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(IVÁN): LA LECTURA DE LA LEY TRAE A JESUCRISTO DE REGRESO AL MUNDO:

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IVAN VALAREZO

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Jun 7, 2009, 3:21:26 PM6/7/09
to

S�bado, 06 de junio, a�o 2009 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoam�rica


(Cartas del cielo son escritas por Iv�n Valarezo)

(Nuestras condolencias son para las familias de las
doscientas veintiocho victimas que se fueron con el Se�or
Jesucristo, en el d�a que el vuelo de Brasil a Francia
desapareciera sobre los cielos del Atl�ntico, sin saber las
razones del por qu� hasta el d�a de hoy. Todos estos d�as
hemos esperado de que aparecieran algunos sobrevivientes,
flotando sobre el oc�ano en partes del avi�n o algo as�, pero
aparentemente esto no podr�a ser posible hasta el d�a de hoy,
dado el tiempo pasado y la inmensidad del oc�ano y sus aguas
y climas traicioneros, por ejemplo. Pero abrigamos la
esperanza, y seg�n la promesa de bendici�n y de salvaci�n de
nuestro Se�or Jesucristo, de que �l mismo se los llevo en
aquel d�a a la presencia santa de nuestro Padre celestial,
para que regresen a sus brazos y a sus manos santas, de donde
salieron formados en su imagen y conforme a su semejanza
celestial, para ser sus hijos eternamente.

Cada uno de ellos ha encontrado su lugar eterno del para�so,
para seguir viviendo feliz y gozo de coraz�n, alma, vida y
esp�ritu humano delante de nuestro Padre celestial y de su
�rbol de la vida, su Hijo amado, �nuestro Se�or Jesucristo!
Pues a �l le damos las gracias, por haber amado y bendecido
grandemente sus vidas, en la tierra y ahora en el para�so,
para que jam�s se vuelvan a separar de su presencia santa por
culpa del pecado de nadie, sino que vivan felices cada d�a y
para siempre en su nueva eternidad celestial, encontrada en
el m�s all�. Del m�s all�, de donde salimos formados en las
manos de nuestro Padre celestial, para ser sus hijos e hijas
en la tierra y en el para�so, por los siglos de los siglos,
por amor a su fruto de vida eterna, su Hijo Jesucristo, �
nuestro Salvador celestial!

�Que nuestro Padre celestial los bendiga y los guarde cada
d�a y por siempre, en el esp�ritu de Padre bondadoso,
todopoderoso y proveedor infinito por medio de su Hijo
Jesucristo y del Esp�ritu Santo de sus eternos mandamientos
de amor, verdad, justicia y de vida eterna llena de milagros,
maravillas y de bendiciones sin fin para todo nuestro
esp�ritu humano, para siempre! �Am�n!)

LA LECTURA DE LA LEY TRAE A JESUCRISTO DE REGRESO AL MUNDO:

Siempre, guarden todo lo que est� escrito en el libro de la
Ley, sin apartarse de ella ni a diestra ni a siniestra, para
que todo les vaya bien en todos los lugares, por donde sea
que vayan por toda la tierra, les dec�a Josu� a los
israelitas de parte de nuestro Padre celestial antes de
entrar a la tierra prometida. Propiamente, nuestro Padre
celestial estaba con ellos para hacer prodigios y milagros
maravillosos en sus vidas, y a vista de las naciones que los
rodeaban por todo el desierto, pero si tan s�lo le eran
fieles al Esp�ritu Santo de Sus Diez Mandamientos y de su
nombre glorioso; esto ha sido siempre importante para Israel
hacer progresivamente, para seguir fielmente al SE�OR.

Pues �ste era el poder sobrenatural de Israel en aquellos
d�as, el Esp�ritu Santo de los mandamientos y el nombre
sagrado de su Gran Rey Mes�as, el Hijo de David, que estaba
con ellos para llevarlos paso a paso por el desierto hacia la
tierra prometida, llenos de grandes victorias en contra de
Satan�s y de sus enemigos de siempre. Ciertamente que el
Esp�ritu Santo de los mandamientos se engrandec�a
maravillosamente con ellos y en todos sus derredores de cada
d�a, pero si tan s�lo se manten�an fieles a �l, por medio de
la lectura de su palabra santa y del nombre bendito de su
Cordero Escogido, �el Hijo de David!

En la medida en que, el Esp�ritu Santo de Los Diez
Mandamientos llevaba en s�, por mandato de nuestro Padre
celestial para el fin del pecado y la bendici�n eterna de una
nueva vida bendita: "la semilla de la bendici�n celestial y
eternal", el nacimiento virgen del Gran Rey Mes�as, el Hijo
de David, pero s�lo en la tierra de Israel. Fue por esta
raz�n que nuestro Padre celestial les mandaba a que todos los
israelitas con sus hijos leyeran d�a y noche y sin cesar
jam�s el Esp�ritu Santo de Los Diez Mandamientos, para que
pronto les d� "el fruto de la semilla bendita del Gran Rey
Mes�as", para bendici�n de sus vidas y del esp�ritu humano de
la humanidad entera.

Y s�lo en �sta lectura fiel del Esp�ritu Santo de Los Diez
Mandamientos, entonces vendr�a al mundo milagrosamente el
nacimiento del Salvador de Israel y de las naciones de toda
la tierra, �nuestro Se�or Jesucristo! Pues nuestro Gran Rey
Mes�as nacer�a, como el Hijo de David, directamente del
vientre virgen de una de las hijas de David, de la tribu de
Jud�, en Israel, para fin del cautiverio egipcio eterno, y el
comienzo de la nueva vida eterna de La Nueva Jerusal�n santa
y gloriosa del cielo, prometida inicialmente a Abraham, Isaac
y Jacobo.

Pero como muchos israel�es no obedec�an al llamado fiel de
nuestro Padre celestial, para que leyeran d�a y noche el
Esp�ritu Santo de Los Diez Mandamientos, entonces la venida
del Hijo de David en la tierra de Israel no solamente fue una
sorpresa para muchos, sino que cuando se manifest� a ellos no
lo conocieron, como tal. En otras palabras, la desobediencia
de Israel de leer fielmente el Esp�ritu Santo de las
Escritura d�a y noche y sin cesar, para que todo les vaya
bien por donde sea que vayan por toda la tierra,
principalmente en Israel mismo, pues los envolvi� en sus
mismas tinieblas de sus cegueras habituarles del desierto de
Egipto, para mal eterno de muchos.

