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(IVÁN): SÍ BENDICES A UN SIERVO DE DIOS, PORQUE ES DE CRISTO, SERÁS BENDITO

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IVAN VALAREZO

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Jan 5, 2008, 12:32:58 PM1/5/08
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Sábado, 05 de enero, año 2008 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica


(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)

SÍ BENDICES A UN SIERVO DE DIOS, PORQUE ES DE CRISTO, SERÁS
BENDITO


Porque esa es la Ley del cielo, "bendecir sin más tardar a
los que bendicen a los hijos e hijas de Dios en todos los
lugares de la vasta creación de Dios", en el cielo, en el
paraíso y como la tierra, de nuestros días y de siempre, por
ejemplo. Porque esto es lo que "agrada al corazón sagrado de
nuestro Padre Celestial, bendecir poderosamente a los que
bendicen a sus hijos y a sus hijas, para que sean también
benditos por igual cada uno de ellos", en la tierra y así
también en la nueva era venidera de su nuevo reino celestial.

Puesto que, "una bendición sincera y sencilla del corazón"
del hombre, de la mujer, del niño o de la niña hacia todos
aquellos que aman a Dios, "por medio de su fruto de vida
eterna", nuestro Señor Jesucristo, entonces realmente "se
están bendiciendo ellos mismos" sobrenaturalmente. Y "esta
bendición veraz no morirá jamás delante de Dios y de su
Espíritu Santo, para que ningún bien les falte en sus vidas
ni en la vida de los suyos para siempre", en la tierra y así
también en el más allá, como en el paraíso o como en La Nueva
Jerusalén Santa e Imponente del cielo, por ejemplo.

Porque la verdad es también que "nuestro Padre Celestial ama
infinitamente a todos aquellos que tienen siempre un buen
corazón y un buen espíritu, para bendecir limpiamente con sus
vidas a los que sirven a Dios, en el espíritu, en la verdad,
en la justicia y en el derecho de la Ley de Moisés y de
Israel", por ejemplo. Dado que, para nuestro Dios "todo aquel
que bendice con su corazón y con su vida a sus siervos y a
sus siervas en toda la tierra, realmente está bendiciéndole a
Él mismo, a su palabra, a su Ley Sagrada y a su nueva vida
infinita de su gran ciudad celestial", como La Nueva
Jerusalén Santa y Grandiosa del cielo.

Y tú mismo te preguntaras, por cierto, mi estimado hermano y
mi estimada hermana: ¿Quién es el siervo o sierva de Dios en
toda la tierra? Pues muy buena pregunta te has hecho y muy
sincera al mismo tiempo, porque la repuesta a ella no está
lejos de la escritura, ni menos de tu corazón y de tu
conocimiento humano.

La verdad "no es difícil de ver y entender" quienes son
realmente los que sirven a Dios y quienes no, en todas las
familias de las naciones de la tierra. Nuestro Señor
Jesucristo "nos dio un buen ejemplo, en sus muchas enseñanzas
y en su palabra viva, por ejemplo". Él simplemente nos dijo:
"Todo aquel que da buen fruto es de Dios, por tanto, es un
buen árbol. Porque ningún árbol malo les va a dar buen fruto,
ni ningún buen árbol les va a dar malos frutos".

Entonces a los hombres los conocerán por sus frutos, sean
buenos o sean malos sus frutos. Es decir, que si tú hermano
te manifiesta buenas obras y buenas palabras siempre,
ciertamente él es de Dios, por tanto, lleva buenos frutos en
su vida delante de ti y de los demás. Por lo contrario, si no
es así, entonces significa que jamás saldrá de él o de ella
ningún buen fruto, ni ninguna buena palabra, digna de verdad,
de justicia y del cumplimiento del derecho de la Ley de Dios,
por ejemplo, para con él mismo, los suyos y para con los
demás.

