SI ESCONDO MI PECADO DE DIOS, PECO MUCHO MÁS PARA LA
ETERNIDAD:
Si en mi corazón yo hubiese consentido la falta de equidad y
hubiese ocultado su verdad delante de mi Dios, entonces "Él
no habría escuchado mi oración, ni tampoco le hubiera dado
ningún valor a ninguna de mis suplicas", sino que me
rechazaría tajantemente como el peor de los pecadores, porque
no habría sinceridad ni equidad alguna en todo mi ser. Pero
como he hecho mi oración de fe hacia él, en el nombre sagrado
de su unigénito, para que perdone mis pecados y me limpie de
toda maldad, entonces "tengo la verdad y la justicia
salvadora de su Plan de Salvación", lanzada del cielo para
todo aquel que desee vivir la vida eterna, desde hoy y hasta
la eternidad.
Ciertamente, nuestro Padre Celestial es un Dios de amor y de
gran misericordia, pero también "es fuego consumidor para con
los que pecan en contra de él, por no honrar ni exaltar en
sus vidas, el nombre ungido de su verdad eterna" para
nuestros corazones y para nuestras almas infinitas, ¡nuestro
Salvador Jesucristo! Pues su ira se enciende en contra del
pecador y de la pecadora (y así también sobre los suyos, en
donde se encuentren en toda la tierra), porque "se hace
injusticia cuando su Hijo no es honrado, preciso en el
momento que debería ser honrado en sus corazones", para
gloria y para honra infinita de su nombre muy santo.
Y para todos ellos, como los de baja ralea, como los que no
aman, ni jamás tienen nada bueno que decirle a Él, como su
Dios y Fundador de sus vidas en el paraíso, entonces "ha
preparado su día de juicio para darles su merecido justo y
sin más tardar también". Y éste es un lugar, en donde ya no
habrá más misericordia ni perdón para el quebrador de las
leyes, sino "sólo juicio y castigo eterno por su pecado, de
no haber reconocido a Jesucristo en su vida", como su único
amigo, como su único ayudador y como su único salvador de su
vida del poder de Satanás.
Ciertamente, la ira de nuestro Creador y sus justos juicios
son para los que tienen en poco la vida de su Hijo amado en
sus corazones, como sucedió con Adán y Eva en el cielo; pues
"ellos tuvieron muy en poco al fruto de su vida como si
nada", que seguidamente comieron del fruto equivocado, para
luego morir en tinieblas. Es por eso que nuestro Padre
Celestial, desde que creó los cielos y la tierra, "no ha
cesado de llamar al hombre y a la mujer a que regresen a Él":
para que coman y beban de su fuente la vida y de la salud
infinita, su Hijo amado, ¡el Santo del cielo y de la tierra!
Y, ¿cómo es que uno come y bebe del Árbol de la vida?, quizás
te preguntes mi estimado hermano y mi estimada hermana, como
todo desconocido de la verdad más antigua del reino de los
cielos de Dios y de su Árbol de vida, ¡nuestro gran rey
Mesías de todos los tiempos. Pues con tan sólo orar a nuestro
Padre Celestial en el nombre de su Hijo amado, en cualquier
momento de fe y de oración, para que "de su mismo cuerpo y de
su Espíritu de vida y de salud infinita desciendan a todos
nosotros día y noche y sin cesar en los poderes
sobrenaturales de su Espíritu Santo", como es normal.
Porque nuestro Dios ha enviado de su Espíritu Santo con
muchos poderes para que sea parte de nuestras vidas, asimismo
como siempre ha deseado que su Árbol de la vida sea parte de
nuestras vidas también, y así "formar una sola familia en la
tierra y en el cielo, para que sólo Él sea nuestro Dios
Soberano para siempre". Y la gente no le entiende a Él, por
medio del Espíritu de su palabra y de su Ley Santísima, por
ejemplo, para que todos hagan su voluntad santa y justa, "de
creer en sus corazones y de confesar con sus labios a su
Jesucristo, para bien eterno de sus vidas y la de muchos
también, eternamente y para siempre".
Es por eso que el servicio a nuestro Padre Celestial así como
los ángeles del cielo, por ejemplo, "tiene que ser por medio
del fruto del Árbol de la vida del paraíso", ni más ni menos,
con cada uno de nosotros, en nuestros millares, desde el
paraíso a la tierra y hasta siempre en la nueva eternidad
venidera también. Porque los ángeles del cielo siempre le han
servido a su Dios y Padre Celestial que está en los cielos, y
"sin el Señor Jesucristo ningún ángel, arcángel, serafín,
querubín y demás seres santos del cielo le podrán jamás
servir a él y a su nombre muy santo, como es justo y como es
normal".
Es por eso que nuestro Padre Celestial no se cansa de
llamarte a ti y a los tuyos, también, "a que crean en la vida
santa y perfecta de su unigénito", el Santo de Israel y de la
humanidad entera, para perdón de pecados y para bendición
eterna de sus corazones y de sus almas infinitas, eternamente
y para siempre. Entonces si hay pecado en tu vida, ha de ser
porque aún no has creído en tu corazón, ni has confesado con
tus labios su voluntad perfecta, "y esto es llamando con tus
labios a su Jesucristo", para que la pared de tinieblas del
enemigo se rompa entre tú y Él, para que te bendiga rica y
abundantemente, hoy y eternamente.
Para que de esta manera todo pecador y pecadora entienda en
su corazón, de una vez por todas y para siempre, "de que es
muy importante que su Jesucristo sea enaltecido en la tierra
y así también en la eternidad venidera", como en el nuevo
reino celestial, por ejemplo, para que "su corazón sagrado
esté firme y alegre con ellos diariamente". Porque "sin
verdad y sin justicia nadie podrá acercársele a él, como su
Dios y Creador de su vida, ni menos podrá ver la bendición
infinita de la nueva vida eterna", en la tierra, ni mucho
menos en el más allá, como en La Nueva Jerusalén Santa y
Gloriosa del cielo.
