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(IVÁN): NUESTRO DIOS NOS DIO UN NUEVO MANDAMIENTO EN JESUCRISTO

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IVAN VALAREZO

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Mar 22, 2008, 10:38:10 AM3/22/08
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Sábado, 22 de marzo, año 2008 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica

(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)


NUESTRO DIOS NOS DIO UN NUEVO MANDAMIENTO EN JESUCRISTO:


El Espíritu de éste nuevo mandamiento celestial y mesiánico
de nuestro Señor Jesucristo, ya ha cumplido en si y en su
totalidad, como viviendo desde ya en el reino de los cielos,
por ejemplo, cada uno de Los Mandamientos, decretos y
estatutos de nuestro Padre Celestial, en la vida de cada
hombre, mujer, niño y niña de toda la tierra. Por lo tanto,
éste nuevo mandamiento que nuestro Padre Celestial nos ha
entregado por medio de su Árbol de vida eterna, así como le
entrego las tablas de Los Diez Mandamientos a Moisés, tiene
poderes, milagros, maravillas, prodigios y autoridades
sobrenaturales en nuestros corazones y en nuestros espíritus
humanos, para nuestro diario vivir en la tierra y en el
paraíso, también.

Es decir que nuestro Señor Jesucristo trajo consigo del cielo
éste nuevo mandamiento de amor, porque con él "hemos cumplido
cada uno de Los Diez Mandamientos de Dios y de Moisés y sin
violarlos jamás en nuestros corazones y en todos los días de
nuestras vidas eternas", en la tierra y en el paraíso. Éste
nuevo mandamiento es sumamente poderoso y milagroso en si, en
el corazón de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad
entera, que tan sólo profesé con sus labios su fe, por el
nombre ungido de nuestro Salvador Jesucristo, para perdón y
para bendición infinita de su alma viviente, en esta vida y
en la venidera también, para siempre.

En éste nuevo mandamiento "hay vida y todas las ricas y
gloriosas bendiciones sobrenaturales del cielo", porque es
basado en su Espíritu de amor eternal; como el único amor
"que si cumple fielmente Los Diez Mandamientos de Dios y de
Moisés día a día en el corazón de todos los ángeles del cielo
y de la humanidad entera igualmente". Porque "sólo con éste
amor del Rey Mesías es que verdaderamente se cumple cada uno
de Los Diez Mandamientos Eternos de Dios", y sin amor de
nuestro Salvador no se puede cumplir jamás ninguno de ellos,
para perdón y para vida y salud infinita del corazón y del
alma viviente del hombre y de la mujer de toda la tierra.

Ciertamente, sin amor del rey Mesías no se podrían jamás
cumplir Los Diez Mandamientos de Dios, para que cada una de
sus bendiciones de perdón, de vida, de salud y de prosperidad
infinita nos alcance día y noche y sin cesar jamás a cada uno
de todos nosotros, en la tierra y en la nueva eternidad
venidera, también. Además, "con amor podremos vivir día y
noche en el verdadero Espíritu de Los Diez Mandamientos y sin
jamás violarlos", para que de esta manera sus secretos,
escondidos desde la fundación del cielo y de la tierra,
entonces nos los sean revelados uno a uno todos los días de
nuestras vidas y para siempre en la nueva eternidad
celestial.

En otras palabras, si caminamos en este nuevo mandamiento de
amor del Señor Jesucristo, "entonces cada momento de nuestras
vidas ha de ser de vivir de milagros en milagros, de
maravillas en maravillas y de prodigios en prodigios
invisibles", sin jamás ver el mal del pecado en nuestros
nuevos días de vida en la tierra ni en el paraíso, para
siempre. Porque si nacemos milagrosamente de nuevo en el
Espíritu de amor de nuestro Padre Celestial y de su
unigénito, nuestro Salvador Jesucristo, en el poder
sobrenatural de nuestra fe infinita hacia nuestro Dios, pues
entonces "ya no somos de este mundo, sino del nuevo mundo
colosal de arriba que está en los cielos de Dios y de su
Árbol de vida".

