(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)
LOS PROFETAS ENSEÑARON DEL PERDÓN DE JESUCRISTO:
Todos los profetas dan testimonio contundentemente de la vida
y de la sangre santísima del pacto eterno entre el hombre de
toda la tierra y de nuestro Padre celestial, nuestro Señor
Jesucristo y, por tanto, todo aquel que cree en Él recibirá
perdón de pecados sólo por invocar su nombre muy santo y
milagroso con sus labios, para la eternidad venidera. Desde
el comienzo de las cosas "nuestro Padre celestial ha
tratado" con los ángeles y así también con el hombre del
paraíso y de la tierra con la sangre eterna de su Cordero
Escogido, su Jesucristo, es decir, desde mucho antes de la
creación del cielo y la tierra, para que vivan todos y por
siempre en paz con Él.
Dado que, es el Espíritu de la sangre y de la vida gloriosa
de su Hijo amado, la cual no solamente manifiesta y reparte
verdad y justicia, sino también esa paz duradera, la cual
enriquece el corazón santísimo de nuestro Padre celestial y
así también la de los ángeles y la de los hombres de la
humanidad entera. Por eso, nuestro Padre celestial siempre
seguirá tratando con sus ángeles y así también con la
humanidad entera, comenzando con Adán y Eva en el paraíso,
por ejemplo, con la misma sangre de su Hijo: "porque sin ella
nadie podrá jamás ser limpio, santo, justo, perfecto ni menos
puro para amarle y servirle a Él infinitamente".
Por eso es que el Espíritu de la sangre y de la vida gloriosa
de su Hijo amado, el Hijo de David, el árbol de la vida
eterna, fue muy importante para Adán en el paraíso y así
también infinitamente para con cada uno de sus hijos e hijas,
en todas las familias de las naciones de la tierra. Es decir,
también que la sangre bendita de nuestro Señor Jesucristo es
tan importante y esencial en la vida de los ángeles y así
también en la vida de cada día de las naciones, para seguir
siempre viviendo y andando por el camino de la verdad, la
santidad y la paz infinita de nuestro Padre celestial y de su
Espíritu Santo.
Y, de otra manera, no podremos jamás caminar en paz con
nuestro Padre celestial, ni con su Espíritu Santo y sus
huestes angelicales, sino que su ira se inflama grandemente
en contra de nosotros, sin que nos demos cuenta de nada hasta
que ya es demasiado tarde, es decir, si la sangre de su
Jesucristo no es parte de nuestras vidas. Porque es el
Espíritu de la sangre bendita del Hijo de David, la cual no
solamente le da paz a nuestro Padre celestial en su corazón
santísimo, para no morirse de ira en contra de nosotros, por
culpa de nuestros pecados, sino que también nos llena a
nosotros de toda verdad, justicia y de muchas cosas más de su
Jesucristo.
Por eso es que muchos andan afligidos, confundidos y
sufriendo problemas y enfermedades terribles en sus corazones
y en sus vidas de cada día, porque el Espíritu de la sangre y
de la vida gloriosa del árbol de la vida no está en ellos,
sino que la ira de Dios habita en sus vidas para castigarlos
cada día por sus pecados. Por ello, desde el comienzo, los
profetas de nuestro Padre celestial comenzaron a enseñarles
estas grandes verdades y justicias celestiales a todos los
hombres, mujeres, niños y niñas de la antigüedad, comenzando
mucho antes de los tiempos de Abraham y Noé, para seguir por
siempre con la misma enseñanza para con Israel y para con la
humanidad entera y sus naciones.
Porque es la verdad y la justicia de nuestro Señor
Jesucristo, el fruto del árbol de la vida eterna, la cual no
solamente satisface de toda verdad, justicia, santidad,
perfección, paz y gloria para con nuestro Padre celestial,
sino también para con sus ángeles y hombres, mujeres, niños y
niñas de toda la tierra. Fue por esta razón que Abel y así
también Abraham y sus hijos ofrecían sus sacrificios y
ofrendas sobre el altar del SEÑOR, pero siempre saturadas con
el Espíritu de la sangre y de la vida del Señor Jesucristo,
el Hijo de David, para que sus pecados les sean perdonados,
sanadas sus vidas y sus cuerpos humanos de todo mal.
Porque la verdad es que por más santo que sea el ser creado
por Dios, ya sean ángeles, arcángeles, serafines, querubines
o seres muy santos y especiales como Adán y Eva en el
paraíso, si no tienen el Espíritu de la sangre del árbol de
la vida, entonces no son lo suficientemente santos,
verdaderos y justos delante de Él para siempre. Y,
seguidamente, a través de las generaciones, poniendo en
práctica progresivamente las enseñanzas de los antiguos
profetas del SEÑOR, entonces las demás gentes seguían también
sus preceptos, como Israel y sus doce tribus, por ejemplo,
para mantenerse santos y libres de todos los males del pecado
y de sus tinieblas en sus vidas de cada día, y no morir
jamás.
Ya que, el terror de la gente de la antigüedad no era tan
sólo vivir en pecado y enfermo por alguna enfermedad terrible
e incurable, sino que su temor era morir y descender al bajo
mundo de los muertos, para no volver a ver la vida jamás para
siempre, en el más allá; entonces todos querían vivir libres
del pecado. Porque todos en la antigüedad deseaban volver al
cielo, como al paraíso o al ceno del SEÑOR, como a donde los
comenzó a formar en sus manos santas, con la ayuda idónea de
su Espíritu Santo y de su árbol de la vida eterna, nuestro
Señor Jesucristo, ¡el Hijo de David!
