La mayor parte de las acciones humanas se rigen por el egoísmo. Suena duro y feo, pero es una realidad muy incrustada en nuestra vida moderna. La trascendencia, lo divino, quedó catapultado por un materialismo burdo que busca la satisfacción de los deseos sin importar el bienestar de los demás. Y lo peor es que casi no nos damos cuenta porque la sociedad en la que vivimos le rinde culto al egoísmo, lo justifica siempre y lo convierte en la norma.
La mente y los deseos están siempre señalando lo que nos conviene, lo que favorece a nuestros intereses. Es como un virus no detectable que contagia todo, incluyendo también a los que siguen el camino de la espiritualidad. Quieren llegar a lo divino para lograr cosas personales, para triunfar en la vida. El egoísmo es como un magneto que atrae todo hacia el centro. Pero la verdadera espiritualidad tiene la dirección contraria, va del centro a la periferia porque la luz recibida en nuestras prácticas espirituales es para darla al mundo. Como el sol, que se da a sí mismo en beneficio de los demás.
El egoísmo busca recibir, el amor busca dar. La falta de amor que vemos en las pantallas de nuestros ordenadores y teléfonos móviles nos asombra y nos conmueve. No habíamos visto nunca tan de cerca un genocidio que hay que detener, pero que nadie detiene. Ejemplo vivo de que a nuestra llamada sociedad occidental le falta amor y le sobra egoísmo.
La decadencia que ha penetrado todas las instituciones de nuestra sociedad es el resultado del poder atractivo del egoísmo. Todos trabajan para lograr bienes materiales, poder y prestigio.
El ser humano es humano porque tiene una consciencia inmortal, es un alma que habita un cuerpo físico con emociones y mente. Cuando los valores de una sociedad están basados en el cuerpo que el alma habita, la sociedad se va corrompiendo. Los valores del alma, la honestidad, la justicia, la verdad, el amor, la bondad, eso que llamamos valores humanos se van perdiendo. Así lo muestran las instituciones por las cuales se rige nuestra vida social.
Hoy en día todo el mundo corre, parece que el tiempo no alcanza, y en esa prisa, en esa carrera de vida es fácil olvidar al “ser” por tener que estar siempre en el “estar”. El idioma español diferencia entre estos dos, no así el inglés en donde “to be” significa tanto estar como ser. Pero entre los dos hay una gran diferencia. El ser es quién eres en verdad y el estar es donde está tu cuerpo, tu instrumento. Hay que crear espacios en nuestro devenir para percibir, en la vida de todos los días al ser, la consciencia que nos hace ser humanos, la luz que hay en cada uno de nosotros. Esa extraordinaria cualidad poderosa, divina, inmortal que no percibimos cuando vivimos creyéndonos seres mortales y buscando el significado de la vida donde no está.
Si hay algún poder que pretenda detener la evolución de la conciencia humana, ese poder buscará distraernos. Hoy la tecnología nos ofrece distracción las 24 horas del día. También buscará separarnos y hacernos creer que somos diferentes, enemigos que luchan cada uno por su verdad. Hoy tenemos guerras por todo el planeta. Y difundirá miedo, mucho miedo. El miedo paraliza y hace que por miedo aceptes condiciones que en otro momento jamás aceptarías.
Pero en medio de esta oscuridad hay luces que se levantan y van iluminando la vida. Somos tú, yo y todos los que de alguna manera buscamos expresar lo trascendental, aquello divino que palpita en cada corazón humano y ver al otro como un hermano, aunque no tengamos las mismas creencias celebrando la diversidad de la vida en vez de combatirla.
El antídoto del egoísmo es el amor. Y el amor fluye libre en tu vida cuando haces contacto con tu ser interno, porque el amor es la esencia misma de tu ser. Y cuando tu instrumento recibe la luz de tu alma se transforma. Se convierte en una persona buena, incapaz de herir ni dañar, una persona que busca aliviar el sufrimiento y ayudar al agredido sin odiar al agresor.