Y si somos del nuevo mundo abundante de arriba, "entonces
tenemos derecho a los frutos de cada uno de sus árboles
gloriosos, además del Árbol de la vida, para comer y beber de
ellos sus muchos frutos"; frutos sagrados del deleite de
nuestro Padre Celestial y de su Espíritu Santo, de los cuales
Dios mismo se los ofreció a Adán primero. Y para nuestro
Creador no le es imposible darnos de comer y de beber de cada
uno de ellos, "como de sus carnes y de sus jugos deleitosos,
para salud de nuestros corazones y de nuestras almas
infinitas, también"; es decir, siempre y cuando le seamos
fieles primero desde ya a su fruto del Árbol de la vida
eterna, ¡nuestro Salvador Jesucristo!

Ciertamente, éste nuevo mandamiento "es en si un mandamiento
para realzar, destacar y engrandecer el Espíritu de amor de
Dios y de su Hijo amado en el corazón de cada hombre, mujer,
niño y niña de la humanidad entera", comenzando con Israel,
por ejemplo, para así entonces empezar la nueva vida eterna
desde hoy mismo, en nuestras vidas terrenales. Porque es
necesario que el Espíritu de amor de Dios y de su Árbol de la
vida sea enaltecido en la tierra, así como lo es en el cielo
con los ángeles y con sus seres muy santos y fieles a él y a
su nombre santísimo, "para entonces empezar la era piadosa de
Dios y de su nueva humanidad celestial".

Porque no es posible que el nuevo reino celestial empiece
"sin que aún antes el Espíritu de amor de Dios y de su Árbol
de vida no se haya realizado en el corazón de Adán y así
también de cada uno de sus hijos e hijas de la humanidad
entera", para gloria y para honra infinita de su nombre
santísimo. Es decir, también, que no es permisible que el
hombre, la mujer, el niño y la niña de la humanidad entera,
entre ha vivir su nueva vida angelical con Dios y con su
Espíritu Santo "sin jamás haber conocido la importancia del
amor sobrenatural hacia el nombre muy santo de nuestro Padre
Celestial".

Porque nadie que no ame el Espíritu de Los Diez Mandamientos
del cielo, por el poder del nuevo mandamiento de amor de Dios
y de nuestro Señor Jesucristo, entonces "no podrá jamás
entrar a vivir la vida eterna en la tierra ni menos en La
Nueva Jerusalén Santa y Perfecta de cielo, por ejemplo". Y
esta es una máxima antigua del cielo, para que así la vida de
los ángeles no se vuelva como la vida del hombre y de la
mujer de la tierra, "que no conocen, ni menos han vivido
jamás lo que es honrar y reverenciar el nombre santísimo de
nuestro Padre Celestial en sus corazones y con sus labios".

Porque el que no ama Los Diez Mandamientos de Dios
incondicionalmente, entonces "no podrá amar verdaderamente a
su Dios y Fundador de su vida", ni menos podrá amar jamás en
su corazón su nombre muy santo ni a su gran rey Mesías, el
Hijo de David, por ejemplo, para perdón de sus pecados y para
salvación de su alma eterna. Y esto es "de amarle al Señor
Jesucristo para gloria y honra de nuestro Padre Celestial":
como el sacrificio eterno entre Dios y el hombre, como el
Cordero Escogido para expiación del pecado, como el sumo
sacerdote (único mediador entre Dios y la humanidad entera),
como el salvador eterno de su vida en la tierra y en el
paraíso, también.

Y sólo con éste amor de nuestro Padre Celestial hacia su Hijo
amado, nuestro Señor Jesucristo, viviendo en nuestros
corazones, es que realmente cada uno de nosotros no sólo nos
será perdonado nuestros pecados, sino que también
"recibiéremos gracia, misericordia y clemencia infinita de
nuestro Dios todos los días de nuestras vidas en la tierra".
Además, con éste nuevo mandamiento obedecido en nuestros
corazones en nuestro espíritu, entonces se han cumplido
universalmente Los Diez Mandamientos y sin quebrantarlos
jamás, sólo por medio del Espíritu de amor y de la gracia
infinita del Árbol de la vida, nuestro rey Mesías, viviendo
en nuestros corazones y en nuestros días de vida en todos los
lugares de la tierra.

