(We are deeply sorry that so many families had to suffer the
lost of their loved ones recently when a commuter airliner
went down in upstate New York, loosing the precious lives of
its passengers, crew and one person on the ground that was at
his home at the moment of the tragedy. Our Lord God has
received them in His glory because of the love of His dear
Son Jesus Christ; they are all together back with their
ancestors in heaven thus to continue to live not the lives of
Adam and Eve as on earth, for example, but the holy and
precious life of the tree of life, our Lord Jesus Christ.
They are together with the Lord God today, because our
heavenly Father created each one of them from his heart,
soul, life, spirit, image and conforming to His likeness not
to die for the world of the eternal perdition but to return
to Him to the glorious and wonderful life of His Son, His
Holy Spirit and host of angels.
We are continuingly praying for the brushfires to stop in
Victoria, Australia, because many lose their lives there as
well to the unmanageable fires. Here, we need to pray to our
heavenly Father to give us a technology or a system that will
not only be able to warn us when brushfires are about to
break away and hurt us, but also direct us to the way out
from them, so we may not run to them but away from them
instead. Thus like this, people may not only put themselves
in a place of safety but also be able to stop the brushfires
before they start and go out of control. In truth, no one
knows how these people died burned by the fires; they just
know that they are dead when they see them where they felled
overwhelmed by the power of the fires. I think that these
people before they died they did all they could to run away
from the brushfires and some of them died trying to put them
out with what they had at hand. And some of them, if not all,
I think that they began to run away from the overwhelming
power of the blinding, air and oxygen consuming brushfires
thus not really knowing where to run to, instead, without
realizing, in their confusion, they ran not away from the
brushfires but into them or into other spreading brushfires
and then felled dead there. Therefore, a technology that
would warn peoples not only of the coming danger of
brushfires but also helps them by making them smart with
intelligence thus to know for sure which way is safe to begin
to turn away from the growing treat (or already present)
brushfires. In reality, when brushfires begin there is only
panic, blindness, mass confusion, burning eyes, therefore
blindness, lack of air, oxygen and the eminent death because
of the lack of help and advise in the real time of need. We
are sad as well for the lost of so many precious lives, and
we pray to our heavenly Father that would help us find a
technology that people would be able to have at hand when
they may need it thus to be advice constantly of the eminent
dangers of the wild brushfires of the forests of the entire
earth. Our condolences to the families of the victims of the
brushfires from Victoria, and we pray with them every day
also to our heavenly Father in the name of His Son Jesus
Christ, so He may ease their sorrows and bless them
powerfully from His holy places where He dwells with their
loved ones in heaven and well into eternity. God blesses you.
Amen!)
(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)
LOS PROFETAS AFIRMAN, SÓLO JESÚS ES EL REGRESO AL PARAISO:
Los profetas oraban y, a veces, lloraban con sus miradas
hacia el cielo azul de Israel donde está su Jesús, y "nuestro
Padre celestial oía sus oraciones" para responderles al
instante, con gran amor, misericordia y gracia saludable e
infinita para sus almas vivientes. (Y lo mismo sigue siendo
verdad en nuestros días, con cada hombre, mujer, niño y niña
de la humanidad entera y sus cielos azules, empezando con
Israel, para recibir de nuestro Padre celestial amor, ayuda,
salud y bendiciones inagotables de las cosas que deseemos en
nuestros corazones cada día de nuestras vidas por la tierra y
así también en el cielo.)
Por ello, todos los profetas hablaron incansablemente del
perdón eterno de nuestro Señor Jesucristo, y con grandes
testimonios sobrenaturales en sus corazones de maravillas y
de milagros sin fin fabulosos en sus vidas y en la vida de
muchas familias también: "porque sólo él nos puede perdonar y
limpiar de todos nuestros males y contaminaciones mortales"
del más allá. Por lo tanto, sólo él es nuestro Salvador
celestial para encontrar el perdón de nuestro Padre celestial
y la reconciliación eterna con su Espíritu Santo y con su Ley
viviente en el paraíso, en la tierra y eternamente y para
siempre en La Nueva Jerusalén santa y gloriosa del cielo.
Además, nuestro Padre celestial nos ha dado la misma vida de
su Hijo Jesucristo, así como se la dio a los antiguos, por
ejemplo, porque sólo en él está nuestro perdón y nuestra
nueva vida infinita, llena de bendiciones y de salud sin fin
para nuestros corazones y para nuestras almas vivientes en la
tierra y en el cielo, para siempre. Por eso todo aquel que
camina por la tierra sin el Señor Jesucristo viviendo en su
corazón, entonces está viviendo en rebelión en contra de su
Dios y Fundador de su vida, para jamás volver a vivir la paz
y la gloria eterna de su Padre celestial y de su árbol de la
vida que están en los cielos.
Hoy en día, si tienes algún problema (o problemas), nuestro
Padre celestial te lo puede solucionar sin ninguna dificultad
y sin más demora, si tan sólo crees en tu corazón y así
confiesas con tus labios su nombre salvador, el nombre
glorioso y misterioso de su Hijo amado, ¡el Hijo de David!
Pues es la confesión sobrenatural del nombre glorioso de su
unigénito, para que entonces las muchas misericordias de
nuestro Padre celestial se manifiesten en nuestras vidas,
para hacer que nuestras tinieblas mueran y así cambien
nuestras suertes del mal hacia el bien, de la maldición hacia
la bendición sin fin y la luz más brillante que el sol, su
Hijo Jesucristo.
En la medida en que, sólo el Hijo de David tiene potestad y
autoridad de parte de nuestro Padre celestial para solucionar
cada uno de tus problemas; en verdad, hay problemas grandes y
pequeños; hay problemas que el hombre los puede solucionar
sin ninguna ayuda, pero hay otros problemas con los cuales no
puede lidiar solo con ellos jamás. Pues son problemas muy
graves en la vida de cada día del hombre, los cuales sólo
nuestro Padre celestial conoce la solución a cada uno de
ellos, pero únicamente por medio del Espíritu Santo de la
vida y de la sangre expiatoria, reparadora, sanadora de su
Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo!
De otra manera, ningún problema es verdaderamente solucionado
sin la ayuda idónea de nuestro Señor Jesucristo, en el
paraíso y en todos los lugares de la tierra, también, por
ejemplo. Podemos decir, además, que nuestro Padre celestial
siempre ha tenido problemas y dificultades terribles para
enfrentar y corregir en el cielo y en la tierra, pero siempre
los ha confrontado uno a uno por medio de su Hijo amado, ¡
nuestro Señor Jesucristo! En verdad, sólo Jesucristo es la
solución siempre a todos los problemas del cielo, de la
tierra y para siempre en el más allá.
Pues así también tiene que ser con cada uno de nosotros, con
todos los hombres, mujeres, niños y niñas de todas las
familias de las naciones de toda la tierra, porque cada uno
de nosotros ha salido del corazón, del alma y del cuerpo
santo de nuestro Padre celestial y de su Espíritu Santo, para
ser bendecidos diariamente por su Jesucristo. Y sin el Señor
Jesucristo, entonces nuestro Padre celestial no se enfrenta a
ningún problema jamás, sea lo que sea, para solucionarlo en
su vida santísima o en la vida de los ángeles o en la vida
del hombre, de la mujer, del niño o de la niña de la
humanidad entera.
Y lo mismo podemos decir de nuestro Señor Jesucristo, puesto
que nuestro Señor Jesucristo siempre ha demostrado que él no
se atreve a solucionar ningún problema, ya sea en su vida o
en la vida de los ángeles y así también del hombre de toda la
tierra, si no lo consulta primero con su Padre celestial y
con su Espíritu Santo. Es por eso que nuestros Dioses
celestiales son muy importantes en nuestras vidas de cada
día, así como lo fueron muy importantes en la vida de Israel
y de sus profetas; es decir, que sin la presencia santa de
nuestro Padre celestial, de su Jesucristo y de su Espíritu
Santo, entonces nuestros problemas, enfermedades y demás
dificultades no podrán ser solucionadas jamás.
Además, nuestro Padre celestial no desea que vivíamos en las
tinieblas de los problemas, enfermedades y males comunes y
extraordinarios de Satanás y de su mundo de la perdición
eterna, sino que vivamos en las bendiciones sin fin de sus
tierras y de sus cielos santos del paraíso y de su Nueva
Jerusalén santa y gloriosa del cielo. Por eso nuestro Creador
les enseñó a Adán y a Eva inicialmente que sólo el camino del
árbol de la vida es la bendición de sus vidas, para hacer
realidad cada uno de los deseos de sus corazones y de la de
sus descendientes infinitamente; y sin el Señor Jesucristo no
hay bendición alguna para nadie, sino sólo la muerte
infernal.
Consiguientemente, sólo nuestro Señor Jesucristo es el
camino, la verdad y la vida en el paraíso y en todos los
lugares del reino angelical y así también en toda la tierra,
para solucionar problemas y sanar males terribles; por tanto,
nadie podrá jamás entrar en la presencia sagrada del SEÑOR de
la Nueva Jerusalén celestial, sino es por medio de él. Por
eso tenemos que orar a nuestro Padre celestial, en el nombre
glorioso de su Hijo Jesucristo, diciéndole: Padre, perdónanos
nuestros pecados. Quita nuestras iniquidades de nuestras
vidas y acéptanos con tu benevolencia; te ofrecemos el fruto
de nuestros labios, alabándote y honrándote cada día,
creyendo en nuestros corazones en tu nombre santo y salvador
de tu Hijo Jesucristo.
Pues sólo tú eres lo mejor de nuestras vidas en la tierra y
en el cielo también, para siempre. No confiamos en ídolos,
las obras malvadas de nuestras manos pecadoras y ciegas a
toda verdad y justicia celestial; y jamás volveremos a decir:
dioses nuestros son ustedes, a las obras de las manos
pecadoras y rebeldes a ti, de nuestros antepasados. Visto que
son ídolos para maldición, los cuales no ven, ni sienten, ni
sufren, ni piensan, ni podrán amar jamás, ni menos responder
a nuestros sentimientos humanos y oraciones sinceras hechas a
ti que moras en el reino angelical majestuosamente,
eternamente y para siempre. Pues sólo en ti el huérfano
alcanzara amor, justicia, verdad, benevolencia y misericordia
infinita.
Yo te amo, mi SEÑOR, porque de tu corazón y de tus manos
santísimas he salido para vivir y gozar tu misma vida
gloriosa y sumamente santa, sólo posible en mí, por medio de
tu árbol de la vida eterna, ¡nuestro único Salvador
Jesucristo, desde la antigüedad y hasta nuestros días para
entrar desde ahora a la nueva eternidad celestial! Y si oran
así, humildemente, mirando hacia el cielo azul en sus
corazones en donde está su Dios y Salvador de sus almas
vivientes, ¡nuestro Señor Jesucristo!, entonces él los mirara
con gran amor sobrenatural, misericordia, verdad,
benevolencia y justicia infinita para responder a sus
oraciones, ruegos, peticiones y así sanar sus vidas
grandemente en todos los lugares de la tierra.
Así nuestro Padre celestial sanara sus infidelidades para
amarlos grandemente cada día por toda la tierra y para
siempre en la eternidad venidera de su nuevo reino sempiterno
del cielo. Así nuestro Padre celestial será el Dios que
siempre quiso ser en sus vidas, por medio del Espíritu de la
sangre y de la vida triunfadora de su Hijo Jesucristo, para
perdonarlos cada día de sus faltas y llenarlos de vida y
salud sin fin a sus vidas y a la vida de los suyos también en
toda la tierra.
(Los siguientes libros les ayudaran a entender cuando los
profetas les declaraban a los antiguos, por ejemplo, que sólo
el Señor Jesucristo es el regreso al paraíso: "LOS PROFETAS
ENSEÑARON DEL PERDÓN DE JESUCRISTO" y "TODOS ENTREN POR LA
PUERTA ESTRECHA DEL CIELO, ¡JESUCRISTO!" Léanlos una vez más,
y nuestro SEÑOR bendecirá sus corazones y sus almas vivientes
grandemente hoy día y por siempre en la nueva eternidad
celestial de sus ángeles y de su nueva humanidad infinita de
naciones eternas de toda la historia de nuestra tierra.)
