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(IVÁN): JESUCRISTO FUE INMOLADO PARA TODOS COMER DE ÉL BOCADO

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ELIO IVAN VALAREZO

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Apr 26, 2009, 3:25:47 PM4/26/09
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Sábado, 25 de abril, año 2009 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica

(Todos a votar el domingo 26 de abril, para elegir a los
mejores lideres posible para que gobiernen sabiamente a
nuestros pueblos cada día de nuestras vidas hacia la
prosperidad segura de nuestras familias y, principalmente, de
sus hijos e hijas, para un porvenir/destino mejor para todos
nosotros, de los que estamos dentro y fuera de nuestras
tierras ecuatorianas. Que nuestro Padre celestial los bendiga
y guíe sabiamente en todo momento ha echar su voto en las
urnas parroquiales de su distrito por sus lideres ya
escogidos de antemano, ¡en el nombre sabio e infinitamente
glorioso de nuestro Señor Jesucristo!

También tomamos esta oportunidad para recordar a los cinco
niños que murieron ahogados la tarde del lunes pasado en el
río San Pedro de la comuna Lumbisí, localizado entre Cumbayá
y Tumbaco, cerca de Quito, en Ecuador. Nuestras oraciones son
para las familias de los niños desaparecidos, para que
nuestro Padre celestial los abrace grandemente con su
Espíritu Santo y con su compasión fraternal cada día de sus
vidas por toda la tierra, en donde sea que se encuentren,
para que les dejen saber de que sus niños están en el paraíso
con nuestro Señor Jesucristo. Porque nuestro Señor Jesucristo
es no solamente su verdadera vida eterna, sino que también él
mismo es su comida y su bebida de cada día para su nueva vida
gloriosa, llena de bendiciones y felicidades sin fin, en la
nueva eternidad celestial de nuestro Padre celestial y de sus
huestes angelicales. Que nuestro Padre celestial los siga
bendiciendo grandemente a cada uno de todos ustedes, en el
nombre santísimo de nuestro Salvador Jesucristo, ¡el Eterno!,
¡amen!)


(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)


JESUCRISTO FUE INMOLADO PARA TODOS COMER DE ÉL BOCADO A
BOCADO:


Nuestro Señor Jesucristo fue crucificado a lo alto de los
árboles sin vida de Adán y Eva, sobre la cima del monte
santo, en las afueras de Jerusalén, en Israel, para ser
repartida su carne como "pan del cielo" y su sangre santísima
como "la verdadera bebida de la vida eterna", para perdón,
salud, bendiciones sin fin y salvación eterna. Por ello,
degollar el novillo delante de nuestro Padre celestial, a la
entrada del tabernáculo de reunión, era la voluntad divina
que los sacerdotes levitas de la Casa de Israel tenían que
llevar acabo, durante el holocausto del sacrificio de la
Pascua y de los sacrificios de cada día también, delante de
nuestro Padre celestial que está en el cielo.

Todo esto era hecho cada día por los levitas, para "derramar
continuamente la sangre santa del pacto eterno", porque
nuestro Padre celestial "tenia que ver constantemente la
sangre santísima de su Hijo amado", el mismo Hijo de David de
siempre, sobre la vida de cada uno de sus hijos e hijas, para
perdonarlos y sanarlos de todas sus dolencias habituales.
(Así pues también, hoy en día, nuestro Padre celestial "tiene
que ver la sangre inmolada de su Hijo Jesucristo en tu vida",
para perdón y sanidad de todos los males de Satanás, como de
los que vez y hasta de los que no (vez), para que vivas en
paz y feliz los días de tu vida por la tierra.)

Aquí, nuestro Señor Jesucristo, como el Hijo de David, fue el
Cordero de Dios del Día de la Pascua, para ser degollado, de
una vez por todas y para siempre, por la Casa de Israel y por
los pecadores del mundo entero sobre la cima del monte santo,
en las afueras de Jerusalén, en Israel. Porque es en las
afueras de la ciudad celeste de la Nueva Jerusalén del cielo,
en donde nuestro Padre celestial espera cada día por la
llegada de regreso a la vida eterna no solamente de Adán y
Eva, sino también de cada uno de sus millares de
descendientes, de todas las familias de las naciones del
mundo entero.

Por eso fue que nuestro Señor Jesucristo, como el Cordero de
Dios, el Cordero de la Pascua eterna para la liberación de
Israel del poder de la esclavitud egipcia, entonces se
manifestó grandemente en su día a Moisés y en las afueras de
las ciudades de Egipto sobre lo alto del Sinaí. (Éste
escenario se parece mucho al encuentro de Israel y de los
pecadores gentiles sobre la cima del monte santo (el
Gólgota), en las afueras de Jerusalén, en Israel, para
liberación eterna de las profundas tinieblas de la esclavitud
del pecado, la mentira, las maldiciones y de las muertes
eternas de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad
entera.)

