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(IVÁN): EL QUE NO AMA A JESUCRISTO, PECA PEOR QUE EL DIABLO

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IVAN VALAREZO

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May 18, 2008, 5:02:08 PM5/18/08
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Sábado, 17 de mayo, año 2008 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica

(Nuestras condolencias son para las victimas de nuestros
hermanos y hermanas de la gran hermana nación de China y de
Myanmar (Birmania) también, en donde muchos han sufrido los
terribles azotes de la naturaleza traicionera.

Oramos por cada uno de ellos y sus familias, para que nuestro
Padre Celestial, por medio del Espíritu de la gracia y la
bendición infinita de su sangre sacrificada por el perdón y
por el bienestar de todos nosotros, no les falte jamás, sino
que por siempre los bendiga enormemente y sin cesar. Todos
los que han parido de nuestras vidas humanas de la tierra,
pues ahora han encontrado su nueva y verdadera vida celestial
e infinita, llena de gozo, de paz y de la gloria eterna de
nuestro Padre Celestial y de su Jesucristo, ¡nuestro Árbol de
la vida y de la salud eterna! Hoy en día, cada uno de ellos
goza de las bendiciones infinitas de nuestro Salvador
Jesucristo, porque esta es la voluntad perfecta de nuestro
Padre Celestial, que todos ellos vivan sus vidas eternas
junto a él y sus ángeles del reino de los cielos. ¡Amén!

Que nuestro Padre Celestial los siga bendiciendo grandemente
a toda hora del día a cada uno de ustedes, nuestros hermanos
y hermanas del Continente Asiático, es nuestra oración
constante hacia en cielo, en el nombre de nuestro Salvador
Jesucristo.)


(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)

EL QUE NO AMA A JESUCRISTO, PECA PEOR QUE EL DIABLO:

El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo
peca desde el principio en contra de Dios y de su Jesucristo;
es decir, que no es nada nuevo que Satanás esté siempre
atacando la palabra y el nombre sagrado de su Hijo amado en
el corazón del hombre de toda la tierra, desde la antigüedad
y hasta nuestros días. Pues para esto fue necesario enviar al
Señor Jesucristo a Israel primero y luego a toda la tierra, a
través del poder de su evangelio vivo y eterno: "para por fin
desbaratar las obras de Satanás en el paraíso, en la tierra y
así también en el más allá, eternamente y para siempre".

Puesto que, solamente nuestro Señor Jesucristo puede
realmente deshacer las obras del diablo, "ya que fue él quien
lo formo en el día de su creación como querubín protector del
nombre bendito de Dios", por los poderes sobrenaturales de su
palabra santa. Por lo tanto, nuestro Padre Celestial puede
trastornar cada una de las obras de Satanás, las cuales han
entrado al mundo para destruir toda vida humana, "comenzando
con la misma obra de su Espíritu Santo en su gran rey Mesías
celestial, en el corazón y en la vida de cada hombre, mujer,
niño y niña de la humanidad entera".

Y Satanás ha descendido del paraíso a la tierra, porque está
sumamente enojado no sólo con Dios, sino también con la obra
perfecta de sus manos santas y las de su Espíritu Santo: el
hombre, como tú y yo hoy en día, mi estimado hermano; y cada
vez que el nombre de Jesucristo es invocado, "entonces
Satanás se enoja de modo espantoso". A causa de que Satanás
no quiere que el nombre de nuestro Padre Celestial, el cual
habita en perfecta santidad en el corazón del Árbol de la
vida, nuestro Señor Jesucristo, "no sea honrado ni mucho
menos exaltado jamás"; y esto es como una lucha sin fin,
"para humillar el nombre bendito de nuestro Creador, cueste
lo que cueste".

En la medida en que, el nombre bendito de nuestro Padre
Celestial habita en perfecta santidad y gloria infinita,
precisamente en el corazón del Árbol de la vida eterna, su
Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo: "para que jamás sea
tocado por Satanás ni por ningún mal del pecado o por ninguna
de sus tinieblas terribles, por ejemplo". Por ello, hay
tantos mentirosos y malvados por doquier, los cuales siempre
están haciendo sus obras malvadas, no tanto para destruir la
vida humana, sino la obra de Dios primordialmente, "la cual
descendió del cielo para tocar nuestras vidas grandemente,
para que nuestro Dios sea glorificado por el hombre, así como
lo es en el cielo por los ángeles".

Dado que, si Jesucristo es invocado por el pecador y por la
pecadora de toda la tierra, entonces hay libertad y sanidad
infinita para muchos, porque el nombre sagrado de nuestro
Dios está siendo honrado, cuando Satanás desea todo lo
contrario; y esto es de blasfemarlo cada vez que pueda "para
encender la ira de Dios, para mal de muchos desdichadamente".
Por esta razón, cuando vemos al pecado multiplicarse como
flor silvestre y sin control por muchos lugares de la tierra,
entonces esto significa que el espíritu de error de Satanás
está haciendo de las suyas; y, evidentemente "muchos caen en
problemas terribles o se enferman y hasta en muchos casos,
pierden sus vidas horrorosamente".

Entonces el enemigo de Dios y de su Jesucristo en toda la
humanidad está haciendo de las suyas como siempre, como en el
paraíso con Adán y Eva, "para que el fruto del Árbol de la
vida no llegue a entrar en el corazón del hombre", y así
nuestro Dios no sea glorificado por nosotros en el mundo
entero. Y esto es un mal terrible, el cual toma lugar día y
noche en muchos si no en todos los lugares de la tierra,
"para que haya menos luz del cielo y más tinieblas de Satanás
en la vida de la humanidad entera y sus naciones, por
ejemplo".

Además, sólo la verdad de nuestro Señor Jesucristo viviendo
en nuestros corazones puede vencer día y noche cada uno de
los males del enemigo de Dios y de nuestras vidas del
paraíso, de la tierra y de La Nueva Jerusalén Santa y
Perfecta del cielo, hoy y siempre en la eternidad: porque
"sólo Jesucristo es el poder de Dios en nuestras vidas". Y
sin el Señor Jesucristo, "nuestro Padre Celestial no puede
hacer nada para descomponer las mentiras y las malas obras de
Satanás, en el corazón de la humanidad entera y sus
naciones".

Por lo tanto, cada uno de nosotros es el centro de esta gran
lucha de Dios en contra del mal de Satanás, para que el
nombre y las mentiras de Satanás no prevalezcan jamás, sino
sólo el nombre y la verdad infinita de la justicia celestial
y divina de su Árbol de la vida eterna, ¡nuestro Señor
Jesucristo! En realidad, esta es la lucha de Satanás
principalmente desde el comienzo de las cosas en el cielo,
primero con los ángeles y luego en el paraíso con el hombre,
como hoy mismo, en tu corazón mi estimado hermano y mi
estimada hermana: "para que el nombre santísimo, no sólo no
sea conocido por ti, sino para que no lo invoques jamás". Y
así todos mueran para siempre, sin jamás volver a ver la luz
del día del paraíso.