Es decir, que todas las gentes de la antigüedad conocían muy
bien el camino antiguo del SEÑOR, el cual era su Hijo amado,
el Hijo de David, sin duda alguna, de acuerdo a las
enseñanzas de todos los profetas, desde el primero y hasta el
último, por ejemplo. Y éste es el camino eterno a la verdad y
a la vida celestial del nuevo reino sempiterno de nuestro
Padre celestial, de su Espíritu Santo y de sus huestes
angelicales, siempre comiendo y disfrutando cada día de los
frutos del árbol de la vida, ¡el Hijo de David!
Visto que, sólo el Hijo de David es el árbol de la vida de
los ángeles y así también de los demás seres creados por
nuestro Padre celestial y por su Espíritu Santo, como el
hombre, la mujer, el niño y la niña de las naciones; por
ende, sólo Él es la felicidad de sus vidas y de sus tierras
infinitamente. Y los profetas del SEÑOR les enseñaban
continuamente a las multitudes de la antigüedad a seguir el
camino antiguo del SEÑOR, para que sean perdonados y sanadas
sus tierras y sus cuerpos humanos también de los males
terribles de Satanás y de sus tinieblas de siempre; la
palabra de Dios cambiaba sus vidas poderosamente, cuando
creían a los profetas, sin titubear.
Excepto que, si no son perdonados, entonces "sus tierras no
podían ser sanadas" de ninguna manera y sus frutos no serian
de lo mejor para alimentar sus cuerpos y así proveerles una
vida saludable, libre de males y de enfermedades terribles;
por ende, la tierra retenía sus buenos frutos de sus árboles
y plantas por la maldad de sus habitantes. La tierra siempre
ha sufrido los males terribles de los pecados y rebeliones de
sus habitantes, porque no aman a su Hacedor, ni su a Hijo
amado, nuestro Señor Jesucristo, ni al Espíritu Santo de su
palabra y de Sus Diez Mandamientos, por ejemplo; por eso no
hay paz en sus derredores, sino sólo violencia y guerras sin
fin.
Pero cuando los habitantes de las tierras reconocían sus
errores ante el SEÑOR, recibiendo en sus vidas el Espíritu de
la sangre y de la vida del pacto eterno de Jesucristo,
entonces la tierra era bendecida por ellos grandemente:
porque sus pecados desaparecían como arte de magia,
seguidamente sólo había por todos lados buenos frutos para
disfrutarlos cada día y en paz. Y hasta Dios mismo hacia que
sus enemigos, lejanos y cercanos, vivan en paz con ellos,
porque la tierra disfrutaba grandemente de la presencia
gloriosa del Espíritu bendito de la sangre y de la vida del
pacto eterno de entre el hombre de la tierra y el Dios del
cielo, el Hijo de David, ¡nuestro Señor Jesucristo!
Es decir, que con la presencia gloriosa del Espíritu del
Señor Jesucristo sobre toda la tierra de personas, familias,
pueblos, tribus, naciones o reinos, entonces la tierra es
infinitamente feliz, tan feliz que sólo puede dar lo mejor de
sus frutos de todos sus árboles, plantas y animales, por
ejemplo, para que sus habitantes las disfruten en gran
abundancia. Y lo mismo es verdad con los ríos, mares y
océanos, si sus habitantes cercanos son malvados en contra de
Dios y de su Jesucristo, entonces sus aguas no serán
bendecidas por nuestro Padre celestial para que sus vidas
marinas les den de sus frutos y de la mejor manera posible
para sostener sus vidas cada día saludable.
(En otros términos, por ejemplo: Tú eres lo que comes cada
día. Si comes bueno, pues estás bien, vives una vida
resistente al mal escondido y muy fuerte a la vez sobre todas
las cosas. Pero si no comes bien, entonces estás viviendo al
borde de las enfermedades de la tierra o quizás ya estas
viviendo en ellas y apunto de sucumbir al bajo mundo de los
muertos, sin fe y sin esperanza alguna de vida y de salud
para tu alma viviente en el más allá. Y todo esto te sucede
por culpa de tus maldades o de las maldades de otros que
habitan en tu tierra; porque el pecado que cometes en contra
de Dios, en verdad es en contra de ti mismo también y de
Jesucristo para mal de tu vida; además, todo pecado sea quien
sea que lo cometa la tierra se enferma igual.
Y esto no tiene que ser así contigo ni con ninguna otra
persona jamás, porque nuestro Padre celestial ya bendijo
grandemente toda la tierra con el derramamiento de muchos
poderes sobrenaturales de su Espíritu Santo (génesis 1:2) y
así también de la vida gloriosa de su árbol de la vida, ¡
nuestro Señor Jesucristo! Es decir, que nuestro Padre
celestial ya bendijo grandemente la tierra con la misma vida
de su Jesucristo, cuando vivió su vida santa en Israel y
derramo finalmente su sangre gloriosa sobre la cima del monte
santo de Jerusalén, para fin de los males y el comienzo de
toda bendición en la tierra y en la vida de todas las
naciones.)
Por eso, desde siempre, sólo el Señor Jesucristo, y su sangre
santísima con sus muchas bendiciones sobrenaturales, es lo
mejor de tu vida y de la vida de todos los tuyos también,
para que la tierra en donde vives viva siempre bendecida por
Dios y por su Espíritu Santo, ¡gracias al Señor Jesucristo
viviendo ya en tu corazón! Porque es lo que está en el
corazón del hombre lo que maldice o bendice la tierra; puesto
que, todo lo que entra en el cuerpo no contamina al hombre,
pero si lo que sale de su corazón, nuestro Señor Jesucristo
les explicaba a los antiguos, para que entendieran el gran
poder que posee el corazón humano cuando es habitado por Él.
