(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)
NUESTRO DIOS NO FAVORECE EL PECADO:
Ciertamente, nuestro Padre Celestial no es un Dios que se
complace en la perversidad; el espíritu de falta de honradez:
"como la maldad, la mentira, la falsedad, la calumnia no
habitarán junto a él jamás". Los arrogantes, los pecadores,
los blasfemos no se presentarán ante sus ojos en ningún
momento ni por ninguna razón: "a no ser que tengan el
Espíritu del nombre sagrado de su Hijo amado en sus corazones
y confiesen con sus labios su nombre salvador e infinitamente
milagroso", para sus vidas y para destruir cada una de las
tinieblas de sus pecados.
Por lo tanto, nuestro Padre Celestial aborrece infinitamente
a los que obran iniquidad, porque no hay verdad en ninguna de
sus palabras, ni en ninguna de sus muchas obras tampoco, sino
"sólo mentiras tras mentiras y falsedades abundan en sus
corazones y en sus labios, como siempre, como con el mismo
Satán del infierno ardiente", por ejemplo. De ahí que, cada
vez que nuestro Padre Celestial ve a un pecador o a una
pecadora, entonces "está viendo a Satanás mismo, ni más ni
menos", como el rebelde de siempre, creyendo en su corazón
perdido y confesando con sus labios blasfemos sus mismas
mentiras, sus mismas falsedades y sus mismas calumnias de
siempre.
Y esto es un mal que nuestro Padre Celestial no soporta en
ningún momento de su vida, cada vez que lo ve desde el cielo,
"desarrollarse como si nada en la vida de cada pecador y de
cada pecadora del mundo entero". Y es por eso, que la maldad
y el pecado abundan por todas partes del mundo entero, como
flor silvestre, "para arruinar toda buena vida del hombre, de
la mujer, del niño y de la niña de la tierra"; es decir, que
nada nuevo hay debajo del cielo, "porque todo ya se ha dicho
y se ha hecho por el pecado".
Por lo tanto, Satanás no tiene nada nuevo que decir nunca,
sino "sólo el mal de sus tinieblas antiguas para seguir
haciendo el mal de siempre", en el corazón de cada uno de los
ángeles caídos y así también de los pecadores y pecadoras que
creen en sus mentiras malvadas, para muerte eterna de sus
mismas almas infinitas, en el infierno. Y esto detesta mucho
en su corazón sagrado nuestro Padre Celestial y Fundador de
nuestras vidas infinitas, porque "deshonran y le llevan la
contraria a su palabra, a su Ley Santa y a su Árbol de vida
eterna, ¡nuestro Señor Jesucristo!, para mal eterno de
muchos" en todos los lugares del mundo entero.
Porque nuestro Dios no ha creado a ninguno de sus seres muy
amados, comenzando con Adán en el paraíso, por ejemplo, "para
que sea engañado por las mentiras de Satanás y para que muera
infinitamente en sus maldades eternas en la tierra y en el
infierno", también, por ejemplo, sino todo lo contrario.
Ciertamente, nuestro Dios ha creado a todo hombre, mujer,
niño y niña de la humanidad entera, para que "viva siempre
feliz con él en el cielo y en la tierra, también, pero
siempre creyendo en su corazón en la verdad, en la justicia y
en el derecho de comer y de beber diariamente de su Árbol de
vida", ¡nuestro Salvador Jesucristo!
Por lo tanto, "nosotros somos de la verdad de Dios y de su
Árbol de vida", más no de la mentira de Satanás y de sus
ángeles caídos, en el paraíso, en la tierra y así también en
la nueva eternidad venidera de su nuevo reino sempiterno: "en
donde todos vivirán felices con Él, sean ángeles u hombres de
la tierra". Y si somos de la verdad de Dios y de su
Jesucristo por nuestra naturaleza celestial, entonces
"podemos muy bien creer en él y en la obra suprema de su Hijo
amado": la cual llevo acabo sobre la cima de la roca eterna,
en las afueras de Jerusalén, para establecer su verdad
infinita más allá del pecado en nuestros corazones eternos.
Porque era necesario que nuestro Padre Celestial
"estableciese su verdad en la tierra", así como lo es en el
cielo, con sus ángeles y con todos sus demás seres muy santos
para su corazón sagrado y para su alma infinita, por ejemplo.
Y desde los días del gran evento de la crucifixión de nuestro
Señor Jesucristo sobre los árboles cruzados de Adán y Eva y
sobre la roca eterna, en las afueras de Jerusalén, entonces
"la verdad, la justicia y el derecho de todo hombre, mujer,
niño y niña, ha ser libres del pecado, es en si ya una
realidad infinita desde entonces".
Es decir, "si el nombre del Señor Jesucristo es invocado por
el corazón y por los labios de aquel hombre, mujer, niño o
niña que desee ser libre del mal del pecado" y pasar a vivir
día a día a la luz celestial de la nueva vida infinita de
Dios y de su Hijo amado, ¡nuestro Árbol de vida eterna!
