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(IVÁN): NUESTRA LUZ ES JESUCRISTO

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IVAN VALAREZO

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Aug 2, 2008, 1:27:56 PM8/2/08
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Sábado, 02 de agosto, año 2008 de Nuestro Salvador
Jesucristo, Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica


(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)


NUESTRA LUZ ES JESUCRISTO:

Nuestro Señor Jesucristo les hablaba alguna que otras veces a
las multitudes, en todos los lugares de Israel,
asegurándoles: --Yo soy la luz del mundo; como yo no hay otro
igual en el cielo ni en la tierra para bendecir sus vidas y
la de los suyos, grandemente. Por lo tanto, el que me sigue
nunca andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida
eterna instalada en su corazón para siempre, para conocer a
su Padre celestial y a todas sus cosas muy santas,
eternamente y para siempre. Yo soy el pan del cielo, y soy
también el agua que sobresalta para vida eterna, para los que
aman en sus corazones a su Hacedor, en la luz del espíritu y
de la verdad de su Hijo amado, ¡el Salvador del mundo entero!

Además, jamás será ciego su corazón para su Padre celestial
que está en los cielos, les aseguraba Jesucristo, sino que su
vida brillara más brillante que el Sol y las estrellas del
universo en la tierra y en el paraíso delante del Padre y de
su Espíritu Santo, porque la gloria de su Hijo estará en su
alma redimida para siempre. Porque la verdad es que cada
hombre, mujer, niño y niña de todas las familias de la
tierra, como las que reciben en sus corazones y confiesan con
sus labios el nombre sagrado de su unigénito, entonces "su
luz brillara mucho más que los ángeles del cielo y de todos
los poderes de Satanás y de sus ángeles caídos
infinitamente". Y esto es gloria y poder, de los cuales
nuestro Padre celestial le da cada día a los que le aman a
él, "únicamente por medio de su Jesucristo", desde el mismo
instante que comienzan a creer en sus corazones y a confesar
en oración de fe, su nombre santo y salvador.

Positivamente, esto es la gloria de Dios, la cual no sólo el
mundo necesita, sin duda alguna, sino también cada ser
viviente, ya sea ángel del cielo u hombre, mujer, niño o niña
del paraíso y de la tierra, para jamás ser tiniebla de
Satanás "sino luz luminosa para Dios, de su Hijo unigénito y
de su Espíritu Santo". Realmente, la vida del creyente
delante de Dios, de su Hijo y de su Espíritu Santo "es más
brillante que todas las luces del universo y del cielo
juntas", porque la gloria del Árbol de la vida está en él o
en ella, por ejemplo, para jamás ser engañado por las
mentiras, sino sólo conocer el bien eterno de toda verdad.
Pues la verdad brilla más fuerte que la mentira en el corazón
de Dios y así también en la del hombre, de la mujer, del niño
y de la niña de toda la tierra, hoy y por siempre en la
eternidad venidera, con toda seguridad.

Naturalmente, esto es gloria sin fin para nuestro Padre
celestial y para su Espíritu Santo, por la cual nuestro Dios
la busca cada día en cada uno de sus seres creados: "ángeles
del cielo u hombres y mujeres del paraíso y de la tierra,
para gozarse infinitamente en su corazón santísimo, por la
obra perfecta de sus manos sagradas". Y esta obra de sus
manos muy santas es cada uno de nosotros, "para caminar y
vivir por siempre y para siempre como su mismo Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo", delante de su presencia santa en
el cielo, en la tierra y en la nueva era venidera de su Nueva
Jerusalén Santa y Gloriosa del más allá, por ejemplo.

Es por eso que en Jesucristo, cada uno de nosotros es tal
cual como nuestro Padre celestial y su Espíritu Santo nos
crea en el principio: "En su imagen y de acuerdo a semejanza
celestial": por eso es que somos como Dios mismo en vida,
alma y espíritu, eternamente y para siempre. Y nuestra
mansión eterna no está en la tierra ni en ningún lugar del
vasto universo, sino en el cielo, en una ciudad muy grande y
sumamente gloriosa, "llena de la luz de la vida infinita y de
la salud perfecta de nuestro Padre celestial y de su Árbol de
la vida", ¡nuestro Señor Jesucristo! En ella conoceremos a
nuestro Hacedor cara a cara, "para jamás olvidarnos de él",
en nuestros corazones y espíritus humanos en la eternidad.

En esta ciudad santa y sumamente glorificada por la sangre
del Cordero Escogido de Dios, en donde su vida prevalece en
el corazón de cada uno de sus habitantes, en sus millares, de
todas las razas, pueblos, naciones, tribus y reinos de la
tierra, pues aquí "moraremos con Dios para conocer su más
perfecta y gloriosa felicidad celestial para siempre". Y
porque nuestro Dios es amor, entonces seremos también amor
así como él mismo para amarle a él y a su Árbol de la vida
también, nuestro Señor Jesucristo, mucho más que antes y que
todos los ángeles del cielo: porque "sólo él entrego su
sangre sacrificada desde la fundación del mundo, para
redimirnos de las mentiras crueles de Satanás".

Es decir, que las mentiras de Satanás y su vida ciega y
pecadora, ya no será más en el corazón y en la vida de cada
mentiroso y malvado de toda la tierra, sino que "sólo la luz
de la vida santa y perfecta de su Hijo amado brillara día y
noche, en cada uno de sus hijos e hijas infinitamente". Y
nuestro Dios se alegrara por nosotros mucho más que antes,
enjugara nuestras lagrimas de nuestras caras, para que ya no
lloremos y suframos más por las falsedades de Satanás y de su
pueblo de gran maldad, sino que "seamos felices con él, así
como él es feliz con su Hijo y con su Espíritu Santo
infinitamente en la verdad eterna".

Pues hemos sido comprado con precio de sangre muy santa y
preciosa, la de su Hijo amado, la que quita el pecado, la que
sólo obedece Los Diez Mandamientos, la que nos levanta hasta
lo sumo del cielo, para jamás morir en las tinieblas, "sino
vivir por siempre y para siempre en la luz de la nueva vida
eterna". Por ello, somos la luz de Dios, hoy y siempre, por
tanto, somos la luz del mundo entero también, "gracias al
Espíritu santificador de la sangre bendita de nuestro Gran
Rey Mesías de todos los tiempos, el Hijo de David", ¡nuestro
Señor Jesucristo!

Además, todos estos hijos e hijas de nuestro Padre celestial
somos nosotros, en todas las naciones, de los que hemos
creído en nuestros corazones y confesado con nuestros labios
el nombre milagroso y bendito de su Hijo amado, nuestro Señor
Jesucristo, "para que el Espíritu de su sangre sacrificada
nos limpie de todo pecado cada día y para siempre". Y sí la
sangre de Jesucristo nos limpia, entonces somos más limpios
que los ángeles del cielo, porque hay poder y autoridad
sobrenatural de parte de nuestro Dios Todopoderoso y de su
Espíritu Santo, para limpiarnos completamente de todo poder
de las tinieblas del pecado de Satanás infinitamente; es más,
"somos más que vencedores", ¡gracias a Jesucristo en nuestras
vidas!

Dado que, sólo la sangre sacrificada de nuestro Señor
Jesucristo sobre los árboles cruzados de Adán y Eva y sobre
el monte santo de Jerusalén, verdaderamente nos limpia de los
males del pecado, de las primeras mentiras de Satanás y de la
serpiente antigua, "para que ya no seamos oscuridad sino luz
en la tierra y en la eternidad también, eternamente". Y sí
estamos en la luz de nuestro Señor Jesucristo, entonces
nuestro Padre celestial nos cuidara día y noche con la ayuda
de su Espíritu Santo, para que ningún mal ni menos sus
enfermedades o el ángel de la muerte nos hagan ningún daño
jamás; es por eso que "en Jesucristo somos luz", ¡la luz
brillante de la eternidad!

Es decir, que en nuestro Señor Jesucristo ya no vivimos en el
camino de las maldiciones y de la muerte, sino que vivimos
infinitamente en el camino de las bendiciones y de la vida
infinita, llena de milagros sin fin; y esto es verdad hoy con
nosotros, "así como lo fue con los antiguos, salvación
perfecta, de ahora en adelante". Porque de otra manera,
seguiremos viviendo en nuestras propias oscuridades de
siempre, como viviendo en el fondo de nuestras tumbas, en
donde todo es oscuridad en nuestros alrededores, "para jamás
ver la luz del día de la nueva vida infinita de nuestro Padre
celestial y de su Hijo amado", ¡nuestro Señor Jesucristo!
Ciertamente que una vida sin luz, es una vida totalmente
llena de sufrimientos de todas clases, para finalmente caer
abatido por las mismas tinieblas en el fondo del hueco de la
tierra, para jamás ver la luz del día, es decir, "sí el
Espíritu de Jesucristo no estuvo en nuestras vidas jamás".

Pues estamos tan perdidos como Satanás en el principio de las
cosas del reino celestial, por ejemplo, "porque vivimos con
el espíritu de error y rebelde a Jesucristo en nuestros
corazones", desdichadamente; es por eso que vivimos y pecamos
como Satanás mismo, sin duda, "para morir y más no para vivir
como nuestro Señor Jesucristo en la nueva era celestial".
Porque las oscuridades que oscurecen nuestras vidas son las
mismas de las que están debajo de la tierra, de las que
estuvieron en el vientre de nuestras madres y de las que
están en nuestros corazones, por culpa de las mentiras de
Satanás, es decir, "sí el Espíritu de Jesucristo aún no entra
en nuestras vidas, para agradar a nuestro Dios".