Además, si existiera algo mejor que el Señor Jesucristo, como
el árbol de la vida eterna, para la tierra y para la
humanidad entera, entonces ya hace tiempo que nuestro Padre
celestial no solo nos lo hubiese comunicado, sino que también
nos lo hubiese entregado a nosotros, sin escatimar nada de
Él. Pero no hay nada en el paraíso ni en la tierra igual o
mejor que la vida gloriosa y sumamente santa de su Hijo
amado, el Hijo de David, para perdonar y borrar nuestros
pecados, males, problemas y enfermedades terribles en la
tierra y en el más allá para siempre y, a la vez, llenarnos
de tantas bendiciones infinitas.
Por eso, en Jesucristo somos sumamente ricos, llenos de vida
y de salud sin fin diariamente, para sólo conocer la verdad,
la justicia, la paz y la gloria de vivir con nuestro Creador
y con sus ángeles, por medio del fruto del árbol de la vida;
por todo ello, el que encuentra al Señor Jesucristo ha
encontrado su verdadera vida original/celestial. Entonces los
profetas antiguos eran muy cuidadosos de dejarles entender
todas estas verdades a las multitudes de la tierra, para que
vivan en paz con su Dios y así sus tierras no serian
maldecidas por culpa de sus pecados, sino benditas por haber
obedecido a su Dios y Fundador de sus vidas, por medio de su
Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo!
Debido a que, es únicamente la obediencia a nuestro Señor
Jesucristo lo que verdaderamente hace feliz el corazón santo
de nuestro Padre celestial, de su Espíritu Santo y de sus
huestes angelicales también en todo el reino angelical de los
cielos y en toda la tierra con todo hombre, mujer, niño y
niña de la humanidad entera, sin duda alguna. Y los rituales
de las ofrendas y de los sacrificios de los animales
rumiantes eran constantes cada día y cada noche también, para
que nuestro Padre celestial no vea sus pecados y derrame su
ira sobre ellos para exterminarlos por completo, sino que
sólo vea el Espíritu bendito de la sangre viviente de su Hijo
amado, ¡el Hijo de David! Ésta era la paz duradera por la
cual los profetas siempre les hablaban a los antiguos departe
del SEÑOR, para que sus vidas vivan cada día prosperando
continuamente hacia un futuro mejor y más no lo contrario.
En verdad, nuestro Padre celestial desde la antigüedad, como
en el reino de los cielos, en el paraíso y así también hasta
nuestros días, por ejemplo, "es un Dios de sangre santa",
pero solamente la sangre bendita de su Hijo amado, la cual
está limpia y libre de toda imperfección y de todo pecado,
por supuesto, para bendecirlo todo siempre. Y cuando nuestro
Padre celestial veía el ritual del derramamiento de la sangre
del animal rumiante sobre su altar y sobre la tierra,
entonces veía la sangre de su Jesucristo, por tanto, su ira
se alejaba de Él para no castigar al malvado según haya sido
su pecado y su maldad en contra de Él y de Sus Mandamientos
sagrados.
Además, esto no era tan sólo en Israel sino en casi todas las
demás naciones de la tierra, porque nuestro Padre celestial
buscaba propagar su gloria en todos los corazones de todos
los hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera,
para gloria y para honra infinita de su nombre muy santo, por
ejemplo. Y las palabras de las enseñanzas de los profetas del
SEÑOR avanzaban a pasos agigantados para tocar las vidas de
muchos por todas las naciones de la tierra, para que la
sangre del pacto eterno entre Dios y el hombre sea honrada en
sus vidas cada día y para siempre en la eternidad.
Y así muchos escapaban la ira de Dios y, hasta también,
escapaban sus enfermedades y muertes tempranas en sus vidas y
en la vida de los suyos, por ejemplo; y los antiguos
entendían que "el Espíritu de la sangre del Cordero Escogido
de Dios" tenia que ser constante delante de su presencia
santa, para que todo esté bien con ellos siempre. Por eso es
que las ofrendas y los sacrificios de los animales rumiantes
de un año y sin tacha eran constantes, como cada mañana, cada
tarde y cada noche, para que la ira de Dios se aplaque y no
termine con la vida de ningún pecador ni de ninguna pecadora
en todas las naciones y hasta en toda la tierra también.
Y los sacrificios de sangre no cesaban delante de la
presencia santa de Dios, porque tenia que ser así cada día y
cada noche y, además, porque la bendición de la sangre
santificadora, reparadora y sus poderes sobrenaturales eran
para todos, hebreos y gentiles, por igual; y los profetas del
SEÑOR llevaban estas verdades infinitas a muchos por toda la
tierra. De día en día, sólo por medio de la enseñanza de los
siervos de Dios de esta gran verdad y justicia celestial,
entonces el hombre de toda la tierra podrá empezar a
comprender la importancia de ella y como funciona
sobrenaturalmente en su vida sin cesar, para hacer que los
poderes del pecado no afecten su vida de ninguna manera
peligrosa.
Así pues, Israel se inicia en sus ofrendas y en sus
sacrificios de los animales rumiantes de un año y sin tacha
alguna en sus cuerpos sacrificados, para que la sangre del
sacrificio sea lo más pura, santa y perfecta posible sobre el
altar, simbolizando así la presencia sagrada de la sangre del
pacto eterno del Hijo de David. De no ser así, entonces
nuestro Padre celestial no trataba con ellos jamás, sino que
se alejaba de sus vidas y de sus tierras, dejándolos
expuestos a la voluntad malvada de sus pecados y de los
poderes terribles de las profundas tinieblas mentirosas de
Satanás y de sus ángeles caídos, para que sean ultrajados,
robados, desterrados y destruidos por fin.
