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(IVÁN): LA GLORIA DE DIOS NOS DA UN CORAZÓN NUEVO, PARA EL CIELO

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IVAN VALAREZO

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Jul 13, 2008, 11:48:19 AM7/13/08
to

Sábado, 12 de julio, año 2008 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica

(Felices Fiestas Julianas de Guayaquil 2008 a todas nuestras
familias dentro y fuera de nuestras tierras. Muchas
felicidades a todos y que se gocen en estos días festivos con
el Señor Jesucristo y con las bendiciones abundantes de su
Espíritu Santo, delante de nuestro Padre Celestial y de sus
ángeles fieles.

También deseo felicitar a la Liga Deportiva de Quito (LDQ)
por haber traído la Copa Santander de Libertadores a Quito y
después a Guayaquil, para felicidad de muchos de nuestro
mundo futbolístico en todo el ecuador y América; pues ahora
son campeones del fútbol iberoamericano. Por ello, les damos
las merecidas gracias al SEÑOR, por tan gran victoria y
bendición el cual, ciertamente, toca a cada uno de nuestros
corazones de una manera u otra. Que las victorias de LDQ no
se paren con ésta victoria en el Maracaná de Brasil, sino que
también siga hacia otros lugares de nuestro mundo
futbolístico, ya sea en Asia, como en Japón, por ejemplo, en
Europa y en muchos lugares más.

Y muchas felicidades a toda España por tener una gran
selección de fútbol, la cual nos impartió muchas alegrías
también con cada uno de sus buenos juegos inolvidables. Y por
jugar buen fútbol español, ahora son los reyes del fútbol
europeo por mucho tiempo más; muchas felicidades a cada uno
de ellos y a sus familias también, por ese buen fútbol que
escribieron desde Europa en nuestros corazones en cada uno de
todos nosotros.

Ciertamente que el fútbol estuvo muy bueno en Europa y en
nuestra América, que yo no me perdí ningún juego; es más,
volví a ver cada juego una y otra vez en la televisión, sin
cansarme nunca.

Gracias al Señor por todos ustedes una vez más, y que siga
siempre adelante nuestro buen fútbol hispano-iberoamericano
con la ayuda y sus ricas bendiciones del cielo, en el nombre
de nuestro Salvador Jesucristo.)

(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)


LA GLORIA DE DIOS NOS DA UN CORAZÓN NUEVO, PARA EL CIELO:

Por cuanto, el corazón de Adán que está instalado en nuestros
pechos no es, bajo ninguna circunstancia, para vivir la vida
santa del cielo, agradable, justa, perfecta, prospera, ni
menos para exaltar y honrar el Espíritu de Los Diez
Mandamientos eternos del paraíso delante de nuestro Padre
Celestial y de sus huestes angelicales. Desesperadamente,
desde el paraíso Adán y Eva comenzaron a necesitar un corazón
nuevo en sus pechos, para pasárselos a sus retoños; y sólo
podían, ellos y sus hijos, recibir este nuevo corazón para el
cielo, "clavados con sangre santísima de manos y pies a las
manos y pies del gran rey Mesías y sobre el monte santo de
Jerusalén, en Israel". De otra manera, no hay salvación
posible para nadie, para siempre.

Ciertamente, nuestro Padre Celestial nos dará un corazón
nuevo y pondrá un espíritu nuevo también dentro de cada uno
de nuestros pechos, si tan sólo creemos en su Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo, y así confesamos su nombre muy
santo con nuestros labios, para perdón de pecados y para
bendición y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
éste corazón, de carne y no de piedra, es el que ama a su
Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, "tal como él mismo
siempre le ha amado desde mucho antes de los primeros días de
la antigüedad y por siempre en la eternidad venidera de su
nuevo reino sempiterno también".

Pues esta es la promesa de vida y de salud eterna, la cual
nuestro Padre Celestial le hizo a nuestro padre Abraham y a
cada uno de sus descendientes, en sus millares, como la arena
del mar, para que ya no vivan más para sus vidas pecadoras,
"sino para que vivan la vida del Árbol de la vida", ¡nuestro
Señor Jesucristo! Dado que, sólo el Espíritu del Árbol de la
vida "es la única verdadera vida reconocida por nuestro Padre
Celestial", la cual complace grandemente su corazón y su alma
santísima y a su Espíritu Santo también, en cada precepto y
detalle inviolable del Espíritu de sus sagradas Escrituras y
de sus Ley viviente, por ejemplo.

Por ello, nuestro Padre Celestial quitara de nuestro pecho de
carne el corazón de piedra y de tinieblas eternas, "para
darnos un corazón del mismo espíritu de luz y de la carne
obediente al Espíritu de Los Diez Mandamientos de su Hijo
amado", ¡nuestro Salvador Jesucristo! Efectivamente, éste es
el Espíritu de Dios y de su Jesucristo, "lleno de los poderes
sobrenaturales de su Espíritu Santo para perfeccionar" no
sólo los corazones y las vidas de los ángeles del cielo, sino
también los corazones y las vidas de cada hombre, mujer, niño
y niña de la humanidad entera, hoy en día y por siempre en la
eternidad.

Por lo tanto, ésta vida de nuestro Señor Jesucristo, el único
Árbol de vida infinita de nuestros corazones, de nuestras
almas y de nuestros cuerpos vivientes, "está llena de
milagros, maravilla, prodigios y de sanidades sobrenaturales
e increíbles para alabar y honrar por siempre y para siempre
a nuestro Padre Celestial que está en los cielos". Visto que,
sólo el Espíritu de vida y de salud infinita del gran rey
Mesías siempre ha cumplido y ha exaltado el Espíritu de Los
Diez Mandamientos divinos, por ejemplo, en el paraíso y en
toda la tierra también, eternamente y para siempre; es por
eso que "necesitamos a Jesucristo en nuestras vidas a todas
horas de nuestras vidas".

Y el que piensa en su corazón de piedra que no necesita el
Espíritu del Señor Jesucristo en su vida, para que su sangre
santificada lo limpie y lo santifique a cada hora del día
delante del Padre Celestial y de su Espíritu Santo, entonces
"está equivocado mortalmente como Adán, para mal de su vida y
la de muchos inevitablemente". En verdad, el que no camina
con el Señor Jesucristo en su corazón, entonces "está
caminando el mismo camino del corazón de piedra de siempre",
el cual lleva día y noche a la muerte eterna de Satanás y de
cada ángel caído del más allá, para que no viva más sino que
muera infinitamente en sus tinieblas eternas del infierno.

Es por eso que debemos tener el Espíritu del Señor Jesucristo
viviendo en nuestros corazones ya, para que sea por siempre
"nuestro único Cordero Escogido de perdón eterno, nuestro
sumo sacerdote y salvador celestial de nuestras almas
vivientes", delante del Padre Celestial y de su Espíritu
Santo, en el paraíso, en la tierra y en La Nueva Jerusalén
Colosal del cielo. Visto que, si seguimos viviendo con el
corazón de carne y de tinieblas de Adán, entonces vamos de
seguro a morir no solo en la tierra sino también en el
infierno y en el lago de fuego y sobresaturados en nuestras
mismas tinieblas de siempre, "para jamás conocer el Espíritu
de la felicidad de nuestro Padre Celestial en la eternidad".

