(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)
LOS DIEZ MANDAMIENTOS ESCRITOS PARA VENCER EL PECADO:
Estos mandamientos son tan santos en la tierra, así como lo
son en el reino de los cielos, desde los primeros días de la
antigüedad y hasta nuestros días, "para bendecir nuestras
vidas, como jamás han sido bendecidas por nada ni por nadie
en todos los días de nuestras vidas". Por ello, estos
mandamientos reflejan el Espíritu y el carácter perfecto del
Árbol de la vida, nuestro gran rey Mesías, el Hijo de Dios,
para tener una luz brillante del cielo "y entonces poder ver
a nuestro Padre Celestial con nuestros ojos no sólo en
nuestros corazones sino también con nuestra alma, tal como él
es en el cielo infinitamente".
Por lo tanto, nuestro Padre Celestial le entrego a Moisés dos
lajas de las tablas de Los Diez Mandamientos sobre el Monte
del Sinaí, entre fuegos y poderes, para que sea la base no
sólo de la vida del hombre en la tierra, sino también "el
mismo Espíritu del Plan de Salvación de Dios para las almas
de la humanidad entera". Porque el alma del hombre tenia que
ser redimida de sus pecados, ofensas y rebeliones, "pero con
el Espíritu de su Ley viviente"; ya que para vivir con
nuestro Dios y recibir de su perdón y de sus muchas
bendiciones infinitas, pues entonces "tenemos que ser libres
de toda ofensa a su Ley santísima, por el mismo Espíritu de
la Ley".
Además, también porque del Espíritu de Los Diez Mandamientos,
nuestro Padre Celestial no sólo nos daría cada una de sus muy
ricas bendiciones del cielo y de la tierra, también, "sino
que nos daría el Espíritu correcto para vivir nuestras vidas
y así felizmente entrar, por fin, a nuestros nuevos cielos y
con nuevas tierras eternas del más allá". Como la nueva vida
santa y gloriosa de La Nueva Jerusalén de Dios, en donde
viviremos en el Espíritu perfecto de la gloria de Los Diez
Mandamientos, para que jamás vuelvan a ser deshonrados por
los impíos del mundo entero, "sino honrados y exaltados por
los que aman a Dios, por medio de su fruto de vida eterna", ¡
nuestro Salvador Jesucristo!
Porque es necesario que vivamos con una Ley sumamente santa y
que haya sido honrada, exaltada y glorificada supremamente en
nuestros corazones, como en nuestras sangres, espíritus y
todos nuestros cuerpos humanos, por ejemplo, para que toda
verdad y justicia del cielo, como del Árbol de la vida,
"entonces coexistan con cada uno de nosotros, eternamente y
para siempre". Y, consiguientemente, el Espíritu de Los Diez
Mandamientos no se podrá cambiar, ni menos reemplazar jamás
por ninguno otro espíritu o por ninguna otra secta o doctrina
espiritual del hombre, "porque es el espejo del corazón y del
alma santa no sólo de nuestro Padre Celestial sino también de
su Árbol de la vida", ¡nuestro gran rey Mesías, nuestro Señor
Jesucristo!
Verdaderamente, Los Diez Mandamientos del cielo son eternos e
irremplazables, como el mismo carácter santo, divino y
sobrenatural de nuestro Padre Celestial, de su Espíritu Santo
y de su Árbol de la vida, nuestro rey Mesías, ¡nuestro Señor
Jesucristo! Realmente los Mandamientos de nuestro Dios son
tan santos, hoy en día, como en el día que nuestro Padre
Celestial los escribió con su dedo con el cual formo al
hombre del paraíso, para que entren en tu corazón y bendigan
tu vida sobrenaturalmente, "para que sólo conozcas bendición,
paz y vida eterna en todo tu ser, eternamente y para
siempre".
Estos Mandamientos Sagrados se originaron, por naturaleza
divina y sobrenatural, en el corazón de nuestro Padre
Celestial, para que sean conocidas por los ángeles del cielo
y así también por todos los hombres, mujeres, niños y niñas
de la humanidad entera, como hoy mismo contigo, mi estimado
hermano y mi estimada hermana, "para que vivas en bendición
eterna con Cristo Jesús". Para que "ésta Ley muy santa jamás
deje de ser justicia en la boca de los que serán llamados
hijos e hijas de Dios" no sólo en la tierra sino también en
su nueva vida, lleno por siempre y para siempre del Espíritu
de su Ley viviente, en la nueva vida infinita de La Nueva
Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo.