Y, adem�s, para que cuando el Hijo de David no solamente
naciera en Israel, sino que tambi�n se manifestara
abiertamente como el Hijo de Dios, pues entonces al verlo
cara a cara no lo reconocieran como tal jam�s, para mal de
sus vidas y la de muchos tambi�n en Israel y en todos los
rincones de la tierra. Es decir, que si los hebreos hubiesen
sido fieles a la lectura diaria y nocturno del Esp�ritu Santo
de Los Diez Mandamientos, como Dios manda, entonces hubiesen
estado llenos del Esp�ritu Santo de Dios, el cual es el mismo
Esp�ritu del Gran Rey Mes�as, el Hijo de David, para
reconocerlo inmediatamente en sus vidas para bendici�n y
salvaci�n eterna.

Y esto hubiese sido, por cierto, una gran bendici�n en sus
corazones eternos para miles generaciones venideras, para que
cuando lo vieran nacer milagrosamente del vientre virgen de
la hija de David, no solamente lo recibieran como el Hijo de
Dios, sino que tambi�n lo aceptar�an en sus corazones como
tal, como Dios mismo, para la eternidad y para siempre. Y ha
sido por �sta desobediencia terrible de Israel, de serle fiel
al llamado de nuestro Padre celestial, por medio de sus
profetas, de leer d�a y noche el Esp�ritu Santo de Los Diez
Mandamientos, para que muchas bendiciones sin fin del cielo
se manifestaran diariamente no solamente en sus vidas, sino
tambi�n en las naciones del mundo entero.

En verdad, el mismo Esp�ritu Santo de Los Diez Mandamientos
sumamente glorificados y honrados en sus vidas, y con la
ayuda sobrenatural del �ngel del SE�OR, el Hijo de David,
entonces Israel hubiese sido un para�so terrenal infinito,
para gloria de nuestro Padre celestial y para bendiciones sin
fin de cada d�a de todas las naciones del mundo entero.
Porque es la obediencia a nuestro Padre celestial de los
hebreos, de leer y de o�r hablarles d�a y noche el Esp�ritu
Santo de Los Diez Mandamientos, lo que no s�lo traer�a al
Gran Rey Mes�as de regreso a la tierra, sino que tambi�n
muchos males desaparecer�an al instante de toda la tierra,
llenando as� todo de luz angelical.

Es decir, de llenar de pies a cabeza, de principio a fin, la
vida de cada hombre, mujer, ni�o y ni�a de Israel y de todas
las familias de las naciones del mundo entero no s�lo con luz
celestial e infinita, sino tambi�n con poderosas bendiciones
sin fin de perd�n, de salud y de crecimiento espiritual
incre�bles, para la eternidad. Por eso nuestro Padre
celestial les dec�a a los hebreos en sus d�as, por ejemplo,
de que no habr�a falta de nada ni menos pobreza entre ellos,
si tan s�lo le eran fieles a su llamado de esforzarse y ser
valientes al leer d�a y noche el Esp�ritu Santo de las
Escrituras, para que todo les salga bien siempre. Porque para
volver a nacer del Esp�ritu Santo de los mandamientos,
entonces hay que ser fuerte y valiente delante del SE�OR.

Pero los hebreos le fallaban al SE�OR, una y otra vez, no
dando lectura al Esp�ritu Santo de Los Diez Mandamientos para
volver a nacer de su Esp�ritu, sino que se dedicaban a hacer
otras cosas, de las cuales no solamente eran ajenas a sus
vidas, sino que les pertenec�a a pueblos y gentes que hab�an
ca�do en sus muchas batallas. Por ejemplo, los hebreos cog�an
como mujeres a las hijas de sus enemigos, las cuales los
llevaban a adorar y a servir a sus dioses de palo, piedra y
metal, para ofender a su Padre celestial y al Esp�ritu Santo
de Los Diez Mandamientos que estaba entre ellos y en el cielo
al mismo tiempo, para mal de sus vidas.

Y fue esta la raz�n principal de las ca�das de Israel ante
sus enemigos y, desdichadamente, ante Satan�s y sus �ngeles
ca�dos de gran mentira y de gran maldad inhumana en toda la
tierra; pero aunque Israel cayo varias veces ante sus
enemigos y ante el mismo padre de toda mentira, Dios no los
abandono jam�s por amor a su Jesucristo. Porque nuestro Padre
celestial siempre vio a su �ngel Amado con todo Israel,
nuestro Se�or Jesucristo, gui�ndolos d�a a d�a por el
desierto y en sus vidas normales de Israel tambi�n, para que
todos les sirvan a su Dios y Fundador de sus nuevas vidas
eternas, por medio de la obediencia y la lectura constante
del Esp�ritu Santo de sus mandamientos. Para que de este
modo, todos despierten en la llenura del Esp�ritu Santo de
los mandamientos glorificados grandemente en su Rey Mes�as y
m�s no en el esp�ritu de error y de mentiras de Ad�n y Eva,
por ejemplo.

Por ello, lo �nico que ten�an que hacer los israelitas, para
regresar a su Dios y Padre celestial que est� en los cielos,
era simplemente regresar a la lectura de d�a y de noche del
Esp�ritu Santo de sus mandamientos y de la vida gloriosa y
sumamente honrada del Hijo de David, �el Gran Rey Mes�as de
todos los tiempos! Porque la lectura del Esp�ritu Santo de
los mandamientos hac�a que el mismo Esp�ritu del Gran Rey
Mes�as de nuestro Padre celestial entonces est� con ellos en
todas sus cosas, por el desierto y as� tambi�n cada d�a de
sus vidas en la tierra escogida de Israel, para seguir amando
y sirviendo a nuestro Padre celestial que est� en el cielo.

Por cuanto, leer constantemente el Esp�ritu Santo de Los Diez
Mandamientos no solamente los hacia regresar al coraz�n
alegre y muy amoroso hacia ellos de nuestro Padre celestial,
sino que tambi�n hacia que el Esp�ritu del Gran Rey Mes�as
regresase tambi�n a sus corazones, para seguirlos bendiciendo
grandemente, como lo hab�a hecho desde el Sina� y hasta
siempre, por ejemplo. Porque es el engrandecimiento de
nuestras vidas del Esp�ritu Santo de los mandamientos y de
las sagradas Escrituras en si, lo que hace que nuestro Padre
celestial no solamente regrese muy alegre y feliz hacia
nosotros diariamente, sino tambi�n su fruto de vida y de
salud eterna, llena de bendiciones eternas, su Hijo David, �
el Gran Rey Mes�as eterno y celestial!