Además, nuestro Padre Santo no nos crea en su Espíritu Santo
para vivir tristes en el espíritu de error y de maldiciones
terribles de Adán y Eva, sino para que vivamos ya en el
Espíritu de nuestro Señor Jesucristo: "porque sólo él es el
Árbol de la vida para bendecir nuestras vidas día a día e
infinitamente en el paraíso". Es más, nuestro Padre Celestial
nos está diciendo desde siempre, que únicamente el Espíritu
de su Hijo amado es nuestra verdadera vida, llena de gozo,
felicidad y de bendiciones sin fin en la tierra y en La Nueva
Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo, "para alejarnos
infinitamente de Satanás y vivir juntos a él y a su Espíritu
Santo para siempre".

Es decir, también que si no regresamos al Árbol de la vida,
hoy mismo, "entonces seguiremos por el camino de la mentira",
el cual Adán y Eva emprendieron no en la tierra sino en el
paraíso: al no obedecer a nuestro Padre Celestial, para que
comieran de su fruto de vida eterna, para emprender el camino
de la nueva vida infinita. Aquí, nuestro Padre Celestial
añora en su corazón santísimo a toda hora, de que "ya no
demos un solo paso más en nuestras vidas, sin el Espíritu de
nuestro Señor Jesucristo en nuestros corazones", para que
nuestros corazones dejen de ser corazones de piedra, sino que
sean corazones de carne santa de su Hijo, ¡el único Salvador
posible de nuestras almas inmortales!

Entonces seamos obedientes delante de nuestro Padre
Celestial, y no desobedientes delante de él como Adán y Eva
lo fueron en sus días, por ejemplo, (y así muchos de sus
hijos e hijas en el mundo también), "para que volvamos a
nacer, en un momento de fe y de oración, con un corazón nuevo
y de carne y no de piedra". Desdichadamente, si seguimos
viviendo la vida pecadora de Adán y Eva, la cual comenzó en
el paraíso, entonces evidentemente moriremos en nuestras
mismas tinieblas, como en las cuales siempre nos han cegado
nuestros corazones y nuestros ojos desde el vientre de
nuestras madres y hasta nuestras días, "para no ver a
Jesucristo como el Hijo de Dios jamás", por ejemplo.

Y si es así, con cada uno de nosotros, en todas las naciones
de la tierra, pues entonces "no conoceremos jamás la primera
luz del cielo", la cual nuestros corazones y almas infinitas
siempre conocieron en el paraíso mucho antes del comienzo del
pecado en nuestras vidas, por el error de Adán y Eva al comer
del fruto prohibido. Y, por tanto, "sólo conoceremos las
tinieblas de las maldiciones siempre", como Adán y Eva las
conocieron primeramente en el paraíso por haberse acercado al
árbol de la ciencia del bien y del mal, y así alejando sus
corazones del Árbol de la vida, para mal eterno de muchos
desdichados, desafortunadamente, perdidos infinitamente en el
poder de la mentira del malvado.

Y esto ha de ser así con cada uno de nosotros, de la misma
manera que fue con Adán y Eva, por ejemplo, en el día de su
partida del paraíso o de sus muertes biológicas en la tierra,
"para jamás volver a tener la oportunidad de ver a Dios y a
su Jesucristo en la luz del Espíritu Santo". Y esta es una
maldición terrible, hoy en día, la cual muy fácilmente
podemos evitar o borrar en nuestras vidas pecadoras, con tan
sólo invocar el nombre sagrado del Árbol de la vida eterna
del paraíso, ¡nuestro Salvador Jesucristo! En la medida en
que, donde está Satanás, entonces nuestro Dios lucha día y
noche en contra de él y de su espíritu de error, por medio de
los poderes sobrenaturales de su Hijo amado y de su Espíritu
Santo también, "para liberar aquella alma perdida en las
mentiras de Satanás y de la serpiente antigua del Edén
eterno, por ejemplo".

Y así ese hombre, mujer, niño o niña de la tierra, como tú y
yo, hoy en día, por ejemplo, mi estimado hermano y mi
hermana, ya no siga viviendo más para las maldiciones del más
allá, como del mundo de los muertos, "sino sólo viva para las
bendiciones santas y eternas de nuestro Dios y de nuestro
Señor Jesucristo". Adicionalmente, nuestro Padre Celestial no
sólo tuvo misericordia para con Adán y Eva sino también para
con cada uno de nosotros, y nos dio desde el paraíso la
esperanza de muy pronto volver a ver el Árbol de la vida en
nuestras vidas, "pero con un corazón de carne y no de piedra
(como el de Adán o Eva, por ejemplo)".

Y esta vez será, sin duda alguna, libres infinitamente de
Satanás y de los poderes terribles del pecado destructor en
sus corazones de piedra, sino, en sus pechos, "llenos de
nueva vida y de salud sin fin en un corazón totalmente nuevo
y de carne, como de la misma carne de su Hijo amado", ¡
nuestro Salvador Jesucristo! Además, esta vez seria, aunque
nadie lo crea así en su corazón de piedra, clavado de sus
manos y de sus pies del Hijo de Dios y sobre la cima del
monte santo de Jerusalén, en Israel, "para jamás volver a
separar de él, de su Dios y Hacedor de su nueva vida infinita
en la tierra y en el cielo".

Puesto que, esta es la única manera por la cual no sólo Adán
y Eva no volverán a separarse de su Dios y Creador de sus
vidas, sino que también cada uno de sus hijos e hijas en toda
la creación celestial, eternamente y para siempre, pues
comerán y beberá, por inicio, de su Árbol de la vida, ¡
nuestro rey Mesías! Incluso, ésta luz sobrenatural es la
misma luz del Espíritu Santo de Dios, "el cual siempre ha
sido mucho más brillante que el sol en los corazones" de los
ángeles del cielo y así también en nuestros corazones
humanos, de cada uno de nosotros, en nuestros millares, de
todas las razas, familias, pueblos, linajes, ciudades y
reinos de la tierra.

Y de esta luz divina, nuestro Señor Jesucristo declara
abiertamente a sus apóstoles, diciéndoles: "Yo soy la luz del
mundo, el que camina en mí no tropezara jamás, sino que
caminara seguro por su camino de vida por toda la tierra y
hasta aun más allá de su nueva vida infinita del nuevo reino
de Dios, en los cielos". Equivalentemente, para los que creen
en su nombre salvador (de nuestro Señor Jesucristo), entonces
él mismo los declara abiertamente, asegurándoles, de que
ellos "son la luz del mundo entero", (y esto no es solamente
de los creyentes de la antigüedad, sino también de todos
nosotros, los nuevos creyentes, hoy en día y para siempre en
la nueva eternidad venidera).

