Miquel Angel Soria
unread,Mar 9, 2020, 2:30:42 AM3/9/20Sign in to reply to author
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Avui us paso el Pirulo de Tapa de Página 12.
PARO
Las mujeres que trabajan en PáginaI12 paran hoy. Mañana, el diario no
estará en los kioscos. PáginaI12 podría ser escrito y editado sin el
aporte de sus trabajadoras, pero no sería el mismo. No sería el mismo
cualquier día sin el trabajo de ellas, muchas pioneras y maestras del
periodismo feminista. Y, sobre todo, no sería el mismo este 10 de
marzo, en el que la noticia central será la movilización de las
mujeres. PáginaI12, cuya dirección periodística es ejercida por
mujeres, acompaña los reclamos que se amplifican este día aunque
existen siempre. Que el diario no salga es entonces una manera de
visibilizar la importancia del trabajo de las mujeres, uno de los
objetivos del paro. Los lectores y las lectoras podrán encontrar las
noticias del día y testimonios de distintas mujeres sobre el paro en
nuestra edición web, que estará a cargo de los trabajadores varones.
Nosotras nos vemos en las calles.
ANTONIO ÁLVAREZ-SOLÍS
LA RESURRECCIÓN DEL CAMPO
No me parece desmedido que el Gobierno de Madrid plantee a Bruselas su
renuncia, en todo o en parte, a unos fondos europeos de cohesión o
estructurales –transportes, medio ambiente, educación, finanzas,
estructuras de integración etc.– en favor de los PAC o ayudas eficaces
a la agricultura, ya que dos tercios del suelo español han sido
históricamente agrícolas, aunque su explotación haya sido muy
deficiente por el predominio de un latifundismo señorial ajeno a la
función agraria; un latifundismo de esencia soberanista, pero
contradictoriamente de manos muertas, o lo que es igual, con una
exclusiva función política ante la corona. Recordemos la investidura
de los reyes de Aragón en las cortes aragonesas: «Nos, que somos y
valemos tanto como vos, pero que juntos valemos más que vos, os
hacemos Principal Rey y Señor entre los iguales, con tal que guardéis
nuestros fueros y libertades y, si no, non» ¿Surge de ese latifundismo
político, despreciativo del quehacer material, la pobreza del campo
aragonés, sin rigor ni aliento? La Iglesia de España estuvo y está en
esa línea.
El planteamiento del gobierno actual consistente en centrar las ayudas
comunitarias en la agricultura es, pues, básicamente correcto y posee,
incluso, una cierta, aunque muy débil, espuma revolucionaria. Pero
toda revolución, si cabe llamarla así, exige un espíritu radical de
cambio de la realidad más allá de manipular el propósito innovador
reduciéndolo –en este caso concreto– a una retórica que sólo nos
transmitiría el ruido de un autoritarismo que deja incólume lo
existente en cuanto a propiedad y explotación. Una reforma agraria
conlleva un cambio absoluto de manos rectoras en el campo y del
sistemática comercial para conseguir que los cultivos cobren eficacia
en el marco nacional. Los llamados a dirigir esta innovación no pueden
ignorar que toda renovación social precisa, antes que técnicas, una
visión filosófica que certifique los propósitos. En este caso debemos
de escuchar voces como la de Hegel cuando dice: «La verdadera
refutación (de algo) tiene que entrar en el poderío y la fortaleza del
enemigo; atacarlo desde fuera. Tener razón donde no está el enemigo,
no tiene ningún provecho para la causa objetiva».
Mi duda de que el propósito del Gobierno del Sr. Sánchez de primar una
cierta reforma agraria se quede en procederes de urgencia y escasa
relevancia para consuelo transitorio del triste, se apoya en cuatro
puntos.
1. No es posible enfrentarse a una comunidad dominada por cuatro o
cinco grandes países –en este caso, además, con una agricultura
desarrollada y potente– sin practicar una soberanía sólida que se
sustente en la posibilidad de una ruptura radical de los lazos de
pertenencia a tal comunidad. El Reino Unido ha hecho frente al alto
costo que le significaba ser socio de la UE, con su práctica del
Brexit. ¿Por qué no puede España embarcarse de alguna forma en la nave
inglesa? El futuro está en descubrir horizontes que reverdezcan.