Para que de esta manera entonces todas las naciones de la
tierra, desde los días de Adán y hasta el último ser humano
que nazca en el mundo, "le sirvan únicamente a él y a su
nombre muy santo para gloria y para honra infinita de su
corazón muy santísimo", tal como los ángeles del cielo lo han
honrado desde siempre. Y sin el Espíritu de la Ley viviente
viendo en sus corazones, entonces es totalmente imposible
honrar, exaltar y glorificar a nuestro Padre Celestial y a su
nombre muy santo en nuestros corazones y en nuestras nuevas
vidas infinitas y celestiales del paraíso, por ejemplo;
sinceramente "sin el Espíritu de la Ley en nuestras vidas,
pues, estamos muertos para nuestro Dios".
Ahora, ya que estos Mandamientos Sagrados han existido desde
siempre en el corazón santísimo de nuestro Padre Celestial,
por inicio, entonces "tienen un valor inimaginable no sólo
para nuestro Dios mismo, sino también para sus ángeles y para
cada uno de nosotros en todos los lugares del mundo entero";
es decir, que el Espíritu de la Ley es eterno e incambiable.
Y después de casi mil trescientos años, nuestro Señor
Jesucristo camina en la Tierra Prometida por Dios a todo
Israel, "para enseñar sólo la Ley", tal como siempre les
había enseñado a sus ángeles santos del cielo, por ejemplo,
"sólo para que conozcan mucho más del carácter sagrado de su
Dios y Fundador de sus vidas que vive en los cielos".
Es decir, también que el Espíritu de los Mandamientos "es un
milagro divino y sobrenatural de la naturaleza de nuestro
Creador", revelado a los ángeles del cielo y así también a la
humanidad entera, comenzando con Israel, por ejemplo, "para
conocer no sólo a nuestro Dios sino también a su unigénito,
nuestro Salvador Jesucristo, tal cual como son divinamente
desde siempre". Por ello, "únicamente el Espíritu cumplido y
sumamente exaltado de Los Diez Mandamientos de nuestro Dios
nos acerca mucho más que nada más en el cielo y en la
tierra" al Corazón, al Espíritu y al Alma Santísima de
nuestro Padre Celestial y de su Hijo amado, ¡nuestro Señor
Jesucristo!
En otras palabras, cada vez que leemos Los Diez Mandamientos
de Dios, entonces podemos decir con gran exactitud: Así es
nuestro Padre Celestial, por tanto, así es también su Árbol
de la vida, su Hijo amado; y por ello, "así nuestro Padre
Celestial desea que cada uno de nosotros sea, para ser hechos
sus hijos e hijas para su reino celestial". Y esto no es algo
que el hombre o la mujer puede hacer en su vida con los ojos
cerrados, "sino que sólo nuestro Padre Celestial lo puede
hacer milagrosamente, a través del nuevo nacimiento
espiritual del hombre, con la ayuda idónea de su Espíritu
Santo y de su Árbol de vida eterna, también", ¡nuestro
Salvador Jesucristo!
Por lo tanto, "sólo Dios podía cumplir, exaltar, honrar y
glorificar sobrenaturalmente el Espíritu de Los Diez
Mandamientos" en el reino de los cielos, en la tierra y así
también en la nueva vida santa y gloriosa de La Nueva
Jerusalén del cielo, por ejemplo. Fue por esta razón que el
Espíritu Santo de Dios "tuvo que entrar en el vientre virgen
de una de las hijas de David, para que al cumplirse los nueve
meses de su embarazo, "entonces romper la virginidad de la
virgen y nacer como un hombre nuevo para el nuevo reino de
los cielos": ¡el gran rey Mesías!
Y sólo con éste nacimiento santo y puro del vientre virgen de
la mujer, "fue entonces que el Árbol de la vida pudo entrar a
la vida del hombre en la tierra, para cumplir Los Diez
Mandamientos de Dios y de Moisés", para perdón de pecados y
para alcanzar la vida eterna para cada hombre, mujer, niño y
niña de todas las naciones de la tierra. Y sin el nacimiento
santo del Ángel del SEÑOR del vientre virgen de la mujer,
entonces "el cumplimiento de Los Diez Mandamientos hubiese
sido totalmente imposible para todo hombre y para toda mujer
de la humanidad entera", comenzando con Adán y Eva, en el
paraíso y en la tierra, también, porque "sólo Dios podía
cumplir infinitamente la Ley para vencer el pecado.
