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(IVÁN): OREMOS JUNTOS PARA GLORIARNOS EN NUESTRO SEÑOR INMENSAMENTE

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IVAN VALAREZO

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Nov 17, 2007, 2:37:05 PM11/17/07
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Sábado, 17 de noviembre, año 2007 de Nuestro Salvador
Jesucristo, Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica


(Cartas del cielo, escritas por Iván Valarezo)


OREMOS JUNTOS PARA GLORIARNOS EN NUESTRO SEÑOR INMENSAMENTE

Ciertamente, "nuestro Padre Celestial es Dios
misericordioso", y como él no hay otro igual en el cielo ni
en la tierra, para bendecir al hombre, a la mujer, al niño y
a la niña de la humanidad entera, hoy en día y para siempre,
en la eternidad venidera. Y no nos abandonará jamás, ni nos
destruirá por nuestros pecados, ni mucho menos se olvidará
del pacto que juró a nuestros antepasados, por amor a la vida
sacrificada de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo:
"sacrificada por cumplir su Ley Divina sobre los cuerpos de
los árboles cruzados de Adán y Eva, para borrar nuestras
maldades y darnos vida en abundancia".

Es por esta razón, que la oración hecha a nuestro Padre
Celestial, en el nombre del Señor Jesucristo, es eficaz,
sobrenatural y toda poderosa a la vez, en contra de todos los
males del enemigo, grandes y pequeños. Porque si nuestro
enemigo es derrotado y destituido de todos sus poderes
malignos en nuestras vidas, entonces "sólo bendición, paz,
gozo, felicidad, salud y vida en abundancia, seria nuestro
porvenir en la tierra día a día y sin cesar jamás y así,
pues, también en la nueva era venidera, del nuevo reino
celestial".

Por lo cual, es esta la vida que nuestro Padre Celestial
desea para cada uno de todos nosotros, en nuestros millares,
en todos los lugares de la tierra, "sin el mal del enemigo de
nuestra verdad, de nuestra justicia y de nuestro derecho a la
vida eterna, en la tierra y en el paraíso". Y Satanás ha
atacado estas verdades de nuestras vidas, día y noche desde
el día que Adán y Eva fueron formados en las manos de nuestro
Padre Celestial: "para que no encontremos jamás el centro de
nuestro vivir en el paraíso, en la tierra, ni mucho menos en
La Nueva Jerusalén del cielo".

Es por esta razón, que la victoria de nuestro Señor
Jesucristo en contra del pecado y de sus males eternos, sobre
la roca eterna y los árboles cruzados de Adán y Eva, en las
afueras de Jerusalén, en Israel, "es así también de
importante en nuestros corazones, hoy en día, para que
Satanás muera en nuestras vidas, desde ya e infinitamente".
Porque la vida del hombre "sin la influencia de Satanás en su
corazón y en su alma eterna es, realmente, una vida de
constante crecimiento, el cual va creciendo de gloria en
gloria y sin parar jamás de crecer en la tierra ni en el
paraíso, para siempre". Sí, el hombre sin Satanás en su vida
"es infinitamente feliz, por su naturaleza celestial de
nuestro Dios y Padre Celestial, por su Espíritu Santo y por
su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo".

Es decir, que todo lo que Dios ha hecho con su Espíritu
Santo, "desde el comienzo de todas las cosas en la tierra y
con su Hijo amado en la tierra escogida de Canaán, ha sido
realmente para que nuestras oraciones y comunión con Él y con
su Espíritu Santo sean de las mejores infinitamente". Porque
la verdad es que "sin la abundancia del Espíritu de Dios y
sin la sangre eterna de nuestro Señor Jesucristo
infinitamente cumplida y glorificada en la Ley de Dios y en
la vida de todos nosotros, entonces la vida seria totalmente
terrible e imposible de vivirla en la tierra y así también en
el paraíso", para siempre.

Por lo tanto, "la Ley de Moisés y del Mesías ha sido cumplida
e infinitamente honrada hasta lo sumo en la vida y en la
sangre del Hijo del hombre, nuestro Señor Jesucristo y más no
en la vida de los ángeles del cielo", por ejemplo. Porque los
ángeles del cielo "sufrieron una gran rebelión de Satanás en
contra de Dios, por razones de la Ley y del nombre bendito y
mesiánico del Árbol de la vida de nuestro Padre Celestial,
nuestro Señor Jesucristo, para mal eterno de muchos de
ellos" (de los cuales, hoy en día, están condenados por sus
propias palabras erradas al fuego eterno).

Entonces los que estaban en contra de la Ley y del nombre
grandioso de nuestro gran rey Mesías, el Señor Jesucristo,
pues en su día de gran rebelión, "tuvieron que salir del
cielo para vivir en el bajo mundo". Como en el infierno, "en
donde la Ley Divina no es conocida en su plenitud de su
Espíritu de gracia y de misericordia infinita para vivir una
vida eterna, llena de la gloria celestial --ni tampoco el
nombre sagrado de nuestro salvador Jesucristo es conocido en
sus corazones ya muertos", para posteriormente ser destruidos
en el lago de fuego por sus maldades.

Porque la verdad es también, de que "todo aquel que no honre
la Ley de Dios en el Espíritu de la vida y de la sangre del
gran rey Mesías, nuestro Señor Jesucristo, entonces para
nuestro Padre Celestial éste ser está muerto, para siempre,
sea ángel caído del cielo u hombre pecador de la tierra".
Porque "el pacto de amor y de gracia infinita, por el cual
nuestro Padre Celestial lo ha jurado de una vez por todas y
para siempre para la nueva eternidad venidera, realmente, ha
sido por todos nosotros": de todas las razas, familias,
linajes, tribus y reinos de la tierra y más no tanto por los
ángeles del cielo.

Es decir, que en nuestro Padre Celestial, "gracias a la vida
sacrificada y muy honrada, por cierto, de nuestro Señor
Jesucristo, entonces tenemos la atención de nuestro Creador
para oír cada una de todas nuestras oraciones, peticiones,
ruegos, suplicas e intercesiones hechas hacia Él", para bien
de nuestras vidas y de los demás, en todos los lugares de la
tierra. Para que Él mismo "nos perdone nuestras faltas y
bendiga nuestras vidas diariamente y por siempre en el cielo,
por amor al Espíritu divino de su pacto eterno de amor": el
cual hizo con nuestros antepasados por amor a nosotros, en
todos los lugares de la tierra, para llenarnos de su gracia y
de sus bendiciones de salud eternal.

