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(IVÁN): EL SEÑOR HA PREPARADO COSAS IMPRESIONANTES—PARA LOS QUE LE AMAN:

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IVAN VALAREZO

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Apr 11, 2009, 5:57:53 PM4/11/09
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Sábado, 11 de abril, año 2009 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica


(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)


EL SEÑOR HA PREPARADO COSAS IMPRESIONANTES-PARA LOS QUE LE
AMAN:

--Los que aman a nuestro Padre celestial con toda su vida son
aquellos, hombres, mujeres, niños y niñas de todas las
familias de las naciones, de los que viven cada día confiando
en Jesucristo en sus corazones y en su espíritu humano; sí,
los que aman sinceramente a nuestro Hacedor celestial son
aquellos que aman a su Jesucristo grandemente. Pues bien,
como está escrito por el profeta Isaías: Cosas que ojo no vio
ni oído oyó, ni que han nacido jamás en el corazón del
hombre, son las que nuestro Padre celestial ha preparado
grandemente para los que le aman a él, por medio de su fruto
de vida y de salud eterna, ¡nuestro Salvador Jesucristo!

Pues, para nuestro Padre celestial era necesario que Adán y
Eva comieran del fruto del árbol de la vida, nuestro Señor
Jesucristo, para que sus cuerpos y así también su sangre y su
vida humana sean transformadas en el cuerpo y, a la vez, en
la sangre santísima y vida gloriosa de su Hijo amado, ¡
nuestro Señor Jesucristo! En la medida en que, todo lo que
nuestro Padre celestial ha creado en los cielos, en si, es
para los que viven su propia vida santísima, de otra manera:
no se puede vivir ni menos gozar de nada de todo lo glorioso
que existe en el reino angelical, como en La Nueva Jerusalén
santa y perfecta del cielo, por ejemplo.

En donde, sólo entraran a vivir en ésta ciudad celestial los
que aman a nuestro Padre celestial, así como Abraham, Isaac,
Jacob y millares más lo amaron a él, en el espíritu y en la
verdad del Espíritu Santo de su voluntad perfecta, su Hijo
Jesucristo, ¡nuestro único Gran Rey Mesías y Salvador eterno
de nuestras almas vivientes! Es decir, de que nuestro Padre
celestial quiso inicialmente que el hombre coma y beba de su
Jesucristo: como de su carne, para que no vuelva a tener
hambre jamás, y que beba de su agua, para que no vuelva a
tener sed jamás tampoco-por tanto, esto no es nada nuevo-ésta
máxima celestial es tan vieja como el mismo hombre.

Actualmente, éste es un deseo mucho mas fuerte que antes en
el corazón de Dios, de que el hombre le obedezca y coma de su
fruto de vida y de salud, para que su corazón despierte para
amar a él, así como su Jesucristo siempre lo amo desde los
primeros días de la eternidad y hasta siempre para la
eternidad. Por eso, nuestro Padre celestial deseaba bendecir
grandemente a cada hebreo que salía de la región de Gosén con
su familia a vivir, en nuevas tierras del Oriente Medio, como
las mejores de su corazón eterno: En donde su Jesucristo
nacería para vivir humanamente el Espíritu Santo de sus Diez
Mandamientos y hasta cumplirlos grandemente, para la
eternidad venidera.

Pues en estas tierras, escogidas por él mismo desde la
creación del cielo y la tierra, es en donde él quiere vivir
aún con su Hijo amado, el Hijo de David, con su pueblo amado,
la Casa de Israel, y con la humanidad entera también, de
todas las familias de las naciones del mundo entero, de todos
los tiempos. Aquí, nuestro Padre celestial mostraría
grandemente los poderes sobrenaturales de su nombre muy santo
"al invocarlo", haciendo así del desierto de Egipto y así
también de la misma tierra de Israel, a lo largo y a lo
ancho, en "un paraíso inmortal", lleno de bendiciones y de
milagros sin fin para las naciones de la humanidad entera y
eternal.

Es decir, para, por fin, darle rienda suelta nuestro Padre
celestial a su corazón bendito por amor a su Jesucristo y a
su Espíritu Santo y así hacer maravillas gloriosas, que
asombran los ojos de los hombres y de los ángeles y, de
golpe, hacen que sus corazones exploten de alegrías y de
gozos sin fin, eternamente y para siempre. Porque la verdad
es que nuestro Padre celestial es un Dios de gozo y de
felicidad sin fin actualmente, para los ojos y para los
corazones de los ángeles y así también de cada hombre, mujer,
niño y niña de la humanidad entera-pero sólo por medio del
Espíritu de la sangre y de la vida gloriosa de nuestro Señor
Jesucristo.

Fue por esta razón que nuestro Señor Jesucristo se manifestó
a Moisés sobre el Sinaí, como el árbol viviente, ardiendo
entre llamas sin hacer daño a nada ni aun a la zarza, para
que "él hombre levantase su vista" y lo viera a él, como "el
libertador de su vida" del poder terrible del pecado y de las
mentiras de Satanás. Por eso también nuestro Señor Jesucristo
se transfiguro sobre el monte de la transfiguración, dentro
de la tierra de Israel, para dar testimonio personal no
solamente de Moisés y de Elías, por ejemplo, sino también de
todos los demás hombres.

Y esto fue así con Pedro, Juan y Jacobo y con cada uno de
nosotros de todas las familias, razas, pueblos, linajes,
tribus y reinos de la tierra, para ver por siempre el rostro
de nuestro Señor Jesucristo transfigurarse y resplandeciente
más fuerte que el sol en nuestros corazones, en nuestras
vidas de cada día y con gran poder sobrenatural también. Así
pues, sobre lo alto del monte santo de Jerusalén estuvo
nuestro Señor Jesucristo, clavado a los árboles secos y sin
vida de Adán y Eva, para no sólo derramar su sangre
purificadora por nosotros, sino también para que lo viéramos
a él transfigurarse eternamente, como el Gran Rey Mesías de
Israel y de la humanidad entera.