Es más, sin la verdad y sin la justicia del Árbol de la vida
eterna del paraíso, nuestro gran rey Mesías, "nadie podrá ser
salvo jamás de sus pecados en la tierra", para siempre; pues
el que muere en sus pecados "se pierde perpetuamente en su
maldad ciega" en contra de su Dios y de su Jesucristo. Porque
para acercársele a Él, como el Dios Proveedor, como el Dios
Sanador, para que les devuelva la salud, la vida y las ricas
bendiciones de sus corazones insaciables, también, pues
entonces "primero tienen que haber alcanzado la verdad y la
justicia redentora del paraíso y del nuevo reino de los
cielos en sus vidas" y cuanto antes mejor.
Porque sin templanza, sin verdad y sin justicia "nuestro Dios
no atiende a ningún hombre o mujer en toda la tierra, para
concederle sus peticiones", cuantas sean todas ellas (pues
para nuestro Dios no le importa cuantas necesidades tengas,
él las suple todas y sin fallar por amor a Jesucristo, porque
sólo Él es Dios, el Todopoderoso y sumamente rico, también).
Y la única manera que el hombre y la mujer de la humanidad
entera podrán realmente alcanzar ésta gran verdad y justicia
celestial, de Dios y de su Espíritu Santo, "ha de ser sólo
creyendo en sus corazones y así confesando con sus labios, de
que únicamente el Señor Jesucristo es su unigénito", ¡el
Santo del cielo y de la tierra!
Porque es necesario tener o reconocer al Señor Jesucristo
"como el Árbol de la vida no sólo del paraíso sino también de
la tierra", para que entonces sea nuestro proveedor de cada
una de nuestras necesidades, en cada una de las fases de
nuestras vidas terrenales, espirituales y celestiales,
también. Y si no reconocemos al Señor Jesucristo como el Hijo
de Dios o como el Cordero Escogido de Dios o como el sumo
sacerdote del cielo y de la tierra para bien del hombre,
entonces "no estamos actuando en el Espíritu de fe, el cual
nuestro Dios nos ha llamado a creer en Él, para vida y para
bendición eterna".
Es decir, que las tinieblas de Satanás en Adán "seguirían
reinando en nuestras vidas humanas y pecadoras y más no la
luz de la verdad y de la justicia de Dios y de su
Jesucristo"; y esto es muy malo no sólo para el que no cree,
sino también para el paraíso y para la tierra, también,
porque las tinieblas aumentan. Es por eso que el Señor
Jesucristo tiene que reinar en nuestros corazones a cada hora
del día, por amor a la obra de la verdad y de la justicia del
paraíso, para que nuestro Dios viva siempre feliz y sentado
en su trono de honra eternal: "para que jamás nos falte
ninguna de sus muchas y muy ricas bendiciones de siempre".
De otra manera, ningún hombre o mujer podrá jamás alcanzar
ninguna verdad o justicia en su vida, para acercarse al
Creador de su vida, para pedirle que le dé más de su
misericordia y de su amor, "para que ya no sufra más de los
males de su vida y en resumida cuentas vivir feliz": ¡para
ver infinitamente la vida eterna! Entonces es mejor consentir
la verdad y la justicia de nuestro Señor Jesucristo antes que
la iniquidad del espíritu de error y de gran maldad de
Satanás o de sus ángeles perdidos en nuestros corazones, para
que inmediatamente "nuestro Dios se sienta muy a gusto con
cada uno de nosotros y así su Espíritu Santo nos bendiga con
sus bendiciones sobrenaturales".
Porque "el Espíritu de Dios no nos va a entregar ninguna de
nuestras bendiciones celestiales y terrenales", las cuales
son muchas, las que tenemos que recibir de nuestro Padre
Celestial y de su Árbol de la vida para enriquecer nuestros
corazones y nuestras almas infinitas, para servicio continuo
de su nombre santísimo en la tierra y en el paraíso, también.
Y nuestro Dios se alegra mucho cuando ve a su Jesucristo en
el corazón del hombre y, por tanto, con mucha alegría en su
corazón comienza a derramar de sus bendiciones
sobrenaturales, "tal como comenzó a derramar del Espíritu de
la sangre del Árbol Viviente desde génesis, para que todos
vivan felices en la tierra y sin la inmoralidad de Satanás".
Y nuestro Padre Celestial nos bendice muchísimo y desde el
cielo, porque desea que le sirvamos a él y a su nombre
santísimo, pero sin Satanás en nuestras vidas, es decir, "sin
ídolos y sin imágenes de dioses o de diosas ni con doctrinas
extrañas en nuestros corazones"; esto es muy importante
entender hoy, "para no pecar más ante nuestro Dios". Porque
para servirle a nuestro Padre Celestial y a su nombre muy
santo, entonces "necesitamos diariamente los poderes
sobrenaturales de la verdad y de la justicia del nombre
glorioso y sumamente misterioso de su Hijo amado", nuestro
único Árbol de vida eterna del paraíso, de la tierra y de La
Nueva Jerusalén Santa e Imponente del cielo.
Y en los dioses o diosas de las tinieblas, como las doctrinas
de falsas religiones "no hay verdad, ni menos justicia alguna
para nadie, sino sólo más tinieblas y finalmente la muerte
asegurada para entrar desde ya al mundo de los muertos", como
el infierno o como el lago de fuego eterno, por ejemplo, la
muerte eterna de la muerte. Es por eso que todo aquel que no
tiene verdad ni justicia alguna en su corazón y en todo su
ser, entonces "sufre terriblemente los embates del mal y de
la pobreza de las tinieblas de Satanás y de sus ángeles
caídos", para sólo morir gradualmente y jamás ser feliz en
esta vida ni mucho menos en la nueva eternidad cercana.
Porque Satanás es muy pobre y así también aquellos que le
sirven y le siguen habitualmente, como su guía y proveedor de
sus vidas también; pues el pecador sin saber a quien le está
sirviendo, "peca aún más en su ceguera espiritual por no
conocer la verdad ni menos la justicia de nuestro Dios,
constantemente le está sirviendo ciegamente al diablo". Y,
además, las gentes que no aman, la verdad y la justicia de
nuestro Dios, "es porque simplemente no conocen, ni menos
aman al Árbol de la vida", como Adán y Eva en el paraíso, por
ejemplo, que no conocían al rey Mesías, como el Hijo de Dios,
para mal de sus vidas y de su linaje humano, también.
Porque es pecado y pobreza para nuestro Padre Celestial y
para su Espíritu Santo, "cuando el hombre y la mujer no
aceptan en sus corazones ni menos confiesan con sus labios a
su Árbol de la vida eterna", ¡nuestro Señor Jesucristo!, para
que vivan perpetuamente en la ricas y abundantes bendiciones
de riquezas difíciles de leer del paraíso, sin Cristo.