Entonces, hoy en día, "nos podemos acercar a nuestro Padre
Celestial (sin temor alguno al pecado y sin sus males
eternos), por medio del Espíritu de su pacto de amor y de
gracia infinita, para bendecir nuestras vidas sublimemente",
por medio de la vida y de la sangre de nuestro Señor
Jesucristo. Porque en nuestros días y así como en la
antigüedad, "nuestro Padre Celestial ha sido siempre un Dios
lleno de abundante misericordia y de gracia infinita para
todos los que se acercan a Él", siempre en el Espíritu de fe,
del nombre sagrado de Jesucristo, en sus corazones y en sus
labios, para perdonar sus faltas y sanar sus vidas
infinitamente.

En vista de que, para nuestro Padre Celestial "no hay nada
mejor (o de mayor sacrificio espiritual y humano), en el
corazón y en los labios del hombre, de la mujer, del niño y
de la niña de la humanidad entera, que no sea, realmente, el
Espíritu del nombre glorioso y sumamente milagroso de su Hijo
amado", ¡nuestro Señor Jesucristo! Para Él mismo entonces
poder atender personalmente a cada una de nuestras
necesidades, sean grandes o pequeñas para bien de nuestras
vidas y de los demás, también.

En la medida en que, nuestro Padre Celestial "es quien nos
perdona nuestros pecados, el que nos alivia nuestras
dolencias, el que nos sana de todos nuestros males, para que
no caigamos jamás en el sueño eterno del mal, sin
primeramente haber vivido con Él, en su Espíritu de paz,
gloria, amor y gracia eterna de su Hijo", ¡nuestro Señor
Jesucristo!

(Las siguientes "cartas" te ayudaran a entender la
importancia de orar juntos continuamente para gloriarnos en
el nombre de nuestro Padre Celestial, para satisfacer su
perfecta voluntad en nuestros corazones, en nuestras mentes,
en nuestros espíritus, en nuestras fuerzas, en nuestros
cuerpos y en nuestras nuevas vidas humanas, en la tierra y en
el cielo, también, para siempre)


Carta del cielo:


OREMOS JUNTOS CONTINUAMENTE

La oración es eterna e inolvidable a la vez, para nuestro
Padre Celestial que está en los cielos y para cada uno de
todos nosotros, también, en la tierra y en la eternidad
venidera. Por lo tanto, "nosotros necesitamos orar al SEÑOR
de nuestras vidas para entonces poder vivir felices e
infinitamente", en el nombre sagrado de su Hijo amado, "y así
nos llene de su Espíritu Santo y de sus bendiciones muy
necesarias" para nuestro diario vivir por la tierra y,
también, para la nueva eternidad celestial.

Ciertamente, "nuestro Padre Celestial es muy personal con
nosotros" los seres humanos del paraíso y de las naciones de
la tierra y con todos sus seres creados del cielo, igual,
como arcángeles, serafines, querubines y demás seres santos
del reino de Dios. Además, nuestro Padre Celestial "nos ha a
creado en sus manos santas y muy cerca de su rostro y de su
corazón santísimo, para que lo busquemos y lo hallemos, cada
vez que levantemos nuestras almas a Él, en el espíritu de
oración de su Hijo amado", ¡nuestro Señor Jesucristo!

Sin embargo, "los hombres y mujeres de la tierra, como de los
que aún no han recibido al Señor Jesucristo en sus corazones
(como su único salvador personal), entonces están lejos y
desposeídos de la realidad celestial de su Dios y Creador de
sus vidas", en el paraíso, como Adán y Eva y en la tierra
como cualquier pecador de siempre. Entonces "mientras los que
no han recibido al Señor Jesucristo en sus corazones, como su
único y suficiente salvador de sus vidas, sus oraciones no
son recibidas en el Altar de Dios, porque no han cumplido con
los primeros requisitos del paraíso", para tener una comunión
real y fructífera con el Creador de sus nuevas vidas
eternales, ¡el fruto de la vida!

Y "éste requisito bíblico y del paraíso para los hombres,
mujeres, niños y niñas de todos los tiempos, desde la
antigüedad y hasta nuestros días, por ejemplo, es de amarle a
Él en oración eterna, sólo en el espíritu y en la verdad de
la sangre y de la vida de su Cordero Escogido, su Hijo", ¡el
Mesías del cielo! Ciertamente, "los que no conocen al Señor
Jesucristo en sus corazones no han alcanzado los requisitos
básicos del paraíso o de las Escrituras para tener comunión
con Dios y así hacer que sus oraciones sean efectivas
siempre", en la tierra y en la nueva vida infinita del nuevo
reino celeste, como La Nueva Jerusalén del más allá, por
ejemplo.

Porque "si Abraham no hubiese creído a Dios y a la venida de
su Hijo, ¡nuestro Mesías!, en Sara (su esposa), sobre el
Moriah o sobre la roca eterna, en las afueras de Jerusalén,
para ponerse en el lugar de Isaac y de todo pecador, para
expiar con su sangre santa nuestros pecados, entonces nadie
(hebreo o gentil) hubiese alcanzado jamás su fe salvadora".
Verdaderamente, hoy mismo, "estuviéramos muertos en nuestros
delitos y pecados, si la fe salvadora de Abraham no hubiese
empezado en su corazón para regarse hacia los corazones de
todos los hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad
entera, desde el Moriah para generaciones venideras y hasta
que Cristo vuelva a Israel y a reinar infinitamente, para
gloria de Dios".

Es más, "la oración de ningún hombre hubiese sido posible
para ser oída por Dios en el cielo, ni menos en la tierra,
para siempre: Realmente, la vida fuese totalmente imposible e
infructífera en el paraíso, en la tierra y en la eternidad
venidera, también". Porque "una vida sin el Espíritu de
oración de nuestro Señor Jesucristo en nuestros corazones y
en nuestros espíritus humanos, entonces realmente para
nuestro Padre Celestial no es vida, ni tampoco para su
Espíritu Santo, ni para ninguno de sus millares de ángeles
del paraíso, ni menos en la tierra, ni mucho menos en la
nueva eternidad celeste, realmente".