Así pues, conocerás siempre quien sirve a Dios y quien no,
para que no seas engañado jamás por ellos, ni muchos menos
por Satanás, por ejemplo. Y al que sirve a Dios, pues
ayudarle, apoyarle, sostenerle siempre para que las buenas
obras avancen en la tierra para bien de muchos y así las
tinieblas dejen de seguir su curso de mal en peor, en la vida
de la humanidad entera y en todos los lugares de la tierra.
Porque son las buenas obras y las buenas palabras, como las
que descienden del cielo por el Espíritu Santo, como de
nuestro Padre Celestial y como las del Árbol de la vida,
nuestro Salvador Jesucristo: "las que realmente bendicen y
ayudan mucho en la vida del hombre y de la mujer para crecer
y para superar el mal del Satanás siempre".

Porque ésta es realmente "la bendición celestial" que
diariamente el hombre, la mujer, el niño y la niña de la
humanidad entera, necesitan de Dios, como la tierra necesita
de los rayos del sol para crecer continuamente y tener luz y
así por siempre ser libres de los males terribles de las
tinieblas de Satanás y de su gente de maldad. Entonces no nos
es difícil encontrarnos con gente que son de Dios y le sirven
fielmente día y noche, para que "el Espíritu de la verdad, de
la justicia y del derecho eterno de su Ley Viviente florezca
siempre en todos los lugares de la tierra, para bien de
muchos".

Y esto es, en verdad, como lo fue en la antigüedad así pues
también, hoy en día, para derrotar en cada momento a cada una
de las más terribles profundas tinieblas de Satanás y de su
gente de gran maldad, "para que la luz del cielo sobreabunde
en toda vida humana", como en el paraíso con los ángeles, por
ejemplo. Porque nuestro Padre Celestial "desea hacer de la
tierra un paraíso glorioso", como en el cielo, como en La
Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del más allá, por ejemplo:
"llena de siervos y de siervas a él y a su nombre santísimo,
para que sólo reine la luz de la verdad, la justicia y el
derecho de su Ley Eterna". Y en estos lugares celestes todos
se bendicen mutuamente en Jesucristo.

Y, es por eso, que "estamos llamados por nuestro Padre
Celestial a ser sus siervos y sus siervas por medio de
Cristo, "para alcanzar una vida mucho mejor en esta vida y en
la nueva era venidera, entonces vivir su nueva vida
infinita", libre de los males del pecado y vivir fijamente de
los frutos del buen Árbol Eterno, ¡nuestro Jesucristo!
Entonces cualquiera que les dé un vaso de agua en mi nombre,
porque son de Cristo, de cierto les digo que jamás perderá su
recompensa, "les decía el Señor Jesucristo a sus apóstoles y
a sus discípulos delante de las multitudes, para que
entiendan todos de que sus vidas son muy preciosas para
nuestro Dios y para sus ángeles del cielo".

Para que de esta manera, "todo aquel que desee bendecir a su
Padre Celestial que está en los cielos, pues entonces muy
bien lo puede hacer con todo aquel que cree en él, por medio
de su Hijo amado", nuestro único fruto de vida eterna, en el
paraíso, en la tierra y en la nueva era venidera, también y
para siempre. Porque en la nueva vida del nuevo reino de
Dios, los ángeles y así también los seres humanos, como de
todas las familias, razas, pueblos, linajes, tribus y reinos
de la tierra, "tendrán que seguir comiendo y bebiendo del
fruto del Árbol de Dios, nuestro Señor Jesucristo, para no
volver a tener sed, ni hambre jamás en sus nuevas vidas
infinitas".

Es decir, que "sólo los que creen en Dios, en sus corazones,
por medio de su Hijo amado, confesando con sus labios su
nombre santo y salvador, entonces son realmente hijos e hijas
del Altísimo", por lo tanto, "tienen acceso día y noche al
Árbol de vida", en el paraíso, en la tierra y en la nueva era
venidera, también. Entonces nuestro Padre Celestial "desea
que todo hombre, mujer, niño y niña de todas las familias de
la humanidad entera, reciba en su corazón, cuanto antes
mejor, el nombre muy antiguo y sumamente repleto de
bendiciones de la vida antigua de nuestro Padre Celestial y
de su Árbol de la vida eterna", para vivir en paz con Él
infinitamente.

