El "Yo" en nuestra teoría

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JM Gasulla

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Oct 20, 2011, 1:46:54 PM10/20/11
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El Yo en nuestra teoría (1)
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El último número de Annals of the New York Academy of Sciences [October 2011 Volume 1234 Perspectives on the Self, Conversations on identity and Consciousness (Pages 1-175) doi: 10.1111/nyas.2011.1234.issue-1/issuetoc ] está dedicado a un debate en torno a las perspectivas actuales sobre el conocimiento y teorización del "Yo" a la luz de los resultados de las investigaciones  que provienen de las neurociencias, y una revisión de los distintos puntos de vista sobre el "Yo" que se tienen desde la ciencia, la filosofía, las psicologías y las religiones.

 

Tema arduo y quizás difícil, por cuando aborda aspectos todavía controvertidos en la época actual, en especial en los EEUU porque en Europa no parece que la cuestión despierte las tensiones que genera allá, al menos en el ámbito científico.

 

El tema central que, a mi parecer, subyace a los debates, puede ser el conocimiento del "Yo" y la posibilidad que desde la ciencia se pueda prescindir de una entidad espiritual como soporte del yo. En el fondo, me parece, es el efecto de una cuestión de fe y el debate entre ciencia y religión.

 

Pero independientemente de los debates teóricos y las posturas enfrentadas por cuestiones de fe o de escuela filosófica o psicológica, es cierto que hemos de tener una idea definida sobre la estructura de la personalidad humana y en particular, una noción o algún partido tomado sobre la noción del "Yo". Qué es el "Yo" y qué teoría del "Yo" es la nuestra, o la mía, con la que me manejo, es algo que hay que tener claro.

 

En el número de Octubre de la publicación de la Academia de Ciencias de New York que he citado hay una veintena de artículos, a cuál más interesante. Los tengo todos, de modo que si alguien quisiera alguno, con pedírmelo se lo envío por correo electrónico. Cito dos en particular: "The self in the Cartesian brain" (páginas 100-103) y "What is the self?" (páginas 121-123)

 

Naturalmente que cualquiera puede decir que eso es filosofía, que con eso no se va a ninguna parte, que no sirve para nada, que el yo no existe, y que no se sabe para qué se querría una teoría sobre el Yo en la teoría y la práctica de la medicina. Eso es lícito decirlo y sostenerlo, aunque no demasiado en firme, no obstante. Pero del mismo modo que se puede decir eso, se puede pensar lo contrario y caer en la cuenta que sin una teoría sobre qué es un ser humano y qué es ese yo que está en nuestra cultura, esa unidad que nombramos con nombres propios, no se sabe lo que se hace más allá de aplicar una técnica. 


Si un médico adopta para sí el papel de técnico, será su elección, pero si además de aplicar una técnica, piensa sobre su profesión, tarde o temprano se topará con estos temas. Yo pienso que es mejor abordarlos que no hacerlo y, en consecuencia, nos veremos obligados a saber qué es el yo, qué papel juega en los procesos patológicos, qué importancia tiene, cuál es la estructura psíquica del ser humano, cómo se estructura o se organiza, nuestro pensamiento y el de los demás. No en balde la Academia de Ciencias de Nueva York le dedica todo un número de su publicación. Se trata de comprender qué papel juega el yo en la ciencia en general y en la ciencia médica en particular. 


JM Gasulla

JM Gasulla

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Oct 20, 2011, 2:22:46 PM10/20/11
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El Yo en nuestra teoría (2)
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En el primer artículo de los que he citado como preferidos, "The self in the Cartesian brain" (páginas 100-103 del volumen 1234 de los Annals de la New York Academy of Sciences y que adjunto a este mensaje como Archivo adjunto), el autor, Shaun Gallagher, profesor de filosofía de la universidad de Memphis (EEUU) y de la universidad de Hertfordshire (UK), se sorprende de que tras unos 370 años después de Descartes, todavía se esté discutiendo sobre su pensamiento y sobre la viveza y frescura con que se mantiene la división fundamental de principios entre lo material y lo espiritual, llamado por muchos "el dualismo cartesiano" que consiste, básicamente, en una división de principios: alma-cuerpo, mente-cerebro, pensamiento-funciones neurofisiológicas, espíritu-genética.

