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Jun 23, 2011, 7:39:38 AM6/23/11
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                             C A R L O S    R U B I O

 

                                                                                                    Alfonso Cabello Jiménez

                                                                                                                  Académico correspondiente

 

Carlos Rubio nace en Córdoba el día 20 de abril de 1832, en el número 20 de la calle que hoy lleva su nombre, y que anteriormente se llamaba calle del Baño Alto. Se bautiza el día 22 de abril en la iglesia de San Pedro, próxima a su domicilio y le ponen el nombre de Carlos María Antonio de Santa Inés. Su padre es don Tomás Rubio, capitán de infantería y oriundo de Soria; su madre es doña Rita Colell, nacida en La Seu d’Urgell.

Son muy escasos los datos biográficos de Carlos Rubio, a pesar de haber sido un hombre muy famoso en su época como periodista y como escritor. En las bibliotecas de Córdoba no hay casi nada, solamente he encontrado algo en la Biblioteca Nacional y en la Real Academia de Córdoba, por los trabajos presentados por varios Académicos, en el homenaje que le rinde la Real Academia en el centenario de su nacimiento, aunque tampoco abunda demasiado la documentación.

Sabemos muy poco de su infancia ni de su juventud, solamente que muy joven ingresa en la Faculdad de Derecho de Granada, aunque no termina la carrera, y a los dieciséis años se traslada a Madrid y se dedica a la literatura y al periodismo que es su verdadera vocación. En Madrid colabora en varios periódicos, donde pronto destaca por su famosa firma. Su trabajo lo realiza principalmente en El Mensajero, La Iberia, El Coliseo, El Semanario Pintoresco, etc. En la Iberia colabora con don Práxedes Mateo Sagasta y con don Pedro Calvo Asensio, donde Carlos Rubio se siente a gusto hablando de la República, con tanto entusiasmo, que convence a quienes le escuchan, porque a pesar de que no es un buen orador, conmueve por la sinceridad de sus ardientes palabras. Sus artículos encierran el mismo entusiasmo y sus compañeros le adoran, sobre todo don Práxedes Mateo Sagasta, que ve en Carlos Rubio, la personificación de la revolución que preparan, por sus ideales y espíritu de sacrificio. Carlos Rubio destaca muy pronto como periodista y como escritor, pues con 21 años publica en Las Novedades un cuento titulado “El peso duro” bajo el seudónimo de Pablo Gambara, que es como se le conoce en la prensa madrileña. Crece aún más su popularidad cuando publica en El Coliseo en 1853, su fantasía “A un lucero”, pues los periódicos más prestigiosos le solicitan los originales de la obra; pero Carlos Rubio que no tiene nada de vanidoso sigue con el periodismo, la literatura y dándolo todo por la libertad, sin pedir nada a cambio, por ese motivo es tan estimado por el general Prim y por Sagasta.

Carlos Rubio es un leal defensor de la doctrina liberal de general Prim, y se dedica en cuerpo y alma a la defensa de esos ideales, y cuando el general don Juan Prim, es desterrado por sublevarse el 2 de enero de 1866, en Villarejo de Salvanés, le acompaña como secretario Carlos Rubio, que le escribe al General el manifiesto que dirige a los españoles desde Portugal. Después le acompaña a Londres y a Francia; pero el 22 de junio de 1866, cuando el levantamiento de los sargentos del cuartel de San Gil, Carlos Rubio se encuentra en Madrid, e incluso lucha en una barricada en la plaza de Santo Domingo.