Y, "sólo de esta manera poder entonces tener poderes
sobrenaturales en su corazón y en su espíritu humano para
bendecirse a si mismo y a los demás de igual forma, para
gloria y para honra infinita de nuestro Padre Celestial y de
su nombre muy santo", por ejemplo. Porque "nuestro Padre
Celestial desea día y noche que todo hombre y mujer, que todo
niño y niña se bendigan a si mismos y los unos a los otros,
en el nombre sagrado de su Hijo amado, ¡nuestro Señor
Jesucristo!, para que haya paz y prosperidad siempre en sus
nuevas vidas infinitas".

De otra manera, "no hay paz ni menos vida para ningún ángel
del cielo y así también para Adán ni para ninguno de sus
descendientes", en sus millares, en todos los lugares de la
creación de Dios. Porque "el bendecirse a si mismo y ayudarse
el uno al otro, a como de lugar en el nombre de Jesucristo",
como en el cielo con los ángeles, por ejemplo, es lo que
realmente hace la gran diferencia para que haya crecimiento,
prosperidad y mucha paz entre los hombres, mujeres, niños y
niñas de la humanidad entera entre todas las naciones.

Y "todos tenemos que aprender a darnos el uno al otro de las
bendiciones sobrenaturales de nuestro Señor Jesucristo y de
su Espíritu Santo, aunque seamos extraños o de tierras
lejanas", para gloria de nuestro Padre Celestial en el cielo
y así también en nuestro diario vivir en la tierra. Porque
"sólo nuestro Señor Jesucristo es la paz verdadera para el
corazón y para el alma viviente" del hombre, de la mujer, del
niño y de la niña de la humanidad entera, así como lo es para
los ángeles, arcángeles, serafines, querubines y demás seres
santos del cielo, por ejemplo.

De otra manera, "si no nos damos a Jesucristo el uno al otro,
no importando jamás el statu quo de la persona, entonces
simplemente no podremos vivir como Dios desea que vivamos
como los ángeles en el cielo", sino que seguiremos
haciéndonos mal el uno al otro, como dándonos siempre de los
frutos malos del árbol prohibido, por ejemplo. Es por eso,
"que era imprescindible para nuestro Padre Celestial y para
el primer hombre comer del Árbol de la vida primero antes de
comer de cualquier otro árbol del huerto del Edén", para que
haya paz, prosperidad y mucha luz en su vida humana y como,
también, con cada uno de sus descendientes, en sus millares,
comenzando con Eva.

Porque "éste Árbol de la vida eterna es, de modo definitivo,
su Hijo amado, nuestro único posible gran rey Mesías de todos
los tiempos, nuestro Señor Jesucristo", para darnos vida y
paz en abundancia en esta vida, y en la venidera la vida
inmortal e inseparable de nuestro Padre Celestial y de su
Espíritu Santo, para siempre. Por ello, para nuestro Padre
Celestial, "cada uno de los hombres, mujeres, niños y niñas
de la humanidad entera, que cree en él, por medio de su fruto
de vida, entonces es muy importante en su corazón y en su
nueva vida infinita"; pues es realmente tan importante su
vida como su mismo Árbol de vida eterna, ¡nuestro Salvador
Jesucristo!

Consecuentemente, todo aquel que bendiga a uno de sus
pequeños, en cualquier tiempo o lugar de la tierra, realmente
se bendice a si mismo infinitamente, delante de Dios y de su
Espíritu Santo, para no perder jamás ninguna de sus muchas y
ricas bendiciones sobrenaturales, de su corazón y de su alma
eterna, por ejemplo, para vivir por siempre feliz. Es decir,
que nuestro Padre Celestial jamás se olvidara del corazón y
del alma eterna de aquel hombre o mujer, de aquel niño o
niña, que bendijo con su corazón y con los frutos de su vida
a uno de sus siervos eternos o de sus siervas eternas, que
cree en Él, por medio del Espíritu de fe, de su Jesucristo.

