Avui la notícia és l'esperada elecció de Miguel Díaz-Canel com a
president de Cuba.
Als altres fronts poques novetats el que ens dóna temps de llegir el
llarg article d'Slavoj Zizek.
Demà el complement d'Alejandro Nadal.
Sujetos felizmente manipulados, no gracias
Por Slavoj Zizek
Si hay una figura que se destaca por ser el héroe de nuestro tiempo es
Christopher Wylie, un canadiense gay vegano que, a los 24 años, se le
ocurrió una idea que llevó a la fundación de Cambridge Analytica, una
empresa de análisis de datos que tuvo un rol clave en el referéndum en
el que ganó la separación del Reino Unido de la Unión Europea. Más
tarde, Wylie se convirtió en una figura clave en las operaciones
digitales durante la campaña electoral de Donald Trump, creando la
herramienta de guerra psicológica de Steve Bannon. Su plan era
irrumpir en Facebook y cosechar los perfiles de millones de usuarios
en Estados Unidos y usar su información privada y personal para crear
perfiles psicológicos y políticos sofisticados, y luego llenarlos con
anuncios políticos destinados a trabajar en su maquillaje psicológico.
En cierto punto, Wylie estaba realmente asustado: “Es una locura. La
compañía ha creado los perfiles psicológicos de 230 millones de
estadounidenses. ¿Y ahora quieren trabajar con el Pentágono? Es como
Nixon con anabólicos”.
Lo que hace que esta historia sea tan fascinante es que combina
elementos que generalmente percibimos como opuestos. La derecha
alt-right se presenta como un movimiento que se dirige a las
preocupaciones de la gente común, blanca, profundamente religiosa y
muy trabajadora que representa los valores tradicionales simples y
odia las excentricidades corruptas como homosexuales y veganos pero
también a nerds digitales, y ahora nos enteramos que sus triunfos
electorales estaban dirigidos y orquestados precisamente por uno de
esos nerds que representa todo a lo que ellos se oponen... Hay más
que un valor anecdótico en este hecho: es evidentemente una señal de
la vacuidad del populismo de la derecha alternativa que tiene que
depender de los últimos avances tecnológicos para mantener su
atractivo provinciano. Además, disipa la ilusión de que ser un nerd
informático marginal significa automáticamente una posición
antisistema “progresiva”. A un nivel más básico, una mirada más
cercana al contexto de Cambridge Analytica clarifica cómo la
manipulación fría y el cuidado del amor y del bienestar humano son las
dos caras de la misma moneda.
En El nuevo complejo militar-industrial de grandes volúmenes de datos
Psy-Ops, que apareció en The New York Review of Books, Tamsin Shaw
aclara “las empresas privadas desempeñan un papel en el desarrollo y
despliegue de tecnologías de conducta financiadas por el gobierno”; el
caso ejemplar de estas compañías es, por supuesto, Cambridge
Analytica:
“Dos jóvenes psicólogos son fundamentales en la historia de Cambridge
Analytica. Uno es Michal Kosinski, que concibió una aplicación con un
colega de la Universidad de Cambridge, David Stillwell, que mide los
rasgos de personalidad analizando los “me gusta” de Facebook. Luego
fue usado en colaboración con el Proyecto de Bienestar Mundial, un
grupo del Centro de Psicología Positiva de Pennsylvania que se
especializa en el uso de datos para medir la salud y la felicidad para
mejorar el bienestar. El otro es Aleksandr Kogan, quien también
trabaja en el campo de la psicología positiva y ha escrito ensayos
sobre la felicidad, la bondad y el amor (según su currículum, un
artículo anterior se tituló ‘Down the Rabbit Hole: A Unified Theory of
Love’ ‘Adentro del agujero del Conejo: Una Teoría Unificada del
Amor`). Dirigió el Laboratorio de Prosicialidad y bienestar, bajo los
auspicios del Instituto de Bienestar de la Universidad de Cambridge”.