Ahora, por ésta palabra tú, mismo mi estimado hermano y
hermana, eres la luz divina de nuestro Padre Celestial, de su
Espíritu Santo y del Árbol de la vida, nuestro Señor
Jesucristo, "para alumbrar mucho más fuerte que sol sobre
cada una de las tinieblas mentirosas y malvadas de Satanás y
de sus ángeles caídos en toda la tierra". Porque cada mentira
de Satanás es una tiniebla más en el corazón del hombre y de
la mujer, para maldición, enfermedad y destrucción de su vida
en la tierra y en el fuego eterno del infierno,
indiscutiblemente.

Por ello, ésta es la única luz divina que puede resplandecer
más fuerte que cualquier otra luz del cielo y cubrir todas
las tinieblas de Satanás para no hacer más daño, "asimismo
como el Espíritu de la sangre sacrificada e expiatoria de
nuestro Señor Jesucristo cubre nuestros pecados, para que no
vuelvan a ser vistos por nuestro Padre Celestial jamás".
Porque toda maldición o mal en general, que viene a la vida
del hombre y de la mujer, "es simplemente por culpa de
nuestros pecados del pasado o de siempre que habitan en
nuestros corazones de piedra", como el corazón de Adán y Eva
en el paraíso, por ejemplo, para mal de sus vidas y de los
demás.

Pero si estos mismos pecados son cubiertos por el Espíritu de
la sangre sacrificada de nuestro rey Mesías de todos los
tiempos, como en la antigüedad sobre los altares altos del
SEÑOR en Israel, pues entonces los males ya no vienen a
nuestras vidas, sino "que pasan de largo para caer en donde
no está la sangre expiatoria del Cordero de Dios". Sin duda
alguna, los males ya no vienen a nuestras vidas más "porque
ya no hay pecados", sino que sólo estará la limpieza pura y
santa, la cual la sangre santísima de Jesucristo nos la puede
dar a nuestras vidas y almas infinitas delante de nuestro
Padre Celestial y de su Espíritu Santo, por ejemplo, hoy en
día y para siempre.

Además, la sangre santificadora de nuestro Señor Jesucristo
es tan viva y llena de tu misma vida infinita, mi estimado
hermano y hermana, quienquiera que sea en toda la tierra,
para perdonar tus pecados, lavarte de todo mal del enemigo de
tu vida, y así "devolverte ése corazón de carne, lleno de
amor, paz, gozo, felicidad de nuestro Padre Celestial". Y con
esto nuestro Padre Celestial te está manifestando claramente,
que él mismo ha tenido un corazón de carne y no de piedra
para instalarlo en tu pecho, "el cual solamente se encuentra
en el mismo pecho de Jesucristo, latiendo vida y sangre
expiatoria para limpiarte de los males del pasado y darte una
vida llena de bendiciones sin fin".

Ciertamente, esto es poder para gloria y para santidad
infinita del corazón santísimo de nuestro Padre Celestial y
de su Espíritu Santo en la vida de cada hombre, mujer, niño y
niña de la humanidad entera, "gracias a la obra suprema de
nuestro Señor Jesucristo sobre la cima del monte santo de
Jerusalén, en Israel, para fin del pecado original". Por
ello, sólo el Espíritu Santo nos puede alumbrar en nuestras
tinieblas de siempre en nuestros corazones, "para poder
entonces ver al Señor Jesucristo en el espíritu y en la
verdad infinita de la palabra de perdón, de bendición, de
vida y de prosperidad eterna" en la tierra y así también en
la nueva vida infinita del nuevo reino celestial.

Realmente, sin el Espíritu del Señor Jesucristo en nuestras
vidas, entonces somos como sin ojos para ver delante de
nosotros las trampas que el enemigo siempre pone para
hacernos caer en alguno de ellas "y así poco a poco quitarnos
la vida y las bendiciones que nuestro Padre Celestial nos ha
confiado, para gloria de su nombre muy santo". Es decir,
también, que todo aquel que camina por toda la tierra sin el
Espíritu del Señor Jesucristo, entonces "está caminando en
profunda ceguera espiritual de su corazón de piedra, para no
ver nunca nada de nada delante de él y de los suyos, por
ejemplo, en la tierra y así también en la eternidad". Y
nuestro Dios no nos creo ciegos a ninguno de nosotros jamás,
sino videntes, para verlo a él, a su Espíritu Santo y en la
mayoría de los casos a su Hijo amado primeramente, ¡el único
Árbol de la vida eterna del paraíso, de la tierra y de La
Nueva Jerusalén Celestial del más allá!

Ahora, si esta misma persona recibe el nombre del Señor
Jesucristo en su corazón perdido, entonces puede ver muy bien
todo y hasta lo que no pueda ver normalmente también, puesto
que "nuestro Padre se lo revelara a él o a ella por el poder
sobrenatural de su Espíritu Santo, (el cual desciende a
nosotros desde el comienzo del mundo entero). Es por eso que
es muy bueno cambiar del corazón de piedra de Adán y Eva, por
el corazón lleno de luz del cielo, "el cual nuestro Padre
Celestial intento entregárselo no sólo a Adán en su día en el
paraíso, sino también a cada uno de sus hijos e hijas en toda
la tierra", (como tú y yo, hoy mismo, por ejemplo, mi
estimado hermano y hermana).

Para que ya no seamos ciegos en nuestros corazones de piedra
y en nuestras vidas tocadas constantemente por los poderes de
las profundas tinieblas de Satanás y de sus ángeles caídos,
sino que "seamos videntes de todo lo bueno que nuestro Padre
Celestial nos da por medio de su Hijo amado, su Árbol de la
vida", ¡nuestro Señor Jesucristo! Además, sin la luz del
Espíritu Santo no sólo nadie no podrá jamás leer el Espíritu
de Los Diez Mandamientos, sino que también jamás podrá ver a
su gran rey Mesías, "para alcanzar por fin a ver al Padre
Santo que está en los cielos, esperando por cada uno de
nosotros regrese a él", ¡a su casa grande de lujo del cielo!

Visto que en el cielo, con nuestro Padre Celestial y con su
Espíritu Santo, cada uno de nosotros tiene una mansión, una
casa de gran lujo infinito, en donde habitar eternamente y,
además, seremos siempre felices y en perfecta comunión con
nuestro Hacedor, "porque ahora nuestros corazones ya no serán
de piedra, sino de la carne y la sangre bendita de
Jesucristo". Es más, nadie podrá verdaderamente vivir su vida
terrenal o celestial "si no tiene primeramente un corazón y
de carne santa e inmolada como la del Señor Jesucristo", para
ver siempre las cosas bien en todo lo largo y lo ancho del
reino de los cielos y de sus millares de huestes angelicales,
por ejemplo.

Fue por esta razón que Adán y Eva tuvieron que salir del
paraíso inmediatamente, "porque sus corazones se volvieron
piedra", como los corazones de piedra inquebrantable y hasta
en muchos cosos inhumanos: "ya que no han gustado jamás el
bien eterno del fruto del Árbol de la vida del paraíso", ¡
nuestro Señor Jesucristo! Y el Espíritu Santo viene a
nosotros día y noche y sin cesar, para entregarnos ése
corazón tan santo e importante en nuestros pechos, "para
poder comenzar a ver a nuestro Dios y a cada una de sus
muchas cosas espirituales, de las cuales nos hablan de él y
nos acercan cada vez más al paraíso con gran amor fraternal".