 

Gallagher se centra en la sexta de las Meditaciones Metafísicas de Descartes, "De la existencia de las cosas materiales y de la real distinción entre el alma y el cuerpo del hombre", acaso menos conocida y debatida que la segunda meditación, en la que Descartes dio fundamento a su famosísimo "cogito". Para poder entender el pensamiento de Descartes sin equívoco, lo mejor será hacerse con un ejemplar bilingüe (latín-francés) de las meditaciones de Flammarion, tal como lo publicó el propio Descartes en ambas lenguas (Descartes. Méditations métaphysiques. Flammarion. 1992. ISBN: 2-08-070328-5)

 

Si, como dice Shaun Gallagher, Descartes se le representa en lucha contra su propio pensamiento, siendo que estoy completamente de acuerdo con Gallagher en que la hipótesis de la existencia de Dios no es algo con lo que luche la ciencia, yo he tomado partido y me he decantado porque, más que analizar el problema alma-cuerpo en Descartes, que es una cuestión que afecta a la fe, abordarlo como el problema entre la extensión y el pensamiento, que es propiamente el que, a mi entender, nos afecta por nuestra adscripción al discurso científico. No hago, pues, ni una crítica ni un análisis del artículo de Gallagher. Quien esté interesado podrá hacerse su propio juicio al leerlo. Más bien utilizo a Gallagher como pre-texto para abordar la cuestión del Yo según mi propio análisis.

 

Según entiendo yo los planteamientos de Descartes, hay pensamientos referidos al mundo que pueden ser tratados o, mejor dicho, representados, mediante la medida (peso, volumen, longitud, temperatura) y las geometrías (sistema de coordenadas cartesianas, álgebra lineal, álgebra analítica, geometría proyectiva, topología, etc.) y otros pensamientos, en cambio, que carecen de extensión y, en consecuencia, de medida y geometría.  Pero esto se refiere al sistema de la ciencia que inauguró de este modo Descartes, dando cuenta de esas dos clases de pensamientos, de los que uno de ellos (lo que carece de propiedades extensas) quedaría excluido del ámbito del conocimiento y del manejo de la ciencia. De acuerdo con esa escisión de las representaciones, el "yo" no sería pasible de conocimiento científico. Nos interesa pues, conocer el fundamento de esa teoría del "yo" o del "alma", y esta teoría se encuentra en la segunda meditación, en la que se postula como "cogitans" y, en consecuencia, como "res cogitans", esto es, como una cosa que piensa, sin extensión, puro pensamiento y, en consecuencia, el "yo", en Descartes y en buena parte de las concepciones teóricas del mundo moderno, descansan sobre esa noción inmaterial de un yo pensante en el ser humano, distinto de un hipotético yo animal.


Así que el problema que se nos plantea en relación al dualismo cartesiano frente al monismo es el de dejar establecido por qué sistema teórico nos decantamos en nuestra teoría sobre la enfermedad del ser humano.


Traigo este esquema de H, Misiak, pero que yo tomo de A. Haynal y W. Pasini. Manual de medicina psicosomática. Toray-Masson. Edición española. 1980, que resume fantásticamente bien el problema monismo-dualismo tanto en filosofía como en ciencia, psicología y religión.


Para ver más agrandada la imagen hay que hacer clic sobre ella.


JM Gasulla

12 El yo en el cerebro cartesiano.pdf

JM Gasulla

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Oct 22, 2011, 11:18:04 AM10/22/11
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El yo en nuestra teoría (3)
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Quizás el contenido de este hilo resulte excesivamente filosófico, incluso excesivamente complicado, para muchos de notros. Yo animo a todos a seguir en él, a leer y a pensar. Es algo que no solo nos ayudará a pensar en cosas trascendentes, sino que lo que deduzcamos de estas discusiones tendrá una repercusión cierta, aunque no lo sepamos, en nuestra forma de ver al enfermo y a nosotros mismos en tanto personas dedicadas a estos menesteres de curar a otros.

Sigo, pues, introduciendo lo mío tomando como pretexto el contenido de los artículos de los Annals of the New York Academy of Sciences de Octubre de 2011, dedicado íntegramente a debatir sobre el yo.