Lo que debería atraer nuestra atención aquí es el “cruce bizarro de
investigación sobre temas como el amor y la bondad con los intereses
de defensa e inteligencia”: ¿por qué esta investigación provoca tanto
interés de las agencias de inteligencia británicas y estadounidenses y
contratistas de defensa, con la ominosa Darpa (Agencia de Proyectos de
Investigación Avanzada de Defensa del Gobierno de Estados Unidos)
siempre acechando en el fondo? El investigador que personifica este
cruce es Martin Seligman: en 1998, “fundó el movimiento de psicología
positiva dedicado al estudio de los rasgos y hábitos psicológicos que
fomentan la felicidad y el bienestar auténticos, generando una enorme
industria de libros populares de autoayuda. Al mismo tiempo, su
trabajo atrajo el interés y la financiación del ejército como una
parte central de su iniciativa de resiliencia del soldado”.
Por lo tanto, este cruce no está impuesto externamente a las ciencias
de conducta por manipuladores políticos “malos”, sino que está
implícito en su orientación inmanente: “El objetivo de estos programas
no es simplemente analizar nuestros estados de ánimo subjetivos, sino
descubrir los medios por los cuales podemos ser “empujados” en el
sentido de nuestro verdadero “bienestar” como lo entienden los
psicólogos positivos, que incluyen atributos como la resistencia y el
optimismo”. El problema es que, por supuesto, este “impulso” no afecte
a individuos en el sentido de superar sus “irracionalidades”
percibidas por la investigación científica: las ciencias
contemporáneas de conducta más bien “intentan explotar nuestras
irracionalidades en lugar de superarlas. Una ciencia que está
orientada hacia el desarrollo de tecnologías de conducta seguramente
nos verá como sujetos manipulables más que como agentes racionales..
Si estas tecnologías se están convirtiendo en el núcleo de las
operaciones cibernéticas militares y de inteligencia de Estados
Unidos, parece que tendremos que trabajar para evitar que estas
tendencias afecten la vida cotidiana de nuestra sociedad democrática”.
Tras el estallido del escándalo Cambridge Analytica, todos estos
acontecimientos y tendencias fueron ampliamente cubiertos por los
medios de comunicación progresistas, y la imagen general que se
desprende de ello, combinado con lo que también sabemos acerca de la
relación entre los últimos avances en la biogenética (cableado del
cerebro humano , etc.), proporciona una imagen adecuada y aterradora
de las nuevas formas de control social que convierten el buen
“totalitarismo” del siglo XX en una máquina de control bastante
primitiva y torpe. Para comprender todo el alcance de este control, se
debe ir más allá de la relación entre las empresas privadas y los
partidos políticos (como es el caso de Cambridge Analytica), a la
interpenetración de las empresas de procesamiento de datos, como
Google o Facebook y las agencias de seguridad del Estado - Assange
tenía razón en su libro clave extrañamente ignorado en Google: para
entender cómo nuestras vidas están reguladas hoy, y de qué manera esta
regulación se experimenta como nuestra libertad, tenemos que
centrarnos en las relaciones oscuras entre las empresas privadas que
controlan nuestros bienes comunes y las agencias secretas estatales.
No deberíamos escandalizarnos ante China sino ante nosotros mismos que
aceptamos la misma regulación y creemos que conservamos plena libertad
y medios solo para lograr realizar nuestras metas (mientras que en
China las personas son plenamente conscientes de que están reguladas).
El mayor logro del nuevo complejo cognitivo-militar es que la opresión
directa y obvia ya no es necesaria: los individuos están mucho mejor
controlados e “impulsados” en la dirección deseada cuando siguen
experimentándose como agentes libres y autónomos de sus propias vidas
... Pero todos estos son hechos bien conocidos, y tenemos que dar un
paso más.