Por cuanto, nuestro Padre Celestial no sólo es nuestro Dios,
sino que también es nuestro Padre Santo, como nuestro
progenitor original; porque hemos salido de él cada uno de
nosotros de todas las familias de las naciones, "como de su
corazón, de sus manos y de su imagen y conforme a su
semejanza celestial, para vivir su vida santa y pura
infinitamente". Es por eso "que nuestro Dios comenzó a enviar
del Espíritu de sus ordenanzas santas sobre toda la tierra",
desde los primeros días de la creación del cielo y de la
tierra, para que el hombre pueda, en un día como hoy, por
ejemplo, recibir el entendimiento de cada uno de sus
mandamientos de paz, gozo, felicidad, salud y vida eterna. Y
éste es el verdadero Espíritu de la Ley divina ha favor de
cada uno de nosotros infinitamente, gracias al Espíritu de la
sangre compensadora de nuestro Salvador Jesucristo, para
cubrir nuestros pecados y hacernos instantáneamente hijos e
hijas de Dios, en un momento de fe y de oración en la tierra
y para la nueva eternidad venidera también.

Además, éste Espíritu Sagrado de nuestro Padre Celestial es,
ni más ni menos que, de su misma Ley viviente, su Árbol de la
vida, su Cordero Escogido, su sumo sacerdote, su gran rey
Mesías de todos los tiempos, su Hijo unigénito, el Hijo de
David, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Y como nuestro Señor
Jesucristo no hay otro igual en el cielo ni en la tierra para
ser el gran rey Mesías y Redentor de Israel y de las naciones
de toda la tierra; y, por tanto, "cualquiera que se declare
Mesías o Cristo es un ladrón y mentiroso ante Dios y la
humanidad entera, para siempre". (Y el lugar eterno de todo
mentiroso, calumniador, infame, malvado, blasfemo, Mesías o
Cristo falso es el lago de fuego, la segunda muerte final de
su alma viviente en esta vida y en la venidera también,
eternamente y para siempre.)

Es por eso que nuestro Dios comenzó a llenar la tierra en el
principio de su Espíritu Santo, de su Ley santísima, de su
Árbol de la vida, de su unigénito, "para que hoy en día entré
en nuestros corazones y se quedé con cada uno de nosotros, de
todas las familias, razas, pueblos, linajes, tribus y reinos
de la tierra". En otras palabras, antes que nuestro Padre
Celestial llenara al hombre y a la mujer de su Espíritu
Santo, primero tuvo que llenar la tierra a lo largo y a lo
ancho, para que todo sea lleno de su Espíritu Santo, "así
como su paraíso y su reino de los cielos son llenos del
Espíritu de sus sagradas Escrituras, por ejemplo". (En la
medida en que, todo es verdad en el paraíso y en el reino de
Dios; y la mentira de Adán y Eva ya no existen en ningún
lugar celestial, porque el Espíritu de la sangre del Señor
Jesucristo lo cubrió todo y para todos de una vez por todas y
para siempre para la eternidad venidera.)

Justamente, esto es de ser lleno infinitamente de su gloria,
como de cada palabra, letra, tilde y significado eterno de
sus ordenanzas gloriosas de vida eterna y, además, sólo en el
poder sobrenatural del Espíritu de la sangre sacrificada y
vida honrada de su Hijo unigénito, nuestro Salvador
Jesucristo, para que todos nosotros vivamos, y jamás veamos
la muerte del infierno. Y nuestro Padre Celestial nos toca y
llena de su Espíritu Santo, desde el génesis del cielo y la
tierra, porque su nueva vida tiene que ser vivida por todos
los hombres, mujeres, niños y niñas del mundo entero, así
como los ángeles fieles, llenos de su Espíritu Santo; de lo
contrario, "nadie podrá vivir jamás su nueva vida infinita".

Como Adán y Eva por ejemplo, después de haber pecado en
contra de Dios y de su Hijo amado, el Árbol de la vida eterna
del paraíso al no comer de su fruto y de salud infinita de
sus corazones eternos, entonces "ambos desearon quedarse a
vivir en el cielo con Dios y con sus ángeles como de
costumbre, pero no pudieron". No pudieron seguir viviendo en
la tierra santa del paraíso, ni por un sólo instante más
(peor aún sus hijos e hijas), "puesto que el corazón que
estaba en ellos se volvió piedra, desdichadamente, lleno del
espíritu de error y de rebelión al nombre muy santo de
nuestro Padre Celestial y de su Hijo unigénito", ¡nuestro
Señor Jesucristo!

Es decir, que los corazones de Adán y Eva y así también de
cada uno de sus descendientes, por inicio, habían pasado a
ser de carne santa de las manos de Dios, a convertirse en
corazones de piedra para no respetar, "ni menos honrar a
nuestro Padre Celestial y a su Árbol de la vida eterna", ¡
nuestro Salvador Jesucristo! Y esto es pecado mortal para la
tierra santa del paraíso y así también del reino de los
ángeles, por ejemplo; por eso, "Adán y Eva no podían quedarse
en el cielo para seguir viviendo sus vidas normales", en las
cuales nuestro Dios los creo en sus manos santas en el
principio de las cosas, sino que tuvieron que descender a la
tierra.

Para que ambos, Adán y Eva y también su linaje humano,
enteramente, fuesen entonces sus corazones de piedra (por
culpa de las mentiras de Satanás), cambiarse, en un momento
de oración y de fe, en corazones de carne santa en sus
pechos, "capaces de recibir al Señor Jesucristo, como su
fruto de vida eterna, para gloria infinita de su nombre
santísimo". Por ello, es la responsabilidad primordial del
Espíritu Santo delante de nuestro Padre y de sus ángeles, de
llevar a cada hombre, mujer, niño y niña a la luz celestial
más gloriosa del cielo y de sus estrellas infinitas, "para
ver al Señor Jesucristo cara a cara, no sólo en nuestros
nuevos corazones sino también a cada hora del día
infinitamente".

Porque la verdad es que, "sin la presencia del Espíritu de
Dios y de su palabra santa en nuestras vidas, entonces jamás
podremos acercarnos a nuestro Señor Jesucristo", para comer
de su pan celestial, ni menos beber de su agua de vida y
salud eterna, para no volver a tener hambre, ni menos sed en
nuestras almas infinitas. Ahora, si logramos conocer al Señor
Jesucristo en nuestras vidas, entonces "vamos camino al
paraíso paso a paso, pero seguros de algún día, y no muy
lejano, de ver cara a cara a aquel que nos creo en su corazón
y luego en sus manos santas con la ayuda idónea de su
Espíritu Santo y de su unigénito", ¡el Todopoderoso!