Pues ahí estaba nuestro Señor Jesucristo colgando y
completamente transfigurado sobre el madero, sangrando
profusamente, con su rostro santo todo desfigurado,
"desfigurado como el mismo Espíritu Bendito de Los Diez
Mandamientos sin poderlo leer más", por culpa de los pecados
y mentiras de Israel y de la humanidad entera-y nuestro Padre
celestial nos perdono por fin esta maldad. Porque las
primeras tablas de Los Diez Mandamientos que descendían en
las manos de Moisés, al ver el pecado de todo Israel, el
cordero fundido en el oro de Egipto, entonces no pudo
quedarse en la tierra con éste pecado, sino que bajo al fondo
de las tinieblas de la tierra, como desfigurada y moribunda,
sin poderse leer más por nuestras culpas.

Así pues, el rostro de Señor Jesucristo se desfiguro al
recibir nuestros pecados, cumpliendo en su totalidad Los
Mandamientos, para gloria y honra de nuestro Padre celestial,
descendió su alma de la cruz de los árboles sin vida de Adán
y Eva para entrar al infierno por tres días, y luego
resucitar con la vida eterna de Los Mandamientos para todos.
Desde entonces acá, sólo así nuestro Señor Jesucristo no
solamente puede entrar a nuestras vidas y limpiarnos de
nuestros pecados al instante, sino que también es parte
intima de nuestro corazón, de nuestro cuerpo y de nuestro
espíritu humano para siempre en la eternidad, delante de
nuestro Padre celestial y de su Espíritu Santo.

Es decir, también que sin el Espíritu bendito de nuestro
Señor Jesucristo viviendo en nuestros corazones y en nuestro
espíritu humano, como Dios manda, entonces no solamente
nosotros no somos felices sino aún peor, nuestro Padre
celestial y así también su Espíritu Santo de Los Diez
Mandamientos y su hueste angelical tampoco son felices con
ninguno de nosotros hoy en día. Por eso sufrimos muchos males
en nuestras vidas cada día, ya sea por medio de los nuestros,
como de los que están en casa, vecinos, amigos y hasta de
gentes de tierras lejanas también, por ejemplo, porque
Satanás puede hacer de las suyas, como siempre, con nosotros,
por medio de sus ángeles caídos y de sus malvados sin
escrúpulos.

En verdad, sin el Señor Jesucristo viviendo en nuestros
corazones, pues entonces estamos cada día más cerca del
infierno y de sus males eternos, como con más pecados,
mentiras, enfermedades y hasta de muertes terribles de
Satanás y de sus ángeles caídos en la tierra y en el más
allá. Pero con el Señor Jesucristo viviendo ya en nuestros
corazones y en nuestro espíritu humano, entonces todo cambia
para bien eterno en nuestras vidas, porque nuestro Padre
celestial es feliz en el cielo con sus ángeles y así también
con cada uno de nosotros de todas las familias, razas,
pueblos, linajes, tribus y reinos de toda la tierra.

Y es así como nuestro Padre celestial, con la ayuda idónea de
su Espíritu Santo y de su árbol de la vida eterna vive
totalmente victorioso sobre todo pecado y mentira de Satanás
y de sus ángeles malvados, entonces hará de la tierra
presente un paraíso celestial, como el paraíso antiguo donde
Adán y Eva vivieron en sus días antes de pecar. Y es éste
espíritu de felicidad y de gozo interminable de nuestros
corazones, lo que nuestro Padre celestial siempre desea
inicialmente para Adán y Eva en el paraíso y así también para
nuestras generaciones venideras, comenzando con nosotros
mismos-y nuestro Padre celestial no es un Dios a vencer
fácilmente, sino que logra lo que quiere siempre, pase lo que
pase.

Pues lo que ha decidido hacer con cada uno de nosotros, como
lo que comenzó en su mente santa, en su corazón glorioso y
amplio, pues lo llevara acabo en nuestras vidas con sus manos
invencibles y sanadoras, por medio de su Hijo amado, sin duda
alguna; Satanás morirá en nosotros, cuando Jesucristo entre
en nuestras vidas de lleno. Entonces así como nuestro Padre
celestial, su Jesucristo y su Espíritu Santo y hasta los
ángeles fieles a él, incluyendo los hombres, mujeres, niños y
niñas de buena fe y de buena voluntad tienen poderes y
autoridades sobrenaturales, al "invocar su nombre" milagroso,
para echar fuera a Satanás y sanar los enfermos-y hasta
pueden levantar a los muertos también.

Hoy en día, eso es poder del cielo para cada uno de nosotros,
el cual nuestro Padre celestial se lo delego a su Hijo
Jesucristo, y él en cambio nos los entrega también a
nosotros, para que tengamos poderes sobrenaturales y
autoridades al invocar su nombre muy santo con nuestros
labios, para derribar a Satanás y a sus males terribles. Por
eso, Satanás lucha en contra de nuestro Padre celestial, pero
su lucha es en vano en contra de él y de cada uno de todos
los hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera,
porque nuestro Salvador Jesucristo ya lo venció eternamente,
al entregar su vida santa por Israel y por las naciones de
toda la tierra.

Y lo único que le queda hacer a Satanás, con sus ángeles
caídos, es seguir mintiendo como siempre para robar, matar y
destruir todo lo que es de Dios en la vida del hombre; pero
nuestro Señor Jesucristo sigue siendo verdad y justicia para
la humanidad entera: por ello, nuestro Dios sólo piensa en
nuestro bien cada día. Y lo mismo podemos decir de nuestro
Señor Jesucristo y de su Espíritu Santo junto con sus
ángeles, de que piensan siempre hacernos el bien a cada hora,
en la tierra y en el paraíso, para siempre-pero la mente de
Satanás es de continuo hacia la mentira y el mal, para con
los que genuinamente amamos a Dios.

En verdad, Satanás no quiere que jamás conozcamos las
grandezas de nuestro Padre celestial, como él mismo las
conocía en gran medida espiritual, por ejemplo, cuando era
ángel protector del trono de Dios y de su nombre muy santo en
el reino angelical. Por eso, sabe Satanás perfectamente que
si conociéramos si quiera un poco de lo que es Jesucristo
para nuestro Padre celestial en su vida del cielo de cada
día, entonces cambiaríamos drásticamente de nuestra manera de
pensar no solamente hacia nuestro Señor Jesucristo sino
también hacia todo lo que realmente agrada a nuestro Dios y
Creador de nuestras almas vivientes.