La crítica predominante procede en forma de desmitificación: debajo de
la investigación que parece inocente sobre la felicidad y el
bienestar, se discierne un oscuro y oculto complejo gigantesco de
control y manipulación social ejercido por las fuerzas combinadas de
corporaciones privadas y agencias estatales. Pero lo que se necesita
urgentemente también es la movida opuesta: en lugar de preguntar
solamente qué contenido oscuro está oculto debajo de la forma de
investigación científica de la felicidad, deberíamos enfocarnos en la
forma misma. ¿El tema de la investigación científica sobre bienestar
humano y felicidad (por lo menos en la forma en que se practica hoy en
día) es realmente inocente, o ya está permeable al control y la
manipulación?.¿Qué pasa si las ciencias no están siendo utilizadas
incorrectamente, qué pasa si encuentran aquí precisamente su uso
adecuado? Deberíamos cuestionar el crecimiento reciente de una nueva
disciplina, “estudios de la felicidad” - cómo es que en nuestra era de
hedonismo espiritual cuando el objetivo de la vida está directamente
definido como la felicidad, la ansiedad y la depresión están
explotando? Es el enigma de este autoboicot de la felicidad y el
placer lo que hace que el mensaje de Freud sea más actual que nunca.
Como sucede a menudo, Bhután, un país en vías de desarrollo del Tercer
Mundo, explicó las absurdas consecuencias sociopolíticas de esta
noción de felicidad: hace dos décadas, el reino de Bután decidió
centrarse en la Felicidad Nacional Bruta en lugar del Producto Bruto
Interno; la idea fue creación del ex rey Jigme Singye Wangchuck, quien
buscó dirigir Bhután al mundo moderno, mientras preservaba su
identidad única. Ahora con las presiones de la globalización y el
materialismo creciendo, y el pequeño país listo para sus primeras
elecciones, el inmensamente popular nuevo rey de 27 años educado en
Oxford, Jigme Khesar Namgyel Wangchuck, ordenó a una agencia estatal
calcular cuántos entre los 670.000 habitantes del reino son felices.
Los funcionarios dijeron que ya habían llevado a cabo una encuesta a
unos 1000 personas y hecho una lista de parámetros para ser feliz,
semejante el índice de desarrollo que lleva a cabo las Naciones
Unidas. Las principales preocupaciones fueron identificadas como
bienestar psicológico, salud, educación, buen gobierno, niveles de
vida, vitalidad comunitaria y diversidad ecológica... esto es
imperialismo cultural, si alguna vez lo hubo.
Deberíamos arriesgarnos un paso más y preguntar sobre el lado oculto
de la noción de la felicidad misma, ¿cuándo exactamente puede la gente
decir que es feliz? En un país como Checoslovaquia a fines de las
décadas de 1970 y 1980 la gente efectivamente ERA feliz. Se cumplían
tres condiciones fundamentales para la felicidad entonces. (1) Sus
necesidades materiales estaban básicamente satisfechas –no demasiado
satisfechas, ya que el exceso de consumo puede generar infelicidad en
sí mismo–. Es bueno experimentar una breve escasez de algunos bienes
del mercado de vez en cuando (sin café durante unos días, luego sin
carne, luego sin televisor): estos breves períodos de escasez
funcionaron como excepciones que le recordaban a las personas que
debería alegrarse de que los productos estuvieran generalmente
disponibles; si todo está disponible todo el tiempo, la gente toma
esta disponibilidad como un hecho de la vida y no apreciarían su
suerte. La vida, por lo tanto, se desarrolló de manera regular y
predecible, sin grandes esfuerzos ni sorpresas y uno se retiraba a su
propio nicho privado. (2) Una segunda característica muy importante:
existía el Otro (el Partido) a quien culpar por todo lo que estaba
mal, de manera que uno no se sentía realmente responsable -si había
una escasez temporaria de algunos bienes, aún si una tormenta causaba
un gran daño, era “su” culpa. (3) Y, por último pero no menos
importante, había un Otro Lugar (el Occidente consumista) sobre el que
a uno le era permitido soñar, aún visitar a veces –este lugar estaba a
una distancia correcta, no demasiado cerca, tampoco demasiado lejos–.
El deseo era la fuerza que impulsaba a la gente a ir más lejos y
terminar en un sistema en que la gran mayoría es definitivamente menos
feliz...
