EL IMPERIO EN LA SOMBRA

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Sep 1, 2006, 9:44:20 AM9/1/06
to La Agenda de Jahoel
EL IMPERIO EN LA SOMBRA

CLAVES PARA ENTENDER UN CONFLICTO DE ALCANCE PLANETARIO

¿Cuál es el horizonte de la guerra prolongada que ha declarado la
administración Bush ? ¿Quienes diseñaron la estrategia a largo plazo
de la política exterior de EE.UU., con una continuidad y coherencia
que desborda las posibilidades de cualquier legislatura? ¿Cómo será
el mundo después de la ocupación de Irak?

La guerra de Irak no ha sido un capricho de George W. Bus. El objetivo
de alcanzar una posición hegemónica en el mundo fue una constante de
la política exterior de EE.UU. desde el siglo XIX, aunque hasta la 2ª
Guerra Mundial se limitará al área de influencia americana y a su
expansión en el Pacífico.

Desde 1945, consolidada su presencia económica y militar en Europa,
dicha política se adaptó al nuevo escenario internacional. Según
sostiene Noam Chomsky en su libro "La segunda guerra fría" (Ed.
Crítica-Grijalbo, 1984), a finales de los 70 fue relanzada con el
nombre de "El resurgir de América". Su idea rectora era la misma que
expresa hoy la administración Bush: conseguir una superioridad militar
abrumadora sobre cualquier estado o asociación de estados y mantener
una política activa de intervenciones allí donde estuviera en juego
el "interés nacional". Según documentó Chomsky, la idea de que el
petróleo del Golfo Pérsico debía ponerse bajo su control fue
proclamada abiertamente por los teóricos del poder de EE.UU. a
comienzos de los años ochenta.

Donald Rumsfeld y Colin Powell defendieron dicha estrategia a comienzos
de los 90. En 1997, George y Jeb Bus, Richard Cheney, Rumsfeld y otros
destacados miembros de la actual administración, la asumieron
públicamente como futuro programa de gobierno, en un manifiesto
publicado por la revista The Weekly Standard. Después, el objetivo de
consolidar un liderazgo mundial indiscutido se plasmó en varios
documentos. En septiembre de 2000, fue recogido en Rebuilding America's
Defenders, un proyecto estratégico para el siglo XXI, en el cual los
pasos a seguir fueron actualizados por un panel de expertos civiles y
militares. La justificación ideológica de la última adaptación de
dicha estrategia ha sido difundida por el libro "Poder y debilidad:
EE.UU. y Europa en el nuevo orden mundial" (Ed. Taurus), de Robert
Kagan, considerado el ideólogo del neoconservadurismo más admirado en
la actual administración Bus. Kagan sostiene que el nuevo orden
mundial debe tener por centro a EE.UU. y no al Consejo de Seguridad de
la ONU. También cree que las diferencias entre sus país y Europa
aumentarán por efecto de la creciente debilidad europea en poder
militar, su mayor envejecimiento de la población y los problemas
derivados de su ampliación. En su opinión, EE.UU. debe construir el
nuevo orden en solitario, basado en dicho poderío, aunque apoyado por
aliados como el Reino Unido, España y muchas de las naciones que
esperan su integración en la UE.

En abril de 2001, Condoleezza Rice y otros altos funcionarios del
Departamento de Estado anunciaron la entrada en vigor inminente d esta
nueva estrategia en entrevistas a la prensa. En septiembre se produjo
el atentado con las las Torres Gemelas.. En octubre se aprobó la nueva
Ley de Seguridad Nacional (Patriot Act). El índice de popularidad de
Bus - que rondaba el 50% antes del ataque al World Trade Center -
ascendió al 83%, alcanzando las marcas históricas de Truman y
Kennedy. El Congreso le otorgó poderes especiales para dirigir la
lucha antiterrorista a escala mundial y el presupuesto militar superó
en un 11% a la suma del de los 16 países que siguen a EE.UU. en gasto
para ese concepto.