Históricamente, los enemigos de Israel siempre han sido
gentes que sirven a Satanás, de una manera u otra, pero le
sirven a él y a sus profundas tinieblas de mentiras
increíbles y sumamente mortíferas para ofender a Dios, y, por
tanto, sólo la sangre bendita del Hijo de David los protegió
desde el éxodo de Egipto y hasta nuestros días también.
Porque sólo el Espíritu de la sangre y de la vida gloriosa
del árbol de la vida en el paraíso y en la tierra, nuestro
Señor Jesucristo, puede perdonar, borrar pecados, para que
los corazones de las gentes sean sanados de todos sus males
y, a la vez, llenos de bendiciones sin fin para vivir una
vida saludable cada día.
De otra manera, no hay perdón posible de pecados para nadie,
ni menos la tierra puede ser sanada de todos sus males, para
que sus frutos sean bendecidos por Dios mismo y alimente a
las multitudes, dándoles todos sus ingredientes naturales,
como vitaminas y minerales, por ejemplo, para vivir una vida
saludable y libre de toda enfermedad. Porque los poderes del
pecado de Adán y Eva son terribles en el corazón y en la vida
de cada uno de sus hijos, para no solamente hacerles daño
cada día de sus vidas por la tierra o a la tierra misma, sino
también en el más allá, como en el infierno, para que jamás
vuelvan a levantarse a la vida eterna.
Pero si la misma tierra es bendecida por nosotros mismos al
arrepentirnos de nuestros pecados en contra de nuestro Padre
celestial y de su Jesucristo, por ejemplo, entonces no
solamente ya no nos daría de sus frutos pobres con falta de
sus vitaminas y minerales esenciales para nuestros cuerpos,
sino que nos llenaría de vida saludable en gran medida. Y
esto es que nos daría no solamente de lo mejor posible de sus
frutos vitales, sino que también no nos retendría nuestros
cuerpos muertos en sus tumbas, sino que abriría sus tumbas
para devolver a la vida a sus muertos y así también sus ríos,
sus mares y sus océanos de toda la tierra, por ejemplo, sin
duda ninguna.
Entonces, y sin que nos demos cuenta jamás, la tierra también
se hace justicia por sí misma en contra de nosotros, por
nuestras culpas y maldades en contra de Dios, de su Ley y de
su Hijo Jesucristo, y no solamente no nos da de sus buenos
frutos escondidos en sus profundidades, sino que también nos
encierra en sus tumbas eternas. Por eso es que hay muchos
encarcelados en las tumbas de toda la tierra, porque no
amaron a su Dios y Fundador de sus vidas, ni menos honraron
en sus corazones a su Hijo amado, como Él mismo los llama a
amarle a Él y honrar su Ley viviente por siempre y hasta aún
más allá de la nueva eternidad celestial.
Además, la tierra no devolverá a sus muertos jamás, ya sea en
sus ríos, mares o océanos y sólo hasta que nuestro Señor
Jesucristo le entregue de la bendición personal de nuestro
Padre celestial, y éste será el día de la resurrección para
que todos los hombres, mujeres, niños y niñas que han pisado
la tierra, vuelvan a la vida. Y todo ser viviente que haya
vivido en la tierra volverá a la vida tal como fue en vida,
porque la misma tierra lo deja ir suelto, por mandato y por
amor de nuestro Padre celestial y, además, por la gracia
sobrenatural de su Hijo amado, la resurrección, ¡el árbol de
la vida!
Unos se levantaran en el día de la resurrección para juicio y
vergüenza eterna, porque jamás amaron a su Dios, ni honraron
a su Hijo amado en sus corazones; pero otros se levantaran,
en su gran mayoría a la vida y salud eterna, porque amaron a
su Dios y honraron cada día de sus vidas a su Jesucristo en
sus corazones. Entonces nosotros mismos, por medio del
espíritu de nuestra fe, en el nombre glorioso y sobrenatural
de nuestro Señor Jesucristo, el cual la tierra junta con sus
diversos ríos, mares y océanos perfectamente conocen con sus
vidas volátiles, marinas y terrenales, de aves, peces y
animales y hasta de su vida subterránea igual, pues podemos
alcanzar muchas bendiciones sobrenaturales desde ahora.
Es decir, que la tierra tiene grandes poderes sobrenaturales,
así como de la misma tierra santa y gloriosa del paraíso y
del reino angelical, para bendecir grandemente nuestras
vidas, si tan sólo la bendecimos a ella misma en la mayoría
de los casos, removiendo nuestros pecados y rebeliones en
contra de su Creador y salvador de su vida, ¡nuestro Señor
Jesucristo! Y es esto lo que la tierra desea de nosotros, que
la salvemos, amando a nuestro Padre celestial y a su Hijo
Jesucristo, para que entonces nuestros pecados, los cuales
son muy malos y muy pesados sobre toda ella entonces
desaparezcan por completo, para que las bendiciones
celestiales tomen sus lugares respectivos por todos lados, y
así la tierra enriquecería grandemente.
Hoy en día, si nosotros hacemos caso de las enseñanzas de los
profetas de la antigüedad, y no somos rebeldes a ellos ni a
sus Escrituras, como los antiguos, por ejemplo, entonces
nuestro Padre celestial nos bendeciría grandemente, para que
la tierra, a su vez, sea bendita también cada día y para
siempre en la eternidad venidera del nuevo reino angelical.
Por eso es que las enseñanzas de los profetas y sus
Escrituras jamás morirán, ni perderán sus poderes
sobrenaturales en la tierra ni en el cielo para bendecir
nuestras vidas cada día y encaminarnos por el camino antiguo
de nuestro Padre celestial para con Israel y para con la
humanidad entera también, para miles de generaciones
venideras en la eternidad.