Pero "gracias a las oraciones de los hombres, como Abraham,
por ejemplo, que le creyeron a su Dios, de que algún día no
muy lejano nos enviaría a nuestras vidas a su Hijo amado,
para que interceda por nosotros, cada vez que levantemos
nuestros corazones y nuestras almas eternas al paraíso, para
orar delante de Él y en su nombre santo". Porque "todo
cristiano verdadero tiene su corazón centrado en su Dios y
Creador de su vida, por medio del Espíritu de fe y del amor
infinito de su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo!, para
ver y para vivir la vida de Dios, siempre en el paraíso, en
la tierra y así también en La Nueva Jerusalén Infinita del
cielo".

Por lo tanto, "cada cristiano y cada cristiana dependen para
todo de su Dios y Fundador de sus vidas, por medio de su
Árbol de la vida, como debieron de haber dependido Adán y
Eva, en el paraíso desde el primer día, para agradar a
nuestro Padre Celestial en toda verdad, derecho y justicia
infinita, por ejemplo", ¡nuestro Señor Jesucristo!
Ciertamente, "cada uno de ellos tiene toda la razón del cielo
y de la tierra, para expresar su más profundo agradecimiento
a su Dios y Creador de sus vidas: con alabanzas, con
adoraciones, por todas sus bendiciones, como oraciones
contestadas, familiares liberados de todas clases de males de
la tierra y del más allá, también, por ejemplo, y demás".

Pero "cada cristiano y cada cristiana, de hoy en día y como
en la antigüedad, por ejemplo, ciertamente tienen mucho más
agradecimiento a su Dios por todas las ricas bendiciones que
llegan a sus corazones, a sus almas y a sus muy amados, desde
las alturas del cielo infinito y de la tierra, de nuestros
días, también". Realmente "cada uno de ellos responde día y
noche al Espíritu de amor de Dios, por medio de sus
alabanzas, oraciones, ruegos, suplicas y exaltaciones de
acción de gracias al Espíritu Sagrado de su nombre muy santo,
por ejemplo, por la salvación infinita de su alma: salvación
monumental del peligro terrible del infierno y de la muerte
segura del lago de fuego.

Porque "el verdadero amor de nuestro Padre Celestial, el cual
es único en el cielo y así también en toda la tierra y por
siempre en la eternidad venidera, sólo es posible por medio
de la encarnación y vida de Cristo Jesús, salvador nuestro:
para que no muramos jamás en nuestros pecados, ni en el lago
de fuego eterno. Como "tan importantes son también en
nuestras vidas eternas: su expiación sobrenatural de su
sangre viva sobre la cruz del Gólgota, su resurrección al
Tercer Día, después de haber sufrido una muerte cruel y,
también, por su continua presencia santa y sumamente gloriosa
por medio del Espíritu Santo en nuestros corazones y en
nuestro diario vivir por la tierra".

Realmente, "nuestras oraciones no podrán jamás ser
substituidas por ninguna buena palabra u obra de nuestros
corazones, de nuestras mentes, de nuestros labios, ni de
nuestras manos, para los necesitados de nuestras familias, de
nuestras tierras, ni del mundo entero, tampoco". "Nuestras
oraciones hacia nuestro Padre Celestial que está en los
cielos son únicas y, a la vez, muy preciosas para su corazón
santísimo, sólo por medio de su Árbol de vida eterna, el
fruto de la verdadera y única vida del cielo para todo ser
viviente, sean ángeles u hombres, mujeres, niños y niñas del
mundo entero", ¡nuestro Señor Jesucristo!

Pues "por más que nos afanemos a hacer muchas buenas cosas
para los que están sedientos, hambrientos, enfermos y
moribundos en la tierra, entonces aún así siempre tenemos que
regresar y depender de nuestro Dios y del Espíritu de amor y
de gracia infinita de la sangre y de la vida gloriosa de su
Hijo amado", ¡nuestro Señor Jesucristo!, para derribar todo
mal del enemigo. Porque "sin nuestro Padre Celestial viviendo
en nuestros corazones, gracias a las glorias alcanzadas por
su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, entonces cada una de
todas nuestras palabras y acciones de buenas obras han de
estar muertas en la tierra y así también delante de Dios, en
el cielo y sobre su Altar Eterno".

Como Adán y Eva, por ejemplo, sin Cristo Jesús en sus
corazones y espíritus humanos para orar delante de su Dios y
Creador de sus vidas, entonces ellos estaban muertos delante
de Dios, desde el primer paso de sus vidas en el paraíso.
Pues así como el hombre, la mujer, el niño y niña de la
tierra, de hoy en día, sin Cristo Jesús en sus corazones,
como el fruto de la vida eterna, ciertamente están tan
perdidos como sus progenitores en el paraíso, en la tierra y
en el más allá, también, eternamente y para siempre.

Entonces "tampoco podemos creer que las oraciones son
místicas y que nos alejan de toda realidad de la vida del
mundo en el que vivimos, lo cual jamás ha sido verdad, ni lo
será en el futuro de la vida del hombre, tampoco, en las
nuevas tierras y con nuevos cielos de Dios y de su Árbol de
vida infinita". Porque "toda oración es tan real, como la
misma necesidad que nos lleva a ella diariamente para
presentarnos delante de Dios, sólo en el Espíritu del nombre
sagrado de nuestro Señor Jesucristo, para que se acerque Él a
nosotros y nos bendiga infinitamente: para ya no sufrir más
el mal del pecado de siempre en la tierra, ni en la
eternidad, tampoco".

