
Por: Luz Marina Gómez Fries
Consejera Distrital de Cultura – Cali / Artes Plásticas y Visuales
En Colombia, las artes y la cultura han sido construidas desde el diálogo, la sensibilidad y el encuentro. Sin embargo, un reciente episodio pone en cuestión la manera en que esos mismos valores se traducen en los procesos institucionales que buscan representarlas.
El Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes respondió oficialmente cómo se resolvieron las elecciones de los representantes regionales a los Consejos Nacionales de Cultura. En la Región Pacífico, y según la información oficial, los empates entre candidatxs se dirimieron utilizando la función “ALEATORIO” de Excel, presentada como un mecanismo “neutral y equitativo”.
A primera vista podría parecer una solución técnica e imparcial. Pero cuando se analiza su efecto en el terreno simbólico y político, surgen preguntas profundas sobre la transparencia y la legitimidad de los procesos participativos.
🔹 El azar como criterio de representación
En la Región Pacífico, el azar definió el 42,8% de los cargos regionales. En las tres áreas donde se aplicó el método —Artes Plásticas y Visuales, Literatura y Música— participaron tanto hombres como mujeres, pero en todos los casos los ganadores fueron hombres.
En Artes Plásticas, el desempate entre dos mujeres y un hombre terminó eligiendo al único hombre. En Literatura, entre dos hombres y una mujer, ganó un hombre. En Música, entre dos hombres y una mujer, también fue elegido un hombre. El patrón se repite, y con él surge la inquietud: ¿qué tipo de equidad puede garantizar un algoritmo que reemplaza la deliberación colectiva por un golpe de suerte?
Ante esta situación, he presentado un Derecho de Petición solicitando información al Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes para conocer la dimensión nacional de este método.
La carta pregunta cuántos representantes en todo el país fueron elegidos mediante la función “ALEATORIO” de Excel, en qué áreas artísticas o sectores comunicativos se aplicó, y si en alguna región del país este procedimiento favoreció a mujeres o, como en el Pacífico, únicamente a hombres.
Estas preguntas no buscan confrontar, sino promover un debate necesario: ¿cómo garantizamos que los procesos culturales sigan siendo espacios de participación real, de reconocimiento a la trayectoria y de construcción colectiva?
El arte y la cultura no pueden decidirse por azar. Su sentido se enraíza en la conversación, en la diversidad de miradas y en la confianza entre quienes representan al sector. Cuando el azar sustituye la palabra, se empobrece el ejercicio democrático y se debilita la legitimidad de las decisiones.
Por eso, más allá de la anécdota tecnológica, este hecho nos convoca a reflexionar sobre la urgencia de replantear los mecanismos de elección, de manera que las futuras decisiones no dependan de una fórmula informática, sino de la inteligencia colectiva del sector cultural.
Porque en el arte —como en la democracia— el diálogo es la única herramienta verdaderamente equitativa.
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Luz Marina Gómez Fries
Consejera Distrital de Cultura – Cali / Artes Plásticas y Visuales
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