música clásica, cuando nuestro amigo prefiera el pop, esa felicidad desaparecerá. ¿Significa esto que debamos renunciar a disfrutar de las pequeñas grandes cosas de la vida? Claro que no. Significa, simplemente, que deberíamos aprender a reconocer que esas felicidades son impermanentes y que cambiarán dependiendo de multitud de condiciones; significa que una actitud sabia hacia esas felicidades es la de disfrutar de ellas sin apegos.
   Todos estos puntos son muy importantes. Si queremos encontrar una solución real y duradera a nuestra angustia existencial y al sufrimiento innecesario, podremos ver con claridad que esa solución no pasa por conseguir o dejar de conseguir determinadas cosas, sino que, como bien apuntó el Buda, la sanación pasa por desarrollar nuestra visión penetrante y nuestra sabiduría, por descubrir el centro de paz, sabiduría, amor y compasión del que todos somos herederos y al que todos tenemos acceso si sabemos cómo practicar correctamente.

Así es como deberíais contemplar todos estos mundos fugaces:
como una estrella en el amanecer, una burbuja en la corriente;
un relámpago en una nube de verano;
una luz trémula, un fantasma y un sueño.
   —El Buda, Sutra del diamante cortador

 

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