Ciertamente, es la felicidad mayor del cielo, no la de los
ángeles más gloriosos de nuestro SEÑOR, sino de nuestro SEÑOR
ver al hombre, a la mujer, al niño y a la niña de todas las
familias de la tierra: Orarle, rogarle, pedirle a él por
todas las cosas, "únicamente por medio del Espíritu de su
Hijo", ¡nuestro Señor Jesucristo! En verdad, este espíritu de
fe, hacia nuestro Padre celestial, en el nombre sagrado y
milagroso de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, "es lo
que realmente produce luz en nuestros corazones y en nuestras
vidas cada día y cada noche aún más allá de la eternidad
venidera también", para que desciendan del cielo bendiciones
y milagros sin fin para nosotros.

Porque cuando el Espíritu de la sangre sacrificada de nuestro
Señor Jesucristo entra en nuestros corazones, entonces no
sólo las tinieblas que están en nuestros corazones
desaparecen inmediatamente, sino también las que están en
nuestros derredores de cada día de nuestras vidas por la
tierra, "para que entonces todo sea luz en nuestro andar por
el mundo entero, sin tropezar jamás". Por eso, sólo los que
caminan con el espíritu de error y de mentiras de Satanás son
los que tropiezan y hacen así tropezar a muchos desdichados
más, pero no es así con los que caminan en la luz de nuestro
Señor Jesucristo, "para recibir de Dios y del cielo cada una
de sus ricas bendiciones infinitas para bien de muchos".

Es decir, que ya no caminaremos en el camino de las tinieblas
de las mentiras de Satanás y de sus ángeles caídos, sino que
caminaremos en la luz de la verdad perfecta de nuestro Señor
Jesucristo y de sus ángeles, arcángeles, serafines,
querubines y demás seres muy santos del cielo, "para sólo
vivir en la luz de la verdadera vida feliz". Porque este
camino de nuestro Señor Jesucristo "es un camino muy santo" y
lleno de luz de la verdad de las cosas de nuestro Padre
celestial, de su Espíritu Santo y de sus ángeles fieles a su
nombre y a su Ley santísima, por ejemplo, en el cielo, en la
tierra y en La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo.

Es más, éste camino santo y verdadero, lleno de luz, paz,
gozo, felicidad, maravillas, poderes sobrenaturales de
milagros y de prodigios en el cielo y en la tierra no lo
podrá jamás caminar Satanás, ni ninguno de sus ángeles
caídos, sino "sólo los que aman el Espíritu de la sangre
sacrificada sobre el altar de nuestro Padre celestial". Por
lo tanto, en éste camino antiguo y muy santo de nuestro Señor
Jesucristo, el cual es nuestro único camino real hacia la
vida y la verdad eterna, del paraíso y del nuevo reino
celestial de nuestro Padre celestial y de sus ángeles
gloriosos, "es maravilloso", lleno de amor y de milagros sin
fin en nuestras vidas de cada día.

Y si no lo sabias antes, pues empieza a creer en tu corazón
en el Señor Jesucristo y confiesa su nombre muy santo para tu
alma viviente, "para que empieces a sentir bendiciones tras
bendiciones sin fin en tu vida", en la tierra y así también
en el paraíso, por ejemplo, y desde hoy mismo también, para
que vivas feliz infinitamente. Además, éste es el camino
verdadero, lleno del Espíritu Santo de Dios, para conocer
cada día más de cerca a nuestro Padre celestial y su
maravillosa existencia en el cielo y en el corazón de cada
uno de sus seres creados, sean ángeles del cielo u hombres,
mujeres, niños y niñas de la humanidad entera, por ejemplo.

Visto que, sólo con el Señor Jesucristo, y la ayuda constante
de su Espíritu Santo, podremos comenzar a conocer a nuestro
Padre celestial, así como conocemos a nuestros padres
biológicos, por ejemplo, y hasta mucho más aun de lo que
conocemos de ellos hoy en día, sin duda alguna, "porque
nuestro Dios nos ayuda a conocerle cada día y por siempre".
Es más, nuestro Padre celestial está más interesado que
nosotros le conozcamos a él, de que nosotros le queramos
conocer a él, por ejemplo; pues para esto nos creo, para ser
como él mismo, "como su Hijo, como su Espíritu", pero sólo
por medio de la santificación perfecta de su sangre
sacrificada; de otra manea, no podemos ser como él jamás.

Es por eso que sólo nuestro Señor Jesucristo es muy
importante en nuestros corazones, de la misma manera que
siempre ha sido importante en el corazón de nuestro Padre
celestial, de su Espíritu Santo y de sus ángeles fieles,
"para caminar por siempre en el camino de la vida, de la
verdad y de la justicia infinita del cielo para siempre". Por
cuanto, en el reino de Dios no hay otro camino igual para
todos los seres vivientes transitar en perfecta armonía con
el amor, la paz, la felicidad y la vida santa y gloriosa de
nuestro Padre celestial y de su Espíritu Santo; "es por eso
que el amor de nuestro Padre celestial es más importante que
nuestras vidas mismas siempre".

Verdaderamente, sólo así el alma del hombre podrá conocer al
Padre celestial en su corazón y en toda su vida, en esta vida
y en la venidera también, eternamente; de otra manera, no
existe para nadie otro camino, verdad, justicia y salvación
infinita posible para su alma viviente, "para por fin conocer
a su Dios y Fundador de su vida". Ya que, el que camina con
el Señor Jesucristo es feliz y, por tanto, va conociendo a su
Hacedor poco a poco, como en cada día y como en cada noche,
por ejemplo, y sin cesar "y hasta que llega a la presencia
misma de su Dios y Fundador de su vida eterna en el paraíso,
sin tener que morir nunca".

Es más, es totalmente imposible para cualquier ángel del
cielo y así también para cualquier hombre, mujer, niño o niña
de la humanidad entera conocer a nuestro Padre celestial,
"sin el Espíritu de la sangre santísima de nuestro Señor
Jesucristo viviendo ya en su corazón y en toda su alma
viviente, por ejemplo". Pues sí algo hay imposible en esta
vida para cualquier ángel del cielo u hombre de la humanidad
entera, ya sea en el paraíso o en la tierra, será de tratar
de conocer a su Dios y Fundador de su vida, "sin el Espíritu
de la luz más brillante que el sol de la sangre santísima de
nuestro Salvador Jesucristo". Eso sí es imposible, conocer a
su Hacedor o servirle cada día y cada noche sin el Espíritu
del Señor Jesucristo viviendo ya en su corazón, para que,
"los dones del Espíritu Santo de Dios le ayude siempre a
vivir una vida agradable a sí mismo y delante de su Dios, en
la tierra y en el cielo, por ejemplo".

Es por eso que está escrito: "Todo lo que fue hecho ha sido
hecho con el Espíritu de nuestro Señor Jesucristo, y sin el
Espíritu de nuestro Señor Jesucristo, nuestro Padre celestial
jamás pudo crear nada de nada ni el cielo, ni la tierra, ni
menos en La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo". Y
los ángeles del cielo lo saben requetebién en sus sabidurías
angelicales y eternas, de que "sin el Espíritu del Señor
Jesucristo reinando en sus corazones no hay nada de nada para
ninguno de ellos jamás", no importa todo lo grande que o
gloriosos sean; es más, sin Jesucristo están tan muertos como
el mismo Satanás ya en el infierno, por ejemplo.

Es decir, también todo lo que existe ya sea espiritual o
corporal, realmente, ha sido creado por nuestro Padre
celestial, de acuerdo a su voluntad santa y perfecta, pero
siempre en la luz del Señor Jesucristo a su lado en cada
momento y en cada una de sus creaciones, "para bienestar de
sus ángeles y así también de la humanidad entera". Es por eso
que cada uno de nosotros tiene mucho de Jesucristo en su
espíritu humano y en su cuerpo corporal, por ejemplo, "así
como tenemos también de nuestro Padre celestial su imagen y
la semejanza santísima de su alma y de su Espíritu Santo de
vida y de salud eterna en todos nosotros y en toda la
tierra".

Además, nada de todo lo que nuestro Padre celestial ha creado
con la ayuda idónea de su Hijo y de su Espíritu Santo, ha
sido jamás creado en las tinieblas o para las tinieblas de
Satanás o de sus ángeles caídos, ni mucho menos para el mundo
de los muertos o el infierno, sino todo lo contrario. Es
decir, que nuestro Padre celestial crea todo en la luz divina
de su Árbol de la vida, así mismo como el Árbol del Gran Rey
Mesías resplandecía gloriosamente en su fuego eterno, el cual
no daña nada en su derredor del Sinaí, "sino que se veía su
luz hasta más allá del horizonte y la eternidad de Israel,
por ejemplo".