Pues gracias a nuestro Señor Jesucristo "es que, hoy en día,
podemos gozar del perdón de Los Diez Mandamientos por todos
nuestros pecados y por nuestras rebeliones en nuestras
vidas" hacia nuestro Padre Celestial y hacia el fruto de la
vida eterna del paraíso y del nuevo reino celestial, también,
¡nuestro Señor Jesucristo! Es por eso que con el Señor
Jesucristo viviendo en nuestros corazones, "realmente hemos
cumplido toda verdad, justicia, santidad delante de nuestro
Dios y de su Espíritu Santo", para nosotros entonces poder
entrar a vivir la nueva vida infinita del nuevo reino
celestial; en donde "sólo conoceremos el amor perfecto lleno
de sus muy ricas bendiciones de la nueva vida celestial".
Por lo que, con las multitudes de Israel, gentiles y hebreas,
"nuestro Señor Jesucristo les predico a no pecar más en
contra de sus almas infinitas y sobre todo en contra de su
Dios y Creador de sus nuevas vidas eternales", ¡el
Todopoderoso de Israel y de la humanidad entera! Porque "sólo
nuestro Padre Celestial mismo es el fin del pecado, en
nuestro Señor Jesucristo", Salvador nuestro de nuestras almas
infinitas, en el paraíso, en la tierra y así también en la
nueva eternidad venidera, eternamente y para siempre.
Encima de todo, nuestro Señor Jesucristo les predicaba a las
gentes, una y otra vez y hasta sin cesar, "a no tener ídolos
e imágenes de talla de ninguna clase, ni por ninguna razón
servirles o adorarles", porque esto ofende terriblemente día
y noche a su Dios y Creador de sus nuevas vidas eternas que
está en los cielos. Porque ellos había sido librados de las
cadenas del esclavismo de Egipto para servir fielmente a su
Dios y Fundador de sus nuevas vidas, "siempre con la ayuda
idónea de su Ángel Santísimo, para que por medio de él
entonces conozcan sus palabras, sus leyes y sus decretos
santos y rectos, para vivir una vida agradable a Sus Diez
Mandamientos eternos".
Es por eso que nuestro Dios les llamo desde siempre "a serles
fieles sólo a él y más no a las imágenes de fundición e
ídolos abominables de los dioses de las terribles tinieblas
de Satanás en las vidas de las naciones que habían destruido
y aún tenían que destruir por amor a la Ley", para tomar
posesión de sus tierras. Porque nada ofende a nuestro Creador
que un corazón humano, obra de sus manos santas, por ejemplo,
"que crea en un ídolo o en una imagen de piedra, papel, tela
o de metal que sea su dios o guía de sus días de vida por la
tierra"; esto es ceguera de tinieblas y pecado para muerte
eterna para toda alma perdida.
Ciertamente, nuestro Dios se ofende mucho en el cielo, como
en la antigüedad para derramar su ira sobre los paganos y
hasta destruirlos por completo de sobre toda la faz de la
tierra, "para que cese la adoración a dioses de las tinieblas
de Satanás, como imágenes de fundición e ídolos de palo, de
piedra o de metal, por ejemplo". Porque estos son los mismos
dioses de las profundas tinieblas de siempre en contra de
nuestro Creador, que, además, provoco a Israel a pelear en
contra de ellas y destruirlas por completo por amor al
Espíritu de la Ley divina, para que así ya no haya tantas
tinieblas en la vida del hombre, como en los días de Noé, por
ejemplo.
Y nuestro Dios desea enviar sus juicios justos para honrar
Sus Diez Mandamientos siempre, "porque él mismo tiene que
destruir las tinieblas de Satanás para que así nadie peque
más en contra de él", ni de su nombre santísimo, ni de su Ley
santísima; además esto es algo que nuestro Dios no deseo
jamás ver al hombre sufrir en toda su vida. Y nuestro Señor
Jesucristo les hablo insistentemente a las gentes de Israel a
no adulterar, a no robar, a no mentir y a no desear nada de
su prójimo, porque esto es pecado para nuestro Dios que está
en los cielos, "el cual envicia y arruina continuamente el
corazón y el alma preciosa del hombre y de los suyos,
también".
Y, además, nuestro Señor Jesucristo les enseñó a los antiguos
"que sólo él es el Espíritu Sabático de Dios y así también de
cada ángel del cielo y de cada hombre, mujer, niño y niña de
la humanidad entera"; es decir, que todo aquel que viene a
él, entonces "encontrara siempre sus días de descanso, para
su alma cansada de trabajar". Es por eso que nuestro Señor
Jesucristo trabajaba aún en los días del sábado siempre, no
para que las gentes no cumplan con los días sabáticos de cada
semana del mes del año, sino porque "la necesidad era grande
entre las multitudes, y él tenía que hacer su obra santa y
misericordiosa en ellos también, antes de ser levantado al
cielo".