Por ello, un mandamiento nuevo les cedo: que se amen los unos
a los otros. Así como yo mismo los he amado, ámense, pues,
ustedes también los unos a los otros, haciendo lo mismo que
yo he hecho por ustedes siempre en todos los días de sus
vidas, les decía nuestro Señor Jesucristo a las grandes
multitudes de Israel, de hebreos y gentiles. Puesto que, sólo
así entonces todos conocerán que son mis discípulos y mis
hermanos, si sienten amor los unos por los otros, por amor y
por obediencia infinita al nombre muy santo de nuestro Padre
Celestial que está en los cielos.

Y nuestro Señor Jesucristo les enseño a sus apóstoles y
discípulos a amarse los unos a los otros, "porque en el amor
no hay pecado alguno ni menos tiniebla alguna"; Los
Mandamientos se cumplen a conciencia; y, además, el amor
sigue siendo puro y verdadero en el cielo y en la tierra,
para "diariamente crecer progresivamente en el Espíritu de
Dios". Además, también el Espíritu de amor de nuestro Padre
Celestial, de su Espíritu Santo y de su Hijo amado, es,
realmente como los mismos Diez Mandamientos en líneas
generales, "el cual no cambia jamás ni podrá ser reemplazado
por nada en el cielo ni en la tierra tampoco, por los siglos
de los siglos".

Porque el amor de nuestro Padre Celestial y de su unigénito
está lleno de su Espíritu Santo no para ver el pecado de
nadie, sino únicamente "para realizar y perpetuar todo el
bien que puede hacerse por cada uno de los que aman a su Dios
y a su palabra santa en el cielo y así también en la tierra".
Es decir, que sólo en el Espíritu de amor de Dios y de su
Jesucristo en el corazón del hombre, de la mujer, del niño y
de la niña, "es que verdaderamente el corazón, el alma y el
espíritu humano se alimentan y así crecen sobrenaturalmente
hacia el conocimiento glorioso de nuestro Creador, tal como
debió de ser desde el principio".

Ciertamente, crecen sobrenaturalmente los corazones de las
almas que aman a su Creador día y noche "y van paso a paso
todos los días de sus vidas por el camino de milagros, de
maravillas y de prodigios increíbles hacia una vida mejor del
cielo" y libre de Satanás (aunque aún vivan sus vidas
normales en la tierra). Y éste crecimiento milagroso del
Espíritu de amor entre Dios y su Hijo amado, viviendo día a
día en el corazón del hombre, "es lo que realmente se eleva
con el alma del hombre en el día que deja de vivir en la
tierra", para regresar a su Dios y a su Árbol de vida eterna
del paraíso, por ejemplo.

Es por eso que estamos llamados por nuestro Padre Celestial
desde los primeros días de nuestras vidas humanas del
paraíso, "para crecer siempre en el Espíritu del fruto del
Árbol de la vida, ¡nuestro Señor Jesucristo!". Porque ha de
ser este crecimiento espiritual, el cual ha de quedar en cada
uno de nosotros, en nuestros millares, en toda la tierra,
"para vivir nuestras nuevas vidas infinitas en la nueva era
venidera de Dios y de su Árbol de vida eterna, su Hijo amado,
¡el gran rey Mesías de todos los tiempos!".

Además, con la llenura del Espíritu de amor de Dios y de su
unigénito, entonces no somos nosotros mismos, como los
pecadores de siempre, sino que somos lo que deseo él que
seamos infinitamente: su imagen y su semejanza santa y
perfecta, "como la de su Árbol de la vida en todos nosotros,
en la tierra y en el paraíso, también". Si, así es: llenos
infinitamente cada uno de nosotros del Espíritu de amor de
Dios y de nuestro Señor Jesucristo, y sólo entonces "somos
esos seres muy santos de Dios, los cuales creo uno a uno en
sus manos sagradas y con gran consentimiento en su corazón
santísimo, en el reino de los cielos, en el día de nuestra
creación".

