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(IVÁN): SI NOS OLVIDAMOS DE JESUCRISTO, PECAMOS PARA SIEMPRE

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IVAN VALAREZO

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Mar 1, 2008, 2:27:15 PM3/1/08
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Sábado, 01 marzo, año 2008 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica

(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)


SI NOS OLVIDAMOS DE JESUCRISTO, PECAMOS PARA SIEMPRE:

Nuestro Padre Celestial nos libre de nuestras maldades, por
amor a su Jesucristo; nuestro Padre Celestial tenga
misericordia de nosotros, si algún día llegásemos a ser tan
viles, tan infames con Él, olvidándonos de su Hijo amado,
para desgracia nuestra. En cualquier lugar en donde yo haga
recordar mi nombre, vendré a ti y te bendeciré, les decía el
SEÑOR a los antiguos, para que sean por siempre fieles a su
nombre misterioso, milagroso e increíblemente santísimo, para
el reino de los cielos, para nuestros corazones, para
nuestras almas, para nuestros labios eternos y para nuestras
nuevas vidas infinitas.

Si nos hubiésemos olvidado del nombre de nuestro Señor
Jesucristo o alzado nuestras manos a un dios o salvador
extraño de madera, de piedra o de metal, ¿no averiguaría esto
nuestro Padre Celestial, quien conoce los secretos del
corazón del hombre por los poderes sobrenaturales de su
Espíritu Santo? Si, así es, nuestro Dios averiguaría
diligentemente ¿que hacemos levantando nuestras manos ante
dioses extraños?, y olvidándonos así que sólo él es nuestro
sanador y Salvador eterno del paraíso, de la tierra y del
nuevo reino celestial.

Pues "estaríamos delante de nuestro Padre Celestial sin
excusa alguna" por nuestros pecados, y totalmente perdidos en
nuestras tinieblas de siempre, para morir y para jamás volver
a ver la luz de la vida eterna, de nuestro Salvador
Celestial, ¡nuestro Señor Jesucristo! Seriamos, pues, igual
que las tinieblas de Satanás, totalmente perdidos en el
infinito de la nada, sin fe, sin Jesucristo y sin esperanza
alguna de algún día volver a ver y a vivir la felicidad de la
vida eterna del reino de Dios y de su Árbol de vida, ¡el Hijo
de Dios!

Ya lo creo, fuera de nuestro Señor Jesucristo no tenemos a
nadie más "para adorar y para servir día y noche a nuestro
Padre Celestial que está en los cielos", para que nuestras
vidas sean enriquecidas de muchos bienes del reino de los
cielos y de toda la tierra, también. Porque nuestro Dios ama
a su Jesucristo con celo sobrenatural en su corazón sagrado,
por tanto, Él no está para ver, ni menos para aceptar "el
desprecio de ningún impío en contra de su Árbol de vida", su
Hijo Santo del paraíso y de la humanidad entera, y no hacer
nada para darle su merecido justo al infractor de su Ley.

Y cuando Adán desprecio el fruto de la vida eterna en su
corazón, por la palabra errada de su esposa Eva y, a la misma
vez, por el engaño de Lucifer y de la serpiente antigua del
Edén, entonces "nuestro Dios los castigo a todos por ese
error que nos condena aún día y noche a una muerte eterna del
infierno". Porque con Adán somos pobres pecadores, pero "con
el Señor Jesucristo en nuestros corazones somos ricos y, por
tanto, más que vencedores ante todo enemigo de Dios y de su
Ley muy santa, también".

Por lo tanto, es nuestro Pare Celestial quien castiga al
hombre, a la mujer, al niño y a la niña, cuando levantan sus
manos a un dios totalmente extraño a ellos y a sus vidas
humanas, "olvidándose así de su Árbol de la vida eterna de
nuestro Padre Celestial y de su Espíritu Santo", ¡nuestro
Salvador Jesucristo! Es por eso que cuando Adán se olvido del
Árbol de la vida eterna, entonces nuestro Padre Celestial lo
busco para castigarlo por su error y así también con todo su
linaje humano, "y sólo hasta que reconozcan su falta y
regresen al nombre ungido, misterioso y sumamente milagroso,
del dador de la vida eterna", ¡nuestro Señor Jesucristo!

Sin duda alguna, "nuestro Dios es quien castiga día y noche
al pecador y a la pecadora" desde su altar sagrado del cielo,
porque el salvador de sus vidas no es el Señor Jesucristo en
sus corazones, sino algún ídolo tallado de piedra, palo o
metal y muy detestable para su Espíritu Santo y para su Ley
Viviente, también. Con seguridad, nuestro Padre Celestial es
un Dios muy sabio y no hay nada que no sepa él; es más, para
nuestro Dios "no hay nada escondido de sus ojos en el cielo
ni menos en la tierra"; y el que piensa que lo engaña con sus
ídolos, "se está engañando terriblemente a si mismo para su
mismo mal eterno".

Porque los ídolos y las imágenes "engañan terriblemente el
corazón y el espíritu humano del pecador y de la pecadora
porque son tinieblas para empobreces sus vidas cada vez más y
más", pero el Señor Jesucristo es real y verdadero y, por
tanto, "enriquece el corazón y la vida de todo ser viviente
de la humanidad entera", eternamente y para siempre. Y cuando
su mal venga a su vida, y vendrá pronto, como ladrón en la
noche, poco a poco o de golpe, pero viene sin más tardar,
entonces "no tiene a nadie más a quien culpar de su mal sino
sólo a él mismo y a su ídolo o a su imagen engañadora, por
ejemplo".

En verdad, "es totalmente imposible engañar" a nuestro Padre
Celestial, a su Hijo amado y a su Espíritu Santo "con
imágenes o ídolos", obras de especialidades manuales del
artífice, por tanto, obra de maldad y de burla a la Ley
Sagrada del cielo y de toda la tierra, ¡Los Diez Mandamientos
Eternos! Y los que intentan engañar a su Dios y Creador de
sus vidas, con sus ídolos de siempre, entonces "se crean
todas clases de problemas en sus vidas", de los cuales no
podrán escapar de ellos jamás, en esta vida ni en la
venidera; a no ser que se arrepientan de su maldad e invoquen
al salvador de sus vidas, ¡a Jesucristo!

Y todos los problemas de sus vidas vienes a ellos, "por sus
culpas, por sus pecados, por aborrecer, por despreciar, por
tener entre ojos, como si fuese otro mentiroso como ellos
mismos": al dador de la vida eterna, el Árbol de la vida,
nuestro Salvador del paraíso, ¡a Jesucristo! Y los que
aborrecen al Señor Jesucristo sin ninguna razón justa, "sus
problemas no se van de ellos, sino que vienen cada vez más y
sin parar jamás"; y sólo cuando haya muerto el pecador o la
pecadora, entonces estos mismos problemas empeoran, como en
el mundo de los muertos y hasta finalmente caer eternamente
perdidos en el lago de fuego eterno.