En la medida en que, "para nuestro Padre Celestial cada uno
de estos pequeños que cree en él por medio de su Jesucristo,
es aquí cuando realmente se goza su corazón y toda su alma
santísima" en el cielo, en la tierra y así también en la
nueva vida infinita de su nuevo reino celestial. Porque la
verdad es que "cada uno de los hombres, mujeres, niños y
niñas de las naciones de la tierra, que cree en su corazón y
así confiesa su amor eterno hacia su Dios y Creador que está
en los cielos, únicamente por medio del nombre glorioso de su
Jesucristo, entonces es su verdadera gloria para su nueva era
infinita".

"Una gloria sumamente infinita y, simultáneamente, muy
especial para su corazón eterno", la cual siempre ha buscado
desde siempre, como desde los primeros días de la antigüedad
y hasta que la encontró en Adán, en Eva y en ti, mi estimado
hermano y mi estimada hermana, en un día como hoy, por
ejemplo, para vivir felizmente ya su nueva eternidad
venidera. Ciertamente, en la tierra no le faltara jamás
ningún bien del cielo ni de la tierra en su corazón y en toda
su vida, y en la nueva era venidera de su nuevo reino
celestial, "nuestro Dios se asegurara personalmente que aquel
hombre o aquella mujer de buena fe y de buena voluntad no
pierda nunca su bendición celestial e infinita".

"Pues así bendice nuestro Padre Celestial infinitamente a
todos aquellos que bendicen a sus siervos y a sus siervas,
porque son de Cristo, por ejemplo", en la tierra y así
también en la nueva era venidera de su nuevo reino celestial.
Es por eso, "que es bueno bendecir siempre, en vez de hacer
todo lo contrario en la vida de cualquier hombre, mujer, niño
o niña de Dios", como del que ha creído en su corazón, que
nuestro Señor Jesucristo es su gran rey Mesías y único
posible salvador de su vida, para siempre.

Universalmente, para nuestro Dios "cada vida humana es muy
importante para Él y para su nuevo reino celestial"; es por
eso, que "no espero mucho tiempo en enviar a su Jesucristo a
morir la muerte cruel sobre los árboles cruzados de Adán y
Eva, sobre la cima de la roca eterna, para ponerle fin al
ángel de la muerte". Porque para nuestro Padre Celestial, "la
muerte es pecado o, muy bien podemos decir también, que el
pecado es la muerte eterna" para los ángeles caídos y así
también para todo pecador y para toda pecadora de todos los
tiempos de la vida de toda la tierra.

Y es precisamente "ese ángel de la muerte, el cual traerá
muerte a tu vida ya, si Cristo no es tu Salvador en tu
corazón y en tu vida, también, hoy en día y eternamente", mi
estimado hermano y mi estimada hermana, en el más allá, como
en el lago de fuego, la segunda y muerte final de tu alma
eterna. Es por eso, que nuestro Padre Celestial "llama desde
el paraíso a todo hombre, mujer, niño y niña de la humanidad
entera, ha escapar el mal del pecado y de su muerte segura en
el infierno y en el lago de fuego", sólo posible por medio de
la invocación espiritual de su Hijo amado, ¡nuestro Señor
Jesucristo!

Y "el enseñarle a otros a escapar el mal del pecado, por
medio del fruto del Árbol de la vida ", en sí, está haciendo
en su vida "lo que Dios deseo hacer desde el cielo con la
vida de Adán y con la vida de cada uno de sus descendientes",
en sus millares, en todos los lugares de la tierra. Porque
nuestro Padre Celestial "sólo desea bendiciones y vida en
abundancia para Adán y para cada uno de sus hijos e hijas de
todas las familias, razas, pueblos, linajes, tribus y reinos
de toda la tierra, para alcanzar nuevas santidades infinitas
aún no conocidas ni por los ángeles más sabios del cielo, por
ejemplo".