Para que así seamos, en un día como hoy, por ejemplo, llenos
de la verdad, de la santidad y de la justicia sin igual de su
Árbol de la vida eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo!, para
gloria y para honra infinita de su nombre muy santo en el
cielo y en la tierra, eternamente y para siempre. Es por eso
que nuestro Padre Celestial no ve nuestros pecados jamás,
"sino sólo todo el bien que nos puede hacer día y noche a
través del Espíritu de la sangre y de la vida gloriosa y
sumamente honrada de su Árbol de vida eterna, ¡nuestro
Salvador Jesucristo!".

Porque el nuevo mandamiento de amor para amarnos los unos a
los otros, así como él mismo nos amo, "realmente cumple las
palabras de la Ley y de los Profetas, por ejemplo", en
nuestras vidas cotidianas delante de Dios y de su Espíritu
Santo, hoy en día y eternamente y para siempre en la nueva
vida infinita del nuevo reino celestial. Fue por ello que
nuestro Creador le decía a Adán: come y bebe del fruto del
Árbol de la vida, para que aprendas a amar en tu corazón y en
todo tu ser a tu Creador y a cada uno de los tuyos, también,
y "sólo así podrás ser feliz para siempre, en donde sea que
vivas en toda la creación".

Ya que, todo aquel que no ha comido ni ha bebido del fruto
del Árbol de la vida no conoce el Espíritu de amor de Dios y
del Señor Jesucristo, por ende, "es un ser totalmente vacío
de toda verdad, santidad y de la justicia también de la vida
gloriosa del Árbol de la vida y del nuevo reino celestial". Y
esta persona (o personas, y así igualmente las naciones),
sufre los males de las tinieblas de Satanás en su vida
cotidiana, "porque el Espíritu de amor de Dios y de su
Jesucristo está muy lejos de él y de los suyos,
desdichadamente"; ya que jamás fue la voluntad de Dios que el
hombre se aleje del Árbol de la vida.

Ciertamente, nuestro Padre Celestial no ha creado al hombre
para que viva sin amor, en falta de todas las cosas y en
frialdad total hacia él, hacia su Espíritu Santo y hacia su
Hijo amado, sino todo lo contrario. El propósito de Dios,
cuando primeramente crea al hombre, "fue para que le amase a
él, en los poderes sobrenaturales del Espíritu de amor
infinito de su Árbol de vida eterna, ¡nuestro Señor
Jesucristo!".

Por eso, después de haber creado al hombre en sus manos
santas, entonces nuestro Dios no espero más en instruirlo y
llevarlo de la mano por el camino de los milagros, de las
maravillas y de los prodigios que conducen día y noche hacia
el Árbol de la vida, "para que así coma y beba diariamente de
su fruto de vida". Y así el hombre aprenda a amar a su Dios
junto con los suyos en el paraíso y en su nueva vida infinita
de su nuevo reino celestial; porque sin amor en el corazón,
ya sea del hombre del paraíso o de la tierra, entonces "no
pueden estar delante de la presencia sagrada de Dios ni de su
Espíritu Santo jamás".

Por ello, el que ama no peca de ninguna manera nunca en su
corazón; puesto que el que ama, para nuestro Padre Celestial
y para su Espíritu Santo, "es como uno de sus ángeles
gloriosos y sumamente poderosos del reino de los cielos o
como su mismo Hijo amado, ¡nuestro Salvador Jesucristo!, por
ejemplo". Si así es: el que ama no peca delante de Dios ni de
su Espíritu Santo, "porque el Espíritu del amor de todo
hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, sólo
procede del corazón sagrado de nuestro Creador, para amor y
para el bien glorioso del Espíritu Eterno de Los Diez
Mandamientos en toda la tierra, para siempre".