2. Hablar de un necesario apoyo al campo debe considerarse desde una
indeclinable altura. El apoyo anunciado por Madrid conlleva, para ser
eficaz, un notable proceso de democratización del campo receptor a fin
de que no acabemos en estrangulamientos protagonizados por agentes de
raíz nacional que sustituyan las coacciones europeas por
estrangulamientos de raíz doméstica mucho más cerriles, cosa que ya
funciona ahora mediante toscos intermediarios que controlan y reducen
todo esfuerzo de la base agraria en su beneficio. Esos protagonistas
de la expoliación interna hacen pensar, de seguir existiendo, que el
paro y la destrucción del escenario rural, no desaparecerán; es más,
que se apoderarán de las ayudas previstas. Insisto: los medios
urgentes y de choque que pueda aprontar cualquier gobierno español sin
modificar profundamente el escenario de la propiedad y la
comercialización agravarán aún más la crisis actual, pues serán
absorbidos por agentes liberados de la relativa acción correctora que
puedan manejar instancias –incluso internacionales–, que subordinan
con dureza al agro, aún guardando las formas, como suele decirse en
ámbitos diplomáticos.
3, Si se quiere ayudar al campo para, entre otras cosas, evitar una
despoblación masiva de la mitad del país, hay que diseñar unas redes
comerciales que persigan dos finalidades esenciales: la sanación de
los medios de transporte por eslabones fundidos con la producción
agraria –medios cooperativos– y la creación de una banca pública
especializada en la promoción correcta de primeros escalones. La
comercialización ha de ser un mecanismo de ahorro de costes y no una
fuente de encarecimiento. Si no se democratiza el dinero es imposible
que el agro cumpla con eficacia y continuidad, esto es, con dignidad,
su función de ser la base fuerte y serena de la sociedad. Claro que
esto que acabo de exponer depende del concepto que se tenga del
dinero, que se extiende desde el afán absoluto de atesoramiento al
funcionamiento perverso del intercambio como herramienta que lo hace
posible. El capitalismo vive del afán puro y duro de acumulación, que
le lleva a estrujar la sustancia primera de enriquecimiento, que es la
tierra. La historia de la gran banca es una muestra fehaciente de ese
sacrificio inmisericorde del medio rural. Cuando el poderoso barco de
las finanzas naufraga –y eso sucede cada vez con mayor frecuencia– el
capitalismo gira sus redes hacia los que pescan en las pateras.
Recurro nuevamente a Hegel para resumir con su autoridad esto que
acabo de escribir: «Contemplamos la tierra como ese desolladero donde
son inmoladas como víctimas de la felicidad los pueblos, la sabiduría
de los Estados y la virtud de los individuos».
Y 4. Cabe dedicar un comentario a la forma en que cabe superar esta
miserable competición de canibalismo en que se ha convertido la libre
competencia entre clases, estados y naciones; el desolladero citado
por Hegel. Si se pretende alcanzar una existencia apreciable en el
ámbito agrícola hay que proceder a una equilibrada propiedad del
suelo. En principio hay que considerar la tierra como lo que es: un
bien colectivo dado por la naturaleza. Por tanto su apropiación debe
ser colectiva. La continuidad del latifundismo no cabe en la
racionalidad. Hay que encuadrar el suelo en una juridicidad fundada en
un cooperativismo custodiado por una política fiscal reversiva; esto
es, que las ayudas directas del Estado sean sustituidas por una
fiscalidad estimulante: a más y mejor producción menos carga fiscal. A
mayor circulación de los productos, más rendimiento para toda la
estructura privada y pública. Por otra parte habrá que instruir una
protección aduanera ante los ataques de una competencia maliciosa.