Y, de allí en adelante, cada vez que había un sacrifico o
sacrificios, entonces tenia que ser llevado acabo en las
afueras del tabernáculo de reunión, para que el aroma rico
del sacrificio, de su cuerpo santo y de su sangre viva
subiera delante de nuestro Padre celestial que está en el
cielo, personificando así el sacrificio eterno de su
Jesucristo. Visto que, es el aroma sumamente grato de la
verdad, justicia, santidad, perfección, vida intachable
(gloriosa y grandemente victoriosa sobre el pecado de
Satanás), salud, poder y, además, nuevas glorias infinitas de
su Hijo Jesucristo, lo que realmente le agrada a nuestro
Padre celestial cada día de nuestras vidas por la tierra y
así también en el paraíso, eternamente y para siempre.

Es decir, que siempre que había un sacrificio delante de
nuestro Padre celestial, entonces tenia que ser en las
afueras del tabernáculo de reunión, como señal de "cómo iba a
ser sacrificado el Cordero de la Pascua celestial", en las
afueras de Jerusalén y sobre su monte santo, para fin del
pecado y el comienzo de la verdadera vida para todos. Además,
cuando los sacrificios diarios de Israel eran llevados acabo
en las afueras del tabernáculo de reunión, entonces nuestro
Padre celestial presenciaba literalmente como su Hijo amado,
el Hijo de David, iba a ser entregado a los pecadores de
Israel y del mundo entero, para ser sacrificado para
expiación de sus pecados eternos, con sólo el derramamiento
espectacular de su sangre santísima.

Por cierto, esto era algo glorioso para nuestro Padre
celestial y para sus ángeles fieles del cielo observar cada
día y cada noche, durante el proceso de los rituales de los
sacrificios de cada uno de los corderos, por las manos de los
levitas israelíes, para perdón de pecados y liberación de las
tinieblas de Satanás en sus vidas cotidianas. Además,
también, esto era algo de cada día en la Casa de Israel, como
para la eternidad, ya sea por el desierto o ya en Israel
mismo, con toda su gente y gentiles también y sus sacerdotes
levitas, para que sus pecados y enfermedades salgan de sus
vidas, por el poder milagroso y siempre presente de la sangre
de Jesucristo.

Es decir, que los sacrificios de sangre de los corderos, y
finalmente el sacrificio supremo de nuestro Señor Jesucristo
sobre la cima santa, en las afueras de Jerusalén, en Israel,
no fue sorpresa alguna para nadie-puesto que todos esperaban
por éste gran día eterno de nuestro Padre celestial, para
perdonar a Israel y a la humanidad entera de sus pecados. Por
eso, era necesario que cada día y cada tarde se ofreciesen
sacrificios sin tacha alguna en sus cuerpos de corderos,
terneros, chivos, vacas, toros y demás delante de nuestro
Padre celestial, para que por medio de la sangre del animal,
"simbólica a la sangre del pacto eterno" de nuestro Señor
Jesucristo, entonces sea derramada por tierra "para perdón"
de nuestros pecados.

Ciertamente que no era posible el perdón de nuestro Padre
celestial por los pecados de cualquier persona, familia,
nación o naciones del mundo entero en aquellos días, y lo
mismo sigue siendo verdad ahora, con todas las naciones de la
humanidad entera; porque sin el derramamiento de sangre
mesiánica, entonces "no hay expiación posible alguna" por el
pecado de nadie jamás. Pero gracias a nuestro Señor
Jesucristo, el Hijo de David, porque él mismo (y no otro)
derramo su sangre santa sobre los árboles cruzados de Adán y
Eva sobre la cima santa, en las afueras de Jerusalén, en
Israel, para fin de nuestros pecados y males eternos también
de cada día por toda la tierra y del más allá, para siempre.

Por eso, nuestro Padre celestial nos llama desde el cielo a
comer y a beber de su Jesucristo cada día y cada noche de
nuestras vidas por la tierra, para que Satanás jamás se
vuelva a acercar a nuestras vidas con sus engaños de siempre,
para hacernos tropezar en sus mentiras, como lo hizo con Adán
y Eva en el paraíso. Porque Satanás engaño por medio de la
serpiente primeramente a Eva, para finalmente tocar a Adán y
así a cada uno de sus retoños por toda la tierra con sus
mimas mentiras de siempre, pero dichas con otras palabras,
para que jamás coman de la carne ni beban de la copa de vida:
dado que es sólo Jesucristo quien nos da vida continuamente.

