Los estigmas, ¿pueden sucederle a cualquiera?

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CENTRO ANTI-BLASFEMIA

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Oct 6, 2010, 3:54:55 PM10/6/10
to LA SAGRADA BIBLIA Y LA VIDA CRISTIANA
Los estigmas, ¿pueden sucederle a cualquiera?
Siempre ha sido gente excepcional, virtuosa, probada en el dolor y
convencida de la fe quienes los han recibido realmente
Autor: Ignacio Ibañez / Tito Paolo Zecca | Fuente: Acción Católica
Argentina / Zenit.org


El estigma es un fenómeno místico extraordinario por medio del cual se
presentan en el cuerpo las llagas de la pasión de Cristo. Y como
afirma De Grandmaison, reconocida autoridad en el campo de la
investigación sobrenatural, esta experiencia se concede únicamente a
quienes merecen ser presencia amorosa de Dios en el mundo. El estigma
es un hecho del todo extraordinario, como comprueba el doctor Imbert
Gourbeyre, quien dedicó años a investigar sobre estos casos. El primer
caso famoso fue el de San Francisco de Asís. Son numerosos los
testimonios de quienes lo vieron y presenciaron.

La Iglesia nunca ha querido servirse de estos acontecimientos
sobrenaturales para promover la fe católica o la misma imagen de la
Iglesia. Al contrario, siempre ha adoptado una actitud de reserva,
dando más importancia a las virtudes y al testimonio de vida que al
carácter sobrenatural de los que han recibido la estigmatización en su
cuerpo.

El último caso que ha dado la vuelta al mundo es el Padre Pío. Aunque
el Padre Pío llevó durante 53 años la herida de los estigmas en sus
manos, en sus pies y en su costado, la Iglesia nunca quiso hacer
alarde de ello. Las llagas permanecían cerradas todos los días y sólo
se abrían y sangraban los viernes. Las fotos que existen fueron
tomadas de manera espontánea por gente que se saltó la prohibición de
fotografiar las manos del capuchino. A pesar de la evidencia del caso,
la Iglesia nunca declaró oficialmente que los estigmas del P. Pío
fueran de origen divino.

Los estigmas no se han producido en gente neurótica, trastornada o
hipocondríaca. La psiquiatría experimental afirma que no pueden ser
simples fluxiones o supuraciones de sangre producidas por el poder de
la imaginación, ya que las heridas aparecen y sangran sin ninguna
intención ni esfuerzo por parte del estigmatizado.

Los estigmas se han dado siempre de manera instantánea, causando gran
sorpresa e impresión en quienes los han recibido. Las llagas nunca han
supurado y su sangre se ha mantenido siempre fresca y limpia. Además,
han sido heridas que no se curan nunca y que permanecen un gran número
de años sin que pueda darse una explicación médica o científica. Es
cierto también que algunos ilusos se han dejado llevar por un
fanatismo exagerado y han fingido llevar las huellas de las llagas de
Cristo (Caso: Giorgio Bongiovanni). No hay que dejarse llevar por
quienes tratan de apantallar. Ni en la vida, ni mucho menos, en la
fe.

Han sido muy pocos quienes a lo largo de la historia han recibido
realmente en su cuerpo la impresión de los estigmas. Siempre ha sido
gente excepcional, virtuosa, probada en el dolor y convencida de la
fe. Gente que ha recibido un don del que nunca se han sentido
merecedores ni dignos. Gente que nos recuerda que es maravilloso
imitar a Jesús. En las sonrisas y en las heridas. En todo. Y
ofreciendo el dolor de sus heridas para que haya más sonrisas en
todos. Como Jesús.


Los estigmas, desconcertante signo de la pasión de Cristo. Entrevista
con el catedrático de espiritualidad Tito Paolo Zecca

Los estigmas, signo distintivo de la pasión de Cristo, se han
convertido en el centro de un debate teológico muy interesante.

Desde Francisco de Asís (primer santo de la historia en que se ha
podido comprobar este fenómeno) hasta el beato Pío de Pietrelcina (uno
de los últimos casos) se han dado unos 250 casos de personas con
estigmas, en la mayoría de los casos con comprobación científica.
Pero, ¿qué significan esas llagas dolorosas en las manos y en los pies
de personajes que en algunos casos, con su espiritualidad, han
cambiado la historia del mundo y del cristianismo?

Para comprender mejor el debate, Zenit ha entrevistado al padre
pasionista Tito Paolo Zecca, profesor de Teología pastoral y
espiritualidad en la Universidad Pontificia de San Juan de Letrán y en
el Ateneo Pontificio Antonianum de Roma. Este catedrático, que ha
dedicado investigaciones y libros al argumento, es uno de los máximos
expertos mundiales en la materia.

Acaba de presentar sus últimos descubrimientos en una conferencia
dictada sobre «El Crucifijo de la Sábana Santa y las personas con
estigmas» en el centro de Sindonología del Caravita, en Roma (http://
www.sindonologia.it).