En sí, ésta luz Mesiánica, en su plenitud, era aun mucho más
brillante que el sol en aquellos días para los ojos de Moisés
y de los israelíes, para tirar abajo, como al infierno, cada
una de las tinieblas que los tenían ciegos y atados a las
cadenas de esclavitud de Satanás en el mundo de Egipto, por
ejemplo. La luz Mesiánica del Árbol de la vida, del Hijo de
David, el sumo sacerdote, el Cordero Escogido y su sangre
sacrificada desde la fundación del mundo entero, fue, a modo
definitivo, "salvadora para Israel en aquellos días de la
antigüedad y por siempre lo será hasta aún más allá del fin
de las cosas en la eternidad venidera".

Además, Moisés vio esta luz libertadora y Mesiánica, la cual
alumbra su corazón intensamente, para que las tinieblas que
estaban en él entonces desaparecieran instantáneamente, para
él acercarse al lugar santo del Árbol ardiendo en fuego sobre
el Sinaí, "para oír palabra de Dios para liberación de Israel
y de las naciones también, a través de los tiempos".
Ciertamente, éste fue un día maravilloso e infinitamente
milagroso no sólo para Moisés sino también para Israel y para
las familias de la humanidad entera ver la luz del paraíso,
como la del Árbol de la vida en su luz más brillante que sol,
alumbrando nuestros corazones, "para hacernos libres de
tantas dudas (tinieblas) y salvarnos para su nuevo reino
celestial".

Esta luz luchadora, divina y Mesiánica, jamás se fue de la
tierra, ni del lado de Moisés ni menos los hebreos, "sino que
se quedo para luchar cada día y cada noche, por los poderes
sobrenaturales del evangelio infinito del Cordero de Dios",
el cual fue sacrificado desde la fundación del mundo para
santificar la obra de las manos de Dios. Y es, precisamente,
ésta misma luz divina y Mesiánica la que está alumbrando tu
corazón y toda tu alma también, para que veas así como Moisés
vio el Árbol de la vida, "brillando sobre el monte santo de
Jerusalén con el poder de su gracia salvadora, para bendecir
tu vida y la de muchos también en toda la tierra". Es por eso
que hoy puedes muy bien caminar en la luz del Espíritu de
nuestro Señor Jesucristo, para jamás tropezar en las
tinieblas del pecado, de las mentiras de las gentes de gran
maldad y de decepción eterna, "para que así no mueras nunca
sino que vivas por siempre, para ver una vez más la verdadera
vida del cielo".

Porque esta luz Mesiánica, la cual alumbra intensamente el
alma viviente de Moisés, de la misma manera que alumbro
ardientemente el alma de Adán en el paraíso, fue para
liberarlos no sólo a ellos individualmente de sus tinieblas,
sino a todos los demás, "como tú y yo, hoy en día, y así
también a las familias de la humanidad entera". Es por eso
que hoy mismo puedes ser libre, así como Moisés fue libre con
sus hermanos de aquellos días de la esclavitud de Satanás en
Egipto; enseguida, obedece al SEÑOR: "coge ahora mismo el
Espíritu de la sangre de su Cordero Inmolado y comienza a
untar las puertas de tu casa y la de tu corazón, para perdón
y salvación eterna".

De otra manera, no hay sangre posible, santa y sacrificada,
como la del Hijo de David, para perdón de pecados y salvación
de tu alma y de la de cada uno de los tuyos también, estén
contigo en tu casa o lejos en tierras extrañas; es más, "sin
Jesucristo en este mundo oscuro nadie sale vivo hacia la
eternidad jamás". Y los que creen que pueden sobrevivir este
mundo, sin el Espíritu de la sangre sacrificada del Señor
Jesucristo, entonces "están más equivocados que Satanás", el
cual se perdió porque pensó que podía seguir su camino sin el
fruto del Árbol de la vida, así mismo como Adán y Eva se
perdieron en el paraíso, por ejemplo.

Dado que, es el Espíritu de la sangre sacrificada del Árbol
de la vida, nuestro Señor Jesucristo, desde la fundación del
mundo, es la que realmente nos limpia de las tinieblas del
pecado de las mentiras "y nos hace libres en la verdad del
Espíritu Santo de nuestro Padre Celestial y de su Hijo
unigénito", ¡nuestro Señor Jesucristo! Es por eso que sólo el
Señor Jesucristo es la verdad de Israel y así también de cada
familia de las naciones, sin duda alguna, "de acuerdo a los
profetas y las Escrituras"; y el que piensa lo contrario es
un rebelde mentiroso, "el cual lleva su alma preciosa hacia
la perdición eterna junto con los que creen como él,
fatalmente".

Por cierto, si no hubiese sido por la luz más brillante que
el sol, de la sangre sacrificada de nuestro Rey Mesías,
entonces no sólo Israel jamás hubiese sido liberado de sus
opresores, sino que también las naciones del mundo entero; es
más, nadie viviría hoy, "sino que la muerte reinaría en la
tierra, como en el planeta Marte, por ejemplo". Por lo tanto,
el deseo del corazón del hombre de conocer a su Creador cara
a cara, como sólo nuestro Señor Jesucristo le conoce, porque
sólo él es su Hijo, desde mucho antes de la fundación del
cielo y de la tierra, pues hubiese sido totalmente imposible
para siempre; porque "nadie que vive en tinieblas conocerá a
su Creador jamás".

Entonces es imposible conocer a nuestro Padre celestial sin
Jesucristo; ese fue precisamente el primer error de Satanás y
de sus ángeles caídos, por ejemplo, de creer que "sí podían
conocer a su Creador sin Jesucristo en sus corazones"; por
eso murieron, porque se les fue la luz de Jesucristo de sus
vidas, "para jamás volver a ellos, para siempre". Es decir,
también, que Satanás está peleando en contra de un Dios que
no conoce, porque jamás conoció a Jesucristo en su espíritu
angelical, cuando tuvo la oportunidad de hacerlo así en su
corazón, sí tan sólo hubiese comido y bebido de él, como el
Árbol de la vida, "así como los ángeles fieles lo hicieron en
sus días, por ejemplo".

Por ello, el que pelea lo que no conoce, ciertamente que va
por el camino de la perdición, sin duda alguna, sin que nadie
haga nada de nada para derribarlo y destruirlo como a
Satanás; es por eso que Satanás va camino al lago de fuego,
"porque jamás conoció a Jesucristo ni menos al Padre, para
mal eterno de su vida". Realmente, Satanás se perderá como
cualquier pecador o pecadora en el lago de fuego, "porque
siempre le falto el conocimiento de Jesucristo en su
corazón"; es más, Satanás no sabe amar a nadie, ni menos se
ama a sí mismo, porque el amor de nuestro Jesucristo jamás
vivió en él, "como con los ángeles fieles del cielo, por
ejemplo".

Y los ángeles, de hoy en día, en el reino de los cielos,
fueron creados aproximadamente en los mismos días de Lucifer,
pero viven infinitamente felices delante de Dios y de su
Espíritu Santo, "porque amaron a Jesucristo inicialmente",
como Dios mismo lo ama a él, para comer y beber de
Jesucristo, como su único Árbol de la vida. Y cada uno de
nosotros, comenzando con Adán y Eva, tiene éste anhelo
celestial y divino de comer del Árbol de Dios y, a la vez,
beber de la fuente del agua de la vida, para jamás vivir en
las tinieblas y no ver a Dios, "sino para vivir en la luz de
Jesucristo y ver por siempre a nuestro Creador".

Puesto que, el anhelo del espíritu del corazón del hombre, y
así también de la mujer, es de conocer a su Padre celestial
tal como él siempre ha sido desde siempre, para su alma y
para su vida verdadera, como la vida santa de él mismo o como
la de su Hijo unigénito, nuestro Señor Jesucristo, por
ejemplo. Por cuanto, ese es el verdadero anhelo del corazón
del hombre, de la mujer, del niño y de la niña de la
humanidad entera, de conocer frente a frente al Creador de su
imagen y semejanza celestial en cada uno de ellos, en todas
familias de la tierra, "para ser por fin llenos de la
felicidad infinita del nuevo reino celestial".

Y sólo así vivir felices cada día y cada noche aun más allá
de la nueva era venidera del nuevo reino celestial, como en
La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa del Árbol de la vida, el
Hijo de David, por ejemplo, "en donde la vida del hombre es
libre de Satanás a cada hora del día y para siempre". De otra
manera, el corazón del hombre no podrá jamás ser feliz sin la
llenura del conocimiento de su Padre celestial, el
Todopoderoso de Israel y de la humanidad entera para siempre,
y ésta es una vida dos veces muerta para cualquier ser
viviente, en el paraíso, en la tierra o en el mundo de los
muertos, por ejemplo. Porque el que no come del pan del
cielo, ni bebe de la fuente del agua de la vida, nuestro
Señor Jesucristo, el Gran Rey Mesías del cielo y la tierra,
"entonces muere irremisiblemente para siempre en tormentos
sin fin, del lago de fuego eterno del más allá".

Como consecuencia de lo cual, nuestro Padre celestial no
quiere que mueras como Satanás, sino que vivas infinitamente
en tu nueva vida eterna del nuevo reino de los cielos, "en
donde todo es paz, gloria, gozo, amor, benignidad, bondad,
santidad, verdad, sabiduría, poder y muchas más bendiciones
nunca vistas por el ojo del hombre, ni le ha venido al
corazón, tampoco". Hoy en día, eres muy favorable, porque en
el cielo hay seres santísimos que te aman tanto, como jamás
te lo podrías imaginar, que darían sus propias vidas, "así
como el Hijo de David la dio por ti sobre el monte santo de
Jerusalén", para que escapes la oscuridad y así entres a la
luz de la verdadera vida del cielo.