Así como las tablas de Los Diez Mandamientos salieron del
mismo lugar santo y sumamente glorioso del corazón de nuestro
Padre Celestial, "para impartirnos vida y salud infinita, si
tan sólo creemos en él, en el espíritu y en la verdad de su
Árbol de la vida, nuestro Gran Rey Mesías", ¡nuestro Señor
Jesucristo! Así pues también llega día y noche y sin parar
nunca, como lluvia del cielo o como el rocío en la mañana,
"el Espíritu de amor y de sus renovadas misericordias
infinitas de parte de nuestro Padre Celestial a nuestros
corazones y a nuestras vidas cotidianas, por medio del
Espíritu de fe, de su Hijo amado", ¡nuestro Salvador
Jesucristo!

Porque en el corazón de nuestro Padre Celestial jamás ha
habitado el pecado del hombre ni menos de Satanás ni de sus
ángeles caídos, por lo tanto, su corazón santísimo es
perfecto "para Los Diez Mandamientos celestiales y para
nuestro amor por ellos, también; es decir, que nuestro Dios
siente o vive constantemente nuestro verdadero amor por sus
mandamientos sagrados". Y nuestro Creador nos da del Espíritu
de su amor incesantemente día y noche, "porque desea que cada
uno de nosotros le amemos a él, como su Hijo amado siempre le
amado desde los días de la antigüedad y hasta por los siglos
de los siglos venideros", como de nuevas glorias eternas (aún
no conocidas en nuestras vidas humanas y celestes).

Además, éste espíritu de amor que nuestro Padre Celestial nos
ha impartido a través de su palabra, de Sus Diez
Mandamientos, de su nombre santo y, últimamente, a través de
su Hijo amado también, nuestro Árbol de vida eterna en el
paraíso y en la tierra, "debe crecer en cada uno de nosotros
cada vez más que antes". Porque la llenura del Espíritu de
amor de nuestro Padre Celestial y de su Hijo amado, en cada
uno de nosotros, "es lo que realmente manifestara exactamente
lo que somos y, a la vez, lo que seremos en la eternidad para
el servicio y para el amor eterno de nuestro Padre Celestial
en su nuevo reino venidero del cielo".

Y, también, sólo en la llenura del Espíritu de amor de
nuestro Dios y de su unigénito "es que cada uno de nosotros
podrá crecer en el conocimiento santo y sobrenatural de él y
de su Árbol de la vida en la tierra y en el paraíso"; y, sin
la presencia de éste nuevo mandamiento de amor, no veremos a
Dios jamás. Porque si el Espíritu de amor de nuestro Dios
crece en cada uno de nosotros, "entonces toda la tierra seria
llena de su Espíritu de amor para amarle a él y servirle por
siempre y hasta por fin conocerle, tal como los ángeles le
han amado y le han contemplado a él desde siempre, en el
reino de los cielos".

Es decir, también que hay poderes y autoridades
sobrenaturales en el Espíritu de amor de nuestro Padre
Celestial en nuestros corazones desde hoy mismo, para vencer
cada una de las tinieblas de la vida del hombre en la tierra
y del más allá, eternamente y para siempre, "para que sólo
haya luz en nuestras vidas por siempre y para siempre". Es
por eso que nuestro Señor Jesucristo nos dejo un nuevo
mandamiento celestial, porque lo necesitamos como
desesperadamente: El amarnos el uno al otro, así como somos
hermanos de carne y de sangre desde el paraíso, para vencer
los males del enemigo y, por fin, alcanzar las ricas
bendiciones del cielo día y noche y hasta siempre en la
eternidad venidera.

Es por eso que estamos llamados por Dios ha caminar en su
amor eterno, para bien de muchos. Así como Jesucristo mismo
"nos ha amado verdaderamente", desde mucho antes de la
creación del cielo y de la tierra, en su carne y en su sangre
milagrosa y hasta aún más allá de su muerte del sacrificio
eterno también, en las afueras de Jerusalén, en Israel, por
ejemplo, para perdón y para amor y salud eterna de muchas
almas infinitas.