Consiguientemente, para nuestro Padre Celestial, "el que sabe
hacer el bien y no lo hace, entonces le es contado como
pecado en la tierra y en el reino de los cielos, también,
para llevarlo a juicio" en el día del Gran Juicio Final de
Dios y de su Jesucristo de todas las cosas (hechas y escritas
en los libros del cielo). Pero "el que sabe hacer el bien y
lo hace, entonces para nuestro Padre Celestial aquel hombre,
mujer, niño o niña, tiene un lugar muy importante en su
corazón sagrado" y en su nueva vida infinita: ¡la felicidad
eterna!

Por cuanto, "nuestro Padre Celestial nos llama diariamente a
ser sus siervos eternos a su nombre santo, por medio de su
Hijo amado, nuestro Árbol de vida eterna del paraíso y de la
tierra", para que tengamos poderes sobrenaturales y en
abundancia para ayudar a muchos siempre y hasta que su nuevo
reino celestial empiece en nuestras vidas, por ejemplo.
Porque "ese es el Espíritu que nuestro Padre Celestial nos ha
regalo por medio de su Hijo", nuestro Señor Jesucristo: A
ayudarnos legalmente con los poderes del cielo los unos a los
otros, especialmente con aquellos que están obrando siempre
en la buena obra de nuestro Dios y de su gran rey Mesías, ¡
nuestro Señor Jesucristo!, para bien eternos de muchos.

Ciertamente, "nuestro Padre Celestial por siempre bendecirá
sus almas infinitas, sin jamás olvidarse de ninguno de
ellos", en sus millares, de todas las familias de las
naciones de la tierra, como a los que bendicen día y noche y
sin cesar a sus siervos, porque son de su Hijo amado, su
Jesucristo, ¡el único posible Mesías Salvador de todos los
tiempos! Pues "ellos mismos han sido comprados con precioso
precio de sangre santa y sumamente bendita del corazón del
mismo Dios de toda vida del cielo y de la tierra, también,
como del corazón de su Espíritu Santo, como del corazón de su
Árbol de vida eterna", ¡nuestro único posible Salvador
Jesucristo!

Porque la verdad es también que "para todo ser viviente del
cielo como ángeles, o de la tierra como hombres, mujeres,
niños y niñas, entonces tienen que estar completamente
protegidos por nuestro Padre Celestial, por los poderes
sobrenaturales del Espíritu de vida eterna de su Árbol
viviente", ¡nuestro Salvador Jesucristo! Para que de esta
manera, el enemigo eterno de nuestro Padre Celestial, el cual
es Satanás, "no pueda jamás contaminar sus corazones y sus
vidas con sus palabras llenas de las tinieblas de mentiras y
de enfermedades terribles del más allá" (las cuales pueden
muy bien llevar a cualquiera a la perdición eterna del
infierno, por ejemplo).

Además, nuestro Padre Celestial "no desea ver a ninguno de
sus hijos e hijas en el camino de la perdición y hacia la
maldad eterna, manchados con los pecados de Adán y Eva, por
ejemplo", como mentiras terribles que creyeron en sus
corazones de parte de Satanás para mal de sus vidas y de sus
almas infinitas. En verdad, nuestro Padre Celestial "sólo
desea ver a cada uno de ellos salvos de los males terribles
del pecado y llenos del espíritu de amor y de la verdad
salvadora de su Árbol de vida eterna", ¡nuestro Salvador
Jesucristo!

Porque mayor verdad de que el Señor Jesucristo es su Hijo
amado, su gran rey Mesías, "no hay otra igual" en el cielo,
ni en la tierra, ni en ningún otro lugar de la vasta creación
de Dios, para bendecir por siempre a los ángeles del cielo y
así también a cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad
entera. Entonces, hoy en día, como en la antigüedad: el que
cree en su corazón que el Señor Jesucristo es el Hijo de
Dios, realmente ha creído a una gran verdad infinita, "la
cual bendecirá y salvara su alma y su corazón infinitamente
y, por tanto, jamás podrá ser superara por ningún bien del
cielo ni de la tierra jamás".