Presentemente, nuestro Padre Celestial nos da un corazón
nuevo no de la carne pecadora de Adán y Eva, por ejemplo, el
cual vive en nuestros pechos pecaminosos, "sino del mismo
corazón de carne y de sangre muy santa y saludable, llena de
bendiciones y de salud eterna del Árbol de la vida", ¡nuestro
Salvador Jesucristo! Porque sólo con éste corazón santísimo
de su unigénito es que podemos a amar a nuestro Creador y a
sus cosas gloriosas de su vida santísima, de las cuales
alegran su corazón día y noche y sin cesar en el cielo, por
ejemplo; por eso, "el Espíritu del Señor Jesucristo es de
gran impacto en nuestras vidas hoy más que nunca".

En realidad, esto es hoy en día y como en los primeros días
de la antigüedad en el paraíso y en la tierra también, "de
sentir y vivir con el Espíritu de nuestro gran rey Mesías,
latiendo vida en nuestros corazones", de los cuales por culpa
del pecado de Adán y Eva estaban totalmente muertos a la
verdadera vida angelical. Ya que, sin el Espíritu del corazón
santísimo y de carne inmolada de nuestro Señor Jesucristo,
entonces "no podrá ninguno de nosotros, así como Adán en el
paraíso, vivir la nueva vida eterna de nuestro Padre
Celestial, ni menos conocerle cara a cara", como sólo el
corazón santísimo de su Hijo amado le conoce desde siempre,
por ejemplo.

Objetivamente, esto es en cada uno de nosotros, y más no en
nuestros corazones de carne pecadora del paraíso, sino de
corazones nuevos y llenos de poderes y glorias del perdón
eterno, de sanidades increíbles y hasta imposibles de creer,
de felicidades jamás soñadas y, por tanto "de un gozo de
salvación imposible de explicar a nadie con nuestras lenguas
humanas". Ahora, somos así día a día en todos los lugares de
la tierra y como ya viviendo en el paraíso, por ejemplo,
porque nuestro Señor Jesucristo vive en nuestros nuevos
corazones, "para hacer la voluntad santa y perfecta de
nuestro Padre Celestial infatigablemente, para que ya no
vivamos más para el pecado sino sólo para la nueva vida
eterna del cielo".

Desde que, para vivir ya la nueva vida infinita de nuestro
Padre Celestial y de su Espíritu Santo, entonces, cueste lo
que cueste, tenemos que haber recibido el corazón del Árbol
de la vida en nuestros pechos humanos, el de su Hijo amado,
nuestro único gran rey Mesías posible de todos los tiempos en
la tierra y en el cielo para siempre. Porque nuestro rey
Mesías, no sólo es para redimirnos del poder condenador del
Espíritu de Los Mandamientos, por haberlo quebrando y
deshonrado en nuestras vidas de cada día, sino que también
"es nuestro guía y rey espiritual en la eternidad venidera de
La Nueva Jerusalén Santísima del cielo, pero únicamente con
su corazón de carne instalado ya en nuestros pechos".

Es decir, que el corazón de pecado, de mentiras y de
tinieblas terribles de Adán y Eva tiene que salir de nuestros
pechos y así dejar que sea reemplazado por el corazón santo y
de carne de nuestro Señor Jesucristo, "para que nuestro Padre
sea infinitamente feliz con cada uno de nosotros, desde hoy
mismo y por siempre en el cielo". De otra manera, sin el
corazón sagrado y de carne santa de nuestro Salvador
Jesucristo viviendo ya en nuestros pechos humanos, entonces
no podremos jamás conocer la felicidad celestial ni menos a
nuestro Hacedor y Fundador de nuestras nuevas vidas infinitas
del cielo; ciertamente, que "estamos más pedidos que nunca,
sin Jesucristo en nuestras vidas, como de costumbre".

NUESTRA VIDA ESTÁ ASEGURADA EN NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO:

Acertadamente, éste es el testimonio verdadero del cielo de
hoy: que nuestro Padre Celestial nos da vida eterna, y ésta
nueva vida existe únicamente en su unigénito, nuestro
Salvador Jesucristo, para cada hombre, mujer, niño y niña de
la humanidad entera; así como primeramente se lo ofreció a
Adán, en el día que le dijo: "aliméntate del Árbol de la
vida". Ya que, sólo el Hijo de Dios es el fruto de la vida
para ángeles, arcángeles, serafines, querubines y demás seres
santos del cielo y así también para la humanidad entera,
"para vivir y alcanzar cada una de las bendiciones de nuestro
Padre Celestial y de su Espíritu Santo en nuestro diario
vivir de hoy en día y en la eternidad".

Puesto que, el que tiene al Hijo tiene la vida asegurada ya
en su alma infinita y escrita en el libro de la vida también;
y el que no tiene al Hijo de Dios no tiene nada de vida en
esta vida ni en la venidera tampoco, sino que "su nombre
sigue tristemente escrito en el libro de los muertos". (Esto
le debiera dar miedo a cualquier, como a los mismos ángeles
caídos del cielo, por ejemplo, de saber que su nombre
presentemente está escrito en el libro de Satanás y del ángel
de la muerte, y más no escrito, como Dios manada, en el libro
de la vida eterna de su Hijo amado, ¡nuestro Salvador
Jesucristo!) Y nuestro Padre Celestial no nos creo para la
muerte de Satanás jamás, sino para vivir la vida infinita
desde ya de su único Hijo amado del cielo y de la tierra, "en
quien no hay falsedad, ni mentira alguna para nadie sino sólo
perdón y salud infinita para los que se acercan a él, por
amor a nuestro Padre Celestial".

En la medida en que, nadie puede acercase al Señor Jesucristo
y recibirlo en su corazón como su salvador y sumo sacerdote
de su alma infinita en el paraíso o en la tierra, "si
primeramente su corazón no ama a su Dios y Fundador de su
vida, el cual está en el cielo", ¡nuestro Padre Celestial! Es
decir, también que posiblemente Adán y Eva no amaban a
nuestro Padre Celestial, después de él haberlos creado en su
corazón y con sus manos santas en su imagen y conforme a su
semejanza celestial, "porque aún no conocían al Señor
Jesucristo como su Cordero Escogido o como su único fruto de
vida eterna para sus corazones eternos". Por esta razón,
nadie podrá amar verdaderamente el Espíritu Santo de Los Diez
Mandamientos, si no ama primeramente al gran rey Mesías de
todos los tiempos en su corazón, el Hijo de David, el único
salvador del mundo, ¡nuestro Señor Jesucristo!; y el que lo
maldice, "realmente está maldiciendo a Dios y al Espíritu de
su Ley santísima, sin duda alguna".

Porque la verdad es que si Adán y Eva hubiesen amado a su
Padre Celestial y Dios de sus almas infinitas, entonces
"hubiesen amado fácilmente a su Hijo amado, el Árbol de la
vida del paraíso y de toda la tierra, nuestro gran rey Mesías
de todos los tiempos, nuestro Señor Jesucristo", ¡para comer
de su fruto de vida eterna siempre! Pero, por lo visto, Adán
y Eva no conocían el Espíritu de amor entre Dios y su Hijo
amado todavía: ambos estaban ciegos, en aquellos primeros
días de vida, "porque el Señor Jesucristo estaba lejos de sus
corazones recién formados en las manos de Dios, para gloria
de su nombre muy santo entre sus huestes angelicales del más
allá".