¿Cuál es el significado de los estigmas?

En el misterio de la resurrección de Jesús, el Evangelio muestra cómo
no han quedado canceladas su llagas. Los estigmas representan un signo
de lo que sufrió Cristo durante la pasión, y por tanto constituyen un
dato teológico en el que hay que profundizar mucho más de lo que hemos
hecho hasta ahora. En el Evangelio de Juan, cuando Jesús entra en el
Cenáculo con las puertas cerradas y saluda a los discípulos, muestra
los estigmas para identificarse. A santo Tomás le dice: «Mete tu dedo
en mi costado». La consternación de los apóstoles es también un hecho
revelador de este misterio. Este fenómeno muestra la eficacia de la
salvación de Cristo en la Cruz y permanece de manera particular en el
signo de los estigmas, convirtiéndose en un dato distintivo de la
eficacia redentora y salvadora de la fe.


Ha habido 250 casos de santos y beatos que han tenido los estigmas.
¿Cuál es el significado histórico de este signo?

Es un dato particular de la espiritualidad y de la mística occidental.
A partir de san Francisco, hemos tenido un número significativo de
santos y beatos que han vivido la experiencia desconcertante de la
reproducción en su cuerpo de los estigmas de Cristo. Hasta ahora, la
investigación ha subrayado el carácter de configuración e imitación de
Jesús, que surge de la intensa relación personal que han mantenido con
él estas personas. Sin embargo, se ha analizado muy poco el papel que
estos santos y beatos han desempeñado en la Iglesia. No se ha
reflexionado suficientemente en la misión particular que está ligada a
los estigmas.


¿Puede poner algún caso concreto?

Por ejemplo, san Francisco de Asís recibió los estigmas cuando todos
sus proyectos de santidad --fundación de la Orden, aprobación de la
regla primitiva, viaje a Palestina-- habían fracasado. Se encuentra
solo y abandonado. La configuración con el Crucificado le consuela,
pero al mismo tiempo el sufrimiento de los estigmas se convierte en un
bien para su Orden y en un mensaje para toda la Iglesia.

El sucesor de san Francisco, Fray Elías, entendió el significado de
los estigmas y así lo subrayó en la carta que dirigió a todos los
fieles.

Este mismo mensaje y misión de los estigmas puede constatarse en Santa
María Magdalena de Pazzi y en santa Catalina de Siena. En el siglo que
acaba de concluir esta misión se constata con claridad en personajes
como santa Gemma Galgani (fallecida en 1913), el beato padre Pío de
Pietrelcina (1887-1968), y Marthe Robin (mística francesa fallecida en
1981 de quien se están estudiando sus escritos antes de emprender el
proceso de beatificación).

Marthe Robin se ha hecho conocida después de que el famoso escritor
Jean Guitton escribiera el libro «El viaje inmóvil» Durante cuarenta
años esta mujer estuvo sin moverse en su lecho. Al igual que Gemma
Galgani y Pio de Pietrelcina, ha dado vida a muchísimos grupos de
espiritualidad y oración en todo el mundo.


¿Qué es lo que experimenta quien recibe los estigmas de la pasión de
Cristo?

Se trata de una experiencia de alegría y dolor. El Señor es siempre el
que toma la iniciativa. Los destinatarios de los estigmas consideran
esto como una inmensa gracia, de la que no se sienten dignos. De hecho
piden al Señor que se la quite, pues se avergüenzan. Esta actitud es
evidente en el padre Pío. El beato de Pietrelcina muestra claramente
cuál es la misión de quien lleva los estimas. El padre Pío funda
grupos de oración y la Casa de Alivio del Sufrimiento (un gran
hospital), realizando una obra concreta para aliviar los sufrimientos
físicos. Además, a través de la oración, profundiza en la capacidad de
intercesión de las personas unidas a quien padece los estigmas que
renueva el mundo, lo salva y lo protege.


Pero, entonces, ¿por qué da el Señor esta «gracia» a ciertas
personas?

La respuesta está precisamente en su misión. Es un servicio que la
Iglesia necesita en un momento particular de su historia. Es como un
signo profético, un llamamiento, una dato sorprendente capaz de
recordar a los hombres las cosas esenciales, es decir, la conformación
con Cristo y la salvación de Cristo que con sus llagas nos ha
rescatado.

En cierto sentido, todos nosotros llevamos los estigmas, pues con el
bautismo estamos sumergidos en la vida de Cristo, que nos permite
participar en el misterio pascual de su muerte y resurrección. En su
pequeñez, cada uno de nosotros lleva los estigmas. Si los lleva con
espíritu de fe, esperanza, valentía y fortaleza, estas llagas, que
pueden ser purulentas y que no cicatrizan nunca, pueden servir para
curar a los demás.

En definitiva, los estigmas representan la aceptación consciente de la
Cruz vivida espiritualmente.



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Imagen: Francisco de Zurbarán: San Francisco recibiendo los estigmas
(San Francisco en oración). Colección Banco de la República, Bogotá





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