Y "esto es realmente para levantar nuestros corazones y
nuestras almas a nuestro Padre Celestial que está en los
cielos diariamente, para que oiga nuestras oraciones y así
nos ayude a vencer nuestros problemas, con sus soluciones y
ayudas sobrenaturales de los dones de su Espíritu Santo, de
su Hijo amado y, también, de sus ángeles del cielo, por
ejemplo". Ciertamente, "la oración efectiva es la que se basa
en la palabra viva del Antiguo y del Nuevo Testamento (La
Santa Biblia) de nuestro Padre Celestial y de su Hijo amado,
nuestro Cordero Escogido, en nuestros corazones y en nuestro
diario vivir por la tierra y siempre con nuestra mirada hacia
la nueva eternidad venidera de La Jerusalén del cielo".

Es por eso, que "es muy importante que todos siempre oremos
juntos a nuestro Padre Celestial que está en los cielos y en
nuestros corazones, igual, gracias al poder sobrenatural de
su Espíritu Santo y del nombre sublime de nuestro Señor
Jesucristo", ¡el único posible salvador de Israel y de las
naciones del mundo entero, hoy y para siempre! Porque
"nuestro Padre Celestial sólo nos puede bendecir a cada uno
de nosotros, comenzando con Adán en el cielo y como con
Abraham en la tierra, es decir, sólo con los que creen en su
Hijo amado, nuestro fruto de vida eterna, en sus corazones
eternos, ¡el gran rey Mesías de todos los tiempos, nuestro
Señor Jesucristo!


Carta del cielo:


GLORIENSE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR

"Gloríense en el nombre santo de su Hijo amado", nuestro
Señor Jesucristo, en sus corazones eternos, mis estimados
hermanos y mis estimadas hermanas, para que vean la vida
eterna", desde hoy mismo y por siempre" en la nueva eternidad
celestial. Pues, también, "alégrense día y noche los
corazones en toda la tierra, de los que buscan a nuestro
Padre Celestial, en el espíritu del amor, la verdad, el
derecho y de la justicia de su fruto de vida eterna" (la
única puerta abierta de la antigüedad y de siempre para
entrar en el reino de Dios), ¡nuestro Señor Jesucristo!

Por ello, "escudriñen en sus corazones a nuestro Padre
Celestial y a su poder sobrenatural de su amor infinito, para
vivir mejor siempre sus vidas en la tierra y en el más allá,
también", como en La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del
cielo" (La Jerusalén Infinita del cumplimiento perfecto de la
Ley de Moisés y del Mesías, para la eternidad). En la ciudad
de Dios y del nuevo reino celestial, "en donde habitaran las
naciones y sus familias por siempre, honrando el Espíritu de
la Ley de Dios y de su Mesías en sus nuevas vidas infinitas:
porque el salvador de sus vidas es el Señor Jesucristo, el
Hijo de Dios (el gran rey Mesías de Israel y de las
naciones).

Pues así "buscaran continuamente su rostro, mirando al cielo,
para que sus corazones brillen de alegría eterna desde ya",
en vez de brillar en las tinieblas de Satanás y de sus
ángeles caídos, de las profundidades de la tierra y del
infierno, también. Si, "glorificarnos en el SEÑOR por medio
del nombre santo de su Hijo amado es realmente vivir la vida
perfecta y del cumplimiento de la Ley de Moisés y del Mesías,
en la tierra y así también del paraíso y del nuevo reino
celestial", para no volver a ofender a nuestro Creador jamás
con nuestras palabras, ni con nuestras acciones equivocadas.

Entonces "esto es de brillar sostenidamente en la luz de la
nueva vida infinita de sus almas eternas, por la palabra de
Cristo, la cual sus mismos corazones y espíritus sedientos y
hambrientos, por el Espíritu del amor, la verdad, el derecho
y la justicia del Árbol de la vida, buscan incesantemente en
sus corazones y en sus espíritus infinitos hasta
encontrarlo". Y esto es "de encontrar a su Dios y Creador de
sus vidas, en la tierra o en algún lugar de la creación, como
en el reino de los cielos o como en La Nueva Jerusalén
Perfecta de la nueva vida infinita de Dios y de sus seres muy
amados", como ángeles y hombre, mujeres, niños y niñas de las
naciones.

Porque "el espíritu del corazón y del alma del hombre de la
tierra, así como Adán en el paraíso, tiene que amar y
glorificar al Creador de su vida, de una manera u otra, para
entonces aprender a vivir su vida normal", por la cual
nuestro Dios lo creo en el comienzo de todas las cosas, en el
cielo. Y "esto es verdad con cada uno de nosotros, en
nuestros millares, en toda la tierra, comenzando con la
primer vida humana del paraíso, por ejemplo", desde el primer
día que vio la luz del día en su vida, para encontrar en un
día como hoy: al dador de su vida infinita, por medio de su
Hijo amado, ¡el Cristo!

En vista de que, "la gloria del corazón y del alma del hombre
es de haber encontrado a su salvador personal y confesarlo
día y noche y por siempre con sus labios: como el Hijo amado
de Dios, en esta vida y así también en la eternidad", para
alcanzar nuevas victorias eternales para nuestro Padre
Celestial, en el reino de los cielos. Porque "la verdad es
que ningún ser viviente del cielo como los ángeles, o de la
tierra como hombres, mujeres, niños y niñas, no podrán
conocer, ni menos vivir sus verdaderas vidas, por las cuales
fueron creados en el principio de las cosas", para el
propósito supremo de servirle a su Dios y a su nombre
santísimo, en la eternidad.

Por cuanto, el ser creado, "el cual no ha gustado jamás del
fruto del Árbol de la vida, nuestro Señor Jesucristo,
entonces no está al tanto en su corazón y en todo su espíritu
angelical o humano, como es vivir objetivamente y físicamente
su verdadera vida del paraíso o de la tierra", por ejemplo.
Es decir, que ese ser viviente, sea ángel del más allá u
hombre, "está realmente muerto para si mismo, para Dios, para
el Señor Jesucristo, para su Espíritu Santo y para los
ángeles fieles: porque su luz no es la de Cristo, sino de las
tinieblas del bajo mundo, como de las profundas oscuridades
del más allá".