La felicidad es por lo tanto en si misma, (en su mismo concepto, como
Hegel lo hubiera dicho) confusa, indeterminada, inconsistente -
recuerden la respuesta proverbial de un inmigrante alemán a los
Estados Unidos cuando le preguntaron “¿Es usted feliz?”, contestó:
“Si, si estoy muy feliz aber gluecklich bin ich nicht…”. Es una
categoría pagana: para los paganos, el objetivo de la vida es vivir
una vida feliz, (la idea de vivir “felizmente toda la vida” es ya una
versión cristianizada del paganismo), y la experiencia religiosa o la
actividad política mismo son consideradas la más alta forma de
felicidad (ver Aristóteles)- con razón el Dalai Lama tiene tanto éxito
recientemente rezando por el mundo su evangelio de felicidad y con
razón está encontrando la mayor respuesta precisamente en Estados
Unidos, el último imperio de la búsqueda de la felicidad..
La felicidad consiste en la incapacidad o la poca disposición del
sujeto para confrontar las consecuencias de su deseo: el precio de la
felicidad es que el sujeto permanece atrapado en la inconsistencia de
su deseo. En nuestra vida diaria, (pretendemos) desear cosas que
realmente no deseamos, de manera que, en última instancia, lo peor que
puede pasar es que obtengamos lo que “oficialmente” deseamos. La
felicidad es intrínsecamente hipócrita: es la felicidad de soñar con
cosas que realmente no queremos.
¿No encontramos un gesto similar en gran parte de la política de izquierda?
Cuando un partido radical izquierdista pierde por poco las elecciones
y la toma del poder, uno a menudo detecta un oculto suspiro de alivio:
gracias a Dios que perdimos, quién sabe en que problema nos hubiéramos
metido si hubiéramos ganado... En el Reino Unido, muchos izquierdistas
admiten en privado que la casi victoria del Partido Laborista en las
últimas elecciones es lo mejor que les pudo pasar, mucho mejor que la
inseguridad que podría ocurrir si el gobierno laborista hubiera
tratado de implementar su programa. Lo mismo vale para la perspectiva
de una eventual victoria de Bernie Sanders en Estados Unidos: ¿cuáles
hubieran sido sus oportunidades contra la arremetida del gran capital?
La madre de esos gestos es la intervención soviética en Checoslovaquia
que aplastó la Primavera de Praga y su esperanza de un socialismo
democrático. Imaginemos la situación en Checoslovaquia sin la
intervención soviética: muy pronto el gobierno “reformista” tendría
que confrontar el hecho que no había una posibilidad real de un
socialismo democrático en ese momento histórico, de manera que tendría
que elegir entre reafirmar el control del partido –por ejemplo,
estableciendo límites claros a las libertades y permitiéndole a
Checoslovaquia convertirse en uno de los países capitalistas liberal–
demócratas de Occidente. De alguna manera, la intervención soviética
salvó la Primavera de Praga, salvó a la Primavera de Praga como un
sueño, como una esperanza que, sin la intervención, una nueva forma de
socialismo democrático hubiera emergido.... ¿Y no ocurrió algo similar
en Grecia cuando el gobierno de Syriza organizó el referendo contra la
presión de Bruselas para que aceptaran las políticas de austeridad?
Muchas fuentes internas confirman que el gobierno estaba secretamente
esperando perder el referéndum, en cuyo caso debían bajarse y dejar
que otros hicieran el trabajo sucio de ajuste. Como ganaron, esta
tarea les tocó a ellos y el resultado fue la autodestrucción de la
izquierda radical en Grecia.. Sin ninguna duda, Syriza hubiera sido
mucho más feliz si hubiera perdido la consulta.
Entonces, volviendo a nuestro punto de partida, no solamente somo
gente “feliz” controlada y manipulada que secretamente e
hipócritamente exigen ser manipulados por su propio bien. La verdad y
la felicidad no van juntas: la verdad duele, trae inestabilidad,
arruina el fluir de nuestras vidas diarias. La elección es nuestra:
¿queremos ser felizmente manipulados o exponernos a los riesgos de la
creatividad auténtica?.
* Filósofo y crítico cultural, es profesor en la European Graduate
School, director internacional del Birkbeck Institute for the
Humanities (Universidad de Londres) e investigador senior en el
Instituto de Sociología de la Universidad de Liubliana. Su última obra
es Porque no saben lo que hacen (Akal) y Antígona (Akal). Próximamente
Territorios inexplorados. Lenin después de octubre (Akal).