A partir del fundamento que le dio Descartes a la ciencia, tras el paso dado para asentar el suelo firme de la identidad del yo en una cosa que piensa; conociendo también la solución radical dentro del dualismo que dio Malebranche (Nicolás Malebranche. Acerca de la investigación de la Verdad. Ediciones Sígueme. 2009: cuando quiero mover un brazo, es Dios quien lo mueve), y tomando como referencia para este actual comentario el artículo de Shaun Gallagher. The self in the Cartesian brain; pag. 100-103, se nos plantea asimismo la posibilidad de que el Yo, desde las neurociencias, que en la teoría cartesiana se formula como "res cogitans", cosa que piensa, inmaterial, espiritual y, en consecuencia sin extensión ni medida, sea, en nuestra concepción científica, un "Yo" muy material (ver por ejemplo Francis C. CrickLa búsqueda científica del alma. Debate. 1994), nada espiritual y, en consecuencia que, al pertenecer a la "res extensa", pueda ser medido. 

Así pues, desde el monismo y la racionalidad positivista científica, es exigible explicar desde la razón y como único principio la materia y la extensión, cuantas propiedades le han sido atribuidas al yo y, llegado el caso, incluso negar cualquier realidad a ese yo (Thomas Metzinger. Being No One: The Self-Model Theory of Subjectivity. MIT Press. MA. 2003)

El hilo argumental que nos ha llevado a estas consideraciones es que si planteamos una ciencia racional, en cuyo fundamento no puede figurar la razón divina, la existencia de un dios o una espiritualidad como razones últimas, nos vemos llevados a la urente necesidad de comprender cuál es, entonces, la materialidad del yo, en qué consiste la materia del yo que pueda medirse y geometrizarse. En contra de esta hipótesis material acudiría el argumento de que no ha sido hallada  ningún área cerebral ni ningún circuito neuronal que sea la sede del yo por asumir todas sus propiedades, sino que, más bien, esas propiedades están repartidas por diversas áreas y por diversos circuitos cerebrales.

En consecuencia: ¿cuál es la materialidad del yo? ¿Es el yo equivalente a un objeto material cualquiera de la ciencia, supuesto que los objetos de la ciencia sean todos materiales? ¿El principio material que sustenta esta nueva concepción del yo es tan susceptible de medida y de representación matemática como cualquier otro objeto mundano? Y dentro de ese principio único material ¿cuál es la materialidad objetiva que le presuponemos al yo? Estas son las preguntas que, en cuanto médico adscrito a la ciencia del siglo XXI, me planteo y trato de responder.

JM Gasulla

JM Gasulla

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Oct 26, 2011, 3:12:31 PM10/26/11
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El yo en nuestra teoría (4)
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Había concluido el mensaje (3) de este hilo con unas preguntas que giraban en torno a una exigencia de representación para el Yo, porque eso nos venía impuesto desde una concepción monista de los principios que rigen el pensamiento científico. Habíamos concluido que desde las neurociencias no era posible establecer dicha materialidad del yo (exigible desde el monismo o desde el positivisismo empírico) en alguna estructura concreta del cerebro y que, en consecuencia, y a pesar de que en la clínica aceptamos una desaparición progresiva del yo en algunos procesos patológicos, por ejemplo en la demencia de Alzheimer, y que podemos cuantificar como pérdida de memoria y pérdida de una posición subjetiva histórica, ningún área cerebral específica se le puede atribuir a esa función global y unificadora que denominamos "Yo": que si el lenguaje, que si el sentido, que si la memoria, que si la afectividad, que si la motricidad, que si la visión, que si una mezcla de todo eso a partes "desporporcionales" según el momento...

Con esas preguntas y con sus respuestas en mente había leído el número de Annals of the New York Academy of Sciences 1234, de octubre de 2011. Ya he dicho algunas consideraciones en torno al articulo de Shaun Gallagher, y ahora unas palabras en torno a otro artículo; en esta ocasión de Robert Hanna. What is the Self?, páginas 121-123; DOI: 10.1111/j.1749-6632.2011.06124.x 

Hanna da su punto de vista sobre la naturaleza del yo (self) y viene a plantearse una pregunta similar a las que nos hemos hecho aquí: más que preocuparnos por creencias y conceptos filosóficos, hay que interrogarse por hechos reales y por la "auténtica realidad del yo" ("truth about the self" dice él) y, a partir de ahí, establecer una "ciencia del yo" ("science of the self" dice él) En pos de ese ideal de hacer una ciencia del "Yo", el autor condensa en una cáscara de nuez su idea: "In a very small nutshell, here is my view about the nature of the self, where this question is understood in a scientific sense that includes both natural science and systematic fundamental metaphysics. I think that the self is a rational human minded animal" Expresión esta última un tanto difícil de traducir, que bien podría tomarse como que el yo es un animal con una mente racional humana. Acaso lo interesante vaya a ser esa mezcla que intentará entre la metafísica y la física, aplicadas al yo.