Además, la gente sufre día y noche y sin cesar, porque el
Espíritu de Dios no toca sus vidas con las bendiciones del
cielo de nuestro Padre Celestial y de su Árbol de la vida,
"porque no hay verdad ni menos justicia alguna en sus
corazones, por la falta de fe, en el nombre misterioso de
nuestro Señor Jesucristo".
Entonces ellos viven como si jamás han oído de la palabra
sobrenatural de nuestro Dios y de su Árbol de la vida, para
llenar sus corazones y sus espíritus humanos de muchas
riquezas del paraíso y del vasto reino celestial; realmente,
"estas personas no tienen el más mínimo conocimiento de Dios
y de Jesucristo", son, pues, como tinieblas terribles sus
vidas pecadoras. Es más, nadie conoce realmente al Señor
Jesucristo en su corazón, como sólo nuestro Padre Celestial
le conoce a Él, desde siempre, porque Dios es luz; porque los
ángeles del cielo lo ven y, también, conocen sus actos de sus
glorias infinitas, pero no le conocen sobrenaturalmente, como
sólo nuestro Dios y como sólo su Espíritu Santo le conocen
desde siempre.
Es decir, también que "nuestro Señor Jesucristo es un gran
misterio insondable para nuestros corazones y para nuestras
mentes humanas, también"; es por eso que "los religiosos
antiguos tuvieron graves problemas en aceptarlo en sus
corazones y confesarlo con sus labios": como el Hijo de Dios
o como el Cordero Escogido o como el gran rey Mesías de todos
los tiempos. Porque "es nuestro Dios quien lleva de la mano
al hombre, a la mujer, al niño y a la niña a los pies del
Árbol de la vida", para introducírselos: como su Rey, como Su
Mesías, como Su Salvador, como Su Sumo Sacerdote, como Su
Mediador, como Su Proveedor constante de cada día, y le
conozcan así siempre en sus corazones.
Es por eso que fue nuestro Creador, después de haber creado a
Adán, entonces lo llevo de la mano por el camino de la verdad
y de la justicia "para que se pare delante del Árbol de la
vida, su Jesucristo, y le conozca como es infinitamente"; y
"asimismo hace nuestro Dios diariamente con cada uno de
nosotros" en la tierra. Para que de esta manera conozcamos
nuestra templanza, nuestra verdad, nuestra justicia infinita
en la vida de la tierra y en nuestra nueva vida normal del
paraíso y de La Nueva Jerusalén Colosal e Inmortal del cielo,
"para vivir todos nosotros juntos con nuestro Dios y con su
Árbol de vida, para aprender mucho más de su justicia
infinita, para siempre".
Y el pecado de nuestras mentes y de nuestros corazones
rebeldes a nuestro Dios son los que nos alejan de Él, como
alejaron a Adán y a Eva de nuestro Árbol de la vida, ¡nuestro
Señor Jesucristo!, para luego morir lejos de él, "como lejos
del paraíso, por ejemplo, y en un hueco en la tierra para
descender inmediatamente al infierno". Es más, todos han
pecado en contra de nuestro Jesucristo, de alguna forma u
otra, "porque están ciegos en sus corazones y en sus mentes
también, como los ídolos"; pues no le pueden conocer nunca,
"porque él es demasiado grande para sus almas infinitas";
ciertamente, sólo nuestro Creador y su Espíritu le conocen
desde siempre, "por que son poderosos como Él mismo".
Es por eso que tenemos que aceptarlo por su historia y por el
Espíritu de fe, el cual nuestro Padre Celestial y su Espíritu
Santo nos han entregado en nuestros corazones, para creer en
el Señor Jesucristo, y "algún día no muy lejano conocerle tal
como nuestro Dios le conoce desde siempre, para alcanzar
nuevas glorias en nuestras vidas eternales". Además, a
nuestro Señor Jesucristo sólo le puede comenzar a conocer
gradualmente el hombre del mundo, porque es como la luz del
sol, así como cuando comienza el día en la mañana "y va
aumentando su luz lentamente hasta que llega al medio día, y
de pronto todo está tan claro por todos lados, pues, algo así
es Jesús en nuestras vidas".
Así pues es nuestro Señor Jesucristo en nuestros corazones,
sin tener que jamás rechazarlo en nuestras mentes "y así
mismo poco a poco vamos creciendo en conocimiento espiritual
y sobrenatural a la vez, de él y de su poder en nuestros
corazones y nuestro diario vivir", para jamás alejarnos de su
gloria, en esta vida ni en la venidera, para siempre. Y
nuestro Señor Jesucristo es como una luz poderosa y sumamente
divina, también, que cuando entra en nuestros corazones
"entonces se queda para darnos cada día del bien del cielo y
de la tierra", para satisfacer nuestros corazones, nuestros
espíritus y nuestros cuerpos humanos hasta hacernos
plenamente ricos en Él, cumpliendo así infinitamente nuestro
Jesucristo la volunta de Dios en nuestras vidas.
Pero los que rechazan a Jesucristo sin saber lo que están
haciendo, entonces pecan terriblemente en contra de sus
propias almas infinitas y sobre todo en contra de nuestro
Dios y en contra de su nuevo reino celestial, también, para
que en cualquier momento dado encontrarse con la maldición de
la muerte del infierno, y sin poder escapar jamás del mal
eternal. Ahora, si reconocen su error, e inmediatamente
claman a su Creador, desde sus corazones en el Espíritu de fe
y de amor sobrenatural de Jesucristo, entonces el Espíritu
Santo vendría con bendiciones del paraíso a sus vidas, "para
hacer maravillas y milagros en sus cuerpos humanos sin más
tardar, para que entiendan postreramente que sólo Jesucristo
es el Ángel de Dios".
Es decir, que nuestras enfermedades y males desaparecerían de
nuestras vidas al instante o poco a poco, "para que ya no
suframos más nuestros males de siempre, por culpa de nuestro
pecado en contra de Jesucristo", sino que seremos llenos por
siempre e infinitamente de la luz de la alegría y de la paz
infinita de nuestro Padre Celestial. Porque nuestro Señor
Jesucristo es real y verdadero, cuando, por lo contrario
Satanás es un mentiroso abominable; además, Jesucristo está
aquí con cada uno de nosotros, no importando jamás en donde
nos encontremos en el mundo entero, por amor a su nombre
misterioso, "para que siempre hayan milagros, prodigios y
maravillas increíbles en nuestros días de vida en la tierra".
