1ª Parte LAO TSE - Herrymon Maurer :
En la mañana del vigésimo día, Lao Tse y Yin Hsi se hallaban sentados
bajo el árbol comiendo mijo y verduras. Lao Tse estaba sentado sobre
sus piernas cruzadas; Yin Hsi con las rodillas apretadas contra su
pecho. No hablaban, porque contemplaban a la gente que pasaba ante
ellos. Y Lao Tse veía no sólo lo que amaba, sino también lo que
aborrecía, no sólo lo que aceptaba, sino también lo que rechazaba, no
sólo lo que apetecía, sino también lo que le daba náuseas.
Al principio pasaron hombres conduciendo cerdos, otros que llevaban
verduras, mujeres cargadas con sus niños, hombres que caminaban en
grupos y otros que iban solos. Algunos llevaban simientes de mijo;
otros llevaban zapapicos. Pero al cabo de un tiempo vinieron los que
no tenían nada que llevar. Sus vestidos eran de vivos colores; a sus
costados brillaban las espadas y éstas eran de bronce, así que los
bordes eran muy afilados. Sus cintos eran brillantes y las costuras
estaban cuidadosamente cosidas. De ellos colgaban amuletos y
colgantes para que todos pudieran ver y saber que quienes lo llevaban
eran gentes ricas. Sus sombreros eran complicados y de acuerdo con su
respectiva posición y categoría. Iban calzados con zapatos. Así
fueron pasando unos detrás de otros; eran hacendados y mercaderes
ricos, nobles y funcionarios. Pero no llevaban nada, porque eran
gentes de jerarquía y podían permitirse el no llevar las cosas
consigo.
Quienes los servían, por no mencionar a los que iban detrás cargados
con fardos y equipajes, eran plebeyos. Sus hombros eran bastante
fuertes y estaban encallecidos. Sus pieles relucían como el bronce
oscuro, curtidas por el sol que les daba en la espalda. Sus ropas
estaban remendadas, y ¿cómo iban a soñar con cubrirse con túnicas?
Lao Tse contemplaba a los ricos al pasar. Las estaciones parecían
pasar con ellos. Tan pronto era verano, como otoño, invierno o
primavera. Las estaciones se fundían entre sí en constante
progresión, y tan pronto la yerba al borde de los campos se elevaba
hacia el sol, como se doblegaba y marchitaba. Tan pronto los campos
estaban verdes, y tan pronto dorados. Tan pronto los vientos
arrastraban consigo la humedad y el frío, y tan pronto traían en sus
alas un calor seco. Los hombres pasaban, y los ricos pasaban
también. No terminaban nunca.
Luego, el rostro de Lao Tse cambió de expresión; su sonrisa ya no era
una sonrisa, o si lo era, carecía de amabilidad. Frunció los labios,
pero ya no los fruncía de satisfacción. Sus arrugas se movían, pero
no se movían de gozo. ¿Y cómo iba a continuar sentado? Se puso en
pie y miró hacia la carretera, por la que seguían pasando los ricos
nobles con sus cintos, sus colgantes y sus espadas. Su presencia era
como el resplandor del relámpago, y cuando habló lo hizo con los
acentos del trueno. En cuanto a sus manos, los dedos apretaron las
palmas, y el pulgar se cerró sobre el índice.
Era un hombre bajo y, sin embargo, cuando se enderezaba parecía crecer
y hacerse grande; su cuerpo era estrecho y, sin embargo, sus hombros
parecían ensancharse; su frente era pacífica y, sin embargo, cuando
miraba parecía encolerizada.
Lao Tse gritó, con una voz que tenía la fuerza y la furia de las aguas
desbordadas:
El Gran Camino es muy suave y recto;
y, no obstante, las gentes prefieren sendas desviadas.
La corte está muy limpia y bien guarnecida,
pero los campos están cubiertos de yerbas e incultos,
¡y los graneros están vacío!
Visten brillantes ropajes,
ciñen agudas espadas,
se sacian de manjares y bebidas.
¡Poseen más riqueza que las que pueden usar!
Tales personas son un preludio a ultrajantes discordias.
En cuanto a Tao,
¿qué saben ellos acerca de él?
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(Traducción del Lao-Tse al inglés por M. John C. H. Wu Shanghai – 1939
- en T´ien Hsia : “Lao-tzu´s Tao and its Virtue”. The Old Fellow de
Herrymon Maurer -El Viejo Compañero-, Chapman and Hall, London, 1943.
H. Maurer - Lao Tse -El adversario de Confucio-, Editorial Losada -
Enero 15 de 1947)
Tomado del curso Taochi (instructorado) Lección 1B.
http://www.centrodeltao.com/nuevos_cursos_online.htm
1ª Parte LAO TSE - Herrymon Maurer : “PRELUDIO A LA DISCORDIA”