De otra manera, nuestro Padre celestial no vuelve a nosotros
ni a nadie jam�s en toda la tierra, sea quien sea la persona;
pues para nuestro Padre celestial no importa nada de nada, si
el Esp�ritu Santo de sus mandamientos de la vida gloriosa de
su �rbol de la vida no es honrado en nuestros corazones, como
su unig�nito Jesucristo. Y esto es algo maravilloso y muy
espiritual, por cierto, de la llenura del cumplimiento y la
glorificaci�n del Esp�ritu Santo de los mandamientos que
todos ten�an que entender en la antig�edad y as� tambi�n, hoy
en d�a, con cada hombre, mujer, ni�o y ni�a de todas las
familias de las naciones, empezando con Israel, para vivir
progresivamente en bendiciones sin fin.

Visto que, el Esp�ritu Santo de los mandamientos y la
presencia constante y sobrenatural del Hijo de David, como el
�ngel del SE�OR, por ejemplo, jam�s se apartaron de los
hebreos por ninguna raz�n, sino que eran constantemente
fieles al mismo mandato de nuestro Padre celestial dado a
Israel inicialmente, si tan s�lo le eran fieles a la lectura
cotidiana de su Escritura. Porque es el Esp�ritu Santo de la
lectura de los mandamientos y de las Escrituras lo que
santifica grandemente delante de nuestro Padre celestial y de
su �rbol de la vida, nuestro Salvador Jesucristo, al coraz�n,
el alma, el cuerpo, la vida y el esp�ritu humano de cada
hombre, mujer, ni�o y ni�a de todas las familias de la
tierra.

Por eso los hebreos antiguos eran siempre victoriosos en
todo, si s�lo se manten�an fieles a la lectura de d�a y de
noche del Esp�ritu Santo de los mandamientos y de las
Escrituras de los profetas, por ejemplo, para perd�n y
bendici�n de sus vidas y las victorias constante contra
grandes naciones y sus ej�rcitos poderosos, de aquellos d�as.
Por esta raz�n, nuestro Padre celestial les dec�a a los
israelitas, por medio de Josu�, por ejemplo, mant�nganse
fieles a m�, por medio de la lectura del libro de la Ley,
para que todo lo que hagan con sus manos, entonces les salga
bien siempre y as� jam�s sus enemigos triunfaran en contra de
ustedes ni de sus aliados.

Porque la verdad es que nuestro Padre celestial siempre ha
sido fiel a Israel, siempre y cuanto le obedezca fielmente al
Esp�ritu Santo de sus mandamientos y a las Escrituras de sus
profetas, para bien de sus vidas y la de sus aliados (gentes
que se un�an voluntariamente para vivir con ellos en sus
tierras y servirle al SE�OR). Porque la bendici�n que nuestro
Padre celestial le ha entregado a Israel no ha sido solamente
para ellos, como se lo prometi� inicialmente a sus
patriarcas, sino tambi�n para las naciones de toda la tierra:
para que todos conozcan lo mismo que ellos han conocido a
trav�s de los tiempos: su Esp�ritu Santo de la Ley y a su
Hijo Jesucristo.

(Inicialmente nuestro Padre celestial llama a Abraham a ser
padre de muchas naciones, es decir, no solamente el padre de
los hebreos o de Israel entero, sino de toda la humanidad y
sus naciones, por los poderes sobrenaturales que
posteriormente entrar�an a la vida del hombre, como el
Esp�ritu Santo de la Ley y su Gran Rey Mes�as, el Cristo!
Porque es la combinaci�n del Esp�ritu Santo de Los Diez
Mandamientos y del Hijo de David lo que nos ha dado el �rbol
de la vida sobre el monte santo de Jerusal�n, para fin del
pecado y el comienzo sublime de la vida eterna en cada
hombre, mujer, ni�o y ni�a de Israel y de todas las naciones
eternas.)

Visto que, esto es lo que se conoce primordialmente en el
reino angelical, el Esp�ritu Santo de Los Diez Mandamientos y
a su Hijo Jesucristo, el �rbol de la vida eterna, no
solamente para �ngeles, arc�ngeles, serafines, querubines y
dem�s seres muy santos y especiales del cielo, sino tambi�n
para el esp�ritu humano del hombre y de la mujer. Dado que,
el conocer el Esp�ritu Santo de los mandamientos y la vida
victoriosa de su �rbol de la vida, en si, es verdad y
justicia para que las tinieblas mueran en sus mentiras
mortales y as� la luz de la verdad de su Jesucristo brille en
el esp�ritu humano del hombre, como el mismo sol del cielo,
para la eternidad.

Pues para esto nuestro Padre celestial crea al hombre y a la
mujer inicialmente en sus manos santas y con la ayuda id�nea
del Esp�ritu Santo de Sus Diez Mandamientos, para que todos
lo lleguen a conocer a �l cara a cara, pero s�lo por medio
del Esp�ritu Santo de su palabra viva y de la de su Hijo
Jesucristo. De otra manera, no hay manera posible para
comenzar a conocer a nuestro Padre celestial, tal como
siempre ha sido �l para con nosotros, no solamente desde el
d�a de nuestra creaci�n individual en su imagen y conforme a
su semejanza celestial en el cielo, sino desde los primeros
d�as de la antig�edad, por ejemplo.

En la medida en que, nosotros hemos salido de su coraz�n
creador y del Esp�ritu Santo de sus mandamientos, en el d�a
de nuestra creaci�n individual en su imagen y conforme a su
semejanza celestial, para ser llenos de su Jesucristo en el
para�so, en la tierra y as� tambi�n en La Nueva Jerusal�n
perfecta y gloriosa del cielo. Es m�s, muy bien podemos decir
que nuestro Padre celestial nos crea en la imagen y conforme
a la semejanza sant�sima del Esp�ritu Santo de Sus Diez
Mandamientos, el cual es su mismo Hijo amado, el Cristo, el
Gran Rey Mes�as, para que seamos transformados en �l (o como
�l mismo), para vivir sumamente santos para siempre en la
eternidad celestial.

Por ello, nuestro Padre celestial nos ha dado abundantemente
del Esp�ritu Santo de Sus Diez Mandamientos, principalmente a
Israel, para que seamos llenos de su amor eterno cada d�a
hacia a �l y a hacia su Jesucristo, nuestro Rey Mes�as
primeramente y, luego, para que seamos llenos de sus dones
sobrenaturales de su Ley cumplida, para vencer
progresivamente al mentiroso Satan�s. Porque para vivir en la
tierra, entonces tenemos que estar llenos de su Esp�ritu
Santo de Los Diez Mandamientos infinitamente glorificados,
as� mismo como en cualquier otro lugar de toda su creaci�n
celestial, como, por ejemplo, en el reino angelical, en el
para�so y hasta en la nueva vida eterna de La Nueva Jerusal�n
santa y perfecta del cielo.

