La cananea, la fe que vence a Dios

0 views
Skip to first unread message

CENTRO ANTI-BLASFEMIA

unread,
Sep 23, 2010, 11:48:11 AM9/23/10
to LA SAGRADA BIBLIA Y LA VIDA CRISTIANA
La cananea, la fe que vence a Dios
Parece que Dios muchas veces no nos escucha. Y es ahí cuando Dios está
esperando ese último gesto de fe y confianza en su amor de Padre.
Autor: P. Juan J. Ferrán | Fuente: Catholic.net




Encontramos el relato en Mt. 15, 21-28 y en Mc 7, 24-30.

Nos encontramos el ejemplo de una mujer anónima, llamada "La Cananea"
por su origen, no por nombre propio. Nos va a enseñar cómo la fe es
capaz de ganarle a Dios ese pulso que Dios le echa. Es un relato tan
hermoso que parece casi un cuento de hadas. Sin embargo, aquella mujer
se llevó en el corazón aquello que tanto quería: la curación de su
hija.

"Ten piedad de mí, Señor. Mi hija está malamente endemoniada". Esta
mujer parte de una realidad: nadie, a excepción de Dios, puede
solucionarle eso que atormenta tanto su corazón, el tormento de su
hija a manos del demonio. En nuestras vidas cuántas veces Dios no
entra en nuestros cálculos humanos: son nuestras propias fuerzas, son
los demás, es la esperanza en el progreso, es el psicólogo, las
primeras puertas a las que llamamos. Cómo nos cuesta poder decir que
aquella sencillez de Marta y María: "Señor, el que amas, está enfermo"
Cómo nos cuesta ser niños ante Dios y decirle con esta mujer: "Ten
piedad de mí".

Parece que Jesús no escucha aquel grito desgarrado, porque no le
responde. Sin embargo, cómo le dolió a Cristo aquella súplica. Quiere
poner a prueba la fe de aquella mujer para que su fe fuera más grande
si cabía. Y son los discípulos quienes intervienen abogando en favor
de ella, pero no por motivos profundos, sino para quitársela de
encima, pues ya molestaba. Parece que Dios muchas veces no nos
escucha, no nos oye. Nos llega a desesperar a veces el silencio de
Dios. Es posible que hasta a veces pensemos que a Dios no le
interesamos. Y es ahí justamente cuando Dios está esperando ese último
gesto de entrega a él, de confianza en su amor de Padre.


Jesús responde a los discípulos, no a ella, que él no ha sido enviado
más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Es como un gesto
de desprecio, de rechazo, como queriendo zanjar todo aquello de golpe.
Pero ella insiste en su oración: "Señor, socórreme". Hay que ser
humildes para aceptar a Dios. "Si no os hacéis como niños, no
entraréis en el Reino de los Cielos". Ante aquel grito de dolor,
Cristo va a poner la última prueba. Le dice que no está bien quitarle
el pan a los hijos para dárselo a los perritos. Es como un insulto.
Hoy diríamos que Cristo ha pisoteado la dignidad humana de aquella
persona. Pero Él sabe lo que está haciendo, y lo que está haciendo es
purificar aquel corazón plenamente antes de hacer el gran milagro.

Por ello responde la mujer que también los perritos comen de las
migajas que caen de la mesa de sus señores. Aquello doblega el corazón
de Cristo que ya desde antes venía sufriendo junto con aquella mujer
aquel dolor terrible que experimentaba por la enfermedad de su hija.
Ya no puede más, y ante tanta humildad dice: "Mujer, grande es tu fe;
que te suceda como deseas". Y la hija quedó curada. La fe siempre lo
puede todo hasta lo imposible. La fe y la humildad de una pobre mujer
cananea habían doblegado el Corazón de Dios. "A los humildes Dios los
bendice". ¡Cómo se llenaría de gozo el corazón de aquella mujer que
ahora contemplaba a su hija curada! Diría: "Ha valido la pena pasar
por esto mil veces", y tal vez no se daba cuenta del todo de que había
sido su fe perseverante quien había ganado aquel duelo.

Nosotros los cristianos tenemos que aprender de esta mujer muchas
cosas hermosas y bellas. A Dios se le vence con la fe, no con el
orgullo. De Dios se obtiene todo no con el racionalismo, sino con la
confianza. En Dios siempre encuentra uno acogida cuando se le acerca
con humildad, no con auto-suficiencia. Por ello, estos ejercicios nos
dan la oportunidad de revisar nuestra fe.

¿Es mi fe la primera actitud que define mi relación personal con Dios?
O más bien, ¿la fe es el último recurso, cuando ya no cabe ninguna
otra esperanza? A Dios le gusta que mi relación habitual, diaria,
personal con Él se de siempre en el campo de la fe. Dios quiere que me
fíe de Él, que tenga la suficiente confianza como para pedirle cosas
de niño, que nunca ponga en duda su amor y su poder.

¿Es mi fe humilde? Parecería una contradicción porque la fe sin
humildad no es tal. Pero conviene preguntarse si sé agarrarme de Dios
incluso cuando no entiendo nada de nada, cuando no comprendo sus
planes, cuando me resulta imposible ver su amor en algo que me ha
sucedido. Entonces, tengo que hacerme pequeño y decirle a Dios: "No te
entiendo, pero me fío de ti", como tuvo que hacer María al comprobar
que duros eran los planes de Dios sobre el modo y el cómo del
Nacimiento de su Hijo, o al ignorar cómo se iba a resolver el tema de
su embarazo con José, o al escuchar que una espada iba a atravesar su
corazón por culpa de aquel niño que llevaba a presentar ante el Señor.

¿Es mi fe tan grande que, incluso no entendiendo nada de nada de los
planes de Dios sobre mí o sobre los demás, pongo por delante siempre
mi fe absoluta en Él? ¡Cómo nos gustaría escuchar de los labios del
mismo Dios: "Qué grande es tu fe. Que se haga como quieres"! Hay que
apostar en la vida por Dios y aceptar que Dios nos sobrepasa y nos
supera. No somos nada a su lado. Todo lo que de Él venga será
bienvenido. No dejemos nunca que el orgullo nos someta y dejemos de
curarnos porque se nos hace humillante bañarnos en el río que nos ha
aconsejado Dios cuando tenemos ríos tan bellos en nuestra tierra (2 Re
5, 1-15).


El Evangelio de la gracia, la Buena Nueva de Cristo, nos ha enseñado
que la fe es fundamental en el cristiano. Incluso cuando uno ve el
futuro y siente ansiedad, incluso cuando uno ve los problemas y siente
impotencia, incluso cuando uno constata los graves problemas que
afligen al mundo, al hombre, a la familia. No hay otra solución que la
fe. Dios es más grande que todo eso. Dios es quien me garantiza mi
alegría y mi salvación.
Catholic.net

Reply all
Reply to author
Forward
0 new messages