Vencidos los revolucionarios, Carlos Rubio se refugia en la Legación de los Estados Unidos, de donde pasa a París hasta septiembre de 1868, después de ser destronada Isabel II con el triunfo de “La Gloriosa”. Sagasta y Prim quieren premiar los leales servicios del periodista cordobés con un pequeño cargo en un ministerio; pero Carlos Rubio se siente defraudado por sus propios amigos. El periodismo es su única profesión y continúa ganándose la vida penosamente, vive en una humilde casa en la calle de la Verónica, de donde se desplaza diariamente a la redacción del periódico, desaliñado y roto, pues el poco dinero que cobra, después de cubrir sus modestas necesidades, lo reparte en socorrer a los pobres. La bondad de su alma no tiene límites, nunca quiso nada para él. Don Benito Pérez Galdós en los Episodios Nacionales, en Prim dice: “¡Pobre Carlos Rubio! Jamás existió quien tan desinteresadamente trabajase por el bien de su patria, a la que no pedía más que un pedazo de pan para comer y un trapo de desecho para cubrir sus carnes. Si España necesitaba de él servicios patrióticos en determinado momento de su historia, y él los prestaba, ¡cuán baratos le salían! Envuelto en su miseria como en una toga, era digno, altanero, incorruptible.” En otro apartado dice el mismo autor: “A Villarejo de Salvanés llega procedente de Arganda, un coche del que descienden cinco caballeros vestidos de cazadores, son Prim, Miláns del Bosch, Pavía, Alburquerque, Monteverde y Carlos Rubio. Este último se duda que fuera vestido de cazador, como dice la historia: en todo caso, su traje sería el de los desastrados pajareros que en las cercanías de Madrid persiguen gorriones y pardillos”. 

Es considerado como un héroe, soñador, bohemio y despreocupado; pero al mismo tiempo, según don Antonio Jaén Morente. “ el mejor periodista cordobés del siglo XIX. Apasionado por las ideas democráticas, fue una de las victimas más características de la ingratitud política; lo desdeñó la revolución triunfante, a la que había colaborado”.

Carlos Rubio de alma inquieta y periodista por antonomasia, que habla, escribe, conspira y dedica todos sus esfuerzos en pro de la libertad,  es también un gran historiador, como lo demuestra en su obra en dos volúmenes titulada: “Historia filosófica de la Revolución española de 1868”, publicada en Madrid en la imprenta y papelería de don Miguel Guijarro en 1867 y 1868, dedicada a la memoria de don Pedro Calvo Asensio. La obra se divide en tres partes: La incubación, Sublevación de enero y Trabajos en la emigración. Un ejemplar de esta obra se encuentra en la Biblioteca Pública del Estado “Fermín Caballero” de Cuenca.

Este libro de Historia está escrito con cierto desenfado y estilo periodístico y bohemio, propio del romanticismo del siglo XIX, y con cierto desorden como el periodo histórico que le toca vivir, sin olvidar las singulares características personales de Carlos Rubio. Son páginas y páginas de filosofía política y revolucionaria de todos los tiempos, desde la Antigüedad Clásica hasta 1868, haciendo siempre hincapié en la tiranía de los poderosos. Cuando se aproxima al reinado de los Borbones se nota cierta indignación, sobre todo cuando habla de Fernando VII. Como escritor liberal, siempre es generoso con los caídos, incluso con Isabel II, a pesar de haber sufrido persecución durante su reinado. Su actitud no la comprenden los espíritus reaccionarios, como lo demuestra el fusilamiento de don Benjamín Fernández Vallín y Albuerne en Montoro, por el coronel don Rafael Ceballos Escalera.

También narra en su historia los acontecimientos de la batalla de Alcolea, el 28 de septiembre de 1868, donde son derrotadas las tropas isabelinas por el general Serrano, aunque los testimonios que plasma en la historia los extrae de diversas fuentes, unas publicadas y otras inéditas; pero todas sacadas de personajes que vivieron los acontecimientos.

Carlos Rubio en 1859, publica “Teoría del progreso”, folleto escrito en contestación al que había publicado don Emilio Castelar, titulado “La fórmula del progreso”. También escribe en 1859, Rienzi, un drama histórico en tres actos y escrito  en verso, en el que defiende y encumbra la libertad, que es llevado a escena en el teatro Príncipe de Madrid, el día 21 de febrero de 1872, después de su muerte. En 1865, publica “Progresistas y demócratas, cómo y para que se han unido” en la imprenta de Rojas. El mismo año escribe “Historia del neocatolicismo” que se publica por entregas. También escribe “Las épocas históricas”, obra póstuma, publicada en 1874 en el Almanaque literario.

Carlos Rubio es además un buen novelista, y trata en sus novelas temas muy variados, como “Lo que nos falta” publicada en 1853. “Martín Aranda” publicada en Semanario Pintoresco en 1854 y dedicada a Ángel Fernández de los Ríos. “María” otra novela publicada en el Semanario Pintoresco el mismo año, que dedica a Juan Eugenio Hartzembusch.