En vista de que, para vivir normalmente en cada uno de todos
estos lugares de la tierra y del m�s all�, creados por el
Esp�ritu Santo de Los Diez Mandamientos y de su nombre
sumamente glorioso y todopoderoso, entonces tenemos que vivir
llenos del fruto del �rbol de la vida celestial y mesi�nica,
el Hijo de David, �nuestro Salvador Jesucristo! De otra
manera, somos infinitamente vulnerables a las mentiras y a
las artima�as escondidas de Satan�s y de sus �ngeles ca�dos,
para enga�arnos mortalmente as� como enga�o inicialmente a
Eva y luego a Ad�n, para que no solamente ellos se alejaran
del �rbol de la vida para siempre, sino tambi�n sus
descendientes, nosotros mismos, en nuestros millares, en toda
la tierra.

Pero en su gran amor eterno, nuestro Padre celestial jam�s
nos abandona por ninguna raz�n, sino que siempre fue fiel a
�l mismo y a su nombre muy santo, porque su Hijo amado
nacer�a del vientre virgen de una de las hijas de sus
patriarcas de Israel, para no solamente cumplir con su Ley,
sino para darnos tambi�n su vida eterna. Y para esto nuestro
Padre celestial crea el cielo y la tierra con el poder
sobrenatural de su palabra, para que no solamente el hombre
entre a vivir en ella con sus cosas creadas en sus mares y en
sus cielos, sino para que su Jesucristo nazca como Rey Mes�as
de Israel y de las naciones venideras para la eternidad
entera.

Adem�s, fue por esta raz�n, que en el d�a que nuestro Padre
celestial termina de crear el cielo y la tierra, pues la vio
desolada de toda vida y, a la vez, completamente desordenada,
entonces deja derramar del Esp�ritu Santo de Sus Diez
Mandamientos, g�nesis 1:2, por ejemplo, para darle y vida y
en abundante santidad a toda ella. Y �ste Esp�ritu Santo,
nuestro Padre celestial lo envi� al mundo con poder y
autoridad sant�sima para subyugar las tinieblas, para que
entonces perdieran sus poderes infernales y murieran, d�ndole
as� paso al Esp�ritu Santo de la vida de cada ser viviente en
toda la tierra con sus mares y vastos cielos, como t� y yo,
hoy en d�a, por ejemplo.

Adem�s, �ste Esp�ritu de Dios es, en si, el mismo Esp�ritu de
vida perfecta de Los Diez Mandamientos en la vida y en la
sangre sant�sima del �rbol de la vida del para�so y del
Cordero Escogido, el Hijo de David, nuestro Se�or Jesucristo,
para remover las tinieblas del mundo entero y darle vida en
abundancia por fin a toda ella. Y �sta vida abundante no es
la primer vida de Ad�n, sino la misma vida sant�sima de
nuestro Padre celestial y de su Esp�ritu Santo de los
mandamientos de la vida gloriosa y sumamente honrada de su
Hijo Jesucristo, el Hijo de David, para con todo aquel que
cree en �l e invoca su nombre sant�simo para salvar su alma
viviente.

�sta es la verdadera vida eterna para todos nosotros, en
nuestros millares, por la cual nuestro Padre celestial crea
al hombre en su imagen y conforme a su semejanza celestial
inicialmente en el Esp�ritu Santo de Sus Diez Mandamientos en
el cielo, para vivirla d�a a d�a y para siempre en la
eternidad celestial. Y �sta vida eternal ser� solamente del
hombre y de cada uno de sus descendientes en el para�so y as�
tambi�n en su Nueva Jerusal�n santa y gloriosa del cielo, en
donde el �rbol de la vida eterna, nuestro Se�or Jesucristo,
volver� a reinar grandemente en nuestro esp�ritu humano para
jam�s volverse a separar de nosotros, para siempre en la
eternidad.

En verdad, �sta vida eterna y sumamente gloriosa de nuestro
Padre celestial y de su �rbol de la vida, nuestro Se�or
Jesucristo, le conoce muy bien nuestro esp�ritu humano, de
arriba abajo, porque es nuestra �nica verdadera vida que
conocemos, por la cual fuimos creados inicialmente en las
manos de nuestro Padre celestial y del Esp�ritu Santo de su
Ley viviente. �ste vida eterna de nuestro Padre celestial y
de su Hijo Jesucristo la conocemos muy bien, as� como
conocemos a nuestras propias madres cara a cara, por ejemplo.
Porque la vida humana, en la cual cada uno de nosotros naci�
en el mundo, no es nuestra verdadera vida del para�so, sino
la vida falsa de Lucifer o la de Ad�n y Eva, la cual se
alimento inicialmente no del �rbol de la vida, como Dios
manda, sino del fruto prohibido, para mal eterno de la
humanidad entera en la eternidad.

Por eso, esta vida nuestra no encaja con ninguno de nosotros
jam�s, por m�s que la tratemos de encajar en nuestro diario
vivir del mundo entero, porque comi� inicialmente, en
desobediencia a Dios, del fruto prohibido del �rbol de la
ciencia del bien y del mal, para mal eterno de todos nosotros
en la tierra y en el infierno tambi�n. Por eso, cuando
nacimos en el mundo del vientre de nuestras madres, entonces
lloramos desconsoladamente; porque esta vida, en la que
vivimos todos nosotros, hoy en d�a, comi� del fruto prohibido
para mal eterno. Pero cuando aceptamos la vida sant�sima del
Hijo de David, nuestro Se�or Jesucristo, entonces todo cambia
dr�sticamente en cada uno de nosotros, porque volvemos a
nacer no del esp�ritu inicial de error de Ad�n y Eva del
para�so, sino del mismo Esp�ritu Santo de Los Diez
Mandamientos sumamente cumplidos y grandemente glorificados
del �rbol de la vida eterna, �el Rey Mes�as!

Y �ste �rbol de la vida eterna es, sin duda alguna, nuestro
Se�or Jesucristo en el epicentro del para�so y en el
epicentro de Israel tambi�n, para perd�n de los pecados de
Israel y as� tambi�n de los pecados de cada hombre, mujer,
ni�o y ni�a de las naciones de toda la tierra, para recibir
por fin la verdadera vida eterna. Por eso, nuestro Padre
celestial les dec�a a los hebreos, una y otra vez, por
ejemplo, no se aparten del libro de la Ley, sino que
meditaran en su Esp�ritu Santo d�a y noche para que todo lo
que hagan, en cualquier parte del mundo, entonces les salga
bien a ustedes y a cada uno de los suyos tambi�n, para
siempre.