Y esto es, literalmente, "de donde lo levanto para formarlo
en su imagen y conforme a su semejanza celeste, para que sea
el hombre hecho un ser viviente para gloria infinita de su
nombre eterno, por ejemplo, en el cielo o en cualquier lugar
de toda su vasta creación". En verdad, aquel ángel perdido y
así también aquel pecador o pecadora de la tierra, realmente,
"no podrá jamás conocerse a si mismo, porque no puede ver
nada de nada con sus ojos sumergidos en las profundas
tinieblas del más allá": en donde Cristo no es honrado, ni su
Ley Divina tampoco es cumplida de ningún modo,
desdichadamente".

Es por eso, que desde nuestra creación en el cielo, "estamos
llamados por nuestro Padre Celestial ha gloriarnos por
siempre en el Espíritu de su nombre muy santo y de su Ley
Inmortal, en nuestros corazones, en nuestros espíritus y en
nuestros cuerpos humanos", para gloria y para honra infinita
de su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo! Y así realmente
"jamás se olvidaran de las maravillas que ha hecho su Dios
infinito, de sus prodigios y de los juicios de su boca, por
ejemplo, para que sus almas eternas entiendan que tienen un
redentor prodigioso, y que les ama de todo corazón en el
cielo y en la tierra, igual", eternamente y para siempre.

Porque "nuestro Dios nos ha manifestado de su amor eterno,
cuando nos entrego su mismo corazón y a su misma vida santa y
perfecta del cielo, nuestro Señor Jesucristo, para que cada
uno de nosotros, en nuestros millares, nos acerquemos a Él,
para ver y vivir la felicidad infinita del cielo juntos a él,
hoy y en la eternidad. Y así también, "el Espíritu Santo de
nuestro Padre Celestial no ha cesado de descender del cielo,
desde los primeros días del génesis (génesis 1:2), por
ejemplo, para entregarnos del Espíritu de la Ley de Moisés y
del Mesías", para finalmente todos nosotros entrar en la
plenitud de la vida y de la gloría eterna, del nuevo reino
celestial.

Y "ésta plenitud de la vida eterna es nuestro Señor
Jesucristo", ¡el único posible salvador de Israel y de las
naciones de la tierra, en la antigüedad, hoy en día y para
siempre! Pues bien, sin pensarlo más, "gloríense en el nombre
sagrado de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y así
comenzaran a hacer el corazón santísimo de nuestro Padre
Celestial muy alegre, como jamás lo podrán hacer tan alegre
los ángeles del cielo, por ejemplo", (porque únicamente
nosotros somos carne viva y humana y más no ellos, los seres
celestes).

Dado que, "sólo en el Espíritu de vida y de salud infinita
del Señor Jesucristo, viviendo en nuestros corazones y en
nuestros espíritus humanos, realmente, es que nuestro Dios
encuentra la nueva felicidad soñada en su corazón santísimo",
por la cual nos llamo desde las profundas tinieblas de la
tierra, para gozarla con él y en la nueva eternidad
celestial. Por lo tanto, "gloriarse en el nombre sagrado de
nuestro Padre Celestial, realmente, es algo que los ángeles
caídos de Satanás desearían hacer, pero no pueden --ni podrán
jamás", sólo los hombres, mujeres, niños y niñas de las
naciones de la tierra, como los ángeles fieles del cielo a su
nombre santísimo, por ejemplo.

No, "no podrá jamás ninguno de ellos gloriarse en el SEÑOR,
por más fuerte y glorioso que sea su espíritu celeste, por su
rebelión en contra de Dios, en contra del Señor Jesucristo y
en contra de su Ley Divina, en el cielo y así también en el
mundo entero, como en el vaticano y sus adoradores de ídolos
espantosos, por ejemplo. Seriamente, "no lo podrán hacer así
en sus vidas jamás, ni una sola vez más, ni como en la
antigüedad, por más que se aferren hacerlo así en sus vidas
perdidas en el abismo del olvido eterno, porque han muerto
sus espíritus para la verdad, para el derecho y para la
justicia de la Ley de Moisés y del Mesías".

Porque en realidad ésta era la felicidad de sus corazones en
el cielo, "cuando cada uno de ellos antes del pecado y la
rebelión, le servia a su Dios y Fundador de su vida, como los
demás ángeles fieles a Dios y a su Mesías, para glorificar
con cánticos de alabanzas y de honras infinitas a su nombre
salvador". Y "éste nombre salvador es el de su Hijo amado, en
los corazones de cada uno de los ángeles del cielo y así
también, en el corazón de cada hombre, mujer, niño y niña de
la humanidad entera, sin hacer excepción de persona alguna
jamás, en todos los lugares y en todos los tiempos de la vida
de la tierra".

Pero "toda ésta felicidad divina de sus corazones se les fue
de ellos para no volver jamás, como en el día que pecaron en
contra de Dios: al no comer, ni beber del Árbol de la vida
eterna, para seguir siéndole siempre fieles a su Dios y a su
nombre santo en el cielo y en la nueva eternidad infinita".
De hecho, los ángeles caídos murieron para nuestro Padre
Celestial en el reino de los cielos, como para no volver
jamás de nuevo a sus vidas celestiales y de gran gloria
infinita: porque ya no podían glorificar el nombre muy santo
de nuestro Padre Celestial en sus corazones eternos, por
medio de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!

Ya que, el Señor Jesucristo se constituyo, por ellos mismos y
por mandato de Lucifer (Satanás) como su enemigo eterno en
toda la creación, eternamente y para siempre. Y "el que se
constituye enemigo de Cristo, en realidad, es enemigo de
Dios, en esta vida y en la venidera, también, para siempre".
Por lo tanto, "su corazón, ni su alma, ni ninguna parte de
todo su ser viviente, sea ángel caído u hombre o mujer
rebeldes a Dios y a su Hijo amado, su único fruto de vida
eterna, nuestro Señor Jesucristo, podrán realmente glorificar
jamás el nombre de su Creador Celestial, en sus corazones
eternos.

Y, por ende, esto es muerte eterna para cualquiera, en el más
allá o en la tierra de nuestros días, también, por ejemplo. Y
"nuestro Padre Celestial no está buscando la muerte o el mal
de nadie, sino sólo la gloria infinita que justamente le
pertenece a él y a su nombre muy santo, por medio del
Espíritu de la vida y de la sangre gloriosa de su Hijo
amado", ¡nuestro Señor Jesucristo!