Es por eso que Satanás usa mucho al mentiroso y al malvado
igual en toda la tierra, de una manera u otra, para que
personas como tú y yo, no se encuentren con la verdad y con
la justicia infinita de la bendición eterna de Dios y de su
Jesucristo en sus corazones, mi estimado hermano y mi
estimada hermana. Y este es un mal terrible, desde los
primeros días de la antigüedad y hasta nuestros días, por
ejemplo, el cual no cesa de cobrar víctimas día y noche y sin
cesar de gentes ingenuas, "de las cuales caen en las mentiras
del mentiroso o en las maldades del malvado común en toda la
tierra".

Porque la verdad es que cada vez que el nombre de nuestro
Señor Jesucristo es invocado por nuestros labios, entonces
Satanás pierde terreno en el cielo y en la tierra también,
"para que sus obras y sus muchas maldades no tengan ningún
efecto en la vida del hombre, de la mujer, del niño y de la
niña de la humanidad entera". Es decir, que cada vez que su
nombre es invocado por los labios del hombre, entonces
poderes y autoridades de gran luz celestial divina comienzan
a obrar en su vida, para bien de su espíritu y cuerpo humano,
y así también "para bien de los suyos en toda la tierra, para
que vean y conozcan por fin la gloria de Dios".

En la medida en que, el hombre hoy en día, como en los días
del paraíso o sus primeros días de vida por la tierra, sólo
ha conocido la mala vida y rebelde de Satanás y de sus
ángeles caídos en contra de Dios y de su Hijo amado, ¡nuestro
Señor Jesucristo! Y es por eso que al hombre se le ha hecho
siempre difícil conocer a su Dios y a su Jesucristo, "porque
el espíritu de error de la sangre de Adán corre por sus venas
para mal de su vida y de los suyos, en el paraíso, en la
tierra y hasta en el más allá también, como en el infierno".

Es por eso que el pecador y la pecadora mienten como los más
viles enemigos de Dios y de su Jesucristo, porque el espíritu
de su sangre es el espíritu de error de la sangre de Adán y
más no el Espíritu del cumplimiento de la voluntad perfecta
de nuestro Padre Celestial, ¡nuestro Señor Jesucristo! Y esta
es una lucha incesante en el corazón del hombre entre las
tinieblas de Satanás y la luz del Señor Jesucristo: porque
fue el Señor Jesucristo quien dijo: "Yo soy la luz del
mundo"; por lo tanto, sólo Dios puede ayudar al hombre a
vencer el mal de Satanás en su vida, y sólo con Jesucristo
viviendo en su corazón.

Ya que, sólo el Espíritu de la sangre viviente y expiatoria
de nuestro Señor Jesucristo puede no sólo expiar por nuestros
pecados, sino también perdonarnos del mal eterno de cada uno
de ellos, y hasta el punto de hacer que el ángel de la muerte
ya no tenga poder alguno en nuestras vidas, para destruirnos
en el infierno como antes de Jesucristo. Porque sólo
Jesucristo es la muerte del ángel de la muerte en la vida de
cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, por
siempre jamás; es decir, también "que con Jesucristo en
nuestras vidas ya no existe el día de la muerte para ninguno
de nosotros, porque el ángel de la muerte ya está muerto
eternamente en nuestro Jesucristo".

Por deducción, si el ángel de la muerte ya está muerto para
nosotros para siempre, desde el día que nuestro Señor
Jesucristo le declaro abiertamente al ángel de la muerte que
él es su muerte, "pues entonces ya nadie nos puede quitar la
vida jamás"; por ende somos libres del poder de la muerte, ¡
gracias a la sangre expiatoria de Jesucristo siempre! Es por
eso que el Señor Jesucristo es tan importante en nuestras
vidas hoy en día, como lo fue para Adán y Eva en el paraíso y
para los hebreos en el desierto, "para que no sólo no pequen
jamás delante de Dios, sino para que cumplan siempre con la
voluntad perfecta de nuestro Creador y de su Espíritu Santo".

Y esto es de que el Espíritu de Sus Diez Mandamientos sea por
siempre honrado e infinitamente cumplido en nuestros
corazones eternos, no sólo en la tierra sino también en
nuestras vidas celestiales de la nueva eternidad venidera;
"porque sólo el Señor Jesucristo es el único cumplimento
posible, perfecto y cabal del Espíritu de Los Diez
Mandamientos en nuestras nuevas vidas infinitas". Además,
esto es ya una realidad en nuestras vidas antiguas
primeramente del paraíso y así también de La Nueva Jerusalén
celestial, para que el nombre de nuestro Dios ya no sea más
profanado por el espíritu de error de Satanás en nuestra
sangre humana, "sino honrado continuamente por la sangre
expiatoria de su fruto de vida eterna", ¡nuestro Salvador
Jesucristo!

Entonces esta es una verdad antigua e infinita, la cual puede
cambiar drásticamente la vida de cualquier mentiroso o de
cualquier malvado de toda la tierra, "sí tan sólo se
arrepiente de su pecado y confiesa con sus labios la sangre
expiatoria de Jesucristo"; porque "sólo Jesucristo es el fin
del pecado y de la maldad del pecador para siempre". Y sólo
así entonces nuestros corazones podrán realmente no sólo
conocer las bendiciones infinitas de la vida eterna, "sino
que también podremos conocer a nuestro Dios y Fundador de
nuestras nuevas vidas del paraíso, de la tierra y del nuevo
reino celestial".

En vista de que, a nuestro Padre Celestial tenemos que
conocerlo divinamente, "solamente en una vida totalmente
nueva e infinitamente gloriosa, como la de él mismo, como la
de su Hijo amado o como la de su Espíritu Santo"; es por eso
que es difícil conocer a nuestro Dios en la vida que hemos
recibido de Adán, infinitamente rebelde a la Ley divina.
Entonces para nosotros comenzar a conocer a nuestro Padre
Celestial, sólo es posible por medio de la invocación y el
conocimiento del nombre sagrado de su Hijo amado, nuestro
único fruto de vida eterna posible en el paraíso, en la
tierra y así también infinitamente en La Nueva Jerusalén
Santa y Perfecta del cielo, ¡nuestro Salvador Jesucristo!

En cuanto que, con la vida de Adán, la cual peca primeramente
en el paraíso, al comer del fruto prohibido, no podremos
realmente jamás conocer a nuestro Salvador Jesucristo, ni
menos a Dios, ni mucho menos a su Espíritu Santo, como debe
de ser en nuestros corazones, en la tierra y en el paraíso,
por ejemplo, y para la nueva eternidad venidera. Porque fuera
del Señor Jesucristo "entonces no existe ninguna otra verdad
salvadora para alimentar el corazón, el espíritu, el alma, el
cuerpo y la vida de cada hombre, mujer, niño y niña de la
humanidad entera, comenzando con Adán y Eva en el paraíso,
por ejemplo".

Es por eso que vivimos día y noche "desnutridos",
espiritualmente hablando, de todo lo que es el Espíritu de la
palabra y del nombre sagrado de nuestro Padre Celestial y de
su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo!; "porque sólo el
Árbol de la vida es la verdadera comida y bebida para vida y
salud eterna de la humanidad entera". Y un mentiroso y así
también como un blasfemo, "es realmente un alma totalmente
desnutrida del Espíritu viviente de la verdad y de la
justicia infinita del Dios de su alma eterna", en la tierra y
en el cielo también; porque no sólo de pan vivirá el hombre,
"sino de toda palabra que salga de la boca de su Creador".