Asimismo, como nuestros corazones, por ejemplo, cuando
nacemos en la tierra, no conocemos el amor de Dios y de su
Jesucristo, si primeramente no oímos las palabras del
evangelio eterno, para que, Dios comience a llevarnos a los
pies del Árbol de la vida y sobre el monte santo de
Jerusalén, "para eliminar nuestro pecado original y entonces
recibir el perdón eterno". Visto que, nuestro Padre no sólo
le puso fin a nuestros pecados y cada uno de sus males
eternos sobre el Árbol de la vida y sobre el monte santo en
las afueras de Jerusalén, en Israel, sino mucho más que todo
esto; nuestro Dios nos habría los ojos de un corazón nuevo y
de carne muy santa para la eternidad

Sin duda alguna, nuestro Padre Celestial también sepulto cada
una de nuestras transgresiones de la Ley santa en la muerte
de nuestro Señor Jesucristo, para que cuando resucitara en el
Tercer Día, pues entonces sean nuestras vidas libres de
Satanás infinitamente para no sufrir y morir más, sino sólo
vivir y gozar la vida infinitamente y por todas partes
también. Y sólo así entonces comenzar a conocer el bien de
las cosas del paraíso y de la tierra y jamás el mal de
ninguna de todas ellas, en esta vida ni en la venidera
también, eternamente y para siempre, para gloria y honra
infinita del nombre muy santo de nuestro Padre Celestial y de
su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo!

Fue por este motivo que el Señor Jesucristo les decía a sus
discípulos, por ejemplo: "Nadie puede venir a mí, sino le es
enviado del Padre Celestial primero; y todo aquel que viene a
mí, yo, bajo ninguna circunstancia, le hecho a fuera; porque
cuando el hombre se acerca a su Mesías, ya el Espíritu Santo
ha transformado su corazón milagrosamente". Es decir, que el
Espíritu Santo de Dios ha comenzado una vez más su gran obra
magistral de transformar el corazón pecador y de piedra del
hombre, por un corazón del mismo Espíritu, carne y sangre
santa del Árbol de la vida, "para que comience a vivir y a
gozar la misma vida de su Hijo amado", ¡nuestro Salvador
Jesucristo!

Con esto nuestro Señor Jesucristo nos está declarando
abiertamente que si estamos en Él, el mismo Árbol de la vida
del paraíso, entonces "estamos fuera del mundo de las
tinieblas, para sólo vivir seguidamente el mundo de la luz
del reino de los cielos y de la nueva vida infinita de La
Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo". Por cuanto,
nadie puede entrar con toda confianza a la nueva vida
santísima de La Nueva Jerusalén Colosal del cielo, "si
primeramente no ha rechazado su corazón de piedra, para
recibir un corazón sano, santo, puro, glorioso, amante de la
Ley de Dios y de su autor intelectual, el Todopoderoso de
Israel y de la humanidad entera", ¡nuestro Padre Celestial!

Con esto también nuestro Señor Jesucristo nos está diciendo,
que ya no estamos en el mundo de Satanás, ni menos viviendo
su vida inicua de siempre, odiosa de Dios y de su Jesucristo,
por ejemplo, como de maldiciones y de muertes sin fin en la
tierra y en el más allá, sino todo lo contrario. Pues desde
ya hemos entrando a la nueva vida de nuestro Padre Celestial
y de su Espíritu Santo, la cual nuestro Dios siempre soñó,
como cuando nos creaba en su corazón originalmente y en sus
manos santas posteriormente, para vivirla en la eternidad
celestial, "en donde sus ángeles fieles junto con la
humanidad entera vivirán felices y alegres para siempre,
indiscutiblemente".

De hecho, ésta es una vida mucho más real de la cual vivimos
hoy en día en toda nuestra sustancia humana en la tierra,
pues como ella no hay otra igual en toda la vasta creación de
Dios, y los ángeles del cielo lo testifican así con toda
certeza de sus corazones y de sus labios para gloria infinita
de Dios. Sí, ésta es la verdadera vida por la cual nuestro
Creador junto con su Espíritu nos comenzó a formar en sus
manos primeramente en su imagen y conforme a su semejanza
celestial, "desde los primeros días de la eternidad para
terminarla de construir, en el corazón de la sangre
sacrificada y llena de bendiciones sin fin de su unigénito",
¡nuestro Salvador Jesucristo!

En vista de que, para nuestro Padre Celestial es el corazón
de su Hijo amado que tiene que transplantarse en nuestros
pechos humanos, para que el Espíritu de su sangre santa y
expiatoria de todos nuestros pecados, no sólo nos limpie de
todo mal eterno, sino mucho más que esto. Y esto es que
también nos colme de bendiciones sin fin en la tierra y en el
paraíso, como de las bendiciones espirituales que se ven y de
los que no se (ven), por ejemplo, "para enriquecer nuestras
vidas profundamente con un corazón nuevo, no hecho del lodo
de la tierra, sino como de la carne inmolada de nuestro
Salvador Jesucristo".

Y es por eso que cuando recibimos al Señor Jesucristo en
nuestros corazones, entonces la obra que nuestro Padre
Celestial empezó en cada uno de nosotros, como cuando formaba
a Adán en su corazón y en sus manos santas en el reino
celestial, "pues comienza una vez más para terminarla en su
día y en su hora gloriosa del cielo". Además, esta vez es
concretamente para seguir su curso de formación celestial,
pero siempre fuera y lejos todo lo posible de Satanás, "para
finalmente hacernos exactamente la persona que debemos de ser
en su vida santísima y así también en la vida muy santa de su
Espíritu Santo y de su Árbol de la vida de su nuevo reino
sempiterno".

Porque en la nueva vida infinita del nuevo reino celestial
todos serán como Dios, como su Espíritu Santo y con su Hijo
amado, y quizás hasta los mismos ángeles serán casi como
nosotros, gloriosos y grandemente bendecidos como nuestro
Señor Jesucristo, "pero jamás alcanzaran los ángeles la
gloria de ser la imagen y semejanza divina de nuestro Padre
Celestial". Es por eso que para nuestro Padre Celestial somos
muy especiales para su corazón, para su alma y semejanza
santísima hoy en la tierra y así también, aun con mayor
gloria que antes, en la nueva eternidad celestial, libres de
Satanás y, a la vez "llenos de bendiciones sin fin en
nuestros nuevos corazones de carne santa y perfecta de
Jesucristo".

Es por esta razón que en ningún otro hay salvación para el
hombre, la mujer, el niño y la niña de la humanidad entera,
ni aún en los ángeles más poderosos y gloriosos del reino de
los cielos, sino sólo en el fruto del Árbol de la vida, ¡
nuestro Salvador Jesucristo! Y el que no cree ésta gran
verdad celestial en su corazón de piedra, entonces está
pecando como Adán y Eva pecaron delante de Dios y de su
Jesucristo, para mal de sus vidas y de los suyos también,
desdichadamente; "y nuestro Dios no busca que el hombre
peque, sino que le crea a su Jesucristo, antes hoy que
mañana".