LOS QUE CONOCEN EL NOMBRE DE DIOS, ENTONCES CONFIAN EN ÉL
ALEGREMENTE

Pues ciertamente "en nuestro Padre Celestial confiarán los
que conocen su nombre muy santo en sus corazones eternos y en
sus espíritus humanos, también, para invocarlo siempre en
momentos difíciles y de grandes pruebas y de angustias
insoportables de sus vidas, por ejemplo, por causas del
enemigo en sus vidas". Puesto que, "nuestro Padre Celestial
jamás los abandono, ni por un sólo instante de sus vidas, ya
que lo buscaron de todo corazón en la antigüedad para ser
hallado de ellos y de los suyos, también, en todos los
momentos de sus vidas en la tierra", para ser bendecidos por
él por siempre y aún hasta en el más allá, también.

Además, "aunque el enemigo de sus vidas mentía y calumniaba
una y otra vez en contra de ellos y hasta no más poder,
nuestro Dios se mantuvo fiel y firme a su nombre santísimo y
a su palabra viva en sus corazones, para ayudarlos,
fortalecerlos y entregarles de sus ricos y gloriosos dones de
su Espíritu Santísimo y sin medida alguna, también". Y
"nuestro Padre Celestial hacia todas estas grandes
misericordias por cada uno de ellos, porque los ama
perpetuamente por amor a su Hijo amado, nuestro Señor
Jesucristo" (el único posible salvador de sus almas y de sus
vidas eternas para el paraíso, para la tierra, de nuestros
tiempos, por ejemplo, y para la nueva vida infinita de la
Jerusalén Eternal).

Porque de esta manera sobrenatural, entonces nuestro Dios se
gloriaba en ellos en el cielo (y ellos en él en la tierra),
para testimonio de muchos: "para que entiendan que hay un
Dios Soberano en los cielos que lo ve y lo oye todo en la
tierra y aún debajo de las aguas de la tierra, también, para
hacer justicia siempre". Pues nuestro Padre Celestial ama a
los que aman a su Hijo amado, su Árbol de la vida eterna:
"porque sólo en su Espíritu y en su vida santísima, derramada
por la tierra con su sangre inmortal, para perdonar el pecado
y para salvar el alma del hombre del castigo y del fuego
eterno del infierno".

Entonces sólo el Señor Jesucristo es el camino, la verdad y
la vida real que lleva a todo ángel del cielo y así también a
todo hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera "al
conocimiento y finalmente a la presencia gloriosa de Dios,
nuestro Padre Celestial que está sentado en el trono de la
gloria y la gracia infinita". Fue por esta razón, que después
de haber creado nuestro Padre Celestial al hombre, entonces
"lo llevo de la mano por el camino del amor, de la verdad,
del derecho y de la justicia infinita, para que se encuentre
con su Hijo amado, el Señor Jesucristo, cara a cara, y no
separarse de Él jamás".

Para que de esta manera única, "el hombre entienda en su
corazón eterno, que todo aquel que ve al Árbol de la vida, al
gran rey Mesías del paraíso y de la nueva vida infinita,
entonces realmente está viendo al Creador del cielo y de la
tierra", ¡nuestro Padre Celestial! Porque "nuestro Padre
Celestial y su Árbol de la vida son uno en el poder
sobrenatural del Espíritu de la vida eterna de la Ley de
Moisés y del Mesías, en el paraíso y en toda la creación,
como en la tierra, de nuestros días y de siempre", por
ejemplo.

Es decir, también, como nuestro Señor Jesucristo le respondió
a sus apóstoles, especialmente a Felipe, cuando le decía:
Muéstranos al Padre y no basta. Y el Señor Jesucristo le
dijo: "el que me ha visto, verdaderamente, ha visto al que me
envió…" (Juan 12: 22). Y así el hombre aprenda de Él, es
decir, de su misma vida eterna, todo lo que tiene que saber
en su vida terrenal y celestial, para conocer a su Creador,
en los días venideros de su nueva vida infinita delante de
Dios, de su Espíritu y de sus ángeles, para glorificarse
continuamente en su Dios, hoy y en la eternidad".

Es decir, "ya porque el hombre viva su vida celestial del
paraíso, en el paraíso, esto no significa en nada que conozca
a su Dios y Fundador de su nueva vida infinita, si aún no ha
tenido un encuentro de persona a persona con su Árbol de la
vida eterna, nuestro Señor Jesucristo", ¡el gran rey Mesías
de todos los tiempos! Y, además, "nuestro Padre Celestial
deseaba ser conocido de Adán, pero sólo por medio del fruto
del Árbol de la vida eterna y más no de ningún otro árbol del
paraíso", como el árbol de la ciencia del bien y del mal, por
ejemplo.

Puesto que, "con el fruto del árbol de la ciencia del bien y
del mal, el hombre desciende del paraíso a la tierra y hasta
finalmente terminar su vida perdida infinitamente en el bajo
mundo de los espíritus perdidos, de los ángeles rebeldes a
Dios y a Jesucristo, en el más allá". Pero, sin embargo, "sí
Adán hubiese probado y gustado del fruto del Árbol de la
vida, como nuestro Padre Celestial se lo estaba ofreciendo a
él, en aquellos días del cielo, entonces hubiese ascendido su
vida del paraíso hacia una vida mejor y perfecta, para tener
una relación intima y sumamente gloriosa con su Dios y
Fundador de su vida".

En otras palabras, nuestro Padre Celestial le estaba
enseñando a Adán y así a sus hijos e hijas: "el camino que
lleva a la puerta que se abre desde el paraíso para entrar a
la vida eterna del reino de los cielos del más allá, de Dios
y de sus ángeles santos y muy fieles a él y a su nombre
bendito". Pero "Adán jamás entendió ésta gran verdad en su
corazón, no hasta que fue demasiado tarde para él y para sus
descendientes, comenzando con Eva su esposa, por ejemplo".

Entonces "cuando Adán y Eva comieron del fruto prohibido, en
aquel momento, la puerta que se abre para descender del
paraíso a la tierra se abrió, para cerrarse tras de ellos".
Porque "ésta puerta no se abre para entrar o para regresar al
paraíso, sino sólo para salir de él hacia la tierra o hacia
su bajo mundo, el infierno o el lago de fuego". Y "ésta
puerta del paraíso a la tierra es, ni más ni menos, el fruto
del árbol de la ciencia del bien y del mal".