Carta del cielo:
LOS PROFETAS ENSEÑARON DEL PERDÓN DE JESUCRISTO:
Todos los profetas dan testimonio contundentemente de la vida
y de la sangre santísima del pacto eterno entre el hombre de
toda la tierra y de nuestro Padre celestial, nuestro Señor
Jesucristo y, por tanto, todo aquel que cree en Él recibirá
perdón de pecados sólo por invocar su nombre muy santo y
milagroso con sus labios, para la eternidad venidera. Desde
el comienzo de las cosas "nuestro Padre celestial ha
tratado" con los ángeles y así también con el hombre del
paraíso y de la tierra con la sangre eterna de su Cordero
Escogido, su Jesucristo, es decir, desde mucho antes de la
creación del cielo y la tierra, para que vivan todos y por
siempre en paz con Él.
Dado que, es el Espíritu de la sangre y de la vida gloriosa
de su Hijo amado, la cual no solamente manifiesta y reparte
verdad y justicia, sino también esa paz duradera, la cual
enriquece el corazón santísimo de nuestro Padre celestial y
así también la de los ángeles y la de los hombres de la
humanidad entera. Por eso, nuestro Padre celestial siempre
seguirá tratando con sus ángeles y así también con la
humanidad entera, comenzando con Adán y Eva en el paraíso,
por ejemplo, con la misma sangre de su Hijo: "porque sin ella
nadie podrá jamás ser limpio, santo, justo, perfecto ni menos
puro para amarle y servirle a Él infinitamente".
Por eso es que el Espíritu de la sangre y de la vida gloriosa
de su Hijo amado, el Hijo de David, el árbol de la vida
eterna, fue muy importante para Adán en el paraíso y así
también infinitamente para con cada uno de sus hijos e hijas,
en todas las familias de las naciones de la tierra. Es decir,
también que la sangre bendita de nuestro Señor Jesucristo es
tan importante y esencial en la vida de los ángeles y así
también en la vida de cada día de las naciones, para seguir
siempre viviendo y andando por el camino de la verdad, la
santidad y la paz infinita de nuestro Padre celestial y de su
Espíritu Santo.
Y, de otra manera, no podremos jamás caminar en paz con
nuestro Padre celestial, ni con su Espíritu Santo y sus
huestes angelicales, sino que su ira se inflama grandemente
en contra de nosotros, sin que nos demos cuenta de nada hasta
que ya es demasiado tarde, es decir, si la sangre de su
Jesucristo no es parte de nuestras vidas. Porque es el
Espíritu de la sangre bendita del Hijo de David, la cual no
solamente le da paz a nuestro Padre celestial en su corazón
santísimo, para no morirse de ira en contra de nosotros, por
culpa de nuestros pecados, sino que también nos llena a
nosotros de toda verdad, justicia y de muchas cosas más de su
Jesucristo.
Por eso es que muchos andan afligidos, confundidos y
sufriendo problemas y enfermedades terribles en sus corazones
y en sus vidas de cada día, porque el Espíritu de la sangre y
de la vida gloriosa del árbol de la vida no está en ellos,
sino que la ira de Dios habita en sus vidas para castigarlos
cada día por sus pecados. Por ello, desde el principio, los
profetas de nuestro Padre celestial comenzaron a enseñarles
estas grandes verdades y justicias celestiales a todos los
hombres, mujeres, niños y niñas de la antigüedad, comenzando
mucho antes de los tiempos de Abraham y Noé, para seguir por
siempre con la misma enseñanza para con Israel y para con la
humanidad entera y sus naciones.
Porque es la verdad y la justicia de nuestro Señor
Jesucristo, el fruto del árbol de la vida eterna, la cual no
solamente satisface de toda verdad, justicia, santidad,
perfección, paz y gloria para con nuestro Padre celestial,
sino también para con sus ángeles y hombres, mujeres, niños y
niñas de toda la tierra. Fue por esta razón que Abel y así
también Abraham y sus hijos ofrecían sus sacrificios y
ofrendas sobre el altar del SEÑOR, pero siempre saturadas con
el Espíritu de la sangre y de la vida del Señor Jesucristo,
el Hijo de David, para que sus pecados les sean perdonados,
sanadas sus vidas y sus cuerpos humanos de todo mal.
Porque la verdad es que por más santo que sea el ser creado
por Dios, ya sean ángeles, arcángeles, serafines, querubines
o seres muy santos y especiales como Adán y Eva en el
paraíso, si no tienen el Espíritu de la sangre del árbol de
la vida, entonces no son lo suficientemente santos,
verdaderos y justos delante de Él para siempre. Y,
seguidamente, a través de las generaciones, poniendo en
práctica progresivamente las enseñanzas de los antiguos
profetas del SEÑOR, entonces las demás gentes seguían también
sus preceptos, como Israel y sus doce tribus, por ejemplo,
para mantenerse santos y libres de todos los males del pecado
y de sus tinieblas en sus vidas de cada día, y no morir
jamás.
Ya que, el terror de la gente de la antigüedad no era tan
sólo vivir en pecado y enfermo por alguna enfermedad terrible
e incurable, sino que su temor era morir y descender al bajo
mundo de los muertos, para no volver a ver la vida jamás para
siempre, en el más allá; entonces todos querían vivir libres
del pecado. Porque todos en la antigüedad deseaban volver al
cielo, como al paraíso o al ceno del SEÑOR, como a donde los
comenzó a formar en sus manos santas, con la ayuda idónea de
su Espíritu Santo y de su árbol de la vida eterna, nuestro
Señor Jesucristo, ¡el Hijo de David!
Es decir, que todas las gentes de la antigüedad conocían muy
bien el camino antiguo del SEÑOR, el cual era su Hijo amado,
el Hijo de David, sin duda alguna, de acuerdo a las
enseñanzas de todos los profetas, desde el primero y hasta el
último, por ejemplo. Y éste es el camino eterno a la verdad y
a la vida celestial del nuevo reino sempiterno de nuestro
Padre celestial, de su Espíritu Santo y de sus huestes
angelicales, siempre comiendo y disfrutando cada día de los
frutos del árbol de la vida, ¡el Hijo de David!
Visto que, sólo el Hijo de David es el árbol de la vida de
los ángeles y así también de los demás seres creados por
nuestro Padre celestial y por su Espíritu Santo, como el
hombre, la mujer, el niño y la niña de las naciones; por
ende, sólo Él es la felicidad de sus vidas y de sus tierras
infinitamente. Y los profetas del SEÑOR les enseñaban
continuamente a las multitudes de la antigüedad a seguir el
camino antiguo del SEÑOR, para que sean perdonados y sanadas
sus tierras y sus cuerpos humanos también de los males
terribles de Satanás y de sus tinieblas de siempre; la
palabra de Dios cambiaba sus vidas poderosamente, cuando
creían a los profetas, sin titubear.
Excepto que, si no son perdonados, entonces "sus tierras no
podían ser sanadas" de ninguna manera y sus frutos no serian
de lo mejor para alimentar sus cuerpos y así proveerles una
vida saludable, libre de males y de enfermedades terribles;
por ende, la tierra retenía sus buenos frutos de sus árboles
y plantas por la maldad de sus habitantes. La tierra siempre
ha sufrido los males terribles de los pecados y rebeliones de
sus habitantes, porque no aman a su Hacedor, ni su a Hijo
amado, nuestro Señor Jesucristo, ni al Espíritu Santo de su
palabra y de Sus Diez Mandamientos, por ejemplo; por eso no
hay paz en sus derredores, sino sólo violencia y guerras sin
fin.
Pero cuando los habitantes de las tierras reconocían sus
errores ante el SEÑOR, recibiendo en sus vidas el Espíritu de
la sangre y de la vida del pacto eterno de Jesucristo,
entonces la tierra era bendecida por ellos grandemente:
porque sus pecados desaparecían como arte de magia,
seguidamente sólo había por todos lados buenos frutos para
disfrutarlos cada día y en paz. Y hasta Dios mismo hacia que
sus enemigos, lejanos y cercanos, vivan en paz con ellos,
porque la tierra disfrutaba grandemente de la presencia
gloriosa del Espíritu bendito de la sangre y de la vida del
pacto eterno de entre el hombre de la tierra y el Dios del
cielo, el Hijo de David, ¡nuestro Señor Jesucristo!
Es decir, que con la presencia gloriosa del Espíritu del
Señor Jesucristo sobre toda la tierra de personas, familias,
pueblos, tribus, naciones o reinos, entonces la tierra es
infinitamente feliz, tan feliz que sólo puede dar lo mejor de
sus frutos de todos sus árboles, plantas y animales, por
ejemplo, para que sus habitantes las disfruten en gran
abundancia. Y lo mismo es verdad con los ríos, mares y
océanos, si sus habitantes cercanos son malvados en contra de
Dios y de su Jesucristo, entonces sus aguas no serán
bendecidas por nuestro Padre celestial para que sus vidas
marinas les den de sus frutos y de la mejor manera posible
para sostener sus vidas cada día saludable.
(En otros términos, por ejemplo: Tú eres lo que comes cada
día. Si comes bueno, pues estás bien, vives una vida
resistente al mal escondido y muy fuerte a la vez sobre todas
las cosas. Pero si no comes bien, entonces estás viviendo al
borde de las enfermedades de la tierra o quizás ya estas
viviendo en ellas y apunto de sucumbir al bajo mundo de los
muertos, sin fe y sin esperanza alguna de vida y de salud
para tu alma viviente en el más allá. Y todo esto te sucede
por culpa de tus maldades o de las maldades de otros que
habitan en tu tierra; porque el pecado que cometes en contra
de Dios, en verdad es en contra de ti mismo también y de
Jesucristo para mal de tu vida; además, todo pecado sea quien
sea que lo cometa la tierra se enferma igual.
Y esto no tiene que ser así contigo ni con ninguna otra
persona jamás, porque nuestro Padre celestial ya bendijo
grandemente toda la tierra con el derramamiento de muchos
poderes sobrenaturales de su Espíritu Santo (génesis 1:2) y
así también de la vida gloriosa de su árbol de la vida, ¡
nuestro Señor Jesucristo! Es decir, que nuestro Padre
celestial ya bendijo grandemente la tierra con la misma vida
de su Jesucristo, cuando vivió su vida santa en Israel y
derramo finalmente su sangre gloriosa sobre la cima del monte
santo de Jerusalén, para fin de los males y el comienzo de
toda bendición en la tierra y en la vida de todas las
naciones.)
Por eso, desde siempre, sólo el Señor Jesucristo, y su sangre
santísima con sus muchas bendiciones sobrenaturales, es lo
mejor de tu vida y de la vida de todos los tuyos también,
para que la tierra en donde vives viva siempre bendecida por
Dios y por su Espíritu Santo, ¡gracias al Señor Jesucristo
viviendo ya en tu corazón! Porque es lo que está en el
corazón del hombre lo que maldice o bendice la tierra; puesto
que, todo lo que entra en el cuerpo no contamina al hombre,
pero si lo que sale de su corazón, nuestro Señor Jesucristo
les explicaba a los antiguos, para que entendieran el gran
poder que posee el corazón humano cuando es habitado por Él.
Además, si existiera algo mejor que el Señor Jesucristo, como
el árbol de la vida eterna, para la tierra y para la
humanidad entera, entonces ya hace tiempo que nuestro Padre
celestial no solo nos lo hubiese comunicado, sino que también
nos lo hubiese entregado a nosotros, sin escatimar nada de
Él. Pero no hay nada en el paraíso ni en la tierra igual o
mejor que la vida gloriosa y sumamente santa de su Hijo
amado, el Hijo de David, para perdonar y borrar nuestros
pecados, males, problemas y enfermedades terribles en la
tierra y en el más allá para siempre y, a la vez, llenarnos
de tantas bendiciones infinitas.
Por eso, en Jesucristo somos sumamente ricos, llenos de vida
y de salud sin fin diariamente, para sólo conocer la verdad,
la justicia, la paz y la gloria de vivir con nuestro Creador
y con sus ángeles, por medio del fruto del árbol de la vida;
por todo ello, el que encuentra al Señor Jesucristo ha
encontrado su verdadera vida original/celestial. Entonces los
profetas antiguos eran muy cuidadosos de dejarles entender
todas estas verdades a las multitudes de la tierra, para que
vivan en paz con su Dios y así sus tierras no serian
maldecidas por culpa de sus pecados, sino benditas por haber
obedecido a su Dios y Fundador de sus vidas, por medio de su
Hijo amado, ¡nuestro Señor Jesucristo!