También es un excelente cuentista y su pluma nos ha dejado “El peso duro” publicado en Las Novedades en 1853. “La amante muerta” publicado en La Ilustración en 1854; “Colección de cuentos” que  publica la imprenta  Rojas en Madrid en 1868.

Carlos Rubio, un hombre inquieto y luchador por la libertad de su patria, tiene un alma eminentemente poética, y como su profesión es el periodismo, no se ha tenido muy en cuenta su producción como poeta, aunque sabemos que es un verdadero amante de la literatura. Carlos Rubio siente desde su juventud el impulso ardoroso y vibrante de la poesía, siempre le acompaña la musa, y escribe los desgarradores versos del destierro o los dulces y placenteros, cuando se encuentra en su patria querida. Su obra poética no resulta fácil recopilarla, está dispersa en distintas bibliotecas, periódicos, revistas e incluso inéditas y perdidas en bibliotecas y archivos. El mismo Carlos Rubio, es culpable de esta desafortunada situación, por el carácter bohemio y despreocupado de su azarosa existencia.

Carlos Rubio es un excelente poeta, aunque sabemos que nunca corrige su obra, seguramente no se lo permite su agitada vida. Muchos libros y poemas los publica bajo el seudónimo de Pablo Gambara y además, publica en periódicos y revistas gran cantidad de poemas sueltos que nunca han llegado a formar un libro, como el titulado “A la Serenísima Infanta Doña María Luisa”, poema publicado en el Semanario Pintoresco en 1854.

Carlos Rubio donde demuestra su gran valía como poeta, es en la composición titulada “A una aves”, escrita en Inglaterra, donde se hallaba desterrado después de la sublevación del general Prim en enero de 1866, donde se lamenta de encontrarse lejos de su patria. El poema es muy largo, ocupando varias páginas, aquí solamente reproducimos algunos versos:

 

                                    A UNAS AVES

 

                         Aves que vais hacia la patria mía,

                         Como van mis suspiros lastimeros,

                         Llevadla el beso que mi amor la envía.

                         ¡Cuánta impotente envidia siento al veros,

                         Yo en nuestro valle soy piedra deshecha

                         Que con el pie separan los viajeros!

                       

 

Seguramente el mejor poema escrito por Carlos Rubio sea el titulado “Napoleón” publicado en Las Novedades en mayo de 1855, cuando el poeta tiene 23 años. Es un poema dividido en cuatro cantos.

 También este poema es larguísimo y aquí solamente recogemos unos versos:

 

                                               Brilla tranquila la luna

en el limpio azul del cielo

                               y argenta su luz de hielo

                               el cristal de la laguna.

 

 Así es la poesía de Carlos Rubio, limpia, vibrante y llena de emoción, lo mismo que su alma, sencilla y noble. Es un gran poeta que honra a nuestra tierra y por lo tanto se merece este sencillo homenaje.

En junio de 1869 se nombra al general Prim, Presidente del Consejo de Ministros, y consigue que reine en España la dinastía de Saboya; pero el general Prim sufre un atentado en la calle del Turco de Madrid, y muere dos días después, el 30 de diciembre de 1870. Amadeo I de Saboya entra en Madrid el día 2 de enero de 1871.

Carlos Rubio cae enfermo, y los amigos tienen que hacer una colecta pública para ayudarle por su grave situación económica. Muere en Madrid el día 17 de junio de 1871, a los 39 años y en la mayor de las miserias, tras una espantosa agonía. Varios amigos, compañeros y admiradores, escriben un manifiesto recordando al Gobierno los méritos del periodista, pidiéndole protección para su familia. Nadie hizo caso del manifiesto, cuando su nombre merece figurar en el libro de oro de la prensa española.

Un periódico le dedica la siguiente semblanza: “Carlos Rubio era todo corazón. Dedicado a la propaganda de los principios liberales, no vivía sino para su patria y para la libertad”. Más adelante dice el mismo periódico: “En su afán de sacar triunfante la verdad y la justicia, se olvidaba de su persona, de sus necesidades y de su porvenir. Muchos le censuraban por su desarreglo, por el descuido de su traje; nadie tuvo jamás que echarle en cara ninguna falta de esas que mancillan la vida privada  ni la vida pública. Podría estar sucio y desgarrado su vestido, pero su conciencia estaba pura y sin mancha”.