Es decir, que jamás hubo otro camino de regreso al paraíso y
a las manos santísimas de nuestro Padre celestial y de su
Espíritu Santo, Creadores celestiales de nuestras vidas y de
nuestras almas vivientes para amar, comer y beber por siempre
de su fruto de vida y de salud eterna, el Hijo de David, ¡
nuestro Señor Jesucristo! Presentemente, nuestro Padre
celestial nos ha dado del Espíritu Santo de la sangre y de la
vida gloriosa del árbol de la vida, el Hijo de David, para
escapar las tinieblas de las mentiras terribles de Satanás y
del ángel de la muerte y sus seguidores tradicionales, para
vivir en la paz eterna de su luz más brillante que el sol.
De hecho y derecho, ésta es la sangre del pacto eterno, la
cual nos cubre, nos protege y sobre todo nos libra de
nuestros pecados, tinieblas, problemas, enfermedades, de lo
desconocido, maldiciones en la tierra y del más allá y con
sus más ricas bendiciones de vida y de salud celestial, en la
tierra y en el cielo, para siempre. Porque el poder de la
sangre del Hijo de David, nuestro Salvador Jesucristo, "es
como el jabón y el agua" para lavarnos por dentro en el
cuerpo, en el corazón, en el espíritu, en el alma y en la
vida de cada hombre, mujer, niño y niña de todas las familias
de las naciones del mundo entero, comenzando con Israel, por
ejemplo.
Es decir, que el Espíritu de la sangre y de la vida del Hijo
de David lava el corazón de todas las impurezas satánicas,
dejando el cuerpo limpio de los males de las enfermedades de
las tinieblas y así el alma queda purificada y libre de la
mancha eterna del poder del pecado y del ángel de la muerte
para siempre. Además, la sangre del pacto eterno de nuestro
Salvador Jesucristo, en si, es tan poderosa que realmente no
sabemos, ni entendemos, toda lo poderosa que es en la tierra
y en la eternidad también, por ejemplo, como en la vida de
los ángeles y así también de cada hombre, mujer, niño y niña
de todas las naciones de la tierra.
Mejor dicho, el Espíritu de la sangre y de la vida santísima
de nuestro Señor Jesucristo son los milagros mayores del
reino angelical y de la humanidad entera de las naciones de
toda la tierra, en el paraíso y en la nueva vida infinita de
La Nueva Jerusalén santa y gloriosa del cielo y más allá de
toda duda. Porque la sangre del pacto eterno de nuestro Señor
Jesucristo para con el hombre de la tierra, de parte de
nuestro Padre celestial y de su Espíritu Santo, en si, puede
limpiarlo de todos sus pecados con tan sólo confesárselos a
Él, invocando su nombre santísimo en un segundo eterno, como
en un momento de fe y de oración, por ejemplo.
Esto es poder, poder sobrenatural e infinito, el cual se
convierte en muchos poderes aún mayores, para perdonar
pecados ya olvidados de nuestros antepasados, sanar
corazones, almas, espíritus y cuerpos humanos y hasta
nuestras tierras también, dejándolos completamente
regenerados como si jamás hubiesen pecado o sufrido la
maldición alguna de Satanás y de sus profundas tinieblas del
infierno, por ejemplo. Fue por esta razón que nuestro Padre
celestial les decía a los antiguos, comenzando con Adán y Eva
en la tierra, por ejemplo, mata y come, pero la sangre del
animal rumiante del sacrificio tendrá que ser derramada sobre
la tierra, y nadie podrá comer de ella por ninguna razón:
porque la vida del animal está en su sangre.
Y yo les he dado "la sangre" para expiación de sus pecados;
para que de esta manera sus pecados les sean perdonados y
borrados; y no es que la sangre del animal tenga algún poder
curativo o de perdón de pecados, sino que es usada, como
siempre, en substitución, o como símbolo, de la única sangre
santísima del Hijo de David. Es decir, que cada uno de los
sacrificios de sangre de los animales rumiantes, en realidad,
fueron hechos, comenzando con el de Abel, por ejemplo, en
reemplazo, en lugar, de la verdadera sangre liberadora,
justificadora, sanadora, salvadora, compensadora, llena de
vida y de salud eterna y con todas sus bendiciones sin fin
del Hijo de David, ¡nuestro Señor Jesucristo!
Entonces los antiguos aprehendían al animal rumiante y lo
degollaban sobre el altar del SEÑOR, dejando así que su
sangre se derrame sobre la tierra, siempre pensando y
honrando la verdadera sangre divina, la que limpia y cubre
los pecados y rebeliones de los hombres, mujeres, niños y
niñas de la humanidad entera, para perdón, bendición, salud y
prosperidad eterna. Por eso es que el corazón, el alma, el
cuerpo, el espíritu y la vida del pecador y de la pecadora de
toda la tierra pueden realmente ser perdonados de sus
pecados, para que tengan una vida sana, santa y pura, como si
jamás hubiesen pecado, o conocido el pecado en todos los días
de sus vidas por toda la tierra.
En verdad, ésta es una vida sumamente pura, tan pura como la
de los ángeles del cielo o del mismo árbol de la vida eterna
del paraíso, la cual agrada a nuestro Padre celestial en toda
su verdad, justicia, santidad, perfección y gloria infinita,
¡el Hijo de David! Antiguamente, esto era algo que sé tenia
que hacer con cada uno de los sacrificios de los animales
rumiantes de un año y sin tacha alguna, para que sea entonces
aceptado delante de nuestro Padre celestial, para que los
pecados sean cubiertos y así su ira santa no se encendiera
para destruirlos por sus culpas y por sus maldades
cotidianas.