Para este autor, en la constitución de un yo habría un aspecto de animalidad sobre el que operaría una mente racional. Ahora bien: nuestra preocupación mayor, siguiendo los postulados de cientificidad positivistas, era no hablar de metafísica ni de dualismo, sino de mantenernos firmes en un monismo en cuyo seno no cabría ninguna explicación metafísica. ¿Lo conseguimos con este autor? A mi entender, no.

Quizás es que soy muy quisquilloso, pero no veo en su artículo que proporciones las bases de una ciencia del yo; no veo ningún elemento mediante el cual poder considerar la "res cogitans" cartesiana como un elemento de la extensión. En cambio, habla del yo continuamente desde un punto de vista metafísico.

Hay en este artículo, sin duda, una descripción de algunos aspectos del yo, pero no alcanzo a captar en qué sustancia fundamentar esa ciencia del yo, en qué consistiría ese objeto material que al no ser más que materia pensante, pudiera ser medido o geometrizado. Decididamente, no podemos seguir a Hanna por ese camino que, a mi entender, no resuelve el dualismo mente-cuerpo que se nos planteaba como exigencia desde los postulados de la ciencia.

Como yo ya tengo mi idea establecida en torno a ese yo del que hablo, mi pre-juicio si se quiere, creo que a lo que apunta el autor es más hacia una metafísica, hacia una psicología o incluso, hacia una filosofía del yo, más que hacia una materialidad del yo, a lo que creo que, muy cabalmente, no es fácil arribar con los medios técnicos que disponemos.

¿Nos tenemos que ceñir, en consecuencia, a una concepción del yo como un constructo teórico, puramente filosófico u ontológico, pero carente de base material en el que apoyarnos? Esa es la apuesta en la que estoy: que si bien captamos una materialidad en nuestros cerebros, que puede ser atribuida a determinadas funciones que consideramos yoicas, el yo es una construcción teórica, y no un objeto material al mismo nivel como tomamos los objetos de una ciencia que, aún siendo teóricos, poseen una base material y extensión, en el lenguaje de Descartes; véase en esto el concepto de "enfermedad" que aún siendo un constructo teórico, posee una materialidad en la lesión que lo aparta de la metafísica y de la ontología.

JM Gasulla.

JM Gasulla

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Oct 27, 2011, 10:18:07 AM10/27/11
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El yo en nuestra teoría (5)
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Voy avanzando poco a poco en esta cuestión tan compleja en torno a una teoría del yo. 

No soy ni filósofo, ni matemático ni otra cosa que un clínico que se ve precisado a comprender los fenómenos que capta en la clínica y a proveerse de las herramientas conceptuales que le son precisas. Echo mano de donde puedo, si puede decirse así; o sea, de lo que dicen o han dicho otros que han pensado en la cuestión y que se han planteado problemas similares. Voy ahora a Kant, Immanuel Kant. Creo que no necesita presentaciones. Pero no lo hago directamente, sin guía, sino que me veo precisado de la conducción de alguien que ha hecho su profesión de estas cuestiones en torno a la metafísica y las representaciones. Me refiero a Alejandro Llano, profesor de metafísica de la Universidad de Navarra.

Alejandro Llano nos lleva de la mano a la Crítica de la Razón Pura, de Kant; más concretamente a la Sección Segunda, del Capítulo II de la Analítica Trascendental, y que tituló Deducción Trascendental de los Conceptos Puros del Entendimiento. Aparece allí un concepto que va a ser fundamental en toda la obra, y que es, a mi juicio, la extensión del "Cogito" cartesiano. Kant introduce el concepto "Yo pienso" (1978: 153-154; B 132)

Independientemente de las lecciones que se puedan extraer del análisis kantiano, me sirvo de tres conceptos: "yo pienso"; "percepción"; "apercepción"

1-  Yo pienso. Se trata de una unidad de pensamiento.
2-  Percepción. La acción pasiva (animal) de los sentidos
3-  Apercepción. Es la autoconciencia.