Porque, con seguridad, si hay verdad y justicia redentora de
nuestro Padre Celestial en nuestras vidas, en nuestros
corazones, en nuestras almas y cuerpos humanos, ¡gracias a
Jesucristo!, entonces "el Espíritu Santo de Dios jamás
dejaría de entregarnos muchas, si no todas de las más ricas
bendiciones de nuestro Dios y de su vida santa del cielo". Y
si el Espíritu de Dios nos entregaría las bendiciones de
nuestro Padre Celestial y de su Árbol de vida eterna una tras
otra y sin cesar jamás, entonces "no habría enfermedades, ni
males algunos, ni mucho menos pobreza entre todos nosotros";
en verdad, viviríamos una vida libre de las tinieblas del más
allá, por tanto, "libres de Satanás para siempre".
Entonces el problema de nuestras vidas de día a día por toda
la tierra no es tanto Satanás sino nuestros mismos corazones,
en los cuales "hemos consentido iniquidad para que la verdad
y la justicia de nuestro Padre Celestial y de su Hijo amado
no reinen en nuestras vidas y en nuestros cuerpos humanos",
para gloria infinita de nuestro Dios. Pues, hoy más que nunca
tenemos que arrepentirnos solemnemente de nuestros pecados,
porque "cada uno de nuestros pecados ha sido hecho en contra
del Señor Jesucristo para mal de nuestras vidas, en la tierra
y así también para la nueva eternidad venidera del nuevo
reino bendito de nuestro Dios y de su Árbol de la vida
eterna, su Hijo Fiel".
En verdad, sin equivocarnos más, "nuestros pecados son
siempre en contra del Árbol de la vida", asimismo como los
antiguos, por ejemplo, como cuando pecaron en el desierto en
contra del Ángel del SEÑOR, y nuestro Dios no quiso
perdonarles sus rebeliones, sino que corto sus vidas en el
desierto, y sólo sus hijos vieron las nuevas tierras de
Canaán. Porque nuestro Dios les dio a los antiguos "a su
Ángel Incendiado, como a su unigénito sangrando", para que
los saque de Egipto y los llevara por el desierto a la Tierra
Prometida, "en donde se manifestaría en sus vidas el Mesías,
para perdón de pecados y para santidad infinita de sus nuevas
vidas eternas, del nuevo reino de Dios".
Pero los antiguos se rebelaron no solamente en contra de
Moisés, sino que "sus rebeliones fueron directamente en
contra del Ángel del SEÑOR", y él no les perdono ninguno de
sus pecados sino que los castigo y hasta exterminarlos de su
camino de verdad y de justicia infinitamente sagrada para
entrar a La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo. Pues
asimismo vamos nosotros juntos, de todas las familias, razas,
pueblos, linajes, tribus y reinos de la tierra, "por el
camino antiguo del Ángel del SEÑOR para entrar día y noche a
la nueva Tierra Prometida con cielos gloriosos y
esplendorosos de La Nueva Jerusalén del gran rey Mesías",
para vivir infinitamente en la felicidad de servirle sólo a
nuestro Creador Celestial.
Pues entonces, hoy más que nunca tenemos que creer en
Jesucristo en nuestros corazones, mentes, fuerzas, vidas y
almas infinitas, "para que pasemos victoriosos por el camino
antiguo del desierto (en todos los lugares de la tierra) y
así finalmente entrar muy pronto a la nueva vida del cielo",
para saciar nuestras hambre y nuestra sed del Árbol de la
vida. Porque para que haya gloria de nuestros corazones para
nuestro Dios y para su Espíritu, entonces "tenemos que haber
comido de la verdad y de la justicia de la nueva vida del
Árbol de la vida", caminando obedientes y fieles a la verdad
día y noche por el camino antiguo del Ángel del SEÑOR hacia
el Cielo Prometido: ¡nuestro Señor Jesucristo!
De otra manera, no viviremos; ni gozaremos jamás de la
felicidad celestial de Dios y de Jesucristo, ¡el Árbol de la
vida! Por lo demás, no es posible que nosotros podamos jamás,
en nuestros pecados y errores, darle gloria y honra a nuestro
Creador que está en los cielos, desde nuestros corazones en
tinieblas; por eso es que la luz de Jesucristo es muy
importante en nuestras vidas, "para ver mejor nuestros pasos
por el desierto antiguo camino hacia la gloria eternal".
Realmente, vivimos en nuestras mismas iniquidades día y noche
sin darnos cuenta jamás, en vez de vivir en la verdad y en la
justicia no sólo salvadora, sino también sanadora de nuestros
males, "para que las tinieblas se vayan de nuestros corazones
y de nuestros espíritus humanos y así disfrutar las ricas
bendiciones del cielo y del mundo entero, sin Satanás".
Seriamente, es imposible disfrutar de la vida eterna, de la
cual nuestro Dios nos la ha entregado en su unigénito, si el
espíritu de iniquidad, mentiras, calumnias, infamias y de
maldades terribles, vive aún en nuestros corazones y
espíritus humanos; ciertamente, "estamos tan perdidos aún
como Adán y Eva en el paraíso, sin el fruto de la vida en
nuestros corazones".
Porque una vida sin tinieblas es una vida sin Satanás, es
decir, "que es una vida sumamente deliciosa para nuestros
corazones, para nuestros espíritus, para nuestras almas y
cuerpos humanos", en el paraíso, en la tierra y así también
en el nuevo reino celestial, como en la nueva vida infinita
de La Nueva Jerusalén Santa y Noble del cielo, por ejemplo. Y
cada vez que ves a una persona sufrir algún mal, ciertamente
es resultado de las tinieblas del corazón de un pecador o
pecadora de la tierra, por lo cual "no ha honrado en su vida,
ni ha exaltado el nombre misterioso de nuestro Padre
Celestial con sus labios, como el nombre de su único Árbol de
vida eterna", ¡nuestro Jesucristo!
