(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)
TU PECADO TE ALCANZARA, SI JESUCRISTO NO VIVE EN TU ALMA:
En la medida en que, con nuestro Salvador Jesucristo "el
pecado deja de buscarte para alcanzarte con sus enfermedades
y con sus maldiciones de siempre y eternas", en la tierra y
en el más allá del mismo modo y para siempre.
Por ello, estamos llamados por nuestro Creador "ha invocar a
nuestro Árbol de vida" para que entre en nuestros corazones,
para empezar a vivir sin el pecado; además, estamos llamados
"a honrarle a Jesucristo", con nuestros corazones y con
nuestros labios, para cumplir toda verdad y justicia de su
Ley Sagrada, en cada momento de nuestras vidas y para
siempre. Por tanto, estamos llamados "a no sólo evitar al
pecado día a día sino también a alejarnos de él", lo más
lejos que sea posible de nuestras vidas, para evitar males
peores de Satanás y de su pecado original, de rebelión a Dios
y a su nombre santísimo.
Porque nuestro Padre Celestial y su Espíritu Santo "nos han
hecho libres en el poder sobrenatural de la presencia
gloriosa y sumamente honrada de su Hijo amado en nuestros
corazones y en nuestras vidas", en la tierra y en el cielo. Y
este nombre muy santo de nuestro Padre Celestial, en su
corazón bendito, "es el de su Hijo amado, nuestro Salvador
Jesucristo, el de la antigüedad y el de siempre", para
nosotros escapar el pecado y orar, exaltar y glorificar a
nuestro Dios cada día y para siempre en la tierra y en el
cielo.
Entonces es mejor obedecerle a nuestro Padre Celestial en
nuestros corazones y con nuestros labios, "para que su Hijo
amado sea por siempre y para siempre honrado" no sólo en
nuestras vidas, en la tierra y en el cielo, sino en su
corazón muy sagrado, también, y esto ha de ser en nosotros
realmente, aún mucho más que antes, por ejemplo. Y nuestro
Padre Celestial ha esperado pacientemente, desde los primeros
días de la antigüedad y hasta nuestros días, "para verte
creer en su Hijo amado en tu corazón y así oírte exaltar su
nombre santo con tus labios", mi estimado hermano y mi
estimada hermana, para gozo infinito de su corazón
santificado.
Visto que, "tú mismo eres el gozo de su corazón bendito aún
mucho más que los ángeles santos del cielo", en la tierra y
en la eternidad, desde el principio de las cosas, si amas a
su Jesucristo de verdad con todo tu corazón y con toda tu
alma, ciertamente. En verdad, tú eres muy importante para el
corazón y para el Espíritu Santo de nuestro Padre Celestial,
mucho más importante que lo más glorioso de reino de los
cielos, por ello, te ha dado lo más honrado del cielo para
derrotar al pecado y colmarte de su vida infinita, ¡su Hijo
amado, el Mesías!
Porque estas son las nuevas glorias de honras y de santidades
infinitas de nuestros corazones y de nuestras vidas humanas,
por las cuales ha esperado y ha luchado día y noche e
incesantemente nuestro Dios, "para alcanzar esta hora como
hoy en día, por ejemplo, en tu vida y en la vida de muchos,
también", en toda la tierra. Y así, por fin, verte a ti y a
los tuyos (el gozo infinito de su corazón), en donde sea que
se encuentren en la tierra: "para honrar y para exaltar la
vida sagrada de su Hijo Mesías, como el Árbol Eterno del
epicentro del paraíso y de toda nuestra tierra", ¡el Santo de
Israel y de la humanidad entera!
Porque el que no honra a su Hijo amado en su corazón, para
nuestro Padre Celestial y así también para su Espíritu Santo
y cada uno de sus ángeles del cielo, entonces "esto es pecado
mortal, sin perdón alguno y para castigo eterno". Porque el
que no honra en su vida a su Árbol de vida, como su gran rey
Mesías o como el único salvador de su vida, en el paraíso y
así también en la tierra, entonces "no está honrando a su
Dios y Creador de su nueva vida eterna del cielo, tal como
Dios deseo que fue así desde el principio".
Entonces si no lo hacen así, como Dios manda, si no se
arrepienten de su mala manera de pensar y de vivir, pues
"ténganlo con toda seguridad en sus corazones que habrán
pecado terriblemente en contra de su Dios, y sepan que sus
pecados los alcanzarán" para juzgarlos y para condenarlos a
un infierno cruel y terrible del más allá. Porque "la
venganza" de nuestro Padre Celestial y así también de su
Espíritu Santo "es en contra de todo pecado lanzado en contra
de su Árbol de vida eterna", como hablando mentiras y
calumnias terribles de los corazones y de los labios de los
pecadores y de las pecadoras de toda la tierra, del ayer y de
siempre, por ejemplo.
Además, "nuestro Dios defiende a su Hijo amado", como en la
antigüedad y así también, hoy en día, "a capa y espada, para
que sea honrado y exaltado en el corazón" de cada uno de sus
seres creados del cielo como los ángeles, y de la tierra como
tú y yo, hoy en día, mi estimado hermano y mi estimada
hermana. Ciertamente, todo pecado es abominación a nuestro
Padre Celestial, "pero el que rehúsa creer en su corazón y
confesar delante de su presencia santa el nombre sagrado de
su Hijo amado", nuestro Salvador Jesucristo, entonces "se
está echando sobre él mismo o sobre ella misma brazas de
fuego ardientes de la indignación sagrada y antigua de
nuestro Padre Celestial".