Problemas como de los que van y como de los que vienen y,
además, no pueden resolverse fácilmente con nada debajo del
cielo conocido por la sabiduría del hombre, y aún hasta
enfermedades terribles tocan las puertas de sus corazones,
también, como las que son muy difíciles de sanar, sin Cristo
Jesús en sus vidas. Es eso es lo que les da Satanás "a los
que confían en sus ídolos e imágenes de talla, por ejemplo",
en sus corazones, en vez de confiar en el dador de la
felicidad, de la salud y de la vida eterna, ¡nuestro Salvador
Jesucristo!

Pero, sin embargo, si el nombre del Señor Jesucristo es
creído en sus corazones e invocado con sus labios, en estos
mismos pecadores, entonces: "los milagros, maravillas de la
unción del Espíritu de Dios comienzan a obrar en sus vidas
automáticamente", pues, aún cuando no han empezado a honrar y
a exaltar a su Salvador eterno con sus labios, por ejemplo.
Es decir, mucho antes que ellos mismos comiencen a vivir con
el Señor Jesucristo en sus corazones, para gloria y para
honra infinita de nuestro Padre Celestial y de su Espíritu
Santo, entonces "los dones sobrenaturales de la dadiva de la
vida eterna comienzan a obrar en sus vidas automáticamente",
para librarlos de sus problemas y sanarlos de todas sus
enfermedades.

Esto es poder del cielo, sólo posible con el Señor Jesucristo
en nuestros corazones día y noche y por siempre en la
eternidad venidera. Porque "nuestro Padre Celestial es quien
sana nuestros corazones y resuelve cada uno de nuestros
problemas" en la tierra y en el paraíso de la misma manera,
ni más ni menos, para entrar desde ya a la nueva vida
infinita del paraíso y sin Satanás y sin su gente de la
mentira eterna, también, ¡gracias a la misericordia de
nuestro Dios!

Porque en el nuevo reino de los cielos de Dios y de sus
ángeles gloriosos será para cada uno de nosotros, en nuestros
millares, de todas las familias de las naciones de la tierra,
"para sólo vivir en el Espíritu de la verdad y de la justicia
infinita de su Árbol de la vida eterna, su Hijo amado", ¡
nuestro Señor Jesucristo! En verdad, viviremos por siempre y
para siempre en nuestras mansiones celestiales, cada uno de
nosotros, desde el más pequeño y hasta el más grande, "para
gozarnos con nuestro Padre Celestial y de sus abundantes
frutos de vida y de salud eterna, su Hijo amado, nuestro gran
rey Mesías", ¡el Cristo!

Y nuestro Padre Celestial pelea día y noche por nosotros,
"pero siempre con la ayuda idónea de su Jesucristo y de su
Espíritu Santo tomado de nuestras manos", para que no nos
alejemos más de él, sino que nos acerquemos más y hasta que
finalmente llegamos a ser una sola familia con Él, en la
tierra y en el cielo. Y esto ha de ser para librarnos a cada
uno de nosotros y hasta nuestros familiares y amigos,
también, como en tierras lejanas, por ejemplo, "de cada uno
de sus males al instante o poco a poco, y hasta que queden
totalmente libres de los poderes del mal de Satanás y de sus
ángeles caídos, en toda la tierra".

Porque "el poder de nuestro Padre Celestial es real y
verdadero y para cada uno de todos ellos", si tan sólo
confiamos en nuestros corazones y confesamos con nuestros
labios el nombre ungido y muy antiguo de su Árbol de vida, el
gran rey Mesías de todos los tiempos, ¡nuestro Señor
Jesucristo! Porque es nuestro Padre Celestial, Creador del
cielo y de la tierra, "quien pelea por ellos también en
contra de Satanás para que no mueran" y, a la vez, para
alcanzar la sanidad y la bendición infinita de sus almas
vivientes en la tierra, para entrar a la nueva vida eterna de
su Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo.

Y "ésta ciudad celestial es real y verdadera", pues existe
desde mucho tiempo atrás "y desea vernos ya caminar con su
muy amado, nuestro Salvador Jesucristo, en sus tierras y
cubiertos por siempre de sus cielos gloriosos y
extremadamente esplendorosos", para vivir en paz y
disfrutando a todas horas del día de la gloria de nuestro
Dios. Si, así es: "hay un nuevo cielo glorioso que solamente
se las pasa llorando por ti, como el Señor Jesucristo lloro
ante el Padre Celestial para alcanzar el perdón de tus
pecados y darte vida eterna, cuando colgaba sobre los árboles
cruzados de Adán y Eva sobre la cima de la roca eterna, en
las afueras de Jerusalén, en Israel".

Y estos nuevos cielos de La Gran Jerusalén Eterna "lloran por
tu pronto regreso a tu vida normal a sus tierras santas y
eternas del más allá", para que ya no vivas más para el ángel
de la muerte, sino para el Ángel de Dios, nuestro gran rey
Mesías, ¡el Santo de Israel y de la humanidad entera! Y es
por eso que el nombre de Jesucristo, aunque hayas levantado
tus manos a dioses y doctrinas extrañas, "pues, regresa a ti
siempre fiel como la primera vez para limpiarte, perdonarte y
volverte a dar vida y mucha esperanza en tu corazón y en tu
espíritu humano", para que veas tu gran futuro que es ya
prosperidad, si sólo le obedeces.

Porque "hay poder, hay unción del cielo", en el nombre
milagroso y maravilloso de nuestro salvador Jesucristo para
todos, día y noche y por siempre en la nueva eternidad, "si
sólo caminamos con Él, así como los ángeles siempre han
caminado con Él en todos los lugares del reino celestial",
para servicio santo y honrado de nuestro Padre Celestial.
Porque sólo Jesucristo es el Árbol de la vida, "el cual
nuestro Padre Celestial se lo presento a Adán y luego a cada
uno de sus descendientes", como hoy en día contigo, mi
estimado hermano y mi estimada hermana, para que seas lleno
de esta gran verdad y de su justicia infinita, también,
eternamente y para siempre.

Sabe, pues, nuestro Padre Celestial perfectamente, "que si en
ti no hay verdad, ni menos la justicia del Árbol de la vida,
entonces Satanás tiene la puerta abierta de par en par de tu
corazón y de toda tu vida, también", para entrar fácilmente y
comenzar a destruirte progresivamente o al instante, para que
no vivas más para el Señor Jesucristo. Es decir, también, que
nuestro Padre Celestial lucha por ti y por cada uno de los
tuyos día y noche, "pero con el nombre sagrado del Señor
Jesucristo en tu corazón"; y sin Jesucristo en tu corazón,
entonces "nuestro Dios no puede hacer nada por ti, ni por los
tuyos tampoco, en la tierra ni en la eternidad, para
siempre".