Pero el Golfo Pérsico ya era un objetivo prioritario desde hacía
décadas. Sólo que en los 70 el enemigo era la U.R.S.S., el
obstáculo era Irán y el aliado laico y modernizador era Sadam Husein.
, condecorado por la UNESCO en 1979 por sus campañas de
alfabetización. La caída del Sha de Persia, el gran aliado de EE.UU.
en la región, había forzado este acercamiento y desvelado el rostro
del nuevo enemigo emergente: el integrismo islámico. Pero la alianza
con Irak se frustró con la invasión de Kuwait. A diferencia del Sha
de Persia, Husein no eran un déspota ilustrado dispuesto a
occidentalizar su país, sino un guerrero con ambiciones territoriales.
En 1997 Bill Clinton ya había autorizado a la CIA a matarle y, poco
después, sometió a Irak a varios días de intensos bombardeos.
Hostigado por el embargo y el aislamiento internacional que siguió a
la Guerra del Golfo, Husein empezó a hacer profesión pública de fe y
su estado laico se aproximó progresivamente a aspectos mas religiosos.
EE.UU. se encontraba ya sin aliados fiables en una región
estratégicamente desestabilizada y condenado a la hostilidad árabe
por su apoyo a Israel. La primera batalla para establecer un control
directo en el área fue la intervención contra el régimen talibán en
Afganistán. El segundo paso pretende instalar un gobierno dócil en
Irak, cuyo subsuelo es el segundo en reservas mundiales de crudo. El
siguiente, ejercer un control efectivo de toda la cuenca del Caspio. De
paso, EE.UU. también aumenta así su presión sobre Arabia Saudita y
otros aliados árabes reticentes y se sitúa en una posición
fronteriza con Irán (13% del crudo mundial), definido como otro
integrante del "Eje del Mal". Este es, en realidad, el horizonte de "la
guerra preventiva" prolongada que proclamó Bus hijo. Su urgencia en
declararla también se explica como un movimiento táctico orientado a
abortar el incipiente proyecto alternativo de un orden mundial
multipolar y multicultural, como el que promueven China y otras
potencias, y que la UE ve con simpatía, como forma de atenuar la
hegemonía mundial de EE.UU.

Sin embargo, como observa Kagan, dicha vocación hegemónica es tan
antigua como la nación. En la percepción de EE.UU., este liderazgo
constituye una realidad objetiva, impuesta por el proceso histórico,
que ellos tienen la responsabilidad de asumir como destino. Su rechazo
a ceder competencias a las instancias supranacionales -desde la
Sociedad de Naciones a la ONU- constituye una política exterior
coherente con esa voluntad que, en lo esencial, han acatado todas sus
administraciones, republicanas y demócratas. Esto no significa que el
mencionado conflicto con el integrismo sea un invento, ni parece
sensato descalificar la amenaza que supone el terrorismo internacional
para la seguridad mundial como un simple pretexto para legitimar sus
intervenciones militares.

El sentimiento de estar llamados a salvar al mundo -consolidado con
las experiencias de las guerras mundiales y la confrontación con la
U.R.S.S. - tiene especial relevancia psicológica en la sociedad
norteamericana. Entre las señas de identidad de ésta destacan ideas
muy arraigadas en su cultura, como la de «pueblo elegido», erigida
sobre el mito de un origen israelita que consagra a los anglo-sajones
como herederos históricos del «pueblo de Dios», según el modelo de
la Antigua Alianza bíblica, con mucho mayor peso que la Nueva Alianza
cristiana en la mayor parte de su religiosidad fundamentalista. No es
casual que el billete de dólar ostente el lema «en Dios confiamos».
En su percepción, esta divinidad legitima el destino hegemónico de
EE.UU. Muchos de sus cultos autóctonos creen formalmente que su
Constitución fue inspirada por Dios.

E ste fundamentalismo cristiano se esconde tras la mascara de una
sociedad pluralista y asume un sistema de libertades individuales
-políticas, religiosas y culturales- y de garantías jurídicas. Sin
embargo, presenta un sesgo inquietante: la tendencia a considerar que
dicho sistema sólo ampara a sus ciudadanos y está subordinado a unos
«intereses nacionales» Que se extienden a todo el mundo y dictan sus
multinacionales, como documentan Morton Mintz y Jarry S. Cohen en su
libro America, Inc. (Ed. Grijalbo, 1973). En este sentido, también es
revelador que, según la periodista del Washington Post Dana Priest,
Rumsfeld encargara en 2001 un amplio estudio sobre los grandes imperios
de la Historia desde la antigüedad y lanzara a los expertos, como
materia de reflexión, la siguiente pregunta: «¿cuál es la mejor
forma de conservar el dominio mundial?».