Porque si en verdad "deseas sentir el Espíritu de gracia y de
amor infinito de nuestro Padre Celestial hacia su Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo", entonces tienes que amar a tu
prójimo, como a los siervos y como a las siervas de Dios, por
ejemplo, porque han sido comprados con sangre muy santa y muy
preciosa de Cristo. Porque todo aquel que ama a su prójimo,
entonces realmente está amando a su Dios y Fundador de su
vida, en la tierra y en el cielo, en el mismo Espíritu de
amor que Dios siente hacia su Hijo amado, nuestro único
Salvador Eterno, eternamente y para siempre.

En la medida en que, "después de nuestro Señor Jesucristo,
entonces nuestro Padre Celestial no podrá jamás perdonar
nuestros pecados, ni menos salvar nuestras almas para darnos
pasó hacia su nueva vida infinita" de su nuevo reino
venidero, por ejemplo, como su Nueva Gran Jerusalén Perfecta
y Eterna del cielo. Porque "sólo bendiciéndonos los unos a
los otros en nuestro Árbol de vida eterna, nuestro Salvador
Jesucristo, es que verdaderamente vamos a encontrar muchas de
las más ricas y gloriosas bendiciones de salud, de
crecimiento y de vida eterna", para nosotros mismos y para
todos los demás, también, hoy en día y para siempre.

Dado que, ese es el poder sobrenatural del evangelio de
nuestro Padre Celestial y de su Hijo amado, nuestro Señor
Jesucristo: "bendecirnos los unos a los otros por los poderes
sobrenaturales de su nombre sagrado y de su Espíritu de vida,
para que vengan siempre cada vez más y más días mucho mejores
a nuestras vidas y más no días malos". Es por eso, que
nuestro Señor Jesucristo ha sido un buen ejemplo del corazón
de nuestro Dios "para enseñarnos desde siempre, como desde
los primeros días de vida del hombre en el paraíso y en la
tierra, también, a que vivamos protegidos constantemente de
la presencia y de los males terribles del espíritu de
mentiras y de calumnias de Satanás".

Y esto sólo se logra en nuestras vidas día a día, diciéndonos
siempre los unos a los otros: "toda la verdad, es decir, las
verdades del amor de nuestro Padre Celestial hacia su Hijo
amado y hacia cada uno de nosotros, también", en nuestros
millares, en toda la tierra, para amarnos mutuamente, como
hermanos y como hermanas en nuestro Jesucristo. Porque "sólo
las verdades de Jesucristo nos llevan cada vez más y más
cerca al conocimiento perfecto de nuestro Padre Celestial que
está en los cielos", cuando las mentiras de Satanás hacen
todo lo contrario en nuestros corazones siempre, para
alejarnos cada vez más de nuestro Dios y Fundador de nuestras
vidas.

Porque "Satanás es un mal constante en nuestras vidas, ya sea
por su presencia terrible o por sus mentiras y por sus
calumnias antiguas", las cuales no cesan de maldecir nuestras
vidas, por ejemplo; pero "nuestro Jesucristo es un bien
constante en nuestros corazones", el cual jamás deja de
bendecirnos aún más allá de la tierra y del cielo, también.
Entonces "Satanás está siempre viendo como atacar a la imagen
y a la semejanza de Dios y de su Hijo amado en cada hombre,
mujer, niño y niña de la humanidad entera", como lo hizo en
el cielo, no tanto con los ángeles sino con Adán y Eva en el
paraíso y así también con sus descendientes en la tierra.

Es por eso, que cada vez que Satanás "ve a un ser humano,
entonces inmediatamente está buscando como atacarlo para
humillar y para destruir, si fuese posible, la imagen y la
semejanza de Dios en aquel hombre o mujer o en aquel niño o
niña, por ejemplo", en todos los lugares de la tierra, cada
vez que puede hacerlo así. Entonces Satanás es nuestro peor
enemigo en el paraíso, en la tierra y por siempre en el más
allá y hasta que deje de existir; es más, "Satanás es tanto
enemigo de nosotros, así como siempre lo ha sido de Dios y de
su Árbol de vida eterna", ¡nuestro Señor Jesucristo!