Y así es como vienen los problemas, las enfermedades y hasta
la muerte una tras de la otra, "porque el fruto de la vida
eterna del paraíso no es tu verdad, ni tampoco tu justicia",
sino la mentira del espíritu de error de Santas, para darte
sólo destrucción y finalmente muerte a tu vida, en la tierra
y en el infierno. Es por eso que nuestro Padre Celestial se
acerca a ti con muchas más bendiciones sobrenaturales para tu
vida y para la vida de los tuyos, pero "sólo con el nombre
sagrado e infinitamente honrado de su Hijo amado en tu
corazón y en toda tu alma viviente", mi estimado hermano y mi
estimada hermana, para que veas su gloria.

Porque es el deseo de nuestro Padre Celestial y de su
Espíritu Santo "de que tú veas su gloria manifestarse en tu
vida y en la vida de los tuyos a toda hora del día y sin
parar"; porque la palabra del Espíritu de la Ley y de la vida
eterna se la manifiesta a la vida del hombre con poderes
sobrenaturales. Es decir, que nuestro Padre Celestial con el
nombre del Señor Jesucristo en su lugar correcto en la vida
del hombre, de la mujer, del niño y de la niña, entonces "se
manifiestan señales, milagros, maravillas de sanidades y de
prodigios del cielo y de la tierra", para que todos vean y
crean que nuestro Dios sólo vive por nosotros infinitamente.

Por lo tanto, ese es el propósito principal de la
manifestación del Señor Jesucristo "como su Hijo amado, como
su Árbol de vida eterna, como el Hijo de David, como el
Cordero Escogido, como el sumo sacerdote del cielo y de la
tierra", para que todos veamos y, a la vez, conozcamos su
gloria en nuestras vidas, desde hoy y eternamente. Y, además,
para que también sepas en tu corazón eterno, "que sólo él es
la medicina perfecta de tu corazón, de tu alma y de todo tu
cuerpo, también", en el cielo, en la tierra y así para
siempre en la eternidad venidera de su nuevo reino celestial,
como La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del más allá, por
ejemplo.

Porque "sólo nuestro Dios tiene todo el control de todas las
enfermedades escritas en el libro de la ley y hasta las que
no están escritas en ella": para librarnos por siempre y para
siempre de cada uno de sus males, si tan sólo nos acercamos a
su Árbol de la vida y comenzamos a comer y a beber de Él. Y
esto es de comer y de beber día y noche de su fruto de vida y
de salud infinita, su Hijo amado, ¡nuestro Salvador
Jesucristo!, "tal como Adán debió hacerlo así en su día de
gloria, en el paraíso", para que jamás conozca el mal de los
problemas, de las enfermedades y de la muerte, para siempre.

Por ello, nuestro Dios está siempre mirando muy atento desde
los cielos, como desde su trono sagrado o de su morada
privada, "para ver que el nombre sagrado de su Jesucristo sea
honrado en los corazones de todos los hombres, mujeres, niños
y niñas de la humanidad eterna": para que haya más luz en la
tierra y menos tinieblas. Porque sólo nuestro Señor
Jesucristo nos trae luz a nuestros corazones, a nuestros
espíritus, cuerpos y vidas humanas, "no sólo en el paraíso,
sino también en todos los lugares de la tierra y del nuevo
reino venidero del más allá, de Dios y de sus ángeles fieles
a su nombre muy santo"; por ello, sólo Jesucristo es nuestra
luz.

Y sin Jesucristo en nuestros corazones, entonces "nuestros
ojos solo ven tinieblas tras tinieblas y jamás el bien de
nuestro Padre Celestial y de su Espíritu Santo", en esta vida
y en la venidera también, para siempre. Es decir, que a cada
hora del día nuestro Creador tiene el potencial divino de ver
a cada hombre, a cada mujer, a cada niño y a cada niña desde
su morada sagrada del cielo más alto del reino de los
ángeles, "para confirmar que el nombre de su Jesucristo es
honrado, y así premiar abundantemente a los que le obedecen.

Porque éste es el acto más alto de obedecimiento a nuestro
Dios y a su Espíritu Santo, "que su Jesucristo viva en
nuestros corazones, como nuestro Árbol de la vida, como el
unigénito, como el Cordero de la sangre eterna, como el sumo
sacerdote, como el gran rey Mesías, como el Santo del
paraíso, como el Hijo de David y demás". Y nuestro Dios desea
que su unigénito sea nuestro todo en nuestros corazones y en
nuestras vidas cotidianas, porque "sólo Él es nuestra verdad,
nuestra justicia y nuestro derecho intachable de entrar y
vivir por siempre y para siempre la vida eterna en el
paraíso"; en otras palabras, sólo Jesucristo es nuestra
verdad, Él mismo lo afirmo categóricamente en su día.

Sólo el unigénito es la justicia del cielo y de la tierra;
sólo Jesucristo es el camino a la vida eterna, también lo
afirmo Él mismo; por lo tanto, "nadie podrá entrar al reino
de los cielos sin el Mesías, porque sólo Él es el camino y la
puerta de regreso y de entrada al paraíso celestial".
Ciertamente, "sólo nuestro Señor Jesucristo es el camino y la
puerta de escape de cualquier problema", de cualquier
enfermedad, de cualquier muerte y, por tanto, de cualquier
trampa del pecado de mentira y de la infamia eterna de
Satanás y de sus ángeles caídos, en la vida del hombre de
toda la tierra.

Es por eso que nuestro Padre Celestial desea ver a toda hora
del día que el nombre ungido de su Jesucristo sea creído por
nuestros corazones e invocado por nuestros labios, porque es
bendición para su vida santísima y para nuestras vidas
humanas, también, "para gloria y para honra infinita de su
corazón perfecto y de su alma bendita". Porque esto es lo que
le agrada mucho en su corazón sagrado, "para satisfacer toda
verdad, toda justicia y todo derecho a recibir de las muchas
bendiciones del Espíritu de la luz y de la salud de su Árbol
de vida eterna", ¡nuestro Salvador Jesucristo!, para todo
aquel que sólo cree en él y verdaderamente ama su nueva vida,
sin Satanás.

Es decir, también, mi estimado hermano, que "nuestro Dios
desea resolver tus problemas y llenarte de sus ricas
bendiciones fantásticas", como desde el mismo lugar de su
Árbol de vida, pero ya; es más, nadie más en el cielo y en la
tierra desea verte lleno de vida y de salud, como Él, como su
Espíritu y como sus ángeles, también. Porque para nuestro
Padre Celestial todo aquel que crea en su corazón y así
confiese su nombre santo con sus labios, entonces "no debe
vivir sufriendo el pecado de día en día, ni menos sufrir
jamás los embates del espíritu de pobreza del enemigo de Dios
y del nombre ungido de su Hijo amado" (nuestra gran riqueza
personal), ¡nuestro Salvador Jesucristo!