"Todas las representaciones -dice Llano al respecto- tienen que ser mis representaciones, porque una representación sin referencia a un yo sería imposible. Claro resulta que el yo que está aquí en juego no es un yo empírico, mi yo o tu yo individual y circunstanciado. Es un yo trascendental, que supera y engloba las subjetividades individuales, precisamente porque es la común estructura de toda subjetividad: el yo en cuanto tal, el yo científico o epistemológico; no el yo fáctico sino el yo normativo."

"A la unidad de este yo -prosigue Llano- la llama Kant unidad trascendental de la apercepción. Para Kant, percepción es sensación con conciencia y apercepción es autoconciencia. Hay también, ciertamente, una autoconciencia empírica: la referencia de todas las intuiciones sensibles al yo empírico, por medio de lo que Kant llama sentido interno. Sin embargo, esta apercepción empírica solo legitima los objetos como dados, pero no en cuanto pensados, que es lo que aquí se ventila"

Creo que con esto tenemos formado ya el embrión de cómo pienso el yo en nuestra teoría médica de la enfermedad, o sea, aquél que dice a otro que le duele algo o siente una molestia en tal parte de su persona, para que le de valor. De acuerdo con esta noticia de Kant, pasada aquí por el filtro de Llano, el yo con el que nos enfrentamos no es un yo empírico, esto es, un yo de la percepción, registrable en nuestras máquinas para ver el cerebro, sino un yo trascendental, es decir, alguien que ya ha registrado, ha percibido, una sensación y la ha convertido en una apercepción para otro.

Se trata, en suma, de un yo que es cogito cartesiano, que es yo pienso kantiano, que es un yo que apercibe, un yo trascendente, más allá de la percepción sensible, pasado no solo por la percepción interna de los fenómenos, sino convertido en una representación para sí y, fundamentalmente, para otro. Ese es el yo que tenemos que introducir en nuestra teoría. No es un yo empírico, pues. Y esto es necesario remarcarlo: no lo podemos encontrar en nuestras máquinas: es un yo de discurso. Su representación no es transmisible por una máquina, sino que es la resultante de una complejidad tanto neurológica, como discursiva, como social. 

Para que haya un yo no basta conque haya una percepción-conciencia, ni siquiera una conciencia de sí; es necesaria una conciencia de sí en sí, y esto sólo se obtiene cuando la percepción de sí mismo regresa a uno mismo a través de otro. Ahí encontramos a nuestro yo.

Pero hay más.

JM Gasulla.

P.D.: a pesar de los esfuerzos que hago en uniformar el tamaño y estilo del texto, llega a los buzones de correo electrónico deformado. Es por eso que insto a que se vea lo que se va escribiendo en la página del foro -->https://groups.google.com/forum/#!forum/la-enfermedad 

JM Gasulla

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Nov 3, 2011, 6:33:06 AM11/3/11
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El yo en nuestra teoría (6)
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Voy a ver si concluyo con este hilo que se quedó un poco a medias. Y es que en otro lugar, en otro foro, se ha levantado un cierto interés en torno a esta cuestión y me he distraído de aquí, porque me he ido hacia donde me "atraían".

Copio lo que dije en ese otro lugar:

Hay un trabajo de investigación publicado en Brain 1983 (doi: 10.1093/brain/106.3.623) realizado por Benjamin Libet y otros (Resumen: http://brain.oxfordjournals.org/content/106/3/623.abstract ), citado profusamente y que, consecuentemente, dio fundamento a la tesis de que el cerebro piensa antes de que el pensamiento llegue a nuestra conciencia, unos 300 milisegundos antes. El experimento fue sencillo y contundente: la actividad cerebral se anticipa al pensamiento conciente.

A partir de este estudio, del hecho de que se registre una actividad cerebral anterior a la percepción consciente del pensamiento, se deduce que no es la consciencia quien piensa, sino que es el cerebro quien piensa, y que la consciencia, identificada al yo pienso, no hace más que recoger el producto final de la complejísima elaboración llevada a cabo por el cerebro sin la participación de ninguna conciencia ni yo, que el yo y la conciencia vienen después de que el cerebro haya pensado.

A partir de ahí se trata de comprender cómo funciona el sistema percepción-consciencia o pensamiento-consciencia y, a la vez, plantear el problema de quién piensa cuando yo pienso o, mejor dicho por quién soy pensado.

A ver si soy capaz de plantear lo más llanamente el problema, tal como lo entiendo yo.

Si el cerebro por su cuenta se anticipa unos 300 milisegundos a mi decisión consciente ¿quién y cómo piensa por mí antes que yo?  