Nuestro Señor Jesucristo nos limpia del mal a cada momento de
nuestras vidas, si tan sólo comemos de su carne, el pan del
cielo, y bebemos de su sangre del pacto eterno, la copa de
vino de la verdadera vida, para que nuestra carne entonces
sea libre de tinieblas y nuestra sangre sea expiada de
enfermedades y de muertes sin fin. Por esta razón, nuestro
Señor Jesucristo descendió del cielo para nacer santo y libre
de pecado, para entonces no solamente vivir su vida santísima
del Espíritu Santo de Los Diez Mandamientos, sino también
para decirle a Israel y a las naciones del mundo entero: Sólo
yo soy el Pan del cielo de vida eterna, para todos los que
aman a Dios.

Y sólo así, no solamente Israel puede tener comunión y
reconciliación eterna con nuestro Padre celestial y con su
Espíritu Santo a cada hora, sino que también cada uno de
nosotros, en nuestros millares, de todos los hombres,
mujeres, niños y niñas de la humanidad entera, comenzando con
Adán y Eva, por ejemplo. Por ello, sólo nuestro Señor
Jesucristo viviendo con su carne inmolada y con su sangre
resucitada en el tercer día, en nuestros corazones y en
nuestro espíritu humano, entonces podremos tener paz y
comunión con nuestro Padre celestial que está en el cielo;
por eso, Jesucristo resucitado tiene que vivir en nosotros
cada día, para vivir libres de Satanás para siempre.

Fue por esta razón que nuestro Padre celestial le ordeno a
Adán comer de todos los frutos de los árboles del paraíso,
incluso el fruto del árbol de la vida, su Hijo amado, nuestro
Señor Jesucristo, pero jamás podría comer del fruto
prohibido. Porque el día que comiera del árbol de la ciencia
del bien y del mal, entonces comenzaría a morir delante de Él
y de su vida santa del paraíso y del nuevo reino celestial,
para jamás llegar a conocer la verdadera vida del espíritu
humano, sino el fuego incesante del infierno tormentoso del
más allá.

Además, nuestro Padre celestial no había creado con sus manos
santas al hombre, para que coma siempre del fruto del árbol
de la ciencia del bien y del mal para morir, sino del árbol
de la vida y de cada uno de sus demás árboles del paraíso, de
la tierra y de la Nueva Jerusalén celestial para vivir feliz,
infinitamente. Para que de esta manera, nuestra carne
pecadora y rebelde, nuestros huesos débiles y quebrantados, y
nuestra vida humana cansada de vivir rebelde a Dios, no sea
del árbol del fruto prohibido jamás, sino, todo lo contrario,
del fruto del árbol de la vida eterna, su Hijo amado, el Hijo
de David, ¡nuestro Salvador Jesucristo!

Puesto que, sólo de Jesucristo, cada uno de nosotros, en
nuestros millares, puede renovar su vida, en un renacimiento
espiritual sumamente santo, para que su carne, sus huesos y
su sangre ya no sean de Adán y Eva, los primeros rebeldes del
paraíso, sino del árbol de la vida y de la felicidad eterna,
para Israel y para la humanidad entera. Por eso, nuestro
Padre celestial le ordeno a Adán y así también a cada uno de
sus descendientes, comenzando con Abel, por ejemplo, que le
traigan delante de su presencia siempre un cordero de un año
y sin tacha alguna en su cuerpo, para que sea sacrificado y
derramada su sangre sobre su altar santo, para expiación de
pecados.

Visto que, es por medio del sacrificio del cordero y de su
sangre que nuestro Padre celestial "pude ver literalmente el
sacrificio santo y la sangre expiatoria de su Hijo amado",
para no solamente expiar por nuestros pecados sino también
para sanarnos de todos los males y, a la vez, darnos vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo infinitamente. Por
esta razón, nuestro Padre celestial quería que Adán y Eva, y
así también sus retoños, comenzaran a comer de la carne de su
Cordero Inmolado, inmolado desde la fundación del cielo y de
la tierra, para que la carne, los huesos y la sangre de sus
cuerpos humanos sean santos perpetuamente, delante de su
presencia santa e infinitamente gloriosa.