Sinceramente, nadie desea verte en las tinieblas de Satanás
en el paraíso ni en la tierra, "sino sólo Satanás y sus
ángeles caídos, para que entonces no vivas bien sino de mal
en peor siempre", en toda la tierra, y hasta que finalmente
caigas abatido y sin vida alguna en tu corazón y en tu alma,
en el infierno. Porque Satanás trae el mal a tu vida, "pero
Jesucristo te colma de bendiciones", de milagros, de
maravillas, de prodigios indescriptibles para que seas
siempre fuerte, tan fuerte como Él mismo, en la tierra y en
el paraíso, para que así jamás dejes de servirle a Dios y
Creador de tu vida, ¡el Todopoderoso de Israel y de la
humanidad entera!

Realmente, "Jesucristo sólo puede traerte riquezas
indescriptibles para tu corazón y para tu alma infinita",
cuando Satanás sólo te miente una y otra vez con las mismas
promesas de siempre, las cuales jamás se cumplen, sino que te
llevan de pobreza en pobreza, y hasta que finalmente
desapareces de sobre la faz de la tierra: eso es Satanás para
ti, en esencia. Es por eso que nuestro Padre Celestial ha
formado un reino vasto y colosal, como su Nueva Jerusalén
Santa y Perfecta del cielo, para que seas con él por siempre
"rico en todas las cosas que le agraden a tu corazón y a tu
alma insaciable": si sólo crees en su Jesucristo en tu vida
normal, ¡como su Hijo amado!

Pero Satanás y la gente de la mentira eterna, "sólo desea el
mal para ti y para los tuyos, para que jamás seas feliz en tu
corazón y en toda tu vida, como Dios manda", como Dios añora
en su corazón santo, por los poderes sobrenaturales de su
nombre sagrado en la vida gloriosa de su Árbol de vida, ¡su
Jesucristo! Es decir, para que tu vida valla día y noche de
mal en peor y hasta que Dios muera en tu vida y sin su
Jesucristo, también; y cuando esto suceda, en tu vida y sin
Jesucristo, entonces "habrás muerto verdaderamente para
siempre, para nunca conocer tu verdadera vida del paraíso,
sino sólo el infierno eterno y candente del más allá".

Y en este lugar del eterno tormento "ya no tendrás el
privilegio de creer en tu corazón y de invocar con tus labios
el nombre ungido del Señor Jesucristo", sino que sólo
conocerás infinitamente las profundas maldades de Satán y de
sus ángeles caídos, para ver sólo fuego eterno, sufriendo
tormentos interminables en tu alma perdida. Por lo tanto,
cuando nuestro Padre Celestial ve que alguien está recibiendo
un dios o una doctrina diferente a la suya, como la doctrina
celestial de Abraham, de Moisés o de sus profetas de la
antigüedad, por ejemplo, "entonces su corazón se llena de
furor en contra de aquella persona o personas, para
abandonarlas al fin de su propia maldad".

Porque "es mejor perderlos a ellos que antes perder a la
humanidad entera", en sus errores y en sus tinieblas
interminables de sus corazones perdidos y sin la luz del
Árbol de la vida, nuestro Salvador Jesucristo, por ejemplo.
Es decir, también, que nuestro Padre Celestial sólo ve en ti
tinieblas tras tinieblas y finalmente tu muerte eterna en el
más allá, como en el infierno o como en el lago de fuego, por
ejemplo, "por haber deshonrado a su Hijo amado y a su Ley
Viviente en tu corazón y en todo tu ser, desdichadamente".

Ahora, "nuestro Dios no envía sus bendiciones sobre ninguno
de los infieles y sólo hasta que el nombre de aquel dios
extraño o doctrina diferente a la de él entonces se vaya de
sus vidas", para que su nombre milagroso y la doctrina de su
palabra prehistórica tome su lugar en aquella vida o vidas,
para gloria de su nombre ungido celestialmente. Porque es
necesario que su unigénito sea honrado y exaltado en la vida
del hombre, de la mujer, del niño y de la niña, para entonces
comenzar la liberación de sus vidas, "para que dejen de
sufrir y de ser pobres, sino llenos de la luz de la
prosperidad y de las riquezas insondables del Árbol de la
vida": ¡nuestro Jesucristo!

Y esto ha de ser, en un momento de fe y de arrepentimiento
por el pecado en contra de él, como Creador de sus almas
eternas, "y así ya no haya más enemistad entre Él y el hombre
del mundo entero, para gloria y honra infinita de su nombre
eternamente misterioso y muy amado, por cierto, por sus
ángeles del cielo". Porque la verdad es que nuestro Padre
Celestial "sólo desea amistad intima con el hombre de toda la
tierra, pero sólo con su Hijo amado, nuestro Señor
Jesucristo, viviendo en su corazón"; y sin Jesucristo,
"nuestro Padre Celestial no quiere nada de nada con el
hombre, ni con los ángeles, como sucedió con Lucifer y sus
ángeles caídos, por ejemplo".

Porque, ciertamente, nuestro Dios está esperando día y noche
pacientemente que cada uno de nosotros "nos acerquemos y nos
humillemos ante Él, pero sin los nombres de dioses y de
doctrinas extrañas a su verdad y a su justicia infinita":
infinitamente extrañas a su única verdad, justicia y santidad
gloriosa de su Árbol de vida, ¡nuestro Señor Jesucristo!, por
ejemplo. Porque para nuestro Padre Celestial "no existe otro
nombre para unción y para salvación con su verdad y con su
justicia infinita de su Hijo amado, su Árbol de la vida
eterna", ¡nuestro Señor Jesucristo!, para el hombre, la
mujer, el niño y la niña de toda la tierra.

Ciertamente, "lejos de Jesucristo ya no hay verdad, ni menos
justicia, ni mucho menos derecho a comer del fruto del Árbol
de la vida del paraíso", para entrar a vivir desde ya a su
nueva vida eterna de su nuevo reino celestial, como a La
Nueva Jerusalén Gloriosa e Infinitamente Sagrada del cielo,
por ejemplo. Porque para entrar a ésta gran ciudad celestial
y colosal, el hombre, la mujer, el niño y la niña de la
humanidad entera "tiene que haber comido y bebido en oración,
ruegos y suplicas a nuestro Padre Celestial por el fruto del
Árbol de la vida eterna", ¡nuestro Señor Jesucristo!