En febrero de 1872, se estrena su drama Rienzi, y su viuda pone a disposición de los acreedores, toda la recaudación de la obra para pagar las muchas deudas que deja su marido.

La Iberia deja de publicarse poco después, donde eran compañeros de Carlos Rubio, Sagasta, Calvo Asensio y Balaguer entre otros.

Córdoba reconoce también la valía de Carlos Rubio, y su Ayuntamiento acuerda en un pleno celebrado el día 11 de febrero de 1881, dedicarle una calle a su nombre, la antigua calle Baño Alto, donde nace el insigne cordobés.

En el centenario de su nacimiento, Córdoba rinde un merecido homenaje a Carlos Rubio. Primeramente es la Real Academia de Córdoba, que el 21 y 28 de abril de 1932, celebra una doble velada en honor de este ilustre hijo de nuestra tierra e intervienen los siguientes señores académicos: don José Manuel Camacho Padilla, que presenta a Carlos Rubio como poeta; don Francisco Arévalo, que lo presenta como soñador; don José María Rey Díaz, que lo presenta como defensor de la libertad y de la justicia; don Rafael Castejón, que lo presenta como historiador y don Juan López Núñez, que lo presenta como periodista; presiden este noble acontecimiento el director de la Real Academia don José Amo Serrano, el presidente de la Diputación provincial don José Guerra Lozano y el alcalde de Córdoba don Francisco de la Cruz Ceballos. En otro lugar toma asiento don José Priego López, inspector jefe de Primera Enseñanza; entre otros.

También el Ayuntamiento rinde un homenaje a Carlos Rubio, y el día 23 de mayo de 1932, se inaugura el grupo escolar “Carlos Rubio” en la avenida de Obispo Pérez Muñoz, número 2, (hoy avenida de las Ollerías). El Diario de Córdoba del día 24 de mayo, dice en su portada: “Ayer a las once de la mañana verificose la inauguración del grupo escolar “Carlos Rubio”, establecido en un amplio edificio de la Avenida de Obispo Pérez Muñoz. Dicho grupo tiene capacidad para cinco aulas de niños y cinco de niñas”. El Diario de Córdoba dice más adelante: ”La instalación de estas escuelas es verdaderamente espléndida sin que quiera decir que se haya derrochado el dinero en cosas innecesarias. Están dotadas de todo lo indispensable para la enseñanza. El mobiliario es moderno y ha sido confeccionado con arreglo a lo que aconseja la pedagogía moderna”.

El mismo periódico dice más adelante, que a la inauguración asistieron además del alcalde de Córdoba don Francisco de la Cruz  Ceballos, el Director y varios miembros de la Real Academia de Córdoba.

El periódico “La Voz-Diario Republicano” hace también amplia referencia de la inauguración del grupo escolar “Carlos Rubio” y describe con todo detalle como están las aulas decoradas, el jardín y la relación de señores que asisten a la inauguración encabezada por el Alcalde de Córdoba.

El grupo escolar “Carlos Rubio” sigue funcionando normalmente hasta el 15 de enero de 1937, puesto que el día anterior se recibe en el Ayuntamiento un despacho del Gobierno Militar de Córdoba que dice: “Necesitando para el alojamiento del grupo de ametralladoras que se está organizando en esta plaza, el grupo escolar “Carlos Rubio” espero de V.S. se digne dar las órdenes oportunas para que dicho edificio se ponga a disposición del Teniente Coronel encargado de los servicios de plaza y alojamiento de fuerzas. Dios guarde a V.S.  muchos años. Córdoba, 14   de enero de 1937. El General Gobernador Militar”.

El grupo escolar “Carlos Rubio” vuelve a la actividad docente cuando termina la Guerra Civil Española,  con el nombre de Grupo escolar “Padre Manjón”.

Carlos Rubio es un buen hombre, amante de la libertad, bondadoso, sencillo y noble, que merece ocupar un lugar de honor en la Historia de España, pero las intrigas políticas le han sepultado al olvido. Sirva este pequeño recuerdo como homenaje a un olvidado cordobés.

 

                                                           

                                                                                Alfonso Cabello Jiménez

                                                                          De la Real Academia de Córdoba

 

 

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