Miquel Angel Soria
unread,Mar 26, 2020, 2:31:25 AM3/26/20Sign in to reply to author
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El tema del dia ja és el tema del mes i, amb aquesta marxa, el de
l'any -si no aturem a personatges sinistres com un tal Bolsonaro-.
Dani Alves, capità de la selecció brasilera de futbol li ha dit (ho
recull Página 12): "Usted debería pensar en el bienestar de nuestro
pueblo. Como un humilde ciudadano expreso mi opinión, pues no quiero
vivir sin compartir momentos con las personas ni vivir con miedo de
ellas."
Ya no me callo más
Elisa Beni
"No estamos seguros de que alguna cepa desconocida de gripe no vaya a
propagarse por el globo y a matar a millones de personas (…) lo
veremos como un fracaso humano y pediremos la cabeza de los
responsables. (…) Tales críticas presuponen que tenemos el
conocimiento y las herramientas para evitarlo"
Yuval Noah Harari. Homo Deus (2015)
¡Bienvenidos a la puta realidad!
No, no somos dioses y estamos más lejos de ello de lo que literaria y
tecnológicamente se nos ha vendido. No somos transhumanos. No hemos
transcendido a nuestra gran vulnerabilidad biológica. Siendo así que
seguimos siendo frágiles, hemos construido sociedades infantilizadas
en las que millones de personas se creían a salvo y seguras, sin más
preocupación que la de consumir y mantener una imagen, y que ahora
claman temerosas e iracundas cuando comprueban que seguimos siendo lo
que éramos: mera humanidad.
Ante este estado de emergencia y calamidad humana, esta plaga, este
dolor, me propuse mantenerme en la razonada posición del que asume tal
miseria y confía en los medios científicos, logísticos y estatales
para conseguir salir de esta con las menores bajas posibles.
Entiéndanme, lo de que había alguna posibilidad de que esto no nos
hubiera atañido y que no hubiera habido muertes ya lo dejo en el cajón
de lo ilusorio. Sucede que para mantener este estado de patriotismo
responsable era necesario que todos recurriéramos a un juego mental y
social de suma cero en el que nadie resultara beneficiado ni
perjudicado mientras dedicábamos todos los esfuerzos a salvar vidas y
a salvar nuestras libertades y nuestro estilo de vida. La miseria
humana también es una constante universal. No somos dioses ni somos
angélicos. Lo peor de nuestra esencia sigue ahí, más vivo y más
repugnante que antes. Por eso, a la vista de que algunos en vez de una
batalla por la vida han decidido librar una batalla por sus propios
intereses, yo ya no puedo callarme.
La mezquindad y la premeditación con la que la derecha y la caverna
están intentando criminalizar a los responsables de sacarnos de esta
crisis roza lo ignominioso. Es tanto como empezar a increpar, a
zarandear o hasta a pegar al piloto mientras intenta hacer un
aterrizaje de emergencia. Así que ya no se puede uno callar. Hay que
hacer frente a este lodazal en el que interesadamente nos quieren
sumir para conseguir, ni más ni menos, que hacer caer a un gobierno en
pleno caos.
En esta campaña de acoso y derribo se ha intensificado el recurrente
tema de las manifestaciones feministas del 8 de marzo. Desde medios de
comunicación, cuentas de redes sociales y partidos políticos se
intenta equipararlas a una especie de batallón de la muerte del que
sería responsable el Gobierno -las mujeres no organizan solas nada,
que son como niñas- y para mayor regodeo se ha presentado hasta una
innecesaria querella para intentar que la criminalización sea más
efectiva.
Afirman, a voz en grito y con toda la seguridad de su infamia, que el
Gobierno ocultó datos sobre la epidemia -aún no había sido declarada
pandemia- para salvar su agenda ideológica. Pretenden que una mente
racional asuma que Pedro Sánchez y su gobierno, a sabiendas de que las
manifestaciones iban a provocar una transmisión masiva que iba a
llevar a España a una crisis sanitaria y una mortandad sin precedentes
e iba a poner a su gobierno ante una situación de una gravedad sólo
comparable a la II Guerra Mundial, siguieron adelante porque les
interesaba más "su ideología". Que partidos y elementos que han
acusado a Sánchez de ser una especie de equilibrista para cambiar de
opinión y de creencias según le convenga, nos digan ahora que hizo a
sabiendas justo lo que peor le iba a venir, constituye una
incongruencia sólo apta para memos.