Porque todo aquel que invoque el nombre del SEÑOR en los
últimos días, como en nuestros días, por ejemplo, de acuerdo
al plan de salvación eterna del alma viviente de todo hombre,
"ciertamente ha de salvaguardarse de su pecado mortal…
(Escrito está en toda la Sagrada Escritura.)
Y desde aquellos días de la crucifixión, el derecho al fruto
de la vida de la humanidad entera, entonces fue establecido
también esta vez y para siempre por nuestro Dios, para que
todos coman de su Jesucristo, "como si aún estuviesen
viviendo en el paraíso con él y con sus huestes de ángeles
gloriosos y fieles a su nombre santísimo". Y esto es gloria
infinita, como ninguna otra en el cielo y en la tierra igual,
"para todo aquel que desee creer en su Creador y en su
Jesucristo para ser lleno de su Espíritu y de sus dones
sobrenaturales en su vida", para que viva por siempre feliz,
seguro y gozoso de su Dios y Fundador de su nueva vida
celestial.
Ciertamente, "ésta es la gran verdad del corazón de Dios" y
así también del corazón de su Espíritu Santo, de sus ángeles
y de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera,
que ama la verdad, la justicia y el derecho a la vida, en la
tierra, en el paraíso y en La Nueva Jerusalén Santa y
Perfecta del cielo. Por ello, "nuestro Padre Celestial no se
ha complacido jamás en el pecado, ni menos en el mal de
nadie", sino sólo en la verdad de su Árbol de vida eterna, su
Hijo amado y nuestro único posible Salvador de nuestras
vidas, en el paraíso, en la tierra y así también en la nueva
era venidera de su nuevo reino sempiterno.
En realidad, "la maldad jamás ha habitado en su medio
ambiente de su vida santa del reino de los cielos", porque la
abomina por completo, como lo más horrible del bajo mundo de
los muertos y del más allá, por ejemplo, como en donde mora
Satanás con todo lo más horrible y detestable de todo lo
creado por su mismo mal. Entonces Satanás con sus ángeles
caídos no pudo quedarse en el cielo, ni por un instante más,
porque el corazón y el Espíritu de Dios "lo abominan
desmedidamente para que tenga vergüenza y para que jamás se
vuelva a presentar delante de Él", como en los primeros días
de su vida, cuando era santo y puro de espíritu, por ejemplo.
Y, desde entonces acá, de la gran rebelión de Lucifer en el
cielo y con sus ángeles caídos, "nuestro Padre Celestial no
ha vuelto a permitir que ninguno de ellos le hable, ni que
menos se presente delante de su presencia sagrada", para que
no muera antes de su juicio final. Porque, ciertamente,
nuestro Dios ha preparado su día de juicio en contra de los
que aman la vida pecadora, "en donde sus pecados y maldades
han de ser leídos de los libros del cielo", para el juicio
final de su Espíritu Santo y de su Árbol de vida en contra de
cada uno de ellos, en sus millares, para condena eterna.
Porque cada mentira, cada maldad, cada calumnia, cada
falsedad, cada rebelión del corazón y del espíritu de cada
uno de los ángeles caídos "tiene que ser juzgado, de acuerdo
a todo lo que está escrito en los libros del cielo, para
concluir el juicio final de todas las cosas de nuestro Dios y
de su Jesucristo", ¡nuestro Árbol de Vida Eterna! Y sólo
entonces "habrá verdadera paz, justicia y la gloria de la
verdad y de la santidad de Dios y de su Jesucristo en cada
uno de los ángeles se ha de ver", desde un lado del infinito
y hasta el otro, para gloria y para honra infinita de nuestro
Dios y de su Jesucristo en cada uno de nuestros corazones
eternos.
En la medida en que, nosotros mismos, en nuestros millares,
en todos los lugares de la tierra, "nos maravillaremos
enormemente de la gloria de Dios y de su Hijo amado entrando
en nuestros corazones para hacerla vivir por siempre con cada
uno de nosotros en nuestras nuevas vidas celestiales de la
tierra y del más allá", eternamente y para siempre. Porque
después de haber Dios hecho verdad, derecho, justicia y
juicio justo en contra de los pecados, mentiras, falsedades,
calumnias y maldades colosales de sus enemigos eternos,
entonces Él mismo (y no otro), pues, "hará que la tierra
vuelva a nacer también esta vez, pero con nuevos cielos y con
nuevas tierras eternas, como las del paraíso, por ejemplo",
pero sin Satanás.