Y es por eso que muere día a día el alma pecadora del hombre
y de la mujer igual, como cada vez que ciegamente miente y
hace maldades tras maldades en su vida, para dañar no sólo la
vida de los demás, sino también nuestra madre tierra; y esto
es pecado de condena eterna, para nuestro Dios que está en
los cielos. Entonces esta es la verdadera lucha de cada uno
de nosotros, en todas las naciones de la tierra, "de que
Satanás con la ayuda de sus profundas tinieblas no deja que
el nombre glorioso del Señor Jesucristo sea conocido como
debe de ser, por nuestros corazones y por nuestras almas
infinitas", para gloria y honra eterna de nuestro Padre
Celestial.

Porque todo aquel que puede invocar el nombre del Señor
Jesucristo con sus labios, entonces es porque el Espíritu de
Dios está obrando en su vida grandemente; y si el Espíritu de
Dios está obrando en su vida, "entonces esto significa que
Dios está con él para bien de su vida en la tierra y en la
eternidad venidera también". Pero el mentiroso y el malvado
de toda la tierra no conocen esta verdad celestial e infinita
en sus corazones, "por lo tanto están tan muertos ya, como el
mismo ángel de la muerte".

Y a causa de esta gran desgracia espiritual, entonces el
corazón del hombre sigue su curso de pecado y de maldades
terribles, siempre inventándose más mentiras y calumnias
despeluznantes por el espíritu de error, para hacerle daño no
sólo a la vida del hombre, sino, de una manera u otra, a
nuestro Creador, a su Espíritu Santo y a su Jesucristo
principalmente. Ya que, los ataques de Satanás son lanzados
en contra de Dios, humillando al Señor Jesucristo
terriblemente siempre, "para tocar su corazón santísimo y así
hacerle todo el daño posible que le pueda hacer a él, en su
pecado y en su maldad terrible de su ceguera espiritual, con
la ayuda idónea de todo mentiroso y malvado de la tierra".

Porque toda mentira, calumnia, infamia y maldad lanzada por
Satanás y sus gentes de la mentira eterna hacia las gentes de
los pueblos de Dios, "en verdad no está atacando a la vida
del hombre, sino a Dios mismo y primordialmente al fruto del
Árbol de la vida", ¡nuestro Salvador Jesucristo! En otras
palabras, cada vez que el hombre es herido por las mentiras,
calumnias e infamias del espíritu perdido de Satanás,
"entonces nuestro Padre Celestial que está en los cielos es
herido terriblemente de la misma manera, como cuando Lucifer
se sublevo en contra de su nombre muy santo, en el corazón de
los ángeles del cielo, por ejemplo".

Aquí fue cuando nacía el mentiroso y el espíritu malvado del
hombre cruel y vil, rencoroso de todo lo que es de Dios y de
su Jesucristo, en el corazón de cada ángel del cielo y así
también del hombre de la tierra; "y es por ellos que nuestro
Dios se irrita de repente para castigar al mundo entero, por
sus maldades". Pues podemos ver también, como su Jesucristo
sufrió por nosotros al ser clavado a los árboles secos y sin
vida de Adán y Eva sobre la cima de la roca eterna, en las
afueras de Jerusalén, en Israel, "para cumplir las escrituras
y los sacrificios de Aron para generaciones futuras, para
ponerle fin a la desobediencia infinita hacia Los Diez
Mandamientos celestiales".

Y sólo así entonces poder ponerle fin a la vida malvada y
pecadora de todo mentiroso y malvado cruel de toda la tierra
para siempre, para gloria y tranquilidad infinita de nuestro
Padre Celestial y de su nombre santísimo en el cielo, por
ejemplo. Porque desde el día que nuestro Dios le entrego sus
ordenanzas santas a Moisés sobre el Sinaí, "el hombre no ha
dejado de deshonrarlas en su corazón y en cada día de su vida
por la tierra"; y nuestro Dios sufre cada día por este mal
terrible constantemente en su corazón santísimo, "ampliando
así su ira incontenible sobre sus enemigos de siempre".

Por lo tanto, esto es muerte y condena eterna para cualquier
infractor del Espíritu de sus leyes sagradas e infinitas, el
cual nuestro Dios no perdonara jamás "a no ser que Jesucristo
interceda por él, como Moisés rogó por Israel para no ser
destruido en aquellos días, a las faldas del Sinaí, cuando
pecaba ciegamente con su cordero fundido en oro". Porque fue
la oración de Moisés la cual salvo de una muerte segura a
todo Israel a las faldas del Sinaí, delante de nuestro Padre
Celestial y de su Espíritu Santo; "pues hoy en día es la
misma oración salvadora, la cual ya está en nuestros
corazones y en nuestros labios para elevarse a nuestro Dios,
si sólo creemos en su Jesucristo".

Es decir, que lo único que tenemos que hacer, "es hacer la
misma oración salvadora, como Moisés la hizo por Israel, y
así también como nuestro Salvador Jesucristo la hizo antes de
morir por nosotros y, sólo así nos salvara de nuestras
transgresiones al Espíritu de Los Diez Mandamientos, sí sólo
creemos en Él y honramos su nombre con nuestros labios,
continuamente". Porque la verdad es que sólo la invocación, y
así también la oración hecha a nuestro Padre Celestial, en el
nombre misterioso del Señor Jesucristo, no sólo nos perdona
nuestros pecados, "sino que cumple infinitamente con el
Espíritu de Los Diez Mandamientos eternos, para nuestro
Creador y para su Espíritu Santo, para no vivir más
condenados, sino bendecidos por Dios constantemente".

En vista de que, esta era la única manera posible para no
sólo cumplir con el Espíritu de las ordenanzas y leyes de
nuestro Padre Celestial, sino también para ponerle fin al
pecado y a la vida terrible del ángel de la muerte, en la
vida de la humanidad entera, eternamente y para siempre. Es
más no hay nada tan glorioso para nuestro Padre Celestial en
el reino de los cielos, "si no de oír con sus oídos santos,
como el pecador deja de mentir y el malvado abandona su mala
conducta, para honrar con sus labios el nombre glorioso de su
Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo!".

Así pues también nada hay tan honroso en el cielo delante de
su presencia santa, de ver al malvado dejar de hacer sus
maldades de siempre para destruir toda vida humana en la
tierra, sino que ahora hace lo correcto con su vida, para
gloria y honra eterna de nuestro Padre Celestial y de su
Espíritu Santo. Y esto es, sin duda alguna, de hacer con sus
manos lo mismo que Jesucristo hacia, bendecir a los hijos e
hijas de Dios en toda la tierra, "para que ya no sufran más
la plaga terrible de las obras malvadas del malvado, sino que
ahora reciban el bien del corazón y de las manos que antes
les hacían el mal".