Porque "nuestro Dios es un Dios entrañablemente celoso de la
vida y del honor sin comparación del nombre bendito y muy
milagroso de su unigénito", su Árbol de vida eterna y nuestro
único Salvador Jesucristo, en la tierra y así también en el
infinito; es más, el que toca la honra de su unigénito,
realmente ha traicionado a su Creador Celestial. Y "éste
pecado alcanzara al infractor como todo pecado del hombre y
de la mujer", para castigar su mal proceder en contra de Él y
de su Árbol de vida, ya sea en el cielo o en la tierra, para
finalmente caer en las garras terribles del Abismo y del
infierno, para recibir entonces su merecido, ¡la muerte de su
alma!
Propiamente, éste es un pecado de rebelión extremo para
nuestro Padre Celestial y para su Espíritu Santo, "el cual
nadie debió haberlo cometido jamás", por ninguna razón, en
contra de nuestro Señor Jesucristo, "como rehusar de recibir
el Espíritu de su sangre santa de su pacto eterno en sus
corazones", para perdón de pecados y para salvación eterna,
por ejemplo. Y muchos, en las tumbas del mundo entero, si
pudieran hablarnos desde el más allá, ciertamente llorarían a
gritos, para decirnos por confesión propia: "Jamás deshonren
la gloria del nacimiento virgen, de la vida santa, del sumo
sacrificio y de la resurrección del unigénito en su altar de
tierra, en las afueras de Jerusalén, en Israel, para que no
mueran como nosotros.
Pues a nosotros nuestras malas palabras e injustas acciones
en contra del Hijo del Altísimo nos alcanzaron para echarnos
por tierra, "como si fuésemos los pecadores más terribles de
sobre toda la faz de la tierra", y es por eso que estamos en
nuestras tumbas arropados por las hondas tinieblas de
nuestros pecados, de nuestras rebeliones y de Satanás. Y
jamás saldremos de aquí, sino sólo a la presencia santa de
Dios "para dar cuentas de cada una de nuestras palabras y de
nuestras malas obras, también", las cuales dijimos e hicimos
en la tierra en contra de su Hijo amado, para maldición y
para condenación de nuestras vidas y almas; por ende, estamos
en problema con Dios, por nuestra incultura.
Y esto no fue tan sólo para mal de nuestras vidas falibles y
ciegas por nuestras culpas, sino también para mal y desdicha
de muchos que "creyeron en nuestros errores en contra de Dios
y de su voluntad perfecta" para toda la tierra, para que los
pueblos enteros crean en la salvación perfecta del fruto de
vida eterna, de su ¡unigénito! Porque no hay nada más
ofensivo para el SEÑOR, en el paraíso y en la tierra, que el
corazón del hombre, de la mujer, del niño o de la niña de la
humanidad entera, "rehúse comer y beber del fruto de la
verdad y de la justicia del espíritu de su Árbol de vida
eterna", ¡el salvador del paraíso, Jesucristo!
Y desde el día que dejamos de tener vida, para entrar en
nuestras tumbas de muerte y de condena, "sólo pensamos en
comer y en beber del Árbol del unigénito de Dios y de su
Espíritu Santo, para satisfacer la sed y el hambre de
nuestros corazones y de nuestras almas infinitas", por la
verdad y por la justicia del cielo. Es por eso que estamos
perdidos entre hondas tinieblas del pecado y de su muerte
eterna, "para jamás volver a ver la luz del sol ni menos la
del paraíso", sino sólo el mal de la violencia y de la
destrucción infinita de nuestras almas y de las de muchos
desdichados en el infierno, tormentoso e insaciable.
Y "nuestros pecados nos alcanzaron uno a uno y poco a poco,
también, sin que jamás nos demos cuenta de nada y hasta que
ya era demasiado tarde para cada uno de nosotros"", dicen los
muertos desde las tumbas, "enredados en las mentiras y en las
calumnias del espíritu de error de Satanás y del mal del
infierno, candente e infinitamente cruel. Entonces "no es
bueno jamás decir nada, ni menos hacer nada tampoco en contra
de Dios y de su Hijo muy santo" para su corazón celestial y
para los corazones de cada hombre, mujer, niño y niña de la
humanidad entera, los cuales Dios ha formado en sus manos
sagradas para que crean y vivan por siempre, por su ¡Hijo
Mesías!
"Y si no se arrepienten de sus pecados", continúan diciendo
desde el otro mundo de los muertos de la antigüedad,
"entonces créannos que muy pronto los alcanzaran, sin que se
den cuenta de nada y sólo hasta que ya sea demasiado tarde,
como a nosotros nos sucedió y estamos en nuestras tumbas,
sufriendo los males del infierno espantoso e inhumano. Y
cuando sus pecados los alcancen y el Señor Jesucristo no esté
en sus corazones, entonces sufrirán males terribles, los
cuales "Dios no desea verlos sufrir jamás a ninguno de
ustedes", porque nunca fue su voluntad que ustedes sufran por
nada ni por nadie, en la tierra ni menos en el cielo, para
siempre.
Además, porque "todos estos males del espíritu de error y de
rebelión en contra de él y de su Hijo amado son
verdaderamente únicamente para los que no le aman a él y a su
Ley Eterna, en el espíritu y en la verdad de su fruto de vida
eterna", ¡el Señor Jesucristo!" Y enfatizan aún mucho más que
antes las almas del más allá a todos nosotros que seamos
fieles a Dios, "únicamente por medio de su Árbol de vida
eterna día a día y hasta más allá de la eternidad".