Es por eso, que "el espíritu de la ciencia del bien y del mal
reina sublime en el corazón del hombre en todos los lugares
de la tierra, para aprender de su pasado y de lo que será de
su futuro, también, según el conocimiento de las diferentes
ramas de la ciencia y de la sabiduría del espíritu humano",
por ejemplo. Pero "si Adán hubiese comido del fruto de la
vida, entonces la puerta que se abre en el paraíso para
entrar en la tierra santa del reino de Dios se hubiese
abierto para él y para sus descendientes, también: para que
sólo el Espíritu de la vida y de la sangre sagrada del Señor
Jesucristo reine sublime en sus vidas infinitamente".

Y sólo así "entonces Adán y sus descendientes hubiese llegado
a conocer a su Dios y Fundador de su vida de persona a
persona, desde el principio, tal como siempre ha sido y será
en la nueva vida infinita del nuevo reino celestial, por
ejemplo, como en La Nueva Jerusalén Santa e Infinita del
Árbol de la vida eterna. Realmente, "sólo nuestro Señor
Jesucristo ha sido y seguirá siendo el Espíritu de amor,
gracia, verdad, derecho, justicia, paz, inteligencia, poder,
sabiduría infinita y gloria, para poder no sólo salvar
nuestras almas del peligro del pecado y de su muerte eterna
en el lago de fuego, sino también para conocer a nuestro
Padre Celestial infinitamente, en nuestras nuevas vidas
eternales".

Porque "sólo nuestro Señor Jesucristo es el Espíritu real y
verdadero que nos lleva día y noche a la presencia santa del
Creador de nuestras vidas en la tierra y de nuestras nuevas
vidas celestiales del paraíso y de La Nueva Jerusalén
Celestial, para seguir sirviéndole y glorificándole a él y a
su nombre santísimo", lleno de amor y de honra sin igual. Y
sólo entonces "habremos descubierto nuestro verdadero
propósito de vivir en el paraíso, de vivir en la tierra y de
empezar a vivir nuestras nuevas vidas infinitas de La Nueva
Jerusalén Glorificada", gracias al Espíritu de la Ley de
Moisés y del Mesías, cumplida soberanamente en nuestras vidas
infinitas, para glorificar el nombre de nuestro Dios mucho
más que antes.

NUESTRO DIOS ES BUENO PARA CON LOS QUE ESPERAN EN ÉL, SIEMPRE

Misericordioso es nuestro Padre Celestial "para con los que
en Él esperan, para que el alma que le busca entonces viva
feliz sus días de vida por la tierra y hasta que se vuelva a
encontrar con Él", en el cielo (o en la tierra, también, si
así Él lo desease en su corazón santísimo con cada uno de
nosotros). Porque la verdad es que "nuestro Padre Celestial
sólo puede ser bueno hoy en día con los que tienen el
Espíritu de la vida y de la sangre sagrada de su Árbol de
vida eterna, viviendo en sus corazones", delante de su
presencia santa en la tierra y así también en el paraíso,
para la eternidad venidera.

Porque nuestro Dios, "sólo por medio del Espíritu de su Árbol
de vida es que realmente se comunica con cada uno de los
ángeles del cielo y así también con cada hombre, mujer, niño
y niña del mundo entero", empezando con Adán, por ejemplo, en
el cielo, para bendecir sus vidas y darse a conocer tal como
siempre él es. Porque de otra manera, "nuestro Padre
Celestial no puede recibir gloria alguna de ningún ángel del
cielo, ni de ningún hombre, mujer, niño o niña de todas las
razas, familias, pueblos, tribus, linajes y reinos de la
tierra".

Es por eso, que "Adán tenia que comer del fruto del Árbol de
la vida, nuestro Señor Jesucristo, para empezar a conocer a
su Dios y Creador de su vida, sólo en su imagen y conforme a
su semejanza santa y celestial, en el paraíso". Es decir,
también, que "los ojos de Adán estaban cerrados, para ver y
conocer a su Dios personalmente: porque había sido levantado
del polvo de la tierra (y aún cuando estaba en tinieblas)
para ser formado en un ser viviente: con el potencial
infinito de conocer de persona a persona al Creador de su
nueva vida infinita y celestial del cielo.

Y "para nuestro Dios abrir los ojos de Adán y así también de
cada uno de sus descendientes, para que entonces puedan ver y
conocer a su Dios y Fundador de sus vidas: el hombre tenia
que obedecer el mandato de su Creador y comer de su Árbol de
vida, su misma vida celestial", ¡el Mesías del cielo y de la
eternidad! Pero "como ya sabemos muy bien, los ojos de Adán
se abrieron por obedecer a las mentiras de Satanás, para
conocer sólo el mal y el bien, pero no a su Dios primero,
como debió de ser desde el principio de todas las cosas en su
vida celeste del paraíso y por medio de su fruto de vida
eterna, por ejemplo".

Y "éste Espíritu de su Hijo amado es lo mejor que nosotros
podemos recibir de nuestro Padre Celestial, para empezar a
conocerle a Él y así recibir cada una de sus muy ricas
bendiciones de paz, de gloria, de santidad y de demás dones
del Espíritu de su vida eterna, en la tierra y así también
del reino celestial". Porque la verdad es que "nuestro Padre
Celestial nos ha creado en sus manos santas, muy cerca de su
corazón y así de cerca de su rostro sagrado, también, para
que nos gloriemos en Él, en esta vida y en la venidera igual
y para siempre".

Porque la verdad es también, "de que nuestro diario vivir por
la tierra y así también en el más allá, como en el paraíso o
como en La Nueva Jerusalén Celestial, es para gloriarnos por
siempre en su nombre muy santo, en lo profundo de nuestros
corazones, en lo profundo de nuestros espíritus y cuerpos
humanos, por amor a Cristo". En la medida en que, desde antes
de las cosas, "todos nosotros estamos llamados a amarle a Él,
con toda nuestra mente, con toda nuestra alma, con todo
nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas, en la tierra y
así también en el cielo, eternamente y para siempre, para
entonces podernos gloriar en Él y en su nombre muy santo,
infinitamente".