Porque es el Esp�ritu Santo de los mandamientos que nos da no
solamente la verdad y la santificaci�n de la vida sant�sima
de nuestro Padre celestial, sino tambi�n la de su �rbol de la
vida, nuestro Se�or Jesucristo, para santificar grandemente
nuestros corazones y cada d�a de nuestras vidas por la tierra
tambi�n, para que sus bendiciones siempre nos alcancen
sobrenaturalmente. Porque es con el Esp�ritu Santo de sus
mandamientos que nuestro Padre celestial no solamente hizo
grandes cosas para Israel, para que escapase de la cautividad
de Egipto, por ejemplo, sino tambi�n que fue por medio del
mismo Esp�ritu que nuestro Padre celestial llevo a Israel por
el desierto y hasta introducirlos en la tierra eterna de su
Hijo Jesucristo, �Israel!

Porque en esta tierra escogida, nuestro Padre celestial iba
hacer una gran cosa con todo Israel, para bendecir
grandemente no solamente a los hijos de sus siervos de la
antig�edad, sino tambi�n a cada hombre, mujer, ni�o y ni�a de
todas las familias de la humanidad entera, d�ndoles el perd�n
de sus pecados, para llenarlos por fin de su misma vida
eterna. Por eso nuestro Padre celestial no solamente llama a
Ad�n y Eva a comer del fruto del �rbol de la vida sino
tambi�n a cada uno de sus descendientes, como nosotros
mismos, hoy en d�a, en todos los lugares de la tierra, para
perd�n de nuestros pecados y, a la vez, llenarnos de las
bendiciones sin fin de la vida eterna.

Y no solamente para perd�n de nuestros muchos pecados, sino
tambi�n para llenura infinita de nuestro esp�ritu humano en
cada d�a y en cada noche del Esp�ritu Santo sumamente
cumplido e infinitamente glorificado de Los Diez
Mandamientos, en la vida sant�sima y sumamente victoriosa
sobre Satan�s y de cada una de sus artima�as malvadas e
inhumanas, �nuestro Se�or Jesucristo! Porque nuestro Padre
celestial no solamente nos dio el Esp�ritu Santo de sus
mandamientos sobre el Sina�, sino que con �l nos dio tambi�n
la misma vida sant�sima de su Cordero Escogido, su Hijo
Jesucristo, para que �l cumpla grandemente con la Ley no s�lo
en su vida mesi�nica en Israel, sino tambi�n en cada uno de
todos nosotros, para siempre.

Por lo tanto, s�lo nuestro Se�or Jesucristo cumple y
glorifica grandemente el Esp�ritu Santo de los Diez
Mandamientos en cada uno de nuestros corazones y de nuestro
esp�ritu humano cada d�a delante de nuestro Padre celestial,
para perd�n y para reconciliaci�n eterna con la misma vida
antigua de sus �ngeles poderosos y de todo el reino de los
cielos. Y sin el Se�or Jesucristo, entonces jam�s podr�amos
glorificar, ni mucho menos cumplir con el Esp�ritu Santo de
los mandamientos en la tierra ni en el para�so ni en la nueva
vida infinita de La Nueva Jerusal�n santa y brillante del
cielo: -por eso-s�lo Jesucristo nos da para siempre su
verdadera comida y su verdadera bebida, para no morir m�s.

Pues de �l comemos de su carne inmolada como el Pan del
cielo, el Cordero de Dios, y bebemos de su copa de vino, como
la sangre del pacto eterno entre nuestro Padre celestial y el
hombre, para que jam�s nos falte en nuestros corazones y en
nuestro esp�ritu humano la llenura sobrenatural del Esp�ritu
Santo de Los Diez Mandamientos. Es decir, para que jam�s nos
falte del bien eterno de la glorificaci�n y del cumplimiento
sublime del Esp�ritu Santo de los mandamientos en nuestros
corazones y en nuestro esp�ritu humano de cada d�a, de
nuestras vidas en la tierra y as� tambi�n en la eternidad
para siempre, como con los �ngeles o como con nuestro Padre
celestial mismo, por ejemplo.

Porque en el reino de los cielos, todo lo que se come, en
verdad, se come con el Esp�ritu Santo de Los Diez
Mandamientos infinitamente cumplidos y glorificados en el
�rbol de la vida, nuestro Se�or Jesucristo, para amar y
servirle a nuestro Padre celestial cada d�a y para siempre en
la nueva eternidad celestial. Es decir, que con nuestro Se�or
Jesucristo viviendo ya en nuestros corazones, entonces
comemos tambi�n d�a y noche delante de nuestro Padre
celestial del Esp�ritu Santo de Sus Diez Mandamientos
sumamente cumplido e infinitamente glorificado en nuestros
corazones y en nuestro esp�ritu humano, para jam�s volver a
tener hambre ni sed de su verdad ni de su justicia celestial,
para siempre.

Si, as� es: con el Se�or Jesucristo viviendo ya en nuestras
corazones, entonces comemos y bebemos cada d�a del Esp�ritu
Santo de Los Diez Mandamientos cumplidos e infinitamente
glorificados en nuestro diario vivir por toda la tierra, para
jam�s volver a ofender a nuestro Padre celestial ni a su
coraz�n sant�simo con ninguna de nuestras palabras ni obras
de nuestras manos. Porque con el Esp�ritu Santo de los
mandamientos cumplidos y glorificados en nuestro Se�or
Jesucristo, pues entonces ya no podemos volver a ofender a
nuestro Padre celestial, ni jam�s Satan�s nos podr� volver a
enga�ar con ninguna de sus mentiras malvadas de su malvado
coraz�n inhumano e infinitamente perdido, perdido eternamente
en la maldad del fuego eterno del infierno.

Con el Esp�ritu Santo de los mandamientos cumplidos en
nuestros corazones, gracias a la obra del Se�or Jesucristo
sobre la cima santa de Jerusal�n, entonces volvemos a nacer
en la misma vida eterna del Esp�ritu Santo de nuestro Padre
celestial, para jam�s volver a conocer la mentira, ni menos
vivir en el pecado de nadie, como el pecado de Ad�n, por
ejemplo. Es decir, que nuestro Padre celestial nos ha hecho
volver a nacer en el Esp�ritu Santo de sus Diez Mandamientos,
al creer en nuestros corazones y confesar con nuestros labios
a su Hijo amado, nuestro Se�or Jesucristo, como nuestro �nico
y suficiente salvador de nuestras almas vivientes en la
tierra y en el cielo, para siempre.