Porque "sólo nuestro Señor Jesucristo es el placer completo
de nuestro Padre Celestial para satisfacer toda verdad, toda
justicia, toda rectitud y toda perfección de la Ley Eterna,
en nuestros corazones y en nuestras almas infinitas", en la
tierra y en el cielo, hoy en día y para siempre. Es por eso
que "es bueno creer en el nacimiento virgen y en la vida
santa y consagrada del Señor Mesías para nuestro Padre
Celestial y para sus Diez Mandamientos", para que todo
hombre, mujer, niño y niña de los pueblos del mundo entero,
las reciban en sus corazones, cumplidas, honradas y ungidas
infinitamente con su sangre santísima y todopoderosa.
Porque ha sido por los poderes sobrenaturales de su sangre
santísima en el altar de nuestro Dios, por el cual "nuestro
salvador no sólo nos perdono nuestros pecados, para que no
nos alcancen jamás y así no nos hagan daño alguno para
destruirnos por completo de sobre la faz de la tierra", sino
también para que nos levantemos al paraíso, pero ya. Porque
el mandamiento perfecto de nuestro Padre Celestial, para con
su Árbol de vida eterna, es de que cada uno de sus hijos e
hijas de todas las familias, razas, pueblos, tribus y reinos
de la tierra, "regrese a él y a su vida santa y normal del
cielo, sólo por medio del espíritu de fe, en su nombre
ungido".
Porque no hay otro nombre mayor que el del Árbol de la vida,
"para poder volver a nacer de las tinieblas de la tierra a
luz más brillante que el sol del paraíso y de La Nueva
Jerusalén Santa y Perfecta del cielo", por ejemplo, para el
pecador y para la pecadora arrepentidos de sus pecados de la
humanidad entera. Por ello, la misión de nuestro Señor
Jesucristo, sobre toda carne humana de todas las naciones de
la tierra, comenzando con Israel, como en la antigüedad o
como siempre, "es que ningún mal del pecado jamás nos alcance
por ninguna razón", es decir, "si únicamente creemos en él en
nuestros corazones y confesamos con nuestros labios su nombre
ungido y libertador".
Porque nuestro Padre Celestial sabe perfectamente en su
corazón santísimo, que cada uno de nosotros, desde el momento
que fuimos concebidos en el vientre de nuestras madres, por
ejemplo, "estamos realmente expuestos a cada uno de los males
del espíritu de error y de maldad eterna de Satanás". Porque
"Satanás nos quiere muertos", seamos pecadores o no, "para
que sus tinieblas sobreabunden sobre toda la tierra aún
muchos más que antes", como en los días peligrosos de Noe y
el juicio final de Dios para toda carne humana, por culpa del
pecado y de la rebelión de muchos en contra de él y de su
Árbol de vida eterna.
Por lo tanto, necesitamos día y noche de la presencia sagrada
del Espíritu del nombre y de la sangre bendita de su Árbol de
vida indestructible, "para que los pecados de nuestros
antepasados o los nuestros mismos, como de los que hayamos
cometido inadvertidamente, no nos alcancen jamás". Y "si
llegaran a alcanzarnos", y nuestro Señor Jesucristo está
establecido en nuestros corazones, como el Hijo de David,
como el Hijo de Dios, por ejemplo, y salvador único de
nuestras almas infinitas, "entonces no nos podrán hacer
ningún mal infernal ninguno de los pecados antiguos de
nuestros antepasados o modernos, como de los hemos cometido
recientemente o día antes, por ejemplo".
En realidad, por los poderes y autoridades envestidas por
nuestro Padre Celestial a su Espíritu Santo y a su Árbol de
vida eterna, "cada uno de nosotros está totalmente a salvo de
todo mal del mundo y del príncipe de las tinieblas", para
entonces nosotros poder vivir una vida sana y fructífera para
su nuevo reino advenidero del cielo. Y el que recibe en su
corazón a su Árbol viviente, su unigénito del paraíso, de la
tierra y de La Nueva Jerusalén Celestial, "entonces nuestro
Dios apartara todo pecado y enfermedad no sólo de su vida,
sino también de los suyos, para que conozca en su corazón que
sólo Él es el Dios que le devuelve la salud y la vida".
Porque nuestro Padre Celestial "ama profundamente en su
corazón sagrado a todo aquel que ama a su gran rey Mesías de
todos los tiempos, su Árbol de vida eterna del paraíso y de
toda la tierra", ¡nuestro Señor Jesucristo! Entonces "sus
ojos están sobre cada uno de ellos", no importando jamás en
donde se encuentren en la tierra, "para protegerlos de los
pecados del pasado y de los que hayan cometido sin darse
cuenta recientemente", para que no nos los alcancen y no les
hagan daño nunca, por el poder y por la gracia milagrosa de
su Árbol de vida, ¡Jesucristo!
El QUE PECA TRAICIONA AL DIOS DEL CIELO Y DE TODA LA TIERRA
Porque cualquiera que en cada momento de su vida peque,
delante de Dios y en contra de su Jesucristo, realmente es
como cualquiera que hace injusticia, por lo tanto, "esa
persona es una abominación constante a nuestro Padre
Celestial que está en los cielos". Pero "no es así en
absoluto con el que ha recibido al Señor Jesucristo en su
corazón a través de la oración de fe", por ejemplo, para ser
visitado y bendecido por nuestro Padre Celestial y por su
Espíritu Santo día y noche y para siempre en la tierra y en
la eternidad, también.