Es decir, que nuestro Señor Jesucristo les llevaba el
Espíritu sabático a todos aquellos que no podían disfrutar de
él, por razones de enfermedad o por cualquier otra razón; él
simplemente caminaba hacia ellos y los hacia feliz en el día
del sábado, "echando fuera demonios de sus vidas, sanándolos
de sus males y perdonando sus pecados, para gloria de Dios".
En realidad, nuestro Señor Jesucristo jamás quebranto ningún
sábado en todos los días de su vida mesiánica por Israel,
sino que "los hacia cumplir en las vidas de muchos que no
podían tener un día en paz con su Dios y Fundador de sus
vidas, por razones de sus pecados y de sus tinieblas,
también".
Es decir, también que nuestro Señor Jesucristo hacia que
reine sublime el Espíritu de Los Diez Mandamientos en
aquellos que lo habían quebrantado por una razón u otra; pues
él no había venido a condenar al mundo por sus ofensas a la
Ley, sino "para que todo aquel que simplemente cree él, en el
espíritu de su fe, entonces las cumpla. Porque sólo el
Espíritu de Los Diez Mandamientos Eternos de Dios deberían
reinar en los corazones, en las vidas y en los hogares de
todas las familias, razas, pueblos, linajes, tribus y reinos
de toda la tierra; y más no el espíritu de error de adorar y
venerar por siempre a ídolos de talla o imágenes de
fundición, por ejemplo.
Es por eso que cuando el Señor Jesucristo entra en el corazón
y vive por siempre en el espíritu y en el alma viviente del
hombre, de la mujer, del niño y de la niña, muchas tinieblas
mueren en el mundo entero, porque ahora es él quien reina en
la vida y no Satanás o las imágenes de fundición por ejemplo.
Es decir, también que con nuestro Señor Jesucristo cada día
de nuestras vidas es un día sabático eterno, como en el cielo
o como en La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa de la nueva
eternidad venidera, por ejemplo; porque todo aquel que cree
en el nombre del Señor Jesucristo descansa desde ya, en su
día sabático eternal y sin fin alguno.
Y esto es verdad en el corazón de cada creyente del nombre
glorioso de nuestro Padre Celestial y de su Espíritu Santo, ¡
nuestro Señor Jesucristo!, para que así ya no viva más en los
días de las tinieblas sino en los días nuevos y eternos de la
luz del Árbol de la vida. Porque sólo el Señor Jesucristo,
como Ángel del SEÑOR, descendió del cielo para entrar en la
vida del hombre de la tierra, por medio del vientre virgen de
una de sus jóvenes, para cumplir toda verdad, santidad y
justicia celestial de Los Diez Mandamientos, para muerte de
Satanás y para vida y salud infinita de nuestro gran rey
Mesías, ¡Jesucristo!
En otras palabras, nuestro Señor Jesucristo puso a Los Diez
Mandamientos de Dios mucho más alto que antes, dándole así su
verdadero valor e importancia como en el reino de los cielos
con nuestro Padre Celestial, con su Espíritu Santo y con sus
ángeles, por ejemplo, para que las gentes obedezcan por
siempre su Espíritu Verdadero y su estado legal, también. Y
nuestro Señor Jesucristo después de haber enseñado de su
palabra y de la Ley eterna de nuestro Padre Celestial,
entonces les dijo a las multitudes: --No he venido al mundo a
cancelar la Ley o los Profetas, sino a cumplirla en su
totalidad-aunque Satanás y sus seguidores malvados no lo
deseen así jamás-.
Es más, les aseguraba Jesucristo a las multitudes, el cielo y
la tierra pasaran, pero la palabra de la Ley no pasara jamás,
ni una sola tilde, ni una sola jota será cambiada hasta que
la voluntad perfecta de nuestro Padre Celestial sea haya
cumplido en los corazones de todos los hombres, mujeres,
niños y niñas de la humanidad entera. Porque es necesario que
cada letra, cada palabra, cada tilde, cada jota y cada
significado eterno de Los Diez Mandamientos de Dios sea
cumplido, "como la voluntad santa y firmada por el dedo de
Dios, en los mismos corazones de las familias de las naciones
de la tierra, para que solamente entonces empiece en ellos,
el nuevo reino de los cielos".