Por lo tanto, el que recibe al Señor Jesucristo en su
corazón, entonces ha de ser, sin duda alguna, porque nuestro
Padre Celestial lo ha enviado a él, para que reciba de su
Hijo amado su misma vida santísima, "la cual le pertenece
sólo a él, desde mucho antes de la fundación del cielo y de
la tierra, para vivirla hoy". Si, así es, estás viviendo en
el día y la hora cuando debes de recibir al Señor Jesucristo
como tu pan del cielo y como tu agua de vida y de salud
eterna, "para que no vuelvas a tener hambre ni sed jamás en
todo tu ser en la tierra y en el más allá también,
eternamente y para siempre".

Porque la vida que nuestro Padre Celestial nos da en el Señor
Jesucristo es para vivirla hoy, llena del perdón eterno, de
salud y de bendiciones sin fin, en esta vida y en la venidera
también, "para que sólo conozcamos el Espíritu de amor, paz,
gozo, felicidad y la santidad infinita de nuestro Dios y
Creador Celestial", ¡el Todopoderoso! Visto que, hemos nacido
para nuestro Padre Celestial desde las profundas tinieblas de
la tierra y del vientre de nuestras madres, y así también
"desde lo desconocido y no visto aún de la gloria celestial e
infinitamente gloriosa del Espíritu de la sangre santa y de
la vida honrada de nuestro único salvador de nuestras vidas",
¡nuestro Salvador Jesucristo!

Entonces todos no conocíamos ésta nueva vida eterna, por la
cual fuimos creados en el corazón y en las manos de Dios y de
su Espíritu Santo, sino hasta que nuestro Dios envió a su
Hijo amado a Israel "para manifestarla a cada uno de
nosotros, si tan sólo creemos en su nombre muy santo y
salvador", ¡nuestro Mesías Jesucristo! Por lo tanto, para
nuestro Padre Celestial sólo el Árbol de la vida, su Hijo
amado, "es el gran rey Mesías para Adán y Eva en el paraíso y
así también para cada hombre, mujer, niño y niña de todas las
familias de la tierra", para que alcancen el perdón eterno y
la vida misma eterna del cielo.

Es por eso que nuestro Señor Jesucristo les decía a sus
discípulos una y otra vez: "Yo soy el camino, la verdad y la
vida; nadie puede entrar al reino de los cielos para ver cara
a cara al Padre Santo, sino es solamente por mí". Y sin el
Espíritu del Señor Jesucristo viviendo en nuestros corazones,
entonces nadie sabrá vivir su vida jamás en la tierra, ni
mucho menos en el más allá; realmente, "el hombre es un ser
sin corazón de carne en su pecho, totalmente perdido en sus
tinieblas eternas del infierno, para jamás ver la luz de la
nueva vida del más allá".

En el más allá, como con Adán y Eva en el paraíso, por
ejemplo, o a donde sea que vaya su alma perdida sin Dios y
sin la esperanza salvadora de su rey Mesías, el Hijo de
David, ¡el Todopoderoso de Israel y de las naciones!
Ciertamente, estábamos tan hundidos y perdidos infinitamente
entre las mismas profundas tinieblas de cualquier hueco de la
tierra o tumba humana del ayer, por ejemplo, para sólo ver y
conocer las tinieblas sin fin de los pecados y maldades de
Satanás y de sus ángeles caídos, en esta vida y en el fuego
eterno del infierno, la segunda muerte.

Y es por eso que nuestro corazón de piedra sufre día y noche
los embates del enemigo y de sus aliados de siempre, para
destruirnos enteramente, "ya que vivimos en su reino y bajo
el poder de las mentiras y de sus muchos males eternos, como
de los que no tienen fin alguno en la tierra ni en la
eternidad infernal". Pero nuestro Padre Celestial tuvo
misericordia de cada uno de nosotros, y nos comenzó a dar de
la gracia redentora del fruto del Árbol de la vida, como se
lo ofreció a Adán en el paraíso primero, "para que no muramos
de hambre ni de sed jamás, sino que seamos llenos del pan del
cielo todos los días de nuestras vidas".

Pues sólo tinieblas veían nuestros corazones día y noche en
todos los lugares de la tierra por culpa de Adán, "y hasta
que la luz del cielo se nos manifestó, por medio de la
predicación del evangelio del perdón, de salud y de vida
eterna, el Hijo de Dios, nuestro gran rey Mesías de todos los
tiempos", ¡el Hijo de David! Ciertamente, que nuestro Padre
Celestial estaba haciendo lo imposible para redimirnos de
nuestros mismos males eternos, cambiándonos nuestros
corazones, para que ya no sigamos por el camino de la maldad
de Satanás, sino que "caminemos ahora en el camino de la
verdad, la vida y de salud eterna del nuevo reino de Dios en
la nueva eternidad venidera", ¡nuestro Salvador Jesucristo!

Porque el corazón nuevo y de carne que nuestro Padre nos da a
cada uno de nosotros, de los que hemos creído en su Hijo y en
su nombre salvador, "sólo sigue los pasos de él en la tierra
y del más allá también, no importando jamás por donde
vayamos"; y en éste camino milagroso hay poderes
favorecedores siempre para todos. Pues nuestro Señor
Jesucristo trajo consigo cada solución a nuestros problemas
en la tierra y del paraíso también, todo lo numeroso que sean
todos ellos, de parte de Satanás y del árbol de la ciencia
del bien y del mal, "para sanar nuestras vidas y así vivamos
para nuestro Dios siempre, para finalmente conocerle como el
Fundador de nuestras nuevas vidas infinitas".

Es decir, que con el Espíritu de nuestro Señor Jesucristo
viviendo en nuestros corazones, como el gran rey Mesías del
cielo, como el Cordero Escogido de Dios, como el sumo
sacerdote y el único salvador posible de nuestras almas
eternas, pues entonces "ya no somos de Satanás y de sus
maldiciones de siempre, sino de la vida santísima del cielo".
Es decir, también, que con el Señor Jesucristo volvemos a
nacer con un corazón no de piedra sino de Dios y de su
Espíritu Santo, para que las tinieblas ya no entren en
ninguno de nosotros, "sino que sólo entre la luz del cielo y
de la vida gloriosa y bendita de los ángeles fieles y beatos
de Dios, por ejemplo".

Porque los ángeles fieles son gloriosos y poderosos, llenos
de amor por cada uno de nosotros, ya que somos la imagen y
semejanza divina de nuestro Padre Celestial, de Jesucristo y
de su Espíritu Santo también, "para bendecir y fortalecer
nuestras vidas cada día, asimismo como fortalecían a
Jesucristo en sus días débiles en el mundo, como cuando
necesitaba del cielo". Ahora, si somos de nuestro Padre
Celestial, por medio del Espíritu de nuestro Señor Jesucristo
y de su sangre santísima, entonces estamos caminando en la
voluntad perfecta de nuestro Padre Celestial sobre toda la
faz de la tierra, con un corazón que le ama verdaderamente,
"para sólo conocer el bien de las cosas, ya sean del cielo o
de la tierra".