Debido a que, es únicamente la obediencia a nuestro Señor
Jesucristo lo que verdaderamente hace feliz el corazón santo
de nuestro Padre celestial, de su Espíritu Santo y de sus
huestes angelicales también en todo el reino angelical de los
cielos y en toda la tierra con todo hombre, mujer, niño y
niña de la humanidad entera, sin duda alguna. Y los rituales
de las ofrendas y de los sacrificios de los animales
rumiantes eran constantes cada día y cada noche también, para
que nuestro Padre celestial no vea sus pecados y derrame su
ira sobre ellos para exterminarlos por completo, sino que
sólo vea el Espíritu bendito de la sangre viviente de su Hijo
amado, ¡el Hijo de David! Ésta era la paz duradera por la
cual los profetas siempre les hablaban a los antiguos departe
del SEÑOR, para que sus vidas vivan cada día prosperando
continuamente hacia un futuro mejor y más no lo contrario.
En verdad, nuestro Padre celestial desde la antigüedad, como
en el reino de los cielos, en el paraíso y así también hasta
nuestros días, por ejemplo, "es un Dios de sangre santa",
pero solamente la sangre bendita de su Hijo amado, la cual
está limpia y libre de toda imperfección y de todo pecado,
por supuesto, para bendecirlo todo siempre. Y cuando nuestro
Padre celestial veía el ritual del derramamiento de la sangre
del animal rumiante sobre su altar y sobre la tierra,
entonces veía la sangre de su Jesucristo, por tanto, su ira
se alejaba de Él para no castigar al malvado según haya sido
su pecado y su maldad en contra de Él y de Sus Mandamientos
sagrados.
Además, esto no era tan sólo en Israel sino en casi todas las
demás naciones de la tierra, porque nuestro Padre celestial
buscaba propagar su gloria en todos los corazones de todos
los hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera,
para gloria y para honra infinita de su nombre muy santo, por
ejemplo. Y las palabras de las enseñanzas de los profetas del
SEÑOR avanzaban a pasos agigantados para tocar las vidas de
muchos por todas las naciones de la tierra, para que la
sangre del pacto eterno entre Dios y el hombre sea honrada en
sus vidas cada día y para siempre en la eternidad.
Y así muchos escapaban la ira de Dios y, hasta también,
escapaban sus enfermedades y muertes tempranas en sus vidas y
en la vida de los suyos, por ejemplo; y los antiguos
entendían que "el Espíritu de la sangre del Cordero Escogido
de Dios" tenia que ser constante delante de su presencia
santa, para que todo esté bien con ellos siempre. Por eso es
que las ofrendas y los sacrificios de los animales rumiantes
de un año y sin tacha eran constantes, como cada mañana, cada
tarde y cada noche, para que la ira de Dios se aplaque y no
termine con la vida de ningún pecador ni de ninguna pecadora
en todas las naciones y hasta en toda la tierra también.
Y los sacrificios de sangre no cesaban delante de la
presencia santa de Dios, porque tenia que ser así cada día y
cada noche y, además, porque la bendición de la sangre
santificadora, reparadora y sus poderes sobrenaturales eran
para todos, hebreos y gentiles, por igual; y los profetas del
SEÑOR llevaban estas verdades infinitas a muchos por toda la
tierra. De día en día, sólo por medio de la enseñanza de los
siervos de Dios de esta gran verdad y justicia celestial,
entonces el hombre de toda la tierra podrá empezar a
comprender la importancia de ella y como funciona
sobrenaturalmente en su vida sin cesar, para hacer que los
poderes del pecado no afecten su vida de ninguna manera
peligrosa.
Así pues, Israel se inicia en sus ofrendas y en sus
sacrificios de los animales rumiantes de un año y sin tacha
alguna en sus cuerpos sacrificados, para que la sangre del
sacrificio sea lo más pura, santa y perfecta posible sobre el
altar, simbolizando así la presencia sagrada de la sangre del
pacto eterno del Hijo de David. De no ser así, entonces
nuestro Padre celestial no trataba con ellos jamás, sino que
se alejaba de sus vidas y de sus tierras, dejándolos
expuestos a la voluntad malvada de sus pecados y de los
poderes terribles de las profundas tinieblas mentirosas de
Satanás y de sus ángeles caídos, para que sean ultrajados,
robados, desterrados y destruidos por fin.
Históricamente, los enemigos de Israel siempre han sido
gentes que sirven a Satanás, de una manera u otra, pero le
sirven a él y a sus profundas tinieblas de mentiras
increíbles y sumamente mortíferas para ofender a Dios, y, por
tanto, sólo la sangre bendita del Hijo de David los protegió
desde el éxodo de Egipto y hasta nuestros días también.
Porque sólo el Espíritu de la sangre y de la vida gloriosa
del árbol de la vida en el paraíso y en la tierra, nuestro
Señor Jesucristo, puede perdonar, borrar pecados, para que
los corazones de las gentes sean sanados de todos sus males
y, a la vez, llenos de bendiciones sin fin para vivir una
vida saludable cada día.
De otra manera, no hay perdón posible de pecados para nadie,
ni menos la tierra puede ser sanada de todos sus males, para
que sus frutos sean bendecidos por Dios mismo y alimente a
las multitudes, dándoles todos sus ingredientes naturales,
como vitaminas y minerales, por ejemplo, para vivir una vida
saludable y libre de toda enfermedad. Porque los poderes del
pecado de Adán y Eva son terribles en el corazón y en la vida
de cada uno de sus hijos, para no solamente hacerles daño
cada día de sus vidas por la tierra o a la tierra misma, sino
también en el más allá, como en el infierno, para que jamás
vuelvan a levantarse a la vida eterna.
Pero si la misma tierra es bendecida por nosotros mismos al
arrepentirnos de nuestros pecados en contra de nuestro Padre
celestial y de su Jesucristo, por ejemplo, entonces no
solamente ya no nos daría de sus frutos pobres con falta de
sus vitaminas y minerales esenciales para nuestros cuerpos,
sino que nos llenaría de vida saludable en gran medida. Y
esto es que nos daría no solamente de lo mejor posible de sus
frutos vitales, sino que también no nos retendría nuestros
cuerpos muertos en sus tumbas, sino que abriría sus tumbas
para devolver a la vida a sus muertos y así también sus ríos,
sus mares y sus océanos de toda la tierra, por ejemplo, sin
duda ninguna.
Entonces, y sin que nos demos cuenta jamás, la tierra también
se hace justicia por sí misma en contra de nosotros, por
nuestras culpas y maldades en contra de Dios, de su Ley y de
su Hijo Jesucristo, y no solamente no nos da de sus buenos
frutos escondidos en sus profundidades, sino que también nos
encierra en sus tumbas eternas. Por eso es que hay muchos
encarcelados en las tumbas de toda la tierra, porque no
amaron a su Dios y Fundador de sus vidas, ni menos honraron
en sus corazones a su Hijo amado, como Él mismo los llama a
amarle a Él y honrar su Ley viviente por siempre y hasta aún
más allá de la nueva eternidad celestial.
Además, la tierra no devolverá a sus muertos jamás, ya sea en
sus ríos, mares o océanos y sólo hasta que nuestro Señor
Jesucristo le entregue de la bendición personal de nuestro
Padre celestial, y éste será el día de la resurrección para
que todos los hombres, mujeres, niños y niñas que han pisado
la tierra, vuelvan a la vida. Y todo ser viviente que haya
vivido en la tierra volverá a la vida tal como fue en vida,
porque la misma tierra lo deja ir suelto, por mandato y por
amor de nuestro Padre celestial y, además, por la gracia
sobrenatural de su Hijo amado, la resurrección, ¡el árbol de
la vida!
Unos se levantaran en el día de la resurrección para juicio y
vergüenza eterna, porque jamás amaron a su Dios, ni honraron
a su Hijo amado en sus corazones; pero otros se levantaran,
en su gran mayoría a la vida y salud eterna, porque amaron a
su Dios y honraron cada día de sus vidas a su Jesucristo en
sus corazones. Entonces nosotros mismos, por medio del
espíritu de nuestra fe, en el nombre glorioso y sobrenatural
de nuestro Señor Jesucristo, el cual la tierra junta con sus
diversos ríos, mares y océanos perfectamente conocen con sus
vidas volátiles, marinas y terrenales, de aves, peces y
animales y hasta de su vida subterránea igual, pues podemos
alcanzar muchas bendiciones sobrenaturales desde ahora.
Es decir, que la tierra tiene grandes poderes sobrenaturales,
así como de la misma tierra santa y gloriosa del paraíso y
del reino angelical, para bendecir grandemente nuestras
vidas, si tan sólo la bendecimos a ella misma en la mayoría
de los casos, removiendo nuestros pecados y rebeliones en
contra de su Creador y salvador de su vida, ¡nuestro Señor
Jesucristo! Y es esto lo que la tierra desea de nosotros, que
la salvemos, amando a nuestro Padre celestial y a su Hijo
Jesucristo, para que entonces nuestros pecados, los cuales
son muy malos y muy pesados sobre toda ella entonces
desaparezcan por completo, para que las bendiciones
celestiales tomen sus lugares respectivos por todos lados, y
así la tierra enriquecería grandemente.
Hoy en día, si nosotros hacemos caso de las enseñanzas de los
profetas de la antigüedad, y no somos rebeldes a ellos ni a
sus Escrituras, como los antiguos, por ejemplo, entonces
nuestro Padre celestial nos bendeciría grandemente, para que
la tierra, a su vez, sea bendita también cada día y para
siempre en la eternidad venidera del nuevo reino angelical.
Por eso es que las enseñanzas de los profetas y sus
Escrituras jamás morirán, ni perderán sus poderes
sobrenaturales en la tierra ni en el cielo para bendecir
nuestras vidas cada día y encaminarnos por el camino antiguo
de nuestro Padre celestial para con Israel y para con la
humanidad entera también, para miles de generaciones
venideras en la eternidad.
Es decir, que jamás hubo otro camino de regreso al paraíso y
a las manos santísimas de nuestro Padre celestial y de su
Espíritu Santo, Creadores celestiales de nuestras vidas y de
nuestras almas vivientes para amar, comer y beber por siempre
de su fruto de vida y de salud eterna, el Hijo de David, ¡
nuestro Señor Jesucristo! Presentemente, nuestro Padre
celestial nos ha dado del Espíritu Santo de la sangre y de la
vida gloriosa del árbol de la vida, el Hijo de David, para
escapar las tinieblas de las mentiras terribles de Satanás y
del ángel de la muerte y sus seguidores tradicionales, para
vivir en la paz eterna de su luz más brillante que el sol.
De hecho y derecho, ésta es la sangre del pacto eterno, la
cual nos cubre, nos protege y sobre todo nos libra de
nuestros pecados, tinieblas, problemas, enfermedades, de lo
desconocido, maldiciones en la tierra y del más allá y con
sus más ricas bendiciones de vida y de salud celestial, en la
tierra y en el cielo, para siempre. Porque el poder de la
sangre del Hijo de David, nuestro Salvador Jesucristo, "es
como el jabón y el agua" para lavarnos por dentro en el
cuerpo, en el corazón, en el espíritu, en el alma y en la
vida de cada hombre, mujer, niño y niña de todas las familias
de las naciones del mundo entero, comenzando con Israel, por
ejemplo.
Es decir, que el Espíritu de la sangre y de la vida del Hijo
de David lava el corazón de todas las impurezas satánicas,
dejando el cuerpo limpio de los males de las enfermedades de
las tinieblas y así el alma queda purificada y libre de la
mancha eterna del poder del pecado y del ángel de la muerte
para siempre. Además, la sangre del pacto eterno de nuestro
Salvador Jesucristo, en si, es tan poderosa que realmente no
sabemos, ni entendemos, toda lo poderosa que es en la tierra
y en la eternidad también, por ejemplo, como en la vida de
los ángeles y así también de cada hombre, mujer, niño y niña
de todas las naciones de la tierra.
Mejor dicho, el Espíritu de la sangre y de la vida santísima
de nuestro Señor Jesucristo son los milagros mayores del
reino angelical y de la humanidad entera de las naciones de
toda la tierra, en el paraíso y en la nueva vida infinita de
La Nueva Jerusalén santa y gloriosa del cielo y más allá de
toda duda. Porque la sangre del pacto eterno de nuestro Señor
Jesucristo para con el hombre de la tierra, de parte de
nuestro Padre celestial y de su Espíritu Santo, en si, puede
limpiarlo de todos sus pecados con tan sólo confesárselos a
Él, invocando su nombre santísimo en un segundo eterno, como
en un momento de fe y de oración, por ejemplo.