Y sin ésta comida del Árbol de la vida, para el corazón y
para el alma viviente del hombre, entonces "no entrara jamás
a la gran ciudad de tamaño descomunal del cielo", sino que se
quedara fuera de ella, como le sucedió a Adán y a Eva, por
ejemplo, en el paraíso, en el día que comieron del fruto
prohibido. En otras palabras, el nombre ungido del Señor
Jesucristo, como el Hijo amado de Dios, como el sumo
sacerdote del cielo, como el Hijo de David, como el Cordero
Escogido, como el gran rey Mesías, "tiene que estar en sus
corazones para entrar a los nuevos lugares santos y eternos
de la nueva vida eterna, del nuevo reino de los cielos".

Porque en estos lugares santos, "jamás entra el nombre de
ninguno dios o doctrina extraña a él, a su Árbol de vida, a
su Espíritu Santo, o a sus ángeles del cielo", salvo la
verdad y la justicia de Dios y de su Jesucristo, en el
corazón, del hombre, de la mujer, del niño y de la niña de
toda la tierra. Y el que no lo hace así, entonces "está
pecando premeditadamente en su corazón en contra de Dios y en
contra de su Árbol de vida", como lo hicieron Adán y Eva para
ser expulsados de los lugares sagrados del cielo, porque el
fruto de la vida eterna no estaba en sus vidas celestiales,
por creer a la mentira.

Es por eso que es muy bueno creer de corazón y confesar con
los labios el nombre ungido de nuestro Padre Celestial, el de
su Árbol de vida, nuestro Salvador Jesucristo, "para que la
verdad y la justicia del cielo brille y alumbre nuestros
pasos de regreso al reino de los cielos, en el día señalado
por el SEÑOR". Porque viene un día muy especial para nuestro
Padre Celestial, cuando Él llame a todo hombre, mujer, niño y
niña de la humanidad entera, desde Adán y hasta el ultimo ser
humano que nazca en la vida, "para ascender a sus lugares muy
gloriosos y muy santos del cielo, para que vean su gloria y
su majestad infinita": ¡gracias a Jesucristo!

Además, "nuestro Padre Celestial no cesara con su causa
justa", la cual comenzó siglos atrás en el reino de los
cielos, para que su nombre muy santo sea honrado no sólo en
el corazón de Adán en el paraíso, sino también por cada uno
de sus descendientes de todas las familias, razas, pueblos,
linajes, tribus y reinos de toda la tierra. Porque es
necesario que su nombre ungido "se exaltado cada vez mucho
más alto que antes por los ángeles y por la humanidad
entera", porque sólo él es santo y digno de toda gloria, de
toda honra y de todo nuestro amor, de los cuales nacen de
nuestros corazones por amor al único Salvador de nuestras
almas eternas, ¡nuestro Señor Jesucristo!

Por ello, nuestro Padre Celestial sigue luchando hasta lograr
tocar toda vida humana, hoy en día, como a ti mismo, mi
estimado hermano y mi estimada hermana, "para que comiences a
honrar a su nombre santísimo, como el de su gran rey Mesías,
para prosperidad si igual de tu corazón y de tu alma eterna,
también". Y así "nuestro Dios sabrá que tú no has alzado tus
ojos ni menos tus manos a dioses extraños" de madera, de
piedra, de metal o de cualquier otro material que las manos
de los artífices suelen crear para engañarse a ellos mismos,
ofendiendo así terriblemente a los Diez Mandamientos del
paraíso y de toda la tierra.

Entonces es muy bueno alzar nuestros ojos y nuestras manos,
"como nuestro Señor Jesucristo alzo sus ojos y sus manos al
cielo", pero clavadas a los árboles secos de Adán y Eva para
satisfacer toda verdad y justicia, y así pues, por fin matar
a Satanás y al pecado de la humanidad entera. Así que,
"alcemos nuestros ojos y nuestras manos al cielo", porque eso
es lo que le agrada a nuestro Padre Celestial, que le
recordemos a su Hijo amado, a su Cordero Escogido, derramando
su sangre viva para matar al ángel de la muerte y darnos vida
en abundancia, en la tierra y en el cielo, para siempre.

Pues estos son momentos de fe y de gran gloria y victorias
infinitas en contra de Satanás y de sus muchas tinieblas,
"para que ya no haya más pecados y maldades sobre el hombre
de toda la tierra, sino sólo la luz del Árbol de la vida, por
doquier", como Dios manda o como es debido siempre para
enriquecer toda vida humana. Es decir, para que ya no haya
más problemas, enfermedades y males de la pobreza, "sino sólo
bendiciones de salud, de vida y de riquezas insondables en la
tierra y así también en el paraíso" eternamente y para
siempre, para servicio de la gloria y de la honra infinita
del nombre ungido de nuestro gran rey Mesías, ¡el Cristo del
paraíso!

Para que entonces muchos males de tu vida se vallan al
instante, milagrosamente, y seas así "infinitamente lleno de
la paz, de la alegría y de la gloria de tu nueva vida, sólo
posible en tu corazón, hoy mismo, por medio del Árbol de la
vida", como en el paraíso con Adán y Eva, por ejemplo, a los
pies de Jesucristo. Porque es muy necesario para satisfacer
toda verdad, justicia y el derecho de recibir de nuestro
Padre Celestial ayuda y muchas ricas bendiciones de milagros,
maravillas y de prodigios del cielo y de la tierra, "para que
su nombre muy sagrado sea exaltado y glorificado en tu
corazón y en toda tu vida, también, mi estimado hermano",
como creyente fiel de Jesucristo.

Es por eso que es de suma importancia que el nombre ungido de
nuestro Padre Celestial y de su unigénito, nuestro Señor
Jesucristo, "se encuentre en su lugar sagrado de tu corazón",
mi amado hermano y mi amada hermana, para que entonces haya
paz no sólo en tu vida sino en la de muchos, en muchos
lugares de la tierra. Porque la vida de todo ser viviente en
toda la tierra "necesita urgentemente de la paz que sólo
nuestro Padre Celestial la puede dar celestialmente al
corazón y al alma infinita del hombre", por medio de su fruto
de vida eterna, su Hijo amado, si hoy mismo podemos creer en
Él, en nuestros corazones e invocar su nombre ungido con
nuestros labios.

Porque si el nombre sagrado de nuestro Padre Celestial,
"escondido en el corazón y en la santidad perfecta" del
corazón y del Espíritu de su Árbol de vida eterna, nuestro
Señor Jesucristo, no es honrado en tu vida, entonces "jamás
habrá paz, ni felicidad, ni muchos menos veras un sólo día de
la vida eterna y celestial del cielo". Y esto es muerte
eterna para cualquiera, grande o pequeño, en todos los
lugares de la tierra, por falta de fe, del nombre
maravilloso, misterioso, milagroso y verdaderamente muy santo
de nuestro Señor Jesucristo.