Esto es gloria infinita para nuestro Padre Celestial, porque
lo que se había perdido en el paraíso, nuestro Dios lo ha
redimido, gracias a su Jesucristo en Israel y en toda la
tierra igual por el poder de su evangelio eterno, como en el
día que su mano santa toco tu corazón mi estimado hermano y
hermana, para bendecir tu vida grandemente. Aquí nuestro Dios
nos manifestó rotundamente que nos ama sobrenaturalmente,
desde mucho antes de la fundación del cielo y la tierra, "sí
tan sólo le obedecemos a él, como su corazón santísimo lo
anhela desde siempre, o como los ángeles le aman, por
ejemplo, por medio de su Hijo amado", ¡nuestro único Árbol de
la verdad infinita y salvadora!

Es decir, que sólo por medio del Señor Jesucristo cada uno de
nosotros puede amar a nuestro Padre Celestial y Sus Diez
Mandamientos santos, tal cual como los ángeles lo han venido
haciendo así desde siempre y para siempre, como desde los
primeros días de la antigüedad y hasta nuestros días, por
ejemplo. Porque la verdad es que "sin el Señor Jesucristo en
el corazón y en la vida del hombre, entonces el hombre no
sólo no podrá jamás servirle a Él, el Creador del cielo y la
tierra, en la verdad y en la justicia celestial e infinita de
su Hijo amado, sino mucho peor aún".

Y esto es que simplemente, de modo definitivo, "el hombre
jamás tendrá en su vida el poder real de poder conocer cara a
cara el Dios y Fundador de su nueva vida eterna en la tierra
ni menos en la eternidad venidera", como en la nueva vida
santa de La Nueva Jerusalén Gloriosa y Santísima del cielo,
por ejemplo. Es por eso que el Señor Jesucristo es muy
importante en nuestras vidas, no sólo porque es nuestra única
verdad salvadora de nuestros pecados, "sino que es el único
camino para acercarnos a nuestro Hacedor y por fin hablar con
él cara a cara, como Moisés lo hacia diariamente, por
ejemplo, en el lugar santo de los santos del tabernáculo de
Israel".

Puesto que, la verdad es que Dios le habla al hombre día y
noche, pero sólo por medio de su Hijo amado, su único fruto
de vida eterna para Adán y para su linaje humano, ¡nuestro
Mediador Jesucristo! Porque para que el corazón y el alma
eterna del hombre, de la mujer, del niño y de la niña de toda
la tierra, pueda conocer a su Dios cara a cara, "entonces
necesita poderes sobrenaturales, de los cuales sólo existen
en la verdad y en la justicia celestial del Árbol de la
vida", ¡nuestro Salvador Jesucristo!

Es más, ni los ángeles, arcángeles, serafines, ni aún los
querubines pueden ver, ni menos conocer a Dios, por medio de
sus verdades, glorias y justicias personales; "ellos también,
así como el hombre, la mujer, el niño y la niña de la
humanidad entera, necesitan de Jesucristo para alcanzar la
gloria de vivir con Dios y conocerle cara a cara". Porque la
verdad es también de que si Lucifer, como el querubín
protector del nombre santísimo y del trono de Dios, hubiese
conocido cara a cara a Dios o a su Jesucristo, "entonces
jamás se hubiese rebelado en contra de él, sino que la
historia bíblica y así también de la humanidad seria
totalmente otra, sin duda alguna".

Es por eso que nuestro Creador lleva a Adán a los pies de su
Árbol de vida, para que reciba de Él toda su verdad y
justicia infinita, además de muchas más bendiciones
espirituales e infinitas, para que entonces no sólo él pueda
conocer a su Dios, sino también su linaje humano, como tú y
yo hoy en día, por ejemplo. Porque que de otra manera,
nosotros como humanos, ni aunque fuéramos tan santos como los
ángeles del cielo, "en verdad no podríamos conocer a nuestro
Padre Celestial por nuestras justicias personales jamás, sí
el nombre glorioso y misterioso del Señor Jesucristo no está
en nuestros corazones, por ejemplo".

Es decir, también que lejos de Jesucristo entonces no hay
verdad, ni santidad, ni menos justicia alguna en el hombre ni
en ninguna de sus cosas, como de las que se ven y las que no
(se ven), "para poder acercarnos a nuestro Creador y
conocerle tal cual como siempre ha sido a través de los
siglos y hasta nuestros días". Porque para poder nosotros
conocer verdaderamente a nuestro Dios en la tierra y así
también en La Nueva Jerusalén Celestial, pues entonces "sólo
necesitamos la verdad y la justicia gloriosa del Espíritu del
nombre sagrado e infinito de su Hijo amado", ¡nuestro Señor
Jesucristo!; y, "sin estos requisitos celestiales e
espirituales nadie podrá ver, ni menos vivir la vida eterna
jamás".

Y es por eso que el mentiroso miente sin cesar y, por ende el
malvado hace sus malas obras como si fueran pan dulce en sus
manos para hacerle daño a su prójimo, y hasta terminar con su
vida; porque una vida muerta, "esto significa que el nombre
santo de Jesucristo ya no ha de ser honrado, como Dios
manda". En otras palabras, en una vida muerta y sin el Señor
Jesucristo instalado en su corazón, "pues entonces el
Espíritu de Los Diez Mandamientos de Dios en esa vida humana
entro a la eternidad, sin ser honrado ni menos cumplido
cabalmente, como debió de ser así desde siempre en su vida,
sí tan sólo hubiese confiado en el Señor Jesucristo".

Consiguientemente, así como nuestro Dios llamo a Adán a creer
en su fruto de vida, nuestro Salvador Jesucristo, "así pues
también nuestro Dios llama día y noche y sin cesar a cada
hombre, mujer, niño y niña de la tierra, para que coma y beba
de su Jesucristo, para que no muera sino que viva
infinitamente, de ahora en adelante". Porque la verdad es que
el mentiroso y el malvado de toda la tierra han de morir en
sus propias mentiras, para ser destruidos por los poderes
terribles de sus propias maldades; sin embargo, "sí se
arrepienten de sus malas conductas, entonces nuestro Dios los
salvara por amor a su nombre misterioso", ¡nuestro Señor
Jesucristo!

En la medida en que, sólo el Señor Jesucristo puede salvar al
mentiroso de su mala manera de vivir, "para que no muera en
su pecado ni se pierda infinitamente en el infierno ni en el
lago de fuego, en el día de juicio y terrible de nuestro
Padre Celestial y de su Cordero Escogido", ¡nuestro Salvador
Jesucristo! Porque nuestro Creador envió a su Jesucristo a
Israel, para salvar específicamente lo que se había perdido
en el paraíso con Adán, "cuando él y su esposa rehusaron
comer y beber de la mesa del SEÑOR, en el epicentro del
paraíso, para mal eterno no sólo de ellos, sino también de
muchos de sus hijos e hijas en toda la creación".

Es por eso que la cena de la mesa del SEÑOR es muy importante
en nuestras vidas, "porque sobre ella podremos comer del pan
del cielo y beber del vino de la vida eterna", y esto es
realmente de comer y beber directamente, como los antiguos,
por medio del espíritu de nuestra fe, del Árbol de la vida, ¡
nuestro Salvador Mesías! Es decir, que cada uno de nosotros
está llamado desde el paraíso por nuestro Creador para comer
y beber del Espíritu de la carne y de la sangre expiatoria de
la única vida eterna que descendió del cielo, "para no sólo
salvar a Israel sino también a la humanidad entera, de los
poderes terribles de Satanás y del ángel de la muerte".