Pero a los que rehúsan creer en sus corazones y confesar con
sus labios a su Hijo amado, como su Árbol de vida y de salud
eterna, o como nuestro Cordero Escogido del pacto eterno,
"nuestro Dios no puede estar con aquella persona por ninguna
razón del cielo o del mundo entero, para siempre".
Ciertamente, el ángel de la muerte con todas sus maldiciones
llama a la puerta de su corazón, "para saquear su vida y
dejarlo no sólo sin salud ni menos sin felicidad alguna en
toda su alma y cuerpo humano, sino también para llevárselo
con él, lo más pronto posible, a su lugar eterno en el mundo
de los muertos".
Porque el mundo de los muertos se conoce en nuestro mundo
"sólo para los pecadores, para los calumniadores, para los
amantes de la mentira y falseadores de la verdad, como para
los que hacen injusticia en sus corazones en contra de su
Dios, y sólo por no querer honrar, como Dios manda, en sus
vidas a su unigénito", ¡nuestro Salvador Jesucristo! Y por
esta maldad de sus corazones ciegos y rebeldes, entonces
"ninguno de ellos jamás escapara su castigo eterno, si no se
arrepiente y reconoce que sólo la sangre del Señor Jesucristo
lo puede limpiar de cada uno de sus pecados y males
diabólicos y destructibles, en el paraíso, en la tierra y
para siempre en el más allá".
Porque nuestro Padre Celestial "tiene que hacer justicia con
cada uno de todos los enemigos de su voluntad perfecta, por
amor a su Hijo amado", su único Árbol de vida y de salud
eterna para sus ángeles del cielo y para los que viven aún en
la tierra y en el paraíso de la misma manera, ¡nuestro
Salvador Jesucristo! Y éste mundo de los muertos jamás se
sacia de recibir y de atormentar día y noche a las almas
pecadoras de toda la tierra, porque es un lugar como sin
diámetro, como sin altura y sin profundidad; es en si, un
lugar totalmente espantoso y desagradable, como sin fin para
el alma muerta del pecador y de la pecadora.
Además, nuestro Padre Celestial no ha creado en sus manos
santas a Adán y a Eva, para que ellos y con sus hijos e hijas
"desciendan a estos lugares eternos de gran maldad y de
destrucción eterna para sus almas infinitas", sino que los
creo para que vivan con él por siempre y para siempre en el
cielo. Es más, las almas, como así también los corazones y
los cuerpos de todos los hombres, mujeres, niños y niñas de
la humanidad entera, "están diseñados, escritos, amoldados
por nuestro Dios para vivir sólo en la tierra santa y debajo
de sus cielos gloriosos del reino de los cielos" y más no de
la tierra pecadora de nuestros días, por ejemplo.
Puesto que, todo hombre y mujer ha sido formado en sus manos
santísimas en su imagen y conforme a su semejanza celestial,
"para vivir y gozar la vida eterna y su paz sin igual de la
nueva vida gloriosa de su nuevo reino celestial", como La
Nueva Jerusalén Santa y Bendita del cielo, por ejemplo.
Porque todos deseamos vivir ya, por inicio espiritual y
divino, "en las tierras sagradas del reino celestial junto
con nuestro Padre Celestial y con su Árbol de vida", rodeado
por siempre de sus millares de ángeles gloriosos, para
servirle y bendecirle día y noche y para siempre, por su
fidelidad, por su grandeza y sobre todo por su amor sin
igual.
Y es el terrible pecado de nuestras injusticias "lo que nos
mantienen lejos de nuestro Padre Celestial y de la paz, la
gloria y la felicidad infinita de su inmenso reino
angelical", como en la tierra de nuestros días, por ejemplo,
"enteramente sedienta de justicia, de verdad, de paz, de
felicidad y mucho más de la gloria de nuestro Padre
Celestial". Por ello, hoy en día, así como en el día que
nuestro Dios moldeo todo tu ser y toda vida con sus manos
santas en el reino de los ángeles, "fue para que vivas con él
en su nueva vida infinita del más allá, pero con su Hijo
amado siempre-porque sólo Él (y nadie más) es nuestra nueva
vida eterna".
Porque contigo, mi estimado hermano y mi estimada hermana,
nuestro Padre Celestial no se siente sólo, "sino muy a gusto
y descansado, para disfrutar de su vida santa y sumamente
gloriosa hasta lo máximo". Y nuestro Padre Celestial ha
creado muchos lugares muy gloriosos de su reino angelical
"para enfiestarse y gozarlos infinitamente, por amor a ti y a
cada uno de los tuyos, también", para que veas su gloria
infinita por siempre y para siempre, por amor a su fruto de
vida eterna", ¡nuestro Salvador Jesucristo!
Y éste reino angelical espera de forma tolerante y con gran
amor por ti, desde mucho antes de la fundación del cielo y de
la tierra, "que siempre vivas por el milagro de la salvación
de Dios y no mueras nunca, porque todo el cielo te ama
infinitamente por amor a Dios y a su Árbol de vida eterna", ¡
nuestro Señor Jesucristo! Y porque además nuestro Padre
Celestial vive en estas tierras benditas y con cielos
maravillosos, "soñando día y noche por tu pronto retorno a tu
vida normal, a tu vida antigua, a la vida celestial en la
cual fuiste creado en sus manos y en el principio de todas
las cosas en su Árbol de la vida eterna", ¡su Jesucristo!