Porque cada vez que veas a una persona sufrir enfermedades y
males, sin duda, es el resultado de la mala fe, del corazón
de algún pecador o religioso, quien a rehusado
equivocadamente a ser rico en el Espíritu de Dios, "para
creer en su corazón y confesar con sus labios la verdad y la
justicia del único plan de Salvación Eternal". Es por eso que
muchas gentes viven profundamente pobres y hundidos en las
tinieblas de Satanás (y no lo saben), porque Satanás mismo
los tiene ciegos para que jamás vean nada bueno en sus
corazones, "como creer en el Señor Jesucristo y confesar con
sus labios su nombre ungido, lleno de maravillas, milagros y
prodigios sobrenaturales para bendecir sus vidas
ampliamente".
El pobre es pobre, "porque no conoce a Jesucristo en su
corazón"; como el enfermo, por ejemplo, tampoco conoce el
poder sobrenatural de la vida gloriosa y sumamente milagrosa
del Árbol de la salud eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo!,
porque hay poder del cielo y de nuestro Creador en la sangre
del pacto eterno, para librarlo diariamente de los males del
infierno. Ahora, los males del infierno alcanzan siempre al
pecador, porque está muy cerca de él; es decir, que cuanto
más cerca estemos del Árbol de la vida y del cielo por
nuestra fe, en nuestro Padre Celestial y en su Espíritu
Santo, entonces "estamos lejos del infierno y de sus males de
siempre, como pecados, enfermedades y la misma muerte,
también".
Ahora, si nos alejamos del Árbol de la vida, con nuestros
malos pensamientos y sus tinieblas de siempre, entonces
"estamos más cerca de todos los males de la vida pecadora que
pronto nos comienzan a invadir, para hacernos daño y
finalmente destruirnos para siempre", como los más viles
pecadores del paraíso y de la tierra. Es por eso que "es muy
bueno invocar al Señor Jesucristo en nuestros corazones y con
nuestros labios para estar siempre cerca de él y, a la vez,
lejos de los males de Satanás", para que ya no toquen
nuestras vidas como en el paraíso o como recientemente, con
sus mentiras y con sus patrañas antiguas de toda la vida
infernal.
Porque con el nombre del Señor Jesucristo viviendo en los
corazones de las gentes no sólo de Israel, sino también de la
humanidad entera, entonces muchas personas totalmente
enfermas de enfermedades terribles y hasta incurables,
"nuestro Padre Celestial las ha curado milagrosamente y
majestuosamente para gloria y para honra de su nombre muy
santo que está en los cielos". Y todas estas maravillas y
milagros increíbles del nombre misterioso, de nuestro Padre
Celestial y de su Jesucristo, están a la orden del día, "para
que todo aquel que tan sólo crea en su corazón entonces sea
liberado, pero pronto, de sus más terribles aflicciones de su
corazón, de su espíritu, de su alma y de su cuerpo humano,
también".
Porque ésta es la obra de nuestro Hacedor para nuestros días,
"librar a cada una de las personas del mundo entero de las
terribles tinieblas de mentiras, enfermedades, infamias,
calumnias y demás males de Satanás", por las cuales el hombre
no puede librarse de ellas por si solo, sino con la ayuda del
cielo y de su Árbol de la vida. Y es por eso que el nombre
del Señor Jesucristo se ha acercado a ti, una vez más, como
es normal en el paraíso, para que no haya iniquidad,
mentiras, enfermedades, maldiciones, ni injusticias en tu
corazón, "sino únicamente el Espíritu de la sangre y de la
vida sagrada de nuestro Árbol de la vida eterna", ¡nuestro
Señor Jesucristo!
Porque sólo nuestro Jesucristo es tu equidad, verdad y
justicia redentora y "para siempre tener derecho día y noche
a la vida eterna de nuestro Padre Celestial y de sus ángeles
del cielo", la cual es la nueva vida infinita de La Nueva
Jerusalén Sagrada y Sumamente Honrada por el Árbol de la vida
eterna, ¡el Mesías del paraíso! Por ello, aún estás a tiempo
para hacer que toda iniquidad que haya en tu corazón y en tu
alma infinita, ya sean de tus antepasados o de ti mismo, para
que nuestro Dios con los poderes sobrenaturales de su
Espíritu hacerte libre, "si tan sólo crees en Él y en la obra
misteriosa de su unigénito", ¡nuestro Rey Mesías, Jesucristo!
Además, si le obedeces a tu Dios que está en los cielos,
siempre observándote desde su morada sagrada, como desde su
altar celestial, entonces te ha de bendecir grandemente, es
decir, si aceptas en tu corazón a su unigénito, "como tu
único y suficiente salvador, para que sólo tengas verdad y
justicia infinita en todo tu ser, hoy y para siempre". Y esta
verdad y justicia del Espíritu de la sangre y de la vida
milagrosa de nuestro Jesucristo te hará feliz en tu corazón y
en todo tu ser viviente, "como jamás nada ni nadie te haya
hecho tan feliz en tu vida en la tierra"; efectivamente éste
es el poder de Dios obrando continuamente en tu alma
infinita: ¡milagros sobrenaturales!
Es más, habrás nacido de nuevo en el mundo, pero ya no eres
de este mundo sino del nuevo mundo de arriba como del más
allá, "para sólo conocer la verdad perfecta y la justicia
insuperable de nuestro Dios y de su Espíritu Santo en tu
nueva vida eternal": ¡gracias al amor y al Espíritu de la
gracia del Señor Jesucristo!
NADIE SE ESCONDE DE NUESTRO DIOS EN SUS TINIEBLAS
Oh Padre Celestial, tú mismo conoces muy bien nuestro caminar
y nuestros tropiezos también, en muchas cosas de nuestras
vidas; pues en ti no hay nada que esté oculto de tus ojos en
el cielo ni menos en la tierra, por tanto, "nuestros pecados
no te son ocultos ni por un sólo instante, cada vez que miras
hacia la tierra". Tú mismo, ciertamente, conoces muy bien el
pecado y el mal andar de todo pecador y de toda pecadora de
la tierra y, con mayor razón, los llamas día y noche para que
regresen a tus manos, "para que vuelvan a ser la gloria
celestial, la cual tu formaste en cada uno de ellos, en el
día de su creación".