Para que de esta manera, todo ser que le ama a él, en el
espíritu y en la verdad de su Árbol de vida, nuestro Señor
Jesucristo, "entonces viva en perfecta paz, gloria y armonía
infinita con él y con su Espíritu Santo", rodeado
perpetuamente por las alabanzas de gloria y de honra de sus
huestes angelicales del más allá. Por lo tanto, los
arrogantes, pecadores, borrachos de maldad y de muchas
mentiras en sus corazones falsos y perdidos y, además, llenos
de las profundas tinieblas de Satanás "no podrán estar
delante de nuestro Dios y de su Espíritu Santo", porque sus
maldades son abominables; y porque, además, el Señor
Jesucristo no es su fruto de vida, en sus corazones ciegos.
Ellos, ciertamente, son hijos e hijas de la vida terrible e
infinitamente violenta y espantosa de Satán y del bajo mundo
de los muertos, ¡el infierno! Es más, éste es el gran pecado
del cielo para cada ángel caído y así también para Adán y
para cada uno de sus descendientes en toda la tierra, de que
"el Señor Jesucristo no es parte de su corazón eterno",
delante de Dios y de sus millares de ángeles santos y de su
nuevo reino celestial.
Y por culpa de éste terrible pecado y muy abominado en el
corazón de nuestro Dios y de su Espíritu Santo, por cierto,
"es que el infierno y su Abismo del lago de fuego vinieron a
existir para destruir con su segunda muerte final a todo
pecador", sea ángel caído u hombre perdido o mujer perdida en
las tinieblas de Satanás. Entonces nuestro Padre Celestial,
hoy en día, "desea bendecirnos como deseo bendecirnos desde
mucho antes que nos formase en su corazón y con sus manos
santas, en su imagen y conforme a semejanza celestial": para
que sólo conozcamos la verdad y la felicidad infinita de su
nueva vida eterna, en la tierra y así también en el nuevo
reino venidero.
Y, hoy en día, nuestro Dios ha hecho una realidad eterna y
muy cercana también, por cierto, a cada una de sus más ricas
bendiciones de su nueva vida infinita del reino celestial,
por medio del Espíritu de fe: "de tan sólo creer en nuestros
corazones y confesar con nuestros labios, de que su Hijo
amado es el Señor Jesucristo". Por lo tanto, todo aquel que
cree que el Señor Jesucristo es su Hijo amado, entonces ha
creído en su corazón: "en la verdad y en la justicia más
santa del cielo, del corazón de nuestro Padre Celestial, del
corazón de su Espíritu Santo y del corazón de cada uno de sus
millares de ángeles celestiales, por ejemplo".
Dado que, el creer que nuestro Señor Jesucristo es el Hijo de
Dios, en verdad, "es creer en la verdad más sublime del
corazón santísimo de nuestro Padre Celestial y de su Espíritu
Santo", para gloria y para honra infinita de su nombre
bendito en nuestros corazones eternos, en esta vida y en la
venidera, también, eternamente y para siempre. Porque "mayor
verdad y justicia que el Señor Jesucristo es el Hijo de Dios
en los corazones de los ángeles, ciertamente, no hay otra
igual", hoy en día, ni nunca en la nueva vida venidera del
nuevo reino sempiterno, como en La Nueva Jerusalén Santa y
Perfecta del cielo para todo ángel y para todo hombre y mujer
de Dios.
Es por eso, que nuestro Padre Celestial ama mucho a sus
ángeles y con todo su corazón santísimo, también, no tanto
porque son ángeles gloriosos, poderosos y muy sabios, por
cierto, sino "porque ellos mismos le aman a Él, por medio de
su fruto de vida eterna", ¡nuestro Señor Jesucristo!
Infaliblemente, lo mismo es verdad en todos los lugares de la
tierra, para con los que creen en sus corazones "de que el
Señor Jesucristo es su Hijo amado y el único camino posible
para volver a ingresar de seguro a la vida normal, antigua y
celestial del paraíso": y de principio a fin libres de
Satanás, eternamente y para siempre.
Por ello, "nuestro Dios los ama a cada uno de ellos", en sus
millares, de todas las familias, razas, pueblos, linajes,
tribus y reinos de la tierra, tal como siempre ha amado al
Señor Jesucristo en su corazón bendito, desde mucho antes de
los primeros días de la antigüedad, por ejemplo, en el más
allá antiguo y de gran altura insondable. Y esto es poder y
gloria infinita, en la tierra y en el cielo igual,
infinitamente, para ser lleno de Dios y de su nueva vida
celestial, "muy rica en bendiciones y en poderes de gran
santidad de primera, de paz, de gloria prodigiosa y de buen
gusto eterno para nuestros corazones y almas insaciables sólo
por lo bueno, por ejemplo".
Es decir, que nuestro Padre Celestial te ama tanto, hoy en
día, mi estimado hermano y mi estimada hermana, y hasta
quizás mucho más que los ángeles del cielo: "por el sólo
hecho de que su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, el Hijo
de David, vive en tu corazón como tu único gran rey Salvador
y Mesías de tu vida". "Eso es todo lo que nuestro Dios
necesita saber de ti, para entonces amarte así": aún mucho
más que a todo lo más preciado de su corazón santísimo y de
su reino celestial, repleto eternalmente de la gloria de su
nombre muy santo y de sus ángeles muy fieles a Él y a su
Árbol de vida eterna, ¡nuestro Salvador Jesucristo!