Entonces Satanás no quiere que conozcamos las grandes
verdades del reino angelical y, consecuentemente, nos aleja
de nuestro Señor Jesucristo en cada momento que puede, con
mentiras y artimañas hasta impensables, para que nuestro amor
eterno por nuestro Padre celestial no despierte jamás en
Jesucristo, y así no conoceremos nunca las grandezas
presentes de Dios, en nuestras vidas de cada día.
Progresivamente, la mente de Satanás está en contra de
nuestro Padre celestial y de su Jesucristo, para que nosotros
vivamos cada día ciegos en sus tinieblas y, al fin, morir
perdidos en el fuego eterno del infierno, para jamás conocer
el amor de nuestro Padre celestial y la gracia infinita de su
árbol de la vida eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo!

Por lo contrario, nuestro Señor Jesucristo es "luz y
bendiciones sin fin", lleno de amor, paz, gozo, felicidad,
milagros, poder, sanidad, compasión, maravillas y hasta de
prodigios en los cielos y en la tierra, para bien eterno de
cada uno de nosotros en nuestras vidas terrenales y en
nuestras nuevas vidas infinitas de La Nueva Jerusalén santa y
gloriosa del cielo. Por eso es que nuestro Padre celestial ha
hecho de su Jesucristo el milagro, la maravilla, el prodigio
mayor de nuestros corazones y de nuestras vidas cotidianas,
para vivir no solamente protegidos de Satanás y de sus
mentiras, sino también para que no nos falte jamás ningún
bien de él ni de su Espíritu Santo, por amor a nuestro Padre
celestial.

Entonces gracias a nuestro Padre celestial y por su amor
eterno hacia su Jesucristo, pues tenemos acceso a cada uno de
los dones sobrenaturales de su Espíritu Santo, para conocer
cada día de los milagros, prodigios, señales y maravillas, de
las cuales no solamente nos bendicen grandemente nuestras
vidas, sino que "nos sanan de males hasta desconocidos" de
nuestros corazones. Por lo tanto, nuestro Padre celestial no
desea que ninguno se pierda jamás, sino que todos vivan para
siempre en esta vida y en la venidera también, la vida eterna
de su árbol de la vida, su Hijo amado, ¡nuestro único
salvador posible para Israel y para la humanidad entera,
eternamente y para siempre!

Ciertamente que nuestro Padre celestial es maravilloso y
siempre lo ha deseado manifestar grandemente a todos sus
hijos, pero solamente por medio de la invocación sobrenatural
y sumamente santa de su nombre honrado e infinitamente
glorioso, en el cielo con los ángeles y en la tierra con la
humanidad entera, empezando con Israel, como en el principio,
por ejemplo. Y todo lo que nuestro Padre celestial hace en el
cielo y en la tierra siempre ha sido por amor, y sin el amor
infinito entre él y su Hijo amado, nuestro Jesucristo, no
hace nada de nada para ángeles ni para los hombres, mujeres,
niños y niñas de las familias de la humanidad entera.

Por eso, nuestro Padre celestial desea que tengamos el
Espíritu de la sangre y de la vida gloriosa, ya vivida por
Jesucristo para cumplir con el Espíritu Santo de Los Diez
Mandamientos y así vencer del todo al ángel de la muerte y a
Satanás, para que entonces vivamos liberados del mal de cada
día y de Satanás para siempre. Porque la verdad es también,
una vez que somos liberados del poder del pecado que nos ata
a Satanás, por culpa de las mentiras que Adán y Eva creyeron
de él en el paraíso, por medio de la serpiente antigua del
Edén, pues entonces no solamente ya somos libres de la
muerte, sino también libres para vivir felices infinitamente.

Puesto que, tener al Señor Jesucristo en nuestros corazones,
entonces esto significa que ya estamos liberados de Satanás y
de los poderes terribles del pecado de la mentira y de su
muerte eterna en la tierra y en el fuego eterno del infierno,
para sólo vivir de los milagros y maravillas gloriosos de
cada día de nuestro Padre celestial. Milagros y maravillas
sin fin, como de las que viven y gozan cada día los ángeles
del cielo con nuestro Padre celestial y con su árbol de la
vida, ¡nuestro Señor Jesucristo!

Milagros y maravillas sin fin, como las que te pertenecen
solamente a ti, porque en el día que fuiste creado en las
manos de Dios, fue, en verdad, porque nuestro Padre celestial
tenia maravillas y milagros que manifestarlas delante de ti y
para ti, en la tierra y en el paraíso, para que gloríes su
nombre santísimo en tu corazón eterno. Verdaderamente, sin el
Señor Jesucristo viviendo en nuestros corazones, entonces
jamás no solamente podremos ser perdonados de nuestros
pecados, sino que también jamás podremos conocer la felicidad
ni mucho menos la vida eterna, de vivir con nuestro Padre
celestial en el reino de sus ángeles; y esto es muerte segura
para cualquiera ayer, hoy y para siempre en la eternidad.

Sin Jesucristo en nuestras vidas, entonces nuestros
corazones, almas, cuerpos y espíritu humano se mueren de
hambre y de sed; nos moriremos de hambre por la carne de su
cuerpo inmolado, y moriremos de sed, porque su agua viva nos
falta como su sangre eterna a la vida-por eso, tenemos que
obedecer el mandato de comer y beber de él siempre. Hoy en
día, nuestro Padre celestial sufre grandemente en su corazón
glorioso, porque desea ver que el hombre se arrepienta de sus
pecados y de sus muchas mentiras, para con los suyos y para
con sus semejantes; puesto que todos hemos pecado, o somos
pecadores de nacimiento, por decirlo así, para mal eterno.

Verdaderamente, nuestro Padre celestial sufre grandemente al
vernos sufrir nuestros propios males de cada día, porque
Satanás se burla de nosotros al vernos débiles y, a la vez,
lejos de él y sin su Jesucristo viviendo en nuestros
corazones, para que su sangre santificadora nos proteja del
mal, como su Escritura lo manda desde el comienzo por medio
de sus profetas. Porque la verdad es que si tan sólo cada uno
de nosotros se arrepiente de sus pecados y malas obras, por
ejemplo, como males de nosotros mismos y hasta de nuestros
antepasados, entonces los poderes sobrenaturales de nuestro
Señor Jesucristo y de su Espíritu Santo nos liberarían de
tantos males crueles, en el acto y sin demora.