Además, nuestro Padre celestial no es un Dios de muertos,
sino de vivos; porque todos los que han invocado el nombre
sagrado de su Hijo amado en la antigüedad, ya sea como el
Cordero Escogido de Dios, como el sumo sacerdote, el Hijo de
Dios, el mediador, el Hijo de David, "pues están vivos en el
paraíso con Abraham e Isaac". Pues son Abraham y su hijo
Isaac los que reciben en el cielo a los que aman a su Padre
celestial, por medio del Espíritu de la sangre sacrificada
del Cordero de Dios, ¡nuestro Señor Jesucristo! Sí, todos
ellos están vivos en el paraíso, de todas las razas,
familias, pueblos, naciones y reinos de la tierra, porque
agradaron al Espíritu del corazón santísimo de nuestro Padre
celestial y de su Espíritu Santo, "al recibir en sus
corazones y así confesar con sus labios, en la privacidad de
sus oraciones frecuentes: ¡el nombre Bendito de su
Jesucristo!".

Así es, el Espíritu del nombre misterioso del Señor
Jesucristo salva, sana y liberta de la vida pecadora de
Satanás, en su luz milagrosa más fuerte que el Sol y las
estrellas del universo, a cada pecador y a cada pecadora que
se acerca a él, "para servir y adorar cada día a su Padre
celestial que está en los cielos". En la medida que, todo
aquel que invoque el nombre del Señor Jesucristo en los
últimos días, les decía el profeta Isaías a los antiguos y
para generaciones venideras también, por ejemplo: "Será
redimido indiscutiblemente para Dios y para su nuevo reino
celestial de La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo,
por ejemplo".

Es decir, que todo aquel que invoca el nombre del Señor
Jesucristo, entonces su nombre es escrito en el libro de la
vida, el cual se encuentra en las manos de los ángeles y,
además, es el cual abrirán en el día del juicio "para llamar
por sus nombres a los redimidos para Dios", ¡por la sangre
sacrificada de su Jesucristo! Porque la verdad es que todos
los que caminan en la luz del Árbol de la vida, nuestro Señor
Jesucristo, en el paraíso o en la tierra, como Dios manda,
entonces sus nombres están escritos en los cielos, en el
libro de la vida y, además, "son conocidos por sus mismos
nombres por los ángeles de nuestro Padre celestial para
siempre".

Porque sólo nuestro Señor Jesucristo es el Árbol de la vida,
en su luz más brillante que el sol sobre el Sinaí o sobre el
monte santo en las afueras de Jerusalén, en Israel, por
ejemplo, para fin de las profundas tinieblas de Satanás y,
por ende "la llenura de la luz infinita de la nueva vida de
la humanidad entera". Y ésta vida es la misma vida santísima,
libre de pecado y llena de salud infinita, de nuestro Padre
celestial y de su Espíritu Santo en cada uno de nosotros, de
los que hemos recibido a su Hijo, como nuestro único salvador
posible de nuestras almas infinitas, en toda la tierra, "para
finalmente entrar a La Nueva Jerusalén Real del cielo".

Fue por esta razón que nuestro Padre celestial, después de
haber creado a Adán en sus manos santas, en su imagen y
conforme a su semejanza celestial, entonces lo llevo de la
mano hacia la presencia santa de su Hijo amado, el Árbol de
la vida del cielo, "para despertarlo de su oscuridad
personal". Y así comenzase no sólo a conocerlo a él, como el
Gran Rey Mesías, el Hijo de Dios, el Hijo de David, el sumo
sacerdote y único intercesor de su alma infinita, sino
también que comenzara a comer de sus frutos de vida y de
salud eterna, "para que jamás tenga hambre ni sed en todos
los días de su vida".

Y es, precisamente, éste fruto del Árbol de la vida, el cual
hace que el corazón y el alma del hombre, de la mujer, del
niño y de la niña de la humanidad entera resplandezcan más
brillante que sol, para destruir cada una de las tinieblas de
Satanás, "como de problemas y enfermedades terribles en su
vida humana de cada día". Y así su corazón y su alma infinita
sean felices delante de Dios en la tierra y en el paraíso
también, para que sólo conozcan el bien de las cosas y jamás
las tinieblas de las mentiras de Satanás, las cuales hacen
mucho daño a la humanidad entera cada día, "porque Jesucristo
no es su luz en sus vidas, por ejemplo".

Puesto que, sólo el fruto del Árbol de la vida podía no sólo
darle de comer para mantener todo su corazón y cuerpo humano
saludables, sino que también le abriría sus ojos, pero sólo
con el poder sobrenatural de su luz viviente, "para que vea
la verdadera vida eterna, por la cual fue llamado de las
profundas tinieblas de la tierra". Verdaderamente, nuestros
ojos son especiales para sólo ver la luz de la vida santísima
de nuestro Señor Jesucristo, la cual no sólo nos libra de
todo mal a cada hora del día, "sino que es ya nuestra propia
vida misma", ¡gracias a la obra sublime que logro sobre los
árboles cruzados de Adán y Eva y sobre el monte santo de
Jerusalén!

De otra manera, Adán y así también sus descendientes jamás
podrían abrir sus ojos para conocer a Dios en la luz de su
Hijo, sino que seguirían viviendo sus vidas oscuras, sin
conocer la verdadera (o única) luz de la vida eterna; y esto
fue muerte para ellos y lo es para ti también hoy, "sí
Jesucristo no vive en ti". Es decir, que lo mismo es verdad,
hoy en día, en la vida de todas las naciones del mundo
entero, sí aún no han recibido en sus corazones y así también
confesado con sus labios: "el nombre misterioso y
todopoderoso de nuestro Señor Jesucristo, para que sus
habitantes ya no vivan en tinieblas, sino en la paz de
nuestro Padre celestial".

Porque la verdad es que las naciones de toda la tierra
siempre han sufrido mucho, muchos males y mentiras terribles
y crueles de Satanás, desde el comienzo de la vida de Adán y
de sus hijos en la tierra, por ejemplo, "visto que, jamás
honraron el Espíritu del nombre misterioso y sumamente
honrado de nuestro único Salvador posible del paraíso", ¡
Jesucristo! Por lo tanto, el hombre, la mujer, el niño y la
niña de todas las naciones de la tierra, seguirán sufriendo
todas clases de males terribles del más allá, como de Satanás
y de su árbol de la ciencia del bien y del mal, por ejemplo,
"porque el Señor Jesucristo no existe en sus vidas para
nada". Y esto es terrible; es como vivir una vida humana en
el desierto o en el infierno, el mundo de los muertos de las
almas perdidas que jamás conocieron la luz de la verdad de
Jesucristo en sus corazones, en donde las plantas y los
árboles no viven, ni menos los animales para alimentación
humana.

Realmente, esta es una vida radicalmente pecadora y oscura
delante de nuestro Padre celestial y de su Espíritu Santo; es
por eso que Satanás es libre para derramar de sus muchas
maldiciones, mentiras crueles y trampas increíbles, para
provocar violencias y guerras espantosas, "las cuales han
destruido la vida de muchas familias inocentes, a través de
los tiempos, desdichadamente". Y nuestro Padre celestial
jamás quiso una vida así, ciega, pecadora y terriblemente
violenta en contra de todo ser humano y hasta de Dios mismo y
de su Gran Rey Mesías de todos los tiempos, por ejemplo, ¡
nuestro Salvador Jesucristo!, sino todo lo contrario.

Nuestro Padre celestial sólo desea una vida tan santa y tan
pura como la del cielo, sin duda alguna, de acuerdo al
Espíritu de los profetas y de las Escrituras, "la cual es la
luz de la vida eterna de cada día para cada hombre, mujer,
niño y niña de la humanidad entera, ¡nuestro Señor
Jesucristo! Por ende, ésta vida eterna es la única en el
reino de los cielos para nuestro Padre celestial, para su
Hijo amado, para su Espíritu Santo, para sus ángeles
(arcángeles, serafines, querubines) y así también para cada
uno de sus descendientes, "como tú y yo, hoy en día, en
nuestros millares, mi estimado hermano y hermana, en toda la
tierra". Es por eso que no es bueno vivir lejos de Jesucristo
en el paraíso o en la tierra, de nuestros días, por ejemplo.

Entonces nuestro Padre celestial con su Espíritu Santo nos
crea para la vida eterna y más no para pecar (o sufrir como
tú sufres mi estimado hermano y hermana) y posteriormente ser
lanzados al infierno o al lago de fuego eterno en el más
allá, para morir nuestra segunda muerte "y así no ver la luz
del día jamás". Ni tampoco es esto lo que nuestro Padre
celestial quiere para cada uno de nosotros, hoy en día, en
nuestros millares, en todas las naciones de la tierra, sino
todo lo contrario; nuestro Padre celestial sólo desea vida
para nosotros, "así como su Hijo y su Espíritu Santo desean
vida para cada uno de nosotros también, eternamente y para
siempre".