Esto es poder, poder sobrenatural e infinito, el cual se
convierte en muchos poderes aún mayores, para perdonar
pecados ya olvidados de nuestros antepasados, sanar
corazones, almas, espíritus y cuerpos humanos y hasta
nuestras tierras también, dejándolos completamente
regenerados como si jamás hubiesen pecado o sufrido la
maldición alguna de Satanás y de sus profundas tinieblas del
infierno, por ejemplo. Fue por esta razón que nuestro Padre
celestial les decía a los antiguos, comenzando con Adán y Eva
en la tierra, por ejemplo, mata y come, pero la sangre del
animal rumiante del sacrificio tendrá que ser derramada sobre
la tierra, y nadie podrá comer de ella por ninguna razón:
porque la vida del animal está en su sangre.
Y yo les he dado "la sangre" para expiación de sus pecados;
para que de esta manera sus pecados les sean perdonados y
borrados; y no es que la sangre del animal tenga algún poder
curativo o de perdón de pecados, sino que es usada, como
siempre, en substitución, o como símbolo, de la única sangre
santísima del Hijo de David. Es decir, que cada uno de los
sacrificios de sangre de los animales rumiantes, en realidad,
fueron hechos, comenzando con el de Abel, por ejemplo, en
reemplazo, en lugar, de la verdadera sangre liberadora,
justificadora, sanadora, salvadora, compensadora, llena de
vida y de salud eterna y con todas sus bendiciones sin fin
del Hijo de David, ¡nuestro Señor Jesucristo!
Entonces los antiguos aprehendían al animal rumiante y lo
degollaban sobre el altar del SEÑOR, dejando así que su
sangre se derrame sobre la tierra, siempre pensando y
honrando la verdadera sangre divina, la que limpia y cubre
los pecados y rebeliones de los hombres, mujeres, niños y
niñas de la humanidad entera, para perdón, bendición, salud y
prosperidad eterna. Por eso es que el corazón, el alma, el
cuerpo, el espíritu y la vida del pecador y de la pecadora de
toda la tierra pueden realmente ser perdonados de sus
pecados, para que tengan una vida sana, santa y pura, como si
jamás hubiesen pecado, o conocido el pecado en todos los días
de sus vidas por toda la tierra.
En verdad, ésta es una vida sumamente pura, tan pura como la
de los ángeles del cielo o del mismo árbol de la vida eterna
del paraíso, la cual agrada a nuestro Padre celestial en toda
su verdad, justicia, santidad, perfección y gloria infinita,
¡el Hijo de David! Antiguamente, esto era algo que sé tenia
que hacer con cada uno de los sacrificios de los animales
rumiantes de un año y sin tacha alguna, para que sea entonces
aceptado delante de nuestro Padre celestial, para que los
pecados sean cubiertos y así su ira santa no se encendiera
para destruirlos por sus culpas y por sus maldades
cotidianas.
Y lo mismo sigue siendo verdad, hoy en día, en Israel y en
toda la tierra, tal cual como en los días del pasado, pero
esta vez tenemos ya la verdadera sangre santísima, derramada
en su día sobre la cima santa en las afueras de Jerusalén,
"el gran altar celestial", para fin del pecado y el comienzo
de la felicidad eterna. Y es precisamente ésta misma sangre
divina en la antigüedad, por medio del sacrificio de la
sangre simbólica de los animales rumiantes, la que cubrió,
perdono y borro los pecados y rebeliones de los antiguos y de
miles de generaciones venideras en el futuro en la tierra y
en el paraíso eternamente, la cual actúa hoy en tu vida
grandemente también.
Y, desde entonces acá, sin ésta sangre sumamente santísima,
la cual comenzó con el derramamiento del sacrificio de Abel
sobre el altar del SEÑOR, nuestro Padre celestial no le habla
a nadie jamás no importando sea quien sea la persona o
personas, nación o naciones, como Moisés o como todo Israel
histórico y sus doce tribus, por ejemplo. Consecuentemente,
sin el derramamiento de la sangre del Cordero del Sacrificio
eterno, nuestro Señor Jesucristo, entonces la ira de nuestro
Creador no podía salir de la persona o personas, nación o
naciones, sino que se quedaba sobre ellos hasta destruirlos
enteramente; es decir, que sin el derramamiento de la sangre
divina sobre la tierra no hay perdón de pecado alguno, jamás.
Entonces estos sacrificios y derramamientos de sangres,
verdaderamente eran para cubrir temporalmente las culpas y
los pecados de las gentes, hebreas o gentiles, de las cuales
se acercaran al SEÑOR buscando su perdón y su reconciliación
santísima para con Él, para que sus suertes cambien para bien
de cada día de sus vidas por toda la tierra y para la
eternidad. Porque la verdad es también, así como los profetas
de la antigüedad lo manifestaban a las multitudes de Israel y
de los diversos pueblos de las naciones regados por toda la
tierra, de que sólo el Espíritu de la sangre santísima
rociada sobre el altar del SEÑOR y derramada sobre la tierra,
entonces sus suertes podían cambiar para bien eterno
seguidamente.
Y lo mismo es verdad, hoy en día, también no solamente en
Israel sino en todas las familias de las naciones, de que
sólo invocando el Espíritu de la sangre del sacrificio eterno
del Hijo de David, el Cristo, puede cambiar la suerte de sus
vidas para bien, para que sus enfermedades, problemas sean
resueltos y así sus vidas mejoradas grandemente. Los profetas
y más los que entendían lo que nuestro Padre celestial estaba
haciendo con ellos, entonces esperaban por la venida del Gran
Rey Mesías, para liberarlos de sus males y bendecirlos
grandemente no tanto como nación, sino a cada una de sus
vidas individualmente y para siempre con el fin de que
regresen al cielo, a las manos santas del SEÑOR.
Por eso, el Señor Jesucristo cuando predicaba sus palabras a
los hebreos, entonces les aseguraba, diciéndoles, por
ejemplo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie podrá
jamás regresar a la presencia santa de Dios en el reino de
los cielos, sino es por mí. Puesto que, "el Señor Jesucristo
es el único quien les hablaba" a los profetas para que los
hebreos obedecieran al SEÑOR, nuestro Padre celestial, con el
fin de que sus ofrendas y sus sacrificios de animales
rumiantes sean lo más santos posibles sobre su altar y
delante de su presencia gloriosa, para que sus pecados sean
borrados para siempre.
Y, además, es Él mismo, el Hijo de David, quien de la misma
manera siempre les hablaba por las Escrituras y así también
por el Espíritu de la Ley viva a los hebreos cada día y hasta
nuestros días también; es decir, que cada vez que los hebreos
leen las Escrituras o la Ley, están hablando con el Hijo de
David. Y la razón porque nuestro Señor Jesucristo les
aseguraba estas palabras a los hebreos y así también a los
gentiles, cuando les decía que sólo era Él el camino al
cielo, porque tenia en Él: la sangre del pacto eterno en sus
venas, para ser derramada por ellos en su día, para perdón y
para reconciliación santa con la felicidad celestial.
Además, como nuestro Señor Jesucristo tenia en sí mismo la
sangre del pacto eterno, no solamente salvaba a las personas
y familias de los hebreos y gentiles, cada vez que les
predicaba su evangelio santo y oraba por ellos, sino que
también los liberaba del poder de sus enemigos y de sus
muchas aflicciones y enfermedades eternas y mortales
juntamente. Esto era glorioso ver al Hijo de David caminando
por las calles de las ciudades y aldeas de Israel predicando
su evangelio eterno, el mismo evangelio antiguo de Abraham,
Isaac, Jacobo, Moisés, David y en fin todos los patriarcas y
profetas de Israel, para perdón y sanidad de sus cuerpos y
vidas humanas; las gentes eran sanadas de males terribles
diariamente.
Se veían grandes milagros entre los que seguían al Hijo de
David por todo Israel a donde tenia que ir para predicar la
misma palabra que los profetas habían anunciado a las
multitudes de su parte en la antigüedad, para que dejen de
caminar en las tinieblas y así se encaminen infinitamente en
la luz de la vida eterna, ¡nuestro Jesucristo! Porque todos
los sacrificios de derramamiento de sangre, comenzando con
Abel y en adelante, en verdad, fueron hechos en
reemplazo/lugar del derramamiento santo del pacto eterno, de
la sangre salvadora del árbol de la vida, el mismo árbol de
los árboles sin vida de Adán y Eva sobre la cima santa de
Jerusalén, "el gran altar de Israel", ¡nuestro Señor
Jesucristo!
En otras palabras, el sacrificio y derramamiento de sangre de
cada cordero o animal rumiante, para el sacrificio sobre el
altar de Dios, comenzando con el sacrifico de Abel, por
ejemplo, era simbólico del verdadero sacrificio y
derramamiento de sangre salvadora, la cual vendría después de
sus vidas, como hoy mismo viene a ti, si tan sólo invocas su
nombre maravilloso. De hecho, éste es el pacto de sangre
santísima del Hijo de David, nuestro Señor Jesucristo, para
el pacto de vida eterna entre Dios y el hombre de la tierra,
para así cubrir sus pecados, no temporalmente, sino para
siempre en la tierra y en la eternidad venidera del nuevo
reino sempiterno de La Nueva Jerusalén santa y gloriosa del
cielo. Porque sin la sangre bendita del Hijo de David ningún
hebreo o gentil, sea quien sea la persona, jamás podrá pisar
tierra santificada de la nueva vida infinita de La Nueva
Jerusalén santa y gloriosa del cielo: en donde todo es paz,
gloria, pureza, santidad y verdadera perfección de amor de
todas las cosas para siempre.
(Y, hoy en día, si eres hebreo o gentil y si deseas regresar
al Dios de Abraham, al Dios de Isaac y al Dios de Jacobo en
la tierra y en el cielo, pues entonces tienes que tener la
sangre bendita del Hijo de David viviendo en tu corazón, para
que comiences a vivir infinitamente desde ya: "Tu eternidad
bendita". Para que tu espíritu, tu alma, tu cuerpo y toda tu
vida humana sean santas, perfectas y llenas de amor para
entrar a la vida eterna del cielo y si no, pues morirás en
tus pecados y en tus tinieblas para jamás volver a ver la luz
del día, ni mucho menos la luz gloriosa del rostro del SEÑOR
para siempre.)
Y los profetas del SEÑOR cada día daban testimonio
contundente de todo esto al pueblo de Israel y de las
naciones también, así como lo leen hoy en día, por ejemplo,
para que sus pecados les sean perdonados y así se conviertan
de sus vidas pecadoras a la vida santa del Santo de Israel y
de las naciones, ¡nuestro Señor Jesucristo! Porque sólo el
Señor Jesucristo es la paz, la gloria y la felicidad infinita
no solamente de nuestro Creador, sino también de sus
diversidades de ángeles en sus rangos de glorias y poderes y
así también la paz, la gloria, la prosperidad y la felicidad
perfecta de cada hombre, mujer, niño y niña, comenzando con
Adán y Eva en el paraíso.
Y sin la sangre del Señor Jesucristo no hay paz, ni gloria,
ni felicidad alguna para nadie sea quien sea la persona,
familia o nación del mundo entero; no hay paz ni felicidad
alguna para el impío, ni antes ni después, declara
abiertamente la Escritura profética; a no ser que se
arrepientan de sus pecados, aceptando a Jesucristo en sus
vidas pecadoras. Entonces ésta sangre santísima de nuestro
Señor Jesucristo no solamente borra pecados de personas o
familias enteras, sino también de naciones, como la época
clásica de Israel, la cual siempre fue muy meticulosa con los
preceptos y rituales del servicio al SEÑOR, por medio de los
derramamientos de la sangre de los corderos, para perdón y
reconciliación nacional con el SEÑOR.