Males: como problemas, dificultades, enfermedades y otras
desgracias espantosas, además de la muerte en vida del
corazón, alma, cuerpo y hasta del espíritu humano, nuestro
Padre celestial rompería al instante las cadenas del pecado
de Satanás y de sus mentiras que nos ata a ellas, para
dejarnos libres de estos males terribles, de una vez por
todas y para siempre. En otras palabras, hay problemas que
existen en nuestras vidas por culpa de algún mal del pecado
que no nos hemos arrepentido aún, por ejemplo, el cual existe
en nuestras vidas de cada día y hasta que lo confesemos a
nuestro Padre celestial, en el nombre del Señor Jesucristo,
para que nos haga libre de él o de los problemas agobiadores.

Así pues, también con las enfermedades, enfermedades que el
hombre sufre, de una manera u otra, las cuales afligen su
vida diariamente y hasta acabar con él entre el polvo de la
muerte y el infierno, las cuales saldrían de su vida y de su
cuerpo rápidamente, con tan sólo creer en Jesucristo y
confesar su nombre santo con sus labios. Es decir, también
que la enfermedad o problema que estás sufriendo hoy en día,
y el cual comenzó quizás mucho tiempos atrás, se debe a que
no has confesado, o no te has arrepentido de algún pecado o
pecados, delante de Dios y de su Jesucristo, para que seas
perdonado y liberado instantáneamente del mal que está
destruyendo tu vida.

Por eso, que es bueno creer en el corazón y confesar con los
labios el nombre bendito de nuestro Salvador Jesucristo, para
que nuestro Padre celestial comience a hacer su gran obra de
reparación en nuestras vidas y así salgan todos los males que
no deberían estar en nosotros, por ninguna razón-como
espíritus inmundos, por ejemplo. Porque la verdad es que
donde está el pecado sin confesarlo aún, pues hay están los
espíritus inmundos, ya que ese es su territorio propio por
inicio, tu corazón malvado, tu alma pecadora, tu mente
transgresora de la Ley y así, en fin, tantos males y pecados
de cada día en tu vida por toda la tierra.

Así pues, muchas maravillas y prodigios sobrenaturales del
cielo y de la tierra, de las cuales te pertenecen a ti y a
cada uno de los tuyos también, como ángeles gloriosos y
poderosos, por ejemplo, no pueden acercarse a ti, ni menos
cumplirse sus bendiciones por la presencia de tus pecados aún
inconfesos delante de nuestro Padre celestial, en el nombre
de Jesucristo. Hoy, confiesa tus pecados, dile la verdad al
SEÑOR, en el nombre bendito de Jesucristo, y entonces
comenzaras a sentirte libre del mal que te agobia a ti y a
los tuyos; hazlo, en un momento de oración, y vivirás el
cambio en tu vida inmediatamente. Por cierto, se siente
requetebueno, ser libre del pecado, gracias a Jesucristo
actuando en ti cada día.

Pues es el ministerio del Gran Rey Mesías en nuestras vidas
de cada día, de ser nuestro Cordero Escogido para derramar su
sangre santa y expiatoria por nuestros pecados, y de ser
también nuestro sumo sacerdote para abogar por nosotros
delante de nuestro Padre celestial y así librarnos de tantos
males, para llenarnos de vida y de salud eterna
infinitamente. Ésta es la puerta celestial sobre la tierra,
la cual ya está abierta para ti, lo único que tienes que
hacer es confesar tus pecados y entrar por ella, no
importando jamás donde te encuentres o cómo te encuentres;
nuestro Padre es poderoso para librarte del pecado y de su
infelicidad, y hacerte feliz al instante, ¡gracias a su
Jesucristo!

Sólo nuestro Señor Jesucristo es nuestra felicidad
sobrenatural de nuestros corazones y de nuestro espíritu
humano en la tierra y en el paraíso, desde hoy y para siempre
en la eternidad; puesto que ser feliz, en si, es tener paz
para con nuestro Padre celestial que está en el cielo, por
medio del Espíritu de la sangre cumplidora de la Ley
viviente. Y sin el Señor Jesucristo en el centro de la
humanidad entera, como en la tierra que nuestro Padre
celestial escogió por si mismo para ésta gran obra
sobrenatural, entonces no hay paz para nadie jamás-a no ser
que las gentes de las naciones se arrepientan y reconozcan a
Jesucristo no sólo como Rey de Israel, sino de sus vidas
también. Esa es la paz del hombre y de toda la tierra,
también, como con los ángeles en el cielo, por ejemplo.

Por eso fue que nuestro Señor Jesucristo, en sus últimos días
de vida en Israel, se detuvo de lejos, mirando a todo Israel
desde lo alto y lloro, diciendo: Como quisiera que conocieras
lo que hoy puede traerte paz… Si tan sólo hubieses conocido
el tiempo de tu visitación, cuando: "Dios mismo vino en
persona a salvarte por amor a su nombre y a su palabra santa
en ti"-para que el milagro y la maravilla que conlleva el
amor a la paz y la gloria jamás te falten a ti ni a los tuyos
porvenir, para generaciones futuras.

Pero, aún así, nuestro Padre celestial desea que abandonemos
nuestra mala manera de vivir sin Él y sin su Jesucristo en
nuestros corazones, para que así Satanás ya no tenga ningún
motivo para entrar en nuestras vidas e influirnos con sus
males y hasta tinieblas indescriptibles, para el alma y para
el espíritu humano del hombre pecador del mundo entero.
Puesto que, siempre ha sido Satanás, por medio de su espíritu
de error, el cual empezó a vivir en el corazón y en la sangre
de Adán y Eva, al comer del fruto prohibido, en vez de comer
del fruto del árbol de la vida, el Rey de Israel y de la
humanidad entera, nos hace daños sin parar jamás.

Sólo nuestro Señor Jesucristo es nuestra verdadera libertad
de Satanás en el paraíso, en la tierra y así también será por
los siglos de los siglos en La Nueva Jerusalén perfecta y
majestuosa del cielo-; entonces-el que rehúsa creerlo en su
corazón y confesarlo con sus labios delante de nuestro Padre
celestial muere, muere como Adán y Eva murieron
desafortunadamente. Nuestro Padre celestial nos quiere libres
de Satanás y limpios simultáneamente de sus pecados y de sus
mentiras malvadas, las cuales no solamente contaminan
nuestros corazones eternos sino también nuestro espíritu
humano, para que no amenos a nuestro Dios, por medio de su
Jesucristo, como debe de ser en la tierra desde el paraíso y
hasta nuestros días, por ejemplo.