Y cada vez que sientas el ataque del enemigo de tu vida, "es
realmente el mismo ataque que nuestro Dios y su Jesucristo
han sentido en sus corazones y en sus vidas, cada vez que han
sido atacados con mentiras y con calumnias terribles de
Satanás, por ejemplo", en el cielo y en la tierra. Porque los
ataques de Satanás en contra de Dios "jamás cesaron en el
cielo, ni menos en la tierra" (pienso que en la tierra han
sido mayores aún que los antiguos ataques que hizo en el
cielo en contra de Dios, de su Árbol de vida eterna y de su
linaje humano, por ejemplo).

Ya que, "Satanás no ha cambiado en nada, desde el día que
comenzó a mentir y a calumniar delante de Dios", para hacer
caer a los ángeles del cielo en sus desgracias eternas y así
también en el paraíso con Adán y cada uno de sus
descendientes, en sus millares, en todos los lugares de la
creación de Dios. Pues lo mismo es, como hoy en día, contigo
y conmigo, por ejemplo, mi estimado hermano y mi estimada
hermana, "para hacernos creer a sus mentiras y a sus
calumnias religiosas, siempre dichas en contra de Dios y del
Espíritu de la Ley, nuestro Cristo, por medio de ídolos e
imágenes de talla y de mucha gente de gran maldad, también".

Por este motivo, "Satanás odia la vida del hombre" (la cual
es obra de las manos de Dios y el amor de Jesucristo), pues,
así también la vida de cualquier ser creado por la palabra y
por el nombre de nuestro Dios, Creador del cielo y de la
tierra. Y cuando Satanás ataca "entonces lo hace con gran
maldad y sin misericordia alguna en su corazón oscuro, no
tanto para herir al siervo o a la sierva de Dios, sino a Dios
mismo, a su Ley Eterna y a su Hijo amado", ¡nuestro Salvador
Jesucristo!

Porque "todo ataque de Satanás es siempre planeado para
destruir la obra de nuestro Padre Celestial y de su Hijo
amado, nuestro Árbol de vida eterna, nuestro Señor
Jesucristo, en nuestros corazones, en nuestras mentes, en
nuestras almas vivientes y en nuestras vidas infinitas", de
hoy en día en la tierra y así también de la nueva vida
venidera, por ejemplo. Y, por tanto, el que se deja usar por
Satanás, "para atacar a un siervo o a una sierva de Dios,
entonces está pecando terriblemente delante de nuestro Padre
Celestial y de su único Árbol de vida eterna", nuestro Señor
Jesucristo, para mal eterno de su vida y de los suyos,
también, en el cielo y en la tierra.

Porque el mal de Satanás "cuando entra en una persona,
entonces tiende a regarse a los demás, de una manera u otra y
hasta que lo logra para mal de muchos siempre". Entonces mi
estimado hermano y mi estimada hermana, "sí sientes en tu
corazón decir o hacer algún mal en contra de un siervo o de
una sierva de Dios, como de los que son de Jesucristo,
entonces piénsalo bien", para que no peques en contra de tu
misma alma eterna, delante de Dios y de sus ángeles
respetables, por ejemplo.

Piénsalo bien antes de actuar, "porque la verdad es que no
eres tú haciendo el ataque o la ofensa en contra de aquel
siervo o aquella sierva de Dios, sino que es el mismo Satanás
en tu corazón, en tus labios y hasta en tus manos, también",
y sin que te des cuenta de nada hasta que ya es demasiado
tarde. Es por eso, que es mejor siempre "dejarlo todo (o
cualquier dificultad) en las manos de nuestro Padre
Celestial, para que sea él mismo quien actúe por ti para
defenderte de cualquier ofensa del enemigo eterno de tu
vida" (el cual actúa clandestinamente en la vida de cualquier
pecador o de cualquier pecadora de toda la tierra, para
hacerte daño).