Porque el amor de nuestro Padre Celestial hacia su Hijo amado
"también es hacia cada uno de nosotros hoy mismo", como desde
los primeros días de la eternidad, comenzando con Adán y Eva
en el paraíso y para la nueva eternidad venidera también, por
ejemplo. Y esto es algo muy cierto, nuestro Padre Celestial
nos ama con el mismo amor, ni más ni menos, "como con el cual
siempre ha amado a su Árbol de vida eterna, su Hijo amado, ¡
nuestro Salvador Jesucristo!".

Y el amor de nuestro Dios "no ha cesado jamás, ni ha cambiado
tampoco para con nosotros a pesar de nuestros pecados", como
Sus Diez Mandamientos que no varían nunca, por ejemplo, sino
que son firmes, fieles y santos, como el Árbol de la vida,
eternamente y para siempre. Es por eso que nuestro Señor
Jesucristo con el Espíritu de su nuevo mandamiento de amor
celestial y mesiánico, "el cual ha vivido y cumplido en su
totalidad la Ley con sus decretos y con sus mandamientos en
nuestras vidas humanas", es muy importante en nuestro diario
vivir en la tierra, para hacer a nuestro Padre Celestial
feliz en el cielo.

Para que de esta manera nosotros le lleguemos a conocer no
tanto como los ángeles del cielo, sino mucho más que todos
ellos; y esto es "de conocerle a él y a su Espíritu Santo,
tal como nuestro Árbol de vida les ha conocido desde los
primeros días de la antigüedad y hasta nuestros días, por
ejemplo", ¡como el Dios Soberano! Entonces el Espíritu de
amor que nuestro Creador le ha dado al mundo entero desde la
antigüedad y, por ende, hoy mismo, "es el mismo Espíritu de
amor hacia cada uno de nosotros, de todas las familias,
pueblos y reinos; y ha sido así nuestro Dios siempre, desde
entonces acá, sólo para que sea amado por nosotros por sus
abundantes milagros inmortales".

Es decir, que cada vez que uno de nosotros le manifiesta el
amor de su corazón, pues para nuestro Dios "es como si su
unigénito, nuestro Señor Jesucristo, le estuviese amando como
siempre en su espíritu y en su verdad infinita, por ejemplo,
para gloria y para honra eterna de su nombre bendito en la
tierra y en el cielo". Y precisamente esto es lo que nuestro
Padre Celestial ha buscado en el corazón y en la vida de cada
hombre, mujer, niño y niña desde nuestros primeros días de
vida en el cielo, en el paraíso y en la tierra, también,
"para él entonces sentirse infinitamente muy a gusto en su
corazón y en su alma santísima con todos nosotros".

Porque es necesario que haya verdad y justicia de su fruto de
vida entre él y el hombre y el ángel del cielo, para que
entonces él poderse sentir cómodo y muy alegre con cada uno
de nosotros, en nuestros millares, en el cielo y en la
tierra; de otra manera, sin Jesucristo, "nuestro Dios no es
feliz nunca con nadie". Pues en éste Espíritu de amor de Dios
y de su Árbol de vida eterna, "no hay pecado ni maldad
alguna, sino sólo verdad y justicia infinita", para gloria y
para honra infinita de su nombre muy santo en los cielos y en
todos los lugares de toda la tierra, también, eternamente y
para siempre.

Y es por eso que, hoy mismo, puedes caminar seguro de ti
mismo por toda la tierra en cada uno de los milagros,
señales, maravillas y prodigios del nombre ungido de nuestro
Salvador Jesucristo, "para que ya no vivas bajo la amenaza de
la muerte y de tus enemigos, sino en el amor infinito de Dios
y de su Espíritu Sagrado". Realmente, éste Espíritu de amor
de nuestro Dios y de su Espíritu Santo sólo lo puede traer a
nuestras vidas día y noche nuestro Salvador Jesucristo, "para
que ya no andemos en los pecados ni en las tinieblas de
Satanás, sino únicamente en la luz del Espíritu del amor
verdadero del Árbol de la vida, para gozarnos diariamente de
sus bendiciones milagrosas".