Porque es ésta carne santa, con sus huesos inquebrantables y
su sangre bendita e infinitamente gloriosa, la que nuestro
Padre celestial y con su Espíritu Santo siempre quisieron
para Adán y así también para cada uno de sus hijos e hijas en
toda la tierra, comenzando con Eva y contigo también, hoy en
día, mi estimado hermano y mi estimada hermana. Y, además,
para que esto se haga una realidad en la vida de cada hombre,
mujer, niño y niña de Israel y así también de cada familia de
las naciones de la humanidad entera, entonces tenían que
derramar de la sangre del cordero sacrificado, para que
seguidamente comer de su carne inmolada delante de la
presencia santa de nuestro Padre celestial.

Ya que, es el pan del cielo, lo que todos comemos del cordero
del sacrificio delante de nuestro Padre celestial cada día y
cada noche sin cesar jamás; y éste pan del cielo siempre ha
sido la carne santa del árbol de la vida eterna del paraíso,
el fruto de nuestra verdadera vida celestial, el Hijo de
David, ¡nuestro Señor Jesucristo! Por ello, cada vez que la
sangre del cordero (simbolizando a Jesucristo) era derramada
por la tierra y, a la vez, salpicada sobre los utensilios
santos del altar de nuestro Padre celestial, en sí, era para
cubrir nuestras culpas de todos nuestros pecados (pasados,
presentes y futuros), para que nuestros cuerpos sanen de los
males escondidos del más allá.

Porque así como el pecado empezó en el reino angelical con
los ángeles revoltosos, así pues también cada enfermedad del
hombre y hasta la misma muerte también empezó con los ángeles
rebeldes a Jesucristo; porque cuando Adán y Eva empezaron a
morir delante de Dios, entonces fue en el paraíso y no en la
tierra, como muchos piensan. Entonces cuando somos perdonados
de nuestros pecados y, a la vez, sanados de muchos de
nuestros males como de enfermedades, epidemias y de muertes
terribles, en verdad, somos perdonados y sanados a cada hora
del día por nuestro Padre celestial, ¡gracias a la sangre
santísima de su Hijo Jesucristo en el reino de los cielos!

Por eso, la bebida que tomábamos con la carne de los
corderos, no era jamás la sangre del animal, sino bebidas de
frutas y hasta de vinos también, en símbolo o representando
siempre la sangre del pacto eterno de nuestro Salvador
Jesucristo, para que nos limpie de todo pecado y, por
siempre, nos proteja del mal traicionero del maligno. Es
decir, que comenzando con Adán y Eva y así sucesivamente con
todos los siervos de nuestro Padre celestial y a través de la
vida de la Casa de Israel, comenzando con el ritual del
escape milagroso de la esclavitud egipcia, hemos estado
comiendo cada día la carne Inmolada del Cordero de Dios, ¡el
Hijo de David!, para también escapar de Satanás.

Hemos estado comiendo constantemente y, a la vez, bebiendo de
su sangre santísima del pacto eterno entre Dios y el hombre
de toda la tierra, llena de perdón, salud y de la verdadera
vida celestial para nuestros corazones, almas, cuerpos y
espíritu humano, en esta vida y en la vendiera también,
eternamente y para siempre. En realidad, hemos hecho
constantemente lo que le agrada grandemente a nuestro Padre
celestial con la carne Inmolada y con la sangre santísima de
su Hijo amado en nuestro diario vivir, para que así le
sirvamos a Él, en su espíritu y en su verdad gloriosa, en la
tierra y así también por los siglos en la eternidad venidera.

Además, nuestro Padre celestial hacía que la gente comiese de
la carne del cordero sacrificado y sin jamás beber su sangre,
pero si sé bebida de los jugos de los frutos y del vino
también, representando siempre la sangre bendita del pacto
eterno para perdón y reconciliación de nuestras vidas humanas
con la de nuestro Dios que está en el cielo. Y sólo así
nuestro Padre celestial podía perdonar los pecados de las
gentes cada día y cada noche sin jamás cesar en su intento no
solamente de salvar las vidas de los hombres, mujeres, niños
y niñas de la Casa de Israel, sino también de sanar y liberar
a la humanidad entera de los males constantes del maligno,
Satanás. (Gracias a nuestro Señor Jesucristo le debemos dar
cada día, porque Satanás no es eterno, ni tampoco sus
mentiras.)

Por lo tanto, no solamente los levitas sabían que estaban
sacrificando y derramando, por tierra y sobre los utensilios
santos del altar, la sangre del Cordero de Dios, el Hijo de
David, cada vez que sacrificaban a sus animales del
sacrificio de cada día y de cada atardecer, sino que también
sabían que estaban salvando sus vidas del infierno eterno.
Entonces los levitas sabían perfectamente, y así también las
familias de las doce tribus de Israel, de que estaban
comiendo la carne inmolada del Rey Mesías y, simultáneamente,
sabían también de que estaban bebiendo la sangre del pacto
para vida eterna, cada vez que bebían de los jugos y del vino
de la tierra, escogida por Dios mismo, para éste propósito
perpetuo.