Porque para nuestro Padre Celestial todo aquel que dice que
el Señor Jesucristo es su Hijo amado, entonces "está hablando
verdad, justicia y derecho a la vida eterna" en su corazón,
en su espíritu, en su cuerpo y en su alma humana, para
cumplir toda verdad, toda justicia y toda santidad de la
nueva vida del cielo. Pero el que dice todo lo contrario, que
no cree en su corazón que el Señor Jesucristo es su Hijo
amado y así confiesa con sus labios por dondequiera que va
por la tierra a su prójimo, entonces "está mintiendo
profundamente en su alma y en su corazón, como Satanás, por
ejemplo": y en él no hay verdad alguna, para siempre.
Por lo tanto, todo aquel que confiesa a Jesucristo "como el
Hijo amado de Dios, entonces su vida está llena de las
bendiciones de la verdad y de la justicia infinita de nuestro
Padre Celestial y de su nuevo reino venidero", únicamente
desde el momento que comenzó a creer en su corazón y a
confesar con sus labios a Jesucristo. Pero el que rehúsa a
creer en la verdad de nuestro Padre Celestial y de su
Espíritu Santo, entonces "lo está llamando a él y a su
Espíritu juntos con los ángeles celestiales mentirosos": como
quien dice, por ejemplo, "ésta verdad jamás existió en el
reino de Dios": y esto es un pecado para muerte eterna, por
hablar maldad del cielo.
Entonces esto no es así con nuestro Dios ni menos con su
Espíritu Santo ni con ninguno de sus ángeles fieles a él y a
su nombre santísimo, eternamente y para siempre, en el cielo
y en la tierra, sino todo lo contrario: "el Señor Jesucristo
si es su unigénito, como sólo Él es el Árbol de la vida,
desde siempre". Porque, además, nuestro Padre Celestial jamás
ha dicho una palabra mala, ni menos una mentira a nadie, sino
que "siempre ha sido abierto y verdadero para con los que le
aman en el espíritu y en la verdad de su Árbol de vida
eterna, nuestro único Salvador del paraíso", ¡nuestro Señor
Jesucristo!
Y el hombre, la mujer, el niño o la niña de la humanidad
entera que declare que el Señor Jesucristo es su unigénito,
entonces esto es verdad y justicia eterna en el corazón de
aquel creyente, ya sea en el pasado, en el presente o en el
futuro, para gloria y para honra eterna del nombre santísimo
de nuestro Dios. Porque "ésta es la verdadera gloria por la
cual nuestro Padre Celestial ha luchado incansablemente desde
siempre", para que el corazón de no sólo de los ángeles del
cielo la conozcan en sus vidas celestiales, sino también para
cada uno de sus seres muy amados, comenzando con Adán y con
cada uno de sus descendientes, en la tierra, por ejemplo.
En verdad, esto es gozo y alegría eterna, "gozo y alegría de
su corazón santísimo, como ninguna otra, por los cuales ha
esperado mucho desde tiempos inmemoriales que llegue a tocar
y a llenar su corazón sagrado", desde el momento que
comenzaste a creer a su verdad y a su justicia eterna, "de
que su Hijo amado es nuestro Señor Jesucristo". Y como tú
mismo le has dado tanto gozo y alegría a su corazón bendito
(y atropellado por tus misma mala fe, algunas veces),
entonces "no sólo nuestro Dios te ama mucho más que todo lo
más glorioso de su vida santa del cielo, sino que también su
Espíritu Santo y cada uno de sus ángeles benditos te aman
igual, infinitamente".
¿ERES ACASO ESCLAVO DEL PECADO?
Si, así lo es (lo dice Cristo, el Mesías), veamos porque:
Entonces el Señor Jesucristo les decía a las multitudes de
Israel, por ejemplo: --En forma abierta, "les digo que todo
aquel que practica el pecado es esclavo, secuestrado, siervo
y prisionero del pecado, por tanto, el ángel de la muerte
reina en su vida día y noche y hasta que por fin cae en sus
garras eternas" del más allá. En donde "jamás saldrá el
pecador ni la pecadora de su lugar de tormento por su culpa,
por su maldad, por su rebelión a Dios y a su voluntad
perfecta de su Hijo amado para con su vida", porque el gusano
no se sacia nunca de comer del espíritu de su carne y de su
sangre muerta por su maldad eterna.
Porque "todos somos descendientes del linaje del paraíso y
directamente del espíritu humano de la carne y de la sangre
de Adán, por lo tanto, el primer pecado de Adán vive aún en
cada uno de todos nosotros", para vivir en tinieblas siempre
y hasta entrar en la muerte eterna del bajo mundo de Satanás.