Porque la verdad es que el amar a nuestro Padre celestial por
medio del Espíritu de la sangre y de la vida mesiánica y
victoriosa de nuestro Señor Jesucristo sobre cada uno de los
pecados y mentiras usuales de Satanás, en sí es el
renacimiento de las manifestaciones continuas de milagros y
maravillas en nuestras vidas cotidianas, por toda la tierra.
Por ello, nuestro Padre celestial desea que aceptemos a su
reino venidero, cuanto antes mejor, y la manera de hacerlo es
reconociendo a su Hijo amado en nuestros corazones y en
nuestro diario vivir por toda la tierra, para que él con su
sangre santísima nos limpie ritualmente el alma de toda
contaminación de pecado, para darnos sus obras grandiosas
cada día.

Porque la verdad es que si somos libres de Satanás y de sus
pecados mentirosos y crueles, entonces seremos (o nos
sentiremos) como los ángeles del cielo, "viviendo en libertad
celestial", libres de muchos males y, a la vez, llenos de
tanta alegría angelical para nuestro espíritu humano-gozando
por siempre de todo bien celestial. Esto es algo glorioso, lo
que podemos sentir en nuestras vidas cada día y, a la vez,
crecer grandemente en nuestro espíritu humano, para llegar a
ser como los ángeles del cielo y hasta finalmente llegar a
ser como nuestro árbol de la vida, ¡nuestro Señor Jesucristo!

Dado que, nosotros no fuimos creados por las manos de Dios
como los ángeles, por ejemplo, sino como su Hijo amado y como
él mismo y hasta como su mismo Espíritu Santo, sin duda
alguna para vivir eternamente felices; hemos sido creados
para crecer espiritualmente y ser infinitamente igual que
nuestro Dios del cielo y de la tierra, para siempre. Por eso
Satanás nos odia tanto y sin razón alguna, es decir, sin que
ninguno de nosotros jamás le haya hecho ningún mal a él ni a
los suyos; pues nos odia Satanás desordenadamente en su
corazón malvado, porque cuando nos ve, entonces está viendo
al mismo Dios creador del cielo y de la tierra; puesto que,
somos su imagen celestial.

Entonces si comenzamos a crecer grandemente en nuestro
espíritu humano, pues será para que nuestro Padre celestial
nos comience a enseñar tantas cosas gloriosas, las cuales
están escondidas de Satanás y de todos los pecadores de toda
la tierra también, empezando con Adán y Eva en el paraíso,
por ejemplo. Porque nuestro Padre celestial no nos puede
manifestar sus cosas gloriosas y grandiosas del cielo y de la
tierra, si aún permanecemos en las mismas tinieblas en la que
nacimos en la tierra de Adán y Eva, o la de nuestros
antepasados, por ejemplo.

Son nuestros pecados inconfesos, los que nos mantienen ciegos
cada día y lejos de nuestro Padre celestial y de sus secretos
y bendiciones sobrenaturales para bendecir y alimentar
nuestros corazones, almas, cuerpos y espíritu humano cada día
en la tierra y así también infinitamente en la nueva
eternidad del cielo. Fue por esta razón que nuestro Señor
Jesucristo les decía a sus discípulos, por ejemplo, si
ustedes no pueden entender las cosas terrenales con el
corazón y la mente que tienes embotada de males y tinieblas,
pues entonces como podrían entender las cosas espirituales,
las verdaderas, como las que fueron creadas inicialmente por
nuestro Padre celestial por amor a ustedes mismos.

Por eso, líbrense de todos los poderes de sus pecados, en un
momento de oración, de fe y de invocación del nombre del
SEÑOR, y entonces comenzaran a crecer día a día en el
Espíritu Santo, para entender las cosas colosales, las cuales
nuestro Padre celestial las tiene escondidas de los
pecadores, pero no de sus hijos en su Jesucristo. Hay cosas
grandiosas y sumamente gloriosas en los cielos y en la tierra
también, las cuales nuestro Padre celestial las creo
individualmente, en sus millares, como las estrellas del
infinito, para que cada uno de ustedes las gocen cada día,
pero sin el pecado de Satanás, porque Satanás no tiene nada
de nada con él, ni hoy ni nunca.

Por eso es que el Señor Jesucristo tiene que ser parte de tu
corazón, desde ahora, para que las ventanas del cielo y las
puertas de la tierra se abran delante de ti y tú mismo puedas
pasar, y no otro, ha ver todo lo maravilloso y sumamente
glorioso que nuestro Dios crea por ti, para que seas
infinitamente feliz. Entonces ser lavado así por la sangre
del Señor Jesucristo de todos nuestros pecados que han tocado
nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras almas, nuestros
cuerpos y espíritu humano, es lo mejor que nos puede pasar
hoy en día, para empezar a recibir de la paz, la vida y su
gloria eterna, las cuales nuestro Jesucristo ya nos las
entrego fielmente.

Porque es solamente la sangre bendita de nuestro Señor
Jesucristo la que nos puede limpiar de tantos males del
pecado y de sus enfermedades terribles y hasta mortales en la
tierra y del más allá también, como del mundo de los muertos,
por ejemplo, en donde no hay paz, ni misericordia, ni menos
amor santo para nadie, para siempre. En el infierno, viven
los que jamás han creído en sus corazones, ni menos han
invocado con sus labios el nombre salvador de Jesucristo,
para que sus pecados les fuesen perdonados, como los del
paraíso y de los de su diario vivir por la tierra y así sus
nombres estuviesen eternamente escritos en "el libro de la
vida".

Porque todos los que tienen sus nombres escritos en "el libro
del cielo" son los que simplemente han creído en sus
corazones y han confesado con sus labios, como hoy día, el
nombre glorioso de su Hijo Jesucristo, en un momento de
oración y de fe, para perdón de pecados y sanidad de sus
almas vivientes y de su espíritu humano. Para que así, cada
uno de ellos deje de vivir en las tinieblas de no conocer aún
la luz y las bendiciones de cada día del Espíritu de amor
entre nuestro Padre celestial y de su Hijo amado, el Hijo de
David, hacia cada uno de nosotros, de todos los hombres,
mujeres, niños y niñas de la humanidad entera.