Por lo tanto, nuestro Dios no crea a sus hijos e hijas de las
naciones, para que sufran y finalmente mueran en las manos de
las gentes de la mentira y la decepción eterna de Satanás y
del infierno, "sino para que vivan infinitamente en la tierra
y en el paraíso, sólo creyendo en sus corazones en su
Salvador Jesucristo". Porque sólo el Señor Jesucristo es la
única verdad, camino y vida eterna de cada uno de ellos en la
tierra y así también en la nueva eternidad venidera del nuevo
reino celestial de Dios y de su humanidad infinita; "y sin
Jesucristo viviremos eternamente ciegos, para todo lo bueno y
fructífero de la nueva vida eternal del paraíso".

Es decir, también que sólo nuestro Señor Jesucristo es la
verdad, el camino y la vida no sólo de regreso al paraíso, en
donde Adán y Eva vivieron inicialmente sus primeros días de
vida, "sino también para entrar a La Nueva Jerusalén Santa y
Perfecta del cielo, en donde mora nuestro Dios y Fundador de
nuestras vidas eternas>. Y es aquí en donde nuestro Padre
Celestial siempre ha esperado por cada uno de nosotros con
amor y mucha paciencia en su corazón santísimo, "así como
espero por Adán para que sea formado en su imagen y conforme
a la semejanza celestial de su Árbol de vida eterna, nuestro
Salvador Jesucristo, para gloria y honra de su nueva vida
celestial".

Visto que, es la Nueva Sion Celestial, en donde nuestro Padre
Celestial espera pacientemente por cada uno de nosotros, que
no sólo acepte en su corazón y así confiese con sus labios el
nombre amado de su Jesucristo, "sino que también vuelvan ya a
sus manos, a sus brazos y a su pecho santísimo, para jamás
volverse alejar de ellos, para siempre". Porque es únicamente
la verdad, el camino y la vida de su Árbol de vida, su Hijo
amado, quien realmente nos hace acercar cada día a nuestro
Creador en la tierra, "para jamás volvernos a dejar ir
cautivos por el pecado a vivir ciegos en las mentiras y en
las maldades de siempre de Satanás y de sus ídolos
abominables, por ejemplo".

Dado que, lejos de Jesucristo, estamos totalmente lejos de
Dios y de su Espíritu Santo también, para jamás vivir, ni
menos conocer la bendición sin igual de la vida eterna, sino
que seguiremos ciegos por siempre, para caer muertos en la
tierra, perdidos y destruidos por nuestras mentiras y por
nuestras maldades en el infierno candente y destructor del
más allá. Y desde el día que nuestro Dios nos creo,
comenzando con Adán y Eva en el paraíso, por ejemplo, pues no
ha dejado de buscar aún por el bienestar de cada uno de
nosotros, en todas las naciones; "y esta exploración
constante de nuestro bien eterno del corazón santísimo de
nuestro Dios, es igual que al de su unigénito", ¡nuestro
Salvador Jesucristo!

Porque nuestro Señor Jesucristo siempre quiso la prosperidad
de cada uno de nosotros, como en cada momento de su vida
santísima, "apartándonos día y noche del mal terrible de los
poderes de la presencia del pecado, por los poderes de su
nombre misterioso, para que por fin vivamos una vida sana y
gloriosa delante de nuestro Dios y Creador Celestial". Dado
que, una vida sin mentiras del mentiroso y sin maldades del
malvado, "entonces es vivir una vida sin el espíritu terrible
de Satanás y de sus anticristos", gracias a la presencia
constante y muy fiel, por cierto, de nuestro Salvador
Jesucristo; esto en sí, "ya es una gloria infinita para
nuestros corazones y para nuestras vidas normales, en la
tierra".

Si, así es: Una vida sin Satanás es una vida llena de Dios y
de su Espíritu Santo, gracias al nombre sagrado y misterioso
de nuestro Salvador Jesucristo, ¡el Santo del paraíso, de
Israel y de la humanidad entera!; es decir, también "que sólo
el Señor Jesucristo es la alegría de nuestro Padre Celestial
y así también de nuestros corazones para siempre". Y, además,
muchas gentes no entienden esta gran verdad de Dios en sus
corazones y, por tanto, siguen viviendo sus vidas normales en
la tierra, según ellos, sin que se den cuenta de nada, "de
que el SEÑOR necesita de ellos y de sus bendiciones
sobrenaturales también, sólo posibles en sus corazones, sí
tan sólo creen en su Jesucristo". Porque para nuestro Padre
Celestial, sólo cuando el hombre cree en su corazón en su
Hijo amado, como su único y suficiente verdad salvadora de su
vida, entonces esto es una bendición infinita en su corazón y
en su alma gloriosa, para gozarla infinitamente sobre su
altar santo del reino de los cielos.

En vista de que, cada vez que Jesucristo entra en el corazón
del hombre, de la mujer, del niño y de la niña, "entonces el
sufrir de nuestro Hacedor cambia a gozo y, ahora sólo hay
felicidad infinita en su vida, porque su corazón ama a su
Jesucristo, el cual es su única verdad obediente a la Ley
celestial para vida eterna". Porque sólo la verdad del Señor
Jesucristo obedece cabalmente al Espíritu de Los Diez
Mandamientos en el corazón de los ángeles y así también en el
corazón del hombre de la tierra, eternamente y para siempre;
"y fuera de la vida santa del gran rey Mesías de todos los
tiempos, ya no hay honra ni menos cumplimiento de la Ley
eternal".

Es por eso que nuestro Padre Celestial le entrego a Moisés su
Ley santísima, para que el mentiroso deje de ser mentiroso, y
el malvado deje de hacer sus obras malvadas en contra de los
que aman y sirven a Dios, en el espíritu y en la verdad
sobrenatural de la sangre expiatoria de su Cordero Escogido,
¡su Jesucristo! Porque "sólo el Señor Jesucristo es el
Cordero Escogido para entregarnos de su sangre santa y
expiatoria y, juntamente llena de vida y de salud eterna", lo
cual el hombre, la mujer, el niño y la niña de la humanidad
entera, necesitan mucho día y noche para vivir una vida sana
y agradable, para el servicio sagrado de su Majestad
Celestial.

Ahora, si nuestro Señor Jesucristo sufrió terriblemente por
limpiarnos de nuestros pecados sobre la cruz, y con los
poderes sobrenaturales de su sangre santísima y expiatoria
nos sano, "pues cuanto más han de sufrir nuestro Dios y su
Espíritu Santo, como cuando le ofendemos a nuestro Dios, al
no creer en el nombre salvador de su Hijo amado", ¡nuestro
Señor Jesucristo! Porque para nuestro Creador y así también
para su Espíritu Santo y sus ángeles, "no hay mayor ofensa en
contra de Dios que el nombre salvador de su Jesucristo no sea
honrado, en el corazón del pecador y de la pecadora"; por eso
es que la ira de Dios se inflama muchas veces, "para castigo
y desdicha de muchos culpables e inocentes siempre.