Pero tienes que liberarte del poder de las tinieblas de
injusticia del pecado, "aceptando al Señor Jesucristo en tu
corazón como tú único y suficiente salvador y rey Mesías de
tu alma eterna", en esta vida y en la venidera también, "pero
tienes que hacerlo ya", cuanto antes mejor para ti y para
muchos también, en muchos lugares de la tierra. Porque cuando
tú despiertes de las tinieblas antiguas de tus antepasados y
de tu corazón ciego aún, "entonces muchos han de despertar
igual que tú mismo", en sus millares: "para sólo conocer la
verdad, la justicia y la nueva vida eterna del Árbol de la
vida de nuestro Padre Celestial y de su Espíritu Santo", ¡
nuestro Jesucristo muy amado y eterno!
Y sólo con el Señor Jesucristo "ya no conocerás el peligro
del pecado y de sus muchas hondas tinieblas sino sólo la luz
del rostro sagrado de nuestro Padre Celestial", el cual
alumbra no sólo nuestras vidas por siempre, sino también cada
uno de nuestros pasos en la tierra y en la eternidad
venidera, también. Fue por esta razón que nuestro Dios no
sólo envió al mundo a su Espíritu en el comienzo de las
cosas, sino que "luego envió a Israel a su Árbol de vida, su
unigénito, para ser tu luz en tus tinieblas y así no
tropieces más en el mal del pecado de los enemigos de Dios y
de su Ley Viviente".
Porque verdaderamente tienes un reino celestial, con tierras
santas y con cielos gloriosos, "llenos de vida y de salud
infinita del Árbol Divino", rodeado por siempre de ángeles y
de muchas especias de animales de nuestro Creador para vivir
felices y gozos contigo y con cada uno de los tuyos, también,
para siempre en la nueva naturaleza de la eternidad
celestial. Y sólo en esta vida, la cual nuestro Árbol del
paraíso te ofrece hoy mismo como en la antigüedad, si tan
sólo crees y confiesas con tus labios su nombre santo,
"ungido y lleno por nuestro Dios, de bendiciones y de
señales, como milagros, maravillas y de prodigios para tu
alma, en esta hora tan crucial para tu alma eterna".
Porque es sólo por el Espíritu de fe, del nombre del Señor
Jesucristo, por el cual realmente tus pecados e injusticias
que te mantienen lejos de tu verdadera vida del cielo "podrán
ser borrados de tu corazón y de tu alma infinita para
siempre, para que entres feliz y glorioso desde ya a ella en
la tierra y en el cielo". Y esto es algo que tú realmente lo
has de comenzar a sentir ya en tu vida, "porque es poder de
Dios y del cielo grande y milagroso, lleno de la vida del
Árbol de Dios", como de su Espíritu Santo y de sus muchos
ángeles gloriosos, "así pues también llenara tu corazón y
toda tu inmensa alma infinita": cuando creas.
Porque además el perdón de nuestro Dios por nuestros pecados
por medio de nuestro Espíritu de fe, en el nombre y en la
vida gloriosa de su unigénito, "se siente profundamente en
nuestros corazones", lo cual nos hace sentir llenos de gozo y
de felicidad inmortal, "como si ya estuviéramos de regreso al
paraíso, por ejemplo, bailando y gozando sus bendiciones
eternales". Esto es realmente extraordinario y sobrenatural,
lo cual comienza a tomar lugar en tu vida, "milagrosamente
desde el momento que Cristo Jesús entra en tu corazón para
arrancarte de tus tinieblas y hacerte infinitamente libre,
para que tu nombre sea escrito en el libro de la vida y
regreses a tu Dios y a tu Árbol de vida del paraíso hoy".
En donde "únicamente sentirás amor, paz, gozo y alegría
infinita en tu corazón y en toda tu alma eterna, también, de
conocer cara a cara a tu Dios y Fundador de tu nueva vida
saludable e inmortal", por medio de su fruto de vida antigua
y eternal, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Porque sólo con el
Señor Jesucristo en tu corazón y en tus labios, entonces
"jamás has de sufrir realmente el peligro del pecado y de su
horrendo castigo del infierno y del lago de fuego", la muerte
de la muerte en el más allá, después del juicio final de
nuestro Creador por todas las cosas malas o buenas de la
humanidad entera.
Pero nuestro Padre Celestial te necesita ver no tan santo
como Adán, porque Adán en el día de su creación en sus manos
sagradas en el cielo, entonces fue hecho verdaderamente
santo, puro, libre de culpa y muy honrado, por cierto, "pero
jamás tan santo ni tan honorable como su Dios y Creador de su
nueva vida celestial". Adán necesitaba santidad divina
inmediatamente, después de haber sido creado por Dios. Es por
eso que nuestro Padre Celestial "requería de Adán primero" y
así también de cada uno de sus descendientes, comenzando con
Eva, "de comenzar a comer y a beber del fruto del Árbol de la
vida, en el epicentro del paraíso", para que sean entonces
perfectamente santos para su nuevo reino celestial, de una
vez por todas y para siempre.
Porque esta era la única manera, por la cual, nuestro Padre
Celestial podía realmente convertir a Adán y así también a
sus hijos e hijas en seres muy santos, como su propio nombre
muy santo, por ejemplo, es decir, "no santos como los ángeles
sino mucho más aún que cada uno de todos ellos, realmente".