Que la fuera atractiva de tu alma sea mas fuerte que la fuerza atractiva del egoísmo. Que podamos superar esta crisis mundial con la esencia de nuestro ser, buscando vivir, no como lo dicta el sistema egoísta que rige el mundo sino como nos enseñó Jesús, amando y perdonando. Que la vida de cada uno de nosotros sea el heraldo de una nueva humanidad. Es nuestra tarea.
Con el amor del alma, eterno y glorioso,
Carmen Santiago
¡Hermanos Que la Gran Fraternidad Humano Dévica nos permita salir airosos de esta Crisis de Iniciación que, como todas las crisis es una crisis de oportunidad! Es mi más sincera plegaria.
Estamos en el Signo de Virgo, el signo de la Madre. Navegamos en ella, en su trayectoria anual alrededor del sol. Por su influencia cercana, esta constelación representa para nosotros la oportunidad de ser como la Madre.
Sus palabras de poder “Soy la Madre, soy el Hijo, soy Dios y soy Materia” nos llevan a pensar en la Madre del Mundo, esa que según la enseñanza del Agni Yoga surge de los Orígenes Masculino y Femenino iguales y complementarios de toda la Creación.
Cuando la humanidad se desorienta, deja de colocarla a la par del Padre y la somete a un lugar menor.
Cuando pensamos en la Madre como lo que el Padre emite como Espacio=Madre, nos damos cuenta que solo por la presencia de ambos puede surgir el Hijo, la Conciencia, la Cristificación. La sagrada Trinidad.
En este momento evolutivo de los seres humanos, estamos llamados a ver como esa Madre Originaria, se multiplica sobre las madres del mundo. Todas las vírgenes, todas las diosas bondadosas de todas las creencias, replican en sus cualidades las infinitas cualidades de la madre.
La Madre Tierra es esa gigantesca cuna en la que todo lo creado, nosotros los humanos, y todos los reinos, podemos vivir porque ella nos contiene en su Sagrado Vientre; nos contiene a todos en su inmenso vientre=corazón.
Cada mujer, cada persona, cada institución que se convierte en un espacio para cuidar, para nutrir, para calmar, para sostener, está tomando cualidades de la Madre del Mundo, de la Madre Tierra.
Para los que hemos recibido la cultura y no solo la religión cristiana y católica, la Virgen María, para otras culturas, otras Madres, las instituciones que se dedican a ayudar a los enfermos, a los más débiles, a los inmigrantes, a los necesitados estamos ampliando el espacio donde la Madre del Mundo puede manifestarse.
Lo que cada uno de nosotros cada mañana, cada día de nuestra vida, podemos hacer por la tierra, por otros reinos, por otros humanos, por sus propios cuerpos es ampliar el Espacio Cuna, el Espacio Corazón, el espacio de Compasión que puede sacarnos de la Gran Desorientación a la que nos ha llevado el gran desarrollo de la mente no subordinada al Alma, de la mente separada del corazón.
Hermanos y hermanas trabajemos juntos, porque siempre juntos podemos más, en este tiempo propicio de la Madre Virgo, para ser cada uno de nosotros un corazón donde la Madre pueda actuar.
Marta Paillet
18 de septiembre – 02:36am GMT
El signo de tierra de Virgo simboliza la Madre del Mundo, quien da a luz y alimenta toda vida desde las profundidades de su ser. En su matriz, las cosas maduran lenta y finalmente son traídas a la luz. Las cualidades relacionadas son la perseverancia y la persistencia. La energía de Virgo nutre, protege y revela la realidad espiritual. La madre protege, ampara y cobija al alma oculta. La nota clave que más exactamente encierra la verdad en cuanto a la misión de Virgo es: “Cristo en ti, esperanza es de Gloria”.
La Virgen es la madre del principio Crístico. La Virgen es la pureza. Ella auspicia su nacimiento. Virgo es el símbolo de la materia, polo contrario del espíritu que se une a ésta a través del nacimiento del Hijo. La constelación de Virgo es un campo energético en el espacio que impulsa al sistema solar, al planeta y a cada ser humano para que cumplan la meta de la evolución a través del principio Crístico. Esta energía expresa todo lo bueno, lo bello y lo verdadero. Sostiene el plan de nuestra alma, lo nutre.
Es el plenilunio del Maestro Jesús.