Y aunque el enemigo de tu verdad y de tu justicia infinita
nos haya hecho mucho daño, con el fin de destruir tu obra
santa y perfecta en cada uno de nosotros, pues eres poderoso
para volvernos a tomar en tus manos y sanarnos de los males
del enemigo, "para hacernos nuevas criaturas para nuevas
glorias de tu nombre muy santo". Pues para ti, Padre
Celestial de nuestra Gloria Celestial e Infinita, no hay nada
imposible en el cielo ni menos en la tierra, para ayudarnos y
para bendecirnos, "para jamás volverte a acordar de nuestros
pecados, ni por un sólo instante más, por amor al nombre muy
santo de tu Hijo amado en nuestros corazones", ¡nuestro Señor
Jesucristo!
SEÑOR Todopoderoso ten piedad de nosotros y ayúdanos cada vez
más, porque el enemigo acecha siempre para hacernos daño,
como en cada momento de nuestras vidas; pues "no dejes que
las maldades antiguas de las tinieblas de nuestros
antepasados nos alcancen tampoco, para hacernos daño o
destruirnos", como los más viles pecadores del mundo entero.
Porque el pecado destruye el corazón, el alma y todo el
cuerpo del hombre y de la mujer también, como si fuésemos tus
grandes enemigos de toda la vida, como de entre las gentes de
la maldad, por ejemplo, que lo único que conocen en sus
corazones perdidos son tinieblas, "únicamente para deshonrar
tu nombre sagrado cada vez más que antes".
Y nosotros no somos así, porque te amamos de verdad y sólo en
la justicia del cielo, Jesucristo; así pues somos nosotros,
en nuestros millares, como de los que aman y honran por
siempre tu nombre muy santo, "para que nos bendigas a toda
hora del día, como si fuésemos uno más de tus ángeles y
arcángeles del cielo, por ejemplo". Y te pedimos que nos
ayudes y nos bendigas cada vez más, para que jamás falte
ningún bien de tu palabra y de tu nombre sagrado en nuestras
vidas, porque el enemigo de nuestras almas no cesa jamás de
acecharnos para atarnos y destruirnos", como si les hayamos
hecho alguna maldad a él o a los suyos.
Te necesitamos Padre Celestial, Creador del cielo y de la
tierra, porque nuestros corazones y nuestros espíritus y
cuerpos humanos "sin ti no podemos hacer nada bien"; es por
eso que te llamamos en oración siempre, en el nombre de tu
Hijo Santo, "para que la presencia de tu Espíritu Santo nos
llene de tu gran poder celestial más que antes". Y así poder
librarnos de los males terribles de Satanás en nuestras vidas
y en la vida de cada uno de los nuestros en todos los lugares
de la tierra y sin que jamás ninguno de ellos pierda su gran
bendición: "Gracias a tu añorado Jesucristo, y a quien amamos
profundamente en nuestros corazones, hoy en día y como
siempre".
Además, no dejes más que el enemigo de tu nombre muy santo y
de tu Espíritu Santo y de la obra sobrenatural de tu Hijo
amado, sobre la cima de la roca eterna, en las afueras de
Jerusalén, nos siga haciendo daño, "como es ya su costumbre
de día en día en toda la tierra". Aleja, pues, el mal que nos
esté agobiando nuestras vidas, desde hoy mismo y para
siempre, para gloria y para honra infinita de tu nombre muy
santo Padre Nuestro que estás en los cielos, "como de
costumbre e incasablemente esperando por nuestro pronto
retorno a tus lugares gloriosos del más allá, para seguir
amándonos como una sola familia celestial e infinita".
Pues enriquece nuestros corazones y nuestras vidas, con mucho
amor de tu corazón muy sagrado, como ayer y como siempre con
el Espíritu de tu palabra y de tus bendiciones
sobrenaturales, "para que las gentes de las naciones vean que
sólo tú eres el Dios del cielo y de la tierra, y que como tú
no hay otro igual para amar infinitamente". Y no nos
entregues al mal de nuestros pecados e iniquidades, por amor
a la vida sagrada de tu Hijo amado, quien está sentado a tu
diestra santa de tu trono bendito en el cielo, para abogar
por cada uno de nosotros, "y así no perdamos nuestras
bendiciones jamás, en todos los días de nuestras vidas en
toda la tierra".
Aleja, pues, Dios amado del cielo, a Satanás y a sus ángeles
caídos de nuestras vidas cada día que te servimos en el poder
sobrenatural de tu amor y de tu espíritu de gracia y de
misericordia infinita, "para que no tropecemos así jamás en
ninguna de sus trampas antiguas y de siempre, en las cuales
muchos desdichados han caído atormentados". Aleja, entonces,
a Satanás y a sus enfermedades y males terribles de nuestras
vidas, para amarte mucho más que antes, "como nuestro Señor
Jesucristo nos enseño a amarte sólo a ti, como el único Dios
del cielo y de toda la tierra", ¡el Todopoderoso de Israel y
de las naciones, eternamente y para siempre!
Ven a nosotros, Padre Celestial, no tardes más "para que nos
ames de cerca como a tus ángeles o como a tu Árbol de la
vida"; desciende del cielo pero sin jamás ver nuestros
pecados, "para que Satanás no haga fiesta con nuestras
vidas"; ni tampoco diga él, ni ninguno de los suyos: Ésta
alma es nuestra victima para siempre. Cuando realmente es que
te amamos infinitamente, porque tu nombre santo ha llegado a
nuestras vidas con poderes del cielo, "es cuando Satanás
actúa así en contra de nosotros con alevosía cruel", para que
la bendición no llegue a nosotros como es tu voluntad en el
cielo, así pues en la tierra, con cada uno de nosotros en el
mundo entero.
Por ello, sólo tú nos puedes ayudar, pues en ti ésta el poder
de hacer las cosas, en la vida de los hombres, mujeres, niños
y niñas del mundo entero, para librarlos con los poderes y
autoridades sobrenaturales de tu nombre sagrado, "para que
sean libres y siempre gozos en sus corazones para vivir bien
tu misma vida antigua, consagrada a Jesucristo". Tu nombre
muy santo desde la antigüedad y aún hasta nuestros días "vive
en el cielo y en nuestros corazones también día y noche y por
siempre en la nueva eternidad venidera", pues claro está,
gracias a nuestro Salvador Jesucristo, para que las tinieblas
de tus enemigos antiguos no nos dañen más, como de costumbre,
sino todo lo contrario.
