En el interior el fuego estaba encendido pero era necesario agregar mas leña. La noche era muy fría en esta época. José buscó en la penumbra unas maderas y las agregó a las llamas. Las chispas alumbraron un poco más el lugar.
Iluminados por el resplandor de la hoguera, José se quedó contemplando a María y al Niño. Ella solo tenía ojos para el niñito que dormía plácidamente en el pesebre que José había preparado apenas llegaron. No habían encontrado otro lugar mas adecuado pues el pueblo estaba lleno de visitantes.
La Virgen Madre acariciaba a Jesusito y guardaba en su corazón las palabras de amor y agradecimiento de aquellos que los habían sorprendido viniendo a conocer a su hijo. Unos ángeles les habían avisado del acontecimiento.
José se acercó despacio. María le sonrió. El niñito Jesús se movió un poco, respiró profundo y plácido y siguió durmiendo. Afuera, unas voces lejanas cantaban, pero sus voces se ahogaban con un poco de viento que empezaba a soplar. Y la noche se fue calmando cada vez más…
María y José apenas si pudieron dormir. Fue más grande el asombro y el amor de tener con ellos a Dios que el cansancio del viaje y la búsqueda. Era como si el mundo entero no existiera alrededor. Solo ellos y Jesús.
Esa primera Navidad fue la mas hermosa y silenciosa. Hasta las cortes de Ángeles callaron para no despertar al Niño. No hubo estruendos ni costosas celebraciones. Solo contemplación. Solo amor. Solo Jesús, María y José.
¡Feliz Cumpleaños Señor!
¡Feliz y Santa Navidad a los hombres y mujeres que ama el Señor!
El Niño Dios los bendiga y Santa María les sonría.
Claudio de María