Entonces para que todo esto sea una realidad en los días
antiguos de Israel, nuestro Dios enviaba a sus siervos y a
sus siervas uno tras otro, como profetas, jueces, pastores,
para que les enseñen los preceptos, mandamientos y rituales a
seguir constantemente de la sangre santísima de su Hijo
Jesucristo, para que todos ellos vivan en paz con él
infinitamente. Y si no lo hacían así para satisfacer toda
verdad y justicia en sus vidas, obedeciendo a sus profetas de
todas las palabras que les enseñaban de parte de Él, pues
entonces eran entregados por Dios mismo a sus enemigos una y
otra vez, para que sean derrotados y castigados por ellos en
Israel y hasta en tierras lejanas también.
Además, Dios hacia todo esto en contra de Israel, porque su
ira se derramaba grandemente por culpa de sus pecados, por no
obedecerle a él, conforme a su más santa y gloriosa voluntad,
por medio del Espíritu Santo de los rituales de la sangre
simbólica derramada sobre su altar y sobre la tierra, para
perdón y paz duradera en sus vidas. Es decir, que en la
antigüedad y no tanto así hoy en día, porque el Señor
Jesucristo ya derramo su sangre santa para perdón de pecados,
si nuestro Padre celestial no veía el Espíritu de la sangre
bendita de su Hijo amado cubriendo los pecados, entonces su
ira se inflamaba así por así y destruía todo enteramente, sin
previo aviso.
Entonces muchos hebreos murieron así y al instante, bajo la
ira inflamada de nuestro Padre celestial por culpa de sus
pecados, porque no veía el Espíritu de la sangre y de la vida
santísima del Señor Jesucristo, para bien y paz que viene de
antiguo celestial para sus vidas y para sus tierras también,
por supuesto. Pero gracias al sacrificio eterno que los
antiguos hicieron sobre el monte santo de Jerusalén y sobre
los árboles secos de Adán y Eva, para fin del pecado y así
calmar la ira divina también sobre Israel y sobre las puertas
de las familias de las naciones que le aman a Él siempre: por
eso gozamos del perdón eterno actualmente.
Porque nuestro Padre celestial había levantado no solamente
profetas sino también hombres, mujeres, niños y niñas de
todas las familias de Israel, para que no solamente vivan
alegres y felices con Él, obedeciendo cada día sus Santos
Mandamientos, sino también para que salieran a las naciones a
ganar prosélitos para su nuevo reino sempiterno y angelical,
¡La Nueva Jerusalén celestial! Para que muchos de ellos se
conviertan a la verdad del Espíritu de la Ley viviente y del
mensaje santísimo de los rituales del sacrifico y de las
ofrendas al SEÑOR, de los cuales conllevan el mensaje
milagroso del perdón, bendición, sanidad y salvación eterna
del alma viviente del hombre, por los poderes sobrenaturales
de la sangre viva del Gran Rey Mesías.
Y esto era algo que nuestro Padre celestial quería regar por
las naciones, para que ellas también sean cumplidoras del
Espíritu de Sus Diez Mandamientos y de las ordenanzas y
decretos, los cuales rigen cada día el servicio santo al
SEÑOR, de cada una de sus ofrendas y sacrificios de
derramamientos de sangres sobre su altar y ante su presencia
gloriosa. Porque cada ofrenda y sacrificio del animal
rumiante ante la presencia santa de nuestro Padre celestial
es "el aroma sumamente rico" de la sangre bendita del pacto
eterno, llena de perdón, bendición, paz, gozo, felicidad,
verdad, santidad, justicia y vida eterna para todos los que
aman al SEÑOR creador del cielo y la tierra.
Porque para esto nuestro Padre celestial levanta a Israel
desde el vientre de sus madres, para que sean bendición sobre
las naciones, llevando el mensaje glorioso del perdón,
bendición, salud y salvación para una vida santa y sumamente
gloriosa, llena de bendiciones inagotables de nuestro Padre
celestial, de su Espíritu Santo y de su árbol de la vida, ¡el
Mesías celestial! Y fue así como nuestro Padre celestial
disperso por todas las naciones a su pueblo de Israel con sus
doce tribus (sólo un remanente quedo en Israel, para
cuidar/retener sus tierras), por ejemplo, para que ellos
mismos lleven estas grandes enseñanzas del evangelio del
perdón, bendición, sanidad y salvación para cada una de todas
las familias de la humanidad entera.
Por eso es que el nombre del SEÑOR y sus Escrituras junto con
sus profetas y su Ley santísima son conocidos a fondo por
muchos en todas las naciones; la Biblia es el primer libro
más leído mundialmente e históricamente hablando, para que
estas verdades y justicia interminable de nuestro Padre
celestial y de su Jesucristo llenen toda la tierra
enteramente. En sí, ésta es la predicación santa y sumamente
gloriosa de los profetas antiguos del SEÑOR, llena de perdón,
sanidad, milagros, maravillas, prodigios en los cielos y en
la tierra para bien de muchos en todas las familias de la
humanidad entera, hoy en día y para siempre en la eternidad
celestial e infinita, ¡nuestro Señor Jesucristo!
Es decir, que nuestro Padre celestial usa a Israel
inicialmente con sus profetas para predicar su santo
evangelio de su Hijo Jesucristo para perdón, bendición, salud
y salvación de todas las familias de las naciones, para que
todas llegasen a entender que "es el derramamiento de la
sangre del sacrificio" el cual cubre sus pecados, para
salvación y para sanidad eterna. Y sin el derramamiento de la
sangre santa de su Hijo amado, el Hijo de David, entonces no
hay perdón de pecado alguno para nadie, ni mucho menos
bendición, ni sanidad, ni salvación alguna de sus almas
vivientes, en esta vida ni en el más allá, como en el paraíso
o como en La Nueva Jerusalén gloriosa e infinita del cielo.
Por todo ello, ésta sangre santa y gloriosa, llena de perdón,
llena de bendición, llena de salud, paz y vida eterna, es la
sangre reparadora de su Hijo amado, el Hijo de David, el cual
la derramaría por amor no solamente de Israel sino también de
tu vida y de la vida de los tuyos también, mi estimado
hermano y hermana. Para que de esta manera toda la tierra sea
llena de su gloria santísima de norte a sur y de este a
oeste, así como el reino angelical de los cielos, por
ejemplo, la cual está llena de su gloria viviente de su Hijo
amado, nuestro Señor Jesucristo, ¡el árbol de la vida eterna
de todos sus seres creados para siempre!
El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre celestial y de su
Jesucristo es contigo.
¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!
Carta del cielo:
TODOS ENTREN POR LA PUERTA ESTRECHA DEL CIELO, ¡JESUCRISTO!
Todos ustedes entren por la puerta estrecha al reino
angelical de Dios y de su árbol de la vida eterna, para que
no sufran más; porque ancha, y espacioso es el camino que
lleva a la perdición eterna del infierno, y son muchos los
que pasan por ella, sin darse cuenta, les aseguraba nuestro
Señor Jesucristo a las multitudes de Israel. Nuestro Señor
Jesucristo deseaba el perdón, la bendición y la salvación de
cada uno de todos los que le oían; porque Él no había sido
enviado al mundo por nuestro Padre celestial para juzgar y
condenar a Israel ni menos al mundo entero, sino para
"redimirlos del poder del pecado y de las tinieblas" de
Satanás y de sus ángeles caídos.
Y sin éste camino muy santo entonces no sólo Israel no puede
ser redimido de sus pecados y de sus muchas tinieblas jamás,
sino que también cada una de las naciones del mundo entero,
eternamente y para siempre. En verdad, todos sin Jesucristo
en sus vidas están eternamente muertos en la tierra y así
también en el infierno, para siempre. Además, éste no es un
camino que lo podría traer al mundo un ángel glorioso o todos
ellos juntos, en sus millares, del reino de los cielos, sino
sólo nuestro Señor Omnipotente, el Hijo de Dios, ¡nuestro
Salvador Jesucristo!
Visto que, éste es un camino lleno de verdad, santidad y
justicia eterna para no solamente los ángeles del cielo, sino
también para cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad
entera, comenzando con Adán y Eva en el paraíso, por ejemplo.
Verdaderamente, no hay otro camino igual a éste con el Señor
Jesucristo para bendecir cada día la vida del hombre de la
humanidad entera en el cielo ni menos en toda la tierra
infinitamente: Por eso, el que no camina por éste camino
santo, como Dios manda, pues entonces muere irremisiblemente,
porque su corazón se seca mortalmente y su alma también.
Porque sólo nuestro Padre celestial nos podrá guiar paso a
paso por éste camino santo y muy glorioso, por cierto, el
cual sólo dejara por donde quiera que va por toda la tierra:
gloria y honra a su nombre muy santo, perdonando pecados,
sanando corazones y salvando vidas y almas infinitas de la
humanidad entera del poder de Satanás. Por eso fue que
nuestro Señor Jesucristo les decía a las multitudes de
Israel, por ejemplo: nadie puede venir a mí a no ser que lo
envié mi Padre celestial que está en los cielos: Es decir,
que ningún hombre, mujer, niño o niña podrá jamás acercarse
al Señor Jesucristo, sino es enviado por el Padre y por su
Espíritu Santo.
(¿Será éste el problema nacional de todo Israel, desde la
antigüedad y hasta nuestros días? No lo sé a ciencia cierta,
me pregunto yo mismo. Tengo la tendencia a pensar que sí.
Aparentemente, ellos no pueden acercarse al Señor Jesucristo,
como deberían hacerlo por mandato divino, porque nuestro
Padre celestial no los lleva de la mano al pie del árbol de
la vida, para que coman del fruto saludable y delicioso para
el corazón y para el alma, como lo hizo con Adán y Eva en su
día en el paraíso, por ejemplo.)
Por esta razón, nuestro Padre celestial ha estado llamando
cada día e incesantemente al hombre de toda la tierra para
que se acerque a su Hijo amado, el Hijo de David, y coma y
beba de Él a cada paso, para que jamás vuelva a tener hambre
ni sed, en esta vida ni en la venidera tampoco, para siempre.
Dado que, todos los que estén en el Señor Jesucristo, o que
Él esté en ellos, como en su corazón y en su espíritu humano,
por medio del espíritu de fe, de su nombre santísimo, pues
entonces no solamente que sus pecados les serán perdonados,
sino que serán levantados a la vida eterna en el día de la
resurrección.
Ya que, los que están en el polvo de la tierra se levantaran
a la vida en el día de la resurrección a seguir caminando en
sus caminos antiguos de sus vidas rebeldes para el juicio
final; sin embargo, los que caminaron con el Señor Jesucristo
entonces seguirán caminando en éste único camino antiguo y
bendito hacia la nueva vida eterna. Y ésta nueva vida eterna,
la cual nuestro Padre celestial no solamente saca de Egipto
con gran despliegue de poder y de ira incontenible a Israel,
sino que también para las demás naciones como de las que le
aman a Él en el espíritu y en la verdad de su árbol de la
vida, para vivir en La Nueva Jerusalén celestial.
En la medida en que, sólo esta vida santa de nuestro Señor
Jesucristo, nuestro árbol de la vida y salud eterna, es la
que "correctamente complace cada día" a nuestro Padre
celestial en toda su verdad y justicia infinita, honrando y
glorificando su nombre muy santo, por los siglos de los
siglos en la tierra y en la nueva eternidad celestial.
Además, éste camino antiguo es el camino del Hijo de David
para gloria eterna de nuestro Creador; porque fue Él mismo
quien se le apareció gloriosamente a Moisés sobre la cima del
Sinaí y entre la maleza ardiendo en llamas, quemando los
pecados no sólo de Israel sino también de las demás familias
de la humanidad entera. Es decir, que en éste día histórico
el Hijo de David quemo, sobre el altar del SEÑOR y con su
sangre milagrosa, reparadora, expiatoria, santificadora, los
pecados de todos, hebreos y gentiles, en la humanidad entera,
para entonces él poder obrar fácilmente para bien eterno de
Israel en todo Egipto.
Y Moisés cuando lo vio, él aún estaba en pecado y nuestro
Señor Jesucristo quemaba sus pecados con el fuego ardiente
del Espíritu Santo de su sangre gloriosa y todopoderosa, para
que sea limpio de todo mal y le comience a servir al SEÑOR
del cielo y así liberar al fin a Israel de su cautiverio
eterno en Egipto. Porque todo Israel había nacido en Egipto
para seguir viviendo en las tinieblas de Satanás sin jamás
conocer al Dios de sus antepasados, sino venia a ellos, a su
ayuda, a su liberación eterna, el Rey Mesías de todos los
tiempos, ¡el Hijo de David! En otras palabras, Dios había
formado a Israel entre las profundas tinieblas de Egipto, así
como la madre forma a su hijo en las tinieblas de su vientre,
para posteriormente dar luz, y ahora Israel tenía que salir
de estas tinieblas de su nacimiento a la luz de un nuevo día
de vida, jamás conocida por ellos.