Pues para ellos nuestro Padre celestial ha preparado una
nueva ciudad celestial, pavimentada con calles de oro, las
cuales llevan a las puertas individuales de las mansiones de
cada uno de sus hijos e hijas, de los que han creído en sus
corazones y han invocado con sus labios el nombre salvador de
su Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo! Ésta es una ciudad
gloriosa actualmente, llena de plantas y de árboles, de los
cuales dan sus frutas a cada día para que los que aman a su
Dios y Fundador de sus nuevas vidas celestiales, por medio de
su árbol de la vida, nuestro Señor Jesucristo, pues entonces
jamás les falte ningún bien para ellos ni para los suyos.

Desde hoy, podemos comenzar a gozar de estos frutos de los
árboles y de las plantas del paraíso y de La Nueva Jerusalén
celestial, las que nos dan milagros cada día, pero nuestro
Padre celestial desea que disfrutemos principalmente de los
frutos del árbol de la vida, nuestro Salvador Jesucristo,
para que nuestros corazones estén siempre llenos de todo
bien. Porque nuestros corazones fueron puestos en nuestros
pechos por nuestro Padre celestial como el de él mismo, para
que no solamente sea lleno de todo bien del reino angelical,
del paraíso y de La Nueva Jerusalén eterna, sino también de
los bienes escondidos de la tierra; porque nuestro Padre
celestial crea grandes cosas en la tierra, para nosotros
disfrutar progresivamente.

Es decir, también que los tesoros escondidos del mundo
entero, debajo sus tierras y de sus mares, fueron puestos por
nuestro Padre celestial en sus lugares, para nosotros
descubrirlos y disfrutarlos en nuestros días, y así también
como los tesoros escondidos, escondidos de Satanás y del
pecador, los que están en los cielos, para ser disfrutados
infinitamente por nosotros también. Entonces es importante de
que estemos llenos de nuestro Señor Jesucristo y de su
Espíritu Santo, al invocar su nombre salvador, para que su
Espíritu de verdad nos guíe progresivamente a toda verdad de
las que se ven y hasta de las que están escondidas en la
tierra y en el cielo también, para bien de nuestras vidas
eternas.

Porque es necesario que nuestros corazones no solamente
conozcan sino que también vivan cada día con el Espíritu
Santo de nuestro Padre celestial y de su Hijo amado, para que
siempre estemos limpios del poder del pecado y libres de su
muerte destructora en la tierra y del más allá también-para
entonces poder vivir en el cielo, desde ahora. Si, así es,
somos del cielo; somos ciudadanos legítimos del reino de los
cielos; puesto que fuimos creados en las manos de nuestro
Padre celestial al salir de los lugares más profundos de su
corazón santísimo, para conocer la vida eterna con Él, pero
únicamente por medio de su fruto de vida, ¡su Jesucristo!

Puesto que, nuestro Señor Jesucristo les enseñaba a sus
discípulos, de que él no era de este mundo, sino del mundo
celestial de nuestro Padre celestial y de sus ángeles; por lo
tanto, así como él no es de este mundo, tampoco nosotros lo
somos, porque hemos creído en su nombre salvador, y hemos
sido registrados en "el libro del cielo". Y si ya no somos de
este mundo, en donde nacimos en el espíritu de error y de
rebelión de Adán y Eva, pues entonces Satanás ya no nos puede
ver para hacernos daño como siempre, sino que somos del mundo
angelical del SEÑOR para bendición, porque hemos vuelto a
nacer de su Espíritu Santo, al invocar su nombre salvador, ¡
nuestro Jesucristo!

Ahora, si hemos sido lavados de los males de los pecados del
paraíso, por culpa de Adán y Eva, y de los pecados de nuestro
diario vivir en la tierra, entonces el Espíritu Santo de
nuestro Padre celestial nos colmara de grandes bendiciones
cada día, de las cuales jamás nos han pasado por nuestras
mentes ni menos por nuestros corazones. Ciertamente que
tendremos derechos como los ángeles y hasta como nuestro
mismo Señor Jesucristo, para recibir progresivamente cada una
de las obras y maravillas gloriosas y colosales de nuestro
Padre, para glorificar su nombre santo mucho más que antes en
nuestros corazones-ahora, Satanás ya no te ve por tu propio
nombre, sino por el nombre sobrenatural y todopoderoso de
Jesucristo.

Es decir, que Satanás aprenderá a temerte y hasta temblara
delante de tu presencia, así como siempre temió y tembló
delante de la presencia gloriosa de nuestro Padre celestial,
de su Hijo Jesucristo y de su Espíritu Santo y hasta de sus
ángeles fieles del cielo, por ejemplo-Satanás le teme
grandemente a la sangre de Jesucristo en tu espíritu humano.
Éstas bendiciones de nuestro Padre celestial, para con cada
uno de nosotros, son solamente posibles, hoy en día, como en
la antigüedad para con Israel o para con los que le amaban a
él, en el Espíritu y en la verdad, de la sangre bendita de su
sacrificio eterno sobre su altar celestial, su Hijo amado, ¡
nuestro Señor Jesucristo!

Es decir, que nuestro Padre celestial nos quiere ver limpios
y libres cada día de nuestras vidas por toda la tierra, de
los poderes terribles de las profundas tinieblas de los
pecados y de las mentiras crueles de Satanás y de sus
seguidores sin escrúpulos, para que haya justicia perpetua
por fin en toda la tierra, así como en el cielo. Porque en el
reino de los cielos hay justicia y verdad por todos lados, y
nadie jamás volverá a mentir en sus lugares santos, como en
su día de rebelión y de gran maldad Lucifer lo hizo para
convertirse en el enemigo eterno de Jesucristo, el adversario
de Dios, Satanás; es decir, que Satanás ya no miente en el
cielo como siempre.

Satanás sabe perfectamente que a nuestro Padre celestial ni a
ninguno de sus ángeles fieles les podrá jamás engañar, como
una vez lo intento en el día de su rebelión, cuando engaño a
una tercera parte de ellos para que se rebelaran en contra de
Jesucristo y de la humanidad entera también-la cual
comenzaría a existir posteriormente en el paraíso. Satanás ya
no puede mentir más en el cielo, porque nuestro Señor
Jesucristo lo derrota para siempre con los poderes
sobrenaturales de su sangre santísima y santificadora, para
la vida de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad
entera-así pues también contigo, si Jesucristo reina en tu
vida, por el poder de la oración y la fe.