Por cierto, las marchas no las convocó el Gobierno sino colectivos
feministas. El Gobierno fue a las mismas como fueron el Partido
Popular y Ciudadanos que ni ese día, ni en los anteriores, vieron
mayor polémica en ellas que la derivada de la "apropiación del
feminismo" por unos y otros. Es decir, señores, aquí no hubo partido
político alguno que viera la necesidad de suspender unas marchas que,
por otra parte, hubiera sido complejo suspender. Yo, se lo he contado
más veces, no fui porque soy grupo de riesgo por varias cuestiones, y
valoré conmigo misma la idoneidad de que yo, no las personas sanas,
corriera algún riesgo. Esa era la situación en aquel momento. El CIS
nos dice hoy que sólo el 3,5% de la población consideraba que el virus
era una preocupación. ¿Cómo parar la vida y la economía de un país que
no se considera en riesgo?
Respecto a la suspensión de las marchas, que ya habían recibido el
visto bueno con mucha antelación, hubiera presentado un sinfín de
problemas de índole legal. No estando declarado el estado de excepción
-que permite suspender el derecho de manifestación- ni el estado de
alarma, que permite limitar la circulación, se hubieran tenido que
atener a la Ley de Sanidad de 1983 y a la Ley de Medidas Especiales en
Materia de Sanidad Pública de 1986 y a buen seguro las organizadoras
en toda España se hubieran opuesto y todo hubiera acabado en la
Justicia. En todo caso, las manifestaciones se celebraron por todo el
mundo, incluido Francia, donde en aquella fecha ya contabilizaban
muertos. Eso sin hablar de la complicación de suspender precisamente
el ejercicio de un derecho fundamental como ese sin haberlo hecho
antes con la Liga, los conciertos, las misas y cualquier otra
aglomeración.
Están aprovechando la pandemia para pasarnos factura a las feministas
porque, de nuevo, las brujas de las mujeres nos condujeron al
desastre. De paso le quieren cobrar la factura al Gobierno porque
creen, y así lo dicen, que podrán hacerlo caer. Y, por cierto, ya por
apuntarlo: ni siquiera con estado de excepción se podría haber
obligado a Vox a no celebrar su mitin. Todo vale en esta guerra de
propaganda. No digo yo que no haya habido errores, se los contaré
cuando esto acabe, pero cualquiera que tenga ojos y raciocinio y que
lea algún idioma es consciente de que estos fueron generalizados y,
por tanto, quizá no sean errores sino la consecuencia lógica de cómo
hemos estructurado nuestra sociedad a sabiendas de que la
interdependencia creciente del mundo iba de la mano de una
vulnerabilidad mayor para cada uno de los actores.
Porque dicen que España no supo verse en Italia y que Italia no supo
verse en Corea y así hasta el primer motor inmóvil: esa China de la
que tan poco hablamos si no es para aclamarle su envío de mascarillas.
De lo único que podemos estar seguros es de que la primera línea de
trincheras para parar la infección fue China y que en esa línea se
perdieron casi dos meses. La dictadura china censuró, amenazó,
represalió y perdió un tiempo precioso para detener en su propio
territorio una enfermedad que se llama Covid-19, no por gusto, sino
porque ese fue el año en el que se inició. Hay un estudio de la
Universidad de Southampton que indica que si China hubiera tomado
medidas dos semanas antes hubiera reducido en un 86% los contagios,
dado que el primer caso documentado se remonta al 17 de noviembre, y
probablemente podía haber atajado la pandemia. Así que no pongamos de
ejemplo a China.
Y en el resto de los países la cosa va igual. Francia votó cuando los
españoles ya estábamos confinados. Johnson, o yo lo soñé o hace menos
de una semana pensaba dejar morir a miles de abuelos para no bloquear
la economía y Trump hace el payaso ostentosamente mientras que en
Alemania son conscientes de que sus datos llevan al menos cuatro días
de retraso, por defectos al contabilizarlos, y los suecos han fiado
todo a la responsabilidad de los ciudadanos para adoptar medidas
"recomendadas" sin ningún tipo de coerción. Todos de distintos signos
políticos.
Bienvenidos pues a la cruda, descarnada y cruel realidad con el deseo
de que una vez más demostremos, también a los innobles, que somos
capaces de salir del dolor, el riesgo y la fatiga remando todos juntos
por una vez.