De esta manera, nuestro Padre celestial cambiaba
milagrosamente la carne de Adán y Eva que llevaban sus
retoños por toda la tierra, por la carne del Cordero de Dios,
el Hijo de David, para que ya no sean más sus cuerpos para
Satanás, el fruto prohibido, sino para Él y para su árbol de
la verdadera vida legitima, ¡nuestro Señor Jesucristo! Así la
gente sabía perfectamente que su carne ya no era la carne del
pecado para muerte eterna, al comer de los frutos usuales de
la tierra, sino que ahora era su carne santa, la del fruto
del árbol de la vida, nuestro Salvador Jesucristo, para
bendición, para salud constante y para salvación eterna
también de sus almas vivientes.

Por ello, cada vez que los hebreos comían de la carne del
sacrificio, por ejemplo, entonces su carne dejaba de ser la
carne de Adán o de Eva milagrosamente, para ser la verdadera
carne del Hijo de Dios, el Hijo de David, libre del enemigo,
para que sus vidas ya no sean para la tierra del pecado sino
para el mundo celestial. Fue por esta razón que nuestro Señor
Jesucristo les decía a sus apóstoles, una y otra vez: Yo no
soy de este mundo, en donde han nacido ustedes; yo soy del
mundo de arriba, en donde todo es verdad y justicia eterna
para todos, ángeles fieles y hombres de la humanidad entera
también, para siempre.

Así pues, ustedes también no son de este mundo pecador, es
decir, si comen de mi carne y beben de mi sangre bendita,
como los antiguos lo hicieron cada vez que comían de la carne
del cordero sacrificado para derramar su sangre por tierra y
sobre el altar divino, para perdón de pecados y para
salvación perfecta de sus almas vivientes. Y, hoy en día,
cada vez que estemos sentados a la mesa de nuestro SEÑOR, en
nuestros hogares de siempre, por ejemplo, pues perfectamente
podemos coger el pan y bendecirlo delante de nuestro Padre
celestial, dándole gracias por él, para que sea convertido en
el pan de vida eterna, para comerlo y así no volvamos a tener
hambre jamás.

Así también podemos coger nuestras bebidas de siempre y
levantarlas al cielo, presentándoselas al SEÑOR, para que las
bendigas y las acepte como la sangre del pacto eterno de su
Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, para beberlas y así no
volvamos a tener sed jamás, en esta vida ni en la venidera
tampoco, para siempre. Y si participamos de la mesa del SEÑOR
cada día, como Dios manda, entonces nuestras carnes dejaran
de ser rebeldes como la de Adán y Eva, para convertirse en la
carne y en la sangre santísima, llena de salud, vida y
prosperidad del árbol de la vida, el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo entero, ¡nuestro Señor Jesucristo!

Así es: cada día y cada noche también podemos comer de la
carne y beber del fruto del árbol de la vida, nuestro Señor
Jesucristo, como los antiguos hebreos lo hacían en su era,
para que nuestro Padre celestial se sienta completamente
complacido con cada uno de nosotros, para que Satanás se
aleje de nuestras vidas para siempre. Visto que, una vez que
Satanás se aleja de nuestras vidas, será entonces porque ya
no estamos viviendo en la carne del pecado y rebelión de Adán
y Eva, sino en la carne santa, en los huesos inquebrantable,
y en la vida gloriosa y sumamente victoriosa de la sangre del
pacto eterno, de nuestro Señor Jesucristo y de nuestro Padre
celestial.

Porque la verdad es que, hoy en día, es la carne pecadora de
Adán y Eva, la cual compone tu cuerpo y, aunque no te des
cuenta nunca de nada, es la que atrae a Satanás con cada una
de sus mentiras, maldiciones y muertes de enfermedades
terribles del más allá, para arruinar tu vida y la de los
tuyos también. Pero la carne de la sangre santísima del Hijo
de David, nuestro árbol de vida y de salud eterna, es la que
realmente hace que nuestras vidas sean llenas de bendiciones,
salud y de prosperidades sin fin, para que Satanás no vuelva
a tocar nuestras vidas con ninguna de sus maldades de
siempre, en esta vida ni en la venidera tampoco.

Pues éste es nuestro verdadero cuerpo celestial, aunque no lo
creas así aún, en el cual cada uno de nosotros fue creado en
el comienzo de las cosas en el seno de nuestro Padre
celestial y de su Espíritu Santo, y más no en el cuerpo
pecador y rebelde a Dios y a su Jesucristo de Adán y Eva.
Pues es el cuerpo de la carne y de la sangre pecadora de Adán
y Eva, los cuales habitan en cada uno de nosotros, en
nuestros millares, en todos los lugares de la tierra, para
sufrir los males más terribles de Satanás y finalmente la
muerte eterna en la tierra y así también en el fuego eterno
del infierno.