Para responder a eso, tres soluciones: a) mi alma activa a mi cerebro; pero entonces, yo no soy mi alma si mi alma decide 300 milisegundos antes que yo.

b) una función puramente biológica autónoma y el yo no existe, sino que es una ilusión del pensamiento

c) el yo que resulta de la toma de conciencia o de la volición de un acto es una resultante de una actividad cerebral autónoma y de las leyes autónomas del pensamiento. Es un emergente cuya sustancia no es material ni espiritual, sino de lenguaje.

Yo estoy en la solución c.

No se si he aclarado las cosas o las he complicado al extremo, pero es que esto no es en absoluto nada fácil, sino muy complejo. Para buscar analogías, estaríamos comparando la física de Newton con la asombrosa Teoría de Cuerdas de la Física Cuántica actual. En la solución c, que es en la que estoy metido y trabajando, estaríamos en un equivalente de complejidad conceptual a la Teoría de Cuerdas de la Física para explicar la estructura del universo y de la materia.

JM Gasulla

JM Gasulla

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Nov 3, 2011, 6:42:57 AM11/3/11
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El yo en nuestra teoría (7)
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Voy avanzando para dejar planteada lo mejor posible esta cuestión. Y traslado aquí lo que dije en otro lugar.

Hay una cuestión en torno a quién habla cuando hablamos. Sobre eso, quedarnos con la idea de que antes de que seamos conscientes de un pensamiento que pensamos que lo pensamos y después lo decimos nosotros, nuestro cerebro lo ha fabricado y nos lo ha dado hecho. Nosotros no hacemos más que dar a la luz lo que nuestro cerebro ha parido.

Esta es la idea central: no somos los autores de nuestros pensamientos. No los fabricamos nosotros: los hace nuestro cerebro.

¿Y quiénes somos nosotros, pues? No sabemos muy bien, pero desde luego, lo que es seguro que no somos es los autores de lo que decimos ni de lo que pensamos. 

Brevemente (sólo para inducir a pensar un poco), la experiencia de Libet (el cerebro piensa antes que nosotros) da cuenta de que los procesos de uno mismo se hacen, por decirlo así, sin contar con uno: los hace el cerebro como víscera. Ahora bien: en el momento en el que hay una consciencia y además hay un lenguaje, eso parece generar un "ser" singular, hecho de lenguaje.

Lo que ocurre con el ser humano es una novedad en la naturaleza, puesto que se genera algo nuevo a partir del lenguaje. No digo de la consciencia, ni tampoco de la conciencia de sí, porque otros animales también la tienen y, sin embargo, no desarrollan un ser de lenguaje como los humanos. En nosotros, esa consciencia de sí que tienen los monos se complica con una "conciencia de sí, en el lenguaje", de modo que a esa psicología animal o refleja, a la psicología en fin, que podemos encontrar en cualquier especie, hay que añadirle algo que ya no es psicología, que es, y no se de qué otra manera decirlo, una "no-conducta" psicológica que deriva del pensamiento lógico, racional y del sentido que se genera en el lenguaje.

A veces, es cierto, nos comportamos como monos en cuanto tenemos una psicología, y nuestra conducta se puede predecir como se puede predecir que una rata encerrada en un laberinto irá siempre por el camino más corto a encontrar su trozo de queso-señuelo. Eso influye, por cuanto nos mueven emociones, sentimientos y anhelos. Pero un ser humano es, según lo veo, lo que resulta del encuentro entre una psicología animal (una psicología de mono), un cerebro que elabora y funciona como un gigantesco ganglio nervioso, y el lenguaje.

Y cuando le metemos al cerebro un lenguaje simbólico, tenemos algo más que un yo animal: tenemos lo que se llama "un sujeto"; y un sujeto es lo que surge del lenguaje.

De ahí que si seguimos hablando de un "yo", que no es más que una imagen de uno mismo, como la que tiene un mono ante un espejo, nos vamos a liar, porque descuidamos lo esencial, que es que nacemos tanto de una madre, esto es, con una biología y una psicología, como que nacemos en un lenguaje, en un seno cultural, social, rodeados de otros humanos que nos hacen ser humanos en vez de monos.

El "yo", lo que es un "yo", es una pura imagen en un espejo y el "saco" que se llena con las pasiones, egoísmos y esas cosas que están ahí para que nos sean útiles en la vida. Un "sujeto" humano es mucho más que un "yo", porque está hecho de lenguaje.