Porque cuando caminamos en el Espíritu de amor de nuestro
Dios y de su Jesucristo, es decir, en el Espíritu de amor del
nuevo mandamiento mesiánico, "pues cada paso que damos en
nuestro diario transitar por el mundo a de ser de milagros y
en maravillas infinitas, sólo para amar más que antes a
nuestro Creador", ¡como si fuese nuestro padre biológico!
Porque nuestro Dios tiene que ser amado por nuestros
corazones, con poderes y maravillas milagrosas del cielo,
para cumplir su propósito de habernos creado en sus manos
santas, en su imagen y conforme a su semejanza celestial, por
ejemplo, "para que entonces haya más gloria y más santidad de
nuestro Dios en el cielo y en la tierra también, siempre".

En otras palabras, si realmente caminamos como nuestro Señor
Jesucristo camino en Israel, siempre amando a nuestro Creador
y a Sus Diez Mandamientos Eternos en su corazón y en su alma
santísima, "pues entonces milagros, maravillas y prodigios
serán manifestados en cada momento de nuestras vidas, para
que nuestro Dios sea glorificado mucho más que antes en la
vidas de muchos". Es decir, también, que cada una de las
promesas de poderes y de autoridades de nuestro Creador, de
su Espíritu Santo y de su Hijo amado, se manifestara día y
noche en nuestras vidas, "no sólo para bendecir nuestra
existencia sino también a los que necesitan de nuestro Dios y
del bien eterno del Árbol de la vida, por ejemplo".

Porque hay muchos (si no todos) que mueren día y noche en
todos los lugares de la tierra, "sin haber comido ni haber
bebido aún del fruto del Árbol de la vida eterna" de nuestro
Padre Celestial y de su Espíritu Santo; y éste Árbol de Dios
es su Hijo amado, ¡el Hijo de David! Es decir, también que
sólo nuestro Señor Jesucristo es el Árbol de la vida de cada
hombre, mujer, niño y niña "para que no muera nunca más, así
como con los ángeles", comenzando con Adán y Eva en el
paraíso, para comer y beber de él y así satisfacer toda
verdad y justicia del cielo para la nueva eternidad venidera.

Porque "para nuestro Padre Celestial nadie jamás podrá
satisfacer toda verdad, santidad y justicia celestial de la
vida santa del cielo para los ángeles y así también para la
humanidad entera", que no sea su Árbol de la vida, su Hijo
amado y nuestro único gran rey Mesías, ¡el Cristo del
paraíso! Es por eso que nuestro Hacedor ha puesto todo de su
Espíritu de amor, verdad, santidad y de justicia infinita
juntos con sus poderes, maravillas y prodigios sobrenaturales
en el nombre ungido de su gran rey Mesías, su unigénito, ¡
nuestro Salvador Jesucristo!, "para que entonces nosotros
vivamos nuestras vidas felices, como ya en el cielo y sin las
gentes de Satanás".

Porque nuestro Dios nos quiere muy felices con él y libres
totalmente a toda atadura de Satanás y de sus tinieblas en
nuestros corazones y en nuestras vidas en la tierra, "para
que entonces su nombre santísimo sea por siempre honrado,
como debió de ser desde el paraíso con cada uno de nosotros y
de todas las naciones de la tierra". Pero para que todo esto
suceda en nuestro diario vivir y desde ya, "entonces tenemos
que caminar en el Espíritu del nuevo mandamiento de amor de
nuestro Creador, de su Espíritu y de su unigénito, nuestro
Señor Jesucristo"; pues asimismo caminan los ángeles día a
día en el reino de los cielos, para servir y para adorar a
nuestro Dios constantemente.

De otra manera, no viviremos jamás en el Espíritu de amor
eterno de nuestro Dios y de su Jesucristo, para bien de
nuestras vidas y para bien de la vida de los demás, en
nuestras tierras y en el resto de toda la tierra; es decir,
que "el nuevo mandamiento de Jesucristo no reinaría en
nuestras vidas jamás sino sólo tinieblas". Y éste nuevo
mandamiento de nuestro Hacedor, por medio de su Jesucristo,
"es el que verdaderamente cumple, honra y exalta
continuamente cada uno de Los Mandamientos Todopoderosos",
para que salgan de nuestro Dios directamente hacia nosotros
cada uno de sus milagros, maravillas y prodigios
sobrenaturales de bendiciones invisibles, para enriquecer
nuestras vidas sin parar y hasta la eternidad venidera.