Porque "hemos nacido del espíritu de error y de la primer
mentira que Adán creyó en su corazón, para desobedecer a Dios
y a su Árbol de vida eterna", ¡nuestro Señor Jesucristo!
¡Ojo!: esto es muy importante entender, en nuestros
corazones, cuanto antes mejor: Cada uno de nosotros ha nacido
directamente de la primer mentira que Adán creyó en su
corazón de Satanás en el paraíso. Y es por eso, que cada uno
de nosotros nace para la muerte; porque todo hombre, mujer,
niño y niña de la humanidad entera "tiene su día de muerte
escrito y asegurado en el libro del ángel de la muerte", para
entrar al infierno ya.
Pero, sin embargo, si crees hoy mismo en el Señor Jesucristo
en tu corazón y lo confiesas con tus labios como tu redentor,
entonces "has vuelto a nacer de su verdad y de su Espíritu de
vida y de salud infinita para acceder antes hoy que mañana a
la nueva vida eterna del cielo". Así pues, como la mentira de
Satanás fue muerte para Adán y para sus descendientes al
nacer, entonces asimismo la verdad de que el Señor Jesucristo
es el Hijo de David, por tanto, el Hijo de Dios y el gran rey
Mesías de todos los tiempos, "es nuestro único nacimiento a
la vida eterna para todos nosotros, eternamente y para
siempre".
En vista de que, desde el día que Adán creyó en su corazón a
las palabras mentirosas de Eva, de la serpiente antigua y de
Satanás, entonces somos esclavos y siervos ciegos de las
profundas tinieblas del bajo mundo de los muertos, como el
mismo infierno, para no ver jamás la vida sino sólo el
tormento inmarcesible de nuestras almas eternas. Y este es el
infierno eterno, violento y candente, en donde la gente no
vive sino que continúa muriendo día y noche y hasta el día
del gran juicio final de Dios y de todas las cosas, para
finalmente recibir su condena justa y eterna en el lago de
fuego, la segunda muerte final de la muerte de todo
condenado.
Visto que, este es el fin del pecado del corazón de Satanás,
de cada ángel caído y así también de cada pecador y de cada
pecadora de la humanidad entera, "en el lago de fuego, la
verdadera muerte", la cual nadie entiende ni mucho menos
conoce, sino sólo hasta que cae en sus garras para
destrucción final de su vida pecadora. Ciertamente, el pecado
salido del infierno, salio del lago de fuego eterno para
ascender hasta el cielo, pero "ha sido derribado por nuestro
Señor Jesucristo, por ende, en su día final tiene que
regresar a su lugar, entre las llamas eternas del más allá y
con cada una de sus victimas", como con los que no creen en
Cristo, por ejemplo.
Y si el pecador y la pecadora de toda la tierra no se
desprende de su pecado (o pecados), "entonces va descendiendo
día y noche junto con su maldad, sin que se de cuenta de
nada, a la destrucción eterna del infierno y del lago de
fuego", para finalmente morir en sus mismas mentiras de
siempre en la eternidad. Porque el pecado no sólo es muerte
en la tierra y en el infierno, sino que realmente "es la
muerte auténtica del lago de fuego, por lo que, nuestro Dios
lucha día y noche por salvarnos de sus garras malvadas y
eternas", con los poderes únicos de su fruto de vida y con
los dones sobrenaturales de su Espíritu Santo.
En la medida en que, todo aquel que cae en el infierno o en
el lago de fuego por razón del pecado original de Adán, de no
reconocer a Jesucristo en su vida, entonces "no podrá jamás
salir de ahí, porque las mismas tinieblas de sus pecados lo
reclaman como suyo, como de su vida infernal y diabólica"
para la eternidad. Es por eso, que para nuestro Padre
Celestial "es muy importante salvar el alma del hombre, de la
mujer, del niño y de la niña de la humanidad entera, antes
hoy que mañana", para que no sufra más y para que no caiga en
su mal eterno y diabólico del infierno y del lago de fuego,
por ejemplo.
Entonces esto es de nuestro Dios, no sólo de salvar a Adán de
su mal eterno sino también "salvar de igual forma a cada uno
de sus hijos e hijas de todas las familias, razas, pueblos,
linajes, tribus y reinos del mundo entero", comenzando con
Israel, por razones de su promesa personal a los patriarcas
de la antigüedad, por ejemplo. Y como nuestro Padre Celestial
es un Dios justo y bueno, entonces "busca nuestra liberación
eterna del pecado original de Adán día y noche y sin parar
jamás, con la ayuda constante de los poderes sobrenaturales
de su verdad y de su justicia infinita", sólo posibles en su
Jesucristo viviendo en nuestros corazones.