Y Satanás tenia a todo Israel en el cautiverio eterno para
que le sirvan a él, por medio de sus profundas tinieblas
eternas del más allá; y aunque todo esto estaba sucediendo
con Israel, nuestro Padre celestial aun oía las oraciones de
sus siervos Abraham, Isaac y Jacob para que envíe al Hijo de
David a salvarlos de sus muertes seguras. Porque toda oración
que sea hecha para bien de Israel en el nombre bendito del
Hijo de David, nuestro Padre celestial la recibe y la
contesta con muchas bendiciones sobrenaturales de cualquier
hombre, mujer, niño o niña, ya sea en la tierra y hasta en el
mismo paraíso antiguo de Adán y Eva, por ejemplo.
Además, nuestro Padre celestial contesta las oraciones de los
patriarcas de Israel, enviando inmediatamente a su Hijo amado
a rescatar a Israel que había nacido en Egipto para
llevárselos con Él a una tierra nueva, libres de todas las
mentiras y maldades de Satanás, pero llena del Espíritu
glorioso y salvador de su Hijo amado, ¡el Santo de Israel!
Porque la verdad es que la tierra de Canaán, prometida a los
hebreos, fue inicialmente escogida por nuestro Padre
celestial para que su Hijo naciese, viviese, ministrase
perdón, salud y salvación para todos, fuese crucificado a los
árboles pecadores de Adán y Eva, derramase su sangre santa y
resucitase al tercer día en ella, para empezar su nuevo reino
angelical.
Entonces cuando Moisés veía al árbol de la vida en llamas
sobre el Sinaí, el cual era el Hijo de David brillando como
Rey y Padre de Israel, como cuando brillaba gloriosamente con
su sangre santa sobre el monte santo de Jerusalén, entonces
dijo francamente: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac
y el Dios de Jacob. (Ésta fue la manifestación verbal de Dios
mismo delante de Moisés y de Israel para decirles, de modo
definitivo, de que sólo Él es el Dios Padre, el Dios Hijo y
el Dios Espíritu Santo para empezar a caminar con el hombre
por el camino del perdón, de la bendición, de la paz y de la
gloria eterna del cielo.)
Y, a partir de aquel día, el Hijo de David no se aleja de
Moisés ni de Israel por ninguna razón, sino que siempre se
mantuvo fiel a ellos por medio de la palabra y del nombre
santo del SEÑOR, para que su Ley viviente sea infinitamente
honrada por siempre y hasta el día de hoy también, por
ejemplo. Porque nuestro Señor Jesucristo jamás ha dejado de
ser el camino, la verdad y la vida eterna de cada hombre,
mujer, niño y niña de la humanidad entera, comenzando con
Moisés e Israel, desde los días del escape de Egipto, por
ejemplo, camino por el desierto y hasta por fin llegar a la
tierra del Gran Rey Mesías, ¡Israel!
Empero, han sido los hijos de Abraham los que se han alejado
de Jesucristo, pero Él no, jamás; Él sigue siendo fiel a su
palabra y a su promesa de perdón, bendición, sanidad y
salvación del alma viviente del hombre de toda la tierra,
para que no muera jamás sino que viva para ver la vida eterna
del nuevo reino angelical. Por cierto, éste es el verdadero
camino hacia la libertad del poder del pecado y del ángel de
la muerte en la tierra y en el más allá, y cuando Moisés lo
encontró jamás se separo de él, por ninguna razón, ni por un
sólo instante, sino que permaneció fiel al Hijo de David
hasta el fin de sus días.
Habiendo visto Moisés cara a cara al Hijo de David sobre el
Sinaí, entonces nuestro Padre celestial envió a moisés de
regreso a su pueblo con el mensaje de que había encontrado a
su Dios y salvador de sus vidas. (En verdad, en éste día
glorioso para Israel y la humanidad entera, Moisés encontró
el camino, la verdad y la vida a vivir cada día para por fin
regresar no sólo al paraíso, sino también a la misma
presencia santa de nuestros primeros pasos, como a las manos
creadoras de nuestro Padre celestial en el reino angelical.)
Y Moisés entonces le dijo al Señor Jesucristo: Supongamos que
regreso a los hebreos, como me estás mandando, y ellos me
dicen: cual es el nombre de aquel que se te ha aparecido para
darnos este mensaje de liberación que nos estás revelando
ahora mismo. Y si ellos me hablan así, Señor, entonces ¿qué
les diré? ¿Cuál es el nombre que les debería de dar de ti,
para que me crean y reciban tu mensaje?
Entonces el Hijo de David le dijo a Moisés: así pues les
dirás a los hebreos: YO SOY EL QUE SOY te envía a ellos, para
que les hables de mi parte. YO SOY EL QUE SOY, está aquí
entre todos ustedes para bendecir sus vidas y liberarlos
infinitamente de todos los ataques crueles de sus enemigos de
los que están en Egipto, en toda la tierra y en el más allá
también, para siempre en la eternidad. (Yo Soy significa
Jesús o Jesucristo o Jehová, por ejemplo, el Hijo de David,
el único Santo y Salvador de Israel y de la humanidad
entera.)
Pues entonces, sin demora, Moisés bajo del monte de Dios
totalmente transformado en un hombre diferente, dado que
había recibido el nombre de Jesucristo en su vida, preparado
para obedecer a Dios y seguir caminando por el camino que le
había presentado momentos antes, el Dios del cielo y de la
tierra, fundador de Israel, ¡el Hijo de David! En aquel día,
Moisés baja del Sinaí no solamente como un hombre totalmente
nuevo, sino también lleno del espíritu de fe, del Hijo de
David, el Santo de Dios, para no sólo vencer a sus rivales de
antigüedad, sino también para salir por el camino milagroso
hacia el desierto y entrar a la nueva tierra prometida de
Canaán para Israel.
Moisés había encontrado la nueva vida eterna de Israel, al
Hijo de David y, además, había encontrado su camino
santo/misterioso hacia la vida gloriosa de Dios y de su nuevo
reino celestial en la tierra y en el más allá también, como
en La Nueva Jerusalén celestial; sólo ésta es infinitamente
la nueva vida gloriosa de la Jerusalén de Dios. Y cuando
Moisés descendió del Sinaí para encontrarse con su pueblo,
entonces les dijo: He encontrado al Dios de nuestros padres,
y me ha hablado sobre lo que hará muy pronto con nosotros por
voluntad divina de nuestro Creador del cielo y de la tierra.
Él ha descendido del cielo con poder y autoridad de nuestro
Padre celestial para librarnos del poder de nuestros
opresores, y muy pronto seremos libres de nuestra cautividad
para ir ha vivir a unas tierras nuevas, las cuales nuestro
Dios mismo las ha escogido para nosotros habitarlas; somos
libres por fin de los egipcios, gracias a Dios de nuestros
antepasados. Y entonces los hebreos le dijeron a Moisés: Si
es verdad que has visto cara a cara a Dios mismo y has
hablado con él, pues dinos como se llama -tenemos que conocer
su nombre para creerte-, porque a Él no lo conocemos nosotros
aún, ni lo hemos visto jamás, como tú nos revelas haberlo
visto sobre el Sinaí.
Créanme, y créanle al SEÑOR a la vez; no duden más de Él,
para mal de sus vidas. Moisés les afirmaba francamente a los
hebreos, diciéndoles: Él es el Dios de nuestros padres: El
Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob-eso fue
lo que Él mismo me manifestó, cuando hable cara a cara con Él
sobre el Sinaí. Sí, créanlo: Él es el Dios de nuestros
antepasados, sin duda alguna, les aseguraba Moisés a los
hebreos ensombrecidos por las buenas nuevas. Y atónitos los
demás hebreos preguntaban también a Moisés, dinos: ¿Cómo es
Él? ¿Y como se llama? ¿Cuál es su nombre?, le continuaban
preguntando los demás hebreos que rodeaban a Moisés, porque
su rostro brillaba como nunca antes por haber visto cara a
cara al Hijo de David.
Entonces Moisés les dijo a los hebreos, él se llama: YO SOY
EL QUE SOY. Así me dijo el Señor que se llama, Yo soy Dios,
YO SOY EL QUE SOY. (Su nombre significa Jesús o Jehová o el
Todopoderoso, por ejemplo, además de otros nombres gloriosos
de nuestro Creador celestial.) En el acto, los hebreos al oír
el nombre del Hijo de David por vez primera, como el Señor
Jesucristo, por ejemplo, entonces no fueron rebeldes al Señor
ni tampoco rebeldes a Moisés, sino que lo aceptaron como tal,
y comenzaron a obedecer a su Dios para bien de sus vidas y
para bien eterno de los suyos también, para generaciones
futuras. En este día, nuestro Padre celestial cambio la
suerte de Israel para creer de todo corazón y sin reserva
alguna a su Redentor celestial, el Hijo de David, para que no
profanen su nombre amado en Egipto ni en ninguna otra nación
de la tierra, sino que lo honren y lo exalten por siempre en
el secreto de sus corazones.
Esto agrada mucho a nuestro Padre celestial que está en los
cielos, por lo cual la liberación de Israel de las manos de
sus opresores empezó, sin más ni más para gran sorpresa de
los hebreos y de sus familias; y aún mucho más sorprendidos
quedaron los egipcios al oír que el Dios de Israel había
descendió en persona a llevárselos. Es decir, que después de
esta conversación entre Moisés y los hebreos, entonces fueron
a presentarse delante del Faraón de Egipto para pedirle que
los dejara ir al monte del SEÑOR, para encontrarse con su
Salvador celestial cara a cara, así mismo como Moisés lo
había encontrado en días recientes.
En aquel día, todos querían ver al Señor Jesucristo cara a
cara, como Moisés lo había visto a él brillando
majestuosamente sobre todo lo alto de Sinaí, pero sólo Moisés
podía acercarse y hablar con Él en persona, para recibir sus
ordenes especiales de nuestro Padre celestial concerniente a
la salvación de Israel. (Aquí Satanás se opuso, como de
costumbre, para que los hebreos salieran de Egipto para ir al
Sinaí a encontrase con el Hijo de David cara a cara, así como
Moisés lo había encontrado días antes para hablar con él de
tantas cosas que estaban agobiando sus corazones de toda la
vida. Pues Satanás hizo que el Faraón de Egipto les negara su
salida de la tierra de Gosén, en Egipto, para ir a
encontrarse con su salvador celestial, el Gran Rey Mesías de
todos los tiempos, ¡el Hijo de David!)
Moisés y los hebreos no se daban por vencidos por las
artimañas de Satanás, y regresaron al Hijo de David sobre el
Sinaí para buscar dirección de él y así ver como podían
convencer al Faraón para que los dejara salir de Egipto
camino a la nueva tierra prometida, para por fin servir a su
Dios y Fundador de sus vidas. En estos días los hebreos
querían alejarse de los egipcios, cuanto antes mejor, porque
habían sufrido sus tinieblas por muchos años ya y, además,
los egipcios sólo les ofrecían el camino de siempre hacia el
maltrato y la destrucción total de sus vidas en la tierra y
en el más allá, ¡el infierno tormentoso e infinitamente
cruel!
Es decir, que el camino que habían caminado y vivido por todo
el tiempo que estuvieron en Egipto, pues era, en si, un
camino hacia la muerte segura de cada una de sus familias,
para jamás volver a vivir la vida y conocer la paz en la
tierra ni menos en la eternidad. Sin embargo, nuestro Padre
celestial les ofrecía un nuevo camino, y éste camino no sólo
los liberaba de las tinieblas y de la opresión constante de
sus enemigos, sino que los llevaba a vivir una vida
totalmente diferente, llena de paz y de muchas bendiciones
celestiales y terrenales, como las que nunca habían conocido
jamás, ni en sueños.