Y lo mismo sigue siendo verdad, hoy en día, en Israel y en
toda la tierra, tal cual como en los días del pasado, pero
esta vez tenemos ya la verdadera sangre santísima, derramada
en su día sobre la cima santa en las afueras de Jerusalén,
"el gran altar celestial", para fin del pecado y el comienzo
de la felicidad eterna. Y es precisamente ésta misma sangre
divina en la antigüedad, por medio del sacrificio de la
sangre simbólica de los animales rumiantes, la que cubrió,
perdono y borro los pecados y rebeliones de los antiguos y de
miles de generaciones venideras en el futuro en la tierra y
en el paraíso eternamente, la cual actúa hoy en tu vida
grandemente también.
Y, desde entonces acá, sin ésta sangre sumamente santísima,
la cual comenzó con el derramamiento del sacrificio de Abel
sobre el altar del SEÑOR, nuestro Padre celestial no le habla
a nadie jamás no importando sea quien sea la persona o
personas, nación o naciones, como Moisés o como todo Israel
histórico y sus doce tribus, por ejemplo. Consecuentemente,
sin el derramamiento de la sangre del Cordero del Sacrificio
eterno, nuestro Señor Jesucristo, entonces la ira de nuestro
Creador no podía salir de la persona o personas, nación o
naciones, sino que se quedaba sobre ellos hasta destruirlos
enteramente; es decir, que sin el derramamiento de la sangre
divina sobre la tierra no hay perdón de pecado alguno, jamás.
Entonces estos sacrificios y derramamientos de sangres,
verdaderamente eran para cubrir temporalmente las culpas y
los pecados de las gentes, hebreas o gentiles, de las cuales
se acercaran al SEÑOR buscando su perdón y su reconciliación
santísima para con Él, para que sus suertes cambien para bien
de cada día de sus vidas por toda la tierra y para la
eternidad. Porque la verdad es también, así como los profetas
de la antigüedad lo manifestaban a las multitudes de Israel y
de los diversos pueblos de las naciones regados por toda la
tierra, de que sólo el Espíritu de la sangre santísima
rociada sobre el altar del SEÑOR y derramada sobre la tierra,
entonces sus suertes podían cambiar para bien eterno
seguidamente.
Y lo mismo es verdad, hoy en día, también no solamente en
Israel sino en todas las familias de las naciones, de que
sólo invocando el Espíritu de la sangre del sacrificio eterno
del Hijo de David, el Cristo, puede cambiar la suerte de sus
vidas para bien, para que sus enfermedades, problemas sean
resueltos y así sus vidas mejoradas grandemente. Los profetas
y más los que entendían lo que nuestro Padre celestial estaba
haciendo con ellos, entonces esperaban por la venida del Gran
Rey Mesías, para liberarlos de sus males y bendecirlos
grandemente no tanto como nación, sino a cada una de sus
vidas individualmente y para siempre con el fin de que
regresen al cielo, a las manos santas del SEÑOR.
Por eso, el Señor Jesucristo cuando predicaba sus palabras a
los hebreos, entonces les aseguraba, diciéndoles, por
ejemplo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie podrá
jamás regresar a la presencia santa de Dios en el reino de
los cielos, sino es por mí. Puesto que, "el Señor Jesucristo
es el único quien les hablaba" a los profetas para que los
hebreos obedecieran al SEÑOR, nuestro Padre celestial, con el
fin de que sus ofrendas y sus sacrificios de animales
rumiantes sean lo más santos posibles sobre su altar y
delante de su presencia gloriosa, para que sus pecados sean
borrados para siempre.
Y, además, es Él mismo, el Hijo de David, quien de la misma
manera siempre les hablaba por las Escrituras y así también
por el Espíritu de la Ley viva a los hebreos cada día y hasta
nuestros días también; es decir, que cada vez que los hebreos
leen las Escrituras o la Ley, están hablando con el Hijo de
David. Y la razón porque nuestro Señor Jesucristo les
aseguraba estas palabras a los hebreos y así también a los
gentiles, cuando les decía que sólo era Él el camino al
cielo, porque tenia en Él: la sangre del pacto eterno en sus
venas, para ser derramada por ellos en su día, para perdón y
para reconciliación santa con la felicidad celestial.
Además, como nuestro Señor Jesucristo tenia en sí mismo la
sangre del pacto eterno, no solamente salvaba a las personas
y familias de los hebreos y gentiles, cada vez que les
predicaba su evangelio santo y oraba por ellos, sino que
también los liberaba del poder de sus enemigos y de sus
muchas aflicciones y enfermedades eternas y mortales
juntamente. Esto era glorioso ver al Hijo de David caminando
por las calles de las ciudades y aldeas de Israel predicando
su evangelio eterno, el mismo evangelio antiguo de Abraham,
Isaac, Jacobo, Moisés, David y en fin todos los patriarcas y
profetas de Israel, para perdón y sanidad de sus cuerpos y
vidas humanas; las gentes eran sanadas de males terribles
diariamente.
Se veían grandes milagros entre los que seguían al Hijo de
David por todo Israel a donde tenia que ir para predicar la
misma palabra que los profetas habían anunciado a las
multitudes de su parte en la antigüedad, para que dejen de
caminar en las tinieblas y así se encaminen infinitamente en
la luz de la vida eterna, ¡nuestro Jesucristo! Porque todos
los sacrificios de derramamiento de sangre, comenzando con
Abel y en adelante, en verdad, fueron hechos en
reemplazo/lugar del derramamiento santo del pacto eterno, de
la sangre salvadora del árbol de la vida, el mismo árbol de
los árboles sin vida de Adán y Eva sobre la cima santa de
Jerusalén, "el gran altar de Israel", ¡nuestro Señor
Jesucristo!