Y sólo nuestro Jesucristo puede detener la ira de Dios que
perfectamente podía estar cayendo sobre nuestras vidas cada
día, por culpa de nuestros pecados o por culpa de nuestros
antepasados; y sí, "únicamente la sangre expiatoria de
Jesucristo nos cubre y nos protege juntamente, de los males
de estos pecados terribles, sólo entonces viviremos
infinitamente seguros con nuestro Padre Celestial". Porque
nuestro Dios está terriblemente airado constantemente en
contra del malvado, porque sus palabras mentirosas no le
agradan a él en nada; puesto que, "nuestro Dios no se agrada
nunca en la mentira ni en la calumnia del enemigo de la
verdad redentora del Espíritu sagrado de la vida y de la
sangre expiatoria de su Hijo amado", ¡el Santo de Israel!

Porque mayor sangre ungida con poder, para expiar por los
pecados del mundo entero no hay otra igual, en el paraíso ni
menos en la tierra; por esta razón, "nuestro Jesucristo es
muy importante en el corazón de las naciones y de las
religiones de la humanidad entera", para que el pecado muera
y todos vivan infinitamente para su único Dios eternal.
Supuesto que, cada vez que no creemos en el nombre sagrado de
nuestro Señor Jesucristo en nuestros corazones, como lo
manifiesta contundentemente la escritura, pues entonces
"estamos mintiéndole constantemente a nuestro Padre Celestial
y a su Espíritu Santo también, para mal de nuestras vidas en
la tierra y en el más allá, para siempre".

Y nuestro Dios está cansado de las mentiras constantes de
Satanás, y así también cansado de las malas acciones de los
malvados de toda la tierra, por eso el Señor Jesucristo tiene
que entrar en tu corazón hoy mismo, mi estimado hermano y mi
estimada hermana, "para que la ira de Dios se aleje de tu
vida para siempre". La ira de Dios no bendice a nadie, sino
que termina con la vida del mentiroso y del malvado, como en
los días de Noé o como con Sodoma y Gomorra, por ejemplo; por
eso el SEÑOR desea que escapemos sus juicios terribles en
contra de todos sus enemigos cuanto antes mejor, y
"únicamente por medio de la sangre expiatoria de su
Jesucristo".

Porque la ira de Dios es para los que mienten y hacen
maldades siempre y más no para los que le aman a Él,
únicamente por medio de nuestro Señor Jesucristo; y sólo con
la bendición del Señor Jesucristo, "nuestro Dios puede
remover el espíritu de su ira destructora de la vida de
cualquier hombre y mujer de toda la tierra". Por ello, el que
no ama a Jesucristo, entonces simplemente le está mintiendo
diariamente a su único Dios y Fundador de su vida en la
tierra y en el paraíso, por ejemplo, para mal de su vida y de
los suyos también; "porque el castigo del mentiroso y malvado
es para todos desdichadamente, como justos e injustos, sin
duda alguna".

En la medida en que, cuando uno peca, entonces todos pagan
por su error y por su maldad, como Adán en el paraíso, por
ejemplo, y así también como con algunos patriarcas de Israel,
"cuando ellos pecaron en contra de Dios, entonces muchos en
Israel pagaron terriblemente por los errores y por las
maldades de otros o de unos cuantos". Y nuestro Dios no
cambia, en su manera de tratar al hombre de la tierra con sus
juicios terribles, sino que el hombre es quien cambia, para
mal de su vida y de los suyos también, "olvidándose
erróneamente de las bendiciones constantes del Espíritu Santo
para con los que aman e invocan completamente el nombre
sagrado de su Jesucristo en sus corazones".

Porque cuando el mentiroso y el malvado se salen con las
suyas, ellos no terminan ahí, sino que siguen obrando sus
mentiras y calumnias de siempre, "para dañar la obra de
nuestro Dios en el corazón de muchos desdichadamente"; porque
cada mentira, calumnia, infamia, maldad, ratería y demás
frutos del pecado son hechos en contra de Dios
preliminarmente, para mal de todos. Por eso es que el
mentiroso y así también el malvado muere continuamente
delante de Dios y de su Cordero Escogido, por su culpa, por
haberse rebelado en contra de su Dios, "y si no se arrepiente
de sus malas acciones, creando tinieblas para mal eterno de
muchos desdichados e indigentes, entonces sus hijos
terminaran como él mismo en el infierno".

En vista de que, la mentira del mentiroso y así también la
maldad del malvado no se queda en un solo lugar después de
haber sido consumado, sino que sigue su camino de maldad
invisiblemente, "haciéndole el mismo mal a todas horas a
muchos desdichados e ingenuos del país y de toda la tierra
también". Porque la verdad es que "el espíritu del pecado se
riega y crece constantemente como flor silvestre en los
corazones y en las vidas de aquellos que no conocen aún el
mal del mentiroso y del malvado, por ejemplo", para mal de
sus vidas y la de los suyos también, lamentablemente.

Además, nuestro Señor Jesucristo declaro abiertamente a sus
apóstoles y discípulos, que en los postreros días, el pecado
aumentaría sin control alguno, "haciendo así que el amor de
muchos se enfríe en sus corazones, para que las tinieblas
aumenten terriblemente por toda la tierra; como hoy vemos,
por ejemplo, cuando la violencia constantemente desgarra la
vida de muchos, sin piedad alguna". Es por eso que la mentira
del mentiroso tiene que parar en sus mismos labios crueles e
infames, y la maldad del malvado tiene que parar en la misma
vida engañosa del malvado antes que nuestro Dios actúe en
contra de ellos, y así ya no haya remedio para salvar sus
vidas de las manos del juez del cielo y la tierra.

Rectamente, nuestro Dios actúa en contra de los que son sus
enemigos, "y estos son los que se han rebelado en contra de
él y de su Jesucristo", entonces su ira no sólo cae sobre sus
enemigos sino también sobre mucha gente inocente,
lamentablemente; porque es Dios quien se venga del pecador y
de la pecadora a fin de cuentas. Porque ha sido nuestro
Creador quien dijo: Mía es la venganza de la mentira del
mentiroso, y de la maldad del malvado; y el que no se
arrepiente de su vana manera de vivir, pues insalvablemente
morirá en su mentira el mentiroso, y en su maldad el malvado;
"así pues se manifiesta siempre nuestro Dios, para desbaratar
las obras de Satanás continuamente".

Además, nuestro Padre Celestial no quiere oírnos mentirle más
a él, sino que siempre le digamos toda la verdad, no tanto de
ángeles o de seres muy santos del cielo, sino de nuestro
fruto de vida eterna, su Hijo amado, nuestro Señor
Jesucristo; porque "sólo su Hijo amado es la verdad
infinitamente en nuestros corazones, para salvación de
nuestras vidas humanas". En verdad, "nuestro Padre Celestial
ya está demasiado dolido de oírle al hombre hablar sólo las
palabras mentirosas y llenas de enfermedades mortales de
Satanás y de sus ángeles caídos", por ejemplo, para mal de su
vida en la tierra y en el más allá, también, como en el
infierno o como en el lago de fuego eterno.