Comprobado que, el camino de nuestro Hacedor es un camino
santo y perfecto, lleno del Espíritu del perdón eterno y, a
la vez, lleno de las bendiciones antiguas del reino de los
cielos "para satisfacer nuestros corazones y nuestras almas
infinitas con milagros, maravillas y prodigios sin fin, los
cuales nos llenaran de tantas cosas y poderes eternos
diariamente". Y estas bendiciones y poderes sobrenaturales
del reino de Dios no sólo son para nosotros, los que creemos
en él, por medio de su Hijo unigénito, nuestro Salvador
Jesucristo, "sino también para todos los que han de creer muy
pronto en sus nuevos corazones de carne, de que el Señor
Jesucristo es su Hijo en la tierra y para la eternidad".

Porque para vivir para nuestro Padre Celestial y así servirle
en la tierra como los ángeles le sirven siempre, por ejemplo,
en el reino de los cielos, pues entonces "necesitamos
diariamente muchas cosas y poderes increíbles", de los cuales
no se encuentran en la tierra sino sólo en el cielo y en el
Espíritu del Árbol de la vida eterna. Es como si nosotros
somos una misma carne, una misma sangre y un mismo espíritu
en el Árbol de la vida, y el Árbol de la vida, a la vez, es
como nosotros mismo, por ejemplo; no podemos vivir sin el uno
y el otro; "tenemos que vivir juntos siempre, no importando
jamás las distancias entre el paraíso y la tierra".

Por ello, sin todas estas cosas santas y poderes
sobrenaturales y especiales de nuestro Padre Celestial y de
su Espíritu Santo, entonces "no podremos vivir ni un sólo
momento más en la tierra ni menos podremos servirle a él,
como es debido en todos los días de nuestras vidas"; es por
eso que sin Jesucristo somos hombres infinitamente ciegos
para Dios. No conocemos nada de nada, ni menos podemos ver
nuestro camino de regreso al paraíso o al nuevo reino de los
cielos, como La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo,
por ejemplo; pues entonces "estamos tan perdidos como un
cometa en el vasto firmamento sin rumbo alguno, sino la
segura colisión con otro objeto cosmológico para fin de
nuestro camino.

Ciertamente, no tenemos poder alguno para regresar a nuestro
Padre Celestial o al paraíso para conocer a nuestra nueva
vida celestial por vez primera, sino que estamos excluidos de
la vida eterna y del reino angelical por falta de muchas
cosas buenas en nuestras vidas y, además "por falta de los
poderes sobrenaturales del perdón eterno, bendiciones y de la
salud infinita". Y nuestro Dios nos ama, aún así, por eso
viene a nosotros cada día con el Espíritu de la sangre
expiatoria de su Árbol de la vida, como el fruto de la vida,
para darnos de comer de su Hijo y beber del Espíritu de su
sangre salvadora, "para que ya no suframos más por falta de
las cosas, sino mucho más todavía".

En otras palabras, que todo lo bueno abunde en nuestras
vidas, "así como abundan las cosas buenas en las vidas de sus
ángeles fieles, sin que jamás les falte ningún bien", para
gloria y honra de su nombre santísimo, en esta vida y en la
venidera también, eternamente y para siempre. Porque para
nosotros vivir en la tierra y así también en el paraíso no
sólo necesitamos poderes especiales y muchas cosas buenas y
gloriosas de nuestro Padre Celestial y de su Espíritu Santo
para enriquecer nuestras vidas espirituales, como los seres
especiales del cielo, por ejemplo, sino que "tenemos que ser
infinitamente saludables para hacerlo todo bien para nuestro
Dios constantemente".

Y esta salud no puede ser como la de los ángeles del cielo
sino mucho mayor que la de ellos, así como la misma salud
infinita de nuestro Padre Celestial, por ejemplo, y es por
eso "que debemos tener el Espíritu de nuestro gran rey Mesías
ya viviendo en nuestros corazones, para ser saludables y
fuertes para nuestro Dios siempre". Pues ésta es la verdadera
salud de nuestros corazones, espíritus, almas y cuerpos
humanos y más no la salud pecadora y muy débil de Satanás o
de Adán, por ejemplo, "la cual hemos heredado de ellos por
culpa del error de sus corazones de piedra, en contra no de
ángeles fieles, sino del mismo Árbol de la vida", ¡nuestro
Señor Jesucristo!

Y es por eso que desde el día que Adán y Eva se rebelaron en
contra del fruto del Árbol de la vida eterna, pues entonces
hemos comenzado a sufrir terriblemente todas clases de males
terribles de nuestros corazones, espíritus, almas y cuerpos
humanos, "para sólo conocer el mal de las cosas y la muerte
eterna del ángel de la muerte". Pero si tomamos en nuestras
manos del fruto del Árbol de la vida de nuestro Padre
Celestial y de su Espíritu Santo, entonces estaremos
retomando la vida eterna con valentía, "la cual Adán y Eva
despreciaron asombrosamente al comer del fruto prohibido del
árbol del mal eterno del paraíso", para destruir
negligentemente sus vidas y la de su linaje humano también.

Porque en el momento que mordemos del fruto del Árbol de
Dios, entonces "las tinieblas se apagan inmediatamente en
nuestras vidas con sus maldiciones", para que la luz de Dios
y de su Árbol de la vida se encienda y llene nuestros
corazones, espíritus y cuerpos humanos con esas ricas
bendiciones de salud y de vida, que no tiene fin. Dado que,
cuando el Espíritu de nuestro Señor Jesucristo entra en
nuestros corazones, "entonces también entra en toda la tierra
para cada uno de nosotros, para apagar cada una de las
tinieblas y dardos de maldad que Satanás y sus ángeles caídos
lancen en contra de nosotros" y así darnos luz por siempre en
todas las cosas de nuestras vidas.

Por todo ello, éste es el verdadero testimonio del cielo hoy
en día, que nuestro Padre Celestial nos da vida eterna, y
ésta nueva vida está en el corazón de nuestros cuerpos
glorificados, "el cual vive ya en el Espíritu de la sangre
santificada de nuestro Señor Jesucristo", ¡el único Salvador
posible de nuestras almas eternas en la tierra y en el
paraíso! ¡Amén!

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.

LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad día y
noche, (Deuteronomio 27: 15-26):

"'¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o una imagen
de fundición, obra de mano de tallador (lo cual es
transgresión a la Ley perfecta de nuestro Padre Celestial), y
la tenga en un lugar secreto!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'

"'¡Maldito el que le reste importancia a su padre o a su
madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad
de su prójimo!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que desvié al ciego de su camino!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del
huérfano y de la viuda!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre,
porque descubre la desnudes de su padre!' Y todo el pueblo
dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier
animal!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su
padre o hija de su madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con su suegra!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que a escondidas y a traición hiera de muerte
a su semejante, sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'

"'¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente,
sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley,
poniéndolas por obra en su diario vivir en la tierra!' Y todo
el pueblo dirá: '¡Amén!'

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre Celestial y de su
Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que
el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando
llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los
ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando
día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en
el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en
espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada
categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de
la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.

Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, para la eternidad.


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