Porque la verdad es que tú mismo, como todos los tuyos,
"fuiste llamado del fondo de la tierra y levantado por las
manos de Dios para hacer de ti un ser digno de conocer su
nombre misterioso", así como los ángeles lo han conocido y lo
han honrado y exaltado a través de los siglos y hasta
nuestros días, por ejemplo. Porque para los ángeles no hay
otro nombre igual de misterioso y de profunda gloria
celestial, "como la del Árbol de la vida eterna, el Hijo
amado de Dios", ¡nuestro Salvador Jesucristo!; es más, la luz
de los ojos de todos los ángeles del cielo "sólo es
Jesucristo y nadie más".

Entonces los ángeles lo han hecho todo muy bien y con mucho
amor, verdad y justicia en sus corazones infinitos, para que
en un día como hoy, tú mismo, también, amigo de Jesucristo,
"llegue a tu corazón eterno ésta gran verdad de la antigüedad
de Dios y de sus ángeles fieles a él, para que despiertes a
su luz del cielo". Porque es necesario que todo hombre,
mujer, niño y niña de toda la tierra, "despierte a la luz de
la vida, de la alegría, de la felicidad infinita de conocer y
de amar por siempre y para siempre el nombre sagrado de
nuestro Creador y de su Salvador sin igual", ¡nuestro Señor
Jesucristo!

Y si amas al Señor Jesucristo en tu corazón, entonces
"nuestro Padre Celestial te pondrá por encima de todas las
riquezas habidas y por haber de su nuevo reino celestial", La
Nueva Jerusalén Sagrada del reino de los cielos, para que tu
corazón sólo conozca paz, salud y la felicidad sin igual de
su amor inmortal y muy antiguo, por cierto. Mayor gloria de
conocer a su Jesucristo en tu corazón y en toda tu alma
eterna "no hay otra de parte de nuestro Padre Celestial y de
su Espíritu Santo, para entregártela a ti, hoy mismo, mi
estimado hermano y mi estimada hermana".

Porque si hubiese existido alguien con mayor gloria en el
corazón de nuestro Dios, entonces ya hace mucho tiempo que
nos lo hubiera anunciado y, también, dado, sin duda alguna a
todos nosotros, sin dejar a nadie sin su gran bendición
infinita de vida y de salud eterna. Pero la verdad es que "no
hay otro mayor que el Señor Jesucristo en el corazón de
nuestro Padre Celestial y en toda la vasta gloria infinita
del reino de los cielos, por ejemplo", eternamente y para
siempre.

Entonces todos hemos sido llamados de Dios desde el polvo de
la tierra, "para conocer y para vivir por su nombre ungido"
en el paraíso, en la tierra y así también en su nuevo reino
de los cielos, como en La Nueva Jerusalén Sagrada de la nueva
humanidad infinita. De la nueva humanidad infinita de todas
las naciones de la tierra, pues, "totalmente comprada y
lavada por la sangre de Jesucristo", para que ya no viva más
para las tinieblas de Satanás, sino para que viva únicamente
para la luz de la nueva tierra y con nuevos cielos de la
nueva eternidad celestial.

Y, por ello, todos los que rehúsen creer en el nombre sagrado
del Hijo amado de Dios, como nuestro Dios manda en sus
sagradas escrituras, "entonces muere para regresar a las
hondas tinieblas del más allá, para jamás volver a ver la luz
del nombre ungido de Dios", sino el mal del mundo de los
muertos para siempre. Porque son por razones de las tinieblas
de tu corazón, "por la cual no hay paz en tu alma y en los
corazones de muchos desdichados", como de los que aún no han
creído en sus corazones, ni han invocado con sus labios el
nombre misterioso y salvador de su Hijo amado, ¡nuestro
Salvador Jesucristo!

Ciertamente, "hay luz del cielo para el corazón que sólo cree
e invoca con sus labios al dador de la vida eterna", nuestro
único libertador de todos nuestros problemas, de los males de
las enfermedades y de la muerte eterna, en la tierra, en el
infierno y en el lago de fuego, por ejemplo. Porque sólo el
Señor Jesucristo es nuestro verdadero salvador personal de
nuestras vidas celestiales e infinitas, hoy en día, en toda
la tierra y así también de nuevo de regreso al cielo, "para
empezar a vivir una vida totalmente nueva sin Satanás y sin
pecados en nuestros corazones, en nuestros espíritus y en
nuestras almas eternas, también, eternamente y para siempre".

Y viviremos felices y alegres, sin los dolores terribles que
conllevan en nuestros cuerpos y en nuestros espíritus humanos
de las enfermedades de los pecados de nuestros corazones y de
nuestras vidas en la tierra; pues, "seremos por siempre
felices y alegres, e inmensamente ricos y más nunca pobres":
¡gracias a la sangre milagrosa y misteriosa de nuestro Señor
Jesucristo! Porque hay poder de vida y salud eterna, "cuando
el Espíritu de la sangre viviente del Hijo amado de Dios nos
toca, y los males de Satanás salen de nosotros para no volver
nunca más a molestarnos", como cuando vivíamos sin Jesucristo
en nuestras vidas pecadores e infructíferas en toda la
tierra.

Es por eso que nuestro Padre Celestial ve con mucho celo de
su corazón muy sagrado y, a la vez, cuida el nombre ungido de
su Hijo amado, "para que no sea deshonrado por las tinieblas
de Satanás, sino honrado y exaltado en el corazón de cada uno
de sus muy amados". Y esto es como en la antigüedad y como tú
y yo también, actualmente, mi estimado hermano y mi estimada
hermana, "para que no caigamos en las tinieblas de los dioses
falsos de palo, de piedra, de metal y de muchos otros
materiales de los paganos", sino que vivamos en el Espíritu
de amor y de la verdad de Jesucristo.

Para sólo entonces "así gozar cada uno de nosotros", en
nuestros millares, de todas las familias de la tierra, "de la
paz, del amor, de la felicidad, de la santidad y de muchas
más ricas bendiciones de nuestra nueva vida infinita del
Árbol de la vida de Dios y de su Espíritu Santo que están en
el paraíso": ¡esperando por nosotros pacientemente! Y sólo
así nuestro Dios no vivirá más ofendido en contra de
nosotros, "porque el nombre ungido con autoridades y poderes
sobrenaturales de la vida santa del cielo no vive en nuestros
corazones", para satisfacer día y noche de toda la verdad, la
justicia y el derecho de ser feliz con Él, en la tierra y en
el paraíso, para siempre.

Porque "es sólo la vida y el nombre glorioso e infinitamente
victorioso de nuestro Señor Jesucristo en contra de Satanás y
en contra de cada una de las mentiras y de las infamias" en
los corazones y en los labios de sus gentes de la gran
decepción, calumnia, disolución y maldad eterna de toda la
tierra. Es por eso que nuestro Padre Celestial "sólo puede
recibir gloria y honra de nuestro diario servicio hacia Él y
hacia su nombre santo, en el nombre glorioso de su Árbol de
la vida", ¡nuestro Señor Jesucristo!