Para que sólo la luz de tu Árbol de la vida, nuestro Rey
Mesías, el Hijo de David, nos bendiga día y noche y sin cesar
en esta vida y en tu nueva vida infinita de tu Gran Jerusalén
Santa y Gloriosa del cielo; -Padre Eterno que estás en los
cielos, -pues sólo a ti sea toda gloria y honra
infinitamente-. Es por eso que tus enemigos crueles nos
atacan incansablemente, "para que la perfecta voluntad del
Rey Mesías no se haga una realidad absoluta en nuestras
vidas, ni para que jamás entremos a nuestros nuevos lugares
eternos del cielo", para vivir con nuestro Dios y con sus
ángeles infinitos, como debió de ser así desde el comienzo de
las cosas.
Puesto que, la envía de Satanás y de su espíritu de error en
contra de nosotros es muy astuta y mañosa también a la vez,
para poner siempre piedras de tropiezos en nuestro diario
vivir por la tierra, "para que jamás veamos la gloria de tu
vida y de tu nombre santísimo en nuestros corazones y en el
nuevo reino celestial". Ciegamente, nuestros enemigos no
discrepan entre el joven o el viejo, el pequeño o el grande,
"para hacerles el daño, sin piedad humana alguna en sus
corazones"; pues tú mismos los ves desde el cielo como actúan
siempre; tú mismo conoces su manera de proceder en contra de
todos nosotros "tus siervos y tus siervas, en toda la
tierra".
Evidentemente, para tus enemigos eternos, todos tienen que
ser destruidos igualmente por sus mentiras y por sus manos
violentas, "porque te hemos escogido para amarte por amor a
tu nombre santo e infinitamente milagro, en la tierra y así
también en nuestras nuevas vidas celestiales, como en el
paraíso y como en La Nueva Jerusalén Gloriosa e Inmortal del
cielo". Y los enemigos de nuestras almas infinitas saben muy
bien en sus corazones oscurecidos por las tinieblas de las
mentiras de Satanás que te amamos de verdad, como tus ángeles
y hasta como tu mismo Árbol de vida, por ejemplo, "para
servirte por siempre como nuestro único Dios y Fundador de
nuestras vidas, gracias a tu Hijo amado", ¡nuestro Salvador
Jesucristo!
Si ayúdanos, oh SEÑOR Santo y Eterno de nuestras almas
vivientes, por amor a ti mismo, y no te olvides de nosotros
jamás "para regalarnos más de tus muchas misericordias y de
tu Espíritu de amor infinito en nuestros corazones y en
nuestros espíritus humanos, en nuestros hogares y en toda la
tierra también, para vivir siempre devotos de ti". Bendícenos
constantemente, Padre Celestial, por amor a la vida sagrada
de tu unigénito, para que vivamos y no muramos jamás, para
que nuestros pasos por la tierra sean siempre para bien,
"como de tu luz bendita más brillante que el sol y aún mucho
más brillante de la luz del paraíso, también, para honrarte
en todo momento ante los demás".
Porque nuestras almas tienen un sólo Dios, y éste Dios eres
tú, gracias a la vida y a la obra suprema de tu unigénito, el
Árbol de la vida, "el cual dejo correr su sangre por su
cuerpo santo y sobre los árboles cruzados de Adán y Eva, para
alcanzar la vida para tus hijos e hijas de la humanidad
entera". Y nuestro Creador tuvo que hacer que su unigénito
fuera clavado a los árboles secos y sin vida de Adán y Eva,
sobre la cima de la roca eterna, en las afueras de Jerusalén,
"porque ellos no habían recibido aún de su sangre del pacto
eterno en el paraíso, para bendición, salud, prosperidad y
vida eterna para la humanidad entera".
Por otro lado, si Adán y Eva no recibían la sangre de la vida
del Árbol de la vida, nuestro Jesucristo, entonces "era
totalmente imposible que sus descendientes la recibiesen en
sus vidas también, para perdón de pecados, sanidad de sus
vidas y salvación infinita de sus almas inmortales, en la
tierra y así también en el paraíso, eternamente y para
siempre". Porque sólo por medio del Espíritu, de la sangre
del Árbol de la vida eterna, es que nuestro Padre Celestial
no solamente oye la oración del hombre en el paraíso, "sino
también las oraciones, ruegos y suplicas de cada uno de sus
hijos e hijas de todas las familias, razas, pueblos, linajes,
tribus y reinos del mundo entero".
Y sin el Espíritu de la sangre y de la vida sagrada de su
Árbol de vida, nuestro Señor Jesucristo, entonces "nuestro
Padre Celestial jamás podrá oír ni menos responder a ninguna
oración" de ningún pecador ni de ninguna pecadora de la
humanidad entera, para librarlo de sus males agobiantes, y
así llenarlo diariamente de vida y de salud eterna. Y esto es
verdad, hoy en día, como lo fue en la antigüedad, comenzando
con Adán y Eva en el paraíso o con sus hijos en la tierra,
por ejemplo, aunque ellos mismos fueron creados primeramente
santos en el paraíso, "pero si Jesucristo no es en sus
corazones entonces nuestro Dios no podía hacer ningún bien
jamás por la humanidad entera".
Puesto que, nuestro Padre Celestial ama la verdad y la
justicia infinita del Espíritu de la sangre y de la vida de
su unigénito, "porque es el fruto de la vida para todo
hombre, mujer, niño y niña en la tierra y así también en su
nueva vida infinita de su Gran Jerusalén Santa y Bendita del
cielo". Porque, de otra manera, no podrá haber amor ni menos
comunicación santa y perfecta entre el hombre de la tierra y
nuestro Padre Celestial, su Espíritu Santo y su Árbol de la
vida eterna, nuestro Salvador Jesucristo, que están en los
cielos, por ejemplo.
Ciertamente, nuestro Dios tiene poderes y autoridades
increíbles en el Espíritu de la sangre y del nombre ungido de
su unigénito, nuestro gran Rey Mesías, para perdonarnos y
colmarnos de muchas y muy ricas bendiciones de salud, paz,
prosperidad y muchos milagros más de la nueva vida del cielo,
"para nosotros gozarlos siempre a partir de ahora, si sólo le
somos fieles". Pero para que esto suceda en nuestros
corazones y en nuestras vidas de nuestro diario vivir por
toda la tierra, entonces tenemos que deshacernos de nuestros
pecados, cuanto antes mejor, porque mañana será un día
diferente para hacer nuevas cosas en nuestras vidas, "como
alcanzar nuevas glorias y honras para nuestro Dios Eterno en
la vida de muchos, por ejemplo".
