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Piensa en la liberación que te brinda el reconocimiento de que no estás atado a las extrañas y enrevesadas leyes que has promulgado para que te salven.
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Crees realmente que una pequeña píldora que te tomes o que cierto fluido inyectado en tus venas con una fina aguja te resguardará de las enfermedades y de la muerte.
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La demencia es la que piensa estas cosas. Tú las llamas leyes y las anotas bajo diferentes nombres en un extenso catálogo de rituales que no sirven para nada ni tienen ningún propósito. Crees que debes obedecer las “leyes” de la medicina, de la economía y de la salud.
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Lección 76: No me gobiernan otras leyes que las de Dios. Libro de ejercicios - Un curso de Milagros