Porque la nueva vida infinita de La Nueva Jerusalén Santa y
Perfecta del cielo no podrá jamás empezar, "si el dedo de
Dios no ha terminado de impartir de sus poderes, de sus
milagros, de sus maravillas, de sus prodigios, de su amor y
de su gracia infinita en los corazones de sus hijos e hijas
de toda la tierra". Por tanto, "el mismo dedo de nuestro Dios
está escribiendo las lajas de Sus Diez Mandamientos sagrados,
en el corazón de cada uno de todos los hombres, mujeres,
niños y niñas de la humanidad entera", por amor a la vida
santa de su Árbol de la vida, para que entonces haya salud,
paz y vida eterna por siempre y por doquier.
Porque la promesa de nuestro Dios ha sido desde siempre, que
él ha de crear nuevos cielos con nuevas tierras, "para que
los cielos y las tierras antiguas pasen a ser un nuevo mundo
para el hombre, libre de Satanás y lleno infinitamente del
Espíritu de su Ley", para que los suyos vivan felices todos
los días de sus vidas infinitamente. Es por eso que el
Espíritu de Los Diez Mandamientos fue el corazón del pacto
eterno entre Dios y el hombre (y lo es aún hoy también),
"para que haya menos tinieblas y más luz en la vida de cada
uno de sus hijos e hijas de todas las familias, razas,
pueblos, linajes, tribus y reinos de la tierra".
Entonces a Los Diez Mandamientos de nuestro Creador no hay
que quitarle, ni aumentarle nada, sino "simplemente
honrarlos, cumplirlos, añorarlos, tal como nuestro Señor
Jesucristo lo hizo en su corazón y en toda su vida mesiánica
por Israel", para bien eterno no sólo de Israel sino
igualmente para bien de las naciones, como hoy en día con su
evangelio infinito, por ejemplo. Y la lealtad de nuestro Dios
sobre Sus Diez Mandamientos "es tan grande, sumamente
profunda y sobrenaturalmente justa", que les prometió a los
antiguos, por ejemplo, diciéndoles: --si ustedes oyen mi voz,
y así obedecen a mis palabras con sus leyes y decretos,
entonces serán mi especial tesoro en la tierra; ustedes
mismos serán mis hijos y mis hijas infinitamente.
Ustedes serán un pueblo santo para su Dios y sus Mandamientos
Infinitos, para ser sacerdotes eternos del nombre santísimo,
para que las naciones entonces aprendan de ustedes y de sus
hijos "lo que verdaderamente le agrada a su Creador y a su
Árbol de la vida, su gran rey Mesías, el Hijo de David (o el
Ángel del SEÑOR, por ejemplo)". Porque sólo el Ángel del
SEÑOR Todopoderoso es el Árbol de la vida, el Hijo de David,
el Cordero Escogido, el sumo sacerdote (el mediador entre
Dios y el hombre), por tanto, "el único que podía descender
del cielo para nacer santo del vientre virgen y así vivir
para cumplir intachablemente Los Diez Mandamientos, para
perdón y salvación de toda alma humana".
Pero como ya conocemos la historia del Israel de la
antigüedad, que se fue tras los dioses de palo, de madera, de
piedra y de metal; "dioses abominables de las naciones que
habían sido conquistadas por ellos mismos", por gracia y por
amor a la palabra viva de Dios, de sus decretos y
mandamientos de salud, paz y de vida eterna. Los antiguos, en
realidad, "sacrificaron la palabra de Dios con sus decretos y
con sus mandamientos justos, en vez de vivirla en una vida
santa, sana y en paz con el Fundador de sus vidas"; así pues
también "sacrificaron al Hijo de David para posteriormente
caminar por el desierto del mundo y hasta, por fin, pisar
firme La Nueva Jerusalén Celestial".
Y, no obstante, la Ley volvió a vivir, "como si jamás hubiese
muerto", como el Hijo de David, por ejemplo, quien murió
crucificado, como en un sacrificio eterno en el altar de
Dios, en las afueras de Jerusalén, "pero al Tercer Día
resucito sumamente glorioso y con las primeras lajas de Los
Diez Mandamientos de Dios, totalmente libres del infierno".
Fue algo como "si ambos resucitaron del infierno en el mismo
día", para jamás volverse a separar por falta de fe, del
hombre y de la mujer: Los Diez Mandamientos de Dios y el gran
rey Mesías, nuestro Señor Jesucristo, el Árbol de la vida del
paraíso y de la humanidad entera en la tierra, por fin,
juntos y para siempre.