Porque ese es el destino final de cada una de las mentiras
del mentiroso y así también de las maldades del malvado, para
ser destruidos por fin, eternamente y para siempre en el
fuego eterno, y así ya no vuelvan hacer ningún mal a nadie
jamás, "porque el gozo del corazón de Dios es nuestro bien
eterno, y más no el mal". Es por eso que el pecador y la
pecadora mueren día y noche en todos los lugares de la
tierra, "para descender a donde están sus mentiras y sus
maldades de sus vidas mal vividas en la tierra" y, a la vez
rebeldes en contra de nuestro Padre Celestial que está en los
cielos para mal eterno de muchos tristemente.

Pero si el mentiroso se arrepiente de sus mentiras, y el
malvado confiesa sus malas obras hechas en contra de gente
inocente, recibiendo así al Señor Jesucristo en sus
corazones, "pues entonces nuestro Dios vera sus
arrepentimientos, oirá sus oraciones, perdonando sus pecados,
para jamás volverse a acordar de ninguno de ellos", en esta
vida ni en la venidera, para siempre. Y "sólo lo que hayan
dicho y hecho en el nombre del Señor Jesucristo ascenderán a
sus nuevos lugares santos del cielo", como a La Nueva
Jerusalén Celestial, por ejemplo, para honrar a su Dios y
Fundador de sus nuevas vidas eternales; porque sus palabras y
obras en Jesucristo permanecen, pero las que no fueron hechas
en Jesucristo morirán para siempre.

Por derecho propio, el lugar de toda mentira, infamia,
maldad, crueldad, calumnia y raterías "es el infierno", pero
para todo bien de la tierra y del paraíso "su destino final
es, sin duda alguna, a la presencia de Dios, en el reino de
los cielos". Es por eso que nuestro Padre Celestial nos llama
día y noche para que aceptemos al Señor Jesucristo en
nuestros corazones, "para que cada una de nuestras palabras
sea verdad en su presencia santa y así también cada una de
nuestras obras en toda la tierra permanezca para siempre",
para recordarla por siempre en la nueva vida eterna, para
alegría de Dios.

Porque la verdad es que al mentiroso le seguirán sus mentiras
para siempre en el otro mundo perdido del más allá, y las
verdades en Jesucristo le seguirán a los justos que creen en
él en sus corazones "y así confesaran su nombre santo
continuamente en la eternidad con sus labios delante de Dios
y de sus huestes angelicales, para siempre". Por cuanto, esto
es lo que Dios busca día y noche en el corazón y en los
labios de todos los hombres, mujeres, niños y niñas de la
humanidad entera, "que el nombre de su Hijo amado sea
honrado, exaltado y glorificado enormemente, para alegría y
gozo de su corazón santísimo en la tierra y en el cielo".

En debida forma, es gloria incontenible para nuestro Padre
Celestial, "cuando el pecador y así también la pecadora dejan
de mentir con sus labios, para sólo hablar del nombre sagrado
y misterioso de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo"; en
verdad, cuando esto sucede, "entonces el pecador ha dejado de
pecar, para volver a nacer del Espíritu de sus ordenanzas
inolvidables". Y es, precisamente, de este nacimiento del
Espíritu de Los Diez Mandamientos cumplidos cabalmente por
nuestro Señor Jesucristo, por el cual cada uno de nosotros
tiene que volver a nacer para nuestro Padre Celestial, "para
no sólo ver la vida eterna, sino vivirla desde ahora en
nuestras tierras, como sí ya estuviésemos viviendo en el
paraíso, por ejemplo". (Eso es lo que Dios busca día y noche
en toda la tierra, en el corazón del hombre, de la mujer, del
niño y de la niña de las naciones y de sus muchas religiones,
por ejemplo, para gloriarse y gozarse en el Espíritu de su
ley bendita a partir de ahora y para siempre.)

Porque todo aquel que cree en el gran rey Mesías de todos los
tiempos y en su sangre expiatoria principalmente, entonces el
pecador y así también la pecadora no solo ha abandonado sus
pecados en el olvido eterno, "sino que ha vuelto a nacer de
su Espíritu Inviolable, para seguir viviendo su vida
celestial en el cumplimiento de la Ley eterna". Y esto es
"una vida deliciosa para vivirla ya, ya sea en la tierra o en
La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo, sin Satanás y
sin ninguna de sus amenazas de siempre", como de pecados,
enfermedades, tinieblas y demás, y como también la muerte
eterna del ángel de la muerte en nuestro diario vivir, por
ejemplo.

Ciertamente que para nuestro Dios la mentira del mentiroso y
la mala obra del malvado son trampas de muertes eternas en la
tierra y en el infierno, "pero la verdad confesada en el
nombre del Señor Jesucristo y así también cada una de sus
obras permanecen para vida y salud eterna, no sólo en la
tierra sino para la nueva eternidad venidera". Porque la
mentira de Satanás lleva de mal en peor al pecador a su
sufrimiento eterno del infierno, "pero nuestro Señor
Jesucristo nos lleva día y noche y sin cesar hacia la vida y
la salud eterna del paraíso y de la nueva vida gloriosa e
infinita de La Nueva Jerusalén Celestial, prometida a sus
siervos fieles de su nombre salvador".

Es por eso que el mentiroso tiene que dejar de mentir y el
malvado de dejar de hacer sus malas obras en contra de gentes
inocentes, "para que el Espíritu de la verdad y la justicia
de nuestro Salvador Jesucristo corran como el agua por toda
la tierra, saciando la sed de muchas vidas para perdón y
salvación de sus almas infinitas". Porque esto es lo que
nuestro Dios desea ver desde su lugar santo del reino de los
cielos, "que la verdad y la justicia de su Hijo amado corra
por toda la tierra como las aguas libres, por ejemplo, para
que todos se bañen y se limpien de sus enfermedades y de sus
impurezas mortales, escondidas en sus almas infinitas".

Porque para nuestro Creador todo hombre, mujer, niño y niña
de la humanidad entera que confiesa con sus labios el nombre
sagrado de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, "entonces
ya ha afirmado, o ya ha confesado con sus labios: toda la
verdad salvadora, para jamás sufrir ni menos morir, sino sólo
gozar de las bendiciones eternales de su nueva vida
espiritual". Pero, sin embargo, el que continúa en su
mentira, como así también como el que continúa en su maldad
de siempre, "pues entonces ya ambos han confesado rebelión
constante y eterna en contra del Espíritu de Los Diez
Mandamientos, para muerte y destrucción infinita de sus almas
humanas en el fuego eterno del infierno".

Y nuestro Dios no quiere la muerte del impío, sino su
salvación infinita, si tan sólo confiesa con sus labios la
única verdad salvadora que lo podría no sólo salvar de sus
pecados y del fuego del infierno, "sino que también su nombre
seria escrito eternamente y para siempre, en el libro de la
vida eterna del cielo". Dado que, únicamente todos los que
tienen sus nombres escritos en el libro de la vida, "entonces
verán la vida eterna y, podrán ver por fin a su Dios y
Fundador de sus vidas cara a cara, como sólo Jesucristo le
conoce a él, desde siempre y para siempre en su corazón
santísimo, por ejemplo".