Por eso nuestro Padre celestial llama inicialmente a Israel a
que lea d�a y noche del Esp�ritu Santo de Los Diez
Mandamientos, para que el esp�ritu de error de Ad�n y Eva
salga de ellos, para volver a nacer y ser llenos del Esp�ritu
Santo de Los Diez Mandamientos, para que as� �l pues est� por
siempre alegre con ellos. Pero los hebreos se alejaban de la
lectura del Esp�ritu Santo de los mandamientos y as�, sin
darse cuenta, se alejaban de nuestro Padre celestial o �l
mismo se alejaba de ellos; porque se volv�an rebeldes a �l,
en vez de ser obedientes a sus palabras y a su voluntad para
con ellos a trav�s del desierto y ya en Israel tambi�n.

Es decir, que los antiguos hebreos se volv�an rebeldes a
nuestro Padre celestial, porque el esp�ritu que estaba en
ellos no solamente era el de Ad�n sino tambi�n de los dioses
de sus esposas extranjeras y de sus esposos extranjeros, por
ejemplo, y esto empeoraba su relaci�n directa con Dios que
est� en el cielo. Pero cuando ellos mismo retomaban la
lectura del Esp�ritu Santo de Los Diez Mandamientos, entonces
se alejaban del esp�ritu de Ad�n y de error de sus c�nyuges,
para volver a ser llenos del Esp�ritu Santo de Los Diez
Mandamientos y as� volver a tener una relaci�n normal de d�a
a d�a con su Dios que est� en los cielos.

Y s�lo as� nuestro Padre celestial no s�lo trataba con Israel
d�a y noche, sino que los bendec�a grandemente por todo el
desierto y hasta que entraron en la tierra prometida, porque
el esp�ritu que estaba en ellos, en s�, era el Esp�ritu Santo
del Hijo de David, el Gran Rey Mes�as para agradar a Dios en
todas sus cosas siempre. Ciertamente que nuestro Padre
celestial nos empez� a hacer libres de las profundas
tinieblas de Satan�s, desde el segundo d�a de haber creado
los cielos y la tierra, cuando le ordeno a su Esp�ritu Santo
de Sus Diez Mandamientos que se regara sobre toda la faz de
la tierra, para terminar con Satan�s y con su mal eterno para
siempre.

Entonces nuestro Padre celestial le dio poderes y autoridades
especiales al Esp�ritu Santo de Sus Diez Mandamientos, para
darle forma a toda la tierra y as� por fin subyugar a cada
una de las tinieblas de Satan�s, para hacernos libre a todos
nosotros del mal eterno y de la muerte, pero s�lo por medio
de la vida de su Hijo Jesucristo. Porque su Hijo amado,
nuestro Se�or Jesucristo, se iba a incorporar por fin al
esp�ritu humano de cada hombre, mujer, ni�o y ni�a de la
humanidad entera, naciendo primeramente del vientre virgen de
la hija de David, para posteriormente ser clavado a los
�rboles sin vida de Ad�n y Eva sobre la cima santa de
Jerusal�n, en Israel.

As� no solamente nuestro Se�or Jesucristo se estableci� como
el �rbol de la vida en las afueras del monte santo de
Jerusal�n, en Israel, sino tambi�n en las afueras de la nueva
vida eterna de La Nueva Jerusal�n santa y gloriosa del nuevo
reino celestial, para ser el camino y la puerta eterna de
vida de los hijos de Dios. Por eso es bueno invocar y orar en
el nombre sant�simo de nuestro Se�or Jesucristo delante de
nuestro Padre celestial, para que entonces nos conceda sus
ricas bendiciones sin fin del Esp�ritu Santo de sus
mandamientos sumamente glorificados y cumplidos en nuestro
diario vivir en tierra y en el cielo para la eternidad
venidera, gracias a su amor antiguo por todos nosotros.

Adem�s, podemos decir tambi�n que cada vez que invocamos por
fe y en un momento de oraci�n y de amor hacia nuestro Padre
celestial, entonces el Esp�ritu Santo de los mandamientos y
de la sangre sant�sima del pacto eterno desciende a nosotros
grandemente, para limpiarnos de los poderes terribles de las
tinieblas y as� colmarnos de muchas bendiciones sin fin.
Porque nuestro esp�ritu humano para poder seguir viviendo, ya
sea en el para�so inicialmente o en la tierra de nuestros
d�as y hasta en el mismo reino angelical, como en la nueva
vida infinita de La Nueva Jerusal�n santa y gloriosa del
cielo, pues entonces necesitamos ser bendecidos por el mismo
Esp�ritu Santo; de otro modo, no podemos seguir viviendo m�s.

Entonces los que est�n sufriendo y muriendo a cada momento de
sus vidas, en verdad est�n muri�ndose en vida y mucho antes
de su tiempo, porque el Esp�ritu Santo de Dios no est� en sus
vidas ni menos en su esp�ritu humano, como Dios manda, por
inicio, sino que la mentira del para�so reina a�n en sus
corazones desdichadamente, para maldici�n eterna. Es m�s, la
gente que muere cada d�a, en verdad, muere ciega y en sus
profundas tinieblas de las mismas mentiras originales de Ad�n
y Eva, porque no tienen conocimiento pleno del Esp�ritu de
nuestro Padre celestial y de su Hijo Jesucristo, ya sea por
medio de la Escritura o por sus mismos mandamientos eternos
de siempre, por ejemplo. Por eso es bueno invocar a nuestro
Se�or Jesucristo cada d�a, para cumplir con el Esp�ritu Santo
de la Ley y as� los males del m�s all� se vayan de nosotros
juntos con las mentiras de Satan�s y de la serpiente antigua
para siempre.

Adem�s, nuestro Padre celestial no crea al hombre en su
imagen y conforme a su semejanza celestial con la ayuda
id�nea del Esp�ritu Santo de Sus Diez Mandamientos, para
luego condenarlo a una muerte cruel y eterna, ya sea en el
infierno o en el lago de fuego eterno, la segunda muerte del
alma perdida del hombre, sino para que viva. Para que viva el
hombre con los suyos sumamente lleno del Esp�ritu Santo de
vida y de salud eterna de su fruto de vida y de sus
mandamientos en todo su esp�ritu humano, como en el para�so,
en la tierra y hasta en la misma nueva vida eterna de La
Nueva Jerusal�n gloriosa y perfecta del cielo, por ejemplo.