Pero no es ésta la única voz de EE.UU. En el origen de dicha nación
ya se expresan dos fuerzas opuestas. Por un lado, una corriente
progresista, liberal, promotora de la tolerancia y el pluralismo. Por
otro, una tendencia autoritaria, partidaria de la política represiva y
del fundamentalismo religioso cristiano, hostil a las libertades
civiles y a la ampliación de los derechos a las minorías. El
conflicto entre ambas se expresó con toda crudeza hasta los años 60
cuando, después de duras batallas, la corriente liberal consiguió
imponer su primacía. El racismo y la intolerancia de la América
profunda quedaron momentáneamente arrinconadas y desprestigiadas.

No obstante, los seres humanos se han mostrado incapaces de generar un
sistema equilibrado entre los Polos del orden y la libertad. Las fases
autoritarias generan un orden rígido y opresivo que desemboca en
rebeliones, mientras que las liberales tienden a un creciente desorden
que amenaza con degenerar en caos. Cuando esto ocurre, se produce una
reacción que desemboca en una nueva fase inmovilista.

En la historia de EE.UU., ya sucedió con el macarthismo y la caza de
brujas en la primera fase de la guerra fría. El drama empieza a
repetirse de nuevo en vísperas de «la guerra prolongada» iniciada
con el ataque a Irak, integrante del «Eje del Mal» -nueva versión
del «Imperio del Mal» soviético de la era Reagan- que,
objetivamente, puede entenderse como prólogo de nuevas intervenciones.
Sus víctimas internas, como entonces, son las elites de la cultura en
general, que representan al EE.UU. liberal y progresista: una minoría
lúcida que preconiza la extensión de los mismos derechos y libertades
al resto del mundo. No es casual que una estrella del periodismo como
Peter Arnett, Premio Pulitzer por sus crónicas de Vietnam y único
norteamericano que informó con la CNN desde una Bagdad bombardeada en
la Guerra del Golfo, haya sido despedido por una levísima opinión
crítica en NBC News, o que cantantes, actores y actrices que protestan
contra la guerra estén siendo vetados e incluidos en listas negras.

En tiempos de confrontación, el poder cierra filas, silencia
disidencias, apela a la mayoría silenciosa con un discurso orientado a
lograr un gran consenso nacional sobre la base de una unión
patriótica contra «el enemigo interno» -la «quinta columna» de
McCarthy- y así fortalecer su flanco débil: la escasa capacidad de
sufrimiento y la reducida voluntad de combate de una sociedad opulenta
y satisfecha con su estilo de vida.

En semejante proceso es fácil que la República ceda paso a una
ideología sustentada en una pretendida superioridad nacional,
compatible con el supremacismo blanco y anglosajón de la extrema
derecha: una cultura que opone a lo que ellos llaman el integrismo
islámico el su yo propio, con la mitología racista característica de
organizaciones como el Ku Klux Klan y la Sociedad John Birch.

Del resultado de este conflicto interno depende el futuro del mundo. Si
en EE.UU se impone la tentación imperial, el sistema de libertades
sufrirá una involución sin precedentes. La lucha contra un terrorismo
polifacético, realimentado por el resentimiento y radicalizado al
máximo por su impotencia para hacerse con el poder, activará una
represión creciente, favoreciendo la misma tendencia en el resto del
mundo.