Por añadidura, nuestro Dios quería convertir a Adán tan santo
como su mismo nombre glorioso e infinitamente sagrado o como
él mismo, como el Dios del cielo y de la tierra, por ejemplo,
ya que le había dado de su imagen y semejanza, "para que
entonces la obra de sus manos fuese un éxito total para su
nueva vida celestial e infinita".
Y esta santidad sólo era posible para Adán en el paraíso con
el Árbol de la vida "instalado en su corazón para siempre,
con tan sólo creer en él y confesar su nombre santo con sus
labios", así como los ángeles en el cielo lo han venido
reconociendo, desde los primeros días de la antigüedad y
hasta nuestros días, por ejemplo. Para que de esta manera
ninguna tiniebla del pecado de Satanás jamás se apodere de su
corazón ni de su vida, en el cielo ni en la tierra eterna,
para que sólo entonces "Adán conociese" y así también sus
descendientes: toda la verdad y la justicia infinita de la
luz divina del Hijo de David, el Hijo de Dios, ¡nuestro
Salvador Jesucristo!
Y sólo así entonces el hombre iba a ser un ser viviente tan
santo como nuestro Padre Celestial, "porque su imagen y
semejanza sagradas están instaladas en él y en cada uno de
sus descendientes, también, eternamente y para siempre". Y
como Satanás sabia ésta gran verdad en su corazón ciego y sin
luz alguna, "pues comenzó a tener entre ceja y ceja a Adán",
sin que jamás Adán le haya hecho ningún mal a él ni a ninguno
de los suyos, para que se enoje tanto así y se enseñoreé con
él y con su linaje humano para atacarlos cruelmente con
mentiras. (Porque Satanás siempre ataca con mentiras y con
calumnias al hombre del paraíso y de la tierra igual, para
traicionar a Dios, a su Ley Eterna y al espíritu de honor y
de carácter sagrado de los pueblos eternos de la humanidad
entera.)
Porque Adán había sido creado recientemente por las manos de
Dios, por lo tanto, "no había maldad alguna en su corazón ni
en ninguna de sus palabras, tampoco"; Adán era en si, tan
santo como todos los ángeles del cielo. Y Satanás había sido
formado por el poder de Dios, desde muchos siglos atrás, para
que le sea un arcángel fiel sólo a él y a su nombre
santísimo, "el cual está escondido en perfecta santidad en el
corazón de Jesucristo, para obrar respetuosamente maravillas,
milagros y prodigios para bien eterno de sus muy amados en
cada momento de sus vidas".
Pero Satanás se rebelo en contra de Dios y, por tanto, en
contra de su nombre sagrado, también, "el cual habita en
perfecta santidad y gloria sin igual en el corazón del Árbol
de la vida, el Hijo de David", ¡el gran rey Mesías de todos
los tiempos! Ahora, como Satanás vio que en Adán y en cada
uno de sus descendientes iba a existir una vida tan santa y
tan gloriosa como la del Árbol de la vida, el unigénito,
entonces "decidió terminar con su vida humana, cuanto antes
mejor, para él entonces comenzar a gobernar toda vida a su
manera de ser y delante de los suyos".
Y "esto es vivir perpetuamente en el pecado", como él mismo
Satanás y como cada uno de sus ángeles caídos, por ejemplo.
Porque todos los ángeles caídos pecaron en contra de Dios y
de su Árbol de vida eterna, y "viven para siempre en su
pecado y en su rebelión eterna". Es decir, también, que los
ángeles caídos, como Satanás, por ejemplo, "ya no pueden
morir para resucitar a la vida del cielo", como el pecador de
la tierra, "porque viven eternamente y para siempre en sus
pecados y en su error de rebelión en contra de Dios y de su
fruto de vida eterna", ¡nuestro Salvador Jesucristo!
Y es por eso que "no pueden ser redimidos por Dios, ni por el
Espíritu de vida de la sangre del sacrificio eterno de
nuestro Señor Jesucristo, ninguno de los ángeles caídos ni
muchos menos Satanás". Entonces "Adán y Eva corrían el mismo
peligro de vivir eternamente y para siempre en su pecado y en
su rebelión" en contra de la voluntad perfecta de Dios y de
su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo: "como Satanás y como
todo diablo del más allá".
Es por eso que "nuestro Dios los alejo del Árbol de la vida
del paraíso por amor a ellos mismos", "para que no coman de
él y vivan para siempre en sus pecados, como Satanás y como
sus ángeles caídos", después de haber comido del fruto
prohibido del árbol de la ciencia del bien y del mal, por
ejemplo. Y si esto hubiese sido así, que Adán hubiese comido
del fruto de la vida estando en pecado su corazón, "entonces
la tierra estuviera aglomerada de gentes, desde Adán y hasta
siempre" de hombres, mujeres, niños y niñas totalmente
pecadores e infinitamente cruel e infame cada uno de sus
espíritus humanos delante de Dios y de su Hijo amado.
Es decir, que la vida humana seria tan cruel en toda la
tierra y que jamás "ninguno de ellos moriría nunca, para
volver a resucitar a una vida mejor", llena de paz, amor,
justicia y de la gloria de Dios y de su Jesucristo y, por
supuesto, sin la mancha del pecado de Satanás, por ejemplo,
para siempre. Es por eso que para nuestro Padre Celestial
"Satanás tiene que morir" y nuestro Señor Jesucristo seguir
viviendo por siempre y para siempre en tu corazón, mi
estimado hermano y mi estimada hermana, "para que ningún mal
de estos jamás acontezca en toda nuestra vida humana por la
tierra y en el reino de los cielos, igual, para siempre".