Por eso es que, en oración, tenemos que comer cada día y cada
noche de la carne y de la sangre del pacto eterno del árbol
de la vida, para que nuestros cuerpos sean transformados en
el verdadero cuerpo de nuestras almas vivientes, en la tierra
y en el paraíso también, como el del Hijo de Dios, ¡nuestro
Señor Jesucristo! En la medida en que, es solamente en el
cuerpo de la carne y de la sangre santísima de nuestro Señor
Jesucristo, en el cual cada una de nuestras almas debería
estar viviendo hoy en día, para agradarle por siempre en toda
verdad, justicia, santidad, perfección, poder y vida
saludable a nuestro Padre celestial que está en el cielo.

Ciertamente que cada uno de nosotros tiene que ser siempre
sin tacha ni mal alguno en nuestros cuerpos, así como los
corderos del sacrifico de cada día delante de nuestro Padre
celestial y sobre su altar santo; pues todo esto es sólo
posible en nosotros, cuando Jesucristo habita en nuestras
vidas con su misma carne y con su misma sangre santísima. Por
esta razón, nuestro Padre celestial les decía a los antiguos,
por ejemplo: Sean santos, como yo soy santo; sean puros, como
yo soy puro; y caminen delante de mi en santidad y en
perfección del Espíritu Santo-y, la única manera, en la cual
el hombre puede ser santo delante de Dios, será con
Jesucristo viviendo ya en su corazón.

Puesto que, éste fue el plan de nuestro Padre celestial
inicialmente para con cada uno de nosotros, de vivir en el
cuerpo de la carne y de la sangre santísima de su fruto de
vida y de salud eterna, nuestro Señor Jesucristo, para que
Satanás jamás se pueda acercar a nosotros, ni menos
engañarnos con sus mentiras mortales y malvadas. Por eso fue
que Adán y Eva pecaron mortalmente, porque sus carnes y sus
sangres no eran la de su Jesucristo desafortunadamente, ya
que rehusaron comer y beber de él, cuando Dios se los ordeno
que lo hicieran así en sus días de vida celestial en el
paraíso, por ejemplo.

Entonces cuando comemos del pan del cielo y bebemos del vino
del SEÑOR, realmente, estamos comiendo simbólicamente, como
los antiguos hebreos, de la carne Inmortal y bebiendo de la
sangre del pacto eterno del Cordero de Dios, nuestro Salvador
Jesucristo, para no solamente transformar nuestros cuerpos en
cuerpos santos, como de él mismo, sino que podremos desde ya
regresar al paraíso. Y regresaremos al paraíso a partir de
ahora, porque no solamente somos hijos de Dios, sino porque
fuimos creados en los lugares altos y celestiales del reino
angelical; por lo tanto, somos ciudadanos legítimos del reino
angelical, del paraíso y así también de la tierra y de La
Nueva Jerusalén santa y gloriosa del Gran Rey Mesías, ¡el
Hijo de David!

Regresaremos al paraíso, a la tierra santa de nuestros
primeros pasos en nuestro espíritu humano, para comer de los
frutos de sus tierras eternas y así también seguir comiendo
del fruto del árbol de la vida, el Hijo de David, para jamás
volvernos alejar del cielo con una carne y con una sangre
totalmente diferente a la de nuestro Salvador Jesucristo. Y
seremos eternamente santos y justos para Dios, como
Jesucristo mismo, como su Espíritu Santo y como sus ángeles
fieles, porque cuando comimos de la carne Inmortal y de la
sangre bendita de Jesucristo, verdaderamente, también comimos
simultáneamente de su verdad, de su justicia, de su santidad,
de su pureza, de su cuerpo y espíritu de vida y salud eterna.

Hoy en día, somos santos para los ojos de nuestro Padre
celestial; y, además, somos infinitamente justos para vivir
la verdadera vida eterna, gracias a la carne Inmolada y a la
sangre derramada sobre nuestras vidas del Hijo de Dios, ¡
nuestro Señor Jesucristo! Para nuestro Padre celestial somos
mucho más que los ángeles fieles a Él en el cielo; en verdad,
somos como Él mismo o como su Jesucristo y su Espíritu Santo,
por ejemplo: pero si tan sólo comemos de Jesucristo cada día
y cada noche y para siempre así en la eternidad venidera del
nuevo reino celestial, para todas las naciones.