Además, es, precisamente, ésta vida angelical, la cual
descendió del cielo, cuando nuestro Señor Jesucristo entro en
el vientre virgen de la hija de David, de la tribu de Judá,
para darnos a nosotros, de todos los hombres, mujeres, niños
y niñas de la tierra, "ésta vida tan deseada y gloriosa para
vivirla gozosos progresivamente, desde hoy mismo y para
siempre". Puesto que, nosotros no sólo somos descendientes de
carne, hueso y sangre de Adán, sino que "primeramente somos
descendientes directos e espirituales de nuestro Padre
celestial, de su Espíritu Santo y de su Hijo amado, nuestro
Gran Rey Mesías de todos los tiempos", ¡nuestro Salvador
Jesucristo!

Y esto lo sabe muy bien Satanás y cada uno de sus ángeles
caídos también; es por eso que nos envidian y se quieren
meter en nuestras vidas por las malas, para robarnos lo que
nuestro Dios nos a dado a cada uno de nosotros, por medio de
su Jesucristo; "ellos piensan que pueden aliviar sus dolores,
sí están con nosotros". Porque nosotros, para los ángeles
caídos así como para Satanás también, somos, realmente, lo
más cerca para cada uno de ellos a Jesucristo, a nuestro
Padre celestial y a su Espíritu Santo para sentirse más
aliviados de sus tormentos continuos y en paz con sus
espíritus perdidos, por ejemplo; "es por eso que Jesucristo
los hecha fuera de nuestras vidas siempre". Satanás no merece
la paz del cielo ni ninguno de sus seguidores malvados.

Porque la verdad es que Satanás, y así también cada uno de
sus ángeles caídos, no es digno de sentir el amor, la paz, la
felicidad, el gozo y la vida santísima de nuestro Señor
Jesucristo ni menos de nuestro Padre celestial ni de su
Espíritu; "pues son tinieblas y están apartados de Dios y de
su vida antigua del cielo infinitamente". Además, sus vidas
diabólicas y las nuestras no son compatibles jamás, por más
pecadoras que sean nuestras vidas humanas; ellos son
tinieblas, como el mismo Satanás, "pero nosotros somos de la
luz de la misma vida santa de nuestro Padre celestial y de su
Hijo, el Rey Mesías", ¡guiador de Israel por el desierto y de
nuestras almas infinitas al paraíso!

Es como quien dice: "somos descendientes directamente del
corazón santísimo, de la mente sagrada, del Espíritu de Los
Diez Mandamientos humanos y del alma divina de nuestro Padre
celestial y así también, por tanto, somos descendientes de la
carne, de los huesos, de la sangre viviente y santísima del
Árbol de la vida, su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo!"
Somos hijos e hijas del cielo: "hemos nacido de la luz de la
vida eterna de nuestro Padre celestial, de su Hijo y de su
Espíritu, para jamás vivir la vida pecadora de Satanás, en
esta vida ni en la venidera tampoco, para siempre: por ello,
no somos nunca felices en las tinieblas de Satanás, en ningún
lugar de la tierra".

Ciertamente que somos muy felices, y quizás hasta más felices
que los ángeles del cielo, "pero sólo en el espíritu de la
luz más brillante que el sol de nuestro Árbol de la vida
eterna", nuestro único salvador posible en el paraíso, en la
tierra y en la eternidad, ¡nuestro Señor Jesucristo! Por
ello, sin el Espíritu de la vida santísima de nuestro Señor
Jesucristo, "estamos sin luz", es decir, que no somos felices
nunca para nada ni para nadie; pues sí vivimos alguna
felicidad, en verdad, es temporal, porque muy pronto se
desvanece y regresamos a ser los mismos de antes, "sin Dios y
sin Jesucristo en nuestras almas infinitas, desdichadamente".

Físicamente, estamos ciegos y sin vida alguna, como cuando
yacíamos en las profundas tinieblas de la tierra, por
ejemplo, o como cuando nos formaba las manos de Dios en el
vientre de nuestras madres, para entrar a la vida del mundo,
lleno de las mismas tinieblas de siempre, "porque la luz del
Señor Jesucristo no ha nacido aún en nosotros". Es por eso
que necesitamos obedecer a nuestro Padre celestial, cuanto
antes mejor, "para que el Espíritu de la luz del Señor
Jesucristo sea parte y de gran amplitud de nuestras vidas de
cada día, desde hoy mismo y para siempre en la eternidad
venidera". En Jesucristo somos más benditos que los ángeles
más gloriosos y portentosos del reino de los cielos, con toda
seguridad, es promesa de vida para los le aman; por lo tanto,
esto es poder de Dios y de su Espíritu Santísimo,
"exclusivamente para los que creen en el nombre bendito del
Señor Jesucristo en sus corazones eternos".

Hoy en día, el Espíritu de nuestro Señor Jesucristo es tan
importante en cada uno de nuestros corazones, así como lo fue
en los primeros días de la fundación del cielo y de la
tierra, o como cuando Adán vivía en el paraíso con su esposa
Eva, por ejemplo, "para que todo sea luz en nosotros también
en la eternidad venidera". Es decir, sí sólo creemos en
nuestros corazones y así confesamos en oración con nuestros
labios a nuestro Señor Jesucristo, delante de nuestro Padre
celestial y de su Espíritu Santo, "para que toda tiniebla
salga de nuestras vidas y sólo su luz bendita brille en cada
día de nuestras vidas por la tierra y en la eternidad,
eternamente y para siempre".

De otra manera, "somos tinieblas y no luz", como las mismas
tinieblas del fondo de la tierra o del vientre de nuestras
madres, para unirnos ya o muy pronto a ellas eternamente,
para vivir atormentados entre las llamas ardientes del
infierno o del lago de fuego en la eternidad: "Por no amar a
nuestro Padre celestial por medio de su Jesucristo". Porque
para nuestro Padre celestial todo aquel que no ama a su
Jesucristo, como Adán y Eva en el paraíso o como los
antiguos, por ejemplo, "están aún en sus tinieblas", de las
cuales jamás escaparan a no ser que Dios mismo los ayude con
sus poderes sobrenaturales de su Árbol de la vida y con su
Espíritu Santo.

Ahora, el que no acude a Dios, por medio del Espíritu de fe,
de la sangre sacrificada del Cordero de Dios, entonces muere
cada día en sus mismas tinieblas de siempre, lleno de
problemas, dificultades y de la muerte en la tierra y en el
fuego eterno del infierno, "pero los que reciben a Jesucristo
están libres en la luz amparadora". Y todo aquel que está en
la luz, "ya no camina en las tinieblas del Espíritu de
Satanás", sino que ahora camina en el Espíritu de la verdad,
de la justicia, de la prosperidad, del poder, de la sanidad,
de la sabiduría de la nueva vida infinita de La Nueva
Jerusalén Real del cielo, y esto es vida eterna para
cualquiera.

Además, es esto lo que nuestro Padre celestial desea ver en
cada uno de nosotros: "el Espíritu de la luz divina de su
Árbol de la vida, su fruto de salud y de la felicidad
infinita, para su corazón santísimo y para los corazones de
los ángeles y así también para la humanidad entera, y más no
las tinieblas de Satanás". Es por eso que nuestro Padre
celestial nos llama día y noche "urgentemente" a recibir el
Espíritu de la sangre santísima del sacrificio eterno, para
que ya no andemos en tinieblas y en sus maldiciones de
siempre, sino para que andemos por siempre, en la luz de las
bendiciones de cada día de su Árbol de la vida, ¡nuestro
Señor Jesucristo!

En vista de que, la verdad es que nuestro Padre celestial
sufre día y noche por cada uno de nosotros, cuando nos ve
desprotegidos y hasta el punto de caer en las trampas de las
mentiras y maldades de siempre, del malvado corazón de
Satanás y de sus ángeles caídos, por ejemplo, en todos los
lugares de la tierra. Es por eso que "nuestro Padre celestial
añora nuestra salvación cada día", es decir, que él desea ver
ya al Señor Jesucristo viviendo en nuestros corazones, para
que su corazón santo pare de sufrir por nosotros y así haya
paz y felicidad en su vida celestial y delante de sus ángeles
santos (de los cuales siempre contemplan su rostro santo).

Porque la verdad es que sólo con el Espíritu de nuestro Señor
Jesucristo viviendo en nuestros corazones, "realmente podemos
escapar las tinieblas de Satanás en un segundo y para siempre
en nuestras vidas", por más pecadoras que sean todas nuestras
vidas juntas delante de nuestro Padre celestial y de su
Espíritu Santo. Éste es el poder infinito que nuestro Padre
celestial nos ha dado a cada uno de nosotros en la luz
bendita de su Jesucristo, desde los días de la antigüedad y
hasta siempre en la eternidad venidera, para vivir una vida
libre de Satanás y de su oscuridad destructora, para siempre.

Ya que, sólo así cada uno de los males de nuestras vidas
desaparecería, "como dificultades, problemas insolubles,
enfermedades de todas clases y hasta la misma muerte de
nuestros corazones y de nuestros espíritus humanos", para que
entonces seamos llenos de la luz de las bendiciones y
riquezas indescriptibles de la vida santísima del Árbol de la
vida, ¡nuestro Gran Rey Mesías! Gozosa vida es la nuestra en
el SEÑOR, cuando empezamos a confiar en el Espíritu bendito
de la sangre inmolada de nuestro Árbol de la vida eterna,
sobre el monte santo de Jerusalén, "para que nos ayude en
todo y a cada hora del día de nuestras vidas por la tierra, y
así nos valla muy bien para siempre".