Por ello, es muy importante que todo hombre, mujer, niño y
niña de todas las naciones de la tierra, "acepte ya a
Jesucristo en su corazón, como su única verdad, como su único
camino y como su única entrada a la nueva vida celestial", no
sólo del paraíso, sino también de La Nueva Jerusalén Santa y
Gloriosa del cielo, por ejemplo. Porque nosotros mismos hemos
heredado sin quererlo, sin pedirlo y hasta sin saberlo de
nuestros antepasados, no tanto de la tierra, sino del cielo
mismo, como del reino de los cielos, como del paraíso, por
ejemplo: "la muerte eterna de nuestros corazones infinitos,
en la tierra y en la eternidad, también, sin Cristo y sin
esperanza alguna de vida eterna".
De hecho, "éste es un mal terrible por el cual el hombre ha
buscado incansablemente de escapar y deshacerse de él" para
vivir sin Satanás, desde los días de la antigüedad en el
paraíso, en la tierra y hasta nuestros días, también, sin
resultados favorables aún. Porque no hay ciencia ni
tecnología alguna que pueda realmente librar el corazón y el
alma infinita del pecador y de la pecadora de su mal eterno:
"el pecado y su fin en el lago de fuego, por ejemplo, sino es
sólo nuestro Dios y únicamente por amor a la vida santa y
perfecta de su Árbol de vida", ¡nuestro Jesucristo!
Porque es nuestro Dios que está en los cielos y quien
realmente tiene los poderes y autoridades sobrenaturales
"para separarnos del pecado, en un momento de fe y de
oración, si tan sólo invocamos su nombre muy santo y
sublimemente milagroso de Jesucristo", en contra de Satanás y
de su pecado mortal, en nuestros corazones y con nuestro
labios eternos. En vista de que, es el mismo poder
sobrenatural de su Jesucristo y de su sangre bendita quien
realmente nos libra del mal eterno del pecado, "para escapar
las profundas tinieblas de las mentiras, de las calumnias, de
las falsedades y de las maldades constantes de Satanás y de
sus ángeles caídos y, por fin, hacernos libres infinitamente
para la eternidad".
Ya que, "sólo nuestro Señor Jesucristo nos puede hacer libres
de cada uno de los poderes de las profundas tinieblas del
pecado de Adán y de Satanás, también, en nuestros corazones,
en nuestras almas y en nuestros cuerpos eternos", desde hoy
mismo y para siempre en la nueva eternidad venidera de su
Gran Jerusalén del cielo, por ejemplo. Y como nuestro Dios
entendió muy bien nuestro mal eterno, aún mejor que el mismo
primer pecador de toda la tierra, Adán, entonces "nos comenzó
a dar de su Espíritu de liberación, cuando comenzó a dejar
correr del Espíritu de la sangre y de la vida santa de su
Árbol de vida sobre toda la faz de la tierra", (génesis 1:2).
Y es precisamente desde este mismo día, en el cual nuestro
Dios comenzó a derramar del Espíritu de la sangre bendita del
pacto eterno entre Él y el hombre de la tierra, "para que no
viva más en tinieblas sino únicamente en la luz de la verdad
y de la justicia de conocer a su fruto de vida", ¡nuestro
Salvador Jesucristo! Por lo tanto, este es un día muy
importante para Dios y para la humanidad entera: "porque en
éste día nuestro Dios derramo del Espíritu de la vida sagrada
de su Jesucristo para tocar las vidas de todos aquellos que
viven en el polvo de la muerte de la tierra, para darles vida
y salud en abundancia como hoy e infinitamente".
Divina y soberanamente, nuestro Dios ordeno que esto fuese
así, en el principio de todas las cosas, "para que la tierra
en donde yacían nuestros cuerpos tendimos entre el lodo
cenagoso del polvo de la muerte, entonces tocarnos con su
Espíritu de Jesucristo y así hacer que las profundas
tinieblas en nosotros mismos comiencen a soltarnos
progresivamente para su gloria final". Y, es por esta razón,
que, hoy en día, "cada uno de nosotros tiene ésta gran
oportunidad de oír la palabra de Dios y de aceptar a su fruto
de vida eterna, a nuestro Señor Jesucristo", como nuestro
único y suficiente salvador de nuestras almas infinitas en
esta vida y en la venidera, también, eternamente y para
siempre.
Porque de otra manera, ninguno de nosotros podrá realmente
ser infinitamente libre del mal mortal del pecado, sino que
"seremos por siempre esclavos de él, en la tierra y así
también en el bajo mundo de los muertos", como en el infierno
y como en el lago de fuego eterno, por ejemplo. Porque la
verdad es también de que con el pecado de Adán en nuestros
corazones y en la sangre de nuestro espíritu humano, "no
podremos jamás volver a pisar tierra santa y firme del
paraíso, ni menos de La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa del
cielo, por ejemplo", sino sólo la tierra del infierno, para
vivir infinitamente en vergüenza eterna.