JM Gasulla

JM Gasulla

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Nov 3, 2011, 6:55:49 AM11/3/11
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El yo en nuestra teoría (8)
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Intento acabar con este hilo, porque hay otro que parece urgir, así que copio lo que dejé expuesto en ese otro lugar del que hablo, pero que afecta directamente a este tema.

Un forista formula una pregunta: ¿Y qué relación de lenguaje hay entre el yo como lo defines, y la v´sicera del cerebro?

Yo lo planteo así:

Parece que la actividad del cerebro "superior" es capaz de generar una consciencia de sí, un yo, que no es más que la imagen "psíquica" de uno mismo. Todo indica que los animales tienen una conciencia de sí, un yo, que es, por decirlo de alguna manera, el sentimiento de algo que hay que poner a salvo. Probablemente es más cosas, pero pongamos ese sentimiento de poner a salvo. Es probable que una gacela sepa que es una unidad porque cuando atisba el peligro o es perseguida por un león, no sale disparada a la carrera la mitad de la gacela hacia un lado y la otra mitad hacia el opuesto. Hay una unidad coordinada que, además de conferir una unidad al animal, le da cierta percepción de sí mismo, por ejemplo ante el peligro. Eso, probablemente, engendre un sentimiento de sí mismo que hay que salvaguardar. Hasta ahí, el yo engendrado por el cerebro.

Probablemente todos los animales compartimos esa propiedad como un sentimiento de unidad.

Hasta ahí lo que yo diría que el cerebro como víscera es capaz de fabricar en lo que respecta a la psicología: un yo. Lo mismo nos pasa a los humanos: tenemos un yo, o sentimiento de unidad y de nosotros mismos. Esto probablemente lo fabrica el cerebro como un resultado evolutivo y es probable que una bacteria no tenga ese sentimiento de ser una unidad bacteriana, pese a permanecer adherida a otras bacterias con las que se comunica, mientras que una gacela es probable que sí tenga ese sentimiento de ser una unidad que pertenece a las gacelas. Al menos, no se confunde de especie cuando va en manada: es la imagen de las demás gacelas la que le da una imagen de sí misma y no una atracción o repulsión química como en el caso de las bacterias. Eso es un yo. Y es una imagen.

Pero lo que nos interesa no es tanto ese yo psicológico, imaginario, animal, de rata, de gacela o de mono, sino eso nuevo que no tienen ni las ratas, ni las gacelas ni los monos. ¿Qué es eso nuevo? Hasta el siglo XIX era comunmente aceptado que se trataba de un alma inmortal. Hoy día, la ciencia no puede pensar en almas inmortales, sino que ha de resolver las cuestiones sin recurrir a los dioses ni a los espíritus, porque eso no nos saca de cierta condición. Esa cuestión hay que resolverla de otro modo.

Lo nuevo que no tienen ni las ratas ni los monos es un lenguaje simbólico. Un niño salvaje tiene un yo, pero al no tener lenguaje, no pasa de la condición de mono: es idéntico a una bestia, a un mono. Ver, por ejemplo, la película "El pequeño salvaje" que escenifica el informe "científico" que realizó el doctor Jean Itard sobre el niño salvaje hallado en la región francesa de l'Areyron en el siglo XVIII. Para humanizar a ese yo animal, se precisa el lenguaje y el contacto con otros humanos, con una civilización, con una sociedad. Así que lo nuevo que no tienen ni las ratas ni los monos es un lenguaje simbólico. Y eso no engendra un yo, sino una posición de sujeto de discurso, que es algo más complejo que el yo del lenguaje.

Así que el lenguaje incluye e incorpora a ese yo animal, pero hace algo más que un yo: hace un sujeto que ya no está únicamente en el cerebro, sino que precisa de otros humanos y de un conjunto social civilizado.

Hasta aquí, lo que digo allí.

Para concluir: si bien el cerebro engendra un yo animal, el lenguaje engendra un sujeto que incluye al yo animal (y en lo de animal también va el sentido despectivo) y lo supera. El sujeto engendrado en el lenguaje no es un efecto directo del cerebro animal, sino de un lenguaje simbólico humano y de la acción de otros humanos sobre cada uno. El lenguaje engendra un sujeto por sí mismo (definición del significante: lo que representa a un sujeto para otro significante) y para otros, en una sociedad humana.

JM Gasulla
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