Y al haber comido y bebido del fruto del árbol de la vida,
del Cordero de Dios, nuestro Señor Jesucristo, entonces
realmente comimos y bebimos de él eternamente, para jamás
volver a creer a la mentira de nadie sino sólo a la verdad de
nuestro Padre celestial y de su Espíritu Santo, como de Sus
Diez Mandamientos Inmortales, por ejemplo. Dado que, los que
viven en el espíritu de la carne inmolada y en la sangre
santísima de nuestro Señor Jesucristo, entonces ya no creerán
más a las mentiras de Satanás, ni caerán nunca en ninguna de
sus trampas mortales, como les sucedió a los ángeles caídos
del reino angelical, o a Adán y Eva en el paraíso, por
ejemplo.

Y esto es verdad, hoy en día, con todos los hombres, mujeres,
niños y niñas de la antigüedad que creyeron en Jesucristo en
sus corazones y confesaron con sus labios su nombre santo,
para comer por siempre del Cordero Pascual en la tierra y en
el paraíso, para no volver a creer más a ninguna mentira de
Satanás para siempre. Podemos ver también, por ejemplo, que
Satanás intento con lo mejor que tenia en su arsenal de
decepciones terribles, para engañar a nuestro Señor
Jesucristo con sus mentiras y con sus trampas mortales de
siempre, cuando le ofreció el cielo y la tierra con todas las
naciones y sus glorias-pero no pudo engañar al Señor jamás-ni
por un segundo.

Dado que, la carne Inmolada y la sangre del pacto eterno no
podrán ser engañadas jamás con las mentiras habituales de
Satanás, ni con ninguna de las riquezas del cielo, ni con la
gloria de las naciones de la humanidad entera-es totalmente
imposible engañar la carne y la sangre de Jesucristo en el
hombre y en la mujer de fe. En verdad, el hombre, la mujer,
el niño y la niña que comen y beben cada día y cada noche del
fruto del árbol de la vida del paraíso, vivirán por siempre
llenos de milagros, de maravillas, de señales y de prodigios
en sus vidas por la tierra y del paraíso también; es más,
nada les será imposible a ellos infinitamente.

Por eso es que nuestro Señor Jesucristo les decía a sus
apóstoles una y otra vez, por ejemplo: Mi carne es verdadera
comida, para bien eterno; porque cuando coman de ella, jamás
volverán a tener hambre en esta vida ni en la venidera
tampoco, para siempre. Y cuando beban de mi sangre, beberán
por siempre verdadera bebida; porque, sin duda alguna,
estarán bebiendo verdadera bebida de la nueva vida eterna del
cielo, para no volver a tener sed jamás, en esta vida ni en
la venidera tampoco, eternamente y para siempre.

Dado que, cuando comen de la carne santa y beben de la sangre
del pacto eterno entre Dios y el hombre, entonces realmente
sus pecados desaparecen con sus tinieblas y males eternos,
porque ahora estarán siendo alimentados cada día de toda
verdad, justicia, santidad y gloria celestial-para jamás
volver a caer en las tinieblas, de ninguna mentira de
Satanás. Así pues, los hebreos antiguos pudieron escapar los
grandes poderes del mal eterno que estaban viviendo bajo el
yugo del imperio Egipcio, porque no solamente Jesucristo les
habla por medio de Moisés desde el Sinaí, sino también porque
comieron de su carne y bebieron de su agua de vida y de salud
eterna, para salir huyendo de Satanás para siempre.

Pues, fue la sangre del pacto eterno entre Dios e Israel del
Cordero Escogido, el Hijo de David, el cual no solamente lo
untaron primeramente sobre los marcos de las puertas de sus
corazones, sino también sobre las jambas de las puertas de
sus casas, para que el ángel de la muerte no matara al
primogénito de sus familias. En aquella noche bíblica, todos
los primogénitos de los egipcios, incluyendo los primogénitos
de sus animales, murieron, porque el ángel destructor se
acerca a las puertas de sus corazones y de sus hogares, y no
vio la sangre del Hijo de David sobre ninguna de ellas, para
fin inmediato de sus vidas en sus tierras.

Así pues, también el ángel de la muerte se acerca cada vez
que puede a las puertas de los hogares de las familias de la
tierra, y si no ve la presencia del espíritu de la sangre y
de la vida gloriosa del Cordero Inmolado, nuestro Señor
Jesucristo, en ninguno de sus familiares, entonces se lleva a
alguno de ellos. Pero si ve el espíritu de la sangre y de la
vida gloriosa del Hijo de David en sus vidas, entonces el
ángel destructor ni se atreve a pasar por esa casa, ni mucho
menos a acercarse a ella ni a ninguna de las casas aledañas,
sino que huye siempre de la presencia santísima de la sangre
del pacto eterno.