Adem�s, cu�ndo Ad�n comi� del fruto prohibido de las manos de
su esposa Eva, entonces su vida cambio dr�sticamente para
mal, porque su coraz�n y sus ojos se cerraron para la Ley y
se abrieron para ver a Lucifer y sus obras malvadas de cada
una de sus mentiras mortales, en la tierra y en el m�s all�,
para siempre. Pero aunque esto siempre ha sido verdad, desde
cuando Ad�n cayo en la trampa y en las mentiras de la boca de
Eva y de la serpiente antigua del Ed�n, la cual hablaba por
Satan�s, nuestro Padre celestial jam�s abandona al hombre ni
a ninguno de los suyos, porque lo creo para amarlo de todo
coraz�n como a su mismo Jesucristo.

En verdad, nuestro Padre celestial crea al hombre
inicialmente con la ayuda id�nea del Esp�ritu Santo de sus
mandamientos eternos, para amarlo grandemente como a uno de
los suyos del reino de los cielos, o como siempre amo a su
Hijo amado, nuestro Se�or Jesucristo, desde los primeros d�as
de la eternidad y hasta nuestros d�as, por ejemplo. Adem�s,
en el para�so, cu�ndo Ad�n y Eva comieron del fruto prohibido
de las mentiras de la serpiente antigua y de Lucifer,
entonces todo muri�, m�s no muri� jam�s el Esp�ritu de amor
eterno de nuestro Padre celestial y del Esp�ritu Santo de sus
mandamientos para con el esp�ritu humano del hombre y de los
suyos, en sus millares, para siempre.

Verdaderamente, nuestro Padre celestial siempre fue fiel a su
Esp�ritu Santo de amor, verdad y de justicia de sus
mandamientos, para con el esp�ritu humano del hombre, la
mujer, el ni�o y la ni�a de la humanidad entera, en el
para�so y as� tambi�n en la tierra y para siempre para la
nueva vida de La Nueva Jerusal�n colosal del cielo. Por eso
nuestro Padre celestial jam�s nos abandona, porque su amor
eterno est� en nosotros, por inicio; y cu�ndo pens�bamos que
�l estaba lejos de nosotros, ciertamente, es cu�ndo m�s cerca
estaba (de nosotros), como, hoy en d�a, por ejemplo, por
medio del Esp�ritu Santo de la sangre y de la vida gloriosa
de su Hijo amado, �nuestro Se�or Jesucristo!

Hist�ricamente, desde los primeros d�as de la antig�edad, los
profetas intentaron manifestarle a Israel y a la humanidad
entera el esp�ritu de amor y de justicia de nuestro Padre
celestial directamente de sus Diez Mandamientos para con cada
uno de nosotros, en nuestros millares, pero jam�s ninguno de
ellos lo logra manifestar como tal, sino s�lo Jesucristo y
con su sangre derramada. S�lo nuestro Se�or Jesucristo naci�
como el Hijo de David, para manifestarle a Israel y al mundo
entero el amor vivo del Esp�ritu Santo de nuestro Padre
celestial y de Sus Diez Mandamientos, para con todos ellos;
pues vimos claramente a Jesucristo nacer humilde para luego
morir lleno de amor de nuestro Padre celestial por Israel y
por la humanidad entera.

Realmente, fue nuestro Se�or Jesucristo quien siendo Hijo de
Dios, entonces naci� en un pesebre y entre corderos en
Israel, para que Israel y as� tambi�n cada una de las
naciones de la tierra por fin entendiera el amor inmenso que
emana del coraz�n santo de nuestro Padre celestial para con
todos ellos y as� tambi�n para la eternidad venidera. Pues
�ste amor santo y sumamente glorioso de nuestro Padre
celestial y de su Esp�ritu Santo de los Diez Mandamientos,
solamente lo pod�a traer a la luz de los ojos y de la vida de
cada hombre, mujer, ni�o y ni�a de Israel y as� tambi�n de
cada una de las familias de las naciones, �nuestro Se�or
Jesucristo!

Porque cuando arrestaron a nuestro Se�or Jesucristo para
juzgarlo y condenarlo a una muerte inhumana que no se mereci�
jam�s, y por culpa de unos infames que ni siquiera lo
conoc�an, entonces no entr� en juicio ni en condenaci�n
alguna con ellos, ni menos con sus traidores cl�sicos, como
Judas Iscariote, por ejemplo, sino que se mantuvo callado y
en paz. Y nuestro Se�or Jesucristo se mantuvo callado y en
paz delante de sus acusadores y verdugos de siempre, porque
hab�a nacido entre ellos para manifestarles grandemente el
amor sobrenatural que nuestro Padre celestial siempre ha
sentido por ellos y por la humanidad entera tambi�n, y esto
es realmente desde antes de su primer pecado mortal en el
para�so, por ejemplo.

Es decir, que cada vez que o�amos a nuestro Se�or Jesucristo
hablarle al hombre con su gracia y amor de hermano, entonces
est�bamos viendo a nuestro Padre celestial manifestar su amor
verdadero y sumamente santo de su coraz�n glorioso y
misericordioso para con �l y para con los suyos en Israel y
en la humanidad entera tambi�n, para miles generaciones
venideras. Porque es el Esp�ritu Santo de amor y de justicia
infinita lo que siempre emana de los Diez Mandamientos, para
entrar en nuestros corazones y bendecir grandemente nuestros
cuerpos y esp�ritu humano, gracias a la obra gloriosa y
sublime de su Hijo amado, �nuestro Se�or Jesucristo!

Para que de esta manera vivamos una vida llena de bendiciones
del amor, la verdad y la justicia infinita del Esp�ritu Santo
de los mandamientos infinitamente cumplidos y glorificados en
la vida del Gran Rey Mes�as de Israel y de la humanidad
entera, para perd�n y para bendici�n sin fin de nuestra �nica
verdadera vida eterna y celestial de cada d�a. Por esta raz�n
tenemos que ser fieles a lectura del Esp�ritu Santo de Los
Diez Mandamientos para ser llenos de su cumplimiento y de su
glorificaci�n infinita en nuestras vidas de cada d�a y en la
vida gloriosa y sumamente victoriosa de nuestro Se�or
Jesucristo, el Hijo de David, �el �nico posible Mes�as para
Israel y para la humanidad entera! �Am�n!

El amor (Esp�ritu Santo) de nuestro Padre celestial y de su
Jesucristo es contigo.


�Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


D�gale al Se�or, nuestro Padre celestial, de todo coraz�n, en
el nombre del Se�or Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Se�or. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, tambi�n, para
siempre, Padre celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Se�or Jesucristo.

LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad d�a y
noche, (Deuteronomio 27: 15-26):

"'�Maldito el hombre que haga un �dolo tallado o una imagen
de fundici�n, obra de mano de tallador (lo cual es
transgresi�n a la Ley perfecta de nuestro Padre celestial), y
la tenga en un lugar secreto!' Y todo el pueblo dir�: '�
Am�n!'

"'�Maldito el que le reste importancia a su padre o a su
madre!' Y todo el pueblo dir�: '�Am�n!'

"'�Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad
de su pr�jimo!' Y todo el pueblo dir�: '�Am�n!'

"'�Maldito el que desvi� al ciego de su camino!' Y todo el
pueblo dir�: '�Am�n!'

"'�Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del
hu�rfano y de la viuda!' Y todo el pueblo dir�: '�Am�n!'

"'�Maldito el que se acueste con la mujer de su padre,
porque descubre la desnudes de su padre!' Y todo el pueblo
dir�: '�Am�n!'

"'�Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier
animal!' Y todo el pueblo dir�: '�Am�n!'

"'�Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su
padre o hija de su madre!' Y todo el pueblo dir�: '�Am�n!'

"'�Maldito el que se acueste con su suegra!' Y todo el
pueblo dir�: '�Am�n!'

"'�Maldito el que a escondidas y a traici�n hiera de muerte
a su semejante, sin causa alguna!' Y todo el pueblo dir�: '�
Am�n!'

"'�Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente,
sin causa alguna!' Y todo el pueblo dir�: '�Am�n!'

"'�Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley,
poni�ndolas por obra en su diario vivir en la tierra!' Y todo
el pueblo dir�: '�Am�n!'

LOS �DOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los �dolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre celestial y de su
Esp�ritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
�sta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quiz� que
el fin de todos los males de los �dolos termine, cuando
llegues al fin de tus d�as. Pero esto no es verdad. Los
�dolos con sus esp�ritus inmundos te seguir�n atormentando
d�a y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males est� aqu� contigo, en
el d�a de hoy. Y �ste es el Se�or Jesucristo. Cree en �l, en
esp�ritu y en verdad. Usando siempre tu fe en �l, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los �dolos y de sus huestes de
esp�ritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos tambi�n, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de d�a en d�a
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus �ngeles santos. Y t� con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oraci�n, cada tilde, cada
categor�a de bendici�n terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada se�or�o, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del d�a de hoy y de
la tierra santa del m�s all�, tambi�n, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, �el Se�or Jesucristo!, �El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!

S�LO �STA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la �nica ley santa de Dios y del Se�or Jesucristo en
tu coraz�n, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo as�, desde los d�as de la antig�edad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendr�s otros dioses delante de m�".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te har�s imagen, ni ninguna semejanza
de lo que est� arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinar�s ante ellas
ni les rendir�s culto, porque yo soy Jehov� tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generaci�n de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomar�s en vano el nombre de Jehov�
tu Dios, porque �l no dar� por inocente al que tome su nombre
en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acu�rdate del d�a del s�bado para
santificarlo. Seis d�as trabajar�s y har�s toda tu obra, pero
el s�ptimo d�a ser� s�bado para Jehov� tu Dios. No har�s en
ese d�a obra alguna, ni t�, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que est�
dentro de tus puertas. Porque en seis d�as Jehov� hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
repos� en el s�ptimo d�a. Por eso Jehov� bendijo el d�a del
s�bado y lo santific�".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus d�as se prolonguen sobre la tierra que Jehov� tu Dios te
da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometer�s homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometer�s adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robar�s".

NOVENO MANDAMIENTO: "No dar�s falso testimonio en contra de
tu pr�jimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciar�s la casa de tu pr�jimo; no
codiciar�s la mujer de tu pr�jimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
pr�jimo".

Entr�gale tu atenci�n al Esp�ritu de Dios y d�shazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, tambi�n. Hazlo as� y sin m�s demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
�dolos y de sus im�genes de talla, aunque t� no lo veas as�,
en �sta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
tambi�n. Y t� tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los d�as de la antig�edad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el d�a de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que s�lo �l desea ver vida y vida en
abundancia, en cada naci�n y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Se�or
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oraci�n de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:

ORACI�N DEL PERD�N

Padre nuestro que est�s en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo as� tambi�n en la tierra. El pan nuestro de cada d�a,
d�noslo hoy. Perd�nanos nuestras deudas, como tambi�n
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentaci�n, mas l�branos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Am�n.

Porque s� perdon�is a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
celestial tambi�n os perdonar� a vosotros. Pero si no
perdon�is a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonar�
vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Se�or Jes�s dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR M�". Juan 14:

NADIE M�S TE PUEDE SALVAR.

�CONF�A EN JES�S HOY!

MA�ANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MA�ANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL D�A DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
�ste MUNDO y su MUERTE.

Disp�nte a dejar el pecado (arrepi�ntete):

Cree que Jesucristo muri� por ti, fue sepultado y resucito al
tercer d�a por el Poder Sagrado del Esp�ritu Santo y deja que
entr� en tu vida y sea tu �NICO SALVADOR Y SE�OR EN TU VIDA.

QUIZ�S TE PREGUNTES HOY: �QUE ORAR? O �C�MO ORAR? O �QU�
DECIRLE AL SE�OR SANTO EN ORACI�N? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios m�o, soy un pecador y necesito tu perd�n. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi coraz�n y a mi vida, como mi SALVADOR.

�Aceptaste a Jes�s, como tu Salvador? �S� _____? O �No
_____?

�Fecha? �S� ____? O �No _____?

S� tu respuesta fue S�, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada d�a para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los d�as en el nombre de JES�S. Baut�zate
en AGUA y en El ESP�RITU SANTO DE DIOS, adora, re�nete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los dem�s.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecost�s o pastores del
evangelio de Jes�s te recomienden leer y te ayuden a entender
m�s de Jes�s y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos est�n disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librer�a cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librer�as cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros est�n a tu disposici�n, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer m� libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre celestial y de su
Hijo amado y as� comiences a crecer en �l, desde el d�a de
hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusal�n d�a a d�a y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque �sta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvaci�n eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Esp�ritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusal�n". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, dir� yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusal�n". Por causa de la casa de Jehov� nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: implorar� por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Esp�ritu de Dios a toda la humanidad, dici�ndole y
asegur�ndole: - Qu� todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehov� de los Ej�rcitos, �el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
coraz�n, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, para la eternidad.


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