Porque toda mentira y así también toda maldad va a su lugar
eterno del mundo de los muertos; "pero toda verdad confesada
con los labios del hombre, en el nombre sagrado de nuestro
Señor Jesucristo, va hacia su nuevo lugar eterno del cielo,
para jamás volver a conocer el mal, sino sólo el bien
infinito de Dios y de su Jesucristo". Además, nuestro Dios
sólo puede ayudar al corazón del hombre a romper esta barrera
de ceguera espiritual, en el Espíritu del nombre y de la
sangre ofrendada de su Jesucristo, "para que entonces pueda
empezar a ver quizás desde hoy un poquito de la luz de la
vida eterna y sus muchas y benditas bendiciones de la
antigüedad, como del paraíso, por ejemplo".

Visto que, la vida que nuestro Hacedor nos ha dado a cada
uno, grandes y pequeños en toda la tierra, comenzando con
Adán, "es la misma vida de su Árbol de vida, nuestro Señor
Jesucristo"; es decir, que cada uno de nosotros, comenzando
con Adán y Eva, "debe estar viviendo la vida del Señor
Jesucristo únicamente, sí sólo invoca su nombre sagrado".
Porque no hay mayor nombre grandioso de parte de nuestro Dios
y de su Espíritu Santo, "como el que realmente podrá por
siempre destruir cada mentira del mentiroso y así también
cada maldad del malvado", para que de esta manera sólo la luz
de Cristo se vea por todas partes, así como en el cielo, por
ejemplo.

Porque cuando confesamos las mentiras de Satanás, pues
realmente estamos viviendo su vida pecadora y engañosa en
toda la tierra, y hasta caer muertos en el más allá, como en
el infierno o en el lago de fuego, sin duda alguna. Pero si
confesamos el nombre del Señor Jesucristo, "entonces estamos
confesando delante de nuestro Padre Celestial y de su
Espíritu Santo, o haciendo nuestras también, cada una de las
verdades que han salido de la boca de nuestro Señor
Jesucristo", para que cuando nuestro Dios nos vea, entonces
sólo vea la verdad infinita de Jesucristo y no las mentiras
de siempre.

Y esto si es vida y seguridad infinita para nuestros
corazones y para nuestras almas eternas, en la tierra y así
también en el paraíso o en La Nueva Jerusalén Celestial, por
ejemplo, "en donde sólo viviremos por el Espíritu de la
verdad y el cumplimiento infinito de la justicia inmortal de
Los Diez Mandamientos eternos, ¡gracias a nuestro
Jesucristo!". Porque en el nuevo reino celestial, sólo
vivirán los que han vuelto a nacer no de la carne del
espíritu del pecado rebele y ofensor de Adán a Los Diez
Mandamientos del paraíso, "sino los que han vuelto a nacer en
el Espíritu de Los mismos Diez Mandamientos gloriosos de la
nueva vida eterna de Dios, cumplidos enormemente en nuestro
Señor Jesucristo".

Es por eso que cuando nuestro Creador lleva a Adán al pie de
su Árbol de la vida, entonces le dijo a él: "Invoca el nombre
de mi Hijo, tu Señor Jesucristo, para que comiences a recibir
de su misma vida y de sus bendiciones eternas de su fruto de
vida"; sin embargo, Eva y luego Adán "comenzaron a mentir
descontroladamente". Aquí fue cuando nació el primer
mentiroso y la primera mentirosa de la humanidad entera,
"porque quebrantaron el Espíritu de Los Diez Mandamientos al
no comer del fruto de la vida eterna, nuestro Señor
Jesucristo"; y, desde entonces acá, "sus descendientes no han
dejado de comer del fruto del árbol de la ciencia del mal y
del bien, para mal de muchos".

Es decir "que nuestros progenitores comenzaron a hablar las
mentiras de Satanás", en vez de hablar de la palabra del
Señor Jesucristo, para que entonces sus vidas comiencen a
recibir cada una de las bendiciones de vida y salud de su
salvador celestial, tal cual nuestro Dios lo planeo que sea
así con ellos y su genero humano para siempre. Y desde aquel
día Adán y Eva comenzaron a pecar en contra de Dios y sin
parar, porque comenzaron a pronunciar mentiras, calumnias e
infamias del árbol de la ciencia del bien y del mal, "en vez
de hacer lo que Dios quería que hiciesen con sus nuevas vidas
delante de su presencia sagrada y de sus ángeles fieles, por
ejemplo".

Y esto es de comer y beber día y noche y por siempre del
fruto del Árbol de la vida, su Hijo amado, ¡nuestro único
Salvador Jesucristo del paraíso, de la tierra y de la nueva
era celestial e infinito! Es decir, que Satanás se nos opone
constantemente con sus mentiras y maldades de siempre con
muchos mentirosos y malvados, como se lo hizo a Adán y a Eva
en el paraíso con la serpiente antigua, "para que Jesucristo
no sea una realidad viva en ninguno de nosotros, y es por eso
que vamos ciegos por el mundo y hasta la muerte".

Es decir, que el mundo sufre constantemente delante de Dios,
"porque no conoce al Señor Jesucristo como el Hijo de Dios o
como el gran rey Mesías de todos los tiempos", por lo tanto
la falta de paz, amor y salud en el diario vivir de muchos
reina continuamente a lo largo y a lo ancho de la humanidad
entera. Pero si tú, mi estimado hermano y mi estimada
hermana, le obedeces a nuestro Dios, creyendo en tu corazón
en su única verdad salvadora de tu alma, en esta vida y en la
venidera, "entonces Satanás huirá de ti con cada una de sus
mentiras y maldades hoy mismo, para jamás volverte hacer daño
a ti ni a los tuyos, para siempre".

¡Que así sea en ti y en los tuyos también, de ahora en
adelante, amén! Porque todo aquel que ama al Señor Jesucristo
entonces es amigo intimo de su Hacedor y de su Espíritu Santo
y, a la vez enemigo eterno de Satanás y de cada una de sus
mentiras y maldades de siempre, por ejemplo.

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.

LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad día y
noche, (Deuteronomio 27: 15-26):

"'¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o una imagen
de fundición, obra de mano de tallador (lo cual es
transgresión a la Ley perfecta de nuestro Padre Celestial), y
la tenga en un lugar secreto!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'

"'¡Maldito el que le reste importancia a su padre o a su
madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad
de su prójimo!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que desvié al ciego de su camino!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del
huérfano y de la viuda!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre,
porque descubre la desnudes de su padre!' Y todo el pueblo
dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier
animal!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su
padre o hija de su madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con su suegra!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que a escondidas y a traición hiera de muerte
a su semejante, sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'

"'¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente,
sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley,
poniéndolas por obra en su diario vivir en la tierra!' Y todo
el pueblo dirá: '¡Amén!'

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre Celestial y de su
Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que
el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando
llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los
ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando
día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en
el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en
espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada
categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de
la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.

Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, para la eternidad.


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