Pues ésta era la felicidad perfecta de Dios y de su Hijo
amado, el Hijo de David, nuestro salvador Jesucristo, para
con cada uno de ellos, en sus millares, en todo Israel y para
miles de generaciones venideras en la nueva tierra prometida
de Canaán y en el más allá también, como en La Nueva
Jerusalén santa y perfecta del cielo. Verdaderamente, éste
nuevo camino, el cual solamente sus padres como Abraham,
Isaac y Jacob conocían perfectamente en sus corazones así
como los ángeles del cielo, pues había descendido de parte de
nuestro Padre celestial y de su Espíritu Santo para
perdonarles sus pecados y liberarlos de sus opresores
crueles; la felicidad al fin tocaba las puertas de sus casas
para quedarse.
Y lo único que los hebreos tenían que hacer para que la
felicidad del cielo sea una realidad en sus vidas, como en
nuestras vidas de cada día por toda la tierra, por ejemplo,
pues entonces solo necesitaban abrir sus corazones, cuanto
antes mejor, para que su Rey Mesías entre en ellos para jamás
salir de sus vidas para siempre. Porque una vez que el Hijo
de David entra en sus corazones, por los poderes
sobrenaturales de su sangre santísima, pues entones ya no
sale jamás, así como cuando entro en el corazón de sus
antepasados o de Moisés, por ejemplo, ya el Señor Jesucristo
no salió de sus vidas jamás hasta el día de hoy en el
paraíso.
Es decir, que Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y así como todos
los demás profetas y patriarcas de Israel ven a Israel y a
sus familias desde el camino antiguo del paraíso, gracias a
las bendiciones de nuestro Padre celestial en sus nuevas
vidas infinitas, por medio del Espíritu y de la vida gloriosa
de la sangre del Hijo de David, ¡Jesucristo! Y lo mismo es
verdad para con cada una de las naciones de la tierra, sus
antepasados están en el paraíso viendo a sus familias y a sus
naciones, gracias a las bendiciones infinitas de nuestro
Padre celestial, por medio del Espíritu de la vida y de la
sangre del pacto eterno del Hijo de David, ¡nuestro Salvador
Jesucristo!
Pues todos ellos entraron por el camino y por la puerta
angosta de nuestro Señor Jesucristo, para regresar al paraíso
y entrar a la presencia santa de nuestro Padre celestial y
verlo a Él cara a cara, como en el día que nos forma en sus
manos santas, lo vimos a Él en persona para jamás olvidarlo
en nuestros corazones inmortales. Es decir, que nosotros
hemos visto a nuestro Padre celestial y a sus manos santas,
pero sólo en el día de nuestra creación, como cuando salíamos
de su cuerpo, de su alma, de su corazón y de su misma vida
santísima para empezar a vivir nuestras vidas angelicales;
pues éramos totalmente santos y sin pecado inicialmente para
contemplarlo a Él en persona.
Y lo volveremos a ver a Él para reconocerlo como tal, pero
solamente por medio del espíritu de fe, de su Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo, y gracias infinitamente a los
poderes sobrenaturales de su sangre santísima del pacto
eterno, el cual actúa en nuestras vidas aunque no lo
conozcamos a él en persona aún, como Moisés lo conoció sobre
el Sinaí. En realidad, no conocemos a nuestro Padre celestial
ni a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, como deberíamos
conocerlos: pues porque hemos andado en todos estos tiempos
por el camino del pecado y de la mentira de Adán y Eva, por
ejemplo, para mal eterno de nuestras vidas en la tierra y en
el más allá también, para siempre.
Pero cuando comencemos a caminar en nuestro verdadero camino
del paraíso, el árbol de la vida, nuestro Señor Jesucristo,
pues entonces reconoceremos a nuestro Hacedor en persona, tal
cual como siempre ha sido para con cada uno de nosotros, en
nuestros millares, a través de los siglos y para siempre en
la eternidad venidera también. Habremos entonces caminado por
el camino angosto del cielo, el cual conduce siempre hacia
nuestro Dios y Fundador de nuestras nuevas vidas infinitas
del nuevo reino sempiterno, La Nueva Jerusalén eterna y
majestuosa de nuestro Padre celestial y de su Hijo amado, el
Gran Rey Mesías de todos los tiempos, ¡nuestro Salvador
Jesucristo!
En verdad, con Jesucristo en nuestras vidas de cada día por
toda la tierra, entonces habremos escapado del camino que
lleva a la perdición eterna para caminar en el mismo camino
original de la verdad, de la santidad y de la justicia
infinita de nuestro Hacedor, para jamás volver a conocer el
mal de Satanás para siempre en el paraíso. Ciertamente que
seremos tan libres de todo mal del pecado y de la amenaza de
muerte del ángel de la muerte y del infierno eterno, para
vivir sólo en cada verdad, santidad, justicia y vida
gloriosa, llena de paz y de la dulzura celestial del fruto
del árbol de la vida, ¡nuestro Salvador Jesucristo!
Por esos días, Satanás ya habrá sucumbido bajo el poder de
sus propios pecados y de sus propias maldades y mentiras,
como cualquier malvado cuando muere y su alma desciende al
país de las profundas tinieblas del más allá -el camino
eterno de los muertos-, en donde nada vive sino que todo
sigue sufriendo el dolor de la muerte infinitamente. Éste es
un lugar terrible, al cual nuestro Señor Jesucristo descendió
en nuestro cuerpo, sangre y vida humana y con los pecados de
Israel y de las naciones del mundo entero, de todos ellos que
aman a Dios en espíritu y en verdad para jamás volver a
sufrir sus males eternos, ni volver a ser juzgados por sus
culpas, para siempre.
Es decir, que todo pecado que haya existido en toda la
creación de Dios, comenzando con el reino angelical y así
también con el paraíso y con la tierra de nuestros días,
habrá sido destruido en el infierno por los poderes
sobrenaturales de la sangre viviente del Hijo de David, para
jamás volver a sentirlos en nuestras vidas en la eternidad.
Porque la verdad es que sólo en el Señor Jesucristo, nuestro
Creador puede olvidar nuestros pecados y los pecados de todo
hombre, mujer, niño y niña de todas las familias de las
naciones, desde la antigüedad y para siempre en la eternidad
venidera del nuevo reino de Dios; de otra manera, nuestro
Dios jamás olvidara el pecado de nadie para siempre.
Por eso nosotros podemos vivir libres de Satanás, cuando
saltamos del camino de la perdición eterna, para empezar a
caminar progresivamente, por el camino de los pasos santos
del árbol de la vida eterna, el Hijo de David, ¡nuestro único
Salvador celestial posible en toda la tierra y en el paraíso,
para siempre! Y los que caminan por éste camino santo, en el
cual todos los antiguos amantes de nuestro Padre celestial y
de la sangre bendita del Hijo de David caminaron orgullosos:
pues entonces, todos caminaremos protegidos diariamente, sin
duda alguna, de los males de las profundas tinieblas de
Satanás y de sus servidores crueles, en todos los lugares de
la tierra.
Y todo esto es verdad- hoy en día- así como lo fue en la
antigüedad, porque el camino antiguo de nuestro Padre
celestial y de su árbol de la vida, no cambia nunca por
ninguna razón, sino que sigue teniendo grandes poderes y
autoridades sobrenaturales para bendecir nuestras vidas
grandemente cada día y eternamente y para siempre en el
paraíso. Pues éste es el camino que ayudo no solamente a los
hebreos a escapar de las tinieblas de sus atormentadores
eternos en Egipto, sino que también comenzó a desplegar todas
clases de milagros, maravillas y prodigios en los cielos y en
la tierra para que el Faraón de Egipto y sus gentes vieran
que ellos tienen un Dios vivo y eterno.
Y después de haberse manifestado tantos milagros, maravillas
y señales en los cielos y en la tierra sobre todo Egipto,
entonces el Faraón egipcio dio por último la orden, para que
los hebreos salieran del todo de sus tierras hacia sus nuevas
tierras eternas, en donde servirían a su Gran Rey Mesías
celestial, por los siglos de los siglos. Porque para esto
nuestro Padre celestial saca a Israel de las tierras de
Gosén, en donde nacieron, para llevarlos a una tierra de
leche y miel, y en donde el Hijo de David será su príncipe
para generaciones venideras en la nueva eternidad celestial;
y esto está por cumplirse ya muy pronto, para gloria y honra
de nuestro Padre celestial.
Y al salir los hebreos de Egipto, entonces salieron con sus
manos llenas de todas las joyas más preciosas de los
egipcios, porque los egipcios les daban regalos de todas
clases para que fueran a sus nuevas tierras a servirle aquel
Dios que había manifestado su ira incontenible en contra de
Faraón y de sus subalternos. Realmente, nuestro Padre
celestial le había dado rienda suelta al ángel de la muerte
por culpa del pecado de no haber recibido a su Hijo
Jesucristo en sus vidas como Él mismo llamaba a todos sobre
lo alto del Sinaí para recibirlo, y ahora todos los
primogénitos de las familias egipcias tenían que morir por
culpa de este pecado.
En verdad, esto fue sólo así en todas las casas egipcias, en
donde no estaba la señal o la cruz de la sangre bendita de
nuestro Señor Jesucristo, para protegerlos del poder del
pecado y del poder de la muerte del ángel de la muerte eterna
y del camino mortal hacia el infierno del más allá, Satanás.
Porque Satanás es el camino de la maldición, de las
enfermedades terribles y de la muerte del cuerpo del hombre
rebelde a Jesucristo y a su Hacedor celestial en el fuego
eterno del infierno. Además, nuestro Padre celestial
manifestó toda esta gran gloria sobre todo Egipto no
solamente fue para doblegarla ante el Dios del cielo y de la
tierra, sino también para que entendieran que Israel tiene un
Dios vivo y que los ama grandemente y para siempre, por donde
sea que vayan por toda la tierra y aún mucho más en el cielo.
Pues fue por razones de éste camino santo por el cual no
solamente los hebreos salieron victoriosos y libres para
siempre del poder aterrador de sus enemigos crueles, algo que
era totalmente imposible para ellos haberlo logrado por sus
propias fuerzas humanas, sino que también abrió camino por
donde no había camino posible para Israel. Pues nuestro Padre
celestial hizo que el mar Rojo se abriera en el medio, para
que el camino del Señor pasase por tierra seca con su pueblo
eterno hacia el otro lado y así seguir su caminar bendito e
incesante hacia su Dios y Salvador de sus vidas, nuestro
Señor Jesucristo, en la nueva tierra eterna de todo Israel.
Los egipcios quisieron pasar sin Jesucristo por este mismo
camino santo, en el cual caminaba el pueblo del SEÑOR, pero
cuando los egipcios con sus carros de guerra iban ya por el
medio del camino del mar Rojo, pisando ya los talones de los
hebreos, entonces sé cerro y así mato a su gran ejercito con
las aguas gigantescas. Y nuestro Dios destruye al ejercito
Egipto en el medio del mar, porque ninguno de ellos tenia
derecho a caminar por este camino santo y glorioso de su
árbol de la vida eterna, el Hijo de David, ya que no creyeron
en Él en su día, cuando Dios mismo hizo el llamado para que
sea obedecido para bendición eterna de sus vidas.
Por eso el mismo camino santísimo y grandemente milagroso del
SEÑOR se cerró al instante y sin ningún aviso para los
egipcios, ahogando así a todos los que se encontraban en él,
sin el Señor Jesucristo en sus corazones, para rendirle
gloria y honra a nuestro Padre celestial que está en los
cielos. En verdad, cada día mueren en todos los lugares de la
tierra los que andan por el camino de pecado, mentiras y
rebeliones terribles y sin fin de Adán y Eva, para descender
al país de las penumbras y de las ruinas eternas del más
allá: en donde todo muere violentamente y jamás vuelve a la
vida para siempre.
Pero los que caminan por el camino de la obediencia de
nuestro Señor Jesucristo hacia nuestro Padre celestial y el
Espíritu Santo de su ley gloriosa, pues entonces viven en
bendiciones eternas, para jamás ver al ángel de la muerte
sino sólo bendiciones tras bendiciones en sus vidas y en la
de los suyos también para siempre en la eternidad. Pues ancho
es el camino de toda la tierra, el cual lleva el alma
preciosa del pecador hacia la destrucción eterna del más
allá, al país de las penumbras y de las ruinas eternas, en
donde la palabra del evangelio santo y milagroso del camino
celestial ya no está para nadie más, sino sólo el ángel de la
muerte.