* * *
La lógica de la locura de Bolsonaro
Por Emir Sader
Los editoriales y articulistas de la gran prensa no podían ser más
críticos con las posturas del presidente Jair Bolsonaro (foto). Aparte
de que fueron los responsables fundamentales de que un político sin
ninguna trayectoria respetable en el Parlamento a lo largo de las
últimas décadas, con declaraciones abiertamente favorables a la
dictadura y a la tortura, en contra de los derechos elementales de las
mujeres, de los negros, de los pueblos indígenas, entre otras
posiciones trastocadas, los medios de comunicación plantean
abiertamente la necesidad de derrotar a Bolsonaro como presidente de
Brasil.
En varios momentos de la historia brasileña, esto habría sido la señal
determinante para la caída de un gobierno, como fue el suicidio de
Getulio Vargas en 1954, antes que fuera depuesto, acusado por los
medios; la renuncia de Jânio Quadros, en 1961, cuando intentó un golpe
blando y fue rechazado por los medios; el impeachent de Fernando
Collor de Mello, en 1992, cuando los medios revelaron procesos claros
de corrupción del entonces presidente; el impeachment de Dilma
Rousseff que, aun sin razones constitucionales, fue cercada por los
medios para ser destituida de la presidencia por un golpe
mediático-jurídico.
Lo inédito de la situación que vive Brasil en estos tiempos de
coronavirus es que, por primera vez, los medios se oponen frontalmente
a un gobierno –aunque, por otra parte, defienden su programa económico
neoliberal-, pero no encuentran la fuerza para destituirlo, al menos
por ahora. ¿Con qué fuerza cuenta ese gobierno para resistir a una
ofensiva tan fuerte de los medios?
Cuenta con el apoyo de los militares y del gran empresariado, pero
sobre todo cuenta con el quiebre de los partidos tradicionales de la
derecha. Bolsonaro sabe que la derecha no tiene otro liderazgo para
defenderse del retorno del PT al gobierno –fantasma que siempre le
quitó el sueño a la derecha brasileña-.
Esa es la razón de fondo por la cual Bolsonaro se transformó en el
candidato de la derecha y fue elegido presidente de Brasil. Esa es la
lógica de esta locura. O la locura de esta lógica.
Es una lógica depredadora, que destruye la capacidad productiva que
Brasil había acumulado, favorece la especulación financiera, vuelve a
concentrar la renta y a excluir de derechos a la gran mayoría de la
población. Para que ese tipo de política sea posible, con todos los
retrocesos, es necesaria una forma específica de gobernar, que se
apoya en dos fundamentos: mentir y buscar chivos expiatorios. El
discurso de Bolsonaro –una parodia del discurso de Trump–, se
fundamenta en un diagnostico al revés de lo que es la realidad,
buscando justificaciones para sus políticas suicidas en supuestos
errores del pasado y para poder presentarse como el salvador del país
de una ruina de la que no sería responsable.
Un gobierno que tiene el apoyo del conjunto de la derecha –gran
empresariado, medios de comunicación, partidos tradicionales- en su
política económica. Las críticas que recibe son las de la lentitud de
los proyectos neoliberales y de las privatizaciones, de la incapacidad
de articulación política para consolidar y perpetuar la mayoría de
derecha en el Congreso. Las críticas vienen de su comportamiento
absolutamente arbitrario, autoritario, sin ningún decoro, el
debilitamiento de la imagen de Brasil en el mundo, las posiciones
absurdas en términos de derechos humanos. Ahora se le suma la falta de
reacción frente al avance del coronavirus.
Esa es la contradicción de fondo de ese tipo de gobierno. Únicamente
logra tener un líder con cierto grado de apoyo popular con alguien que
apela constantemente a sus bases extremistas, fundamentalistas. No
obstante, debido a eso desvía o debilita su capacidad de congregar a
todas las fuerzas de derecha y de avanzar más rápidamente en las
directrices neoliberales.
La lógica de la locura de Bolsonaro es la fuerza del PT, de Lula y de
la izquierda, que acechan todo el tiempo a la derecha, con sus
fantasmas del retorno de un gobierno popular, antineoliberal, como el
que gobernó el país entre 2003 y 2014. Sólo el éxito de los gobiernos
del PT y la persistencia del apoyo popular a Lula, explican que la
derecha brasileña se rinda frente a un gobierno como el de Bolsonaro.
La derecha tradicional y el centro político han sido destruidos; así,
para poder retomar el modelo neoliberal, las elites brasileñas están
condenadas a un liderazgo como el de Bolsonaro, como forma de
blindarse contra el retorno de la izquierda al gobierno. A ver hasta
cuando lo logran.
Adiós a Uderzo, creador de Astérix.jpg