* * *
No hay vuelta atrás
Por Marta Dillon
Una adolescente levanta los hombros y a la vez se señala los pezones
para decir que no le gusta usar corpiño y que no lo va a usar aunque
su mamá, que está a su lado, la mire mordiéndose el labio. Así que se
agacha, toma un papel del suelo con la frase “no te vistas así que te
van a mirar todos” y la ubica sobre un afiche color amarillo, en la
zona de alerta de la violencia de género. “Y sí, mamá, es un plomo que
nosotras nos tengamos que cuidar y que los chabones anden
prácticamente en bolas”. La madre también se agacha y toma el mismo
papel, levanta el mínimo cascote que lo sujeta y lo coloca en la zona
roja, la del peligro, la que indica que hay que buscar ayuda. Porque a
ella le da miedo que salga así como está ahora su hija, el aro que
tiene en el ombligo expuesto, las piernas desnudas y las tetas
puntiagudas sin corpiño. Hacen 33 grados. Estamos en la plaza de la
villa 21-24, en el sur de la ciudad de Buenos Aires.
Estoy sentada en el piso viendo la escena, tomando notas, llevo puesta
mi remera de Ni Una Menos, soy un afiche ambulante y justo a mi lado
está el afiche que se imprimió ahí cerca: “Las villeras paramos”. La
actividad la guía una piba del barrio, usa como top un pañuelo violeta
que dice “la revolución es feminista”. Se trata de diagnosticar el
grado de violencia de las frases escritas en papeles de carpeta
escolar, todas escuchadas mil veces. “Sos re puta”, “Andá pero dejá la
comida hecha”, “Si te veo con otro te mato”, “soy tu marido y tenés
que coger conmigo”, “de qué trabajo hablás si no hacés nada”, “si me
dejás me muero”. La piba del pañuelo suma un fragmento de su historia:
“Cuando empecé la escuela la directora no me dejaba ir con una remera
pupera, llamó a mi mamá y nos sentó a las dos en la dirección, me dijo
que vestida así la avergonzaba porque parecía una puta. Después me
hice torta y lo de puta lo hubiera preferido”, las carcajadas son el
remate de la historia.
En otra rueda en la misma plaza, pibas y doñas se mueren de risa con
una ruleta que obliga a elegir tarjetas de un color por tema, las
rosadas hablan de salud sexual y las ronderas tienen que responder por
verdadero o falso. “¿Los varones que se hicieron vasectomía pueden
eyacular?” ¡Sí, que pueden! Se adelanta Nati Molina, autoridad comunal
de la villa, trabajadora de la economía popular, “voy a salir por el
barrio a promocionar la vasectomía porque sí pueden eyacular”, dice
pero las doñas niegan con la cabeza, los hombres no se la quieren
hacer, se quejan.
Estamos en la víspera del paro feminista que se cambió para que suceda
en día hábil al 9M, para que el paro sea productivo y reproductivo.
Para que se detenga la vida cotidiana del trabajo remunerado, cuando
hay, y el trabajo de cuidado, que no se detiene nunca. En la villa la
luna sale tres cuartos iluminada, el dibujo de su cara fragmentada se
ve nítido. Dos niñas que todavía no entraron al secundario hablan de
Educación Sexual Integral y otra más, un poco más grande, lee un texto
en el micrófono que amplifica la asamblea un texto en el que desea que
su hermanita tenga una relación sana, que sus primas vuelvan enteras
de bailar, que mamá no esté tan cansada y que a su abuela le alcance
la jubilación. Todo un mapeo del paro feminista en los vínculos
familiares que acá en la villa se superponen en pocos metros y se
entraman sin dificultad: la precariedad de la vida expuesta como los
dientes que faltan en algunas sonrisas, como la vergüenza que les da a
las mayores decir la palabra “clítoris”, como la facilidad que tienen
las pibas para decirle a los prefectos que toman mate en su garita
“altos pajeros”.