En otras palabras, el sacrificio y derramamiento de sangre de
cada cordero o animal rumiante, para el sacrificio sobre el
altar de Dios, comenzando con el sacrifico de Abel, por
ejemplo, era simbólico del verdadero sacrificio y
derramamiento de sangre salvadora, la cual vendría después de
sus vidas, como hoy mismo viene a ti, si tan sólo invocas su
nombre maravilloso. De hecho, éste es el pacto de sangre
santísima del Hijo de David, nuestro Señor Jesucristo, para
el pacto de vida eterna entre Dios y el hombre de la tierra,
para así cubrir sus pecados, no temporalmente, sino para
siempre en la tierra y en la eternidad venidera del nuevo
reino sempiterno de La Nueva Jerusalén santa y gloriosa del
cielo. Porque sin la sangre bendita del Hijo de David ningún
hebreo o gentil, sea quien sea la persona, jamás podrá pisar
tierra santificada de la nueva vida infinita de La Nueva
Jerusalén santa y gloriosa del cielo: en donde todo es paz,
gloria, pureza, santidad y verdadera perfección de amor de
todas las cosas para siempre.
(Y, hoy en día, si eres hebreo o gentil y si deseas regresar
al Dios de Abraham, al Dios de Isaac y al Dios de Jacobo en
la tierra y en el cielo, pues entonces tienes que tener la
sangre bendita del Hijo de David viviendo en tu corazón, para
que comiences a vivir infinitamente desde ya: "Tu eternidad
bendita". Para que tu espíritu, tu alma, tu cuerpo y toda tu
vida humana sean santas, perfectas y llenas de amor para
entrar a la vida eterna del cielo y si no, pues morirás en
tus pecados y en tus tinieblas para jamás volver a ver la luz
del día, ni mucho menos la luz gloriosa del rostro del SEÑOR
para siempre.)
Y los profetas del SEÑOR cada día daban testimonio
contundente de todo esto al pueblo de Israel y de las
naciones también, así como lo leen hoy en día, por ejemplo,
para que sus pecados les sean perdonados y así se conviertan
de sus vidas pecadoras a la vida santa del Santo de Israel y
de las naciones, ¡nuestro Señor Jesucristo! Porque sólo el
Señor Jesucristo es la paz, la gloria y la felicidad infinita
no solamente de nuestro Creador, sino también de sus
diversidades de ángeles en sus rangos de glorias y poderes y
así también la paz, la gloria, la prosperidad y la felicidad
perfecta de cada hombre, mujer, niño y niña, comenzando con
Adán y Eva en el paraíso.
Y sin la sangre del Señor Jesucristo no hay paz, ni gloria,
ni felicidad alguna para nadie sea quien sea la persona,
familia o nación del mundo entero; no hay paz ni felicidad
alguna para el impío, ni antes ni después, declara
abiertamente la Escritura profética; a no ser que se
arrepientan de sus pecados, aceptando a Jesucristo en sus
vidas pecadoras. Entonces ésta sangre santísima de nuestro
Señor Jesucristo no solamente borra pecados de personas o
familias enteras, sino también de naciones, como la época
clásica de Israel, la cual siempre fue muy meticulosa con los
preceptos y rituales del servicio al SEÑOR, por medio de los
derramamientos de la sangre de los corderos, para perdón y
reconciliación nacional con el SEÑOR.
Entonces para que todo esto sea una realidad en los días
antiguos de Israel, nuestro Dios enviaba a sus siervos y a
sus siervas uno tras otro, como profetas, jueces, pastores,
para que les enseñen los preceptos, mandamientos y rituales a
seguir constantemente de la sangre santísima de su Hijo
Jesucristo, para que todos ellos vivan en paz con él
infinitamente. Y si no lo hacían así para satisfacer toda
verdad y justicia en sus vidas, obedeciendo a sus profetas de
todas las palabras que les enseñaban de parte de Él, pues
entonces eran entregados por Dios mismo a sus enemigos una y
otra vez, para que sean derrotados y castigados por ellos en
Israel y hasta en tierras lejanas también.
Además, Dios hacia todo esto en contra de Israel, porque su
ira se derramaba grandemente por culpa de sus pecados, por no
obedecerle a él, conforme a su más santa y gloriosa voluntad,
por medio del Espíritu Santo de los rituales de la sangre
simbólica derramada sobre su altar y sobre la tierra, para
perdón y paz duradera en sus vidas. Es decir, que en la
antigüedad y no tanto así hoy en día, porque el Señor
Jesucristo ya derramo su sangre santa para perdón de pecados,
si nuestro Padre celestial no veía el Espíritu de la sangre
bendita de su Hijo amado cubriendo los pecados, entonces su
ira se inflamaba así por así y destruía todo enteramente, sin
previo aviso.
Entonces muchos hebreos murieron así y al instante, bajo la
ira inflamada de nuestro Padre celestial por culpa de sus
pecados, porque no veía el Espíritu de la sangre y de la vida
santísima del Señor Jesucristo, para bien y paz que viene de
antiguo celestial para sus vidas y para sus tierras también,
por supuesto. Pero gracias al sacrificio eterno que los
antiguos hicieron sobre el monte santo de Jerusalén y sobre
los árboles secos de Adán y Eva, para fin del pecado y así
calmar la ira divina también sobre Israel y sobre las puertas
de las familias de las naciones que le aman a Él siempre: por
eso gozamos del perdón eterno actualmente.
Porque nuestro Padre celestial había levantado no solamente
profetas sino también hombres, mujeres, niños y niñas de
todas las familias de Israel, para que no solamente vivan
alegres y felices con Él, obedeciendo cada día sus Santos
Mandamientos, sino también para que salieran a las naciones a
ganar prosélitos para su nuevo reino sempiterno y angelical,
¡La Nueva Jerusalén celestial! Para que muchos de ellos se
conviertan a la verdad del Espíritu de la Ley viviente y del
mensaje santísimo de los rituales del sacrifico y de las
ofrendas al SEÑOR, de los cuales conllevan el mensaje
milagroso del perdón, bendición, sanidad y salvación eterna
del alma viviente del hombre, por los poderes sobrenaturales
de la sangre viva del Gran Rey Mesías.
