¿Quién manda en la política exterior de Obama?
Por Mark Weisbrot
Este artículo fue publicado por el diario The Guardian Unlimited el 16 de
julio de 2009. Si el texto a continuación aparece distorsionado, por favor pulse
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El enfrentamiento actual en Honduras, en el que el gobierno golpista
dirigido por Roberto Micheletti se niega a permitir el regreso del presidente
electo Manuel Zelaya, da origen a dudas sobre quién está a cargo de la política
exterior hemisférica de EE.UU.
Las divisiones han sido notables desde el principio de esta administración,
por ejemplo en la Cumbre de las Américas en Trinidad celebrada el pasado abril.
Obama fue a la Cumbre con la idea de presentar una nueva cara al resto del
hemisferio, y fue socavado inmediatamente por su asesor y director para la
Cumbre, Jeffrey Davidow. Afortunadamente, Obama ignoró a sus asesores y continuó
por un sendero diplomático.
Cuando el golpe ocurrió el 28 de junio, la primera declaración emitida por
la Casa Blanca fue una metida de pata muy seria. Aunque la prensa nacional e
internacional no criticó a Obama, la comunidad diplomática no pudo evitar
resaltar que la Casa Blanca emitió la única declaración oficial del mundo que no
tuvo ni una palabra de condena acerca del golpe cuando éste sucedió.
Esta postura cambió a medida que los acontecimientos evolucionaron, y el
mismo Obama incluso dijo, "creemos que el golpe no fue legal y que el Presidente
Zelaya aún es el presidente de Honduras". Pero entonces su secretaria de Estado,
Hillary Clinton, pareció contradecirlo. Dos veces la prensa le preguntó si el
restablecimiento del orden democrático en Honduras significaría la
reinstauración del presidente electo; y dos veces declinó contestar.
Parece que hay otros individuos en la Administración que estarían contentos
con dejar que el gobierno golpista permaneciera en el poder durante los meses
restantes del mandato de Zelaya.
El presidente Obama debe imponer la ley y dejar claro que este golpe no se
impondrá. Podría comenzar despidiendo al asesor que escribió esa declaración
inicial en respuesta al golpe. No es que fueran cogidos por sorpresa: todos
sabían lo que iba a pasar, y la administración de Obama mantuvo conversaciones
con el ejército hondureño hasta el día antes del golpe.
Claramente, si Obama hubiera querido realmente desalojar al gobierno
golpista, hubiera podido congelar las cuentas bancarias de los que tomaron el
poder y sus partidarios en la oligarquía hondureña. Esto fue recomendado el
martes por el comité de redacción del Los Angeles Times. Tal medida sería
probablemente suficiente; estas personas pueden tener una causa pero
probablemente están más dedicadas a sus cuentas bancarias. También tendría la
ventaja de no afectar a la gente pobre de Honduras.
Si Obama tiene dudas acerca de actuar unilateralmente, podría conseguir
fácilmente la aprobación para tales sanciones en la Organización de Estados
Americanos, que condenó el golpe y llamó al regreso "inmediato e incondicional"
de Zelaya. (La OEA no tiene la autoridad para imponer sanciones obligatorias a
sus miembros, pero podría aprobar sanciones para aquellos miembros que quisieran
aplicarlas).
No debe sorprender que haya un trecho entre la política exterior de Hillary
Clinton y de Barack Obama: sus diferencias sobre la guerra en Irak son una de
las principales razones por las que Obama, y no Clinton, es hoy el presidente.
Pero también parece que está involucrado algún tráfico de influencias a la
antigua: resulta que dos de los más cercanos asesores del gobierno golpista de
Honduras tienen estrechos vínculos con la secretaria de Estado. Uno es Lanny
Davis, un influyente cabildero que fue abogado personal del presidente Bill
Clinton y que también participó en la campaña de Hillary. G. Gordon Liddy, el
hombre que organizó el infame allanamiento del Watergate en 1972, dijo una vez
sobre su amigo Lanny Davis que "él puede defender lo indefendible". Y eso es lo
que Davis está haciendo últimamente, y bastante bien, testificando a favor del
gobierno golpista en una audiencia congresal la semana pasada y poniendo los
medios a su favor.
El otro pistolero a sueldo del gobierno golpista que tiene vínculos
profundos con Clinton es Bennett Ratcliff. "Cada propuesta que presentó el grupo
de Micheletti fue escrita o aprobada por [Ratcliff]", dijo un testigo al New
York Times este domingo. ¿Quién es Bennett Ratcliff? Fue un director principal
de Bob Squier, conocido como el padre de la campaña política moderna. En su
funeral en 2000, al que asistieron algunos de los demócratas más poderosos del
país, el entonces presidente Clinton elogió a Squier. Hablando en nombre suyo y
del vicepresidente Al Gore, también presente, Clinton dijo, "Si no fuera por él
[Squier], tal vez nosotros no hubiéramos estado aquí hoy". Y no sólo ellos: en
1992, la firma de Squier representó a cerca de una tercera parte de los
demócratas del Senado.
Todo es parte del "gobierno permanente" que Obama tendrá que enfrentar si
quiere cambiar verdaderamente la política exterior de EE.UU. Estas personas
están poniéndole en contra de no sólo la región sino del mundo entero, que se ha
negado a reconocer al gobierno golpista en Honduras. Tendrá que ser duro y
romper con el pasado.
Quizás lo más inquietante de todo es que el presidente Obama se ha
mantenido en silencio ante la represión del gobierno golpista. Ellos han
disparado en contra y matado a manifestantes, cerrado emisoras de radio y
televisión y detenido a periodistas. Esta semana un líder sindical y un
activista político fueron asesinados. La violencia y el control de la
información son las principales armas de la dictadura y los utilizarán mucho más
libremente si el presidente Obama mantiene su silencio. Esto no es Irán, donde
las denuncias de Estados Unidos sirven para desacreditar a la oposición. Esto es
un gobierno que es sumamente dependiente de la ayuda, el comercio y el apoyo
moral de Estados Unidos - y que el mundo entero ha condenado.
Los cínicos dirán que nada de eso tiene importancia, que incluso si Zelaya
regresara a Honduras con el gobierno golpista todavía en el poder, y el ejército
responde con asesinato y caos, Washington puede evadir la responsabilidad. Pero
dado los antiguos y estrechos vínculos entre EE.UU. y el ejército hondureño, la
relación de Hillary Clinton con sus partidarios, la fea historia de Estados
Unidos en América Central y su larga trayectoria de apoyo a los escuadrones de
la muerte y las fuerzas antidemocráticas en esa región y las señales
contradictorias emitidas por la administración de Obama desde el golpe,
Washington será culpado por el desorden y el derramamiento de sangre que podrían
ocurrir.