Porque el plan final de Satanás "no era solamente que Adán
coma del fruto prohibido sino también que coma y beba del
Árbol de la vida seguidamente", para que viva para siempre en
su pecado y en su rebelión eterna, sin jamás tener la
posibilidad de alcanzar el perdón de Dios, ni menos la
resurrección para entrar a una nueva vida eterna. Es decir,
que Satanás quería engañar a Adán y a sus descendientes "ha
no sólo a comer del fruto prohibido para ofender a Dios, sino
también para que coman a continuación del Árbol de la vida
para que vivan eternamente y para siempre en sus pecados como
él mismo, como el villano del cielo, Satanás con sus ángeles
caídos".
Pero fue la gracia de Dios "la cual cambio el rumbo del plan
malvado de Satanás de convertir a Adán y a sus descendientes
en sus ángeles caídos, por el poder de un doble pecado
original del paraíso", para que vivan y le sirvan por siempre
y para siempre sólo a él en el poder del pecado, en toda la
creación. Y de esto nosotros debemos de ser muy agradecidos
día y noche y para siempre con nuestro Padre Celestial y con
su Espíritu Santo "por haber actuado a tiempo y no dejar que
Satanás nos convierta en sus siervos y esclavos eternos de
sus pecados y de sus hondas tinieblas del más allá, sin
Cristo Jesús en nuestros corazones para siempre".
Damos gracias, pues, en nuestras oraciones normales y
humanas, a nuestro Padre Celestial "por su amor fiel e
infinito, sólo con su Jesucristo en nuestros corazones y en
nuestras vidas de siempre", como desde los primeros días de
nuestras vidas en el paraíso y en toda la tierra de nuestros
días, igual, por ejemplo. Por ende, "sólo el hombre, la
mujer, el niño y la niña de la humanidad entera, pueden morir
en sus días de muerte y posteriormente resucitar en el día de
la resurrección del Árbol de la vida", pero sin Satanás, para
comenzar a vivir desde ya sus nuevas vidas infinitas con los
suyos, delante de nuestro Dios y de sus ángeles eternos.
Y aunque esto es verdad, ninguno de ellos podrá realmente
resucitar sin pecado en el día de la resurrección de nuestro
Padre Celestial, "si el Señor Jesucristo no es el centro de
su corazón y de toda su vida, también", como hoy en día
contigo y con cada uno de los tuyos, por ejemplo, mi estimado
hermano y mi estimada hermana. Es por eso que "necesitas
hablar con tu Padre Celestial en oración, por medio de tu
mediator del cielo, nuestro Señor Salvador Jesucristo", el
único posible verdadero amigo de tu vida, en esta vida y en
la venidera, también, eternamente y para siempre, "para que
entres a vivir la felicidad eterna desde ya, sin más demora
alguna".
Pues muchos piensan que tienen que caer murtos en la tierra,
como regresando del polvo de donde Dios los levanto, para
vivir con Dios y en su paraíso celestial, pero no es así.
Nuestro Señor Jesucristo descendido del cielo "para
enseñarnos a vivir desde hoy mismo con nuestro Padre
Celestial, con su Espíritu Santo y con sus ángeles del cielo
en nuestras vidas normales de la tierra", como si
estuviésemos viviendo en el paraíso de Adán y Eva ya. Porque
nosotros no somos de este mundo, dijo Jesucristo; nosotros
somos del mundo de arriba, como del paraíso, como del reino
de los ángeles, como ciudadanos antiguos y eternos de Dios,
de las familias y de las naciones de toda la tierra, "para
vivir ya en La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo".
Además, Satanás hizo todo este mal en contra de Adán, "sin
que realmente jamás Adán ni ninguno de los suyos tampoco",
como, hoy en día, contigo y conmigo, mi estimado hermano y mi
estimada hermana, por ejemplo, "le hayamos hecho algún mal a
él o a alguno de sus ángeles fieles a su causa injusta y
diabólica de la antigüedad". Y para destruir la obra de
nuestro Dios en Adán y en cada uno de sus descendientes,
entonces "sólo tenía que mentir, mentir y mentir, y estar
siempre firme en sus mentiras no importando jamás todo lo que
le cueste ser así de diablo" delante de Dios, y hasta que
obtenga su objetivo, "el enseñoramiento del pecado sobre toda
vida, angelical y humana".
Porque si Adán creía tan sólo a una de sus mentiras, por más
pequeña o insignificante que sea, "entonces habría destruido
no sólo a todo su linaje humano, sino también de igual manera
herido gravemente y mortalmente en el altar de tierra, en las
afueras de Jerusalén, en Israel, al Árbol de la vida", ¡
nuestro Salvador Jesucristo! Porque si Satanás lograra
destruir no sólo la vida de Adán sino también toda vida
humana del paraíso y así también de toda la tierra, "entonces
habrá frustrado el plan de nuestro Padre Celestial de
establecer su nuevo reino celestial, con su Árbol de vida
eterna en su epicentro, para alcanzar nuevas glorias y honras
para su nombre santísimo".