Pues seremos bendecidos a cada momento de nuestras vidas por
nuestro Padre celestial, por su Hijo, por su Espíritu Santo y
así también por los ángeles y los hombres y mujeres de buena
fe, para que el nombre salvador del Árbol de la vida sea
glorificado grandemente en nuestros corazones, "así como es
glorificado Jesucristo en el cielo por los ángeles". Hay
fiesta y baile en el cielo entre los ángeles, arcángeles,
serafines, querubines y demás seres muy santos del cielo,
cuando el nombre de nuestro Señor Jesucristo es honrado y
alabado en el corazón del hombre, el cual caminaba antes en
las tinieblas, "pero ahora es de la luz de la nueva vida del
cielo".

Porque la verdad es que hemos sido creados, desde mucho antes
de la fundación del mundo, por el corazón santísimo de
nuestro Padre celestial, "para ser bendecidos a cada
instante", por los poderes y autoridades sobrenaturales de la
luz del Árbol de la vida eterna, el Hijo amado de Dios, y más
no para que seamos odiados por Satanás. Es decir, que no
hemos sido creados por nuestro Padre celestial para ser
atacados constantemente por las profundas tinieblas del
espíritu de error de Satanás y de sus ángeles caídos, por
ejemplo, para sufrir y morir día y noche en los problemas,
dificultades y muertes terribles de la tierra y del infierno
del más allá, sino todo lo contrario.

Hemos sido creados "para vivir la imagen y de acuerdo a la
semejanza santa y perfecta" de nuestro Gran Rey Mesías de
todos los tiempos, su Hijo amado, el Hijo de David, el
Cordero Escogido, el intercesor, el sumo sacerdote y único
salvador posible para Israel y para la humanidad entera, hoy
en día y para siempre en la eternidad venidera. Somos de
nuestro Padre celestial legítimamente, "gracias a la sangre
inmolada de nuestro Señor Jesucristo sobre el altar del
SEÑOR", para cumplir con todos los rituales del perdón, de la
sanidad, de la salud y de la salvación infinita de nuestros
corazones y de nuestras almas vivientes; con Jesucristo hemos
cumplido con la voluntad perfecta de nuestro Padre celestial
infinitamente. Y Satanás lo sabe requetebién y se aleja de
nosotros, porque no puede en contra de nuestras vidas jamás
para hacerles ninguno tipo de daño, ¡gracias al Espíritu de
la sangre sacrificada de nuestro Señor Jesucristo viviendo ya
en nuestros corazones eternos!

Porque en el día que fuimos creados, no fue en las manos de
ningún ángel para ser formados a imagen y de acuerdo a la
semejanza de ningún otro ángel superior del cielo, sino que
fuimos creados en la luz de la misma vida santísima de
nuestro Padre celestial, de su Hijo y de su Espíritu Santo y
nada más. Y, por ello, somos llenos de la luz de nuestro
Padre Celestial, de su Jesucristo y de su Espíritu Santísimo
desde nuestra creación; es por eso que Satanás hace todo lo
que puede deseperadamente, para mancharnos con sus tinieblas
infernales, "para que ya no brillemos en nuestra luz humana y
divina a la vez, delante de nuestro Padre celestial".
Ciertamente que hemos sido creados para vivir cada día en la
verdad del Padre, del Hijo y de su Espíritu Santo "para
alcanzar nuevas glorias de luz y de santidades infinitas,
jamás alcanzadas por los ángeles hasta hoy en día"; y, por
eso, Satanás odia ésta gran verdad en su corazón oscuro y
eternamente perdido, y sólo piensa en arruinarnos.

En otras palabras, cada uno de nosotros fue creado en el
cielo, por nuestro Padre celestial y por sus mismas manos
sumamente santísimas, con la ayuda idónea, claro esta, de
acuerdo a la Escritura, de su Espíritu Santo "para ser
infinitamente felices en su Hijo, nuestro Señor Jesucristo",
¡el Todopoderoso de Israel y de la humanidad entera! Es
decir, también, que cada uno de nosotros fue creado uno a uno
en las manos de nuestro Padre celestial y de su Espíritu
Santo en los lugares más santos del reino celestial y en la
presencia gloriosa de sus santos ángeles, por ejemplo, "para
que sean testigos fieles de su obra santísima, ¡la felicidad
intima de su corazón santísimo!".

Y, además, esta felicidad del corazón de nuestro Padre
celestial, de su Hijo y de su Espíritu Santo no se la quita
nadie ni menos las mentiras más terribles y crueles de
Satanás, lanzadas hacia él o hacia alguno de sus hijos e
hijas en toda la tierra, sin duda alguna. Por lo tanto, cada
uno de nosotros salió no sólo de nuestro Padre celestial,
sino también de su Espíritu Santo y de su Hijo amado, nuestro
Señor Jesucristo, "para conocer la única luz de la vida
eterna del reino de los cielos, del paraíso, de la tierra y
de La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo". Es por eso
que debemos ser fieles cada día a la luz más brillante que el
sol, nuestro Señor Jesucristo, viviendo en nuestros
corazones, "para que cada una de las tinieblas de Satanás
salga de nuestras vidas y de los nuestros, por ejemplo", en
todos los lugares de la tierra; y sólo así seremos felices
siempre ante nuestro Padre celestial.

Además, es éste mismo Espíritu de luz, de parte de nuestro
Padre celestial y de su Hijo unigénito, el cual viene a
nosotros cada día y cada noche de nuestras vidas y sin cesar,
para perdonar nuestros pecados y llenarnos, a la vez, de vida
y de bendiciones sin fin, "para vivir una vida sana y repleta
de maravillas siempre". Y el que rechaza ésta luz de la vida
eterna de nuestro Padre celestial y de su Jesucristo,
entonces pierde su bendición y muere, como cualquier pecador
o pecadora en toda la tierra, tristemente, "para jamás volver
a la vida eterna del paraíso". Realmente, hemos sido creados
por nuestro Padre celestial y puestos en el paraíso y en la
tierra también, para manifestar a toda su vasta creación: "la
gloria infinita de cada uno de sus milagros, maravillas y
prodigios del cielo y de la tierra, para honrar su nombre muy
santo infinitamente en los corazones de muchos".

Porque sin la ayuda perfecta del Espíritu Santo y así también
de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, entonces nuestro Padre
celestial no hubiese podido crear al hombre a la mujer y así
también a cada uno de sus descendientes, en sus millares, de
todas las razas, pueblos, linajes, tribus y reinos de la
tierra, "para luz infinita de su nombre santo". Ciertamente
que la creación del hombre y de la mujer y así también de
cada uno de sus retoños, como tú y yo, hoy en día, mi
estimado hermano y hermana, hubiese sido totalmente
imposible: "en verdad, ya no existiéramos jamás, sino que
seguiríamos siendo parte de las profundas tinieblas de la
tierra, como antes de la creación y para siempre".

Pero nuestro Padre celestial nos ama y nos levanto de la
tierra, para vivir infinitamente su misma vida santísima en
la luz de su Árbol de la vida eterna, ¡nuestro Señor
Jesucristo! ¿Cuán misericordioso ha sido nuestro Padre
celestial para con cada uno de nosotros, ¡verdad!? Y, hoy en
día, somos cada uno de nosotros, en nuestros millares,
comenzando con Adán y Eva, "luz infinita" de nuestro Padre
celestial, de su Hijo y de su Espíritu Santo, para que los
ángeles le continúen glorificando su nombre muy santo por los
siglos de los siglos, ¡gracias a la vida y a las alabanzas de
cada ser humano!

En otras palabras, cada uno de nosotros nace en el día de la
creación de Adán, en los lugares más altos y gloriosos del
reino de los cielos, "para vivir exclusivamente" en la luz
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, para conocer sólo
la luz de la verdad, la justicia y, por tanto, la felicidad
de las cosas infinitamente. Por eso es que somos felices,
cuando servimos a nuestro Padre celestial, en los poderes
sobrenaturales de su Espíritu Santo y por la sangre
sacrificada de su unigénito, el Árbol de la vida eterna,
nuestro único verdadero salvador posible hoy en día y para
siempre en el paraíso, ¡el Señor Jesucristo!

Y sí hoy en día no eres feliz, mi estimado hermano, entonces
esto significa simplemente que estás ciego, tus ojos no ven
nada de nada, por lo tanto la tristeza de tu corazón reina en
toda tu vida, "y sólo hasta que recibas la luz de la
verdadera vida del cielo y de la tierra", ¡nuestro Árbol de
la vida eterna! Y éste Árbol de la vida es el mismo del
paraíso en la tierra de nuestros días, el Hijo de Dios, "la
luz del mundo", el Hijo de David, ¡nuestro Señor Jesucristo!
Es más, como él, no tienes a nadie más en el cielo ni en la
tierra para que intercedan por ti y por los tuyos cada día y
cada noche delante de nuestro Padre celestial, para que el
favor de Dios jamás te falte en tu vida; ciertamente, "sólo
Jesucristo es tu verdadero amigo", el cual jamás te
abandonara.