Además, estas tablas de la Ley son las mismas que habían
salido de las manos de Moisés en las faldas del Sinaí, para
bajar al mundo de los muertos, "para ser rescatadas
posteriormente en el día señalado del SEÑOR, por un hebreo,
como en una primera resurrección terrenal y celestial del
Santo de Israel y de las naciones", ¡nuestro Salvador
Jesucristo! Porque "ningún hombre podía descender al bajo
mundo y levantar las primeras lajas de Los Diez
Mandamientos", de las cuales salieron despedidas de las manos
de Moisés, por el pecado abominable del cordero de oro en las
faldas del Sinaí, para entonces entrar al infierno en lugar
de Israel, y así vencer el pecado con la ayuda divina del rey
Mesías, ¡Jesucristo!
En otras palabras, "las dos primeras lajas de Los Diez
Mandamientos salieron de las manos de Moisés para descender
al bajo mundo en vez de Israel", ya que Israel había hecho lo
que ofende grandemente al Fundador de su vida, "para que de
esta manera todo Israel no muera en aquel día, por culpa de
su ídolo de fundición de oro". Y, posteriormente el Ángel del
SEÑOR descendería al infierno para que la humanidad entera no
muera también, en el día señalado por nuestro único Dios
Soberano, para levantarlas gloriosamente de regreso a la
tierra y al paraíso, perfectamente cumplidas y sumamente
honradas -pero esta vez-con la nueva vida infinita prometida
a Abraham, Isaac, Jacob y a sus descendientes de la fe.
Así pues sucedió en el Tercer Día y sin más tardar, con el
Árbol de la vida eterna y Sus Diez Mandamientos infinitos,
para empezar una nueva vida santa y eterna, "totalmente libre
de Satanás y de su pecado mortal en el infierno y en la
tierra, para posteriormente abrir las puertas de la nueva
eternidad celestial, para los que creen". Por lo tanto, "así
mismo resucitaremos cada uno de nosotros "a una vida mejor e
infinitamente gloriosa, con las lajas de Los Diez
Mandamientos de Dios escritos en nosotros mismos por su dedo
santo y con el Espíritu de la tinta sangre y vida victoriosa
de nuestro Salvador Jesucristo", para empezar a vivir
nuestras nuevas vidas eternas, en su nuevo reino celestial.
Y sólo entonces habremos entrado a vivir nuestros días
sabáticos largos y sin fin alguno en los nuevos cielos con
nuevas tierras de La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del
cielo de nuestro Padre Celestial y con el rey Mesías de Los
Diez Mandamientos Eternales, ¡nuestro Señor Jesucristo! Por
fin, cada uno de Los Diez Mandamientos de nuestro Padre
Celestial y de su Espíritu Santo habrá sido escrito en
nuestros corazones infinitos, como debió ser en el comienzo
de todas las cosas y sin la mancha del pecado, "gracias al
Espíritu de la tinta sangre y vida gloriosa de su Hijo amado,
¡nuestro Señor Jesucristo!".
El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.
¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!
Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.
LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad día y
noche, (Deuteronomio 27: 15-26):
"'¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o una imagen
de fundición, obra de mano de tallador (lo cual es
transgresión a la Ley Perfecta de nuestro Padre Celestial), y
la tenga en un lugar secreto!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'
"'¡Maldito el que le reste importancia a su padre o a su
madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad
de su prójimo!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que desvié al ciego de su camino!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del
huérfano y de la viuda!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre,
porque descubre la desnudes de su padre!' Y todo el pueblo
dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier
animal!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su
padre o hija de su madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que se acueste con su suegra!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que a escondidas y a traición hiera de muerte
a su semejante, sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'
"'¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente,
sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley,
poniéndolas por obra en su diario vivir en la tierra!' Y todo
el pueblo dirá: '¡Amén!'
LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS
Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre Celestial y de su
Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que
el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando
llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los
ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando
día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en
el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en
espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada
categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de
la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!
SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS
Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:
PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".
SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".
TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".
CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".
QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".
SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".
SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".
OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".
NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".
DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".
Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y deshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.
Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:
ORACIÓN DEL PERDÓN
Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.
Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:
NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.
¡CONFÍA EN JESÚS HOY!
MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.
YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.
- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.
Disponte a dejar el pecado (arrepiéntete):
Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.
QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.
¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?
¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?
Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:
Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.
Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.
Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.
El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.
El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, para la eternidad.
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