Testimonio sobre represión en Mérida

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Belinda Cornejo Duckles

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Mar 28, 2007, 3:12:14 PM3/28/07
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Conforme me acercaba a la barricada que la policía había levantado sobre
Paseo Montejo los gritos iban en aumento. Me había quedado atrás por
terminar los últimos detalles de la casa que los compañeros habían
conseguido; decorada con lemas y pinturas se había decidido abrir una
galería de arte para exposiciones sobre los movimientos alternativos en el
mundo, enfocándose especialmente en los días en que el presidente Bush iba a
pisar tierras mayas.

Había mucha gente, alrededor de 500 personas, tal vez más. Todos gritaban,
algunos pateando barricadas, otros pintándolas con aerosol (como en
cualquier marcha). Así estuvimos como media hora. Al ver que no se lograba
nada se decidió marchar hacia la plaza grande y manifestarnos frente al
palacio municipal o de gobierno (aún no lo sé). Llegando allá los compañeros
se abalanzaron contra los granaderos que lo protegían, eran pocos, tal vez
esa fue la razón por la que en ese momento se perdió de control la
situación. Tratando de introducirse en el interior se empujaron y patearon
las puertas, se rompieron cristales y se seguía gritando. Yo no dejaba de
tomar fotos, no dejaba tampoco de gritar. Después de una hora, tal vez un
poco más, y tras tal caos se vio la presencia de los granaderos, eran
cientos. Los amigos con los que había llegado a Mérida y algunos que había
conocido aquí mismo empezaron a gritarme ya que me había separado de ellos
por todo el asunto de las fotos (quería captar buenas imágenes). Yo no les
hice caso, no intenté correr ya que sabía que si lo hacía iban a notar mi
presencia y me iban no sólo a llevar sino a golpearme, como suelen hacerlo,
así que llegando a la esquina decidí correr. Cuando me detuve (que no fue
muy lejos) estaba junto a otro fotógrafo que me dijo que estuvo bien que
hubiera corrido, que a todos nos tratan por igual en esos casos. Me dijo que
no me preocupara, que cualquier cosa diría que yo era su sobrina. Luego se
fue, iba a tomar más fotos y me quedé sola.

Decidí acercarme otra vez para ver si veía a alguno de mis amigos, no vi a
nadie, las patrullas no dejaban de pasar y la plaza aún estaba llena de
antimotines. Me acerqué a una tienda de revistas grande y pedí unas monedas
para hacer una llamada telefónica a mis compañeros de los cuales no recibí
respuesta.

A cinco metros de mí se dejaron venir como 15 o 20 granaderos tras un solo
chico. Me escondí tras el teléfono para que no me vieran. Lo golpearon
horrible. Uno contra quince o veinte ¿qué tienen en la cabeza? Y más aún
¿qué podía hacer teniéndolo frente a mis ojos? Me moría de miedo, pedí a los
de la tienda de revistas que me escondieran a lo que no se negaron. Me
dieron agua, un cigarro y una silla para tratar de calmarme. Cuando me
avisaron que iban a cerrar y que no podía seguir ahí les pedí que guardaran
mi tambor y chalina para no verme tan obvia por la calle.

Salí y caminé hacia la parada de camión, a una cuadra de la plaza. Vi lo que
había pasado hace unos minutos por una televisión de un restaurante, vi a
muchos amigos. Leía las rutas de los camiones sin saber cuál tomar, sin
saber cómo llegar a la casa del amigo donde me estaba quedando. Sin saber
qué hacer, con mi mente en blanco, empecé a caminar. Me encontré a los pocos
pasos con Yahaira, una chica que aún no conocía pero me preguntó por alguien
en común y del cual no sabíamos nada, en eso llegó corriendo Claudia a la
que había visto en la marcha y nos preguntó si estábamos bien.