Consiguientemente, limpios nuestro Padre celestial nos quiere
a cada uno de nosotros, para que no solamente bendecirnos
grandemente, como sólo él lo puede hacer (y como siempre lo
ha soñado), sino también para abrirnos las puertas del
paraíso, una vez más (y esta vez para siempre), para que
entremos y vivamos con él y los suyos, de hoy en adelante.
Pues es aquí, en éste mundo celestial del SEÑOR, cuando
muchos si no todos los milagros, maravillas, señales de
prodigios en el cielo y en la tierra se comienzan a
manifestar grandemente en tu vida, aunque no los veas por el
momento, pero están en su función sobrenatural dentro y fuera
de tu vida, por muchas razones sobrenaturales.

Porque nuestro Padre celestial envió a su Jesucristo a Israel
para enseñarnos a vivir con Él y en su nuevo mundo celestial,
lleno de milagros, pero desde hoy en nuestros corazones,
confesando siempre su nombre bendito y sumamente glorioso,
para que nuestras bendiciones cotidianas jamás nos falten; es
decir, que nuestra vida eterna empieza ya, con Jesucristo en
nuestras vidas. Nuestro Padre celestial desea hacer
maravillas continuamente con nuestras vidas en la tierra, en
su reino angelical y en su Nueva Jerusalén santa y perfecta
del cielo, en donde Satanás jamás nos volverá a tocar con sus
mentiras, porque ya no existirá para entonces, para siempre-,
ni se volverá a oír jamás su nombre mentiroso, cruel e
inhumano.

En verdad, cuando muera Satanás, entonces será porque la
sangre del Señor Jesucristo habrá limpiado cada alma de cada
hombre, mujer, niño y niña de la humanidad eterna, de todas
las manchas del pecado y de las mentiras malvadas; es decir,
que Satanás vive aún, porque el pecado existe en el corazón
del hombre mentiroso y malvado de toda la tierra. Por eso es
que muchas de todas las bendiciones celestiales de nuestro
Padre celestial son retenidas en el cielo y en la tierra, es
decir, que no se cumplen en nuestras vidas, por más reales
que sean, porque el pecado de Satanás vive aún en nosotros,
si no hemos invocado a Jesucristo, como Dios manda, para
cumplir las Escrituras en nosotros también.

Porque las Escrituras no solamente tuvieron que cumplirse en
la vida de nuestro Señor Jesucristo y de sus apóstoles de la
antigüedad de Israel, sino también en cada uno de nosotros,
hoy en día, para que la tierra deje de ser tiniebla sino luz
de vida eterna para todos, para que la gloria de nuestro
Padre celestial se manifieste grandemente. Y sólo así,
nuestro Padre celestial habrá transformado toda la tierra en
la que nacimos de nuestros padres, para que entonces venga a
ser por sí un paraíso celestial, empezando grandemente en la
misma tierra del nacimiento virgen de nuestro Señor
Jesucristo, ¡Israel!

Israel, en donde, por voluntad perfecta de nuestro Padre
celestial y de su Espíritu Santo, en el vientre virgen de la
hija de David, de la tribu de Judá, nuestro Señor Jesucristo
entra al mundo milagrosamente, como el Hijo de David, ¡cómo
el único Rey y Salvador posible de Israel y de la humanidad
entera! Es decir, que nuestro Señor Jesucristo descendió de
su vida bendita de nuestro Padre celestial y de su reino
angelical, para entregarle a Israel y a cada hombre, mujer,
niño y niña de las familias de las naciones: el reino
celestial con sus muchas y gloriosas riquezas junto con sus
millares de ángeles fieles y santísimos-santísimos para
nuestro Padre celestial!

Es decir, que nuestro Padre celestial no solamente nos
entrega la vida de su Hijo amado junto con todo su amor
antiguo, sino que también nos regala su reino celestial junto
con sus ángeles poderosos y sus muchos milagros y maravillas
sin fin, para enriquecer nuestras vidas grandemente cada día,
en la tierra y así también para la eternidad venidera. Porque
la verdad es que nuestro Padre celestial, por medio del
Espíritu glorioso de la sangre y de la vida bendita de
nuestro Señor Jesucristo, ya venció a Satanás para siempre en
cada una de sus artimañas malvadas en contra de Israel y en
contra de las familias de las naciones de toda la tierra
también.

Por lo tanto, Satanás sólo vive aun en la tierra y en el bajo
mundo de los muertos, porque el pecado vive en el corazón
pecador del hombre que todavía no ha creído ni ha confesado
con sus labios el nombre milagroso de nuestro Salvador
Jesucristo, para bien de su vida de cada día por toda la
tierra. Porque una vez que el pecado muere en el corazón y en
la vida de cada hombre y mujer de la humanidad entera,
entonces Satanás, ni ninguno de sus ángeles caídos, tiene
razón para existir más en la tierra ni menos en el más allá,
para siempre, como en los lugares celestiales, en donde fue
creado como el arcángel protector.

Ya que, así como nuestro Padre celestial limpiara la tierra
del pecado y de las mentiras de Satanás y de sus malvados de
siempre, por medio de fuego, para que todo lo malo deje de
existir delante de su presencia santa, así pues también hará
nuestro Padre celestial, si no ya, con el paraíso y con su
reino angelical del cielo. Por cuanto, cada pecado que agobia
nuestras vidas nació entre millares de ángeles del cielo,
cuando una tercera parte de ellos se rebelo en contra de
nuestro Padre celestial y de su árbol de la vida, así como
posteriormente lo harían Eva primero y luego Adán, pero en el
mismo día para que, por inicio, sus rebeliones toquen
nuestras vidas siempre.

Pues ese es el problema principal de toda tu vida hoy en día,
desde el día en que naciste y para siempre, a no ser que
aceptes al Señor Jesucristo en tu corazón y confieses su
nombre milagroso con tus labios, para que entonces cambie de
rumbo perdido tu vida hacia un rumbo mejor y glorioso hacia
el reino angelical. Y sólo el fruto del árbol de la vida
tiene los poderes y autoridades sobrenaturales para destruir
todo pecado y borrar sus huellas infinitamente del corazón y
de la vida de cada familia de las naciones de la tierra, como
con Israel en la antigüedad, por ejemplo, pero únicamente por
medio del derramamiento por tierra de la sangre del Cordero
Sacrificado.