Y sólo así "podemos realmente cada uno de nosotros, en
nuestros millares, empezando con Adán y Eva en el paraíso,
por ejemplo, gloriarnos día y noche en el Espíritu de vida y
de santidad infinita de nuestro Padre Celestial, para jamás
conocer el mal del enemigo, sino sólo el bien de nuestro
Árbol de vida eterna", ¡nuestro salvador Jesucristo! Y sin
Jesucristo en nuestras vidas, entonces "el Espíritu Santo de
Dios no nos puede dar nada de sus muchas riquezas celestiales
y terrenales, como de sus dones de amor, de poder, de fuerza
para amar a nuestro Dios, aún más allá del amor que los
ángeles sienten por Él, en sus corazones eternos", desde la
antigüedad y hasta nuestros días.

Desde que, también "hemos sido llamados por nuestro Creador a
amarle a Él, mucho más que los ángeles del cielo e
individualmente, y sólo como su Hijo amado le ama a Él, desde
siempre, desde aún más allá de la antigüedad y hasta por
siempre en la eternidad venidera, del nuevo reino infinito,
por ejemplo", como en La Nueva Jerusalén Eternal. Y "ésta
voluntad perfecta de nuestro Padre Celestial no seria posible
jamás en ningún de nuestros corazones, ni en nuestras vidas
por la tierra, sin la ayuda idónea de su Espíritu Santo y de
sus más ricas bendiciones de sus dones sobrenaturales del
reino de los cielos y de la misma vida gloriosa de nuestro
salvador Jesucristo".

Ya que, es, exclusivamente, "con la ayuda perfecta y no
dividida del Espíritu Santo es que nosotros correctamente
vamos a amar y a servir a nuestro Dios mucho más que los
ángeles del cielo, en la tierra y así también en la nueva
vida infinita del nuevo reino celestial, por ejemplo", como
en la ciudad del sueño cumplido de Dios, ¡Jerusalén! Es por
esta razón, también, que "el Señor Jesucristo nos ha
manifestado de su Espíritu de amor eterno hacia nuestro Padre
Celestial que está en los cielos, para que le amemos a Él,
igual como él mismo siempre le ha amado y glorificado desde
la antigüedad y hasta nuestros días, para no vivir más en
tinieblas, sino sólo en su luz".

Es decir, también, que "éste Espíritu de amor supremo de amar
y de glorificar a nuestro Dios descendió del cielo con el
Señor Jesucristo, para entregárnoslo a cada uno de nosotros
individualmente, para vivir y para gozar las bendiciones de
nuestro Creador y Fundador de nuestras nuevas vidas
infinitas": sí tan sólo creemos en su nacimiento y en su
manifestación a Israel. Es decir, sí tan sólo creemos en su
vida consagrada en el cumplimiento de la Ley de Dios en su
vida por Israel, en sus predicaciones, milagros y promesas de
bien para la humanidad entera, en su crucifixión sobre el
madero, en su sangre derramada sobre el Monte, en su
encuentro con los antiguos en el corazón de la tierra.

También, "debemos creer que Jesucristo tenia que descender al
Abismo, para levantar las primeras tablas quebradas de la Ley
al pie del Sinaí hasta lo más sumo del paraíso, en su
resurrección al Tercer Día, en su retorno físico al Padre y
en su muy pronta repatriación a Israel, para reinar sobre las
naciones con justicia, desde la ciudad del SEÑOR", ¡
Jerusalén! Es por eso, también, que "todo aquel que se
acerque a su Dios, entonces tiene que hacerlo en el espíritu
y en la verdad sagrada del Señor Jesucristo, nuestro único y
suficiente salvador de nuestras vidas en la tierra y del más
allá, también".

Del más allá, "como de la hoguera del infierno y del lago de
fuego, la segunda muerte del espíritu del ángel caído y del
alma pecadora del hombre de la tierra, es decir, sí en su
vida, ni en su corazón, jamás se ha glorificado el nombre
sagrado y sumamente santísimo de su Creador, como su Hijo
amado", ¡nuestro Señor Jesucristo! Porque "es el Espíritu
Santo de nuestro Padre Celestial, el cual nos alimenta de
muchas riquezas de la vida misma de nuestro Dios y de su
Árbol de vida eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo!, para que
cada uno de nosotros, en todos los lugares de la tierra, viva
entonces feliz, sin necesidad de ningún bien, ni temor del
mal, tampoco", para siempre.

En verdad, "el Espíritu de Dios nos llena día y noche de cada
una de las bendiciones del reino de los cielos, para que
vivamos siempre despiertos a la luz más brillante que el sol
de nuestras vidas por la tierra y del paraíso, también, su
Hijo amado", ¡nuestro Señor Jesucristo! Para que entonces
"nos gloriemos en nuestro Dios y así hagamos por siempre su
corazón muy feliz, no sólo en la tierra, sino también en el
paraíso y en La Nueva Jerusalén Celestial: en donde jamás
dejaremos de adorar y de glorificar su nombre santísimo, en
nuestros nuevos corazones y en nuestros nuevos cuerpos
glorificados por su amor eterno, ¡el Mesías Celestial!"

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.

¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad de Dios y al poder de Dios en tu vida. Un
tropiezo eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en
tu vida, de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre
Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un
fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos
termine, cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es
verdad. Los ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán
atormentando día y noche entre las llamas ardientes del fuego
del infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de
Dios. En verdad, el fin de todos estos males está aquí
contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo.
Cree en Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en
Él, escaparas los males, enfermedades y los tormentos eternos
de la presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, en la eternidad del reino de Dios. Porque
en el reino de Dios su Ley santa es de día en día honrada y
exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus santos
ángeles. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra,
cada palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de
bendición terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad,
cada señorío, cada majestad, cada poder, cada decoro, y cada
vida humana y celestial con todas de sus muchas y ricas
bendiciones de la tierra, del día de hoy y de la tierra santa
del más allá, también, en el reino de Dios y de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de
las naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y deshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.

Disponte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, por la eternidad.


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