cristina
unread,Sep 7, 2009, 6:13:05 PM9/7/09Sign in to reply to author
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to Letra Universal
COSAS DE PUEBLO CHICO
La Rosa tenía la sonrisa dibujada en el rostro, siempre que la miraba
se estaba riendo y cuando no la miraba también. La Rosa no se llamaba
Rosa, ese nombre se lo pusieron cuando doña clara la encontró
abandonada en el rosal y , aparte de bautizarla, también la adoptó.
La Rosa no era muy bonita, en realidad era bien fea. De seguro
descendía de algún africano porque era casi negra, tosca y el pelo le
crecía hacia arriba, pero esto no era lo más feo. ¡No!, ¡No!, ¡No! Lo
más feo era su nariz de loro y su aspecto grandote, casi deforme. No
la llamábamos Rosa, le decíamos La Gorilona.
A pesar de todo La Gorilona tenía suerte; todos los maestros la
querían y ella era siempre la mejor, se destacaba en los estudios, en
las artes y el deporte.
Era tanta su suerte que el día en que cumplió trece años el auto en el
que viajaba junto a su madre chocó, no les pasó nada, salvo que La
Gorilona se fracturó la nariz y le hicieron una nariz nueva. Era una
nariz delgada, respingona que le arregló todo el rostro. A las catorce
años era la más bonita del pueblo, la única con estatura de modelo.
Dejó de llamarse La Gorilona para pasar a llamarse La Reina.
Tenía tantos admiradores que nosotras aun sumando a los nuestros todas
juntas, a los seguros y a los posibles, no llegábamos ni a la mitad
en número. Y ella pudiendo elegir a cualquiera no eligió a ninguno.
Pasado los años de colegio, La Reina se casó con un viejo que la
triplicaba en edad, era el dueño del molino, un viejo solitario y
avaro. ¡Pobre viejo! Veinte días después se murió. Desde entonces
La Reina se llamó La Asesina
Un día nos topamos con ella en la calle y una de mis amigas le gritó:
-¡Asesina!
La Asesina de devolvió y nos miró como siempre nos miraba, como si
fuésemos sus amigas.
-¿Por qué me llamas Asesina?
-¡Porque mataste al viejo! ¡Lo mataste de felicidad! ¡O creías que el
viejo estaba para esos trotes?
La Asesina no nos dijo nada, dio media vuelta y continuó su camino.
Poco después supimos que el casamiento había sido un acuerdo
conveniente, el viejo era su verdadero padre y para evitarse trámites
y gastos en darle su apellido y su dinero prefirió un engaño legal.
La Rosa donó todo su dinero a un convento y después se metió a monja.
¡Cosas de pueblo chico!
Ya no se llama Rosa, ahora se llama María.