En verdad, ya no tenemos que derramar por tierra más sangre
de corderos, para que nuestro Padre celestial limpie nuestras
vidas, de todos los males terribles del pecado de Satanás y
de sus ángeles caídos, porque ya Él lo hizo, de una vez por
todas y para siempre, con la misma sangre santísima de su
Hijo amado, ¡el Hijo de David! Para que ya no suframos más
los males del pecado, sino que vivamos felizmente libres de
los problemas, enfermedades y maldiciones que conllevan las
mentiras de Satanás a destruir el corazón y la vida de cada
hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, así como
destruyo inicialmente a Adán y Eva en el paraíso, por
ejemplo.

Con nuestro Señor Jesucristo viviendo en nuestros corazones,
entonces ya no vivimos más para el pecado ni para sus
mentiras y maldiciones del mundo bajo de las almas perdidas,
sino que viviremos perpetuamente felices con la vida gloriosa
de nuestro Padre celestial y de sus ángeles santísimos, los
cuales creó Dios para que estén con nosotros y nos sirvan
milagrosamente. Hoy en día, los ángeles suben y bajan de la
presencia de nuestro Padre celestial, de su Jesucristo y de
su Espíritu Santo, para impartirnos grandes bendiciones del
reino angelical, cumpliendo así la voluntad individual de
nuestro Padre celestial para con cada uno de nosotros, en
todos los lugares de la tierra, del ayer y de siempre.

Pues grande es la gloria celestial y hasta terrenal también,
porque nuestro Señor Jesucristo prometió hacer nuevos cielos
y nueva tierra, para los que aman a nuestro Padre celestial
por medio de él, su Hijo amado, en esta vida y en la venidera
la vida eterna, llena de milagros y maravillas sin fin para
todos. Es decir, que los cielos y la tierra, en donde hemos
nacido todos, con excepción de Adán y Eva, volverá a ser
edificada por nuestro Padre celestial y por su Hijo amado,
para que ya no reine más el pecado en ella, sino su Espíritu
Santo en cada uno de nosotros en todo su fulgor divino e
inmensurable.

Porque en esta tierra nuestra, volverá a reinar la felicidad
de conocer la verdad y la justicia en su plenitud en nuestras
vidas y nuestro espíritu humano con el fin de amar, servir y
alabar por siempre a nuestro Padre celestial y a su Espíritu
Santo de Sus Diez Mandamientos, por medio del fruto de la
vida eterna, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Nuestra tierra
volverá a nacer, como cualquier pecador, pero del Espíritu
Santo de Los Mandamientos, para que vuelva a ser regada del
Espíritu de Verdad, como en la fundación de las cosas, pues
esta vez no será para subyugar las profundas tinieblas de
Satanás, ya que él no existirá más entonces, sino para llenar
la tierra de las cosas misteriosas y colosales.

Cosas muy grandiosas, para los ojos y para el corazón de los
ángeles y de los hombres, las cuales nuestro Padre celestial
crea en su más infinita bondad y amor por cada uno de
nosotros, por medio de su Jesucristo, para que las gocemos
grandemente junto a él y sus ángeles para miles de siglos
venideros de su nuevo reino sempiterno. Pues entonces, la
voluntad perfecta de nuestro Padre celestial se cumple en
nosotros al fin, gracias a la obra santísima de su Espíritu
Santo en la vida de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo,
por cuanto nos creo en su imagen y conforme a su semejanza
celestial, para que gocemos la vida eterna de cada día, de
todos nosotros.

Es decir, para que gocemos, rebosando de alegría en nuestros
corazones eternos e inmensos, gracias a su Jesucristo, de sus
más gloriosas obras de su corazón santísimo, las cuales
engrandecen y glorifican su nombre bendito para siempre,
delante de sus ángeles del cielo. Obras eternas, de las
cuales nuestros corazones jamás pudieron concebir ni por un
sólo instante hasta que nuestro SEÑOR nos las manifieste y
nos las entregue personalmente, para gozarlas y vivirlas cada
día en nuestras mansiones celestiales de su nuevo reino
angelical, La Nueva Jerusalén santa y gloriosa del cielo-si,
nuestro Dios nos ha bendecido grandemente para su eternidad
celestial.

Pues todo lo ha creado nuestro Padre celestial y de acuerdo a
su corazón santísimo y su voluntad sublime para con cada uno
de nosotros, para que jamás volvamos a conocer la infelicidad
ni menos el desamor, sino, por lo contrario: conoceremos la
felicidad, llenos de amor por su presencia santísima entre
nosotros, ¡la obra eterna de sus manos sanadoras! Y es,
precisamente, en éste antiguo amor, en el cual gozaremos de
tanta paz y de tanta gloria desde ya y para la eternidad de
La Nueva Jerusalén santa y bendita del cielo, en donde
viviremos con nuestro Padre celestial y con nuestros
antepasados también, para jamás volvernos a separar por culpa
del pecado de nadie.

Pues serán días largos y gloriosos, en los cuales no
extrañaremos más el pasado de nuestras vidas pecadoras, sino
que sólo viviremos sumidos en las cosas sublimes y colosales
preparadas por nosotros, gracias al amor y la fe, los cuales
sentimos en nuestros corazones por nuestro Jesucristo y por
nuestro Hacedor celestial, el Creador del cielo y de la
tierra, ¡El Todopoderoso! - ¡Feliz Semana Santa-: Felices
días de Pascua también a todos! ¡Amén!

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre celestial y de su
Jesucristo es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.

LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad día y
noche, (Deuteronomio 27: 15-26):

"'¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o una imagen
de fundición, obra de mano de tallador (lo cual es
transgresión a la Ley perfecta de nuestro Padre celestial), y
la tenga en un lugar secreto!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'

"'¡Maldito el que le reste importancia a su padre o a su
madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad
de su prójimo!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que desvié al ciego de su camino!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del
huérfano y de la viuda!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre,
porque descubre la desnudes de su padre!' Y todo el pueblo
dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier
animal!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su
padre o hija de su madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que se acueste con su suegra!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que a escondidas y a traición hiera de muerte
a su semejante, sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'

"'¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente,
sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'

"'¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley,
poniéndolas por obra en su diario vivir en la tierra!' Y todo
el pueblo dirá: '¡Amén!'

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre celestial y de su
Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que
el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando
llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los
ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando
día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en
el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en
espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada
categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de
la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!

SÓLO ÉSTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin más demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque sí perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.

Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁS TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Sí tu respuesta fue Sí, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, para la eternidad.


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