El paro feminista discute el modo en que el capital captura nuestra
vitalidad y pasa al mismo tiempo por el cuerpo, es una efervescencia
en la sangre, te dan ganas de dar besos mojados y de gritar hasta que
la garganta raspe como el pavimento por las que ya no tienen voz. No
hubo una sola vez en la que la rabia no acuda igual que las lágrimas;
es el cuarto que se hace un 8 de marzo, ese día en que no nos
festejamos sino que nos rebelamos, o más bien, hacemos de la rebelión
cotidiana cita común, disputa política, demanda concreta, ocupación de
la calle y reconocimiento, otra vez, de todo lo acumulado. Si hay
fiesta es porque nos tenemos entre todas y entre todes, porque
vibramos al ritmo de la revuelta en Chile y buscamos estrategias para
seguir señalando el golpe de Estado en Bolivia en clave feminista. Esa
clave que lo mezcla todo y lo cambia todo porque leemos en nuestros
cuerpos la teoría que se produce y se apropia porque cuando faltan las
palabras circulan las impresas, las escuchadas, las grabadas, las que
se hacen carne porque cuando sintetizan lo que sabíamos y no se podían
nombrar es el cuerpo entero el que cambia.
“Eso que llaman amor es trabajo no pago”, dicen en la villa y te
explican con la rutina de todos los días lo que quiere decir cuidar y
estar hartas de que eso sea invisible. Se dice patriarcado,
héteronorma, así como se dice conquista o género. La ilustración es
una dinámica que se despega del papel y se hace cuerpo porque circula
de boca en boca. Cuando, como esta semana, una mujer es arrojada de un
balcón, la clave feminista traduce que algunos cuerpos se leen
descartables y contra eso la rebelión y el paro: produzcan sin
nosotras. Aunque este paro no mida porcentaje de acatamiento --aunque
ya verán-- porque este paro es una toma de conciencia a la vez que una
medida de fuerza, una lectura sobre el tiempo en que se trabaja y el
poco que queda para vivir; sobre el deseo, la autonomía y el tiempo
que nos deben, ese que se va haciendo cuentas, sudando, pidiendo
prestado, trabajando extra, haciendo viandas, reciclando la ropa,
apagando la luz para que no sea impagable, poniendo monedas en algún
lado para pagar los apuntes, soñando con que tal vez alguien de entre
todes pueda ayudar a pagar sin pedirle al banco o al Anses, pensando
cuándo vamos a gozar sin temor de qué la noche se acabe demasiado
rápido o que el amanecer demande otra tarea. Este es un paro efectivo,
más allá de las horas y de las que no pueden parar el trabajo rentado
porque deja de serlo y entonces activan en las redes o se toman unos
minutos y detienen el conteo de las horas que se restan y dicen, vamos
compañeras, vamos compañeres.
Hoy domingo en distintas plazas, esquinas, locales, barrios, en la
puerta de un supermercado, en la feria de la villa 31 y 31 bis, en
Olavarría y en Neuquén, en Entre Ríos pero también en Cochabamba,
Bolivia; en El Alto, en Santiago de Chile, en ciudad de México, en
Bahía, Brasil; en Uruguay y la lista sigue, las acciones se repiten y
el contagio es más persistente que el coronavirus porque no hay
vacuna, porque es irreversible, porque las pibas y las viejas
descubriendo sus cuerpos, las travas y les trans en la calle codo a
codo, el machismo discutido en el campo al mismo tiempo que se discute
qué semilla preservar y cuál plantar; eso no se detiene, eso no
necesita de nadie al frente. Todo eso que detenemos para poner en
marcha nuestro deseo es el producto del paro feminista y es para
nosotras y nosotres, como la deuda que enfrentamos, la externa y la
doméstica, es con nosotras y con nosotres. Y vamos a reclamar que la
paguen, desde la calle y en las camas, en todos lados, a toda hora; lo
que transformamos lo transformamos para siempre aunque la amenaza
antiderechos crea que puede hacer retroceder la marea. Podrá retirarse
de a ratos, pero sólo para tomar nueva fuerza. Y eso lo sabemos, en el
cuerpo y en las palabras que lo habitan y lo construyen, las que
creamos juntas, las amoldamos a la propia boca, las que dicen nuestros
nombres.