Pero ha sido siempre y en toda hora del día nuestro Padre
Celestial "quien realmente ha trastornado a Satanás y a su
plan diabólico del paraíso y así también de toda la tierra",
comenzando con tu misma vida, en nuestros días, mi estimado
hermano y mi estimada hermana, "para que así él jamás se
salga con las suyas". Porque es nuestro Padre Celestial quien
pelea la buena pelea, la buena batalla diariamente y hasta el
fin en contra de cada uno de tus enemigos, "para derrotarlos
de una vez por todas y para siempre con el poder sobrenatural
del Espíritu del fruto de la sangre y del nombre ungido y
milagroso de su Árbol de vida", ¡nuestro Señor Jesucristo!
Además, toda lucha de Satanás, desde el comienzo de todas las
cosas, "ha sido siempre de humillar el nombre muy santo de
nuestro Padre Celestial en el corazón de los ángeles y así
también de la humanidad entera", para comenzar a destruir
toda vida santa y justa del reino de los cielos y de toda la
tierra, para siempre. Porque sabe perfectamente Satanás que
si logra humillar el nombre muy santo de Dios en el cielo y
así también en la tierra, con el poder del pecado y su
mentira, entonces "podría destronar al Señor Jesucristo como
el Árbol de la vida o como el rey supremo de toda vida
humana, en todas las naciones de la tierra, para siempre".
Y así se establecería como rey supremo de toda la creación de
Dios de ángeles y de hombres, "para que sólo exista tinieblas
tras tinieblas y jamás luz alguna de Dios ni de su Árbol de
vida eterna", ¡nuestro Salvador Jesucristo! Porque Satanás
aún piensa igual que en los días de la antigüedad para
destronar a nuestro Dios, como el Dios del cielo y de la
tierra; pero Satanás sigue equivocado, como siempre, como
desde el primer día de su rebelión en contra del Señor
Jesucristo y de sus ángeles santos en el reino de los cielos,
por ejemplo.
Realmente, Satanás siempre se ha equivocado con Dios y con su
Hijo amado, "porque no los conoce en nada", para siempre; es
más, "Satanás jamás ha visto ni menos sentido verdaderamente
al Espíritu Santo de Dios en su vida antigua y angelical del
cielo. Y esto ha sido así para mal eterno de Satanás desde
siempre, porque "su corazón jamás sintió amor por la verdad y
por la causa justa de la justicia infinita de Dios y de su
Árbol de vida eterna", ¡nuestro Señor Jesucristo!
Y todo esto es sólo posible para Satanás, "si hace que todas
sus tinieblas llenen la tierra y hasta aún más allá del
cielo, también", para gobernar por siempre en su espíritu de
error y de pecado eterno a todo ser viviente. Pero "nuestro
Señor Jesucristo derroto su plan diabólico", cuando le puso
fin al pecado y sus tinieblas en el corazón y en las almas
infinitas de todos los que aman a Dios en su espíritu, en su
verdad y en su justicia de comer y de beber por siempre de la
comida del cielo, ¡el Árbol de la vida eterna!
Es por esta razón, que es muy importante en la vida de cada
hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, "recibir y
exaltar el nombre bendito de nuestro Árbol de vida", para que
el corazón de nuestro Padre Celestial se engrandezca más
hacia nosotros, y nos bendiga por siempre y para siempre en
su nueva eternidad celestial, pero ya. Porque sólo así
entonces cada uno de nosotros, en nuestros millares, de todas
las razas, pueblos, linajes, tribus y reinos de la tierra,
"habrá hecho verdad y justicia para gloria y para honra de su
nombre eterno en su vida en la tierra y para su vida
celestial renovada del paraíso, por amor eterno a nuestro
Salvador Jesucristo".
Ciertamente, con nuestro Salvador Jesucristo en nuestros
corazones "el pecado deja de buscarnos para alcanzarnos con
sus enfermedades de siempre y con sus maldiciones eternas",
en la tierra y en el más allá, para siempre. Entonces mira al
Señor Jesucristo en tu vida y nunca más a las religiones,
"porque él es el Árbol de la vida que deja caer maná del
cielo": para que seas liberado de muchos males, como de los
que conoces y hasta aún de los que no conocerás jamás, porque
vienen y actúan en contra de tu vida desde el infierno.
Y sólo así el plan de Satanás de deshonrar el nombre muy
santo de nuestro Padre Celestial "culminara en nuestros
corazones y entonces habrá sido frustrado y terminado para
siempre su plan diabólico del paraíso", para que sólo haya
paz, gozo, felicidad y poder sobrenatural para vivir la nueva
vida eterna: ¡libre de Satanás por los siglos de los siglos!
Y, hoy en día, cada uno de nosotros puede gozar la derrota de
Satanás y de su pecado, "porque nuestro Señor Jesucristo lo
ha vencido con los poderes sobrenaturales del Espíritu de su
sangre y de su nombre santísimo, viviendo ya en nuestros
corazones, para alegría, gloria y honra eterna de nuestro
Padre Celestial que vive en los cielos".
El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.
¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!
Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.
LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS
Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre Celestial y de su
Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que
el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando
llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los
ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando
día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en
el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en
espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada
categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de
la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!
SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS
Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:
PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".
SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".
TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".
CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".
QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".
SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".
SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".
OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".
NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".
DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".
Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y deshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.
Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:
ORACIÓN DEL PERDÓN
Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.
Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:
NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.
¡CONFÍA EN JESÚS HOY!
MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.
YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.
- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.
Disponte a dejar el pecado (arrepiéntete):
Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.
QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.
¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?
¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?
Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:
Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.
Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.
Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.
El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.
El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, para la eternidad.
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