En buena medida, el anti-norteamericanismo visceral ha favorecido esta
coyuntura. Al empeñarse en tomar partido sistemáticamente contra
EE.UU., incluso en sus conflictos con sistemas totalitarios e
integristas, se debilitó la opción liberal que representaron
presidentes como Jimmy Carter (1977-1981), con su política de derechos
humanos, aplaudiendo incluso a Jomeini y celebrando como una victoria
los reveses norteamericanos en Irán. En lugar de aliarse con los
liberales americanos, prefirió saludar la emergencia de los Imanes y
Ayatolas partidarios de la ley islámica, como si el retorno al
medioevo fuese la solución a los Problemas del mundo moderno. Ate el
fracaso de su política exterior, l final de su mandato carter ya
debió anunciar incrementos notables en el presupuesto de defensa y su
estrategia de "Resurgir de América" .Esa oposición simplista que se
inicio con Ronald Reagan, prosiguió con Bush padre, maduro con Bill
Clinton y alcanzo su clímax con bush hijo. En la pugna entre
republica de imperio. En antinorteamericanismo siguió por sistemas la
poética de "Cuanto peor mejor". Así favorecido al advenimiento de la
situación que ahora denuncia y lamenta.

EL PODER EN LA SOMBRA

Cuando se examina la política de EE.UU. en las ultimas décadas surge
unas pregunta: ¿Cuál es la instancia que diseñado esa escalada bien
trabada qué desborda las posibilidades de una administración para
instrumentalizar programas y proyectos a tan largo plazo? Algunos creen
que la respuesta se encuentra en un poder en la sombra que manejaría
tras bastidores a los gobiernos, e incluso llagan a afirmar que la
clase politica mantiene una fidelidad secreta a los dictados de ese
poder oculto

¿Son las sociedades secretas ese poder? Estas han tenido un peso
indudable en la historia de EE.UU. Su imagen se proyecta incluso en los
símbolos emblemáticos del estado. No es fácil valorar cual ha sido
su pape en el actual proceso, pero si podemos estar seguros de su
importancia para las elites de EE.UU . El establecimiento de una
sinarquia que un gobierno mundial constituye u proyecto milenario y
estos tiempos son propicios para materializarlos. Además su opción
por el orden y el mantenimiento del estatus le confiere el respaldo de
u poder económico que demanda estabilidad mercados abiertos y
homologados como en el pasado requería rutas comerciales mas seguras
mares libres de piratas y caminos a salvo de bandoleros.

Las teorías " Conspiranoicas" pretenden explicar la historia mediante
la acción de este poder en la sombra que, por otra parte, percibe
siempre como un siniestro plan demoníaco. Los analistas académicos
prefieren ignorar su realidad y lo desprecian como" Un dato
irrelevante" . Conviene huir de ambas simplificaciones. Estamos ante u
factor que debe considerarse aunque sea difícil estimar su peso real
en relación a las grandes decisiones. Tampoco es bueno generalizar. En
muchos casos dihas sociedades han jugado un papel positivo y cumplido
una función civilizadora. No todas tienen el mismo signo Por otra
parte, la coherencia d la politica exterior de EE.UU a largo plazo es
el resultado de la actuación unos conscientes de sus propios
objetivos, sus proyectos y perspectivas y también inciden muchos otros
factores que escapan al control de todo los agentes.

En cualquier Hipótesis el futuro se presenta incierto. La alternativa
al liderazgo mundial de EE UU no se supone necesaria mente un mundo
más libre. Entre efectos hay que considerar la emergencia de potencias
hegemónicas regionales convocación totalitaria inequívoca como china
la proliferación del armamento nuclear, químico y biológico en mas
estados, terrorismo, la extensión del integrismo agresivo y el aumento
de los conflictos armados. Entre el orden mundial imperial y el
multipolar es difícil decidir cual es el escenario de futuro menos
peligroso.

Esta perece la percepción actual de Francia, ocupada en reconstruir
sus relaciones con EE.UU. también las diferencias entre Rumsfeld y
Powell sobre el gobierno que debe tener Irak después de la guerra son
otro indicio de que existen dudas en el seno del propio gobierno de
EE.UU. sobre la política a seguir. El proceso se halla en sus inicios
y podría ser reconducido, siempre que se asuma el liderazgo de EE.UU.
y que este admita la necesidad de supeditar sus "Intereses nacionales"
a metas menos egoístas, que incluyan la promoción del desarrollo en
el tercer mundo y una hegemonía basada en principios morales
creíbles. Al respecto, es importante recordar que en EE.UU. la
opinión pública tiene un peso decisivo.

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