No sabíamos qué hacer y yo al no tener casa pensé que podía quedarme en el
ocupa y tal vez vería a algunos amigos, así que nos dirigimos hacia allá.
Gran error. En la esquina estaba estacionada una camioneta de electricidad y
dudé en seguir caminando pero no tenía una mejor opción, así que tocamos la
puerta y nos abrió un compañero, el único en la casa y el cual no había
estado en la marcha por quedarse a cuidarla. Le contamos todo y estuvimos un
rato allá tocando y cantando. Como a las 9:30 se fueron Claudia y Yahaira y
nos quedamos sólo nosotros dos. Al cabo de unos 15 minutos se oyó alguien
bajando las escaleras. Eran varios, primero pensé que eran amigos pero
estaba muy equivocada. Mi compañero intentando defendernos a los dos tomó un
tronco en braza pero al ver que eran cinco o seis y que estaban armados nos
dimos cuenta que era inútil. La mitad de ellos iba de civil, la otra mitad
con sus armaduras. A él lo golpearon, lo patearon, a mí me golpearon en la
cabeza y espalda, también me jalaron el cabello.

Totalmente sometidos nos sacaron por la puerta de la casa (ya que ellos
habían entrado por arriba no sé de qué forma), nos subieron a la camioneta
donde ya se encontraban Claudia y Yahaira y enseguida que nos subieron
salieron a perseguir a otros más estando ya en la calle, a cuadras de la
plaza, después de hora y media del suceso. Nos estaban cazando. A los
hombres los subieron como animales: uno encima del otro, lastimados,
asustados. Yo reclamé y me volvieron a pegar en la cabeza, sólo por decir
que "no era la forma" "que había suficiente espacio para todos".

Llegando a la cárcel municipal nos siguieron agrediendo, diciendo que nos
creíamos muy valientes, pateándonos y jalándonos el cabello. A mi compañero
de al lado lo lastimaron mucho y cuando lo vi sangrando me emputé y me
voltié diciendo que "cómo se atreven a decirnos valientes cuando ellos son
los que ponen sus barricadas, cuando se ponen cascos, tobilleras y botas,
cuando tienen gas y balas; y ahora sí se atreven a golpearnos, estando
nosotros de espaldas, totalmente indefensos", me jalaron del pelo, me
dijeron que me callara y les dije "sí, sí, sígueme jalando el pelo, total
nunca te vas a sentir satisfecho, aunque me lo arranques". Me pegaron en la
cabeza.
No seguí hablando. Me llevaron al separo, donde había 6 chicas más, dos que
no habían tenido nada que ver, estaban ahí sólo por haber estado en el
parque en el momento de la redada. Estuvimos hasta las 5:30 ó 6 de la mañana
y nos trasladaron en un autobús hacia el MP. Nos devolvieron todas nuestras
cosas, aunque yo ya no tenía teléfono, ni cartera, y a mi cámara además de
haberle quitado el rollo le arrancaron un botón y me la entregaron sin su
funda. En el MP no dejaban de interrogarnos. Uno de ellos, uno muy
prepotente, me afirmó que yo era la radical, que era anarcopunk, comunista,
socialista y demás mamadas, que seguro yo había hecho destrozos, pintado,
aventando piedras y rompiendo cristales. Es la primera vez que en una marcha
me han encerrado, pero soy lo suficientemente consciente como para darme
cuenta que ese tipo, además de no ser abogado y ser policía, me estaba
amedrentando, me estaba culpando de cosas que no había hecho sólo por mi
aspecto y me decía que me podía ir peor. Por supuesto estaba asustada. Me
culparon de pintas, me dijeron que firmara mis declaraciones amenazándome
con que mi familia no iba a saber nada de mí, que no sabía lo que me
esperaba, etc.
Ahora estoy en el CERESO. Es un buen lugar, las compañeras son buenas al
igual que las custodias, pero de vez en cuando nos restringen ciertas cosas
o nos castigan sin razón, ni las custodias saben la causa.

Nos hemos enterado, a pesar de no estar afuera, de casos muy extraños, de la
probable existencia de infiltrados, lo peor es que se trata de los que menos
te esperas, los que se encuentran a tu lado.

Sé porqué estoy aquí, sé lo que les molesta de mi actitud, sé que quieren
mantener la venda en nuestros ojos. Por algo nos mantienen amuralladas, pero
la libertad no es algo que se atrape encerrándolo, la libertad se encuentra
más allá de nuestras manos, más allá de lo físico, y mientras sepa que allá
afuera siguen luchando yo seguiré luchando aquí adentro, leyendo y cantando
canciones de conciencia y lucha a las compañeras, sabiendo todas que me
declaro orgullosamente "presa política" y nunca callaré la verdad que hay en
mi corazón.

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