YO SOY LA FRANCMASONERÍA
Nací en la Antigüedad, en los remotos tiempos cuando los hombres soñaron con Dios por primera vez.
He sido puesta a prueba durante siglos, y hallada ser verdadera.
Los caminos del mundo muestran la impronta de mis pies y las catedrales de todas las naciones dan testimonio de la destreza de mis manos. Lucho por la belleza y la simetría.
En mi corazón habitan la SABIDURÍA, LA FUERZA y EL VALOR para aquéllos que los buscan.
Sobre mis altares, está el Libro Sagrado, y mis plegarias están dirigidas al Dios Omnipotente, mis hijos laboran y oran juntos, sin discriminaciones ni discordias, en la plaza pública y en la cámara secreta.
Por medio de signos y símbolos enseño las lecciones de la vida y de la muerte y la relación del Hombre con Dios y del Hombre con el Hombre.
Mis brazos están abiertos para recibir a aquéllos de edad legal y buena conducta que me buscan por su propia y espontánea voluntad.
Los acepto y les enseño cómo usar mis Herramientas en la construcción de los Hombres, y de ahí en adelante, encuentro la dirección de su propia búsqueda de la perfección tan deseada y tan difícil de alcanzar.
Levanto al caído y doy abrigo al enfermo. Acudo ante el llanto de los huérfanos, las lágrimas de las viudas, y el dolor de los ancianos y desvalidos.
No soy Iglesia, ni Partido, ni Escuela, pero mis hijos portan una carga completa de responsabilidad hacia Dios, el país, el prójimo y ellos mismos.
Son hombres libres, defensores de sus libertades y alerta para conjurar los peligros.
Al llegar el final los acompaño a medida que cada uno emprende el viaje más allá del Valle hacia la Gloria de la vida eterna.
Contemplo las arenas contenidas en el cristal y pienso cuán pequeña es una sola vida en el conjunto del universo eterno. Siempre he enseñado la Inmortalidad y porque levanto a los Hombres desde la oscuridad hacia la Luz, soy una forma de vida.
Yo soy la Francmasonería.