Porque la verdad es que fuimos creados por nuestro Padre
celestial "para vivir de los frutos de cada día de su Árbol
de la vida", su unigénito, nuestro Gran Rey Mesías de todos
los tiempos y de la eternidad venidera también, como en La
Nueva Jerusalén Colosal del cielo: "en donde seremos la
felicidad completa del corazón santísimo de nuestro Creador".
Y Satanás sigue siendo el constructor de cada mentira en tu
corazón y en toda tu vida también, "para que creas a la
mentira, a la enfermedad y a los problemas insolubles en tu
corazón" y así mueras atormentado por tu error y por tu
culpa, de no haber creído jamás a la verdad del Hijo de Dios,
¡nuestro Salvador Jesucristo!

Entonces sí somos nacidos de Dios, de su Hijo y de su
Espíritu Santo, "pues para ser felices infinitamente hemos
nacido"; por tanto, debemos caminar en la luz de la verdadera
vida del cielo, de la tierra y del nuevo reino venidero del
más allá, como de donde fuimos creados inicialmente, en las
manos de nuestro Padre celestial, por ejemplo. Porque para
nosotros ser felices, no hay otro lugar mejor que la misma
tierra santa con sus cielos gloriosos del reino de Dios y de
su Jesucristo, indudablemente; pues somos hijos de la luz del
cielo, para la eternidad; somos ciudadanos legítimos del
reino de los cielos, y "nuestro Padre celestial es nuestro
rey infinitamente, con toda seguridad".

Porque la verdad es que sí seguimos caminando en las mismas
tinieblas del vientre de nuestras madres o de nuestros
antepasados, como Adán y Eva, por ejemplo, entonces vamos a
seguir sufriendo día y noche males terribles del más allá;
"morimos ahogados por las tinieblas de Satanás y de sus
ángeles caídos". Por eso, nuestro Padre celestial nos quiere
evitar todos estos males terribles, con tan sólo hacer que
nuestros pasos ya no sean por el camino de las tinieblas de
Satanás y de su gente de gran mentira y de la decepción
eterna, sino que "caminemos cada día por el camino de la luz
de la vida eterna", ¡nuestro Señor Jesucristo!

Éste camino antiguo es angosto, por donde sea que vayamos por
toda la tierra y hasta en el mismo paraíso, pero, sin
embargo, "lleno de vida, salud, gozo, paz, felicidad, gloria,
milagros, maravillas, prodigios y muchas cosas buenas del
mismo corazón de nuestro Padre celestial, de su Hijo y de su
Espíritu Santo, por ejemplo". Porque de otra manera, no
podremos ser felices jamás, sino caminamos en la primera luz
celestial del inicio de nuestras vidas, en la cual fuimos
creados en las manos de nuestro Padre celestial, de su Hijo y
de su Espíritu Santo "para vivir para siempre", ya sea en el
paraíso, en la tierra o en La Nueva Jerusalén Real del cielo.

Además, esta nueva vida es la cual nuestro Padre celestial,
su Hijo y su Espíritu Santo quisieron para Adán y para cada
uno de sus descendientes en la tierra, comenzando con Israel,
de La Nueva Jerusalén "comprada con la sangre del Mesías", en
donde todo es paz, amor y felicidad sin fin para el corazón
de cada uno sus hijos celestiales. En verdad, aunque no lo
veas así, la nueva vida infinita de La Nueva Jerusalén Santa
y Gloriosa del cielo, es realmente no sólo la felicidad
perfecta de nuestro Padre celestial, sino también "de cada
hombre, mujer, niño y niña de las familias de las naciones de
toda la tierra, sin duda alguna".

Y, hoy en día, estamos perdidos en las tinieblas de siempre,
por culpa de las mentiras de Satanás a la serpiente, a Eva y
luego a Adán para finalmente destruir a cada uno de sus hijos
e hijas en toda la tierra, "para que jamás caminen por el
camino de la luz sino de las tinieblas de la perdición
eterna". Ahora, quien nos saca del camino de esta luz santa y
perfecta de la vida del reino de los cielos, no fue nuestro
Padre celestial, ni menos su Espíritu Santo o su Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo, sino que fue primeramente "el
espíritu de error y de mentira de la boca de la serpiente
antigua, para cumplir la voluntad de Satanás".

Por ende, Satanás se rebelo en contra de Adán y así también
de cada uno de sus hijos e hijas en toda la tierra, como tú y
yo, hoy en día, mi estimado hermano y hermana, por odio al
Árbol de la vida, al Hijo de David, a nuestro Salvador
Jesucristo, "para que jamás crezcamos hacia la gloria de
Dios". Es decir, también, que Satanás te odia a ti, como a
cualquier ángel de luz del cielo, de la misma manera que
siempre odio a nuestro Padre celestial y a su Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo, por ejemplo; ¿sabias eso?

Sí, así es, Satanás te odia a ti, como siempre odio a nuestro
Dios, a su Hijo amado, a su Espíritu Santo y a cada uno de
sus ángeles muy fieles a su nombre muy santo. Entonces
Satanás nos odia porque dónde sea que vayamos por la tierra,
"somos la luz de muchos ciegos, para que vean las verdades y
las bendiciones del cielo", como las cuales sus enemigos las
escondieron de ellos, desde mucho tiempo atrás, como Satanás
mismo, para que jamás se den cuenta de nada y mueran, sin
saber porque sufren y mueren, muertes terribles. Porque la
verdad es que nosotros tenemos el potencial de crecer a la
estatura espiritual de nuestro Padre celestial, de su Hijo y
de su Espíritu Santo, fue por ello que fuimos creados en la
luz de la vida, en el principio de las cosas, "para que
crezcamos en la imagen y de acuerdo a la semejanza perfecta
de nuestro Creador".

Es por eso que nuestro Señor Jesucristo les dijo a sus
apóstoles y discípulos, como tú y yo, hoy mismo, en nuestros
millares, en todas las naciones de la tierra, mi estimado
hermano y hermana: "¡ustedes son la luz del mundo y tienen fe
eterna; ustedes son los hijos e hijas de Dios, no dejen que
nadie los engañé jamás!". Entonces somos mayores que los
ángeles más gloriosos del cielo y más aún "mucho más
gloriosos que Satanás y sus secuaces", sí sólo recibimos el
Espíritu de la sangre sacrificada de nuestro Señor Jesucristo
en nuestros corazones, para caminar por el camino de la luz
que nos guía constantemente hacia las bendiciones sin fin de
cada día, de la vida eterna.

Además, esto es felicidad eterna en nuestros corazones, en
nuestras almas, en nuestros espíritus y cuerpos humanos, sí
tan sólo somos obedientes a nuestro Dios Todopoderoso, "por
medio del Espíritu de la sangre santificadora de su Árbol de
las bendiciones eternas, nuestro Señor Jesucristo", ¡el cual
brilla poderosamente como brillo celestial ante los ojos de
Moisés y los israelíes sobre el Sinaí! O, como brilla
silenciosamente también, hoy en día, sobre el monte santo de
Jerusalén, en el corazón de los pueblos, para fin de las
tinieblas del pecado y de su muerte, para retomar la luz
viviente, llena de vida y de milagros, maravillas y prodigios
sin fin "para nuestros corazones y para nuestras nuevas vidas
de cada día, en la tierra y en el cielo, para siempre".

Y, desde entonces acá, es que estamos caminando día y noche
por el camino de las profundas tinieblas del mundo de Satanás
y de sus ángeles caídos, "para solo ver y oír maldades de
mentiras y calumnias crueles", para destruir los corazones y
los espíritus humanos del hombre, de la mujer, del niño y de
la niña de la humanidad entera. En efecto, esto es poder de
la oscuridad y de las profundidades del más allá, como del
mundo de los muertos, el infierno candente e infinitamente
tormentoso, para destruir por completo la obra de nuestro
Padre celestial, de su Hijo y de su Espíritu Santo en toda la
tierra, el hombre: "tu misma vida, mi estimado hermano y
hermana".

Para que de esta manera, ninguno de nosotros reciba en su
corazón las múltiples bendiciones de la sangre sacrificada
del Cordero de Dios, desde el monte santo de Jerusalén, para
perdón y salvación de sus almas vivientes, en esta vida y en
la venidera de La Nueva Jerusalén Glorificada eternamente por
la presencia del Árbol de la vida, ¡nuestro Señor Jesucristo!
En verdad, muchos se han perdido en el espíritu de error de
las mentiras del mentiroso y malvado de cada día, para sufrir
dolores terribles en sus corazones y en sus almas eternas,
"para luego morir maldecidos y destruidos por las mismas
tinieblas de sus pecados, en el mundo de los muertos del más
allá", ¡el infierno!

Es decir, que vivimos en la tierra alejados de la luz del
Árbol de la vida del paraíso y del reino celestial, para
alejarnos cada vez más de la presencia santa de nuestro Padre
celestial y de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, "para
que jamás seamos llenos de los poderes sobrenaturales de su
Espíritu Santo", por culpa de las mentiras. Y así no
disfrutemos de los bienes gloriosos de los frutos del Árbol
de la vida, sino de los males terribles del fruto del árbol
de la ciencia del bien y del mal, para sólo conocer y hacer
la voluntad de Satanás, "para que la imagen y semejanza
santísima de nuestro Padre celestial sea desfigurada, en el
fuego destructor de la mentira".