Por ello, nuestra única defensa ante cualquier ataque de
mentiras y de calumnias terribles de Satanás y de sus
seguidores malvados es, ni más ni menos, como en el reino de
los ángeles, como en el paraíso de Adán y Eva, por ejemplo,
"el mismo Espíritu Bendito del fruto de la vida eterna de
siempre", ¡nuestro único Salvador Jesucristo! Por ejemplo, si
Adán hubiese obedecido al llamado de Dios, de comer y de
beber del fruto del Árbol de la vida, desde el comienzo de su
vida en el paraíso, entonces "Satanás jamás hubiese intentado
acercarse a él, para hacerle su maldad, como la que ya
conocemos muy bien", sino todo lo contrario.

En verdad, "Satanás hubiese huido de Adán, porque donde está
el Espíritu de la sangre de Cristo hay comunión en el corazón
de aquel hombre o mujer, niño o niña, porque el enemigo tiene
que huir lo más lejos posible", para no ser tocado y,
simultáneamente, condenado por la santidad sobrenatural de
nuestro Salvador Eterno, ¡nuestro fruto de vida eterna! Es
por eso, que "si Adán hubiese comido del fruto del Árbol de
la vida eterna, en su día y en su hora, cuando Dios mismo lo
llamo y lo llevo al pie de su Árbol de vida, su Hijo amado,
entonces no hubiese caído nunca", en las mentiras, ni en las
calumnias terribles de gran maldad de Satanás.

Realmente, Adán y sus descendientes, comenzando con Eva, por
ejemplo, "hubiesen estado completamente protegidos de los
males terribles de las mentiras y de las calumnias de Satanás
en sus corazones y en sus vidas bendecidas sobrenaturalmente
por los poderes misteriosos del Espíritu glorioso del fruto
de la vida", como en el día que los llamo individualmente
nuestro Dios a obedecerle. Porque "todo poder de bendición",
de asistencia, de socorro, de protección y demás de la vida
de los ángeles y así también de todos los hombres, mujeres,
niños y niñas de la tierra, "están realmente disponibles a
toda hora del día, en el Espíritu del fruto de la vida
eterna", ¡nuestro Señor Jesucristo!, con tan sólo invocar su
nombre santo.

Para que de esta manera única, entonces los seres muy santos,
como arcángeles, serafines, querubines y demás seres benditos
del cielo y así también como los hombres, mujeres, niños y
niñas del paraíso y de la tierra, "vivan por siempre felices
y llenos de vida en sus corazones, en sus espíritus y en sus
cuerpos humanos, si sólo llaman a Jesucristo". Porque sólo
Jesucristo es el fruto del Árbol de la vida eterna, "el cual
realmente nos alimenta día y noche de todos los nutrientes
espirituales y materiales, como de los cuales necesitamos en
nuestros cuerpos, para sostener nuestras vidas" en la tierra
y así también en el paraíso o en La Nueva Jerusalén Gloriosa
del cielo, por ejemplo.

Por ello, el que ama a Dios y a su Árbol de vida eterna,
nuestro Señor Jesucristo, entonces "no podrá jamás hacerle
ningún mal a ninguno de sus siervos o de sus siervas, ni
mucho menos a nadie más jamás", sino todo lo contrario. Aquel
hombre, mujer, niño o niña siempre "ha de bendecir con sus
ruegos, oraciones, suplicas, intercesiones y demás poderes
espirituales a los siervos y a las siervas de Dios", porque
son de Cristo y, además, "porque sus vidas son para gloria y
para honra eterna de nuestro Dios y de su nueva vida
infinita", como en La Nueva Jerusalén Glorificada del cielo.


El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre Celestial y de su
Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que
el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando
llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los
ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando
día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en
el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en
espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada
categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de
la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y deshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.

Disponte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, por la eternidad.


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