Porque la santidad perfecta y sumamente gloriosa de estos
lugares sagrados e inmortales no nos lo permite así a ninguno
de nosotros, ni por ninguna razón, de entrar en ellos jamás,
no tanto porque somos descendientes de Adán, sino más por su
pecado original, por ejemplo; porque él rehusó obedecer a
Dios y comer de su Árbol de vida. Pero si el Señor Jesucristo
vive en nuestros corazones, "como debió entrar y vivir en el
corazón de Adán en el paraíso, por ejemplo, entonces si
podemos regresar a la vida sagrada del paraíso y del nuevo
reino celestial", para jamás volver a vivir con Satanás, sino
sólo con la felicidad de Dios y de su Espíritu Santo, para
siempre.
Y sólo entonces hemos de ser totalmente libres de los poderes
terribles y escondidos de las profundas tinieblas del pecado
original de Adán, por ejemplo, en nuestros corazones y en
nuestras almas infinitas, "para que sólo la verdad, la
justicia y el derecho a la vida de nuestro Señor Jesucristo
sean en nosotros una verdad establecida y eterna, como Dios
manda". Porque sólo la verdad del Señor Jesucristo nos hace
libres del pecado en el paraíso, en la tierra y en cualquier
lugar de la toda creación: "pero la mentira de Satanás nos da
muerte y destrucción eterna, no sólo en la tierra, sino
también en el más allá, como en el infierno o como en el lago
de fuego, por ejemplo".
Por todo ello, hoy en día, sí estas sufriendo mucho en tu
corazón, en tu espíritu, en tu alma y en tu cuerpo humano, mi
estimado hermano y mi estimada hermana, "es porque eres un
esclavo, cautivo, secuestrado y un siervo más de los poderes
terribles y escondidos del pecado original de Adán y de Eva
para mal eterno". Es decir, para mal eterno de tu vida en la
tierra y así también en el más allá, entre las llamas eternas
y tormentosas del infierno, "porque tu corazón no conoce, ni
menos ha saboreado jamás lo que es comer del Pan del cielo,
ni beber de la fuente de agua de la vida, nuestro Árbol de
vida", ¡nuestro Salvador Jesucristo!
Y, además, tú sufres mucho y has de seguir sufriendo así (y
quizás cada vez más que antes), porque "los poderes terribles
y abominables de las tinieblas del pecado están actuando en
tu corazón y en toda tu vida igual, día y noche y sin cesar
jamás, sólo hasta que caigas muerto en el hoyo de la tierra o
del infierno". Porque ese es el fin eterno de tu pecado y de
todo pecado, de cada pecador y de cada pecadora de toda la
tierra, "para terminar su vida rebelde a Jesucristo
finalmente ahogándose entre un mar insondable de las llamas
ardientes del infierno y del lago de fuego del más allá".
Puesto que, ese es el propósito de la presencia del pecado y
de Satanás en tu vida, "de destruirte poco a poco, con todas
clases de dolores y sufrimientos increíbles de tu corazón, de
tu alma y de tu cuerpo, ya sea en la tierra o en el
infierno", para que no veas jamás la vida eterna del Árbol de
Dios. Porque esta vida eterna de Dios es su mismo Árbol de
vida infinita, "el cual Dios mismo lo ha sembrado en tu
corazón, con su semilla de amor, de misericordia y de gracia
infinita, desde que te comenzó a formar en sus manos santas
en su imagen y conforme a su semejanza celestial, para que
seas libre del mal eterno ya".
Y para despertar éste Árbol de vida eterna, el cual es
nuestro Señor Jesucristo, en tu corazón y en toda tu vida,
también, pues entonces "tienes que creer en él, en tu corazón
y confesar su nombre sagrado con tus labios, para que muchos
poderes sobrenaturales de los dones del Espíritu Santo de
Dios comiencen a actuar en tu vida firmemente". Y esto ha de
ser en ti y hasta en los tuyos también, hasta que comiences a
ver "sólo la luz de Dios y de su Hijo amado, su Jesucristo,
con tus ojos y con / en tu corazón", y más no las tinieblas
de siempre del pecado de Satanás en toda tu vida, mi estimado
hermano y mi estimada hermana.
Es por eso, que el Señor Jesucristo en su día, les dijo a las
multitudes de Israel: --Si realmente creen en mi, entonces
hacen bien en sus vidas para alejarse de sus pecados y
comenzar a vivir la vida eterna del cielo. Ciertamente,
nuestro Señor Jesucristo les estaba hablando a todas las
multitudes de gentiles y de hebreos en Israel, "de una vida
nueva y sin Satanás para siempre", sólo posible en sus
corazones y en sus almas infinitas si tan sólo creen en él y
en su nombre sobrenatural e infinitamente milagroso.
Porque la verdad es que "el creer en Jesucristo,
automáticamente, es alejarse del pecado original de Adán y
asimismo de todos los demás pecados, tinieblas y males de
siempre de la tierra y del más allá", como del ángel de la
muerte y su infierno terrible y eternamente violento y
tormentoso para todo corazón y para alma humana, por ejemplo.