Nuestro Señor Jesucristo una vez habiendo muerto crucificado
sobre los árboles sin vida de Adán y Eva sobre la cima santa
de Jerusalén, entonces descendió al país de las profundas
tinieblas y de las ruinas sin fin del más allá, para
predicarles a los mundos muertos del pasado en él. Allí
nuestro Señor Jesucristo les habla a las multitudes del
infierno de la verdad y la justicia inmortal de su sangre
santísima del pacto eterno entre Dios y el hombre de toda la
tierra, para que todos sepan que nuestro Padre celestial fue
real y verdadero con su promesa de salvación, la cual muchos
de ellos murieron sin creer en Él.
Y después de haberles predicado de su camino santo y
sumamente milagroso a los pueblos antiguos que se encontraban
en el corazón de la tierra (así como lo hicieron los
profetas, por ejemplo), entonces el Hijo de David ascendió al
cielo con su misma sangre sumamente santa e infinitamente
gloriosa sobre todo mal del ángel de la muerte y de Satanás.
Y nuestro Señor Jesucristo ascendió de regreso a la tierra
santa del reino de los cielos y de nuestro Padre celestial y
de sus huestes angelicales, para santificarlo todo con su
sangre viva en el más allá también, y así justificar y
liberar a muchos en la tierra y en la eternidad, para gloria
y honra eterna de nuestro Padre celestial.
Pues ésta es la salvación eterna prometida a los antiguos, la
cual vendría a ellos si solamente le sean fieles a Él, como
su Dios y Fundador eterno de sus nuevas vidas infinitas en la
tierra y en el reino de los cielos también, para siempre. Y
nuestro Señor Jesucristo hizo todo esto por el hombre
primeramente y luego por los ángeles del cielo, porque sólo
Él podía hacer ésta gran labor sobrenatural de limpiarlo y
santificarlo todo no sólo en el centro de la tierra, sino
también en las alturas del reino angelical, donde Satanás se
había rebelado en contra de Él y de Dios.
Es decir, que sólo el Hijo de David con su sangre sumamente
santa es el camino a seguir para limpiarlo y santificarlo
todo debajo de la tierra y sus naciones sobre la tierra y
hasta aún más allá del reino angelical también, para que el
poder del pecado deje de existir para siempre, para gloria
infinita de nuestro Padre celestial. Por eso, si oyen el
evangelio del Señor Jesucristo, entonces esto significa que
nuestro Padre celestial les está hablando por medio de la
sangre del pacto eterno, para que sean purificadas sus vidas
y hechas libres de todo mal del pecado, para que entonces
caminen por el camino eterno de la verdad y de la justicia
eterna, ¡su Hijo Jesucristo!
Ya que, en el camino que andamos diariamente por la tierra
es, sin duda, el camino de Adán y Eva, el cual va
progresivamente hacia la perdición eterna, para jamás volver
a ver la luz del día glorioso y santísimo de nuestro Padre
celestial, el día de la resurrección de nuestro Señor
Jesucristo, para todo ser viviente de la humanidad entera.
Visto que, el camino de Adán y Eva es un camino de maldición
y de muerte; pero el camino de nuestro Señor Jesucristo es un
camino sumamente sobrenatural, lleno de milagros, sanidades,
maravillas, justicias y verdades de las cosas de la vida
santa y gloriosa de nuestro Padre celestial y de sus huestes
angelicales, para crecer en el bien eterno diariamente.
En la medida en que, en el camino de Adán y Eva jamás
creceremos hacia la verdad y la justicia eterna de nuestro
Padre celestial y de su árbol de la vida, sino que viviremos
por siempre sufriendo los males eternos de las primeras
mentiras del paraíso en contra de Dios y de su nombre muy
santo del paraíso, ¡nuestro Jesucristo! Pero caminando cada
día por el camino de nuestro Señor Jesucristo, entonces
dejaremos de ser tinieblas poco a poco para despertar a la
luz celestial, para que jamás el pecado y la muerte tengan
poderes sobrenaturales sobre nuestras vidas y las vidas de
los nuestros en todos los lugares de la tierra y en el más
allá también, para siempre.
Es decir, que en el camino de pecado y de rebelión de Adán y
Eva, en contra del fruto del árbol de la vida, el Hijo de
David, pues jamás tendremos paz en nuestros corazones, ni
podremos jamás gozar de las bendiciones sin fin de cada día
de nuestro Padre celestial y de su Espíritu Santo. Pero por
el camino de nuestro Señor Jesucristo, sólo conoceremos por
siempre el bien de todas las cosas, para jamás vivir enfermos
por razones de algún mal de Satanás o de sus seguidores
malvados de toda la tierra; ciertamente que con el Señor
Jesucristo en nuestros corazones hemos encontrado la
felicidad eterna en la tierra y en el reino angelical
también.
Por esta razón nuestro Padre celestial desea que camines en
su camino santo de su Hijo amado, para que jamás vuelvas a
sufrir los males del pecado y de sus muertes terribles de
enfermedades sin fin de tu corazón y de toda tu alma viviente
en la tierra y en el más allá, como en el infierno, por
ejemplo. Porque si, hoy en día, estás sufriendo el mal
terrible de algún pecado o pecados en tu vida por tu culpa o
por la culpa de otros, entonces estás caminando en el camino
de la perdición eterna de Adán y Eva, para no solamente
abandonar el paraíso, sino también para descender después al
infierno candente e infinitamente violento en la eternidad.
En donde jamás dejaras de sufrir los males del pecado y de
sus enfermedades terribles, como las que han agobiado las
vidas de muchos y hasta destruirlos por completo en una
muerte sumamente dolorosa y eterna. Porque la verdad es que
cuando muere tu vida no deja de existir, sino que sigues
viviendo en el mismo estado caótico de tus pecados y
enfermedades de tu corazón, de tu cuerpo y de toda tu vida
humana, para jamás de dejar de sufrir en el infierno, ni
menos volver a conocer la paz y la felicidad de tu alma
eterna.
Realmente, en el infierno no termina el dolor ni la vida
pecadora de nadie sino que su sufrir seguirá siendo el mismo
y hasta con mayor dolor que antes; porque la persona tuvo la
oportunidad de escapar sus pecados y sus maldiciones eternas
de enfermedades increíbles de su corazón, de su cuerpo y de
su alma, y no lo hizo nunca. Verdaderamente, lo único que
tenia que hacer la persona para escapar los pecados y las
enfermedades de Satanás y de sus ángeles caídos, como su
ángel de la muerte y los demás ángeles de enfermedades
increíbles que atormentan cada día la vida del hombre pecador
y la vida de la mujer pecadora, pues únicamente confesar a
Jesucristo con sus labios.
Eso es todo lo que tiene que hacer el hombre, en un momento
de oración y de fe, para transferirse de su camino de pecado,
mentiras, maldiciones y de enfermedades increíbles del
corazón, del cuerpo, del alma y de la vida de Adán en cada
hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera. Dado que,
el que confiesa el nombre milagroso del Señor Jesucristo, en
sí, ya no camina por el camino de la perdición eterna y de
enfermedades terribles del más allá, sino que su caminar por
la tierra es un nuevo camino infinito, lleno de bendiciones y
paz sin fin, el cual asciende siempre hacia la vida gloriosa
de las huestes angelicales.
Pero el camino de Adán y Eva, en sí, lleva a cada hombre,
mujer, niño y niña hacia el despertar de cada día de
maldiciones, mentiras, decepciones y de enfermedades
increíbles para morir y más no para vivir en la tierra ni
menos en el infierno, para siempre, entre pecadores,
pecadores y ángeles caídos de la antigüedad, por ejemplo. Por
eso es bueno confesar al Señor Jesucristo cada día para que
nuestro caminar no sea el camino de tropiezo, pecados y
maldades terribles del más allá, sino que nuestro caminar por
la tierra sea ya como en el caminar angelical del paraíso,
llena de perdón, milagros, maravillas y de prodigios
sobrenaturales del cielo y la tierra en nuestras vidas.
Puesto que, en el camino de Adán y Eva no hay gloria alguna
para nuestro Padre celestial ni para su Espíritu Santo, sino
todo lo contrario: como falsedades, desengaños, mentiras y
destrucción eterna de todas las cosas de nuestras vidas y de
la vida de los nuestros también. Pero en el camino santo de
nuestro Señor Jesucristo, entonces nuestro caminar de cada
día y de cada noche sólo será llena de bendiciones,
maravillas y de señales sobrenaturales para enriquecer
nuestras vidas y la vida de muchos también en todos los
lugares de la tierra y del cielo.
Porque en el cielo, cuando los ángeles ven que el nombre
glorioso de nuestro Señor Jesucristo es honrado en nuestros
corazones, entonces ellos se alegran mucho con nuestro Padre
celestial y con su Espíritu Santo, por lo tanto, hay baile y
gozo eternal en el cielo para seguir honrando y glorificando
a nuestro Creador celestial, para miles de generaciones
venideras. Pues entren todos ustedes, por favor, cuanto antes
mejor, por la puerta estrecha de nuestro Señor Jesucristo,
cuando Él mismo dijo claramente a las multitudes de Israel:
Yo soy el camino al cielo.
Sólo yo soy el camino, la verdad y la vida eterna; nadie
puede entrar a la vida angelical, ni menos ver a su Dios y
Fundador de su nueva vida infinita, santa, gloriosa, perfecta
y celestial de La Nueva Jerusalén gloriosa y colosal del
cielo, si no es por mí únicamente. Y todos los que entran por
la puerta estrecha de nuestro Señor Jesucristo jamás vuelven
a salir de su lugar santo de nuestro Padre celestial y de su
Espíritu Santo, pase lo que pase en sus vidas y en toda la
tierra también, tal cual como sucedió con los patriarca, los
profetas y todos los antiguos de Israel, por ejemplo. Todos
ustedes, sean de cualquier país o religión o religiones:
Caminen paso a paso y muy seguros de sí mismos por el camino
santísimo de la vida eterna y de sus muchos milagros sin fin,
¡nuestro Señor Jesucristo! ¡Amén!
El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre celestial y de su
Jesucristo es contigo.
¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!
Dígale al Señor, nuestro Padre celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre celestial, en el nombre de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo.
LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad día y
noche, (Deuteronomio 27: 15-26):
"'¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o una imagen
de fundición, obra de mano de tallador (lo cual es
transgresión a la Ley perfecta de nuestro Padre celestial), y
la tenga en un lugar secreto!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'
"'¡Maldito el que le reste importancia a su padre o a su
madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad
de su prójimo!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que desvié al ciego de su camino!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del
huérfano y de la viuda!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre,
porque descubre la desnudes de su padre!' Y todo el pueblo
dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier
animal!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su
padre o hija de su madre!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que se acueste con su suegra!' Y todo el
pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que a escondidas y a traición hiera de muerte
a su semejante, sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡
Amén!'
"'¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente,
sin causa alguna!' Y todo el pueblo dirá: '¡Amén!'
"'¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley,
poniéndolas por obra en su diario vivir en la tierra!' Y todo
el pueblo dirá: '¡Amén!'
LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS
Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo
eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en tu vida,
de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre celestial y de su
Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un fin en tu vida, en
ésta misma hora crucial de tu vida. Has de pensar quizá que
el fin de todos los males de los ídolos termine, cuando
llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los
ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando
día y noche entre las llamas ardientes del fuego del
infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de Dios.
En verdad, el fin de todos estos males está aquí contigo, en
el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en Él, en
espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas
los males, enfermedades y los tormentos eternos de la
presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, para la eternidad del nuevo reino de Dios.
Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en día
honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de
sus ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano,
mi estimada hermana, has sido creado para honrar y exaltar
cada letra, cada palabra, cada oración, cada tilde, cada
categoría de bendición terrenal y celestial, cada honor, cada
dignidad, cada señorío, cada majestad, cada poder, cada
decoro, y cada vida humana y celestial con todas de sus
muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y de
la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de
Israel y de las naciones!
SÓLO ÉSTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS
Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:
PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".
SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".
TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".
CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".
QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".
SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".
SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".
OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".
NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".
DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".
Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin más demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.
Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:
ORACIÓN DEL PERDÓN
Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.
Porque sí perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.
Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:
NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.
¡CONFÍA EN JESÚS HOY!
MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.
YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.
- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.
Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):
Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.
QUIZÁS TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.
¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?
¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?
Sí tu respuesta fue Sí, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:
Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.
Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.
Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.
El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.
El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, para la eternidad.
http://www.supercadenacristiana.com/listen/player-wm.asp?
playertype=wm%20%20///
http://www.unored.com/streams/radiovisioncristiana.asx