Además, esto será, como la serpiente lo hizo por Satanás en
el paraíso y así también posteriormente en contra de Adán y
de sus retoños también, para que, la misma tierra sea llena
de las profundas tinieblas del mundo de los muertos "y más no
de la imagen y semejanza santísima de nuestro Padre
celestial", para que el pecado abunde infinitamente. Y así el
espíritu de amor de muchos decline o deje de ser, para que el
conocimiento de amor, verdad y justicia infinita de nuestro
Padre celestial y de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo,
no se encienda en nuestros corazones y en nuestros espíritus
humanos por los poderes sobrenaturales del Espíritu Santo,
por ejemplo.

Y esto significa que habrá más tinieblas, como nunca existió
en la historia de la humanidad entera, para que los espíritus
impuros hagan sus peores maldades en contra de mucha gente
inocente en muchos lugares, si no en toda la tierra, por
ejemplo, "para convertir al mundo entero, en un mundo
infernal para Satanás y para sus ángeles caídos". Porque
Satanás sabe rebién que sin el Espíritu de la luz de nuestro
Árbol de la vida radiando vida, salud y bendiciones sin fin
sobre nuestras vidas, como el Sol del universo sobre el
mundo, por ejemplo, entonces "moriremos perdidos en nuestros
días oscurecidos por sus tinieblas más terribles y de sus
ángeles caídos también", para jamás volver a la vida
verdadera del paraíso.

De paso, esto significa que la imagen y la semejanza divina
de nuestro Padre celestial, las cuales están en nosotros, de
todos los hombres, mujeres, niños y niñas de las familias de
las naciones, entonces serán deshonradas y, por tanto,
destruidas, "tal como Satanás intento atacar y destruir a
nuestro Padre celestial en el cielo, con sus mentiras de
siempre". Y Satanás no pudo salirse con la suya, para
destruir a nuestro Padre celestial, con el fin de destruir al
hombre de la humanidad entera, "porque nuestro Dios fue mucho
más sabio que él y sólo con su verdad", por medio del
Espíritu de la sangre sacrificada del Cordero Inmolado,
nuestro Salvador Jesucristo, desde mucho antes de la
fundación del mundo.

Y, a partir de entonces, cada uno de nosotros tiene poderes
sobrenaturales en su corazón y en su alma infinita, "gracias
a la gran obra sobrenatural", la cual nuestro Señor
Jesucristo lleva acabo sobre el monte santo de La Nueva
Jerusalén Santa y Gloriosa de la antigüedad y del nuevo reino
de los cielos de Dios y de su humanidad eterna. Pero Satanás
no quiere que conozcamos ésta gran verdad de nuestro Padre
celestial y de su Hijo, y como todo comenzó por amor a cada
uno de nosotros, desde mucho antes de la fundación del mundo,
entonces quiere pararlo todo; y Satanás lo único que tiene
que hacer para mantenernos lejos de Dios y de cabeza al
infierno, "es simplemente seguir mintiéndonos", como en el
paraíso.

Y es por eso que somos ciegos y, por tanto, Satanás nos toca
con su espíritu de error y de mentiras usuales, para que
tropecemos ante el Espíritu de la luz de la vida eterna de
nuestro Señor Jesucristo y de nuestro Padre celestial en el
paraíso, en la tierra y así también en la eternidad venidera,
por ejemplo. Es decir, que Satanás busca siempre la manera
para que sus tinieblas siempre abunden en cada uno de
nosotros cada día y así la luz del Árbol de la vida no
alumbre nuestros pasos por la tierra, "para regresar al
paraíso muy pronto", como en esta misma hora, por ejemplo,
con tan sólo creer en el corazón y confesar a Jesucristo con
nuestros labios.

Entonces son las mentiras antiguas de Satanás, las que vienen
y se van, "para hacer daño a la imagen y semejanza de nuestro
Creador y de su Árbol de la vida eterna en cada uno de
nosotros", en nuestros millares, de todas las razas,
familias, pueblos, linajes, tribus y reinos de la humanidad
entera. Por ello, nuestro Padre celestial envió a su Hijo
amado al mundo, para llenarnos de su luz más brillante que el
Sol de nuestros cosmos y así liberarnos de las tinieblas de
mentiras, enfermedades y muertes sin fin de Satanás y de sus
ángeles caídos en el paraíso, en la tierra y en el más allá
también, eternamente y para siempre.

Visto que, nosotros no tenemos otro salvador igual que su
Hijo, nuestro Señor Jesucristo; es por eso que es muy
importante que su Espíritu de la sangre santísima y
sacrificada, desde mucho antes de la fundación del mundo,
entre en nuestros corazones y en nuestras vidas de cada día,
"para salvaguardarnos del mal de las mentiras usuales de
Satanás". Porque la verdad es que "cada mentira es tiniebla",
venga de donde venga, delante de nuestro Padre celestial, de
su Hijo y de su Espíritu Santo y, por tanto, lo mismo es
verdad delante de cada uno de nosotros, para cegar nuestros
ojos y destruir nuestras vidas sin misericordia alguna, en la
tierra y en la eternidad venidera también, para siempre.

Además, cuando nuestro Padre celestial envió a su Hijo al
mundo, en verdad lo envió para que se encontrase cara a cara
no sólo con sus apóstoles y discípulos de la antigüedad de
Israel, sino para que también se encuentre contigo cara a
cara, "y así lo conozcas personalmente, sin que nadie te
tenga que decir nada de él". Porque nuestro Padre celestial y
su Espíritu Santo han escrito con su puño y letra cada paso
de la vida santísima de su Hijo amado en tu corazón y en el
corazón de cada uno de los tuyos también, "así como escribió
la vida del Árbol de la vida en el corazón de Adán y Eva, por
ejemplo, en el paraíso".

Pero, desdichadamente, como ya sabemos, "ambos desobedecieron
a nuestro Padre celestial y a su Jesucristo en sus corazones
y en sus vidas celestes", para mal de sus vidas en el paraíso
y así también en la tierra con cada uno de sus retoños, para
que, ya no caminen en la luz de la vida sino sólo en las
tinieblas del infierno. Pero nuestro Padre celestial y su
Espíritu Santo luchan constantemente en contra de Satanás y
cada una de sus mentiras mortales y destructivas, para que,
sus hijos e hijas, los cuales salieron de su corazón, de su
alma, de su vida y de sus manos santísimas, "pues conozcan la
vida y la salud eterna del cielo en su Jesucristo,
eternamente y para siempre".

Puesto que, esa es la voluntad más alta de nuestro Padre
celestial en el cielo, en la tierra y en la nueva vida de La
Nueva Jerusalén Santísima del cielo, "que conozcamos a su
Hijo frente a frente", de la misma manera que él mismo le
conoce a él, desde el comienzo de la eternidad y de sus
cosas, por ejemplo. En otras palabras, nuestro Padre
celestial nos crea en sus manos santas y llenas de luz divina
de su corazón santísimo, para que conozcamos únicamente a su
Hijo como el Gran Rey Mesías, y en esa misma luz infinita y
suprema, "para que jamás sea nada tinieblas en nuestros
corazones y en nuestras almas infinitas", sino todo lo
contrario.

Innegablemente, "esto es para que seamos luz eterna", cada
uno de nosotros, en nuestros millares, de todas las razas,
familias, tribus, linajes, pueblos, naciones y reinos de la
tierra, así mismo como él mismo es la luz de la vida eterna
de cada ángel, arcángel, serafín, querubín y demás seres muy
santos del reino de los cielos, por ejemplo. Sí, "sólo
nuestro Señor Jesucristo es la luz brillante de tu corazón,
de tu alma y de tu vida" para vencer cada una de las
tinieblas de Satanás y de sus seguidores malvados, los cuales
te han estado haciendo tanto daño a ti y a los tuyos, desde
mucho tiempo atrás y hasta hoy mismo. Pero hoy eres luz del
cielo y no tinieblas de la tierra, ¡gracias al Espíritu de la
sangre santificadora de nuestro Señor Jesucristo que esta en
ti! ¡Amén!

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre celestial y de su
Jesucristo es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.

LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad día y
noche, (Deuteronomio 27: 15-26):

"'¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o una imagen
de fundición, obra de mano de tallador (lo cual es
transgresión a la Ley perfecta de nuestro Padre celestial), y
la tenga en un lugar secreto!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'

"'¡Maldito el que le reste importancia a su padre o a su
madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad
de su prójimo!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que desvié al ciego de su camino!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del
huérfano y de la viuda!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre,
porque descubre la desnudes de su padre!' Y todo el pueblo
dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier
animal!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su
padre o hija de su madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con su suegra!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que a escondidas y a traición hiera de muerte
a su semejante, sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'

"'¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente,
sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley,
poniéndolas por obra en su diario vivir en la tierra!' Y todo
el pueblo dirá: '¡Amén!'

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre celestial y de su
Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que
el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando
llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los
ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando
día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en
el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en
espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada
categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de
la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque sí perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.

Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Sí tu respuesta fue Sí, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, para la eternidad.


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