Y el que no le sirve a nuestro Padre Celestial en el nombre
honrado e infinitamente sagrado de nuestro Señor Jesucristo,
"entones está ofendiéndole profundamente en su corazón
santísimo, para mal de su vida y para mal de los suyos,
también, desdichadamente"; porque nuestro Dios sólo desea ver
el bien eterno "florecer sobre la vida de los que le aman
siempre". Ahora, la gente que vive infeliz en la tierra "no
es culpa de nuestro Padre Celestial", ni de su Espíritu
Santo, ni de nuestro Señor Jesucristo o de sus ángeles del
cielo, sino de ellos mismos o de nosotros mismos, por
ejemplo: "porque no conocemos o no actuamos con fe, en el
poder de la palabra viva de nuestro Creador".

Ciertamente, en Jesucristo nuestro Padre Celestial nos ha
dado poderes y autoridades sobrenaturales "para subyugar a
toda potestad, a toda infamia, a toda mentira, a toda
calumnia del mundo de los muertos y de su infierno eterno".
Y, además, el enemigo nos ataca no tanto porque le servimos a
nuestro Dios, en el poder de su Jesucristo, "sino porque
simplemente no usamos esos poderes sobrenaturales dados a
nosotros, desde mucho antes de la creación del cielo y de la
tierra, para servir a nuestro Dios con alabanzas y entrar
desde ya a la nueva vida infinita del cielo".

En otras palabras, no anhelamos verdaderamente servirle a
nuestro Padre Celestial de acuerdo a su gran verdad, nuestro
Árbol de la vida eterna, "para que ya no haya más problemas
en nuestras vidas, ni pobreza, ni enfermedades mortales, sino
sólo vida y salud infinita" en cada uno de nosotros, en todos
los lugares del paraíso y del mundo entero, también. Porque
la palabra viva de nuestro Padre Celestial, por más antigua
que sea, "realmente es para vivirla hoy, en nuestros
corazones y en nuestras almas infinitas, para derrotar a todo
poder del enemigo y vencer siempre", para gloria infinita de
nuestro Dios, no sólo en nuestras vidas sino también en las
de muchos: ¡gracias a nuestro Señor Jesucristo!

Ya que, nuestros corazones anhelan día y noche, por inicio,
cada una de estas ricas y gloriosas bendiciones de milagros,
maravillas y de prodigios espirituales del cielo "para
triunfar secretamente en el mundo en que vivimos, para
derrotar a nuestros enemigos de toda la vida y así poder
servir felices a nuestro Dios por siempre", por medio de su
Jesucristo. Porque para servir a nuestro Padre Celestial en
el mundo en donde hemos nacido y en donde vivimos nuestras
vidas normales de todos los días, entonces "necesitamos
muchos poderes sobrenaturales de nuestro Dios, pues por ello,
el nombre del Señor Jesucristo tiene que estar instalado
formalmente en nuestros corazones y en nuestros espíritus
humanos", para ser fuertes ante todo enemigo diariamente.

Puesto que, el enemigo no sólo nos odia, sino que también es
quien nos trae problemas de mentiras y de calumnias
terribles, de las cuales nunca pasaron por nuestras mentes ni
por nuestros labios; por tanto, "Satanás es quien nos quita
lo que con derecho nos pertenece", para que no tengamos nada
y seamos cada vez más pobres que antes. Y esta maldad de
Satanás no es tanto en contra de nosotros, sino que es en
contra de nuestro Padre Celestial y de su Jesucristo, porque
ha sido nuestro SEÑOR del cielo y de la tierra quien le dijo
a los antiguos: "si verdaderamente me sirven, entonces no
sufrirán jamás los embates del enemigo, ni habrá pobreza
entre todos ustedes".

Y cuando hay problemas, como cuando hay enfermedades y
destrucción de muertes terribles, "a ciencia cierta, es
porque hay algo totalmente mal entre el cielo y la tierra";
"alguien no esta sirviendo a Dios como se debe"; "alguien
está alzando sus manos, no como Jesucristo sobre la cima de
la roca eterna triunfante, sino para dioses y doctrinas malas
para maldición". Y esto es algo muy malo que el único que
puede verdaderamente resolverlo poderosamente para bien de
muchos, "trayendo así únicamente verdad y justicia a la
tierra", ha de ser nuestro Dios y su Jesucristo con los
poderes sobrenaturales de su Espíritu Santo y nada más.

Es por eso que los poderes de nuestro Dios por medio de su
nombre ungido de su Jesucristo, "es muy importante en
nuestros corazones y en nuestro diario vivir por la tierra",
como debió de ser con Adán y Eva en el paraíso, en el
principio de la humanidad entera; es más, sin Jesucristo
nadie debería vivir en la tierra jamás. Para que de esta
manera entonces "nuestra sangre, nuestro espíritu y nuestro
cuerpo humano estén por siempre llenos de los poderes y
autoridades sobrenaturales de nuestro Padre Celestial", para
combatir todo mal del enemigo, como mentiras, calumnias,
decepciones, infamias, robos, en fin tantos males terribles
del infierno, "para que no nos haga daño y así no nos
empobrezcamos jamás".

En la medida en que, todo mal de la pobreza "proviene de
nuestro enemigo eterno", Satanás; pero toda riqueza de
nuestros corazones, de nuestras almas, espíritus y cuerpos
humanos "proviene del cielo en los poderes misteriosos del
Espíritu Santo de nuestro Dios, como de nuestro Padre
Celestial y de su Árbol de vida eterna, por ejemplo", ¡
nuestro Señor Jesucristo! Y en la tierra hay muchas
enfermedades y, por tanto, pobrezas increíbles, "únicamente
por falta alabanzas y de honras al Espíritu del nombre
glorioso e infinitamente santísimo del Árbol de la vida", el
Hijo de David, el Cristo del paraíso y de la nueva eternidad
venidera de Dios y de su nueva humanidad infinita.

Dado que, si el Señor Jesucristo fuese el Mesías de alabanza
y de alegría continua en el corazón de las gentes de las
naciones de la tierra, "entonces habría pocas tinieblas o
nada y, por tanto, luz por doquier para enriquecer toda vida
humana aún más allá de todo lo increíble", y sólo así el
cielo seria nuestro limite para siempre. En nuestro mundo
necesitamos luz, mucho más luz que el sol, mucho más luz que
el paraíso, hoy más que nunca, "para no pecar más"; por
tanto, "Satanás nos está atacando incansablemente desde que
Adán cayó en su error", al creer en las mentiras de la muerte
de Satanás para el corazón y el alma del hombre de toda la
tierra.