Ciertamente que la presencia del espíritu de la sangre
inmortal del Cordero Pascual de Dios tiene grandes poderes
sobrenaturales en la vida de cada uno de nosotros, seamos
hebreos o gentiles, en la tierra y en el paraíso; por eso,
tenemos que comer de la carne Inmolada y beber del vino de la
Copa del SEÑOR cada día, para vivir infinitamente felices.
Para que así seamos no solamente transformados en la carne
viva y en la sangre sagrada del Hijo de David, para gloria y
honra de nuestro Padre celestial, sino que también seamos
lleno del espíritu de la verdad, santidad, justicia,
perfección, salud y vida eterna de bendiciones sin fin, para
nuestras vidas por la tierra y así también del cielo
infinitamente.

Sólo tenemos que creer una sola vez en nuestros corazones y
así confesar su nombre santo con nuestros labios delante de
la presencia gloriosa de nuestro Padre celestial, para que
"jamás nos falte en nuestras vidas" el pan del cielo ni de la
copa de vino para vida y salud eterna de nuestros corazones,
almas, vidas, cuerpos y espíritu humano. Ciertamente que al
ser llenos del espíritu de la carne y de la sangre santísima
de nuestro Señor Jesucristo, entonces somos llenos de toda
verdad, justicia, santidad, perfección, vida, poderes
sobrenaturales de milagros, maravillas y de prodigios en los
cielos y en la tierra, para agradar por siempre a nuestro
Padre celestial y a su Espíritu Santo para la eternidad.

Verdaderamente, si ya has comido y bebido del fruto del árbol
de la vida, entonces no temas nada de este mundo pecador,
porque la misma carne y sangre santísima que has comido y
bebido de nuestro Señor Jesucristo son las que vencieron al
mundo entero, por ti y por los tuyos también, para honra
eterna de nuestro Padre celestial. Créelo así, eres más que
vencedor en esta vida y en la venidera también, gracias a la
carne Inmolada, los huesos inquebrantables y la sangre
resucitada de la vida mesiánica del Hijo de David, para sólo
vivir en eterna paz, verdad, justicia, santidad, perfección
de milagros, maravillas y de grandes prodigios en los cielos
y en la tierra, para siempre.

Pues entonces, sigue comiendo y bebiendo de Jesucristo poco a
poco, para que llegues a ser exactamente como él, desde hoy
mismo. Sólo "él es el pan del cielo de Adán y Eva", el cual
debieron comer bocado a bocado en sus días de vida en el
paraíso, pero no lo hicieron-porque la mentira entro en sus
corazones, en su sangre y en su espíritu humano, para mal de
cada día de muchos en la tierra y en el más allá también.

Pero, sin embargo, nada está perdido aún, si sólo sigues
comiendo y bebiendo fielmente bocado a bocado de Jesucristo,
como el fruto de vida y de salud eterna para tu alma viviente
y para las almas vivientes de los tuyos también, en todos los
lugares de la tierra, hoy y por siempre. Que nuestro Padre
celestial te siga enriqueciendo y bendiciendo grandemente con
su Espíritu Santo de Sus Diez Mandamientos, como es normal en
el reino de los cielos, en el paraíso, en Israel, en nuestros
países y en La Nueva Jerusalén santa y perfecta del cielo, en
el nombre glorioso de su Hijo amado, nuestro Salvador
Jesucristo, ¡Amén!

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre celestial y de su
Jesucristo es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.

LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad día y
noche, (Deuteronomio 27: 15-26):

"'¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o una imagen
de fundición, obra de mano de tallador (lo cual es
transgresión a la Ley perfecta de nuestro Padre celestial), y
la tenga en un lugar secreto!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'

"'¡Maldito el que le reste importancia a su padre o a su
madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad
de su prójimo!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que desvié al ciego de su camino!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del
huérfano y de la viuda!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre,
porque descubre la desnudes de su padre!' Y todo el pueblo
dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier
animal!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su
padre o hija de su madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con su suegra!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que a escondidas y a traición hiera de muerte
a su semejante, sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'

"'¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente,
sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley,
poniéndolas por obra en su diario vivir en la tierra!' Y todo
el pueblo dirá: '¡Amén!'

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre celestial y de su
Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que
el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando
llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los
ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando
día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en
el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en
espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada
categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de
la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!

SÓLO ÉSTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin más demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque sí perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.

Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁS TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Sí tu respuesta fue Sí, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, para la eternidad.


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