Y esto era algo que nuestro Padre celestial quería regar por
las naciones, para que ellas también sean cumplidoras del
Espíritu de Sus Diez Mandamientos y de las ordenanzas y
decretos, los cuales rigen cada día el servicio santo al
SEÑOR, de cada una de sus ofrendas y sacrificios de
derramamientos de sangres sobre su altar y ante su presencia
gloriosa. Porque cada ofrenda y sacrificio del animal
rumiante ante la presencia santa de nuestro Padre celestial
es "el aroma sumamente rico" de la sangre bendita del pacto
eterno, llena de perdón, bendición, paz, gozo, felicidad,
verdad, santidad, justicia y vida eterna para todos los que
aman al SEÑOR creador del cielo y la tierra.
Porque para esto nuestro Padre celestial levanta a Israel
desde el vientre de sus madres, para que sean bendición sobre
las naciones, llevando el mensaje glorioso del perdón,
bendición, salud y salvación para una vida santa y sumamente
gloriosa, llena de bendiciones inagotables de nuestro Padre
celestial, de su Espíritu Santo y de su árbol de la vida, ¡el
Mesías celestial! Y fue así como nuestro Padre celestial
disperso por todas las naciones a su pueblo de Israel con sus
doce tribus (sólo un remanente quedo en Israel, para
cuidar/retener sus tierras), por ejemplo, para que ellos
mismos lleven estas grandes enseñanzas del evangelio del
perdón, bendición, sanidad y salvación para cada una de todas
las familias de la humanidad entera.
Por eso es que el nombre del SEÑOR y sus Escrituras junto con
sus profetas y su Ley santísima son conocidos a fondo por
muchos en todas las naciones; la Biblia es el primer libro
más leído mundialmente e históricamente hablando, para que
estas verdades y justicia interminable de nuestro Padre
celestial y de su Jesucristo llenen toda la tierra
enteramente. En sí, ésta es la predicación santa y sumamente
gloriosa de los profetas antiguos del SEÑOR, llena de perdón,
sanidad, milagros, maravillas, prodigios en los cielos y en
la tierra para bien de muchos en todas las familias de la
humanidad entera, hoy en día y para siempre en la eternidad
celestial e infinita, ¡nuestro Señor Jesucristo!
Es decir, que nuestro Padre celestial usa a Israel
inicialmente con sus profetas para predicar su santo
evangelio de su Hijo Jesucristo para perdón, bendición, salud
y salvación de todas las familias de las naciones, para que
todas llegasen a entender que "es el derramamiento de la
sangre del sacrificio" el cual cubre sus pecados, para
salvación y para sanidad eterna. Y sin el derramamiento de la
sangre santa de su Hijo amado, el Hijo de David, entonces no
hay perdón de pecado alguno para nadie, ni mucho menos
bendición, ni sanidad, ni salvación alguna de sus almas
vivientes, en esta vida ni en el más allá, como en el paraíso
o como en La Nueva Jerusalén gloriosa e infinita del cielo.
Por todo ello, ésta sangre santa y gloriosa, llena de perdón,
llena de bendición, llena de salud, paz y vida eterna, es la
sangre reparadora de su Hijo amado, el Hijo de David, el cual
la derramaría por amor no solamente de Israel sino también de
tu vida y de la vida de los tuyos también, mi estimado
hermano y hermana. Para que de esta manera toda la tierra sea
llena de su gloria santísima de norte a sur y de este a
oeste, así como el reino angelical de los cielos, por
ejemplo, la cual está llena de su gloria viviente de su Hijo
amado, nuestro Señor Jesucristo, ¡el árbol de la vida eterna
de todos sus seres creados para siempre!
El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre celestial y de su
Jesucristo es contigo.
¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!
Dígale al Señor, nuestro Padre celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.
LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad día y
noche, (Deuteronomio 27: 15-26):
"'¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o una imagen
de fundición, obra de mano de tallador (lo cual es
transgresión a la Ley perfecta de nuestro Padre celestial), y
la tenga en un lugar secreto!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'
"'¡Maldito el que le reste importancia a su padre o a su
madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad
de su prójimo!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que desvié al ciego de su camino!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del
huérfano y de la viuda!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre,
porque descubre la desnudes de su padre!' Y todo el pueblo
dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier
animal!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su
padre o hija de su madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que se acueste con su suegra!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que a escondidas y a traición hiera de muerte
a su semejante, sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'
"'¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente,
sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley,
poniéndolas por obra en su diario vivir en la tierra!' Y todo
el pueblo dirá: '¡Amén!'
LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS
Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre celestial y de su
Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que
el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando
llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los
ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando
día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en
el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en
espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada
categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de
la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!
SÓLO ÉSTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS
Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:
PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".
SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".
TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".
CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".
QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".
SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".
SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".
OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".
NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".
DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".
Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin más demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.
Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:
ORACIÓN DEL PERDÓN
Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.
Porque sí perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.
Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:
NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.
¡CONFÍA EN JESÚS HOY!
MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.
YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.
- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.
Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):
Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.
QUIZÁS TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.
¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?
¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?
Sí tu respuesta fue Sí, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:
Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.
Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.
Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.
El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.
El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, para la eternidad.
http://www.supercadenacristiana.com/listen/player-wm.asp?
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http://www.unored.com/streams/radiovisioncristiana.asx