En este mundo, en donde vivimos, "con el nombre de Satanás
somos ciegos y pobres"; pero "con el nombre del Señor
Jesucristo somos despiertos, atentos y muy ricos en los
poderes sobrenaturales de su Espíritu de salud y de vida
eterna". Por ello, nuestro Dios nos ha dado de su nombre muy
santo, para que lo adoremos y lo exaltemos en nuestros
corazones, en nuestros espíritus y cuerpos humanos, "para
alejar los males y así enriquecernos día y noche y cada vez
más en la tierra para vivir su nueva vida celestial de La
Nueva Jerusalén Santa y Eterna del cielo".

De otra manera, "no podremos servir a nuestro Dios y a su
Espíritu Santo con tantas fuerzas de maldad de Satanás y de
sus ángeles caídos obrando infamias terribles día y noche en
los corazones de la gente de la mentira eterna", en contra de
los que amamos a nuestro Dios, en el espíritu y en la verdad
de su unigénito. Y sólo así entonces poder por fin estar
listos para el nuevo mundo eterno del cielo, "en donde
entraremos todos juntos a volver a vivir una vida santa y
libre de Satanás para siempre", por amor a nuestro Padre
Celestial y a cada uno de sus hijos e hijas, como nuestro
padres, como nuestros hermanos y hermanas, y demás familiares
y amigos también.

En verdad, el nuevo reino de Dios no ha va a empezar sin ti
jamás, es decir, "si no aceptas en tu corazón el regalo de
nuestro Padre Celestial y del cielo, su Hijo amado", ¡nuestro
Señor Jesucristo! Porque cada uno de nuestros familiares y
amigos, "es obra santa y perfecta de la mano de nuestro Padre
Celestial", para que todos vivan con nosotros no sólo en
nuestra vidas terrenales, sino también en nuestras nuevas
vidas infinitas y celestiales del paraíso y de su Gran
Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo, por ejemplo.

Es por eso "que es indispensable que tú mismo estés ahí pero
ya", como desde ya en las nuevas tierras del cielo, con tus
padres, con tus hermanos, con tus parientes y demás amigos,
todos juntos con tu SEÑOR y Salvador de tu vida, ¡el
Todopoderoso de Israel y de las naciones! Y es para este
mundo del más allá, como de su nuevo reino celestial de
ángeles y de su nueva humanidad celestial, por el cual
nuestro Padre Celestial nos creo en sus manos sagradas, "para
que llevemos su imagen y su semejanza celestial para siempre,
para vivir su única vida eterna, santa e intachable en la
Jerusalén Gloriosa del cielo.

Es decir, para que todos nosotros vivamos en riquezas
insondables para nuestros corazones y para nuestras almas
infinitas, "riquezas celestiales como de las cuales no nos ha
pasado jamás por nuestras mentes ni por nuestros corazones,
porque son secretos del corazón santísimo de nuestro Dios".
Secretos muy bien guardados en el corazón de nuestro Padre
Celestial para dárnosla, "para entregárnosla desde ya a todos
nosotros que le amamos a Él, únicamente en el espíritu y en
la verdad de su Árbol de vida eterna", ¡nuestro Señor
Jesucristo!

Es decir, también que en el mundo en donde hemos nacido y
vivimos "conocemos muchos problemas, enfermedades y pobrezas
increíbles para muchos desdichados", por culpa de las
mentiras terribles de Satanás en el corazón y en los labios
de la serpiente antigua y en Eva, para engañar a Adán y así a
todo su linaje humano y hasta tocar tu vida. Pero con el
Señor Jesucristo entramos a una nueva era de vida para cada
uno de nosotros, "en donde no conoceremos más problemas, ni
enfermedades alguna, ni mucho menos pobrezas terribles para
la humanidad entera, sino que sólo conoceremos bendiciones
tras bendiciones de nuestro Dios y de su Árbol de la vida",
para vivir en riquezas sumamente santas e increíbles de
descifrar.

Porque nuestro Padre Celestial ha hecho, por inicio, a todo
hombre y a toda mujer sumamente rico, "únicamente con los
frutos y las bendiciones secretas del Árbol de la vida
eterna", ¡nuestro Señor Jesucristo! Entonces nuestro Dios, su
Jesucristo y así también su Espíritu Santo con cada uno de
sus ángeles, arcángeles, serafines, querubines, "esperan
alegremente por cada uno de nosotros, para que regresemos al
cielo y así volver a vivir con ellos nuestras vidas normales
de la antigüedad", pero a una vida mucho mayor de la que se
perdió en la mentira del paraíso.

Y cuando cada uno de nosotros regrese a su lugar de origen,
como al lugar en donde Dios lo formo en sus manos santas, y
le dio de su imagen y de su semejanza divina, pues entonces
en aquel mismo lugar celestial aquella alma perdida en las
mentiras de Satanás, "milagrosamente, volverá a ver la vida
eterna y llena de riquezas, también". Y esta vez, aquella
alma perdida de aquel hombre, mujer, niño o niña de la
humanidad entera, "por milagro, volverá a ver la vida, no del
fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y del mal
para volver a morir, sino del fruto de su primer amor y vida
eterna", ¡nuestro Señor Jesucristo!, para vivir infinitamente
en riquezas abismales.

Y "así jamás ninguno de nosotros volverá a conocer la pobreza
de vivir sin el Señor Jesucristo en su corazón", en su alma,
en su espíritu y en todo su cuerpo en el paraíso, en la
tierra y así también en el nuevo reino de los cielos de Dios
y de su gran rey Mesías de todos los tiempos, ¡nuestro
Salvador Jesucristo! Si nos olvidamos del Señor Jesucristo,
en un mundo lleno de las mentiras de Satanás y de sus ángeles
caídos en la gente de la mentira eterna y sin corazón humano
alguno en sus pechos, "entonces estamos más muertos que
vivos"; y nuestro futuro seria totalmente incierto, donde sea
que vayamos por el mundo entero.

Pero gracias a nuestro Padre Celestial, porque nuestro Señor
Jesucristo es tan fiel a cada uno de nosotros, "tan fiel como
un Árbol que jamás se movería de sus raíces para
trasplantarse en otro lugar, que no sea en nuestros corazones
y en nuestras vidas humanas, eternamente y para siempre".
Ciertamente, "con nuestro Señor Jesucristo somos muy ricos
delante de Dios, para jamás volver a conocer la incertidumbre
de la vida", sino sólo la paz, la felicidad, la salud y la
gloria de servirle a nuestro Padre Celestial en la tierra y
en su nueva Jerusalén Celestial y Colosal del cielo.

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre Celestial y de su
Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que
el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando
llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los
ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando
día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en
el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en
espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada
categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de
la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y deshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.

Disponte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, para la eternidad.


http://www.supercadenacristiana.com/listen/player-wm.asp?
playertype=wm%20%20///

http://www.unored.com/streams/radiovisioncristiana.asx

http://radioalerta.com


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