Puesto que, el Espíritu de amor eternal de nuestro Padre
Celestial y de su Árbol de la vida "no sólo es para nosotros,
sino también para el resto de su vasta creación" del cielo,
del paraíso, de la tierra y de su nueva vida infinita, como
la nueva vida eternal de La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa
del cielo. Porque de tal manera nuestro Dios amo al mundo que
dio a su Jesucristo, "para que todo aquel que tan sólo crea
en su corazón y así invoque con sus labios su nombre ungido,
entonces pase de muerte a vida eterna del paraíso".

En la medida en que, nuestro Dios no envió al mundo a su Hijo
amado, nuestro Árbol de la vida eterna para condenarlo, "sino
para amarlo eternamente y para siempre en el Espíritu de la
Los Diez Mandamientos Inmortales, para gloria y para honra
infinita de su nombre muy santo y sumamente admirable". Y
esto es sólo posible en nuestro Señor Jesucristo y así en
cada uno de los hombres, mujeres, niños y niñas del mundo
entero también, en los poderes y en las autoridades
sobrenaturales de Sus Diez Mandamientos Amados infinitamente:
-"y largamente acariciados en nuestros corazones únicamente
en su nuevo mandamiento de amor - para que entonces todos
aprendan a amarle sólo a él".

En sí, esto es de amarle infinitamente sólo a él, como su
único Dios Eterno del cielo y de la tierra y para siempre en
la nueva era venidera de sus ángeles fieles y de su humanidad
infinita, totalmente regenerada en el Espíritu de la sangre y
de la vida sacrificada de su Hijo amado, ¡nuestro Salvador
Jesucristo! Y por siempre caminaremos en el Espíritu de amor
de Los Diez Mandamientos de Dios y de Moisés, tal como
nuestro Padre Celestial lo soñó que fuese así en los días de
la antigüedad con Israel y toda la naturaleza humana, "para
finalmente entrar todos felices como hijos e hijas a nuestras
nuevas vidas eternas de La Nueva Jerusalén Sagrada del
cielo".

Camínenos, pues, todos juntos en éste nuevo mandamiento de
amor, el cual ha cumplido íntegramente Los Diez Mandamientos
de Dios y de Moisés, "para vivir nuestras vidas llenas de
milagros, de maravillas y de prodigios a toda hora del día,
gracias al Espíritu de amor, de la sangre y de vida eterna de
nuestro Árbol de la vida", ¡nuestro Salvador Jesucristo! ¡
Anda, mi hermano y mi hermana, dale gracias a nuestro Creador
por el nuevo mandamiento celestial y mesiánico que nos ha
enviado a cada uno de nosotros, por medio de su Árbol de vida
eterna, y con Sus Mandamientos Santos muy bien cumplidos,
gracias a la vida gloriosa y muy fructífera en nuestros
corazones de su Hijo amado, ¡nuestro Salvador Jesucristo!

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.

LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad día y
noche, (Deuteronomio 27: 15-26):

"'¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o una imagen
de fundición, obra de mano de tallador (lo cual es
transgresión a la Ley Perfecta de nuestro Padre Celestial), y
la tenga en un lugar secreto!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'

"'¡Maldito el que le reste importancia a su padre o a su
madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad
de su prójimo!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que desvié al ciego de su camino!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del
huérfano y de la viuda!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre,
porque descubre la desnudes de su padre!' Y todo el pueblo
dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier
animal!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su
padre o hija de su madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con su suegra!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que a escondidas y a traición hiera de muerte
a su semejante, sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'

"'¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente,
sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley,
poniéndolas por obra en su diario vivir en la tierra!' Y todo
el pueblo dirá: '¡Amén!'

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre Celestial y de su
Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que
el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando
llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los
ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando
día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en
el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en
espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada
categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de
la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y deshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.

Disponte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, para la eternidad.


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