Ciertamente, el Señor Jesucristo es el Árbol de la vida, la
única vida que Dios deseo para Adán en el paraíso y asimismo
para cada uno de sus descendientes, en sus millares, de todas
las familias, razas, pueblos, linajes, tribus y reinos de la
tierra, para que vivan con él felices en sus corazones, "de
sólo conocer el bien eterno".
Así pues, permanezcan en mi palabra y síganme por siempre en
la tierra y aún en el más allá, también, les decía Jesucristo
a las gentes de Israel, como en el reino de los cielos, "para
que únicamente vivan la vida y la felicidad infinita de Dios
y de sus huestes angelicales, como debió de ser en primer
lugar". Y muchos hombres, mujeres, niños y niñas de Israel y
como de gentiles, también, "creyeron sobrenaturalmente en sus
corazones al llamado de Jesucristo para ser sus discípulos,
en Israel, en toda la tierra y por siempre, por supuesto, en
el nuevo reino de los cielos", como en la nueva vida infinita
de La Nueva Jerusalén Perfecta y Celestial del cielo.
En nuestros días, nuestro Dios está haciendo el mismo llamado
de antes, como se lo hizo a los antiguos, comenzando con sus
apóstoles y luego con sus discípulos "para ganar las
multitudes de Israel y la humanidad entera para el cielo"; y
esto es de servirle sólo a su Creador, "por medio de Él, ¡el
único fruto de vida eterna del cielo! Y sí aceptas lo que
dice la Escritura y los profetas sobre nuestro Señor
Jesucristo, entonces "volverás a nacer no de las mentiras de
Satanás en tu corazón, como les sucedió a Adán y a Eva en el
paraíso, por ejemplo, sino de la verdad y de la justicia sin
igual de nuestro Árbol de vida eterna", ¡nuestro Señor
Jesucristo!
Para que de esta manera, "sólo conozca la verdad, la justicia
y el derecho infinito de volver a entrar en el paraíso y en
el nuevo reino de los cielos", para seguir viviendo gloriosa
y felizmente tu primera vida normal, libre de Satanás, como
la misma vida de su unigénito, como la de su Árbol de vida
eterna, ¡nuestro Salvador Jesucristo! Y sólo entonces
conocerás por vez primera en tu corazón y en toda tu vida
también, "cuan rico es vivir la vida sin Satanás en tu camino
por la tierra y tu nuevo camino por el paraíso, también, como
en tu nuevo caminar por las calles de oro y mar de cristal de
La Nueva Jerusalén Gloriosa del cielo, por ejemplo".
Sí, nuestro Padre Celestial, ni su Espíritu Santo, ni su
Jesucristo, ni ninguno de sus ángeles del cielo "jamás han
favorecido el pecado de nadie, ni por un sólo instante de sus
vidas inmortales y perfectas". Y esto es gloria y honra
infinita "para la justicia y para la verdad del corazón de
cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada niña de la
humanidad entera", que crea en el Señor Jesucristo como el
Hijo amado de Dios, como el rey Mesías, en la tierra y en el
paraíso, también, eternamente y para siempre.
Sí, "creer en Jesucristo es vivir más alto que Satanás y de
su pecado mortal" en el paraíso, en la tierra y así también
en la nueva era venidera de nuevos cielos y nuevas tierras
para la humanidad entera. Y sí realmente crees que el Señor
Jesucristo es el Árbol de la vida del paraíso, de la tierra y
de la nueva eternidad venidera, pues muy bien puedes comenzar
a comer y a beber de él, para que jamás vuelvas a conocer el
mal de nadie ni de nada, sino sólo el bien eterno, lleno de
felicidad para tu corazón infinito.
Y el bien eterno escrito por nuestro Padre Celestial para
todo hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, "es
volver a nacer de Él, de su Espíritu Santo y de su
Jesucristo, como en el día de la creación del primer hombre
en sus manos santas", pero sin Satanás esta vez. Para sólo
entonces vivir una vida sana, santa, pura y llena día y noche
de las más ricas bendiciones del cielo, "como de los frutos
abundantes de gozo, de felicidad, de salud, de conocimiento,
de poder, de sabiduría y de muchas más glorias del Árbol de
la vida eterna del paraíso y del nuevo reino de los cielos",
¡nuestro Señor Jesucristo!
El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.
¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!
Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.
LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS
Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre Celestial y de su
Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que
el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando
llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los
ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando
día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en
el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en
espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada
categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de
la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!
SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS
Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:
PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".
SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".
TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".
CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".
QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".
SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".
SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".
OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".
NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".
DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".
Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y deshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.
Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:
ORACIÓN DEL PERDÓN
Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.
Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:
NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.
¡CONFÍA EN JESÚS HOY!
MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.
YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.
- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.
Disponte a dejar el pecado (arrepiéntete):
Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.
QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.
¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?
¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?
Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:
Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.
Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.
Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.
El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.
El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, para la eternidad.
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