Y la única manera que podemos deshacernos de nuestros males
eternos, desde hora mismo, no va a ser jamás con los ídolos e
imágenes de siempre, "sino con tan sólo creer en nuestros
corazones y confesar con nuestros labios: La Salvación
Infinita del Paraíso", ¡nuestro Árbol de la vida, nuestro
Salvador Jesucristo! Por ello, te adoramos Padre Celestial
"por tu gran amor y por tu gran fidelidad no sólo hacia Adán
y Eva sino también hacia cada uno de nosotros, en nuestros
millares, hoy en día", de los cuales somos sus descendientes
directos de su linaje humano del paraíso y en todos los
lugares de la tierra, también, eternamente y para siempre.
Dios Grande y Todopoderoso "nunca nos dejes de amar", para
que no te sorprendas de nuestros pecados y así no nos
castigues por nuestras culpas, por nuestros defectos, por
nuestras muchas ofensas hacia ti y hacia tu unigénito,
nuestra única esperanza de vida y de salud del paraíso en la
tierra y en La Nueva Jerusalén Santa y Impecable del cielo.
Te amamos Padre Celestial en nuestros corazones a pesar de la
presencia terrible de las hondas tinieblas de nuestros
pecados y de las continuas mentiras de Satanás en nuestro
diario vivir en la tierra, "porque sólo tú eres santo en
nuestras vidas terrenales y así también en nuestras nuevas
vidas infinitas, de tu nuevo reino celestial y colosal del
cielo".
Adonde sólo el Espíritu de nuestra verdad y de nuestra
justicia reinara en nuestros corazones y en nuestros nuevos
largos días de tu nuevo mundo eternal, pues, ¡gracias a tu
amor eterno!, lleno por siempre de los ricos frutos del Árbol
Salvador, "para saciar nuestra hambre y apagar nuestra sed
por ti, Dios de nuestras almas regeneradas por tu sangre
sagrada". Entonces "te amamos como nunca antes Señor
Jesucristo", porque sólo tú eres nuestro Rey Eterno, sólo tú
eres nuestro Salvador Perfecto, sólo tú eres nuestro Remedio
ideal de nuestras enfermedades y dolencias, en la tierra y
así también en la nueva vida infinita de nuestro Padre
Celestial y de su Espíritu Santo, eternamente y para siempre.
Y nos perdonas ahora mismo, si tan sólo levantamos nuestras
oraciones y nuestras manos hacia ti, que estás en los cielos,
para recibirnos cada día como a uno más de tus ángeles
fieles, "porque el Espíritu Sagrado de tu Árbol de la vida ha
entrado en nuestros corazones para hacernos libres, de las
tinieblas de Satanás, sólo con tu fe milagrosa". Ciertamente,
"los arcángeles no conocen a uno mayor que nuestro Redentor,
en poder y en gloria infinita", para redimir al hombre, a la
mujer, al niño y a la niña de las tinieblas de Satanás y de
sus ángeles caídos, también, como de las manos violentas y de
los corazones perdidos de las gentes de la mentira y de la
muerte eterna.
Por ello, te damos gloria y honra día y noche en nuestros
corazones, para que jamás te olvides de nosotros, sino que
infinitamente nos ayudes y nos suplas tus más ricas y
gloriosas bendiciones de tu Espíritu y de tu Árbol de la
vida, "porque los necesitamos sin cesar jamás para vivir
únicamente por ti, como es normal en el cielo". Pues mira
siempre sólo a nuestro Salvador Jesucristo cada vez que nos
veas Padre Eterno a cada uno de nosotros desde tu morada
sagrada del cielo, como desde tu altar santo, como desde tu
trono glorioso, "para que así ya no veas más nuestros pecados
de siempre, sino sólo la grandeza de la sangre expiatoria de
tu unigénito", ¡nuestro Señor Jesucristo!
Porque si verdaderamente llegases a ver nuestros pecados
Padre Celestial por tan sólo unos momentos, entonces seriamos
historia en la tierra, desde ya hace mucho tiempo, "como el
mundo de Noe o como las ciudades antiguas de Sodoma y
Gomorra, que fueron gloria de la tierra en sus días, pero hoy
son cenizas por culpa de sus pecados imperdonables hacia tu
Jesucristo". Ciertamente, tú mismo conoces mis distracciones,
y mis pecados no se escapan de ti jamás, dígnate librarme de
mis tinieblas y de las tinieblas de mis antepasados, "por
amor al Espíritu de la sangre y de la vida de tu gran rey
Mesías, ¡nuestro Señor Jesucristo!, para por siempre conocer
el bien de mis días, sin perderme nada jamás".
El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.
¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!
Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.
LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad día y
noche, (Deuteronomio 27: 15-26):
"'¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o una imagen
de fundición, obra de mano de tallador (lo cual es
transgresión a la Ley Perfecta de nuestro Padre Celestial), y
la tenga en un lugar secreto!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'
"'¡Maldito el que le reste importancia a su padre o a su
madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad
de su prójimo!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que desvié al ciego de su camino!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del
huérfano y de la viuda!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre,
porque descubre la desnudes de su padre!' Y todo el pueblo
dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier
animal!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su
padre o hija de su madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que se acueste con su suegra!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que a escondidas y a traición hiera de muerte
a su semejante, sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'
"'¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente,
sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley,
poniéndolas por obra en su diario vivir en la tierra!' Y todo
el pueblo dirá: '¡Amén!'
LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS
Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre Celestial y de su
Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que
el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando
llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los
ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando
día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en
el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en
espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada
categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de
la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!
SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS
Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:
PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".
SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".
TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".
CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".
QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".
SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".
SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".
OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".
NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".
DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".
Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y deshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.
Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:
ORACIÓN DEL PERDÓN
Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.
Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:
NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.
¡CONFÍA EN JESÚS HOY!
MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.
YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.
- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.
Disponte a dejar el pecado (arrepiéntete):
Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.
QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.
¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?
¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?
Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:
Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.
Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.
Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.
El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.
El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, para la eternidad.
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